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NARRATIVA ESPAÑOLA ANTERIOR A 1939

I. INTRODUCCIÓN

Si bien es cierto que en los albores del siglo XX siguen siendo las obras de escritores como
Galdós las más leídas, no lo es menos que muchos autores jóvenes se enfrentan a esa
literatura decimonónica y pugnan por abrirse camino en el mundo literario. Era este un
fenómeno que ya venía de unos años atrás y que obedecía al descrédito que en todas partes
había sufrido la estética realista en consonancia con la crisis más amplia del positivismo y de la
razón. Los mismos escritores realistas, como los casos de Galdós o Clarín, también buscaron en
sus textos cauces formales innovadores con los que expresar sus nuevas preocupaciones.

Un nombre solía dárseles en su momento a estos jóvenes escritores, el de modernistas, en


ocasiones con intención más o menos peyorativa, censurando la extravagancia, el culto
exagerado de la forma, el radicalismo político en algunos, etc. Es el cauce de la expresión
modernista y la asimilación de las vanguardias lo que revolucionará el lenguaje literario en
sucesivas generaciones, dando lugar un florecimiento literario de primer orden.

El objetivo primordial de esta nueva generación ya no va a ser reflejar objetivamente la


realidad, sino que esta aparezca diluida como trasfondo de experiencias humanas subjetivas o
de problemas de conciencia. Esta ruptura con el estilo realista conduce a la prosa hacia
subgéneros novedosos: la novela lírica, la novela intelectual, novela erótica, novela
vanguardista o novela social.

En las obras de estos autores aparecerán nuevos temas comunes: el voluntarismo frente a la
abulia, la pasión frente a la inteligencia, problemas de personalidad, frustraciones eróticas,
críticas sociales diversas y una actitud rebelde ante los valores burgueses. Así, las novelas se
pueblan de personajes abúlicos, insatisfechos e inadaptados.

1902 se convierte en una fecha crucial en nuestras letras porque ven la luz novelas
modernistas e intelectuales que marcarán a la primera generación de escritores del siglo XX:
Unamuno publica Amor y Pedagogía, Azorin La voluntad, Pío Baroja Camino de perfección, y
Valle-Inclán Sonata de otoño.

Desde que Azorín acuñara el término de Generación del 98 en 1913 para referirse a los nuevos
escritores de esta época, se extendió la distinción entre los escritores que se refugiaban en el
esteticismo como rechazo del mundo circundante, para los que se reservó el membrete de
modernistas, y aquellos como Unamuno, Baroja o el propio Azorín, que mostraban una actitud
crítica ante la realidad, defendía la idea de cambios u adoptan un compromiso social y político
explícito se reservó la denominación de Grupo del 98. Sin embargo tal distinción no es tan
evidente porque, en realidad, los escritores de ambos grupos mantuvieron una relación
personal y literaria constante y una preocupación por la realidad española que trasladaron a
sus obras sin hacer diferencias entre unos y otros. Ya el propio Azorín en 1914 concluyó
tajantemente: “Yo siempre he afirmado que no creía que existiera una generación del 98”. Es
evidente que las situación política y social de España agravados por los sucesos de 98
provocaron un estado general de pesimismo que marcará decisivamente el carácter de nuestra
literatura, aunque lo más relevante literariamente es que cada uno de los autores, tanto líricos
como prosistas desarrollaron una impronta personal.

II. AUTORES Y OBRAS

II.I AUTORES NOVENTAYOCHISTAS

II.I.a RAMÓN MARÍA DEL VALLE- INCLÁN (1866-1936)

Es el autor que mejor representa la evolución literaria. Se inicia en el Modernismo con el libro
de poemas Aromas de leyenda, a partir de entonces cultivará todos los géneros y, aunque su
obra narrativa ha sido la menos estudiada, contribuyó de manera especial a la renovación de la
prosa en lengua española. Su trayectoria novelística evoluciona desde los orígenes
modernistas hasta la creación personal de la novela esperpéntica.

LA ETAPA MODERNISTA. Si bien el Modernismo es una referencia constante en la obra de


Valle-Inclán, puede decirse que todas sus obras hasta 1906 se inscriben de forma explícita en
la estética más declaradamente modernista. Comienza escribiendo cuentos y relatos breves de
tipo amoroso-galante, terror-misterio. Estos cuentos serán la base de sus Sonatas, las
memorias amables del Marqués de Bradomín: La más importante es Sonata de otoño, quizás la
obra que mejor represente el Modernismo español al representar los postulados más puros de
este movimiento. Las cuatro Sonatas están estructuradas como una composición musical en
cuatro tiempos y liga simbólicamente la estación del año, el marco geográfico, la edad del
protagonista y sus experiencias vitales. Bradomín es un dandy aristocrático típico de fin de
siglo, elegante, exquisito, amoral, aventurero, provocador, cínico que se mueve en un
ambiente de misterio y leyenda, entre preciosos jardines y lujosos interiores, se exalta
nostálgicamente todo un mundo decadente y refinado con esmerado lenguaje y cuidado estilo
que dan como resultado la prosa más brillante del Modernismo español.

LA ETAPA DEL PRIMITIVISMO. En pocos años escrible Valle-Inclán cinco obras de notable
importancia en las que ensaya un nuevo camino propio de las diversas orientaciones del
Modernismo: el primitivismo. Las agrupa en las llamadas Comedias bárbaras, por la brutalidad,
la violencia, las pasiones desbordadas, así como un mundo rural de mitos y leyendas, ritos y
supersticiones del mundo rural más primitivo. Pertenecen a esta etapa las tres novelas de la
guerra carlista en donde narra diversos episodios de la última guerra de ese nombre acaecida
en España en el siglo anterior, aunque el lector tiene la impresión de que los sucesos ocurren
en un pasado inmemorial, en un pasado antaño. Valle-Inclán encuentra en el carlismo un
sentimiento popular y colectivo netamente antiburgués y el romanticismo de las causas
perdidas.

LA ETAPA DEL DISTANCIAMIENTO ARTIFICIOSO. Durante la segunda década del siglo Valle-
Inclán escribe exclusivamente obras teatrales, en su mayor parte en verso. Sin embargo, no se
trata de teatro poético modernista, sino de diversos experimentos dramáticos con los que el
escritor crea un mundo artificioso, muy literario y estilizado. En la mayoría de las obras busca
inspiración temática y formal en la tradición teatral clásica. En este período destaca La
princesa Rosalinda en la que al elemento modernista se le añade un tono grotesco.

LA ETAPA DE LOS ESPERPENTOS. El poemario La pipa de kif adelata la nueva estética de Valle-
Inclán. Un año después ven la luz dos farsas, Farsa italiana de la enamorada del rey y Farsa y
licencia de la reina castiza en donde ya los personajes son marionetas grotescas superando
definitivamente el Modernismo. Los personajes son meros fantoches y la España isabelina es
caricaturizada al extremo. En Divinas palabras retoma el mundo misterioso y primitivo de la
Galicia ancestral, pero ya se han evaporado los aromas de leyenda, solo queda el mundo
sórdido y miserable dominado por la avaricia y la lujuria, en el que un pueblo ignorante,
harapiento y supersticioso es sometido por efecto de unas palabras bíblicas en latín que no
entiende. Aparecen los personajes más deformes y feos, por lo que está próxima al feísmo
expresionista. Pero, indudablemente, es Luces de bohemia la obra clave en el giro radical de la
literatura de Valle-Inclán. En ella desarrolla la estética del esperpento que revela el esfuerzo
por encontrar nuevas formas expresivas que se prolongan e intensifican en las posteriores
obras de Valle-Inclán. La mezcla de lo cómico y lo serio y de lo sublime y lo vulgar, la
concepción de los personajes como títeres, la caricatura, la deformación sistemática de la
realidad, el tono de farsa y la intención satírica, burlesca y paródica se harán constantes en los
siguientes textos compuestos a partir de múltiples referencias a las tradiciones literarias
previas: la tradición celestinesca, el sainete, el entremés, el teatro de títeres, la parodia, la
tradición popular y oral, las técnicas de origen cinematográfico logrando una multiplicidad de
tonos. Después de Luces de bohemia destaca Los cuernos de don Frioleras en donde parodia el
tópico del honor calderoniano. Aunque son obras dramáticas, en ellas se rompe la frontera
genérica en una hibridación con la narrativa. Sí son claramente narraciones Tirano Banderas
(fortísima sátira de una típica dictadura americana) y El ruedo ibérico (novelas históricas en las
que expresa una ácida visión de la España isabelina hasta la Restauración), próximas al
esperpento teatral por la configuración de los personajes y la importancia de las acotaciones
descriptivas próximas a las de un guión cinematográfico. Son características de estas novelas la
naración fragmentaria y dislocada de los sucesos y la suma de las más diversas anécdotas.

II.I.b. MIGUEL DE UNAMUNO. (1864-1936).

Es el guía espiritual e intelectual del Grupo del 98. Filósofo, intelectual, polemista, periodista,
catedrático y Rector de la Universidad de Salamanca. La personalidad de Unamuno es
altamente peculiar. Polémico siempre, no cejó, en defensa de sus ideas, de combatir
vehementemente todo aquello que le parecía mal. Su vida fue una lucha, una agonía (en el
sentido griego de “liucha). El gusto por la contradicción y la paradoja es una constante en
Unamuno como vía para búsqueda de la verdad. Ello explica su constante deseo de saber y su
infatigable actividad como escritor y como hombre público, guiado por una fuerza extrema en
el poder de la voluntad. Autor de novelas, teatro, poemas y ensayos. Funda la llamada
NOVELA INTELECTUAL O IDEOLÓGICA en la que ya no hay sitio para el paisaje natural ni para
los pequeños acontecimientos de la vida cotidiana. En sus novelas proyecta su pensamiento y
ahonda en problemas de índole existencial y metafísicos. Aunque estas preocupaciones y las
de carácter social, político, filosófico, religioso, etc, tienen su cauce expresivo natural en el
ensayo. De hecho su primera obra es un ensayo, En torno al casticismo, en donde la
decadencia española y reclama acercarse a Europa acuñando el concepto de intrahistoria.

Centrándonos más en la producción novelística de Unamuno, en 1987 publica Paz en la guerra


con una técnica todavía cercana a la novela realista y con abundantes elementos
autobiográficos. En 1902 aparece Amor y pedagogía con la que rompe con las formas de
narración tradicionales y se aproxima al género del ensayo. Coincide en ello con Azorín y
Baroja, quienes en el mismo año publican respectivamente La voluntad y Camino de
perfección. Al no considerar la crítica esta obra como una auténtica novela, Unamuno acuña el
término nivola, que lo llevará a la más importante de sus novelas, Niebla. En ella el propio
autor se convierte en personaje de ficción y se desdibujan las fronteras entre realidad y ficción.
En evidente paralelismo vital, el escritor queda enfrentado ante Dios, el creador de su realidad.
La tía Tula (1921) y San Manuel Bueno, mártir (1930), son novelas también de gran
trascendencia. En la última cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero
que, aparentando tenerla, desarrolla una actividad vivísima a fin de que sus feligreses
mantengan intactas sus creencias religiosas. En ella se enfrenta a la tesis de Marx de que “la
religión es el opio del pueblo”.

En todos los casos se trata de novelas experimentales en donde se juega con técnicas
novedosas como es la de exigir al lector la participación en prólogos y epílogos en los que se
proponen interpretaciones contradictorias de las obras. Otro rasgo común en sus novelas son
la concentración de la acción y la ausencia de descripciones, salvo las de carácter simbólico,
porque lo importante son los conflictos internos de los personajes. Por eso, el espacio y el
tiempo interno suelen ser imprecisos, ya que lo importante es el tiempo vivido en el ámbito de
la conciencia.

II.I.c. JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ “AZORÍN. (1873-1966)

A medio camino entre el ensayo y la narrativa se encuentra la obra del alicantino José
Martínez Ruiz “Azorín”. Paladín de las ideas anarquistas, abandonó su radicalismo juvenil hasta
desembocar en el conservadurismo ideológico.

Ideológicamente, sus obras se caracterizan por un individualismo escéptico, un acusado


intelectualismo y una visión literaturizada de la vida. Hay una constante angustia por el paso
del tiempo y un profundo hastío vital.

En Azorín parece como si el tiempo hubiese quedado suspendido y no hubiese evolución


histórica alguna. En sus obras hay una visión estética de seres y cosas.

Estilísticamente, la prosa de Azorín rompe con la estética realista por la prácticamente


ausencia de hilo narrativo, la tendencia al intelectualismo, un discurso fragmentario con el
deseo de anular el tiempo y una acción donde predomina descriptivo y lo discursivo,
desdibujando así la frontera entre la novela y el ensayo.
Con estas técnicas sustituye el realismo decimonónico por una prosa impresionista en la que lo
característico es la sugerencia, la imprecisión, el gusto por la vaguedad y la pincelada rápida.
En su primera novela, La voluntad (1902) todavía se aprecia la huella realista. Narra el
inexplicable viaje de su protagonista, Antonio Azorín, y de su maestro Yuste, filósofo y escritor
anarquista, por un itinerario cortado continuamente por las conversaciones de estos
personajes dejando en un segundo plano la profundización psicológica y la acción. El tema de
España es constante en las conversaciones, por las cuales el escritor da muestra de su
ideología.

Tras veinte años dedicado a la labor ensayística, regresa a la novela con Don Juan (1925) y
Doña Inés (1926) en las que se difumina aun más la acción producto de la depuración técnica.
De sus obras posteriores, destacar Capricho (1942) en la que se enfrenta lo real y lo imaginario
a través de un argumento inexistente.

II.I.d. PÍO BAROJA (1872-1956)

Es si duda el gran novelista de esta generación. Su producción literaria está constituida casi
exclusivamente por novelas. Su producción se inicia coexistiendo con el realismo y
coincidiendo con las innovaciones técnicas modernistas e intelectualistas, aunque el autor
vasco se mantuvo ajeno a los movimientos dada su personalidad individualista. Aunque
reconoce influencias múltiples tanto de la lírica como de la narrativa decimonónica, Baroja
supera el Realismo depurando la técnica narrativa al eliminar todo lo que considera superfluo
y postizo, centrándose en lo auténtico de la narración: el tipo y la acción, todo queda
condicionado a un protagonista en torno a cuya biografía y evolución hacia el fracaso
anunciado se construye todo lo demás. Los demás personajes, que a menudo se diluyen en el
argumento, no son más que adornos estéticos. En la prosa de Baroja se supera el
determinismo realista ya que sus personajes no están determinados, son personajes libres,
activos y combativos, luchadores por una causa aunque suelen sucumbir en el intento.

Baroja niega cualquier realidad colectiva y proclama la individualidad, el conflicto del hombre
con la realidad que se resuelve dotando al hombre de una energía vital extraordinaria aunque
existe una contradicción, ya que el protagonista rara vez consigue el éxito y se convierte en
antihéroe cuya vitalidad se ha desperdiciado en vano. Un ejemplo de estas narraciones es
Zalacaín el aventurero que pertenece a la Trilogía vasca. En ella narra las aventuras de un
muchacho en el escenario de las guerras carlistas.

Su estilo es sencillo, preciso y sobrio, aunque esta sencillez encierra una profunda elaboración
por la depuración del lenguaje. Baroja es un virtuoso de la descripción impresionista y del
diálogo, así como de un humor especialmente amargo. Abundan las frases cortas con escasa
subordinación y nunca demasiadas figuras retóricas.
Consciente de la trascendencia y complejidad de sus obras, el mismo Baroja las clasificó
siguiendo un criterio cronológico:

- Novelas anteriores a 1912: Etapa prolífica y variada. La crítica considera que Baroja escribe en
esta época sus mejores obras: Camino de perfección (102); El árbol de la ciencia (1911);
Zalacaín el aventurero ( 1909), Las inquietudes de Shanti Andiá (1911).

- Novelas después de 1912: Escribe desde este año novelas de diferentes estilos y temática,
entre las que señalamos Memorias de un hombre de acción, compuestas por veintidós obras.

II.II. AUTORES NOVECENTISTAS

La generación del 14 o novecentismo va a aglutinar a un grupo de escritores nacidos a finales


del siglo XIX que empiezan su andadura novelística, conviviendo con los anteriores, ya
consagrados. El Novecentismo supone la consolidación de un intelectualismo diferente, ya no
son los bohemios modernistas, sino pensadores y escritores sólidamente formados. Estos
orígenes intelectuales explican muchas de las características comunes de estos escritores:
racionalismo, antirromanticismo, defensa del “arte puro”, aristocratismo intelectual y estilo
cuidado.

El hecho histórico que influye en esta generación fue la Primera Guerra Mundial. Sus
integrantes se muestran casi unánimemente partidarios del bando aliado, son en su mayoría
reformistas, decididos europeístas y defensores de la modernización social, política y cultural
de la vieja y rezagada España.

La difusión de los nuevos principios estéticos vanguardistas viene a coincidir prácticamente en


el tiempo con el desarrollo del Novecentismo, por lo que compartirán muchos rasgos
vanguardistas de modo que es difícil establecer una frontera tajante que separe Novecentismo
y Vanguardismo.

Los líderes intelectuales del movimiento, Ortega y Gasset y Eugenio D´Ors, cultivan el género
acorde a la difusión de las ideas y pensamientos, el ensayo, mientras que la novela estará
representada por Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala y Ramón Gómez de la Serna.

II.II.a. GABRIEL MIRÓ (1979-1930)

Destaca por su cuidad expresión y su exquisito estilo. Sobresale por su temperamento, su


sensibilidad exacerbada y su capacidad excepcional para captar sensaciones: luz y color,
aromas, sonidos, colores… debido a su lirismo se le ha denominado “gran poeta de la prosa”.
Su dominio del lenguaje es absoluto y en sus obras prevalece la belleza formal, pasando la
acción a ser algo secundario. Sus personajes son inactivos, decadentes, que pasan por la
novela sintiendo y sufriendo pero siendo incapaces de actuar, todo está supeditado a la
percepción sensorial de tal forma que los objetos son los verdaderos protagonistas de sus
obras. Las obras más interesantes son: Nuestro Padre San Daniel (1921), El obispo leproso
(1926).
II.II.b. RAMÓN PÉREZ DE AYALA (1880-1962)

Representante de la novela intelectual, sus obras han sido relacionadas con la técnica del
perspectivismo, que implica la bifurcación de la realidad, de los capítulos, de las columnas de
texto: posee un estilo denso, irónico, capaz de reflejar tanto lo culto como lo popular.
Comparte aspecto de todos los movimientos. Su última etapa novelística es la más interesante,
en ella se centra en los temas universales del amor, la injusticia, la educación… Son
consideradas sus mejores obras Los trabajos de Urbano y Simona (sobre la educación sexual de
un modo irónica pero muy didáctico) y Tigre Juan (trata los tópicos del honor matrimonial y el
donjuanismo).

II.II.C. RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

Cronista, articulista, literato, es un autor muy difícil de clasificar. Representa el primer


novelista español adscrito a las vanguardias, cultivador de nuevas formas narrativas y de
nuevas modos estéticos. Fue el creador de las llamadas greguerías, frases breves que encierran
una pirueta verbal o una metáfora insólita (humorismo + metáfora = greguería).

Sus novelas más celebradas son El incongruente (novela desordenada y absurda de un hombre
que no encuentra un jueves. En ella se anticipa al surrealismo), y El hombre perdido (inaugura
la novela nebulosa en la que se mezcla lo que sucedió realmente y lo que debió suceder).

Podríamos ampliar generosamente la nómina de autores a partir del novecentimo, aunque


este períodos se caracteriza principalmente por la renovación de la lírica de la mano de la
Generación de 27, lo que ensombreció a la novela. En esta tónica llegamos a la narrativa de
posguerra, (salvando la narrativa de compromiso que se cultivó en ambos bandos de la Guerra
Civil), con autores como Camilo José Cela, Miguel Delibes, Ana María Matute o Carmen Laforet
que llevarán a la narrativa española a otra época de esplendor.

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