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Nombre del estudiante: Lucas G.

Fernández Arancibia
1.- Referencias del Hall, Stuart (2010). El Espectáculo del “Otro”. En Sin Garantías.
documento Trayectorias y problemáticas en estudios culturales. Instituto de
Estudios Sociales y Culturales. Universidad Andina Simón
Bolívar, sede Ecuador (pp. 419-446)
2.- Palabras clave Diferencia – Racialización - Estereotipo
3.- Eje del texto Problemas y enfoques de las formas de representación de la
otredad en sociedades occidentales entre los siglos XIX-XX
4.- Resumen La diferencia es uno de los principales problemas abordados por
los Estudios Culturales desde distintas disciplinas. El autor expone
las explicaciones teóricas que sostienen las características
relevantes de la diferencia.
En primer lugar, aborda el problema desde la lingüística. Hall
señala que esta disciplina provee un modelo para la cultura,
enfatizando, con De Saussure, que el significado es relacional y
existe por la diferencia. Pese a sus limitaciones, el enfoque es
reforzado por la alternativa de Derrida (1972), quien establece que
existen relaciones de dominación al interior de los opuestos
binarios.
En segundo lugar, también en el campo de la lingüística pero
desde otra “escuela”, Hall considera los planteamientos de Mijail
Bajtín, quien estableció que el significado requiere de un “otro”
para existir, puesto que no le pertenece a alguien en particular,
sino que se origina en la interacción dialógica. El significado,
entonces, puede apropiarse y re-apropiarse. Por lo tanto, el
significado no puede ser “fijado”.
En tercer lugar, Hall se detiene en la Antropología, campo en el
que Levi-Strauss establece que los oposiciones son necesarias para
estudiar significados en sistemas culturales (apunta su clásica
oposición entre “lo crudo y lo cocido”). No obstante, junto a M.
Douglas, el autor considera relevante señalar que la perturbación
del orden cultural se produce en lo inclasificable, aquello que no
ingresa en las oposiciones binarias (por ejemplo, lo híbrido, lo
mestizo). Son las “fronteras simbólicas” las que se constituyen
como esenciales para los sistemas culturales. El “tabú”, lo
prohibido, permite distinguir significados: “(…) las fronteras
simbólicas son centrales a toda cultura. Marcar la “diferencia” nos
conduce, simbólicamente, a cerrar rangos, apoyar la cultura y
estigmatizar y a expulsar cualquier cosa que se defina como
impura, anormal. Sin embargo, paradójicamente, también hace
poderosa la “diferencia” y extrañamente atractiva precisamente
porque es prohibida, tabú, amenazante para el orden cultural”
(Hall, p. 422).
En cuarto lugar, el autor posiciona la discusión desde el
psicoanálisis. De acuerdo a esta perspectiva, el “yo” se forma a
través de un “otro” externo, tornando a la identidad como algo
inestable. No existiría un “yo” unificado, sino una
complementariedad perpetua entre “uno” y el “otro” (Lacan).
Hall señala y enfatiza la ambivalencia de la “diferencia”, puesto
que puede presentar una connotación positiva o negativa. Como
necesaria para la producción de significado, sociabilización,
lenguaje y consciencia de sí mismo; y como amenazante,
hostilidad y agresión hacia el “Otro”, respectivamente.
Luego, Hall introduce el fenómeno de la racialización para
problematizar a la “diferencia” y al “Otro”, reconociendo tres
momentos: el racismo surgido tras el colonialismo ibérico y sus
consecuentes sociedades esclavistas en América (ss. XVI-XIX); el
colonialismo imperialista europeo (ss. XIX-XX); y el caso de las
migraciones de post-guerra (post-1945). Este último no es
abordado en el texto.
Sobre la primera fase, Hall emplea el término “racismo mercantil”
para referirse a las formas de representación del “Otro” africano
durante los siglos XVI-XIX, en un proceso caracterizado por la
configuración de un imaginario colonialista sobre África. El
continente fue definido como un lugar exótico, sin desarrollo
histórico (Hegel), una tierra de monstruosidad habitada por
caníbales y hechiceros. Tales imágenes fueron representadas y
reproducidas convulsivamente a través del mercado de objetos
desarrollado como consecuencia del comercio Atlántico, lo cual
tuvo un fuerte impacto cultural en, por ejemplo, las clases medias
inglesas, con repercusiones en el ámbito doméstico y cotidiano. La
publicidad construyó un imaginario sobre el “Otro” africano: “(…)
tradujo las cosas en un despliegue de una fantasía visual de signos
y símbolos” (p. 425). Este fenómeno se vio alimentado por la
noción de que el progreso avanzaba junto a la exploración
mercantil. Las imágenes de la colonización se estamparon en
productos de uso cotidiano, como jabones, fósforos, agujas,
dentríficos, cigarrillos, etc. El jabón, además, funcionó como un
símbolo del imaginario colonialista, puesto que “limpiaba” y
“purificaba” el atraso africano. La “misión civilizadora” de
occidente se experimentó mediante ese objeto-fetiche, que podía
limpiar la negritud, la suciedad, pobreza y miseria de un pueblo
entero.
En tanto, en el sur de Estados Unidos, la sociedad esclavista
fundaba una ideología que justificaba la institución cuando ésta se
veía amenazada por el abolicionismo. Hall recuerda junto a
Frederikson (1987) que esta posición sostenía la existencia de una
inferioridad racial, fundada en un imaginario sobre el continente
africano que prevenía a los “blancos” mezclarse con los “negros”
con el objetivo de evitar que el matrimonio interracial “degenerara
la raza”. Estas justificaciones también descansaban en oposiciones
binarias que se alimentaban del mismo imaginario (blanco/negro;
civilización/barbarie; ciencia/creencia; cultura/naturaleza, etc.). El
autor apunta que en el siglo XIX no se recurría solamente a la
Biblia para justificar la esclavitud africana, sino que se comenzó a
desarrollar un “racismo científico”.
El discurso racista de la segunda mitad del siglo XIX apoyaba la
explicación “poligenética” del origen humano, defendiendo el
“hecho” de que negros y blancos representaban distintos tiempos
y/o estadios de desarrollo de especies distintas (razas), lo que
habría ayudado a explicar el por qué la “cultura” para los blancos
significaba una oposición a la naturaleza (cuya consecuencia era
su ulterior dominio), mientras que “cultura” para los negros era
intercambiable por un “estado de naturaleza”; es decir, la cultura
era la naturaleza, y viceversa.
A partir de tales perspectivas, Green (1984) afirmó que el cuerpo
humano individual presenta la marca de la raza (entendida como
una sumatoria entre cultura y biología/naturaleza). La conexión se
establecería a través de un discurso visual y la producción de
conocimiento racializado, cuyo resultado es la producción de
diferencia.
El régimen de representación del “Otro” racializado, entonces,
buscó generar diferencias “naturalizadas”, asociadas a las
imágenes del esclavo negro que requería un amo para guiar su
vida, a causa de su naturaleza ladina y primitiva. Esta producción
de diferencia es fija, no cambia, es de orden permanente. Se erige
como una estrategia discursiva para evitar cambios en los
significados, con lo que se vuelve propiamente discursiva e
ideológica. Algunos productos particulares de tal estrategia son las
representaciones de los esclavos negros justamente castigados; la
imagen del “buen esclavo” (obediente, sumiso, amable, etc.); y
una variación del “nativo feliz”, quien se muestra contento con su
condición de subordinado al hombre blanco.
De acuerdo a Hall, el mecanismo más común para fijar la
diferencia y el régimen de representación del “Otro” es el
estereotipo, el cual consiste en la reducción a rasgos esenciales y
fijos en la “naturaleza” de un grupo humano o cultura. Estereotipar
es un proceso que se articula desde la construcción de “otredad” y
exclusión; en cuanto a la relación entre el estereotipo y el poder;
en cómo se organiza desde la fantasía; y halla su vehículo
mediante el fetichismo.
A diferencia de la “tipificación”, que es esencial para la
producción de significado (Dyer, 1977), la estereotipación
“reduce, esencializa, naturaliza y fija la diferencia” (Hall, p. 430).
Dentro de este fenómeno se encuentran dos estrategias: una de
hendimiento, que busca dividir lo “normal” de lo “anormal”; y otra
estrategia de exclusión. El estereotipo, por lo tanto, forma parte de
aquellas estrategias que buscan mantener el orden social y
simbólico, distinguiendo entre “lo normal” y “los otros”.
El autor recuerda, en este sentido, a lo planteado por M. Douglas
(1960, p. 430) y J. Kristeva (1982) en la relevancia del tabú para la
distinción entre “nosotros y los otros”, y en cómo la exclusión
produce seres estimados como “desechos” bajo el concepto de
“abyectos”. Hall recuerda que los estereotipos tienden a
perpetuarse en sociedades profundamente desiguales.
Una de las fuentes más propicias de estereotipación es el
etnocentrismo, basado también en oposiciones binarias en las que
se vinculan el saber/poder y la hegemonía. Esto implica que no
solo son representaciones impuestas por una autoridad, sino que
requieren el consentimiento de la mayoría para funcionar (como se
extrae de la noción gramsciana de hegemonía). El saber/poder
confiere, asimismo, el poder de representar al “Otro” en un orden
simbólico, como puede estimarse a través del ejemplo de E. Said y
el Orientalismo, un régimen particular de representación, una
producción discursiva para controlar el Oriente desde Occidente.
La omnipresencia foucaultiana del poder encuentra una de sus
formas en el ejercicio simbólico del mismo. Para el caso de los
“otros” afros, una estrategia común en la sociedad norteamericana
desde el siglo XIX se ha detenido en la privación de la
masculinidad del hombre afroamericano, a través de su
infantilización en un nivel consciente, y de su híper-agresividad en
un nivel inconsciente y suprimido. Hall argumenta que estas
“identidades” del afroamericano, al ser recepcionadas por éstos,
generaron diversas reacciones. Frente a la infantilización surge la
posibilidad de una híper-sexualización, la que genera una fantasía
y un temor entre los blancos, quienes se verían superados por los
negros en el ámbito sexual; mientras, por otra parte, frente a la
imagen agresiva, surge una actitud pasiva.
En estos sentidos, estereotipar ya presenta un ámbito poético (en
cuanto a función) y político (en cuanto a poder). Hall desarrolla el
ámbito de la fantasía a través del fetichismo, enfocado en una de
las aristas del “Espectáculo del Otro”. El caso examinado por el
autor corresponde al propuesto por Gilman (1985), quien
desarrolló la historia de Soortje (Sara) Baartman, mejor conocida
como la “Venus Hotentote”, una mujer africana exhibida en
Londres y Paris alrededor de 1810 en un espectáculo donde era
representada y debía actuar como una bestia salvaje enjaulada. Fue
bautizada, hablaba el holandés y se mostró satisfecha con su
posición en la sociedad europea.
La “Venus” representa el “Espectáculo” en dos niveles que
explican la profundidad del discurso y la relación de poder que se
permite a sí misma la representación de un “Otro”. En primer
lugar, ella era entendida como un espectáculo “popular”, pasando
a formar parte del folklore a causa de ciertas características
particulares de su anatomía; en segundo lugar, también fue un
espectáculo “académico”, puesto que las diferencias entre el
cuerpo de la “Venus” y la “raza blanca” se entendieron bajo la
lógica de una “patologización”: se concluyó que no era una
“mujer”, en el sentido occidental, por lo que su cuerpo fue leído
como un texto. Su cuerpo fue sexualizado hasta el punto en que su
identidad fue estereotipada a partir de sus genitales (sus nalgas y
labios vaginales). Esta operación de “desmantelamiento
simbólico” originó una “fragmentación pornográfica”, cuya
función es reducir a un sujeto a un retazo, un objeto, una cosa. En
síntesis, en un fetiche. La “Venus” fue literalmente fetichizada.
Fundamentalmente desde el psicoanálisis, agrega Hall, el fetiche
se entiende como una sustitución a través del desplazamiento
enfocado en un objeto; en este sentido, el objeto significa a lo
oculto, lo no visto, lo no dicho. Se trata de una erótica simbólica y
discursiva, que en sentido freudiano, implica la sustitución de un
“falo ausente”, siendo el “falo” un tabú, algo prohibido, por lo que
se desplaza a otro objeto erotizado.
Por otro lado, Hall señala que el fetichismo implica una
“desmentida”: un deseo poderoso se satisface, pero se niega a la
vez. En el ejemplo del “Espectáculo” de la “Venus”, el
desplazamiento se produce desde sus genitales hacia la ciencia,
que, actuando como discurso, “cubre” la erótica del espectáculo,
validando un goce de lo diferente, exótico y extraño mediante la
objetividad otorgada por este régimen de verdad. Se trataría,
entonces, de un voyeurismo permitido por el fetichismo:
“escopofilia”.
Finalmente, Hall explora las posibilidades de subversión de un
régimen de representación y significado. En primer lugar, se
refiere a la trans-codificación, la cual permitiría la re-apropiación
para nuevos significados. El ejemplo escogido por el autor es el
cine afroamericano de los años 1970 (el género blaxploitation,
como Shaft), el cual logró re-versionar los estereotipos populares
sobre los negros, volviendo aceptable la figura de sujetos
afroamericanos hiper-sexualizados y violentos que interactuaban y
superaban a las autoridades e instituciones blancas. Esta
alternativa no subvierte totalmente a la representación, sino que la
vuelve “apta para todo público”.
Por otra parte, se sitúan las imágenes positivas y negativas sobre el
“ser negro” en EEUU: primero, invirtiendo lo negativo
transformándolo en algo positivo (ej: “lo negro es bello”);
segundo, complejizando la identidad negra desafiando los
estereotipos reduccionistas.
Por su lado, también se presenta la alternativa de la imagen que
acepta y celebra la diferencia, con su vertiente “liberal” (tolerante,
no problemática), otra más “compleja” (Hall da el ejemplo de las
campañas publicitarias de “United Colours of Benetton”), o la
multiplicación de formas de representación que no subvierten o
modifican sustancialmente los significados.
El camino más radical y propiamente subversivo, asegura Hall, es
el de la complejidad, el cual enfrenta las formas de representación,
problematiza al cuerpo y permite que el estereotipo se vuelva
contra sí mismo.
4.- Problematización En general, el texto se caracteriza por su discontinuidad y
fragmentación. Queda la duda si este hecho es causado porque se
trata de un texto editado (la simbología de la edición (/…/) es
profusa en el mismo) o porque el autor tomó la decisión de
redactarlo de esa manera. Este rasgo dificulta la lectura más
general, pero aún más cualquier lectura con intencionalidad
analítica, puesto que las categorías, subcategorías, temáticas,
referentes u otro marcador textual o concepto que normalmente
funciona para “ordenar” un artículo, no cumplen esa función. Por
ejemplo, da la impresión que al tratar el problema de la
“diferencia” y la “otredad” estos fueran mucho más generales que
los ejemplos escogidos por el autor, básicamente concentrados en
el caso de la comunidad afroamericana de EEUU, y en cómo se ha
construido una “diferencia racializada” en esa sociedad con
quienes descienden fundamentalmente de esclavos africanos.
Por otra parte, es posible concluir que el título del artículo hace
referencia al espectáculo de la “Venus Hotentote”, un ejemplo con
el que Hall explica cómo se fijó un régimen de representación en
Inglaterra hacia comienzos del siglo XIX, basado en la
fetichización de un cuerpo sexuado. Aunque la duda puede
instalarse, también, puesto que otros ejemplos que otorga para
pensar en las formas en que se ha disputado la hegemonía del
régimen de representación de los afroamericanos en EEUU
provienen del mundo del cine, la televisión o la publicidad.
Concluyo que con “Espectáculo del Otro”, Hall se refiere a la
fascinación que provoca la observación del fetiche, oculta bajo
regímenes de representación que ocultan, a su vez, la profunda
violencia que implica fetichizar a otros seres humanos.
Por último, es posible observar en el autor la fuerte influencia de
otros referentes que han sido considerados fuentes relevantes de
los Estudios Culturales. Más que de la lingüística, es posible
observar un mayor influjo de la semiótica sobre el discurso de
Hall, producto del uso corriente que le da a términos como
“símbolo”, “representación” o “imagen”. Las obras de lingüistas
como De Saussure o Derrida, en este sentido, son complementadas
teóricamente por el psicoanálisis lacaniano (vertiente que emplea
estos términos con frecuencia), y los aportes de Barthes al campo
del estudio de las imágenes. Además, las sugerencias de Foucault,
agregadas para el análisis del discurso, muestran la inclinación de
Hall por formas de subversión centradas en el lenguaje y la
representación, más que en la acción política misma, una
diferencia que puede marcarse de manera decisiva con otros
autores que han tratado temáticas referidas a Estudios Culturales,
como Jameson o Zizek.
Bibliografía Babock, Barbara (1978). The Reversible World: Symbolic
Inversion in Art and Society. Ithaca: Cornell University Press
Bajtín, Michail (1981). The Dialogic Imagination. Austin:
University of Texas
Derrida, Jaques (1972). Positions. Chicago: University of Chicago
Press.
Douglas, Mary (1966). Purity and Danger. London: Routledge
Dyer, Richard (1977). Gays and Film. London: British Film
Institute
Frederikson, George (1987). The Black Image in the White Mind.
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Freud, Sigmund (1º ed. 1927; 1977). “Fetishism”. En: On
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Penguin.
Kristeva, Julia (1982). Powers of Horror. New York: Columbia
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Lacan, Jaques (1977). Ecrits. Londres: Tavistock
Lévi-Strauss, Claude (1970). The Raw and the Cooked. Londres:
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Said, Edward (1978). Orientalism. New York: Pantheon

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