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LA ADMINISTRACIÓN EN EL VIRREINATO

Desde los primeros descubrimientos geográficos la corona española fue consciente


de la necesidad de crear un organismo que velara por sus nuevos territorios. Tras
casi 20 años de exploraciones en el continente americano el reino de España creó
el Real y Supremo Consejo de Indias. Si bien empezó sus funciones en 1524, desde
un inicio actuó como intermediario entre el rey y las indias y, durante el siglo XVIII,
como organismo asesor para las secretarías de gobierno. De este organismo
emanaron las leyes y el corpus legislativo base para la administración del virreinato,
tanto en México como en Perú. El Consejo de Indias tuvo un campo de acción
amplísimo. Fue el encargado de proponer los posibles candidatos a virreyes para
las Indias y Filipinas, así como también de los oidores, corregidores y gobernadores
de las ciudades americanas. De igual manera, en el ámbito judicial, fue la máxima
instancia para las apelaciones de los casos impartidos por las audiencias.

En América, la máxima autoridad fue el virrey. Como representante directo del rey
fue el encargado de impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por la
evangelización de los indígenas. No fue tarea fácil administrar un territorio tan vasto.
El gobierno de Lima tuvo una carga fuerte, pues era responsable por cada una de
las audiencias establecidas en América del Sur: Panamá, Nueva Granada, Quito,
Lima, Charcas, Santiago y Buenos Aires. Estas audiencias fueron la base para
establecer una serie de redes administrativas que funcionaron de manera eficiente
tras las reformas implantadas por Lope García de Castro y Francisco de Toledo
durante la década de 1570. Estas reformas incluyeron el censo de toda la población,
especialmente la indígena e inició una serie de visitas a las provincias del reino para
conocer su situación y elaborar políticas de acción respecto a la mita y las
reducciones indígenas, principalmente.

La división de la población en república de indios y república de españoles facilitó


la tarea administrativa, pues cada uno de estos grupos tuvo funcionarios específicos
encargados de velar por sus intereses. Sin embargo, el corregidor de indios,
funcionario encargado de la población indígena, muchas veces aprovechó su cargo
e impuso onerosos impuestos o se apropiaba de tierras y chacras de cultivo, en
detrimento de los vernaculares.

De estos cambios resultó el cambio irreversible en los patrones andinos. El


Tahuantinsuyo desapareció y dio paso al nuevo virreinato peruano, que siendo casi
un calco de su par en España resultó convertirse en un reino de vital importancia
para los intereses castellanos.

EL VIRREY
El virrey fue el representante directo del rey en territorio ultramarino. Muchas veces
fue el mismo rey quien se encargaba de revisar los nombres de
los posibles vicesoberanos. Si bien hasta 1570 las funciones
del virrey no quedaron establecidas, el punto de inflexión lo
marcó la llegada de Francisco Toledo, quien reguló la
personalidad jurídica y política de dicho cargo
administrativo. El virrey tuvo dos campos de acción bien
definidos: fue la máxima autoridad en la administración
pública (que incluía el manejo del tesoro público y el
nombramiento de autoridades) y el principal responsable
de la defensa del territorio, pues en su cargo de Capitán
General y Gobernador debía resguardar el virreinato de los
ataques de corsarios y piratas, y de las agresiones internas,
producto de revueltas o insurrecciones populares (aunque éstas no ocurrieron
significativamente sino hasta el siglo XVIII).

Los virreyes en el Perú ostentaron distintos títulos: Lugarteniente, Gobernador y


Capital General de los Reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, Presidente de la Real
Audiencia, Presidente de la Junta Superior de la Real Hacienda, Presidente del
Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, Superintendente del Juzgado de Policía,
Capitán General de los distritos y Gobernador de las Provincias, Visitador de los
Castillos y Fortalezas, Vicepatrono Eclesiástico, General de la Armada del Mar del
Sur, etc.

El virrey era igualmente el principal responsable de propagar la fe católica y de


evangelizar a los indígenas. A través del Regio Patronato (derecho del rey sobre
sus territorios para nombrar a las autoridades eclesiásticas) el vicesoberano estaba
facultado de nombrar evangelizadores, extirpadores de idolatrías y curas
doctrineros.

Como cabeza del reino fue siempre responsable del manejo de los fondos fiscales
y de los gastos extraordinarios, como, por ejemplo, la construcción de barcos para
la defensa del litoral o la edificación de las murallas de Lima. De igual manera, fue
el principal impulsor de la minería en los Andes y del desarrollo de la agricultura y
ganadería, otorgando mercedes a particulares o nombrando autoridades que
velaran por el buen desarrollo de las actividades agropecuarias.

En un principio el mandato de los visorreyes no debía exceder los 3 años. Sin


embargo, debido al extenuante, prolongado y peligroso viaje que representaba
llegar a América y también tomando en cuenta el tiempo que tardaban en ponerse
al corriente de la situación administrativa, el Consejo de Indias amplió su estancia a
5 años. Aún así, la mayoría de virreyes se quedaron en el cargo mucho más tiempo
que el asignado.

Durante su gobierno, el virrey debía actuar como protector y defensor de indios y


podía además nombrar lugartenientes, corregidores y alcaldes mayores, así como
tenientes de alguacil de Lima y Callao para la buena administración de justicia y la
adecuada aplicación de policía. El virrey fue el presidente de la Audiencia de Lima,
máxima entidad administradora de justicia en el virreinato peruano.

Terminado su mandato, debía rendir cuentas ante el Consejo de Indias a través del
Juicio de Residencia. En este juicio se escudriñaba el comportamiento del virrey en
las Indias y si es que había obrado dentro del marco legal y administrativo impuesto
por la corona. Podían intervenir testigos de toda condición para informar sobre la
administración virreinal.

Para controlar las acciones del virrey, así como para ponerle límites a sus intereses
en el Perú, el Consejo de Indias creó leyes especificas para ellos. Las principales
leyes versaban principalmente en el terreno personal: no podían contraer
matrimonio con alguna mujer perteneciente a la jurisdicción que administraba, así
como tampoco podían ejercer comercio alguno; sin embargo, muchas veces estas
leyes no fueron acatadas. Desde 1613 todos los virreyes estaban obligados a
elaborar una memoria para informar a su sucesor y al rey sobre sus actividades en
el Perú. Estas memorias fueron de gran utilidad para los virreyes sucesores, pues
le otorgaban un panorama general del virreinato, tanto en lo administrativo, judicial
y económico, como en lo social.

LA AUDIENCIA
La institución más importante después de la figura del virrey fue la Real Audiencia.
El virreinato del Perú tuvo dos audiencias: la de Lima (creada por las Leyes Nuevas
de 1542 e instalada en 1544), cuya jurisdicción abarcaba toda las ciudades y
provincias de América del Sur; y la del Cuzco, creada en 1787; subordinada a la de
Lima. En términos generales, la función de este organismo fue una mezcla de
poderes, pues no sólo gobernaba en lo político y en lo administrativo, sino que
también era un tribunal superior en asuntos civiles y criminales. Sus funciones
atañían la elaboración de leyes a favor de los indígenas, tribunal de primera
instancia para juicios criminales, corte de apelaciones frente a las sentencias de
corregidores y alcaldes inferiores, etc.

La Audiencia actuaba como asesor del virrey, por lo que muchas veces absolvió las
consultas formuladas por el visosoberano. De igual manera, fue la encargada de
tomar las riendas del virreinato cuando el virrey se encontraba enfermo o moría
repentinamente.
En Lima la Audiencia fue presidida por el virrey y estuvo conformada por los oidores
(de número variable llegando a tener durante varios años hasta 12 miembros), dos
fiscales, un alguacil mayor, un teniente del Gran Canciller y numeroso personal
subalterno.

Las leyes que estableció la corona para aislar a los oidores de la sociedad en la que
se encontraban pusieron énfasis en el vinculo social y económico que podría
obtener el magistrado en la jurisdicción en la que laboraba. Por ejemplo, una de las
principales leyes prohibía terminantemente el matrimonio con alguna mujer dentro
de la jurisdicción en la que ejercía la magistratura; inclusive la ley se hizo extensiva
a sus hijos e hijas. Tampoco podían tener negocios o algún cargo en el tribunal del
Consulado. Estas disposiciones fueron muchas veces incumplidas pues los
matrimonios y vinculaciones entre los oidores y familias criollas de abolengo fue
práctica común en el virreinato peruano.

A lo largo de los años existieron siete audiencias en América del Sur. Fueron
subordinadas de Lima las audiencias de Santa Fe de Bogotá, La Plata, Chile,
Panamá, Buenos Aires y Cuzco. Sin embargo, cabe anotar que durante el siglo XVIII
hubo una reforma administrativa en el virreinato peruano (producto de las reformas
borbónicas), creándose los Virreinatos de Santa Fe de Bogotá (1717) y del río de
La Plata (1767).

EL CORREGIDOR
Corregimiento.- Fue la división administrativa y territorial implantada por la corona
española una vez instaurado el reino del Perú. Hubo 12 corregimientos en la
jurisdicción del nuevo virreinato peruano: Cuzco, Cajamarca, Saña, Chiclayo, Arica,
Collaguas, Andes del Cuzco, Ica, Arequipa Huamanga, Piura y Huancavelica. La
extensión del territorio hizo que varios de estos corregimientos se subdividieran a
su vez en corregimientos autónomos. La falta de límites claros entre los
corregimientos fue motivo de disputa y pelea entre los corregidores, pues no solo
estaba en juego el territorio, sino también la población indígena, en otras palabras,
la mano de obra y fuerza de trabajo requerida para la obtención del tributo.

El corregidor y justicia mayor fue la autoridad política, administrativa y judicial con


mayor presencia en el virreinato del Perú. Fue el "brazo del gobierno" en cada una
de las provincias en la que se estableció y el encargado de hacer cumplir la ley en
los más recónditos lugares del reino.

El corregidor era nombrado directamente por el rey y el periodo en el cargo iba de


los tres años, si el nombrado se encontraba en el Perú, o cinco años si procedía de
España. Una vez concluido este periodo era posible la prórroga en el cargo, pero
sólo hasta el nombramiento del sucesor por la Real Audiencia. El cargo no podía
ser otorgado a los indígenas, encomenderos, deudos de los oidores, mestizos,
judíos o vecinos que residieran dentro de la jurisdicción del corregimiento. Su sueldo
variaba de acuerdo a los repartimientos mercantiles u otros beneficios que obtenía
por su cargo. Entre sus ayudantes se encontraban el teniente corregidor, el alcalde
de indios, escribanos, escribanos alguaciles de indios, e intérpretes.

Entre sus múltiples obligaciones se encontraba el recorrido por las provincias de su


corregimiento, pero sin detenerse en cada una de ellas más de 15 días; la vigilancia
de la recaudación de tributos, la conservación y reparación de caminos y tambos
ubicados a lo largo de los principales caminos dentro de su corregimiento, etc.

El corregidor administraba justicia tanto entre españoles e indígenas, pero siempre


como primera instancia. De igual manera organizaba el registro personal de indios
y velaba por que vivan en las reducciones. Del corregidor dependía el enviar a los
indios a las minas a cambio de un salario, su instrucción, así como su
evangelización. En el papel debía proteger a los indios frente a los abusos de los
españoles, sobretodo en los temas agrícolas. Sin embargo, fueron los mismos
corregidores los primeros en violar los precarios derechos de los indios. Muchas
veces cobraban doble tributo o les imponían el reparto de mercancías, por lo que
los indígenas debían pagar cuantiosas sumas de dinero.

El cargo de corregidor desapareció para siempre tras la revuelta que organizara


Tupac Amaru II en 1780, ya que se puso en evidencia la gran concentración de
poder que éstos podían llegar a tener y el abuso que cometían con la población
indígena. Los corregimientos fueron reemplazados por las Intendecias (1784).

EL CABILDO
Luego del ordenamiento político de las indias, se creó el cabildo, institución que
representó los fueros de las poblaciones urbanas.

Si bien es cierto que tuvieron a cargo la administración local, a causa de las grandes
distancias entre cada pueblo y el aislamiento de cada uno de ellos, así como a la
falta de comunicaciones, "el cabildo actuó como moderador de la actividad
económica y debió extender sus funciones a los más diversos aspectos de la vida
diaria" (Tauro: 2001, 428). Se distinguen tres tipos de cabildo: correspondiente a las
villas y lugares, las ciudades diocesanas y las ciudades metropolitanas.

En las villas, se constituían por un alcalde ordinario, elegido anualmente en un acto


presidido por el corregidor y cuyos cargos podían ser comprados o heredados;
cuatro regidores, un alguacil y un mayordomo. En las ciudades diocesanas: alcalde
elegible, ocho regidores, dos fieles ejecutores, dos jurados o diputados de cada
parroquia, un procurador general, un mayordomo, un escribano de consejo, dos
escribanos públicos, un escribano de minas y otro de registro, un pregonero mayo,
un corredor de lonja y dos porteros.

En las ciudades metropolitanas: elegidos entre los encomenderos y entre los


vecinos notables que no ejerciesen otros cargos incompatibles, 12 regidores (en
México fueron 15 y en Lima llegaron a ser 18) y los demás oficiales perpetuos. Los
alcaldes ordinarios eran elegidos por los regidores mediante votación secreta que
en Lima era presidida por el virrey. Los regidores eran elegidos por el virrey con la
autorización del monarca o por elección del cabildo. Entre sus funciones resaltó ser
tribunal de segunda instancia y de sus resoluciones no se contemplaba apelación,
a no ser que los litigios sean por un monto mayor a los 60 000 maravedíes.
Controlaba la agricultura y la ganadería, extendiendo su vigilancia a la inspección
de cultivos y a las cosechas. Controlaba la organización gremial y la producción
artesanal. El cabildo era el encargado de entregar tierras a los nuevos vecinos para
garantizar su arraigamiento en la ciudad. De igual manera repartía solares y campos
labrantíos, pastos y zonas de cultivo.

EL CURACA
Los curacas sufrieron una transformación durante los primeros años de la colonia.
Si bien siguieron siendo los jefes de los pueblos y ayllus, no fueron más los jefes
étnicos tradicionales tal como fueron en tiempos prehispánicos. Los curacas dejaron
de controlar la administración comunal y sobre todo, no volvieron a disponer, según
su apreciación, de la fuerza de trabajo o energía humana necesaria para la
elaboración de redes de redistribución.

La elección del curaca ya no radicaba en su sabiduría o en la edad (tal como se


hacía en tiempos prehispánicos), sino que era elegido por el corregidor. Su función
se centró principalmente en la recolección del tributo -ellos mismos no tributaban-
dentro del pueblo, reducción o ayllu. Su cargo fue problemático pues tuvo que
enfrentar el encono de los miembros de su pueblo cuando el encargo de la carga
tributaria era mayor a lo establecido. De igual manera enfrentaba al corregidor si es
que debía reclamar por algún abuso y era el encargado de ir hasta a la audiencia si
es que el fallo del corregidor le parecía injusto.

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