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Érase una vez un león que estaba descansando en la selva, después de un día de caza.
Era un día caluroso y solo le apetecía dormir.
Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león era tan
grande que ni si quiera se percató, pero el ratón empezó a subir por su nariz.
El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y agarró al ratón, preparándose
para comerlo.
“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y algún día seguramente te lo
pagaré”.
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. Pero fue
generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el león quedó
atrapado en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El ratón reconoció la voz y acudió
rápidamente para ayudarlo. Mordió una de las cuerdas que ataban al león y este se liberó.
Moraleja: no menosprecies lo que pueden hacer los demás. Aunque parezca lo contrario
todos te pueden ayudar.
La cigarra y la hormiga
Una cigarra cantaba y disfrutaba durante el verano. Día tras día se despertaba tarde y
sólo se dedicaba a cantar, hasta que un día algo le llamó la atención.
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta y disfruta del verano.
La pequeña hormiga sin decir más nada siguió su camino. En los siguientes días, la cigarra
seguía cantando y muchas veces componía canciones que se burlaban de su amiguita la
hormiga.
La helada era la peor de todas en muchos años, trató de abrigarse con hojas de su rama,
pero no pudo. Hambrienta buscó comida, pero no encontró nada.
Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado guardando provisiones durante
el verano y se dirigió a su hormiguero, tocó la puerta y la hormiguita salió. Entonces dijo:
-¡Pues si eso hiciste en el verano, ahora baila en el invierno!- Dijo la hormiga y cerró la
puerta.
Pedro y el lobo
Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se llevaba todo el día caminando
con sus ovejas.
Un día estaba tan aburrido que comenzó a preguntarse cómo divertirse. Entonces se le
ocurrió gastar una broma, diciendo que un lobo estaba cerca. Dijo:
Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos para ahuyentar al lobo, pero
cuando llegaron al árbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a carcajadas.
Pedro decía:
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no pasaba nada.
Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió con la misma broma:
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron malhumorados
a sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido entre los
matorrales. No le dio importancia, pero rápidamente un lobo salió empezó a perseguir a
sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atención, ya que pensaban que era otra
broma de Pedro.
El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó para comerlas con su manada.
Moraleja: no mientas, ya que puede que los demás no te crean cuando digas la verdad.
El cuervo y el zorro
Había una vez un cuervo que descansaba en un árbol, tras haber logrado robar un queso de
la ventana de una casa.
Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al cuervo y le dijo:
-¡Hola! Qué buen día hace, además tu plumaje es muy bonito. Le queda muy bien.
El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le entraron ganas de cantar para
celebrarlo, abrió el pico, pero entonces dejó caer el queso.
El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la boca antes de caer al suelo.
Moraleja: presta atención cuando alguien te dice cosas bonitas. Puede que sea por interés.
Era 21 de Septiembre y todos los niños contentos después de un largo verano, regresaban
a las escuelas. Al ser el primer día, la maestra llevó a clase un bote lleno de chucherías
para dar la bienvenida al nuevo curso escolar. Uno de los alumnos salió el primero
corriendo hacia los dulces.
Una vez que cogió todas las chuches que pudo,al intentar sacar la mano, el cuello del
recipiente no le permitió hacerlo. El niño lloraba y lloraba amargamente, pero un amigo
que estaba cerca le dijo: -Confórmate con coger solo la mitad y así podrás sacar la mano
con los dulces.
Moraleja: no seas egoísta, avaricioso y escoge solo aquello que necesites. Como bien
dice el dicho “quien mucho abarca, poco aprieta”.
Esta fábula enseña a los niños a no ser tan egoístas, una cualidad muy importante a la
hora desarrollar su personalidad. En un mundo en donde la individualidad prevalece, es
bueno desde pequeños que lo niños aprendan a compartir y a ser generosos con sus
iguales.
La pulga y el hombre
Un hombre disfruta de un buen sueño cuando de repente comenzó a sentir picazón por
todo el cuerpo.
Molesto por la situación, buscó por toda su cama para ver qué era lo que les estaba
causando tanta molestia. Tras su búsqueda encontró a una minúscula pulga y le dijo las
siguientes palabras:
– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por todo mi cuerpo
y no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con tu vida para
siempre, ya que no tengo ningún motivo para seguir aguantando tus picaduras, no importa
si es grande o pequeño que pueda ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: nos enseña a que todo aquel que le hace daño a otra persona, debe estar
dispuesto a afrontar las consecuencias. Ya que cuando uno molesta, agrede u ofende a
otros compañeros, debe saber que sus actos irán seguidos de unas consecuencias.
El conejo y el cerdo
Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que todos los días llevaba sus
zapatitos muy limpios, relucientes, brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que tenía mucha envidia al conejo por
sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que nunca conseguiría tener unos
zapatos como los de su amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quién era el más veloz.
El cerdito asustado, no sabía qué hacer, ya que sus zapatillas no eran como las de su
amigo.
El día de la carrera, el cerdito Peny no se lo pensó, y salió corriendo a la par que el conejo.
Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no rendirse nunca, tal y como le decía
su madre.
Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la rapidez del cerdito Peny, no
entendían como podía haberle ganado al conejo y sus súper zapatillas.
Moraleja: da igual el zapato que lleves, el esfuerzo por conseguir una meta que te
propongas no está en los zapatos sino en ti. Debes ser feliz con lo que tienes, sentirte a
gusto contigo mismo y confiar en ti.
Familia de hormigas
Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y su dos hijitas.
Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió en busca de comida ya que si
no morirían.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no era de su misma
especie, ya que era de color rojo y le faltaban dos patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta su casa, ya que
podría morir enterrada por la nieve.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar y se dio la
vuelta para ayudar a la hormiga roja, aun sabiendo que podrían echarla del prado para
siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas por la
solidaridad de la hormiga negra, le regalaron toda la comida que tenían.
Gracias a esta recompensa, la familia de la hormiga negra pudo sobrevivir todo el invierno
gracias a la familia de hormigas rojas.
Moraleja: hay que ayudar a los demás cuando lo necesiten, ya que algún día también
nosotros podemos necesitar esa ayuda.
También nos enseña a que no hay que prejuzgar ni discriminar a otros por su raza o por
su condición física, algo muy importante en la vida, ya que tenemos que educar a nuestros
hijos en la tolerancia y el respeto a la diversidad.
El pájaro ruiseñor
Era un pájaro ruiseñor muy alegre y divertido. Siempre andaba cantando pero era muy
muy despistado.
Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no debía cantar hasta mas tarde ya
que los cazadores pasarían a esa hora y si estos les oían podrían matarle.
A la mañana siguiente como todos los días, el pájaro comenzaba a cantar para así atraer
a sus presas. Olvidando lo que le dijo su madre, los cazadores le oyeron y se pusieron a
disparar.
Moraleja: hay que estar muy atentos y escuchar a nuestros padres cuando nos hablen,
ya que un descuido nos puede salir caro.
El gato y el ratón
Una vez, un gato muy hambriento vio entrar a su casa a un ratoncito. El felino, con muchas
intenciones de agarrarlo y luego comérselo, se acercó a la ratonera para decirle:
– ¡Qué guapo y lindo estás ratoncito! Ven conmigo, pequeñito, ven… dijo con dulce voz el
gato.
La mamá del ratoncito escuchó las intenciones que tenía el hábil gato y le advirtió a su
hijo diciendo:
-No me hará nada mamá. Sólo quiero probar un pedacito… – dijo por última vez el
ratoncito, y sin que su madre pudiera detenerlo, salió rápidamente de su agujero.
La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su ratoncito que murió devorado por
el gato.
Moraleja: esta fábula nos enseña que debemos obedecer a nuestros padres y respetar
sus decisiones, ya que ellos siempre querrán lo mejor para nosotros y el no hacerles caso
nos puede pasar factura como al ratoncito de la historia.
El ciervo y el cervatillo
Esta fábula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro más mayor.
Ambos querían quedarse a vivir en el monte ya que tenia alimentos para todo el año, pero
esto solo podía ser posible si ambos luchaban, ya que solo había provisiones para uno.
El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era más veloz y mas rápido que el
ciervo anciano.
El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta que fue perdiendo poco a poco
sus cuernos.
-¿Cómo lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más. Joven y más veloz que tú.
El cervatillo sorprendido se dio cuenta de que los cuernos estaban intactos, eran mucho
más fuertes y robustos que los suyos.
Moraleja: debemos respetar a las personas mayores, ya que el ser una persona mayor
no quiere decir que sean patosos o lentos, sino todo lo contrario, ya que nos pueden
enseñar muchas cosas que aún no sabemos.
El mono y el delfín
Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy largo. Para hacer
más entretenida la travesía, se llevó con él a un mono para divertirse durante la larga
travesía.
Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy ruidosa y violenta tempestad se
levantó e hizo naufragar a la débil nave. Su tripulación, el marinero y su mono tuvieron
que nadar para así poder salvar sus vidas.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue visto por un delfín; el cual
creyendo que era un hombre, fue a salvarlo deslizándose debajo él y transportándolo
hacia la costa.
– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas)?, y él mono por darse de muy presumido y
mentiroso, le respondió:
El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas). El mono
creyendo entonces que se trataba de un hombre, le contestó que no solo lo conocía, sino
que también era uno de sus mejores amigos.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía, dio media vuelta y lo devolvió
a alta mar.
Moraleja: las propias mentiras del mentiroso son las que se encargan de revelar la verdad
en un pequeño descuido. Las mentiras tienen las patas muy cortas, por tanto siempre
saldrá a la luz la verdad.