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El poema “A Colón” de Rubén Darío pertenece al poemario “El canto Errante”, publicado en

1907, en el poema vamos identificar la postura que este escritor tiene sobre Colón y sobre
América, cabe recalcar un dato importante de este poema, ya que, según datos históricos en
1892, Darío leyó su poema “A Colón”, en conmemoración del cuarto centenario del
Descubrimiento de América, celebrado en Madrid.

Para iniciar podemos decir, que este poema se presenta como un lamento y a la vez es una
forma de crítica, además se identifican datos que, nos reflejan una idealización por parte de
Darío hacia la civilización indígena, nos dice cómo ve a Colón y a los países hispanoamericanos.

En el poema podemos percibir desde el primer verso la ira de Darío contra la personificación
más conocida de la llegada de los españoles a las Indias, Cristóbal Colón, titulándolo como el
“¡Desgraciado Almirante!”. Ya que gracias a él se inicia el descubrió de América. Se puede
mencionar que en el estudio de la literatura del descubrimiento y la conquista de América y
entre esto las cartas de Colón, este personaje emblemático es concebido como el gran almirante
y descubridor de un nuevo mundo que tenía la misión de enriquecer a España, evangelizar a un
continente que de algún modo lo miraban de manera inferior por ser dóciles como bien lo dice
el mismo Colón. Por lo que muy hábilmente, Darío resume lo que conocemos de los escritos de
Bartolomé de Las Casas, de los diarios de viaje de Cristóbal Colón.

Por ello, es que Darío representa a la “pobre América” en la figura de una muchacha indígena,
que antes del descubrimiento era “virgen y hermosa”, pero cuatrocientos años después se ha
convertido en una figura lamentable, a la que define como “una histérica” “convulsa, sin
virginidad ni esperanzas”, ya que, en un principio este continente era virgen nadie había
arrebatado las riquezas ni esclavizado a un pueblo. En el poema el “yo” poético utiliza desde la
primera estrofa una variedad de adjetivos como: desgraciado, pobre, hermosa, cálida,
convulsivos y pálida para caracterizar a América. Por eso es que Darío da a conocer ese
sentimiento que tiene sobre Colón y de su América, Además, el poeta utiliza la prosopopeya
“sangre cálida”, “nervios”, “frente” para personificar el continente.

¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,


tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños, es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.

En la segunda estrofa, Darío incide en estas luchas fratricidas las cuales son consecuencia de la
independencia que se desarrolló en las primeras décadas del XIX. Ya que en estas etapas se
busca una identidad propia para cada país y se dan esas “guerras de poder”, esos choques con
la Península, por lo que los países viven en una “perpetua guerra” en donde se destrozan los
mismos hermanos americanos. Es decir que, señala la causa de esa degeneración, la concreta
en la idiosincrasia de los latinoamericanos, unidos antes contra los colonizadores, y enfrentados
entre ellos mismos. Es una denuncia del caciquismo que condujo a las dictaduras, es decir, que
pasó de un dominio a otro, con la diferencia de que ya los amos no llegaban de España, sino que
eran de la propia tierra.

Un desastroso espíritu posee tu tierra:


donde la tribu unida blandió sus mazas,
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,
se hieren y destrozan las mismas razas.

En la tercera estrofa, Darío introduce otra idea que se despliega en el resto del poema: la
idealización de los pueblos y la sociedad precolombina.
Al ídolo de piedra reemplaza ahora
el ídolo de carne que se entroniza,
y cada día alumbra la blanca aurora
en los campos fraternos sangre y ceniza.

Las referencias religiosas de la cuarta estrofa, a “Judas y Caín”, se relacionan con los traidores y
los engaños que han sufrido los pueblos hispanoamericanos, dentro de la conquista hay que,
recordar que los conquistadores se aprovecharon de la ignorancia y de la docilidad de los
indígenas para someterlos y conquistarlos mediante engaños, estrategia que los vino a colmar
de riquezas.

Desdeñando a los reyes nos dimos leyes


al son de los cañones y los clarines,
y hoy al favor siniestro de negros reyes
fraternizan los Judas con los Caínes.

En la quinta, sexta y séptima estrofa, hace referencia a la Revolución Francesa de corpus


ideológico en el que se fundamenta el proceso de independencia latinoamericana. Más allá,
vuelve la idealización del pasado precolombino, ensalzando a los caciques de los antiguos reinos
prehispánicos. De hecho, Darío lamenta que los conquistadores no tuvieran el carácter de estos
monarcas.

Bebiendo la esparcida savia francesa


con nuestra boca indígena semi española,
día a día cantamos la Marsellesa
para acabar danzando la Carmañola.

Las ambiciones pérfidas no tienen diques,


soñadas libertades yacen deshechas.
¡Eso no hicieron nunca nuestros caciques,
a quienes las montañas daban las flechas!
Ellos eran soberbios, leales y francos,
ceñidas las cabezas de raras plumas;
¡ojalá hubieran sido los hombres blancos
como los Atahualpas y Moctezumas!

Mientras que, Darío en la octava estrofa nos dice que la conquista se valió del trabajo que
realizaban los misioneros; utilizaron este aspecto para justificar sus dominios en las tierras y de
sus habitantes, ellos decían que no tenían un interés por apropiarse de sus riquezas naturales,
ni de poseer a sus mujeres y obligarles a trabajar en su beneficio, sino de cristianizar a los
indígenas. Eso lo vemos reflejado cuando menciona que “cayo la semilla de la raza de hierro”.

Cuando en vientres de América cayó semilla


de la raza de hierro que fue de España,
mezcló su fuerza heroica la gran Castilla
con la fuerza del indio de la montaña.

La novena estrofa es elocuente, tal vez la más impactante del poema, porque Darío llega a
desear que las carabelas nunca hubiesen arribado en América. En estos versos se concretiza la
combativa idea del poema: la conquista de América por parte de los españoles solo ha traído
desgracia.
En las últimas estrofas, el escritor mantiene el pulso lírico, con nuevas e interesantes referencias
religiosas y versos que idealizan a los indígenas, especulando con un pasado sin conquista.

El poema finaliza retornando a la figura de Colón. Darío le pide que ruegue por el mundo que
descubrió. Ya que, Rubén en todo el poema nos viene planteando una América de los pueblos
sometidos y marginados, compleja y diversa culturalmente, enfrentada a los imperios.

Por lo tanto, podemos decir que Darío ve a Colón como el culpable de la conquista, de las
desgracias que sucedieron después de ella, ya que, si Colón no hubiera descubierto América tal
vez no viviríamos como hoy en un mundo de penas y dolor donde llevamos las huellas de la
esclavitud causado por el dominio español. Pero cabe decir que ni Colón, ni su tripulación
pudieron adivinar los acontecimientos que iban a preceder a este histórico descubrimiento.

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