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Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por
quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo
con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para
que todos nos abramos a su obra de salvación.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral
que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y
los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse
replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda
comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y
les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los
guarde.
FRANCISCUS PP.
Lunes II (2 de marzo)
Dn 9, 4-10; Sal 78; Lc 6, 36-38
Martes II (3 de marzo)
Is 1,10. 16-20; Sal 49; Mateo 23,1-12
Miércoles II (4 de marzo)
2Sam 7, 4-5.12-14.16; Sal 88; Rom 4,13.16-18.22; Mt 1,16.18-21.24
Jueves II (5 de marzo)
Jr 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31
Viernes II (6 de marzo)
Gn 37,3-4.12-13.17-28; Sal 104; Mt 21,33-43.45-46
Sábado II (7 de marzo)
Miq 7, 14-15.18-20; Sal 102; Lc 15, 1-3.11-32
"Se dice que los cuarenta días del ayuno cuaresmal, que se celebran antes de la Pascua,
simbolizan los cuarenta días que Cristo pasó ayunando. Sin embargo, Jesús nunca mandó a sus
discípulos conmemorar aquel suceso, ni existen indicios de que estos lo hicieran alguna vez. Se
cree que la primera mención confiable de la celebración de esta práctica aparece hacia el año 330,
en cartas de Atanasio que datan de esa fecha.
Ahora bien, como el ayuno de Jesús tuvo lugar después de su bautismo —y no antes de su
muerte—, resulta extraño que la Cuaresma se celebre en las semanas anteriores a la Pascua. Es
digno de mención que, en la antigüedad, los babilonios, egipcios y griegos realizaban ayunos de
cuarenta días a principios del año. Por lo tanto, todo indica que, aunque es para muchos una
celebración cristiana, la tradición de la Cuaresma en realidad procede de aquellas culturas."
Resumiendo: es una más de tantas tradiciones paganas que las religiones falsas practican e
inducen a los "crédulos" a festejar como "bíblicas".
Deseas profundizar a la luz de las escrituras sobre este hecho?, si tienes tiempo te sugiero la
lectura del vínculo que te indico más abajo, te tomará 10 minutos estudiarlo y analizarlo con el
resultado de conocer el punto de vista correcto.
Source:
Atalaya 2009
Comentario
Penitencia
(I) EN EL AT. (A) Según la mentalidad del AT, toda calamidad general ha de atribuirse a una falta
conocida o desconocida de un individuo o de todo el pueblo contra la divinidad. La p. es un medio
de aplacar la cólera de Dios. Como la calamidad, la p. es también asunto público y general.
Aunque falta para la p. y para los actos de p. una fórmula fija, los actos penitenciales públicos se
llaman a menudo, según su carácter principal, ayuno, cuyo proceso puede verse, p.ej., en Jl 1,13
2,15-18. Otras formas externas son vestir hábito de p. (saco), sentarse en la ceniza, esparcirse
ceniza sobre la cabeza, derramar agua (1Sam 7,6: texto oscuro); cf. Dan 9,3: <suplicar en ayuno,
saco y ceniza>.
(B) Los profetas dirigen vivas críticas contra esta p. ritual (Am 4,6-11 Os 6,1-3 Is 58,5-7 Zac 7,5S Jl
2,12S; cf. Is 22,12S), cuando le faltaba lo decisivo: el propósito de la enmienda. No bastaba
arrepentirse de los pecados pasados y reparar esta o la otra falta por esta o la otra medida. Para lo
que los profetas tenían por esencial: cambiar de modo de sentir, apartarse del pecado y convertirse
a Yahvéh, empleaban el verbo profano súb, <dirigirse de nuevo>, <volverse>.
(II) EN EL NT, la conversión en sentido profético y religioso se llama (cambio de modo de sentir) y
<convertirse> (volverse a Dios) (cambiar de modo de sentir). Esa conversión (p.) la predica:
(A) Juan Bautista. Ante el próximo juicio de Dios, los hombres, y aun los judíos piadosos (Mt 3,7-
10), sólo tienen una solución: convertirse (Mc 1,4 par. Mt 3,2.8.11 par. Act 13,24 19,4 Lc 1,16). Con
ello junta el bautismo de p. (Mc 1,4 par. Act 13,24 19,4) como acto de purificación, que opera el
perdón de los pecados (Mc 1,4 par.) y la conversión (Mt 3,11).
(B) Con la predicación de Jesús sobre el reino de Dios está indisolublemente unida su llamada a la
conversión. <No vino a llamar a los justos, sino a los pecadores a p.> (Lc 5,32). Hasta sus milagros
han de ser una exhortación a la p. (Mt 11,20-24). El que no hace p., y no se arrepiente ni se
convierte, perecerá (Mt 11,20-24 par. Lc 13,3.5 19,40SS 23,28SS).
(C) Los apóstoles aceptan el llamamiento a la p. hecho por Jesús (Mc 6,12) y la predican en su
nombre a todos los pueblos (Lc 24,47 Act 5,31 8,22 11,18 17,30 20,21 26,20). Convertirse es
apartamiento del mal (Act 8,22 Ap 2,22 9,20S 16,11), retorno a Dios (Act 20,21 26,20), obra del
Espíritu (Act 11,18); positivamente: fe (Act 20,21 Heb 6,1). Que ocurran raras veces en Pablo se
debe a su teología de la justificación y a su terminología de la salud (muerte, resurrección,
renovación, nueva criatura); pero el pensamiento de una conversión radical en el sentido de Jesús
domina también toda la teología de Pablo.