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JUBILADOS PRESENTES Y FUTUROS

Los jubilados son un claro ejemplo de compromiso con la sociedad.


Tras cotizar y pagar impuestos toda su vida, ayudan a sus hijos a
resolver la conciliación vida-trabajo, cuidando a sus nietos y, en
muchos casos, sus pensiones han permitido completar las
necesidades básicas de estos. Sus protestas, reivindicando lo que
consideran justo, ponen el foco en un sistema de pensiones que
presenta diversos problemas, sobre todo a medio y largo plazo.
Veamos.

España, como todas las sociedades occidentales desarrolladas, ha


alcanzado la llamada transición demográfica (sociedades en las que
hay tasas muy bajas de mortalidad y natalidad), lo que supone un
problema estructural. Esto, unido a la alta y creciente esperanza de
vida (España, con una media de 83 años es el segundo país del
mundo en esperanza de vida al nacer) genera una sociedad
envejecida en la que la pirámide de edad se invierte, de manera
que existe una amplia capa de población potencialmente
perceptora de pensiones, mientras que la base formada por los
trabajadores en activo va disminuyendo cada vez más (en la
actualidad, hay 2,5 trabajadores por cada persona mayor de 67
años, a partir de 2.046 habrá menos de un trabajador por cada
persona mayor de 67 años)

El ajuste interno para afrontar la crisis del 2007 ocasionó la caída


de los salarios, lo que redunda en una reducción de recursos para
pagar prestaciones. Esto constituye problema coyuntural, que
podría superarse si los salarios aumentan con la recuperación
económica y el aumento de la productividad.

Se han introducido reformas tendentes a retrasar la edad de


jubilación hasta los 67 años, a calcular la pensión con las
cotizaciones de los últimos 35 años cotizados y a actualizar la
pensión al 0,25 % en lugar de aplicar el IPC, lo que ha
desencadenado las protestas de los jubilados.

Es necesario un ejercicio de sinceridad y explicar con claridad la


situación a los ciudadanos, con la finalidad de llegar a un pacto de
amplio consenso social, para reformar el sistema.

En el terreno de las reformas, medidas a estudiar son, entre otras,


la prolongación de la edad de jubilación más allá de los 67 años,
calcular la pensión con las cotizaciones de toda la vida laboral,
fomentar los planes de pensiones para complementar las
pensiones, hacer cotizar por las máquinas y robots que sustituyen
a trabajadores, introducir medidas que favorezcan la natalidad y,
creo que será inevitable, financiar el sistema con los impuestos
generales.

En mi opinión, el Estado del bienestar debe asegurar tres materias


básicas: una educación universal, un sistema de salud universal y
unas prestaciones que permitan a los jubilados y a quienes sufren
alguna discapacidad vivir dignamente. Para que esto sea posible, es
fundamental que los ciudadanos y las instituciones de gobierno del
estado central, autonómico y local, distingamos entre los gastos
públicos imprescindibles y los superfluos….y decidamos entre todos
destinar los recursos en consecuencia.

Jordi Costa

El Periódico, 20/03/2018

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