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LA BIBLIA
Ch. H a u r e t J . G. Gourbillón
G O M O L E E R
L A B I B L I A
PEDICIONES PAULINAS
A I lector
EDICIONES PAULINAS
¿QUE ES L A B I B L I A ?
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zas que encierra. La familiaridad sólo es posible con
una asidua frecuentación, y las riquezas del Libro, pro-
fundo como un abismo, son insondables. Sólo nos pro-
ponemos facilitaros el contacto con la Biblia, prepa-
raros un acceso ante esta desconocida.
LA "FILIACION" DE LA BIBLIA
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LA BIBLIA Y SU NOMBRE
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2.—Cómo leer.
los comerciantes. En este idioma fueron escritos tres
libros completos, entre ellos el Evangelio de San Mateo,
como también varios fragmentos (1). Otras veces la
Biblia echa mano del griego, ese
".. .lenguaje sonoro, de dulzuras soberanas,
el más bello que brotara de criaturas".
EL PAIS DE LA BIBLIA
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El libro nació en las estepas de la península arábi-
ga, en las proximidades de los siglos XV y XIII A. C.,
de acuerdo con la edad que se atribuye al período mo-
saico.
Posteriormente, como un ser vivo, él se desarrolla,
sin que nos sea posible fijar siempre en forma precisa,
las fechas de las diversas fases de su fevolución. El se
acrecienta, sobre tcdo en Palestina, tierra predestinada
a tanta gloria, la "Tierra Santa". Durante su desarro-
llo, el Libro depende de la historia judía, a tal punto,
que refleja todas sus vicisitudes, como el niño que va
registrando en su subsconsciente todas las peripecias
de la vida familiar.
Cuando el pueblo escogido sufrió la invasión ex-
tranjera y la deportación (587), la Biblia emigra, con
los exilados, hacia la Mesopotamia, sobre las riberas
del Tigris y del Eufrates. Pero el destierro no impide su
progreso: ella se enriquece, entonces, con las profecías
de Ezequiel. A la vuelta de la gran prueba, la Biblia
continúa creciendo (1). Durante el siglo II antes de
nuestra era, en Alejandría, capital intelectual del mun-
do civilizado, ve la luz del día una de las obras más
acabadas del Antiguo Testamento, preludio del Nuevo,
el libro de la Sabiduría. Finalmente, con les cuatro Evan-
gelios, los Hechos de los Apóstoles, las veintiuna epís-
tolas apostólicas y el Apocalipsis de San Juan, la Biblia
alcanza su completa estatura. Ella no crecerá más. Ella
no envejecerá jamás y no conocerá la decadencia.
He aquí, bosquejada a grandes rasgos, la prodigio-
sa biografía de la Biblia. De esta rápida evocación his-
tórica, deduzcamos algunas consecuencias.
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La Biblia ostenta la aureola de la majestad real;
entre sus antepasados cuenta, a lo menos, con dos mo-
narcas: David, el amable cantor de Israel, autor de una
parte de los Salmos, y Salomón, el Luis XIV de los ju-
díos, cuya sabiduría aventajaba toda la del Oriente y
del Egipto. Descubrimos, en el acento de la Biblia, ya
la distinción de la aristocracia: Isaías el más genial de
los profetas, pertenecía a la clase dirigente; ya el rea-
lismo, la rudeza y el ardor de las clases populares: Amos,
por ejemplo, arreaba los bueyes y cultivaba los sicómo-
ros; ya la delicadeza, la sensibilidad religiosa de las al-
mas sacerdotales: Jeremías descendía de una familia
de sacerdotes y su ardiente corazón lanza gritos de una
sonoridad única, humana y religiosa al mismo tiem-
po (1).
Por esto, ¡cuánta variedad!
Pero también, ¡cuántos contrastes!
Porque estos autores no se copian mutuamente, a
pesar de que a menudo explotan un fondo común. Lee-
mos, por ejemplo, en los primeros capítulos del Génesis,
dos narraciones de la creación del hombre. Ahora bien,
el que sólo conociera la primera no podría sospechar
siquiera la segunda: tanto difiere la una de la otra.
"El estilo es el hombre". Por consiguiente, hay en
la Biblia tantos hombres —y ellos son numerosos—
como estilos. Aquí, un lenguaje pulido; allí, incorrec-
ciones de vocabulario y de sintaxis, aun crudezas. Cada
autor habla la lengua que conviene a su origen, a su
temperamento, a su época. Imaginaos un hombre que
se expresara, a la vez, en el dialecto y con el acento de
todas las provincias de Francia.
¿Se trata de sentimientos? La Biblia experimenta
toda la gama de emociones que brotan de un corazón
humano. Y para explayarse, utiliza, con rara felicidad,
una gran variedad de "géneros literarios". Ella se eleva
hasta la más sublime elocuencia: los discursos de Isaías,
por ejemplo, superan en esplendor los arrebatos de Ate-
nas y de Roma. Ella vibra, canta y ora en los salmos,
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esos poemas religiosos que con frecuencia recitamos, sin
percibir su original poesía. Ninguna forma poética le es
extraña; ni aun los rudimentos del arte dramático: los
libros de Job y el Cantar de los Cantares son, a lo que
parece, bosquejos de dramas.
Pero ella ostenta una visible predilección por la
historia; no, por cierto, una historia a la manera de un
Michelet, de un Lavisse, de un Baudrillart, de un Ma-
delin o de un Carcopino, sino una historia sui generis,
cuyas reglas, hoy mejor conocidas, se nos escapan en
parte todavía. En efecto, se encuentran en la Biblia
"ciertos procesos de exposición y de narración; ciertos
idiotismos, propios especialmente de las lenguas semí-
ticas, llamados aproximaciones, ciertas expresiones hi-
perbólicas, aun, a veces, paradojales, que imprimen con
mayor fuerza, el pensamiento en los espíritus" (1). Es-
tas formas literarias no corresponden a ninguna de
nuestras categorías clásicas y no es posible juzgarlas
a la luz de los géneros literarios greco-latinos o moder-
nos. Historia única en su género, pues ella despliega
ante nuestros ojos la epopeya de la humanidad, desde
el origen del mundo y del hombre, hasta el fin de los
tiempos. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia
nos entrega los archivos del género humano.
EN R E S U M E N
EL MENSAJE DE LA BIBLIA
EL DIOS UNICO
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Los pueblos vecinos de los judíos poseían, todos,
un Panteón, en el que, con prodigiosa exuberancia, pro-
liferaban los dioses y las diosas. Estos pueblos sentían,
a veces, la necesidad de organizar una jerarquía entre
sus divinidades, en cuya cúspide tenía su trono un Dios
monarca, asistido por su compañera. Así, los moabitas
veneraban a Camos y su diosa consorte, Astarté; los
sirios, la pareja Baal y Astarté. En Babilonia, Mardouk
preside la asamblea de los dioses; en el panteón de los
asirios, Asur mantiene la primacía.
Sólo los hebreos se aterran encarnecidamente a su
Dios único< (1). Ellos le atribuyen, por cierto, variados
calificativos, nombres diferentes. El primer capítulo del
Génesis llama simplemente al Creador Elohím, es de-
cir, Dios; mientras que en los dos capítulos siguientes,
el Señor acumula dos nombres: Yahvé-Elohím. Más ade-
lante, los Patriarcas invocarán al Dios Eterno, al Dios
de la visión, al Dios que actúa, al Dios de Bethel, el Te-
rror de Isaac y la Roca de Israel; pero, "en todo esto,
no hay más traza de politeísmo, que en la costumbre
católica de designar a la Virgen María por los nombres
de sus santuarios, de sus apariciones, o de sus títulos;
nadie jamás ha creído que Nuestra Señora de Chartres,
la Virgen de la Salette y la "Regina coeli" sean tres
personas diferentes" (2). En todas las etapas de su his-
toria, el pueblo de la Biblia, a pesar de las seducciones
que brillaban a sus ojos, a pesar de la presión social
que ejercían sobre él los pueblos paganos vecinos, con-
servó inviolable su fe en El que es. Este hecho histórico,
humanamente inexplicable, basta por sí solo, para cla-
sificar aparte el Libro de este pueblo.
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EL MESIAS QUE H A DE VENIR
Esto no es todo.
La historia bíblica, que abarca cerca de dos mile-
nios, esta historia, redactada en fragmento aparente-
mente inconexos, es en realidad una historia orientada.
Se descubre en ella una dirección, un sentido. Una ins-
piración secreta la anima desde dentro, enlaza los acon-
tecimientos y los organiza, transforma el caos de los
hechos en una "serie".
En el tercer capítulo del Génesis, surge, en miste-
riosa penumbra, un personaje humano y sobrehumano,
a la vez hijo de la mujer y antagonista del demonio.
Miembro del linaje humano, empeñará una lucha vic-
toriosa contra el enemigo mortal de nuestra raza, y se
convertirá en el artesano de nuestra liberación espiri-
tual. Su fisonomía emerge, poco a poco, de la sombra
y se precisa rasgo por rasgo. El Libertador nacerá de la
familia de los semitas. Brillante como una estrella, se
alza en la posteridad de Jacob. Hijo de una virgen, mo-
narca universal, inaugurará, al precio de su vida, un
reino de salvación, cuyo brillo deslumhrará a las nacio-
nes. Para describir al monarca y su reino, los escritores
bíblicos agotan su vocabulario poético (1). El Mesías
llena el Antiguo Testamento con su presencia invisible.
"Por todas partes, en la Escritura, se encuentra dise-
minado el Hijo de Dios", afirmaba San Irineo; y San
Agustín, el doctor de Hipona, no trepidó en escribir, a
propósito del Pentateuco: "Moisés habló de Cristo en
todo cuanto escribió". Todo, en el Libro: acontecimien-
tos y personajes, liturgia con sus ritos minuciosos, se
orienta alrededor del Mesías, como, en un campo mag-
nético, las limaduras se agrupan al rededor del imán.
"Jesucristo, al cual miran ambos Testamentos, el An-
tiguo como a su esperanza, el Nuevo como a su mo-
delo, ambos como a su centro" (Pascal, Pensamientos).
Podría decirse, apelando a una nueva imagen, que las
(1) Gen. 9, 18-29; Núm. 14, 14-19; Gén. 49, 8-12; Is. 7, 14 y si-
guientes; 9, 5; 11, 2-9; 53, etc.
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3.—Cómo leer...
primeras páginas de la Biblia se asemejan a un alba
que comienza a despuntar; va clareando progresivamen-
te; la luz destella más y más, y, finalmente se esparce
sobre el mundo, esperando aparecer en su plenitud a
la vuelta de Cristo, al final de los tiempos.
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caso h a sido casi completo. Por el contrario, allí donde
faltaban los elementos de triunfo, es decir, entre los
judíos, el buen éxito h a coronado los esfuerzos. Este
hecho histórico suscita u n problema imposible de es-
quivar. Y todo espíritu leal debe examinar cuidadosa-
mente los escritos bíblicos, y "recoger atentamente lo
que ellos dicen de sí mismos, sobre sí mismos, y lo que,
a propósito de ellos, ha definido la sociedad religiosa
que de ellos se h a nutrido y que los ha transmitido
hasta nosotros" (1).
Pasaremos, pues, a escuchar las confidencias de la
Biblia sobre sí misma y las enseñanzas de la Iglesia.
Así acabaremos de conocer a la Desconocida.
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cismo contiene una doctrina divina, un compendio de
la Historia Santa, oraciones. Sin embargo, nadie jamás
Jo ha considerado como santo y sagrado, con igual tí-
tulo que la Biblia.
¿Será porque la Biblia santifica a los lectores que
la meditan con fe?
Es indudable que, por lo menos en su mayor parte,
el Libro ejerce sobre sus asiduos una influencia santi-
ficante: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra
enseñanza fue escrito, a fin de que por la paciencia y
por la consolación de las Escrituras, estemos firmes, en
la esperanza". (Rom. 15, 4). Un antiguo cristiano es-
cribía así: "Las divinas Escrituras son sendas abrevia-
das de salvación. . . sus textos santifican y divinizan"
(Clemente de Alejandría). Y santa Teresa de Lisieux
afirmaba, a propósito del Nuevo Testamento: "Es, por
sobre todo, el Evangelio el que me sostiene durante mis
oraciones. Allí encuentro yo todo Lo que me es nece-
sario para mi pequeña alma. Allí descubro siempre
nuevas luces, sentidos ocultos y misteriosos". (Historia
de un alma, cap. VIII).
Pero hay muchos libros, entre otros: la Imitación
de Cristo, el Combate espiritual o la Introducción a la
vida devota, que nos despiertan también de nuestra
modorra espiritual y que nos arrastran hacia la santi-
dad. La Biblia, puesta siempre aparte en la tradición
cristiana, extrae su privilegio singular de una causa no
menos singular.
En efecto, es su origen divino lo que confiere a la
Biblia su carácter santo y sagrado.
San Pablo atestigua que "toda escritura es divina-
mente inspirada" (II Tim. 3, 16), es decir alentada por
Dios y San Pedro precisa la naturaleza de este aliento
divino: "movidos por el Espíritu Santo, hablaron los
hombres de Dios" (II Pedro 1, 21).
También la Iglesia, depositaría infalible de la en-
señanza de los Apóstoles, esclarece, para uso nuestro,
las confidencias de la Escritura sobre sí misma, al de-
finir, en el Concilio del Vaticano, que los libros del An-
tiguo y del Nuevo Testamento son tenidos como sagra-
20 —-
dos, "porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu
Santo, ellos tienen a Dios por autor".
Numerosos escritores, algunos conocidos, otros —la
mayor parte— desconocidos, han trabajado, como ya
lo hemos visto, en la redacción del Libro. Estos hom-
bres, verdaderos autores, en todo el sentido de la pa-
labra, vivieron en diferentes siglos y, por lo tanto, re-
flejan épocas y ambientes diversos. Por otra parte, ellos
dispusieron de fuentes intelectuales desiguales, y, se-
gún su temperamento y su propósito, ellos eligieron gé-
neros literarios muy variados.
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que ellos sean, ellos desarrollan los mismos temas y usan
las mismas palabras.
UNA AUTORIDAD D I V I N A
(1) Tan lejos está el que algún error pueda adherirse a la ins-
piración divina, que, no sólo ésta excluye por sí misma todo error,
sino que ello repugna tan necesariamente, como que Dios, verdad
soberana, no puede necesariamente ser el autor de ningún error"
Ene. Providentissimus Deus.
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refiere a la historia, muchas cosas han sido apenas o
insuficientemente explicadas por los comentadores de
los siglos precedentes, porque ellos carecían, casi del
todo, de los datos esenciales para una explicación más
adecuada. Cómo ciertos puntos han sido difíciles o casi
impenetrables, para los Padres mismos, podemos com-
probarlo, entre otras cosas, en los esfuerzos reiterados
que muchos de ellos han hecho, para interpretar los
primeros capítulos del Génesis..." (1).
Así, a través de los siglos y en todos los países, los
hijos de la Iglesia, en la oración y en el trabajo, han
explotado, bajo la dirección infalible de su Madre, la
Carta que les llega desde la patria celestial. "Camina-
mos en el destierro, entre suspiros y lágrimas. Pero, he
aquí que nos llegan cartas de nuestra patria" (2). Por-
que, luego que el género humano se hubo precipitado
en el abismo de todos los vicios, el Credaor no interrum-
pió todas sus relaciones con él; los hombres se habían
hecho indignos de su familiaridad, pero Dios, querien-
do renovar su amistad con ellos, les envió cartas, tal
como lo hacemos nosotros con los ausentes. Ahora bien,
el portador de esas cartas fue Moisés, y ved aquí la pri-
mera línea de su mensaje: "En el principio creó Dios
el cielo y la tierra. .." (3).
Así se explica la unidad profunda, el misterioso
"dirigismo" que hace poco admirábamos.
El Libro, en todas las etapas de su crecimiento,
conserva su homogeneidad, a pesar de los materiales
tan dispares que incorpora, porque un solo y mismo
Autor principal vigila su formación. Dios "ha perma-
necido constantemente a la obra, mientras sus colabo-
radores humanos se sucedían en gran número". He ahí
por qué la doctrina, la moral, las historias bíblicas pro-
gresan a la manera de un germen. Doctrina dirigida,
moral dirigida, historia dirigida. Dios mismo ha con-
cebido y redactado, por intermedio de hombres, de los
cuales El guiaba, como autor responsable, la voluntad,
(1) Encícl. Divino Afilante Epiritu.
(2) San Agustín, Enarratio in psalmum CXLIX, 5.
(3) San Juan Crisóstomo, Horn, in Gen. II, 2.
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el espíritu y las manos, esta doctrina y esta moral ho-
mogéneas, esta historia imantada.
Comprenderéis, finalmente, por qué, desde la más
alta antigüedad, los cristianos gustaban llevar con ellos
el texto de la Escritura y pedían a los sacerdotes recitar
algunos pasajes sobre la cabeza de sus hijos. En tiem-
po de las persecuciones, muchos cristianos preferían mo-
rir, antes que entregar la Carta de Dios a los enemigos
de la Iglesia. Protestantes y judíos manifiestan, con
respecto a la Biblia, idéntico respeto. Hemos visto a
algunos judíos recoger con devoción, entre las cenizas
de las hogueras nazis, fragmentos de los rollos bíblicos
librados del fuego.
En cada misa solemne, vosotros sois testigos de la
veneración con que la Iglesia rodea los Libros Santos.
Ella designa, para la lectura del Evangelio, a un minis-
tro especial, el diácono. Antes de leer el texto, este mi-
nistro se arrodilla para pedir a Dios que purifique su
corazón y sus labios. Porque, para leer y sobre todo para
comprender el Libro, es preciso poner el alma en acuer-
do con el Autor. ¿Cómo se podría, sin simpatía, pene-
trar el pensamiento de un escritor? Pues bien, aquí se
trata de simpatizar con el Espíritu Santo. Una vez pu-
rificado por su plegaria, el ministro recibe del sacer-
dote una bendición especial, prenda del socorro divino.
Luego se organiza una procesión: se lleva solemnemen-
te el Libro. En señal de respeto, os ponéis de pie. . . el
diácono inciensa el texto, como se inciensa el Cuerpo
de Cristo en la'bendición con el Santísimo Sacramento.
¿La Escritura no es el "cuerpo verbal" del Verbo de
Dios? Por último, terminada la lectura, el sacerdote be-
sa el texto inspirado.
Estas ceremonias, verdadera lección objetiva, ma-
nifiestan la verdad que, en adelante, dirigirá nuestras
lecturas, nuestro estudio y nuestras meditaciones: La
Biblia es la Palabra de Dios.
Ch. HAURET.
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COMO LEER LA B I B L I A
LAS DIFICULTADES
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4.—Cómo leer.
Otra dificultad: la Biblia os es presentada como
un libro de autoridad infalible, como un libro divino
que no contiene y no puede contener ningún error,
puesto que se os ha dicho que es un libro escrito por
Dios. Ahora bien, "en la Biblia se encuentran errores
manifiestos", suele decirse. ¿Quién puede creer ahora
que el mundo fue hecho en seis días? En seguida, que
Dios, cuya fuerza vemos siempre en acción, haya re-
pesado el día séptimo. ¿Cómo creer en la infalibilidad
de la Biblia, cuando se ve a la liebre clasificada entre
los rumiantes? Cómo creer que Josué haya verdadera-
mente "detenido el sol", para que los hebreos tuvieran
tiempo de completar su victoria?
Otra dificultad más: La Biblia os ha sido presen-
tada como una Historia Santa, cerno la historia del
pueblo escogido por Dios, y como la historia de per-
sonajes que casi nos son presentados como modelos, y
que parece que Dios los haya bendecido de una mane-
ra especial. Pues bien, la Biblia nos refiere toda una
serie de crueldades cometidas en nombre de un Dios,
que más tarde se nos presentará como un Dios de amor;
una historia tejida de guerras, de asesinatos y de odios;
nos propone oraciones llenas de sentimientos de ven-
ganza; nos presenta como héroes a personajes de una
moralidad bien diferente de la nuestra, de los que mu-
chas acciones no pueden ser admitidas: "Yo no veo,
en verdad, lo que esta historia, llena de crímenes y de
adulterios, lo que la vida de estos polígamos pueda te-
ner de edificante para los cristianos".
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es un libro en el que constantemente la luz —y qué
luz— está mezclada con las tinieblas; un libro que ne-
cesita ser leído a una luz más que humana, y cuya na-
turaleza y fin es preciso conocer, para que su lectura
sea con algún fruto.
¿Cómo leer la Biblia para encontrar allí la luz?
He aquí la pregunta que se hace todo cristiano.
Hemos agrupado las dificultades en tres acápites.
Vamos a agrupar también en tres capítulos los ele-
mentos de solución.
LA PACIENCIA DE DIOS
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iniciación a la sabiduría, a las ciencias y a la vida mo-
ral es progresiva. La Biblia nos muestra en acción toda
la pedagogía divina, una pedagogía infinitamente pa-
ciente, prudente y respetuosa de esa libertad humana,
que el mismo Dios le ha concedido. Es admirable, en la
Biblia, percibir el arte de Dios como educador, la in-
finita condescendencia y paciencia divinas, el infinito
respeto y amor con el que Dios conduce al hombre, que
El ha creado, y al cual no cesa de impulsar a una ma-
yor perfección, de encaminarlo hacia más altas verda-
des. Sin embargo, desde el origen de las intervenciones
divinas, ya se da lo esencial: la relación con el Inco-
municable, el contacto con el Amor.
Las intervenciones divinas del dominio de la his-
toria comienzan, si no con Noé, al menos con Abrahán.
Desde el comienzo, cuánta ternura de parte de Dios,
que promete al gran antepasado, que envejece sin hijos,
y que ha consentido ponerse en marcha, bajo la orden
divina, que tendrá una descendencia ilimitada y que
en él serán benditas todas las naciones de la tierra. Esta
ternura de Dios aparece en la vida de todos los patriar-
cas, al paso que Dios, poco a poco, se manifiesta a ellos,
a pesar de sus defectos e imperfecciones, de una ma-
nera más clara, como el Unico, luego como el que Existe
de un modo infinito; que revela a Moisés toda su bon-
dad, mostrándose a él como "por la espalda", pues su
rostro no puede ser contemplado, por el que vive toda-
vía en esta tierra.
¿Cómo leer la Biblia? Es muy sencillo: es preciso
leer la Biblia con el sentido del progreso, con el senti-
do de la historia.
No; la religión de los primercs libros de la Biblia
no es una religión diferente de la de los libros del Nue-
vo Testamento, que es la de Jesús, aue luego fue la
religión de San Pablo, de Santiago, de Sari Judas, de
San Juan y de San Pedro. Esta religión es constante-
mente la religión del amor; la religión de un Dios
que es amor y que reclama de los hcmbres el amor.
(Deut. 4, 37; 6, 4; 7, 6-8; 10, 16; Levit. 19, 8-10; 19,
17-18). Esta religión es constantemente la religión de la
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vida (Gén. 1, 28; Deut. 4, 1; 30, 6; 30, 16; 30, 19-20).
Es constantemente la religión de la felicidad, de cuya
senda el hombre se aparta constantemente, pero en cu-
yo camino Dios constantemente lo vuelve a colocar
(Gén. 2, 8; 2, 1.5; Deut. 4, 40; 5, 28; 5, 30; 6, 3; 6, 18. .
7, 14; 10, 14). Es la religión de un Dios que, constante-
mente, deja al hombre libre, árbitro de su suerte, y que,
sin jamás violentar su libertad, sólo lo guía por amor.
(Deut. 11, 26-32; Eclesiástico 15, 14-17), que no inter-
viene sino por amor; lo que El muy bien manifiesta,
reservando sus preferencias a los más pequeños y a los
más humildes, a veces aun a los más indignos, dirigien-
do' a ellos graciosamente sus llamados (Deut. 9, 4-29).
Y sin embargo, sólo progresivamente revela Dios a
los hombres, primero a los santos personajes del Anti-
guo Testamento, de defectos tan patentes, luego a su
pueblo escogido, por medio de sus profetas y sus sabios,
en espera de que sea por Jesús y sus enviados (apóstol
es una palabra que quiere decir enviado, mensajero),
las sendas de la Vida y de la Felicidad, las leyes y
todas las exigencias y profundidades del Amor. Poco a
poco se revelan las perspectivas bíblicas acerca de la
Vida Eterna, sobre la Felicidad infinita en la comuni-
cación de la vida divina, que es una vida interior de
Amor, que supone en Dios toda la riqueza familiar de
la Vida y del Amor Trinitario.
Pero es muy útil el conocimiento de los primeros
tiempos y de la progresión de la revelación.
A menudo los hombres pasan inadvertidos ante to-
das las exigencias y todas las bellezas del Nuevo Testa-
mento, ante todo lo inesperado del Mensaje. Se toma
como el mandamiento característico de Jesús el "Ama-
rás a tu prójimo como a ti mismo", que no es más que
el resumen de la Lev Antigua, con el "Amarás al Señor
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma"; al pa-
so que el conocimiento del Antiguo Testamento, nos
permitiría captar toda la novedad de mandamiento pro-
puesto por Jesús: "Amarás a tu prójimo como yo mis-
mo te he amado", lo que quiere decir, en cierta manera,
— 29 —
más que a nosotros mismos, y hasta el desprecio, hasta
el sacrificio, hasta el don de nosotros mismos.
No podréis captar todas las proporciones del edi-
ficio, construido por Dios, si no lo examináis desde la
cúspide hasta los cimientos.
BUSCAD LA CIENCIA
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popular de los orígenes del género humano y del pue-
blo escogido" (1).
Para conocer el amor de Dios, poco importa saber
en qué clasificación animal deba ser colocada la liebre.
En su ley, "¿se preocupa Dios de los bueyes?" dirá San
Pablo (I Cor. 9, 9). Para alcanzar la felicidad, poco
importa conocer, de manera más o menos precisa, la
constitución exacta del universo. La Biblia no es un
libro de las ciencias, sino el Libro de la Ciencia, y esto
es lo que hay que buscar en ella: la Ciencia de la sal-
vación, que es la de la felicidad.
Es un nuevo atractivo de la Biblia, el habernos de-
jado el testimonio de las concepciones ingenuas, y tal
vez más poéticas que ingenuas, de nuestros antepasa-
dos, referentes a la constitución física del universo. Ja-
más las ciencias han cambiado con tanta rapidez como
ahora. No nos burlemos de las concepciones de los tiem-
pos bíblicos. Tal vez mañana tengamos que reimos de
las nuestras.
A PESAR DEL M A L
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sias, para su Hijo, una familia humana. Una familia
llena de pecados, porque es sobre un matorral de es-
pinas, donde Dies se complacerá en hacer germinar a
Aquél que la Biblia designa como una estrella o tam-
bién como una flor.
La familia del Mesías ya está constituida; Dios la
conduce,a un país, sin cesar perdido y recuperado, que
no es más que una imagen de "la buena patria" que
Dios reserva, en una nueva tierra, y bajo nuevos cielos,
a los que hayan sabido merecerla, siguiendo las huellas
del Salvador que un día les enviará.
Más tarde, durante el destierro, durante el período
post-macabeano, Dios excita, entre los mejores hebreos,
el deseo de ver establecerse, aquí abajo, su reinado, y
la esperanza de que Dios ha de enviar, primero a los
judíos solamente, luego a toda la humanidad, un Re-
dentor y Salvador, un "Goel", como dice la Biblia he-
braica.
¿Cómo leer la Biblia? Pues, admirando esa rotativa
de períodos de crisis y de restablecimiento, entre los
cuales los principales son: la cautividad en Egipto y la
conquista de la Tierra Prometida, seguida de la instau-
ración del reino de David y de Salomón; el destierro a
Babilonia y luego el regreso a la patria; el período de
los Macabeos, luego las decepciones de la dominación
romana. Crisis que, cada vez más, intensifican entre los
pequeños, los humildes, los bondadosos, el deseo de ver
aparecer, por fin, a un Mesías que se adapte a sus con-
diciones: humilde como ellos, muy dulce, capaz de traer
finalmente a los hombres la paz verdadera que ellos
anhelan (Is. 42, 1-9; Zac. 9, 9; Salmo 72, 12-13).
Al mismo tiempo, cada una de esas crisis permite
al pueblo hebreo ir estableciendo comunidades, en el
seno de los países extranjeros, en todos los lugares de
exilio y deportación, fuera del país que Dios había, no
obstante, prometido a su pueblo como el símbolo, de-
masiado material —se lo advierte más y más— de una
realidad más espiritual y más profunda.
Todas estas comunidades judías de la "dispersión"
—o de la "diáspora", para conservar un término de la
32 —-
Biblia griega, que es comúnmente usado— preparan el
camino del Evangelio entre todos los pueblos. Fueren
ellas las que acogieron en un principio a San Pedro y
San Pablo, y sin duda también a los demás apóstoles,
cuando ellos partieron a anunciar al mundo entero la
Buena Nueva de la verdadera felicidad.
— 33 —
felizmente interminable, prolongándose a la claridad de
la luna, en persecuciones desenfrenadas y en la vic-
toria (1).
Poco a poco la Biblia os hará poetas, y, bien pronto
habituados a su estilo tan particular, con sus repeti-
ciones, su ritmo diferente del nuestro, ya no seréis sor-
prendidos por las comparaciones, las más inesperadas
para nosotros, del Cantar de los Cantares (2), o por
las imágenes de valor simbólico —de valor en cifras, en
el sentido intelectual de la palabra— del Apocalipsis, o
de Ezequiel, o aun de Daniel. Poco a pocc, un mejor
conocimiento del medio bíblico y oriental os permitirá
captar el valor y el sentido de estas imágenes. Cada
vez que encontréis la palabra "cuerno" en la Biblia,
ella despertará al punto en vosotros la imagen de un
rey poderoso. Así es como Zacarías, el padre de Juan
Bautista, al cantar el próximo nacimiento del Mesías,
primo de su hijo, alaba a Dios por haber "suscitado un
cuerno de salvación en la casa de Da,vid, su siervo". Y
cuando leáis, allí, la palabra "casa", sabréis que es pre-
ciso leer "familia", en el mismo sentido en que "la casa
de Francia" designa, en los antiguos escritos, no el pa-
lacio habitado por el rey, sino la familia real de Francia.
Tampoco debe confundirse lo que es historia, en el
sentido propio del término —el contenido de casi todos
los libros de la Biblia— y las historias, narraciones de
fondo histórico y de alcance ante todo moral. Lo com-
prenderéis muy bien, leyendo en la historia de los pri-
meros antepasados, los patriarcas, algunas anécdotas
(1) Los que hacen tal agravio a la Biblia, no han leído, en su
mayoría, el capítulo X de Josué. Ellos habrían advertido que el autor
glosa, en los versículos 13-15, dos versos de una antigua epopeya,
citada en el vers. 12. Por otra parte, no habría ninguna dificultad en
ver a Dios detener el sol: todos los prodigios son posibles al Creador.
(2) El Cantar, según ciertos sabios, pone a nuestra vista y nos
canta los amores de Cristo y de la Iglesia, tras los amores de Yavé
y de su pueblo. Se trata ciertamente de Yavé y de Israel; el Esposo
Yavé, está simbólicamente designado, bajo los rasgos tomados a los
elementos ornamentales o arquitectónicos del Templo; y las des-
cripciones de la Esposa, Israel, son alusiones geográficas a los di-
versos distritos de la Tierra prometida: montón de trigo, etc., como
muy bien lo ha mostrado la más tradicional exégesis judía.
— 34 —
que parecen ser el duplicado o el triplicado las unas
de las otras.
Vosotros advertiréis tal doblaje desde las primeras
páginas de la Biblia. El Génesis trae dos relatos dife-
rentes, pero de sentido concordante, de los primeros
orígenes del hombre y del universo. Estos dos relatos
de la creación nos demuestran que lo que importa es
lo que ellos tienen de común, la lección profunda que
encierran, y no los detalles y modos de expresión, to-
mados de ía imaginación y de las maneras populares
de hablar.
Por otra parte, es bien difícil distinguir, a veces,
lo que es historia e historias, como en el caso de Job y
de Tobías.
Dejemes a les sabios discutir estas materias, y aun
congratulémonos de sus esfuerzos y de sus hallazgos, y,
por lo que a nosotros toca, aferrémonos sobre todo al
sentido religioso y profundo de estas historias, o de esta
historia; y remitámonos, en esta materia, al juicio de
la Iglesia, que es maestra de verdad cuando se pro-
nuncia.
— 35 —
visión de fe, la que se esclarecerá con una luz siempre
más viva, a la medida de nuestra vida de unión con
toda la Iglesia, sus doctores y sus santcs.
Hay, en seguida, un sentido profundo y oculto; por-
que todos los hechos históricos de la Biblia, toda la
historia bíblica, todos los gestos de los patriarcas y de
los profetas, tienen un sentido, un sentido moral, un
sentido profético, ún sentido simbólico y profundo; una
multitud de sentidos, que el Espíritu revela, poco a poco,
a los que saben comprender y a los humildes (1).
Heos ya con una Biblia en vuestras manos. La me-
jor manera de leerla, es con humildad, con asiduidad y
con paciencia. Disfrutad de la luz que se os concede y,
para los pasajes que os parecen oscuros o fastidiosos,
esperad humildemente que una nueva luz os dé a co-
nocer su interés y os aclare su sentido.
Bien saben los hombres remover toneladas de are-
na, para encontrar algunas pepitas de oro. No temáis,
leed la Biblia asiduamente, no os tropecéis orgullosa-
mente en las oscuridades que permanecerán siempre,
para vosotros como para todos los hombres. Hay en la
Biblia más que lo que ningún hombre jamás podrá com-
prender (2). Si sabéis disfrutar humildemente de los
pasajes que os revelan la riqueza de los designios y de
los pensamientos de Dios, bien pronto seréis inundados
de luz.
J. G. GOURBILLON, O. P.
— 36 —
UN ITINERARIO
— 37 —
He aquí, pues, un itinerario para principiantes.
Más tarde, cuando seáis capaces y deseosos de prose-
guir, como paso a paso, la historia de la acción divina,
entonces podréis y deberéis escoger otra ruta.
— 38 —
No hay casi una predicación del Señor, que no ha-
ga alusión a tal o cual hecho de la historia de Israel,
a tal o cual palabra de los autores inspirados por Dios,
que le han precedido sobre la tierra y que han anun-
ciado y preparado su venida. Casi no hay, tampoco, un
acto, un milagro del Señor que no haya tenido su co-
rrespondiente, o sus correspondientes, en la Biblia.
Vuestro misal, especialmente en la liturgia de la Cua-
resma, os ha ya invitado a descubrir estos hechos pa-
ralelos, de sentido concordante, en ambos Testamentos.
Es, pues, necesario leer todo el Antiguo Testamento, en
función del Evangelio.
— 39 —
enviado del cielo y que los mismos ángeles desean con-
templar" (I San Pedro 1, 10-12).
En la Biblia todo se entrelaza, del Génesis al Apo-
calipsis, de los profetas a las cartas apostólicas.
— 40 —
el nombre de "la Ley", a la lectura del Pentateuco, es
decir los cinco primeros libros de la Biblia, cuyo autor
principal es Moisés.
— 41 —
Retorno del que toda la Biblia ha anunciado la venida,
como Redentor y Vengador de los pequeños y de los
que saben vencer soportando.
De los Evangelios a los profetas —los últimos de los
cuales son los Sabios, como ese "Jesús", hijo de Sirach,
cuya obra fue traducida al griego por uno de sus des-
cendientes— de los profetas a los libros históricos y a
los libros de la "prehistoria" y a los de la Ley.
De todas maneras, es partiendo de las obras del
Nuevo Testamento y en su perspectiva, como se debe
empezar a leer los libros del Antiguo, sin inquietarse
por el hecho de que Dios siempre se sirva de los peque-
ños, como David y como la Virgen, de los pecadores o
renegados, como el mismo David, o como Adán, o como
San Pablo o San Pedro, a todos los cuales persigue El
con su misericordia.
L E E D C O N FE
— 42 —
traviados y a los pecadores; el tema del llamado divino
a concluir una Alianza; el tema del Dios que viene como
Rey, como Pastor, como Salvador y como Vengador;
el tema del Dios que viene como un Esposo, al cual
ninguna infidelidad es capaz de abatir; el tema del Dios
que quiere tener para sí un pueblo, poco numeroso,
perseguido, pero formado por Santos, y que realiza su
designio poco a poco y pacientemente.
. . . C O N INTELIGENCIA
— 43 —
PARA CONOCER AL CRISTO
. . . LEED LA BIBLIA
—- 44 —
erlc, de anotar al margen numerosas indicaciones, que
os permitirán volver a encontrar, a través de toda la
Biblia, los pasajes que se aclaran o se aluden mutua-
mente.
No temáis encontraros a veces en la Biblia con
grandes pecadores, hombres míseros; esto mismo debe
daros confianza, por poco que conozcáis ya vuestra pro-
pia miseria, que es la común miseria de todos los hom-
bres. Nos habría resultado imposible vivir en la intimi-
dad de Jesús, si no hubiéramos encontrado a la Magda-
lena junto a la Virgen. Y poco importan los pecados
pasados, con tal que en el futuro sepáis conservaros
puros de las inmundicias de este mundo y vivir en el
Amor y en la Misericordia. La primera historia de la
Biblia, después de la creación, es la historia de un pe-
cado —o mejor aún, la historia del pecado-— seguida
de la promesa del perdón.
La Biblia es la historia de la misericordia, es la
promesa del reino hecha a los pequeños, a los fieles,
a los valientes.
J.-G. GQURBILLON, O. P.
— 45 —
BREVE HISTORIA DE LOS HEBREOS
— 46 —
de esta emigración, duró alrededor de cuatro siglos.
Después, los hebreos, llamados el pueblo de Israel, según
el sobrenombre dado por Dios a Jacob, emigraron a
Egipto, sin duda al delta del Nilo, mucho más rico y
productivo que su país.
Allí fueron objeto de parte de los egipcios, de una
explotación que muy pronto se convirtió en esclavitud.
Hacia el año 1250 antes de nuestra era, Dios les sus-
citó un libertador, en la persona de Moisés; bajo su
dirección los hebreos cruzaron el Mar Rojo, para regre-
sar a su patria. Después de una permanencia de cua-
renta años en el desierto, los israelitas emprendieron la
conquista de Palestina, con la toma de Jericó (hacia
el año 1200).
El reparto en doce territorios, correspondientes a las
doce tribus, y el establecimiento progresivo en el país
de Canaán, fue seguido de un período difícil, lleno de
luchas contra los antiguos moradores recalcitrantes; este
período es llamado el período de los Jueces y duró alre-
dedor de dos siglos.
El pequeño pueblo hebreo se desarrolla y pretende
organizarse como un reino, al par que sus vecinos. El
último Juez, Samuel, que es también profeta, terminó,
después de una larga indecisión, por conceder al pueblo
la constitución de un reino. Saúl fue consagrado rey ha-
cia el año 1000.
Saúl no es todavía más que pequeño rey local; su
reino no es más que un preludio. Es a David, su sucesor,
a quien le será permitido afirmar el poder real, sobre la
tribu de Judá en un principio, después sobre el total de
las tribus israelitas.
A David sucedió, en el 970, Salomón, quien organiza
el reino de Israel, pacta alianzas con Egipto y con Tiro
y construye el Templo de Jerusalén.
Poco después de su muerte, bajo el reinado de Ro-
boam, en 930, estalla entre las tribus una disensión que
las llevó al cisma: diez tribus (las del norte) se sepa-
ran de Judá y de Benjamín, para constituirse en reino
independiente, el reino de Israel. Este reino del norte
durará unos dos siglos; su capital, Samaría, será con-
quistada por Sargón II, rey de Asiría, en 722.
— 47 —
El otro reino, el de Judá, escapó a esta catástrofe, y
continuó existiendo en la forma de un estado tampón,
entre los dos grandes rivales: Egipto y Asiria (la que
luego será absorbida por Babilonia).
El rey Josías emprendió, en 622, una amplia refor-
ma religiosa y social, cuyos efectos fueron de corta du-
ración. El reino de Judá declinó lentamente hasta la
expedición de Nabucodonosor, que se tomó a Jerusalén
en 598.
El conquistador transformó a la Judea en estado va-
sallo, deportó a una parte de la población y estableció
en ella un virrey: Sedecías. Mas, habiéndose éste rebe-
lado, Nabucodonosor asaltó a Jerusalén por segunda vez
y le prendió fuego en 589. Esta vez fue deportada a Ba-
bilonia la casi totalidad de la población, mientras que un
gobierno caldeo administró el país conquistado.
El destierro de los israelitas duró hasta que Ciro,
rey de los medos y los persas, —que se había apoderado
de Babilonia en 538— autorizó, el mismo año, el regreso
de los deportados, bajo la dirección de Zorobabel.
En adelante, los israelitas, privados de sus reyes,
trataron de organizarse como una comunidad religiosa.
En 331, Palestina fue conquistada por Alejandro Magno.
A- partir de 323, la Judea pasó sucesivamente a la
dominación de la dinastía de los Generales de Alejandro,
que se habían repartido su imperio. Más tarde, entre 175
y 163 antes de nuestra era, los judíos pasaron por un
período en extremo penoso, de servidumbre y de perse-
cución de parte del rey de Siria, Antíoco Epifanes. Fue
la época de la revuelta y de la guerra santa de libera-
ción, emprendida por Judas Macabeo.
La Judea disfrutó entonces de unos cien años de in-
dependencia. Estuvo gobernada por un príncipe de la fa-
milia de los Asmoneos, descendientes de los Macabeos.
En el año 63 A. C., Pompeyo el Grande, a la cabe-
za de las legiones romanas, invadió la Palestina, la que
fue convertida en provincia romana. Poco más tarde,
César la dividió en cuatro partes, administrada cada una
por un tetrarca. Puso al frente de la Galilea a un prín-
cipe judío llamado Herodes.
En el año 7 de nuestra era, el gobierno de Judea fue
— 48 —
concedido a un procurador romano. Pero ya se esboza
un nuevo movimiento de independencia, que provocó fi-
nalmente la represión romana, una guerra civil y el úl-
timo sitio de Jerusalén, que fue tomada por el Empera-
dor romano Tito, en el año 70 de nuestra era. Con esto
termina la historia de los antiguos israelitas.
Fue alrededor del año 5 antes de nuestra era, cuan-
do Jesús nació en Belén, siendo Augusto Emperador de
Roma. Jesús murió en la cruz probablemente en el año
30. El Apóstol San Pablo se convirtió probablemente en
el 36. San Pedro sufrió el martirio en Roma el 64, San
Pablo en el 68; el Apóstol San Juan murió en Asia por
el año 100.
PAUL PESSELECQ.
- 49 -
CUADRO DE LA HISTORIA BIBLICA
Fecha de la
Composición de los
Plan de la Fecha de los Libros Libros, según las
Historia Bíblica aconteci- correspon- hipótesis de los
mientos dientes actuales sabios.
Preámbulo:
Necesidad del Cristo
Creación El Génesis
Pecado original
Decadencia
Fondo antiguo:
Conquista de la Tierra Josué siglo X
Prometida. Siglo XIII Adiciones secunda-
rias: sielo V
Fondo antiguo:
2) Formación del pueblo de 1150 Jueces
a 1035 sisrlo X
escogido.
Adiciones secunda-
rias: siglo VII
Rut
I - I I de Sa- Siglo V
muel Fuentes contempo-
I - I I de los ráneas o muy
a) por la doctrina: Reyes próximas a los
Los Profetas Del siglo IX hechos.
al siglo V I - I I de las
Crónicas Fuentes:
Amos, Oseas, Libros históricos
Isaías, Mi- anteriores; re-
queas dacción fin del
Jeremías, siglo IV,
Fecha de la
Composición de los
Plan de la Fecha de los Libros Libros, según las
Historia Bíblica aconteci- correspon- hipótesis de los
mientos dientes actuales sabios.
Nahúm
Habacuc
Sofonías
Ezequiel
Conclusión de la
b) por el sufrimiento 597-538 Los Salmos compilación des-
El Destierro pués del Destierro.
— 55 —
b ) Promueve fiestas, jornadas, triduos y semanas bíblicas
en honor de Jesús Maestro; tanto en las Parroquias como en
las Diócesis, en los Institutos y Asociaciones; con especiales
conferencias, predicaciones y recepción de los santos Sacra-
mentos; con difusión capilar del Libro Sagrado; con bendi-
ción solemne del Santísimo Sacramento y al texto del Evan-
gelio. Entre otras cosas promoverá, donde ello fuere posible,
la iniciativa de entregar el Evangelio en una Ceremonia so-
lemne.
c) Fomenta la exposición del Texto Sagrado en lugar de
honor en las iglesias, en las familias, los institutos, las es-
cuelas, las asociaciones.
d ) Fomenta en todas partes un más amplio conocimien-
to de la Biblia, ya sea mediante cursos bíblicos por corres-
pondencia, ya con triduos y semanas para clases cultas, ya
con publicaciones varias referentes a la Biblia, etc.
e) Procura que todos los Socios tengan y lean la Biblia,
o al menos el Evangelio, y que se funden Grupos para la lec-
tura común del Evangelio.
6.— La Asociación se rige por un Presidente, que de
jure es el Superior General de la Pía Sociedad de San Pablo
o un Delegado suyo; por un Consejo de cuatro miembros,
de los cuales dos son elegidos de común acuerdo por el Su-
perior General de la Pía Sociedad de San Pablo y la Supe-
riora General de la Pía Sociedad Hijas de San Pablo, y dos
son propuestos por el "Centro de Preservación de la Fe" y
nombrados por el mismo Presidente.
7.— Dependientes de la Dirección General, existen Cen-
tros Nacionales, Diocesanos y Parroquiales. Los primeros se
constituyen bajo la Conferencia Nacional del Episcopado (ex-
cepción hecha en Italia); los Diocesanos, bajo el Ordinario
Diocesano; los Parroquiales, bajo el Párroco.
- 56 -
y el ejemplo se obligan a celar el conocimiento, la difusión
y la lectura del Sagrado Texto.
Sostenedores, los que procuran medios y organizaciones
para la difusión de la Biblia o del Evangelio y para un más
amplio y profundo conocimiento del Texto Sagrado, como
asimismo los que contribuyen con limosnas para regalarlo a
las personas menos pudientes v en las tierras de misión.
Beneméritos, aquellos que, con diligente y amoroso cui-
dado, se obligan a profundizar la palabra de Jesús, especial-
mente si son sacerdotes, y a presentarla a los hermanos del
modo más convincente y atrayente, como primera fuente de
la doctrina, de la moral y de la liturgia de la Iglesia Católica.
9.— Las obligaciones asumidas no fuerzan bajo pena de
pecado.
10.— Los sacerdotes, cuando las leyes litúrgicas lo per-
mitan, pueden celebrar la Misa en honor de Jesús Divino
Maestro, concedida a la Pía Sociedad de San Pablo.
11.— Bajo los auspicios y la guía del "Centro de Preser-
vación de la Fe" de la Sagrada Congregación del Concilio,
cumplen el trabajo de organización, redacción y secretaría
las Hermanas Hijas de San Pablo v la Pía Sociedad de San
Pablo, de común acuerdo, a norma de sus respectivas Consti-
tuciones y según el decreto N."? 14065 del 19 de marzo de
1956, de la Sagrada Congregación de los Religiosos.
12.— Los detalles se fijan en un reglamento especial.
- 57 -
I N D I C E
¿QUE ES LA BIBLIA? 7
Cómo conocer la Biblia 8
La filiación de la Biblia 8
La Biblia y su nombre 9
Las lenguas de la Biblia 9
El país de la Biblia 10
Un libro variado y vivo 12
En resumen 14
El Mensaje de la Biblia 15
El Dios único 15
El Mesías que ha de venir 17
Asombro de los historiadores 18
La Biblia palabra de Dios 19
Bajo la inspiración de Dios 21
Una autoridad divina 22
COMO LEER LA BIBLIA 25
Las dificultades 25
¿Cómo leer la Biblia? 26
La paciencia de Dios 27
Buscad la ciencia 30
A pesar del mal 31
Distinguid los estilos 33
Penetrad todos los sentidos 35
UN ITINERARIO 37
Principiando por los Evangelios 38
De los Evangelios a los Profetas 39
De los Profetas a los libros Históricos y a la Ley 40
De los Evangelios a los libros Sapienciales y a los Salmos . . . 41
Partid desde el centro 41
Leed con fe 42
. . . Con inteligencia 43
. . . Para conocer al Cristo 44
...Leed la Biblia 44
BREVE HISTORIA DE LOS HEBREOS 46
Cuadro de la historia Bíblica *'. 50
EDICIONES PAULINAS
Presentan a sus amigos lectores la
COLECCION BIBLICA
E n su p r e p a r a c i ó n c o o p e r a r o n varios autores. R e c o r d e m o s
t a n sólo a a l g u n o s de ellos: J. G. Gourbillon, J. P i e r r o n , G.
K i t t e l H. Muñoz, H. J. Troadec, Ch. H a u r e t , P. Pesselecq, J.
Dehilly, M. Chasles, Th. G. C h i f f l o t , etc.
Pedidos a:
L I B R E R I A S A N P A B L O