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Límites penales de la libertad de expresión

La libertad de expresión es un derecho incómodo para un gobierno corrupto y por lo tanto,

es uno que se debe proteger en todo momento.

Con los casos de corrupción que están dirimiéndose en los tribunales, hay muchas

discusiones en el ambiente sobre algunos derechos fundamentales, principalmente la

presunción de inocencia y la libertad de expresión. Discutir sobre la importancia o

pertinencia de estos derechos es una perogrullada en una sociedad occidental, como la

guatemalteca, en donde la mayoría de las personas acepta y vive bajo ciertos valores

considerados universales. Sin embargo, al parecer existen algunas confusiones sobre cuáles

son los límites que tienen estos derechos porque, guste o no, ningún derecho es absoluto.

El tema de los límites a la libertad de expresión ha sido esgrimido por algunos de los

acusados y sus allegados, como una forma de intentar que la prensa reduzca su cobertura de

los detalles y nombres que salen a luz en las audiencias públicas y las conferencias de

prensa del Ministerio Público por los casos de corrupción que están saliendo a luz desde el

2015. Si en algo tienen razón los acusados, es que la libertad de expresión tiene límites y

estos límites están establecidos en la Constitución Política de la República, en la Ley de

Emisión del Pensamiento (Decreto número 9), en el Código Penal y en tratados

internacionales como la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

El elemento más importante que comparte la legislación sobre el tema, es que el ejercicio

del derecho a la expresión no puede estar sujeto a censuras previas sino a responsabilidades

ulteriores.
En el caso de Guatemala, cualquier persona que, haciendo uso de su derecho a expresarse,

falte el respeto a la vida privada o a la moral, será sancionada de acuerdo a lo expresado en

la ley y los agraviados tendrán el derecho a publicaciones de sus defensas o rectificaciones.

Dicho esto, debemos tener cuidado al momento de pedirle a la prensa que se censure o,

peor aún, sugerir la creación de instituciones de control y monitoreo de medios de

comunicación. La libertad de expresión es un derecho incómodo para un gobierno corrupto

y por lo tanto, es uno que debemos proteger en todo momento, afrontando de forma

responsable las consecuencias. Países como Guatemala pecan de exceso de legislación

respecto a la libertad de expresión; además, es y ha sido peligroso ejercer el periodismo en

el país, por lo que no es conveniente limitarla aún más.

En países como Estados Unidos el funcionario está totalmente expuesto a la crítica, tanto en

lo privado como en lo público. Es la idea abstracta de mercado la que rige el actuar de los

medios, a través del principio que afirma que el público preferirá aquellos medios que le

proporcionan información más certera y descartará los que mienten o son inexactos. Un

sistema que está lejos de ser perfecto pero que pareciera funcionar relativamente bien en el

país del norte.

La legislación guatemalteca procura la construcción de un periodismo responsable y

profesional estableciendo la idea de que existen consecuencias detrás de todo lo que se

dice. Con esto, las fuentes de financiamiento o las características de los propietarios de los

medios deberían ser irrelevantes, pues existe un acuerdo social asentado en la

responsabilidad de las acciones. Para hacerlo, es necesario un sistema de justicia que pueda
resolver de forma expedita y transparente los casos que conozca y esto, inevitablemente nos

recuerda la importancia de fortalecer a todos los elementos de la cadena de justicia.

La libertad de expresión es pieza clave del sistema democrático y un valor fundamental de

la vida en sociedad. Que la conveniencia del momento no se lleve nuestro deseo de

defender siempre y a toda costa los derechos humanos más elementales.

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