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Qué es la filosofía.

Lic. Leandro E. Ruarte

Con carácter general, puede decirse que la filosofía es una rama del conocimiento
humano, que se caracteriza por estar integrada por un conjunto incorporal de ideas y
concepciones, adquirido en forma altamente ajena a la percepción por medio de los sentidos,
y que versan sobre cuestiones directamente referidas al hombre como ser, como sujeto
inteligente, como especie esencialmente social. La filosofía analiza el lugar que el hombre
ocupa en el universo y la naturaleza, los instrumentos, procesos y objetos de su pensamiento,
los valores a que debe atenerse en su relación con otros hombres y con la sociedad humana.

Es un conocimiento adquirido con un alto grado de independencia respecto de las experiencias


conocidas mediante los sentidos; porque si bien es indiscutible que en su desarrollo esas
experiencias constituyen un marco ineludible, el factor principal para la generación del
conocimiento filosófico lo constituyen los procesos mismos del pensamiento, del
razonamiento, de la reflexión crítica; y de modo muy especial, la contrastación de los
argumentos y conceptos de diverso tipo, en la procura de encontrar aquellos que resulten
como verdaderos o acertados.

La palabra filosofía está compuesta de las raíces originarias del griego antiguo phylos y sophia.
Phylos es equivalente a afinidad, amor o interés por algo; sophia tiene en el griego antiguo un
significado referido a la posesión del conocimiento de aquello más esencial e importante, a lo
que es la sabiduría que distingue al más sabio.

La definición del concepto de filosofía como “amor por la sabiduría” que suele expresarse,
debe matizarse por lo tanto en el sentido de que no se trata de un “amor” en sentido
emocional, sino de un aprecio de profundo sentido intelectual, originado en la conciencia de
que el contenido del conocimiento que se procura alcanzar es altamente valioso. No se trata
tampoco de una sabiduría caracterizada por la vastedad cuantitativa que abarque, ni
destacada por un sentido enciclopédico; sino por su rasgo cualitativo de referirse a aquellos
asuntos más trascendentales entre las cuestiones humanas.

Pero, si el contenido de los conocimientos filosóficos reviste ese carácter que lleva a colocarlo
en la cúspide del conocimiento humano, no menos importante y valorable en torno a la
filosofía es todo lo relativo a sus métodos para adquirir ese conocimiento; en cuanto ellos
consisten en emplear al máximo las capacidades intelectivas del hombre, el razonamiento y la
reflexión, y especialmente en comprender y desarrollar el mecanismo por el cual el
instrumento del razonamiento inteligente ha de conducir a conclusiones correctas, o sea la
lógica.

De esta manera, el estudio del conocimiento filosófico no solamente constituye un objetivo en


sí mismo; sino que representa asimismo un proceso de aprendizaje de la metodología del
razonamiento correcto, de los mecanismos para pensar y para llegar a conclusiones acertadas
en relación a casi todas las principales cuestiones y situaciones de la vida humana.

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Los principios del razonamiento.

La adquisición del conocimiento filosófico por medio de los procesos mismos del
pensamiento y del razonamiento, determina que se haga necesario examinar aunque sea
brevemente algunos principios que constituyen el instrumento de ese raciocinio.

Uno de los procedimientos principales del razonamiento, lo constituye la analogía; mediante la


cual se examinan dos objetos del pensamiento para evidenciar sus caracteres coincidentes,
procediendo a una comparación de la cual sea posible extraer conclusiones tanto en base a
esos factores comunes como a partir de los diferenciales. También se expresa diciendo que la
analogía permite atribuir iguales predicados a distintos objetos que tienen elementos
coincidentes que así ; lo justifican. La analogía, por definición no trata de elementos idénticos,
sino primariamente distintos, pero que tienen algunos componentes comunes o equivalentes.

Los principales principios que se aplican en relación a los procesos del razonamiento, son:

El principio de no contradicción, que se enuncia expresando que algo no puede ser y no ser al
mismo tiempo, y que es la base de la lógica de Aristóteles. También se expresa indicando que
si una proposición es verdadera, su opuesta ha de ser falsa; o que de dos proposiciones
contradictorias no pueden ser ambas verdaderas o ambas falsas.

El principio de identidad, que se refiere a la condición propia de cada objeto, y su permanencia


como igual a sí misma; y como una unidad del ser a pesar de su diversidad.

El principio de tercero excluido, que se enuncia en cuanto no existe una tercera posibilidad,
respecto de que algo sea falso o verdadero.

Las cuestiones filosóficas.

Puede decirse que, en sentido general, el objeto principal del conocimiento filosófico consiste
en inquirir la razón y el fundamento de todo aquello que se presenta como de índole esencial
para la vida humana y la naturaleza. Especialmente, implica cuestionar muchos conceptos que
se dan por sabidos, por supuestos y por verdaderos a partir de una percepción sensorial o
primaria; en una actitud que busca esclarecer si verdaderamente son como se presentan, y
cuál es el sentido de su propia existencia, en un intento de alcanzar a comprender
intelectualmente el significado más profundo de todas las cosas.

Cabe preguntarse por los motivos que impulsan al hombre a interrogarse acerca de la razón y
el fundamento primero y esencial del mundo en que vive, y de sí mismo. Platón y también
Aristóteles, postularon que ello se debe a la capacidad de asombro, de admiración y de
extrañeza que siente el hombre ante la realidad que lo rodea, y ante la conciencia de sí mismo
y de algunas circunstancias que lo afectan; que le suscitan un insaciable deseo de saber más.

También es frecuente mencionar como uno de los motivos que impulsan a filosofar, en el
sentido de buscar una comprensión íntima y convincente para uno mismo, acerca de
cuestiones que nos resultan trascendentales, el enfrentar en la vida ciertas situaciones que

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resultan claves, o situaciones límite para las facultades humanas, y que a menudo implican la
necesidad ineludible de tomar decisiones de gran importancia:

La muerte

El sufrimiento

El sentimiento de culpa

La incomunicación

La soledad

La decepción

La duda

El amor

Abocado a tratar de descubrir la razón de ser esencial de las cosas, la primera cuestión que se
suscita al pensamiento filosófico es la del hombre mismo y su realidad: qué es el hombre, cuál
es su origen, cuál la razón de su existencia como género y como individuo. Si tiene un alma y
en tal caso en qué consiste y cuáles son sus relaciones con su cuerpo; si es simple o
compuesta, si es material o inmaterial, si se extingue con la vida del cuerpo o es inmortal o por
lo menos permanece luego de la muerte corporal, cuáles son sus propiedades.

Una similar categoría de interrogantes surgen en relación al mundo en que el hombre habita:
cuál es su origen, por qué existe, en qué consiste en definitiva, es eterno o tuvo un principio y
puede tener un final, es todo él viviente o no, en qué consisten la materia y la vida, qué razón
justifica lo que se presenta al hombre como la existencia de leyes naturales y armónicas que
parecen regirlo. De todo ello emana inmediatamente la interrogante de si lo que aparece al
hombre como un orden universal y armónico, por lo menos comprensible para él en muchos
aspectos de su funcionamiento - la ciencia - obedece a algún plan general, es obra de alguna
inteligencia tan superior y poderosa como para haber sido capaz de establecer ese orden; si
esa inteligencia tiene una esencia divina o es parte de la naturaleza misma.

Frente a la indudable vastedad que la sola enunciación de estas interrogantes representa,


surge necesariamente la de si el hombre es capaz de conocer realmente toda la realidad, y de
conocerla en su verdad total; si es capaz de conocer no solamente la realidad que le circunda,
sino si es capaz de alcanzar un conocimiento verdadero de sí mismo. Qué valor de verdad
pueden esos mismos “conocimientos” que emanan de sus reflexiones filosóficas. En qué
consiste y cómo funciona su propia capacidad de razonar.

En tal sentido, puede decirse que hay dos temas que constituyen el centro de las cuestiones
filosóficas: el llamado problema del ser, y el llamado problema del conocimiento.

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El problema del ser es encarado desde el punto de vista filosófico en diversos enfoques. Puede
suscitarse, primeramente, si se trata del “ser” en un sentido existencial; en cuanto a responder
a la interrogante de qué significa el “ser”. No es ajena a esta forma de considerar este
problema la cuestión no ya filosófica sino filológica - que sobre todo se planteara en la Edad
Media - de traducir al latín los términos idiomáticos con que en el griego antiguo se expresaba
la idea de “ser”.

Para muchos filósofos antiguos, el problema del ser fue enunciado en términos de tratar de
establecer si la condición existencial solamente puede darse en relación a algo concreto; o si
cabe sostener que existe respecto de algo más general que una sustancia determinada. El otro
enfoque del problema del ser, se dirige a tratar de esclarecer las ideas en torno a la existencia
de un “ser” esencial o fundamental, un ente respecto del cual están relacionados todos los
demás objeto que “son”.

El problema del ser fue identificado por Aristóteles como un tema fundamental del
conocimiento filosófico, al punto que lo designó como “la filosofía primera”. La rama de la
filosofía que centra su objeto en el problema del ser, es la ontología.

El problema del conocimiento tiene en sentido filosófico el contenido de examinar si el


conocimiento es posible - en el sentido de si lo que se conoce por medio de los sentidos o el
raciocinio es real y verdadero - los fundamentos, y las formas del conocimiento.

En tal sentido, se hace referencia a la fenomenología del conocimiento, cuyo objeto es el


estudio descriptivo del fenómeno del conocimiento, del proceso por el cual se conoce; pero no
en un sentido material sino en sus aspectos más abstractos, tales como qué significa que algo
sea objeto de conocimiento, o ser el sujeto que accede al conocimiento y también en qué
consiste que el sujeto llegue a conocer el objeto de su conocimiento, sobre todo cuando se
trata del conocimiento de las ideas.

El tema de la posibilidad del conocimiento suscita por una parte la corriente del pensamiento
filosófico del escepticismo según la cual el verdadero conocimiento no es posible; y por otra la
corriente del pensamiento filosófico del dogmatismo para la cual el conocimiento no
solamente es posible, sino que los objetos de la realidad son conocidos tal como ellos son.

En cuanto a los fundamentos del conocimiento existe por un lado la corriente del empirismo
que sitúa esos fundamentos sea en la realidad sensible o en la realidad inteligible; y por otro
lado la corriente del racionalismo, que considera predominante la razón como fundamento del
conocimiento

Respecto de las formas del conocimiento las posiciones filosóficas se reparten en torno a
aquellas que dan predominio a la intuición y las que ponen el acento en la percepción
sensorial; así como también se hace referencia a formas del conocimiento de carácter sintético
o analítico.

El problema del conocimiento constituye el objeto de aquella rama de la filosofía que se


designa como gnoseología o epistemología.

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En base al objeto de su estudio, existen asimismo otras ramas de la filosofía, de las cuales
cabe mencionar:

La lógica, denominación que se origina en la expresión griega logos = pensamiento;


precisamente porque su objeto es el análisis de las reglas que gobiernan los propios procesos
del pensamiento humano, y determinan la verdad o inexactitud de los razonamientos. La
lógica se plantea la cuestión de si la verdad del razonamiento es alcanzable para el hombre; y
estudia las leyes que rigen los procesos del pensamiento considerados objetivamente, en sí
mismos y con prescindencia de sus contenidos concretos, así como los métodos que han de
aplicarse al razonamiento y la reflexión para lograr un sistema de raciocinio que conduzca a
resultados certeros o verdaderos.

Desarrollada a partir del estudio de los procesos del razonamiento y el cálculo matemático,
evolucionó hacia el intento de descubrir las reglas adecuadas para todo tipo de razonamiento,
siendo calificada por algunos como “el arte de pensar bien”. A partir de los desarrollos de
Aristóteles, se ha hablado de la lógica formal, enfatizando que su objeto no es el contenido
sino la forma de los pensamientos; aunque modernamente otros filósofos (Kant) han
sustentado que la forma del pensamiento está vinculada con su contenido.

Tal vez sea la lógica la rama de la filosofía que haya tenido un mayor desarrollo innovador en
los tiempos modernos; frente a otras ramas en que ya desde la antigüedad y en la Edad Media
podría decirse que casi fueron agotadas todas las variantes del posicionamiento, la
argumentación y la innovación doctrinaria. En tal sentido, sin duda la contribución más
importante al progreso del conocimiento lógico la constituye el aporte de George Boole acerca
de la llamada lógica de las proposiciones veritativas, fundamento filosófico del álgebra
booleana sobre la cual reposa la tecnología de la informática.

No debe confundirse la lógica como rama de la filosofía que apunta a obtener conocimientos
de validez universal en cuanto método de raciocinio correcto, con ciertas construcciones que
en realidad - aunque postulan lo que presentan como procesos de raciocinio - no cumplen lo
que un autor ha señalado como requisito constitutivo de todo sistema lógico, de “hacerse
cargo de sí mismo” en cuanto no procure obtener un fundamento externo a su propio sistema.

Se trata, en realidad, no de sistemas lógicos sino de verdaderas doctrinas o ideologías sobre la


lógica, de las cuales la dialéctica de Hegel, utilizada como fundamento de la doctrina del
marxismo, es la más característica. Lo propio ocurre con algunos otros desarrollos propios de
determinadas disciplinas, tales como algunos referidos a la materia jurídica y el proceso
racional de aplicación de las leyes por parte de los tribunales.

La ética, cuyo objeto es la determinación, el conocimiento, de los valores rectores de la


conducta individual, especialmente a partir de la enunciación por Aristóteles del concepto de
la virtud. La ética se ocupa del accionar humano, frente a sí mismo; examinando las cuestiones
relativas a su libertad, su albedrío, de su valoración y de las responsabilidades resultantes de
las consecuencias de la propia conducta; ya sea para sí mismo como para los otros hombres,
pero, en este último aspecto, respecto de la conciencia propia. Busca conocer, definir y
distinguir los conceptos del bien y del mal, de la virtud y del vicio, de la justicia y la injusticia, a
los efectos del comportamiento propio.

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Por lo tanto, la ética se diferencia de la moral - que no es una disciplina que integre la filosofía
- en que el examen valorativo de la conducta humana que realiza la ética es estrictamente
subjetivo, a partir del conocimiento individual de los valores y su jerarquía axiológica; en tanto
que la moral (palabra que proviene del latín mos equivalente a "costumbre"), responde a la
valoración de las conductas de otros, a partir de una determinación y jerarquización de valores
existente en el medio social.

La axiología también denominada “Teoría de los valores”, es una rama del conocimiento
filosófico, cuyo objeto no es ya conocer y definir los valores, sino efectuar una determinación
del ordenamiento jerárquico de ellos; que habilite los criterios definitorios de las decisiones
ante una situación que implica la existencia de valores en conflicto. Tiene por contenido la
evaluación reflexiva y comparativa de los objetos de valor relativos al ser humano y las
entidades sociales y políticas y organizar una escala de los valores positivos como los negativos
(o desvalores); y de ese modo establecer pautas para resolver los conflictos entre valores.

La estética cuyo problema fundamental sería el de desentrañar la naturaleza del arte en su


esencia y significación, la esencia de lo bello, el problema de definir y valorar la belleza;
aunque también existen concepciones para las que el contenido de la estética como rama de la
filosofía sería el conocimiento de las leyes de la sensibilidad, en equivalencia con el de la lógica
respecto del razonamiento.

La teodicea, cuyo contenido son interrogantes de contenido religioso: la existencia de un


orden y de fuerzas sobrenaturales, ajenas a las leyes físicas y a la voluntad humana. Analiza si
existe una voluntad suprema - que para el cristianismo es Dios, pero en otras religiones tiene
divinidades equivalentes, politeístas como en la época en que los griegos suscitaron estas
preocupaciones, o monoteístas - ordenadora del universo real; y cómo puede el hombre
conocerla, comprenderla y relacionarse con ella.

La teología, que corresponde a los desarrollos filosóficos fundados en las concepciones


religiosas; y que apuntan a establecer los conceptos que se consideran verdaderos en materia
religiosa, a partir de la aplicación del método filosófico. Tiene en común con la teodicea la
preocupación por los temas religiosos, pero la teología se dedica especialmente a dilucidar el
conocimiento religioso tenido como auténtico, y las leyes de origen divino.

Historia de la filosofía.

La filosofía, tal como la consideramos actualmente en la cultura de Occidente y de raíces


europeas, tuvo su origen en el desenvolvimiento de la civilización y la cultura de los antiguos
pueblos griegos; y sin duda constituye el componente principal del “legado griego” como
elemento permanente de la civilización, a lo largo de los siglos.

No hay duda de que, históricamente, hubo otros pueblos que con anterioridad al desarrollo de
la civilización en la antigua Grecia, alcanzaron elevados niveles de perfeccionamiento en
muchos aspectos de lo que puede considerarse parte de la civilización; sea en el dominio de
ciertas técnicas de utilidad práctica, en el conocimiento del lenguaje escrito o de los conceptos
astronómicos aplicables a la vida, en estructuras y dispositivos militares, en capacidades de

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construir ciudades y en los sistemas e instituciones políticas para regir la vida de su sociedades,
en las manifestaciones del arte, en la estructuración de una concepción religiosa, y en varios
otros.

Sin embargo, pese a lo extenso del período histórico que precediera al auge de la civilización
griega antigua, ninguna de esas civilizaciones produjo un fenómeno cultural e intelectual
equiparable o similar al desarrollo del pensamiento filosófico que tuvo lugar en aquella.

La tesitura que algunos sustentan, de que la filosofía griega tenga en definitiva un origen
oriental, no resulta convincente. No existen indicaciones de que los griegos hayan utilizado o
siquiera conocido escritos orientales antiguos, o sus traducciones. Tampoco hay en la obra de
los filósofos e historiadores griegos antiguos ninguna referencia a antecedentes orientales de
su obra. Especialmente, las ideas y los temas tratados por la filosofía griega, en su enfoque
racional, aún cuando pudieron estar presentes en otras culturas anteriores, éstas los trataban
en el plano puramente religioso y espiritual; mientras que los griegos los abordaron en un
enfoque rigurosamente racional y lógico.

Las culturas fronterizas con los griegos clásicos fueron la persa y la egipcia; que ya se
encontraban en sus períodos de decadencia o próximas a él. Los griegos utilizaron
indudablemente algunos conocimientos científicos y matemáticos orientales; como la
astronomía de los babilonios y la geometría de los egipcios. Pero emplearon esos
conocimientos - que tanto los babilonios como los egipcios habían desarrollado
exclusivamente hasta el nivel necesario para su uso práctico - como base para un análisis
racional que les permitió efectuar con ellos un cambio cualitativo. Encontraron en ellos
relaciones obtenidas pura y exclusivamente por la vía del razonamiento (como los teoremas de
Tales y de Pitágoras); pero lo más importante fue que lo hicieron movidos principalmente por
el interés en el conocimiento por sí mismo, y por el gusto derivado del propio ejercicio de las
capacidades del intelecto, y por un móvil directamente relacionado con la búsqueda de
verdades lógicamente incontestables.

Cabe afirmar, por lo tanto, que el surgimiento y desarrollo de las especulaciones filosóficas a
partir del siglo VI A.C. constituyó un verdadero punto de inflexión en el sendero del progreso
del hombre; una innovación de carácter cualitativo en la evolución de la civilización; y sin duda,
el punto de partida de un proceso de aplicación de la capacidades de la mente humana, que
está en la base misma de todas las posteriores realizaciones de la civilización occidental en el
terreno de la cultura, de la búsqueda constante de nuevo conocimientos, y del consiguiente
desarrollo y aplicación de la ciencia y de la técnica.

Entre los numerosos factores que han sido señalados como concurrentes al surgimiento de la
filosofía en la antigua Grecia, es pertinente indicar como fundamental la evolución política que
condujo al establecimiento de un modelo de sociedad y de gobierno que permitió el
surgimiento de un ámbito en el cual un gran núcleo de sus integrantes participaron de la
capacidad de influir en las decisiones colectivas; y por lo tanto, tuvieron el incentivo para
prestar atención al tipo de cuestiones que debían ser tomadas en cuenta para ello.

En realidad, la filosofía surgió en las colonias griegas de Asia Menor, donde las ciudades que se
habían desarrollado habían alcanzado un importante grado de prosperidad económica, y

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habían surgido actividades de comercio y artesanía; en tanto que si bien la organización
institucional era similar a la de las ciudades metropolitanas, funcionaban de manera mucho
más abierta. No tenían peso político en esas ciudades los ciudadanos investidos de la nobleza
terrateniente que influían de manera decisiva en las metrópolis, sino que eran los
comerciantes y artesanos los que predominaban. Al amparo de su buena posición económica,
percibieron la conveniencia de mejorar la educación de sus hijos como medio no solamente de
influir mejor en la conducción de la política, sino también de hacerlo mediante decisiones más
acertadas.

Pero, indudablemente, además del importante factor antes señalado, el surgimiento de la


filosofía fue posibilitado en la antigua Grecia por el previo desarrollo de otros conocimientos,
especialmente aquellos vinculados a las disciplinas matemáticas y sus aplicaciones.

Los griegos adoptaron buena parte de esos conocimientos de las antecedentes civilizaciones
egipcia y babilonia, en particular lo referente a la geometría y la astronomía. Pero no se
limitaron a darles aplicaciones directamente prácticas en relación a las necesidades de la
administración; sino que desarrollaron - especialmente sobre la geometría y en forma derivada
sobre el cálculo matemático abstracto - un tipo de análisis racional, que condujo a algunos de
sus más destacados geómetras a conclusiones que representaron un cambio de naturaleza
cualitativa, y que los pusieron en un camino de estudio sistemático y abstracto de exploración
del conocimiento matemático.

Eso no solamente los condujo al descubrimiento de numerosas relaciones y teoremas


novedosos; puso en evidencia la existencia de relaciones abstractas y que revelaban una
extraordinaria armonía entre ellas, así como la circunstancia de que era posible descubrirlas y
demostrarlas por medio de un puro razonamiento.

Hubo sin duda otros componentes de la cultura de los griegos, que de alguna manera
contribuyeron a preparar el camino para el desarrollo de la filosofía. Sin que sea posible
establecer en qué medida fueron consecuencia o causa de la existencia de un especial sentido
de la armonía de diversos componentes de la idiosincrasia cultural de los antiguos griegos, se
ha señalado como factores concurrentes los antecedentes que emergen de las antiguas
manifestaciones de la tradición literaria griega; tales como los poemas homéricos, en cuanto
trasuntan un gran equilibrio entre lo anecdótico y la exposición de los motivos de hechos y
conductas.

Del mismo modo, tanto la mitología religiosa como la literatura, implicaba una fuerte
presencia de cuestiones de índole ética, de referencias a las responsabilidades resultantes de
violar las limitaciones y las leyes, del sentido de justicia, y a una concepción de la existencia
humana altamente vinculada a principios de la naturaleza.

Otra observación interesante y válida que se ha hecho respecto a los fundamentos religiosos y
culturales de los antiguos griegos, es la circunstancia de que no tuvieran un libro sagrado, cuyo
contenido fuera señalado como originado en una revelación de origen divino. Mientras que
para los hebreos las leyes fueron reveladas a los hombres por Moisés, para los griegos fueron
una recopilación humana, realizada por Solón. Ello implicó la no existencia de afirmaciones
dogmáticas por lo cual, si bien el acatamiento de las tradiciones y conceptos fundamentales de

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la religión era un valor digno de respeto, al mismo tiempo tenían un amplio grado de
indeterminación que habilitaba discrepancias acerca de cuáles eran ellos.

En ese sentido, es interesante observar que la religión tuvo en la antigua Grecia características
especiales; en cuanto no existió una actividad típicamente sacerdotal; del mismo modo que la
transmisión de lo que pueda definirse como el “conocimiento religioso” estuvo a cargo
fundamentalmente de expresiones poéticas o literarias.

Al mismo tiempo, la religión del pueblo griego, siendo politeísta, se caracterizó por ser a la vez
antropomórfica y naturalista; en el sentido de que sus dioses correspondían a formas humanas
idealizadas, a la vez que cada uno de ellos representaba sea a las fuerzas de la naturaleza, sea
caracteres y actitudes humanas: Zeus era el dios del rayo y el trueno, a la vez que
personificaba la Justicia; Afrodita era el amor; Poseidón el dios de las tempestades del mar y
también la cólera; Palas Atenea la inteligencia a la vez que la luz. Todos ellos, intervenían en
una mitología que los presentaba formando parte de relaciones que manifestaban
continuamente comportamientos absolutamente idénticos a los de los humanos, que ejercían
sus mismas facultades y que además ponían en cuestión los mismos valores.

Suele atribuirse a Pitágoras haber sido el creador del nombre “filosofía”. Para los griegos
antiguos, la “sophia” era la posesión de una sabiduría certera y total de la verdad; que era
privilegio de los dioses y respecto de la cual los hombres solamente podían acceder a una
tendencia, desplegar un ansia de tratar de aproximarse al máximo a la verdad, un objetivo
permanentemente perseguido, pero nunca plenamente satisfecho: la “phylós”.

También se considera que la filosofía surgió en Mileto, la colonia griega de Asia Menor; y que
Thales, el autor del célebre teorema, haya sido el primer filósofo; que aportó a la nueva
disciplina la aplicación del método de análisis racional propio de las matemáticas y la
geometría, al estudio de las preocupaciones acerca del hombre.

Desde sus principios, se identificaron en la filosofía tres componentes fundamentales:

Un contenido, consistente en la explicación de todas las cosas y de toda la realidad; pero no en


un sentido cuantitativo como hacen otras disciplinas en cuanto explican una parte de la
realidad o un grupo de fenómenos y sus interrelaciones causales, en la forma en que lo hacen
la física o la geografía, sino como el conjunto de su ser.

Un método caracterizado por la admisión como único procedimiento válido de adquirir


conocimiento el recurso a la razón, al análisis lógico que, más allá de la constatación de los
datos de hecho, conduzca a través de la razón al encuentro de las causas de toda la realidad.
Esto diferencia a la filosofía de la religión o del arte, en cuanto en estas últimas el
conocimiento se adquiere a través de la fé o de la impresión estética, pero no del logos: el
conocimiento que emana de la inteligencia.

Un objetivo que estaba constituido por el propósito de conocer la verdad sin ninguna finalidad
interesada; lo que Aristóteles expresaba señalando que la filosofía es un fin en sí misma, que
se dirige solamente a contemplar la verdad; por lo cual decía que “Todas las otras ciencias
pueden ser más necesarias, pero ninguna puede ser superior”.

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No obstante, el contenido que los griegos antiguos dieron a las reflexiones filosóficas, si bien
no estuvo originado en fines utilitarios, tuvo y tiene una importante aplicación. No solamente
por el fuerte componente ético que condujo a interpretar el significado de la vida humana en
función de un conjunto de valores que fueron jerarquizados. También, en cuanto a partir de la
reflexión de nivel filosófico, y valiéndose esencialmente de la razón como instrumento para
adquirir un nuevo conocimiento, iniciaron el estudio valorativo de las cuestiones políticas, el
reconocimiento y la discusión de los principales componentes de la vida social y de las
funciones del Estado como su organización política.

La diferencia fundamental entre lo que otros pueblos antiguos incorporaron a su cultura como
concepciones acerca de las verdades primarias y la significación del universo y lo que
realizaron los griegos mediante la filosofía; reside en que mientras aquellos se mantuvieron en
el plano de la fantasía, lo sobrenatural o lo mítico, en cambio la filosofía - fundada en el
empleo exclusivo del logos - desarrolló un conocimiento directamente aplicable a la realidad
de la vida y la sociedad humana. Por eso mismo, no solamente marcó con un sello inamovible
el desarrollo ulterior de la civilización occidental, sino que sigue teniendo una enorme vigencia.

Cabe considerar que el período clásico de la filosofía abarca el lapso transcurrido entre el Siglo
VI A.C. hasta el año 529 D.C. en que el emperador romano Justiniano ordenó clausurar todos
los centros de enseñanza no cristianos; ya que no debe olvidarse que en la antigüedad la
filosofía fue el centro mismo de la enseñanza y las escuelas de filosofía fueron, a partir de la
Academia de Platón, el medio principal de educar a los jóvenes en las cuestiones que
importaban, respecto de la cultura y también de la política.

En ese transcurso es usual distinguir los siguientes períodos:

Un primer período naturalista en el cual el contenido de las reflexiones filosóficas giró en torno
de las cuestiones o problemas de la physis y del cosmos, que transcurre entre los siglos VI y V,
A.C.

Un segundo período llamado humanista en el que al agotarse la etapa naturalista, inicialmente


los sofistas y principalmente Sócrates se dedican a la cuestión de la esencia del hombre.

Un tercer período denominado de síntesis formuladas por Platón y Aristóteles, en el Siglo VI


A.C., en el cual se reestructuran y sobre todo se exponen en forma organizada y sistémica los
problemas y las posiciones filosóficos.

Un cuarto período conformado por lo que se ha denominado la etapa helenística durante la


cual, dispersado el núcleo original de la civilización griega con las conquistas militares de
Alejandro Magno, los grandes movimientos del pensamiento filosófico de origen griego
quedan centrados en las ciudades de las costas mediterráneas.

Un quinto período del neoplatonismo pagano, en el cual, ya durante la época cristiana, el


antiguo pensamiento pagano tiene una especie de resurgimiento, con cierto carácter de
resistencia a la expansión del cristianismo, caracterizado por un gran florecimiento de escuelas
que siguen el pensamiento de Platón.

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Un sexto período de asimilación del cristianismo, en buena medida simultáneo con el antes
mencionado, que presenta el encuentro de los sistemas filosóficos griegos con su apoyo
esencialmente racional, frente a las corrientes del dogmatismo evangélico; y que constituye en
realidad el proceso de entrada al pensamiento medieval, que toma las grandes cuestiones
planteadas por la filosofía de los griegos - especialmente Aristóteles - como base para el
desarrollo de un enfoque esencialmente vinculado a la teología cristiana.

La filosofía en la vida cotidiana.

La enunciación del concepto de la filosofía, del contenido y objeto de su estudio, de su


descripción como una materia dirigida a hacer una especie de ejercicio de aplicación del
intelecto y del raciocinio en torno a algunas cuestiones que parecen tan abstractas; puede
inducir a considerar que se trata de un conjunto de desarrollos totalmente especulativos,
absolutamente ajenos a lo que pueda ser el requerimiento o tener incidencia en la vida
cotidiana, en las ocupaciones y preocupaciones diarias en la vida familiar, en las relaciones con
las demás personas y respecto de las cuestiones comunes de la vida.

Sin embargo, el conocimiento de la filosofía no se reduce al estudio de las diversas


concepciones y doctrinas estructuradas en torno a los diversos problemas inherentes a esta
materia. El estudio de la filosofía determina, por encima de todo ello, adoptar una actitud
intelectualmente inquieta ante la cantidad de cuestiones y circunstancias que dicha vida
cotidiana plantea; y en valerse del conocimiento filosófico adquirido en ese proceso
educacional, para colocarse en mejores condiciones de afrontar los problemas de esa vida
cotidiana.

El estudio sistemático del pensamiento filosófico permite adquirir el instrumento para asumir
una actitud filosófica; algo que en alguna medida moldea la propia personalidad y determina
que, al abordar las argumentaciones que se formulan respecto de esas cuestiones, cada uno se
incline (aunque sea en forma primaria) a compartir algún determinado sistema filosófico, o a
componer un propio sistema personal, con una combinación de lo que se ha estudiado con
algunos conceptos personales.

Como primer enfoque de la influencia de una propia cultura filosófica en cuanto a la vida
cotidiana de cada persona - sobre todo joven - surge la cuestión, por ejemplo, de formularse
un propio plan de vida; así como precisar el sistema de valores y de objetivos que cada uno se
propone cultivar y perseguir a lo largo de su vida personal.

Dependiendo de los acontecimientos que sobrevienen a cada persona en su vida familiar,


cultural y profesional, económica y de relación, habrán de suscitarse diversas situaciones
cotidianas con variable grado de intensidad, que serán propicias a la aplicación de una actitud
filosófica; es decir, de un análisis objetivo, sereno, racional, que busque un equilibrio de
argumentos lógicos y que permita determinar una forma de razonar y de actuar.

De tal manera, en la vida cotidiana, seguramente ocurrirán muchas situaciones en que


“filosofar” habrá de constituir una actitud apreciable; especialmente aquellas que se pueda
considerar que resulten ser situaciones límite en el plano personal. Como ejemplo, se puede

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mencionar situaciones referidas a crisis en la vida familiar (como el fallecimiento de un ser
querido); o aquellos momentos en los que sea preciso tomar decisiones que significarán definir
un rumbo, posiblemente para toda la vida, como elegir una profesión, constituir una familia,
aceptar un empleo a largo plazo en el exterior, etc.

La reflexión a que esto induce, es que el conocimiento filosófico es un instrumento esencial en


la vida cotidiana, para desenvolverse en ella de la mejor manera, acostumbrarse a reflexionar
detenidamente, y a no obrar en forma precipitada antes de adoptar decisiones importantes en
la vida, o de adoptar actitudes, consumar hechos o asumir conductas cuyas consecuencias
deben medirse, meditarse y ponderarse cuidadosamente. Y también para proveerse de la
fuerza espiritual necesaria para sobrellevar las circunstancias negativas o dolorosas que
necesariamente se deberá enfrentar alguna vez.

En la vida social, y en las actividades que ella requiere del individuo, especialmente en cuanto
participante de las actividades propias del ciudadano como agente político en la democracia,
es muy grande la importancia de disponer de un cierto nivel de conocimiento filosófico; sobre
todo, en cuanto ello conduce a tener una actitud atenta y reflexiva, especialmente dirigida a
advertir que los temas importantes siempre son complejos y que no pueden simplificarse
ocultando o ignorando parte de sus componentes, ni examinarse exclusivamente desde un
enfoque personalmente interesado, que es lo característico de la demagogia.

En ese orden de cosas, la filosofía es un instrumento que permite reconocer los factores de las
relaciones humanas que muchas veces no se hacen ostensibles; que suelen estar presentes en
las actitudes o en las expresiones como resultantes de un obrar inconsciente, pero que en gran
medida determinan la calificación y los presupuestos de estas conductas y expresiones.

Ocurre, de tal manera, que el conocimiento filosófico es un valioso instrumento crítico de los
prejuicios y dogmatismos - considerando tales aquellos conceptos que no resultan objetiva y
racionalmente justificados - que influyen en la actividad de las personas, los grupos de
intereses y especialmente en la estructura de las ideologías.

La filosofía puede considerarse como el conjunto de ideas, imágenes y valoraciones que utiliza
una sociedad determinada para conocer e interpretar su propia realidad y para tratar de
alcanzar ese conocimiento en una forma objetiva.

En cambio, toda ideología constituye una visión idealizada e interesada de la realidad; y


responde a las concepciones subjetivas de un determinado grupo de personas, que en
definitiva pretenden transformar la sociedad en una forma voluntarista, apartándose de su
conformación espontánea resultante de su funcionamiento natural, y hacerlo en definitiva en
beneficio de sus propias conveniencias. Y esto es así a pesar de que es frecuente que quienes
actúan de esa manera pretendan negar que profesan una ideología.

La filosofía es lo contrario del voluntarismo ideológico, no pretende transformar la realidad


sino alcanzar a conocer cómo ella verdaderamente es, y comprender las razones por las cuales
es así.

La cultura filosófica permite reconocer esas razones profundas, esa armonía esencial de la
realidad, tanto en el orden del hombre individual como en el de su relacionamiento con los

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demás a través de la vida social, económica o política, pero que a menudo es negada en una
forma que permanece implícita; especialmente en lo que en la vida cotidiana de la actualidad
son los innumerables mensajes que las personas reciben y que, más que por sus contenidos
ostensibles, importan porque apuntan a implantarles en forma no consciente, esos
presupuestos de índole ideológica.

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