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ESCUELA DE HUMANIDADES
FUNDAMENTOS DE PSICOPATOLOGÍA
AUTORES
PROFESOR
“la mayoría de los estados de posesión en el mundo son normales, por lo general forman
parte de la práctica espiritual y no cumplen con los criterios para el trastorno de identidad
disociativo. Las identidades que surgen durante la posesión en forma de trastorno de
identidad disociativo se presentan de forma recurrente, son no deseadas e involuntarias,
causan un malestar clínicamente significativo [...] y no son una parte usual de una práctica
cultural o religiosa ampliamente aceptada” (p.293-294)
Los individuos con este trastorno suelen presentan otras enfermedades como ansiedad,
depresión, abuso de sustancias, autolesiones, convulsiones no epilépticas y otros síntomas
comunes. También se presentan diferentes tipos de maltrato interpersonal en la infancia y
en la edad adulta y otros acontecimientos abrumadores como procedimientos médicos
dolorosos y largos. Además, la automutilación y el comportamiento suicida son frecuentes.
Según un pequeño estudio comunitario realizado con adultos de Estados Unidos, la
prevalencia en 12 meses del trastorno de identidad disociativo fue del 1,5% (1.6% para los
varones y 1,4% para las mujeres). Las mujeres con este trastorno predominan en la práctica
clínica adulta, pero no en la infantil, y se presentan con mayor frecuencia con estados
disociativos agudos. Los varones suelen mostrar comportamientos más criminales y los
desencadenantes de los estados agudos suelen ser las guerras, las condiciones carcelarias
y las agresiones físicas o sexuales.
El trastorno completo se puede manifestar por primera vez casi a cualquier edad. Sin
embargo, en los niños no es común el cambio de identidad, aunque sí las interferencias
entre los estados mentales. En la adolescencia, los cambios repentinos de identidad se
pueden deber a crisis normales o a primeras etapas de otro trastorno mental, y no
necesariamente al trastorno de identidad disociativo. En las personas mayores hay
trastornos de interferencia como el obsesivo-compulsivo, de paranoia, de amnesia
disociativa, del estado de ánimo de la edad avanzada, entre otros.
Entre los factores de riesgo, que son ambientales, se encuentran el abuso físico y sexual
infantil, u otras experiencias traumáticas como procedimientos médicos y quirúrgicos de la
infancia, la guerra, la prostitución infantil y el terrorismo.
Un peor pronóstico se suele presentar cuando hay abuso continuo, retraumatización
posterior, una enfermedad médica grave, comorbilidad con otras enfermedades mentales y
demora en el tratamiento.
El riesgo de suicidio es de más del 70% en los pacientes regulares o ambulatorios, con
múltiples intentos y conductas autolesivas.
Los síntomas de los individuos con un funcionamiento más alto pueden perjudicar sus
campos personas más que los laborales. Con un tratamiento adecuado, muchas personas
afectadas muestran una mejoría en ambos campos. Sin embargo, algunos continúan con
mucho deterioro en la mayoría de actividades de la vida, respondiendo al tratamiento muy
lentamente, reduciendo de manera global la tolerancia a los síntomas disociativos y
postraumáticos.
1.1.2. AMNESIA DISOCIATIVA – 300.12 (F44.0)
Muchas personas con este trastorno poseen una dificultad severa para formar y
mantener relaciones satisfactorias, tienen comportamientos de alto riesgo como la
automutilación y los intentos de suicidio, disfunciones sexuales y síntomas depresivos y
neurológicos funcionales como la despersonalización, los síntomas autohipnóticos y una
elevada capacidad de sufrir hipnosis.
Hay factores de riesgo ambientales tales como las experiencias traumáticas simples o
reiteradas. Existe una mayor probabilidad de que la amnesia disociativa ocurra si hay un
gran número de experiencias adversas en la infancia, particularmente de carácter físico y/o
sexual, violencia interpersonal y el aumento de la gravedad, la frecuencia y la violencia del
trauma.
● Criterios diagnósticos
Dificultad para describir síntomas, creen volverse locos, temor a daño cerebral, distorsión
de velocidad del tiempo, dificultad para recordar el pasado. Pueden sentir saturación en la
cabeza, hormigueo, sensación de desmayo. Pueden tener preocupación obsesiva,
rumiación, grados de ansiedad y depresión. Tienden a tener hiporreactividad fisiológica a
estímulos emocionales. De interés el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, el lóbulo parietal
inferior y la corteza prefrontal límbica.
● Prevalencia
● Desarrollo y curso
Edad media de inicio del trastorno a los 16 años. Aparece gradual o repentino. La
duración de los episodios puede ser breve de horas o prolongados de años. Normalmente
es crónico.
● Diagnóstico diferencial
● Comorbilidad
En esta categoría se ponen las situaciones en las que “predominan los síntomas
característicos de un trastorno disociativo […], pero que no cumplen todos los criterios de
ninguno de los trastornos de la categoría diagnóstica de los trastornos disociativos” (p.306),
especificando, por parte del clínico, el porqué de esto.
Ejemplos:
-Síndromes crónicos y recurrentes de síntomas disociativos mixtos
-Alteración de la identidad debida a persuasión coercitiva prolongada e intensa
(adoctrinamiento, tortura... = duda de identidad)
- Reacciones disociativas agudas a sucesos estresantes (por situaciones específicas, corta
duración)
- Trance disociativo (apatía intensa a estímulos externos)
Esta categoría es igual que la de ‘Otro trastorno disociativo especificado’, solo que aquí no
se da el motivo por el cual se incumple algún criterio para un trastorno disociativo específico,
“e incluye presentaciones para las que no existe información suficiente para hacer un
diagnóstico más específico (p. ej., en servicios de urgencias)” (p.307).
Todos los trastornos de esta categoría comparten la importancia de los síntomas somáticos
asociados con un malestar y deterioro significativo. Se pensó en la utilidad a médicos
clínicos no psiquiatras ya que llegan más pacientes de este tipo a ellos (acortaron y
simplificaron). El diagnóstico resalta síntomas positivos y signos (Síntomas somáticos,
sentimientos, pensamientos anormales a ellos) más que en la ausencia de explicación
médica. Tienen como característica distintiva la forma de presentar los síntomas, es decir
los componentes afectivos, cognitivos y conductuales se tienen en cuenta. Se centran en
síntomas sin explicación médica, esto refuerza dualismo mente-cuerpo. Se trata de romper
con el pensamiento de que porque no hay explicación no son reales o ya hay un trastorno
mental.
● Criterios diagnósticos
Presenta uno o más síntomas somáticos que causan malestar o generan problemas
significativos en la vida diaria. Pensamientos persistentes sobre la gravedad de los
síntomas y/o alta ansiedad sobre la salud y/o mucho tiempo y energía dedicados al
problema. El estado sintomático es persistente. Se debe especificar si hay dolor, si es
persistente y su gravedad (leve, moderado o grave).
● Características diagnósticas
Los síntomas pueden ser específicos o no. Los síntomas somáticos sin explicación
médica evidente no son suficientes para hacer un diagnóstico, el sufrimiento es auténtico
así haya explicación o no. Con frecuencia van junto a una enfermedad médica. Cuando lo
síntomas son graves pueden dominar la identidad del individuo y sus relaciones
dependiendo de su significado, normalmente generan gran malestar y baja calidad de vida
mental y física. Van mucho donde el médico y esto no los calma. Algunos son muy
sensibles a los efectos de los medicamentos y siente que su tratamiento no es suficiente
yendo donde varios médicos.
● Prevalencia
● Diagnóstico diferencial
● Comorbilidad
Las personas con trastorno de ansiedad por enfermedad tienden a utilizar en mayor
medida los servicios médicos y diagnósticos, buscando de esa forma asegurarse de no
tener ninguna enfermedad que ponga en riesgo su vida. Los resultados de los exámenes no
se equivocan, y dejan en manifiesto la ausencia de enfermedad; pero, eso no es motivo
suficiente para calmar la ansiedad. Por eso, estas personas buscan la ayuda de médicos
distintos y hospitales distintos, recibiendo, por lo general, las mismas respuestas: no existen
razones para estar preocupado. En algunas ocasiones, las personas con trastorno de
ansiedad por enfermedad pueden sentir que no están siendo tomadas en serio; en efecto,
puede ocurrir que algunos médicos respondan de manera despectiva o con frustración a las
demandas de este tipo de pacientes.
No está claro aún el desarrollo y curso de este trastorno. Las investigaciones indican que
se trata de una afección crónica que es más propensa en las personas de edades entre los
veinte y cuarenta años. Es poco frecuente en niños. La ansiedad característica de este
trastorno parece acrecentarse a medida que la edad aumenta.
Entre los factores de riesgo que predisponen a desarrollar la afección se cuentan los de
tipo ambiental, como lo son situaciones estresantes o que representen una amenaza seria
para la vida del individuo. Enfermedades graves en la infancia o abusos pueden ser el
origen de una propensión a desarrollar el trastorno en la adultez. Cabe resaltar que más de
la mitad de los casos del trastorno de ansiedad por enfermedad son transitorios. Surge
como consecuencia de una situación crítica y desaparece luego en el tiempo. Es necesario
ser precavidos a la hora de diagnosticar este trastorno en personas que provengan de
culturas distintas, puesto que las ideas sobre la enfermedad y la salud varían respecto al
lugar de nacimiento. Una concepción particular sobre la enfermedad puede ser una variable
a considerar a la hora de dar un diagnóstico.
1
“Nota de codificación: el código CIE-9-MC para el trastorno de conversión es 300.11, el cual se
asigna con independencia del tipo de síntoma. El código CIE-10-MC depende del tipo de síntoma” (p.
318)
El inicio del trastorno suele estar asociado a un momento de estrés o trauma, aunque no
necesariamente ocurre así en todos los casos.
Debe tenerse en cuenta que en algunos rituales aceptados culturalmente pueden darse
manifestaciones similares a los síntomas del trastorno de conversión. Cuando este sea el
caso, se excluye el diagnóstico y se acepta que las causas obedecen a motivos culturales.
La prevalencia del trastorno es más común en mujeres que en hombres.
Las consecuencias del trastorno de conversión son similares a las de enfermedades con
síntomas equivalentes. Por ejemplo, pueden darse similares consecuencias sociales o
laborales cuando se trata de una convulsión, sea ésta causada por una condición genética o
por un trastorno de conversión.
Si otro trastorno mental puede explicar mejor los síntomas, se debe realizar ese
diagnóstico. Sin embargo, el diagnóstico de trastorno de conversión se puede hacer en la
presencia de otro trastorno mental (p.321). Entre los otros trastornos que permiten hacer
esa diferenciación se cuentan: Enfermedades neurológicas, Trastorno facticio y simulación,
Trastornos depresivos y Trastorno de pánico.
Los trastornos de ansiedad, especialmente el trastorno de pánico y los trastornos
depresivos, habitualmente aparecen de forma conjunta con el trastorno de conversión. El
trastorno de conversión es propenso a presentarse con otros cuadros patológicos, sean de
orden físico o psíquico.
La psicología humanista considera al sujeto como un todo, o bien, como una gestalt,
incluyendo en los casos de psicopatología. Por lo tanto, el tratamiento de la psicopatología
involucra todos los factores que conforman la vida de una persona, teniendo en cuenta que
el todo es superior a la suma de sus partes. El enfoque humanista busca dignificar al ser
humano, entendiéndolo como único e irrepetible. Eso implica un cambio de trato respecto a
las enfermedades mentales; las personas dejan de ser solamente la etiqueta de una
enfermedad, y son entendidas como un sujeto singular que sufre y debe ser comprendido
desde su visión particular de la existencia. Desde esta perspectiva, el sujeto es enteramente
responsable de sus actos y consecuencias, incluido su malestar. Quiere decir también que
la reposición de su salud mental es responsabilidad suya, teniendo como ayuda la
compañía del terapeuta. De lo anterior se puede deducir una idea muy interesante: si el
sujeto no quiere aliviar su malestar, los empeños terapéuticos serán estériles; el terapeuta
acompaña el sufrimiento, pero no tiene el poder de remediarlo de forma mágica. Aunque,
esto no es exclusivo de la psicología humanista, y es algo sabido por las distintas corrientes
psicológicas. Esta perspectiva trabaja en conjunto con los avances en psiquiatría sobre
enfermedades mentales, y conecta ese saber con la comprensión existencial e individual de
un sujeto. Según Martínez (2015): “El humanismo propone una línea de tratamiento integral
basada en la interconexión de la comprensión psicofisiológica psiquiátrica del trastorno y la
comprensión de la persona en su realidad vivida con dicho trastorno”.
Somatomorfes
Disociativos
3. ARTÍCULOS CIENTÍFICOS
Jay L., Steven, Lilienfeld, Scott O., Merckelbach, Harald et al. (2012). Dissociation
and Dissociative Disorders: Challenging Conventional Wisdom. Revista
Association for Psychological Science, vol. 2(1), pp. 48-53. Recuperado el
24 de abril de 2018 de http://journals.sagepub.com/.
Velasco, Sara, Ruiz, Mª Teresa, & Álvarez-Dardet, Carlos. (2006). Modelos de atención a
los síntomas somáticos sin causa orgánica: De los trastornos fisiopatológicos al
malestar de las mujeres. Revista Española de Salud Pública, 80(4), 317-333.
Recuperado el 24 de abril de 2018, de http://scielo.isciii.es/.