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REGLA III Se nos advierte además que de ningún modo debemos mezclar jamás conjetura alguna

con nuestros juicios sobre la verdad de las cosas. Advertencia de no poco valor: pues la
Acerca de los objetos propuestos se ha de buscar no lo que otros hayan pensado o lo que razón más estimable por la cual nada se ha encontrado en la filosofía corriente tan
nosotros mismos conjeturemos, sino lo que podamos intuir clara y evidentemente o evidente y cierto que no pueda ser puesto en controversia, es, en primer lugar, que los
deducir con certeza; pues la ciencia no se adquiere de otra manera. hombres de estudio, no contentos con conocer cosas transparentes y ciertas, / se
atrevieron a afirmar también las oscuras y desconocidas, a las que sólo llegaban por
Se deben leer los libros de los antiguos, puesto que es un gran beneficio el que podamos conjeturas probables; y concediéndoles después ellos mismos poco a poco una fe plena, y
servirnos de los trabajos de tantos hombres: de una parte para conocer lo que ya en otro confundiéndolas sin distinción con las verdaderas y evidentes, al fin nada han podido
tiempo ha sido descubierto rectamente, y de otra, además para darnos cuenta de lo que concluir que no pareciese depender de una proposición de tal índole y que por
queda aún por descubrir en las demás ciencias. Sin embargo, hay el gran riesgo de que consiguiente no fuese incierto.
quizá algunos errores, contraídos en una lectura demasiado atenta de ellos, se nos peguen
a pesar de nuestras resistencias y precauciones. Pues los escritores suelen tener un espíritu
tal, que cuantas veces por una irreflexiva credulidad han caído en la aceptación de una
opinión controvertida, siempre se esfuerzan por llevarnos a ella por sutilísimos
argumentos; mientras que al contrario, cuantas veces encontraron afortunadamente algo
cierto y evidente, / nunca lo muestran a no ser envuelto de diferentes rodeos y
ambigüedades, temiendo sin duda que la simplicidad del argumento disminuya la
importancia del hallazgo, o porque nos rehúsan la verdad manifiesta.
Pero para que en lo sucesivo no caigamos en el mismo error, se enumeran aquí, todas
las acciones de nuestro entendimiento, por las que podemos llegar al conocimiento de las
cosas sin temor alguno de error: y tan sólo se admiten dos, a saber, la intuición y la
inducción.

Pero aunque todos fuesen sinceros y francos y no nos impusieran como ciertas cosas
dudosas, sino que lo expusieran todo de buena fe, nunca sabríamos a quién creer, puesto
que apenas hay algo dicho por uno, cuyo opuesto no haya sido confirmado por otro. Y de
nada serviría contar los votos para seguir la opinión que tuviera más autores: pues si se
trata de una cuestión difícil, es más creíble que su verdad haya podido ser descubierta por Entiendo por intuición no el testimonio fluctuante de los sentidos, o el juicio falaz de
pocos que por muchos. Pero aun cuando todos estuviesen de acuerdo entre sí, no bastaría, una imaginación que compone mal, sino la concepción de una mente pura y atenta tan
sin embargo, su doctrina: pues, por ejemplo, nunca llegaremos a ser matemáticos, por fácil y distinta, que en absoluto quede duda alguna sobre aquello que entendemos; o, lo
mucho que sepamos de memoria todas las demostraciones de otros, a no ser que también que es lo mismo, la concepción no dudosa de una mente pura y atenta, que nace de la sola
nuestro espíritu sea capaz de resolver cualquier problema; ni llegaremos a ser filósofos, luz de la razón y que por ser más simple, es más cierta que la misma deducción, la cual,
aunque hayamos leído todos los razonamientos de Platón y Aristóteles, si no podemos sin embargo, ya señalamos más arriba puede ser mal hecha por el hombre. Así cada uno
emitir un juicio firme sobre las cuestiones propuestas: pues de este modo parecería que puede intuir con el espíritu que existe, que piensa, que el triángulo está definido sólo por
hemos aprendido no ciencias, sino historias. tres líneas, la esfera por una sola superficie, y cosas semejantes que son más numerosas
de lo que creen la mayoría, precisamente porque desdeñan para mientes en cosas fáciles. /
resulta poder afirmarse que aquellas proposiciones que se siguen inmediatamente de los
primeros principios, bajo diversa consideración, son conocidos tanto por intuición como
Además a fin de que algunos no se extrañen del nuevo uso de la palabra intuición, y de por deducción; pero los primeros principios mismos sólo por intuición, mientras que las
otras cuyo significado vulgar me veré obligado a cambiar en lo sucesivo de igual manera, conclusiones remotas no lo son sino por deducción.
advierto aquí, de un modo general, que no pienso en absoluto en el modo con que esos
vocablos han sido empleados en las escuelas en estos últimos tiempos, pues sería muy
difícil dar los mismos nombres y pensar cosas radicalmente distintas; sino que sólo tengo
en cuenta lo que significa la palabra en latín y así, cuantas veces faltan las palabras
apropiadas, trasfiero a mi sentido aquellas que me parecen las más aptas.

Y estos dos caminos son los más ciertos para la ciencia, y no deben admitirse más por
parte del espíritu, sino que todos los demás deben ser rechazados como sospechosos y
sujetos a error. Lo que no impide, sin embargo, que creamos todo lo que ha sido revelado
por Dios como más cierto que todo conocimiento, puesto que la fe, que se refiere a cosas
oscuras, no es una acción del espíritu, sino de la voluntad; y si ella tiene algunos
Ahora bien, esta evidencia y certeza de la intuición se requiere no sólo para las fundamentos en el entendimiento, pueden y deben ser descubiertos ante todo por una u
enunciaciones, sino también para cualquier razonamiento. Así, por ejemplo, dada esta otra de las vías ya dichas, como quizás alguna vez mostraremos más ampliamente.
consecuencia: dos y dos hacen lo mismo que tres y uno, y que tres y uno hacen también
cuatro, sino además que de estas dos proposiciones se sigue necesariamente aquella
tercera.

A partir de este momento puede ser ya dudoso por qué además de la intuición hemos
añadido aquí otro modo de conocer; el que tiene lugar por deducción: por la cual
entendemos, todo aquello que se sigue necesariamente de otras cosas conocidas con
certeza. Pero hubo de hacerse así porque muchas cosas se conocen con certeza, aunque
ellas mismas no sean evidente, tan sólo con que sean deducidas a partir de principios
verdaderos conocidos mediante un movimiento continuo e ininterrumpido del
pensamiento que intuye con transparencia cada cosa en particular: no de otro modo
sabemos que el último eslabón de una larga cadena está enlazado con el primero, aunque
no contemplemos con uno sólo y el mismo golpe de / vista todos los intermedios, de los
que depende aquella concatenación, con tal de que los hayamos recorrido con los ojos
sucesivamente y recordemos que están unidos desde el primero hasta el último cada uno a
su inmediato. Así pues, distinguimos aquí la intuición de la mente de la deducción en que
esta es concebida como un movimiento o sucesión, pero no ocurre de igual modo con
aquélla; y además, porque para esta no es necesaria una evidencia actual, como para la
intuición, sino que más bien recibe en cierto modo de la memoria su certeza. De lo cual

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