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Pese a lo señalado en estudios clásicos (E.Bleuler, 1991; M.Bleuler, 1997; Nannarello, 1953;
Peralta, Cuesta & de Leon, 1991) y más actuales de las neurociencias y de la genética (Weinberger,
2004), no existe evidencia empírica de que todos los esquizoides estén en riesgo de patología
psicótica. Parte de su rareza deriva de ser una población minoritaria. Según el concepto
psicoanalítico de la personalidad esquizoide (concepto Jungiano, introvertido- intuitivo-
sentimental- juzgador), constituyen sólo el 1% del total de la población sobre la que se han hecho
estudios de la personalidad.
A pesar a los cambios que se introdujeron en DSM-III (1980), muchos profesionales continúan
considerando los diagnósticos de esquizoide, esquizotípico y trastornos evitativos de la
personalidad como versiones no-psicóticas del carácter esquizoide. El diagnóstico de
esquizofrenia, desorden esquizofreniforme y trastorno esquizoafectivo son considerados niveles
psicóticos del funcionamiento esquizoide.
Es característica la excitabilidad infantil a estímulos externos, incluso a los estímulos del cuidador,
del que se alejan como si hubiera invadido su área de confort y seguridad (Brazelton, 1982; Kagan,
1994). Hiperpermeables a todo lo externo, se sospechará el posible desarrollo de personalidad
esquizoide en bebés con un “pobre ajuste” entre ellos y sus cuidadores. (Escalona, 1968).
El conflicto principal en los esquizoides está relacionado con la cercanía que desean, y la distancia
a la que se sitúan por miedo inconsciente a ser devorados por los otros. Su vida relacional es una
sucesión de tiempos de conexión, seguida de otros más largos de retiro debido a la profunda
ambivalencia, amor y temor, sobre el apego. Aunque se reafirman en su seguridad al aislarse, se
quedan solos y alienados. Es lo que Guntrip (1952), llamó el dilema relacional “dentro y fuera”.
Respecto a la sexualidad buscan objetos sexuales inalcanzables, mientras que sienten indiferencia
hacia los disponibles, pues a mayor proximidad, más preocupación porque sexo signifique
implicación emocional. Esta es la razón de que, pese a ser funcionales y orgásmicos, se muestren
apáticos.
Para la teoría de las relaciones objetales, la problemática de la fijación-regresión explicaría el
origen de la dinámica esquizoide. Melanie Klein (1946) relacionó los mecanismos esquizoides con
la posición esquizoparanoide infantil previa a la individualización. Otros analistas explican las
dinámicas esquizoides relacionándolas con regresiones a experiencias neonatales (Fairbairn, 1941;
Guntrip, 1971), esencialmente “prementalización” (Giovacchini, 1979), o cuando el niño emerge
de la simbiosis (Horner, 1979).
Pero es el paradigma del apego evitativo, una de las modalidades de apego inseguro, lo que aporta
hoy en día un modelo conceptual explicativo (Wallin, 2007). Son bebés “evitadores” o
“despreciativos” en la situación extraña, indiferentes a la presencia de la madre y que pese a la
apariencia de confort, presentan alteraciones fisiológicas que delatan su estrés relacional
(elevación de las pulsaciones o de los niveles de cortisol, Spangler& Grossmann; Sroufe&Waters).
Main y Weston describieron a las madres de estos niños evitadores, como bruscas, inexpresivas y
con aversión al contacto físico. Ainsworth destaca el rechazo materno a la normal dependencia
con el bebé, y Grossmann & Grossmann (1991) su falta de respuesta a estados emocionales como
la tristeza. Las modalidades de apego con negligencia parental pueden generar autosuficiencia
defensiva en el niño, querrá entonces apartarse, evitar el contacto y depositará su confianza solo
en el mundo interno para la estimulación.
Pero la personalidad esquizoide también pondría estar condicionada por una crianza
sobreprotectora y normativa, con figuras de apego asfixiantes que impulsan igualmente al
aislamiento (Winnicott, 1965). Un prototipo de familia comúnmente asociada al paciente varón
esquizoide es el de una madre seductora, transgresora de límites y un padre impaciente y crítico.
Es más frecuente el varón esquizoide, lo que podría relacionarse con la mayor frecuencia de
figuras de apego femeninas .La experiencia clínica evidencia que las chicas, identificadas con las
cuidadoras, son propensas a los desordenes caracterizados por exceso de apego (depresión,
masoquismo, personalidad dependiente), mientras que los varones padecerían mas
frecuentemente patologías por defecto de apego (psicopatía, sadismo, condiciones esquizoides).
McWilliams nos muestra un ejemplo de las vivencias internas de un paciente en este sentido:
“En una comunicación real, un músico talentoso una vez me dijo, con la característica capacidad
figurativa esquizoide, que la vida era en color hasta la muerte de su padre (a los 9 años), tras eso
siempre fue en blanco y negro”.
El self esquizoide
Con su temor inconsciente a ser psicológicamente absorbidos, sienten una tremenda aversión a
ser definidos. Amantes de la distancia, el conflicto gira entre la necesidad de vínculos y la
necesidad de independencia para la definición del self (Blatt, 2008). Paradójicamente, tienden a
atraer y a sentirse atraídos por personas expresivas, sociables como las personalidades histéricas,
quizás por la envidia y por la irresistible atracción por lo opuesto de la condición humana, como
explica McWilliams.
Un psicoanalista, Allen Wheelis (1956), escribió un ensayo sobre lo atractivo que resulta el trabajo
de analista, y sobre los riesgos también, para una personalidad esquizoide, un trabajo en conflicto
con la distancia y la cercanía, y que requiere de una exquisita sensibilidad a disposición del
paciente.
Según McWilliams, el actual entusiasmo de la psiquiatría por las explicaciones sobre los estados
esquizoides, podría estar en continuum con la fascinación que siempre ha provocado el mundo
interno de estos pacientes enigmáticos, con el consiguiente riesgo de teorizar o explorar desde la
curiosidad y no para entender su subjetividad con rigurosidad. Son personas, no fenómenos a
describir.
Se les puede percibir como débiles e indefensos, generando esta percepción una fantasía en el
terapeuta de omnipotencia, de vínculo único con el paciente que lo protege del exterior. Se
reproduce así la actitud de un padre sobreprotector que imagina grandezas para su hijo especial
.Las peculiaridades de la transferencia-contratransferencia deben mantener al clínico muy atento
a todo esto, a no distanciarse con una posición de mero observador , y a no incitar al paciente a
una apertura prematura.
E. Hammer (1968) comenta la efectividad de un gesto tan sencillo como alejar discretamente la
silla del paciente, para dar un mensaje no verbal reasegurando que el terapeuta no se
entrometerá, tomará el control o agobiará. Alertó con poner a prueba, investigar o tratar al
paciente de manera que pueda pensar que es solo un “caso”.
Un paciente esquizoide puede mantener su autoestima a pesar de las limitaciones del otro, incluso
cuando no son comprendidos .Serán funciones del terapeuta transmitir reafirmación de la riqueza
interior como talento en lugar de tomarla como patología, que el mundo interno tiene sentido, y
hacerles vivir la experiencia de sentirse aceptado. Un buen recurso técnico es hacer uso de
temáticas literarias o artísticas para trabajar sobre el autoconocimiento y la comprensión.
“Cuando había silencios demasiado largos en los que no encontraba que decir o como comunicar
mis sentimientos relativos a mi propia historia vital, afortunadamente mi analista no me
abandonó. A veces me ofreció “lecturas para dormir” (A Robbin nunca le leyeron siendo un niño)
en forma de recitar obras de teatro, literatura, y películas que tenían alguna relevancia en las
imágenes y temores difusos que le presentaba en mi terapia. Mi curiosidad creció en torno a las
referencias, y me propuse leer el material. Escritos de Ibsen, Dostoyevsky, y Kafka llegaron a ser
fuentes importantes de material simbólico que parecieron clarificar y devolver imágenes de mis
experiencias interiores. La literatura, y más tarde el arte, parecieron dar forma simbólica a lo que
yo estaba intentando expresar. Y lo más importante, este material me proporcionó una manera
excelente de sentirme conectado emocionalmente con mi analista.”
La necesidad de relaciones reales de la personalidad esquizoide, con ese radar para la falsedad,
con tantas relaciones “como si”, requiere de un estilo terapéutico responsable junto con una
activa participación del terapeuta como persona. La autenticidad es importante con todos los
pacientes, pero para aquellos con personalidad esquizoide, es absolutamente fundamental.
Diagnóstico diferencial
Son pacientes con los que se puede trabajar bien. Es cierto que suelen suscitar admiración por su
originalidad, pero acuden a terapia como cualquier otro paciente en busca de ayuda por un
problema concreto; serio un error redirigir el trabajo en otras direcciones como su excentricidad.
Personalidad esquizoide vs personalidades obsesivas y compulsivas. El aislamiento y la rumiación
continua sobre contenidos de la fantasía, ciertas rarezas de comportamiento que pueden parecer
compulsivas, así como rituales que les protegen de intrusiones molestas, puede poner difícil el
diagnostico diferencial con pacientes obsesivo-compulsivos, especialmente en el rango borderline-
a-psicótico. Ahora bien, los individuos obsesivos están mas integrados en sus grupos de referencia,
son generalmente sociables, están preocupados por lo apropiado y el cumplimiento de la norma, y
por la aprobación externa. Un individuo esquizoide carece de interés por estos convencionalismos.
Respecto a la afectividad, los pacientes con personalidades obsesivo-compulsivas niegan o aíslan
sus sentimientos, mientras que los individuos esquizoides si los identifican internamente.