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Napoleón en Valparaíso

Por Alfredo Larreta Lavín


Napoleón Bonaparte, después de ser derrotado en
Waterloo, fue hecho prisionero por los ingleses y
llevado hasta la lejana isla Santa Elena, en la mitad
del Atlántico, a 1.900 kilómetros de la costa de
Angola y a 2.900 kilómetros de Brasil.
La isla, de 121 kilómetros cuadrados, era en sí una
fortaleza casi inexpugnable, con un celoso
gobernador, una poderosa guarnición, y centinelas
permanentes en todos los sitios estratégicos.
Además, una flota rondaba permanentemente
alrededor de ella para cuidar al temido prisionero.
Pero el peligro de rescate era latente y existen
documentos, informes y cartas relativas a la
posibilidad de emprender una loca aventura tras
Napoleón. Aunque suene más a fantasía, la idea fue
barajada por exiliados franceses en América en la
que estaba incorporado Lord Cochrane, a la sazón al
servicio de Chile y muy molesto con Inglaterra
luego de ser degradado tras un escándalo
financiero.
Los primeros antecedentes públicos de esta
aventura ideada por Lord Cochrane y algunos
oficiales franceses fueron aportados en nuestro país
por Benjamín Vicuña Mackenna, en un artículo
publicado en la revista "La Lectura", en 1883,
reproducido posteriormente por la Revista Chilena,
enel año 1921.
UN PROYECTO ATREVIDO
Refiere el prolífico Vicuña Mackenna que el antiguo
patriota y ministro de O'Higgins, don Miguel
Zañartu, confidenciaba a su hijo primogénito del
mismo nombre, que sobre Napoleón no se conocía
la página más noble y más romántica de la isla
Santa Elena y de su fama.
¿Y cuál fue esa padre?, le pregunta.
Un proyecto atrevido fue el que Lord Cochrane
propuso al gobierno del general O'Higgins, para
dirigirse con la escuadra de Chile, después de que
barrió el Pacífico hasta el último trapo español, a la
isla Santa Elena, y allí, por astucia, o a viva fuerza,
sacar a Napoleón de su cautividad y traerle a
Valparaíso sano y salvo.
El historiador recuerda que desde su primera niñez
había oído también el vago rumor de esa misma
versión heroica.
Sostiene que Cochrane admiraba a Napoleón y que
aborrecía desde el fondo de su alma, no
ciertamente a su patria, sino al gobierno implacable
que le había perseguido, acusado, destituido,
deshonrado, y por último, obligado a venir como
náufrago a las playas de Chile.
Su venganza hasta esa altura era por lo tanto,
legítima y bien elegida.
Los planes para rescatar al emperador fueron
variados y existen algunos documentos y cartas que
así lo demuestran, de modo que don Benjamín
andaba cerca.
El historiador Fernando Berguño, en un ensayo
titulado "Un proyecto de rescate de Napoleón",
publicado en el Nº 167 de la Revista Chilena de
Historia y Geografía, año 2003, revisa
pormenorizadamente todos los intentos, o más bien
las denuncias sobre ellos, que se conocieron en los
años en que Napoleón estuvo en Santa Elena.
HEROICA LOCURA
En julio de 1817 el ministro de Francia en
Washington, Hyde de Neuville, informaba a París un
proyecto de rescate de Napoleón denunciado por
Jacques Roul, ex coronel francés. Implicaba a
exiliados napoleónicos en América: José Bonaparte,
los generales Grouchy, Clauzel y Lefebvre-
Desnuoettes; y contemplaba un ataque a la isla con
una flota al mando de Cochrane y exiliados
franceses bajo el coronel Latapie a partir de la isla
de Fernando de Noronha. Otro implicado era Miguel
Brayer, presentado como encabezando un grupo de
oficiales americano-franceses en Buenos Aires.
Lord Thomas Alejandro Cochrane, conde de
Dundonald (1775-1860), había llegado a Chile en
diciembre de 1818, precisamente llamado por don
Bernardo O'Higgins y estuvo cuatro años en nuestro
país sirviendo en la escuadra, dejando una profunda
huella por su arrojo, valentía, estrategia y audacia
en sus exitosas incursiones. Dos hechos
permanecen vivos en el tiempo: la toma de los
fuertes españoles de Valdivia y Corral (uno por uno,
4 febrero 1820) y la sorpresiva toma de la fragata
"Esmeralda" en el Callao.
ATREVIDA PROPOSICIÓN
Sostiene Vicuña Mackenna que una vez planteada al
gobierno la idea al gobierno de O'Higgins, éste
había puesto en "seria consideración" la atrevida
proposición.
"Mas esa consideración seria no pudo tener otro
resultado que el rechazo inminente de semejante
heroica locura, sin causar con ello agravio al
suceptible y no poco atrabiliario lord escocés".
El historiador Fernando de la Lastra afirma que el
Director Supremo se habría negado a tal aventura
por considerar que los ingleses eran nuestros
aliados y amigos y esta aventura lograría echar
sobre nuestros hombros a uno de los más
poderosos imperios del mundo (La Segunda, 28
enero 1988).
UNA GRAVE REUNIÓN
El mismo pensamiento reafirma don Benjamín en el
artículo que mencionamos, resaltando que Chile
miraba entonces a Inglaterra como su verdadero
"palladium" contra España, y por motivo alguno se
habría prestado a ofenderla. Todo lo contrario.
Consta de la historia -apunta- que el día en que de
repente se apareció Lord Cochrane con su mujer, su
cama y su gloria en la rada de Valparaíso, a bordo
de la "Rosa", buque de comercio, y contratado sin
aviso previo por Alvarez Condarco, hubo en
Santiago una grave reunión secreta en el palacio del
Director, para resolver si se aceptaría la espada de
semejante auxiliar, o si en obsequio de la amistad
con el gobierno inglés, se llegaría hasta desairarlo
con una triste repulsa.
Concluye don Benjamín: Lord Cochrane no rescató
al cautivo de Santa Elena, pero contribuyó a dar
libertad al Perú, a Chile, al Brasil y a la Grecia, y
esto, sin el atractivo de lo extraño, lo osado y lo
romanesco, asentó su verdadera gloria bajo bases
más durables en el reino de la inmortalidad.

¿QUÉ HABRÍA PASADO?

Si se hubiese concretado el rescate, ¿qué habría


sucedido en el mundo y en Chile con Napoleón en
nuestro país? se pregunta De la Lastra.
Con seguridad que éste no se habría quedado muy
quieto en nuestra patria y, desde luego, los
británicos habrían tratado por todos los medios de
recapturarlo. Las consecuencias pudieron ser más
terribles que los efectos de una bomba de
neutrones.
Se olvidaba Cochrane en este plan irreflexivo que el
gran chivo expiatorio sería Chile, en primer lugar;
involucraría a otros países de América, ya que
constituiría el más atroz desaire hacia los ingleses.
No nos queremos imaginar al vencedor de Austerlitz
en Chile -finis terrae- en todos los mapas del
mundo, echando a volar sus legiones de águilas,
sentencia don Fernando.

PRECISIONES DE BERGUÑO

Berguño refiere que en su tesis sobre los refugiados


franceses en América, el historiador americano J. S.
Reeves se burla de las aprensiones de Hyde de
Neuville respecto a los exiliados franceses, los
proyectos de rescate de Napoleón y las
posibilidades que ofrecía América Latina a este
último. En ese momento Napoleón parecía estar
lejos de querer participar personalmente en la
insurrección de las colonias españolas de América.
Incluso sus partidarios más exaltados comprendían
que un Napoleón a la cabeza de los insurrectos era
la mejor manera de unir a los soberanos europeos
en torno a Fernando VII, empujándolos a ayudarlo
militarmente.
Napoleón no estaba muy convencido y su
pensamiento es interpretado por el historiador
Gornoud, citado por Berguño: en febrero de 1817 el
emperador, al leer en las gacetas que su hermano
José había recibido una delegación de insurrectos
mexicanos (¿) que le ofrecía encabezar su
movimiento, reaccionó de la siguiente manera:
"Esta noticia no me hace feliz (…) ¿Una corona es
un anzuelo tentador; enseguida hay un gran
potencial en los oficiales franceses que se
encuentran en América , y quizás hasta sea
conveniente Inglaterra separada totalmente a las
Españas? ¿Sin embargo, un francés, ahí? Eso me
parece fuerte. Sin embargo, si aprendiera la noticia
que tuvo éxito contestaría que me da mucho gusto.
(En cambio) se me dice que intenta otra empresa y
ello me da tristeza".
El historiador Berguño agrega que el nombre de
Cochrane aparece varias veces en los informes,
especialmente en los de Hyde de Neuville.
"Según las informaciones trasmitidas por Bathurst a
Hudson Lowe (gobernador de Santa Elena), el 12 de
mayo de 1817, se pretendería que a Cochrane se
unirían luego sir Robert Wilson y otro oficiales. Todo
bajo el pretexto de ir a combatir contra España en
las Américas, pero probablemente con la intención
de preparar alguna empresa contra Santa Elena.
Los informes que llegaban desde Estados Unidos
aludían a una nave de guerra de 74 cañones
armada por Cochrane.
Por su parte, Lord Stuart no creía que un particular
pudiera poseer una nave de esas proporciones.

EL "RISING STAR"

El 22 de septiembre de 1817, el conde Molé,


ministro de Marina de Francia, remitía al duque de
Richelieu un informe sobre cómo contrarrestar un
golpe de Cochrane contra Santa Elena: "Esta
expedición comprendería dos goletas de 300
toneladas (…) y una nave de 74 cañones armadas
por Cochrane, la que llevaría alrededor de 80
oficiales franceses y setecientos hombres reclutados
en Estados Unidos. La isla de Fernando de Noronha
(costa norte del Brasil) sería el rendez-vous de las
tres embarcaciones que partirían desde ese punto
rumbo a Santa Elena.
Fernando Berguño concluye que es cierto que el
gobierno chileno bajo el mando del Director
Supremo O'Higgins esperó durante largo tiempo la
llegada de un vapor pedido en Inglaterra, bautizado
"Rising Star". ¿Y si en vez de estar destinado a
Chile, Cochrane lo hubiera reservado para la
insurrección de Pernambuco y luego para un asalto
a Santa Elena? ¿Podemos acaso explicar de esta
manera que el "Rising Star" haya tardado tanto en
llegar a Chile (en 1822)?, se pregunta Berguño.
Pero esa es otra historia

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