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HOMINIZACIÓN
Los seres humanos no pueden vivir aislados. Si lo hicieran perderían toda la
fuerza que viene del grupo social. Infinidad de obras y de acciones, que sólo
se materializan por la conjunción de quienes viven en el grupo, resultarían
imposibles para los seres aislados. La sociedad es el medio natural donde
existe el hombre. Éste, separado de todo grupo humano y viviendo
solitariamente, es únicamente una ficción. Pero la vida con otros no sólo es
una realidad de los hombres que potencia las obras humanas, sino es
también una necesidad para el desarrollo individual de cada ser. En efecto,
este desarrollo se ve coactado cuando disminuye o falta la presencia de los
demás. El contacto con otros seres humanos, comenzando con los padres y
con la propia familia, enriquece y estimula la vida síquica y espiritual de cada
individuo. Múltiples hechos confirman el anterior aserto. Charlotte Bühler,
la gran sicóloga alemana, verificó en los orfelinatos que el coeficiente
intelectual de los niños allí albergados era sistemáticamente más bajo que el
de aquéllos que vivían en el seno de sus familias. Faltando el calor afectivo y
las estimulaciones que la familia genera, los niños tienden a retardar en su
maduración y presentan en consecuencia déficits en su desarrollo
intelectual y síquico en general. Tomemos el caso G. 1713, de una niña que
tenía 1 año y 6 meses. En los test para respuestas sociales fracasaba aun en
los que corresponden a niños de 6 a 12 meses; en actividad intelectual,
memoria y manipulación de materiales alcanzaba un nivel de 12 meses. Otros
resultados (percepción, control corporal) son igualmente desalentadores.
¿Qué ha ocurrido aquí? Veamos el análisis de Bühler: