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4° año

Exegesis 1 Juan 4:7-11


TEOLOGIA DEL SUFRIMIENTO
DANIEL RONCANCIO - 3082
Trasfondo general del carta:
1 de Juan es distinto a 2 y 3 de Juan porque se hace llamar una carta, pero no tiene nombre ni
destinatarios, ni termina con saludos como las otras dos cartas, o como las cartas Paulinas. Hasta
nuestros días nadie puede leerla sin observar su carácter intensamente personal.

No cabe la menor duda de que el escritor, tenía presente en mente una situación concreta y un grupo
definido de personas. Tanto la forma como el carácter personal de 1 de Juan se explican si la tomamos
como lo que ha llamado alguien “un sermón cariñoso y preocupado”, escrito por un pastor que amaba a
su pueblo y enviado a las iglesias que tenía a cargo.

Una carta de estas características se escriben en relación con una situación puntual fuera de la cual no
se puede entender totalmente. Si se quiere entender 1 de Juan, se debe tratar de reconstruir la
situación que se produjo, recordando que se escribió en Éfeso, algo después del año 100 d.C.

Hasta el año 100 d.C. habían ocurrido ciertas cosas en la Iglesia, sobre todo en una ciudad como Éfeso.

Muchos de los miembros que estaban en la iglesia eran ya cristianos de la segunda o tercera generación
y por lo tanto esa “ilusión” y fuego de los primeros días ya había pasado, por lo menos hasta cierto
punto.

Los primeros días del Cristianismo habían sido caracterizados por gloria y esplendor, pero hacia el año
100 d.C. el Cristianismo se había convertido en una mera costumbre tradicional. Ya los cristianos se
habían acostumbrado al Evangelio, y algo de su maravilla y primer brillo se había perdido.

Juan estaba escribiendo justo en un tiempo cuando la primera emoción se había extinguido, y el pábilo
de la devoción humeaba….pero no iluminaba.

Una de las consecuencias de esto era que había miembros de la iglesia que vieron como demasiado
pesados los estándares que demandaba el Cristianismo.

No querían vivir el sentido original de la palabra “santos”, que es haguios y que se traduce normalmente
como santo, pero su verdadero sentido es “diferente”.

Ellos entendían perfectamente el concepto de haguios porque así identificaban al Templo, que era
distinto a los demás edificios; el Sábado era haguios porque era diferente a los demás días; el pueblo
judío era haguios porque era un pueblo distinto, y el cristiano debía ser haguios porque era diferente a
los otros pueblos.

Cristo siempre marcó la separación indudable entre el cristiano y el mundo.

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí
del mundo, por eso el mundo os aborrece. Juan 15:19”

Esto conllevaba a una demanda ética. Demandaba un nuevo y alto estándar de moral y pureza. Una vez
que pasó el primer entusiasmo y la ilusión del primer momento, cada vez se fue haciendo más difícil
estar fuera del mundo y negarse a aceptar los estándares y prácticas de este.
Es importante resaltar que 1 de Juan no nos da ninguna indicación de que la iglesia a la que se dirigió
fuera perseguida. El peligro era más bien seducción y no persecución; era un peligro que venía de
dentro.

El problema que Juan quiere combatir no vino de una persona externa que quisiera destruir la Fe, sino
de hombres que pretendían mejorarla.

Hombres que pretendían hacer intelectualmente respetable el Cristianismo; Hombres que conocían y se
movían en las corrientes intelectuales prevalecientes en su día y pensaban que había llegado el
momento de que el Cristianismo llegara a un acuerdo con la filosofía secular y con el pensamiento
contemporáneo.

La corriente que traían estos hombres era el auge del momento y se conocía como Gnosticismo. El
concepto principal que lo respaldaba era que el espíritu era bueno y la materia en esencia era mala. Esto
conllevaba a la depreciación enteramente del mundo entero, puesto que este es pura materia.

Esta creencia llevaba a negar puntos importantes del cristianismo, como:

- El Mesiazgo de Jesús
- La encarnación de Jesús
- Extremos morales hacía el propio cuerpo

Se desarrollará un poco el concepto del gnosticismo, ya que es de vital importancia entender esta fuerte
corriente que estaba ya metida en la iglesia y es a la que Juan ataca contundentemente.

El hecho de tomar una actitud gnóstica hacia la materia y hacia todas las cosas creadas generaba una
actitud hacia el cuerpo y las cosas en relación a este. Esa actitud podría tomar tres diferentes formas:

1. Podía tomar la forma de ascetismo, con ayuno y un rígido auto-control que muchas veces incluía
el maltrato deliberado del cuerpo.
2. Podía tomar la forma de que el cuerpo no importaba, y por lo tanto, sus apetitos se podían
satisfacer sin límite alguno. Puesto que el cuerpo era malo de todas maneras, era indiferente lo
que se hiciera con él. Juan deja ecos de esta manera de pensar en 1 Juan y condena como
mentiroso al que dice que conoce a Dios, y sin embargo no guarda sus mandamientos. Sin lugar
a dudad, había gnósticos en estas comunidades que pretendían tener un conocimiento especial
de Dios, pero su conducta estaba muy lejos de las demandas de la ética cristiana.
En algunos lugares esa actitud llegaba mucho más lejos ya que los gnósticos eran personas que
se jactaban de tener gnosis – conocimiento. Algunos sostenían que el verdadero gnóstico debía
por tanto conocer tan a fondo el bien, como el mal, y debían experimentar todo tipo de cosas en
la vida, tanto las más elevadas, como las más degradadas. Casi se podría decir que personas con
ese pensamiento tenían una obligación de pecar. (Muy probablemente a este tipo de personas
es que se dirige Jesús en Ap. 2:24, cuando se refiere a los de Tiatira como los que han conocido
“las profundidades de Satanás”.)
Estos gnósticos mantenían que en Dios no solo había una luz deslumbrante, sino también
profundas tinieblas, y que era necesario penetrar ambas cosas. Es fácil ver las terribles
consecuencias de tal actitud. Por eso es probable que Juan se refiere a estas personas cuando
insiste que “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él.” 1 Jn. 1
3. Había una tercera clase de fe gnóstica. El “verdadero” gnóstico, se consideraba a sí mismo como
un hombre completamente espiritual, que se había despojado de todas las cosas materiales de
la vida y se había logrado liberar su espíritu de la esclavitud de la materia. Tales gnósticos
sostenían que eran tan espirituales que estaban por encima y aún más allá del pecado, y que
habían alcanzado la perfección espiritual. Es a ellos a los que se refiere Juan cuando habla de los
que se engañan a sí mismos diciendo que no tienen pecado.

Cualquiera que fuera de estas tres formas la que tomara la fe gnóstica, sus consecuencias eran
peligrosas en extremo; y está claro que las dos últimas se encontraban en las iglesias a las que Juan
escribió.

Este gnosticismo producía también una actitud hacia las personas que producía la destrucción de la
comunión cristiana. Ya que la “liberación” del alma se hacía mediante un conocimiento elaborado y
esotérico, y que esos conocimientos no eran para todo el mundo (como la gente ordinaria), se producía
un resultado inevitable, la división de las personas en dos clases. Estaban los que eran capaces de vivir
una vida realmente espiritual, y los que no.

Los gnósticos producían aristocracia espiritual que miraba por encima del hombro y aun aborrecía a los
hombres inferiores. La consecuencia de esto obviamente era la eliminación de la comunión cristiana.

Por eso Juan insiste de manera reiterativa en toda su carta que la verdadera prueba del Cristianismo es
el amor entre los hermanos. Las marcas del Cristianismo son la fe en Cristo y el amor a los hermanos.

Los gnósticos, en palabras sencillas, dirían que la cualidad distintiva de la verdadera religión es el
desprecio a la gente ordinaria. Juan insiste en todos los capítulos en que la cualidad distintiva de la
verdadera religión es el amor a todos. El amor es la señal de Dios mismo en una persona, ya que Él es
amor.

Así que esta es la descripción de los herejes gnósticos a los que quiere enfrentar Juan. Decían ser
nacidos de Dios, andar en luz, no tener pecado, morar en Dios y aún conocer a Dios. Estos eran sus
lemas. Nunca se propusieron destruir la Iglesia y la Fe; más bien pretendían limpiar la Iglesia de escoria y
convertir el Cristianismo en una filosofía intelectualmente respetable, capaz de mantenerse al lado de
los grandes sistemas del momento.

Por esa razón no es ninguna sorpresa que Juan, con esa devoción pastoral tan ferviente, trate de
defender a las iglesias que tanto amaba, de un ataque tan insidioso que venía desde dentro de ellas
mismas.

Esta era una amenaza muchísimo más peligrosa que cualquier persecución pagana; lo que estaba en
peligro era la misma existencia de la Fe cristiana.

Teniendo este contexto de peligro doctrinal, se analizará la porción de 1 Juan 4:7-11

v. 7 “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a
Dios.”

Dios es el origen del amor. Es de Dios de donde fluye todo amor.

A. Brooke dijo: “El amor humano es un reflejo de algo que hay en la naturaleza divina misma”. Cuando
más nos acercamos de Dios es cuando más amamos.
Dios es amor; y, por tanto para ser semejante a Dios el hombre también debe amar.

El amor tiene una doble relación con Dios. Es sólo conociendo a Dios como aprendemos a amar; y es
sólo amando como aprendemos a conocer a Dios. El amor procede DE Dios, y conduce A Dios.

Es por amor como se conoce a Dios. No podemos ver a Dios, porque obviamente es Espíritu, pero si
podemos ver su efecto. Se podría comparar al viento, que no se ve, pero vemos lo que hace. No se
puede ver la electricidad, pero podemos ver los efectos que produce. El efecto de Dios es el amor, y
cuando entra en una persona y la reviste con su amor, podemos ver ese efecto en esa persona.

Charles Dodd dijo: “La energía del amor se descarga por líneas que forman un triángulo cuyos vértices
son ,Dios, el yo y el prójimo”. Si Dios nos ama, es una obligación para nosotros amarnos unos a otros;
porque es nuestra razón de ser la de reproducir la vida de Dios en la humanidad, y la vida de la
eternidad en el tiempo. Juan lo dice con crudeza, el que pretenda amar a Dios y aborrezca a su
hermano, no más que un simple mentiroso. La única manera de probar que amamos a Dios es amando a
los hombres, a quienes Dios ama. La única manera de probar que verdaderamente Dios está en nuestros
corazones es mostrar constantemente amor a los hombres en nuestras vidas. "

Es importante resalar que la palabra utilizada para amor no es la palabra “eros”. Juan no estaba
hablando del aspecto del sexo. A través de toda esta sección, la palabra que usa Juan es “ágape”. No se
trata de un mero sentimiento superficial, ni sexual, ni social. Es un amor sobrenatural. Es aquello que
sólo el Espíritu Santo puede poner en el corazón, y que solo el Espíritu de Dios puede hacer real en
nosotros. Es el amor de Dios, y sólo el Espíritu de Dios puede capacitarnos para extender este amor a
otros.

Este tipo de amor no es el que podría sentir por amigos o gente con quien le guste estar. Este versículo
ha sido mal interpretado y se ha perdido el peso y el sentido al que quiere llegar.

Ágape es la forma de amor más elevada, está por encima del amor sexual, por encima de cualquier
sentimiento que pueda forjarse en relaciones humanas, como el amor entre enamorados, casados,
padres e hijos, familiares, etc…

El amor Ágape citado aquí es el que derrama el Espíritu de Dios en el corazón del creyente, y lo capacita
para poder amar a otros. (En el sentido correcto del amor, valga la redundancia)

v. 8 “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.”

Juan dice: "Dios es amor" no dice "Amar es Dios". El mundo, con su visión trivial y egoísta del amor, ha
tergiversado esas palabras y ha pervertido y contaminado nuestra comprensión del amor.

El mundo piensa que amor es lo que le hace sentir bien, y está dispuesto a sacrificar principios morales y
los derechos de los demás a fin de obtener dicho "amor". Pero en realidad eso no es amor, sino todo lo
contrario al amor; es egoísmo. Y Dios no es esa clase de "amor". El verdadero amor es como Dios: santo,
justo y perfecto. Si de veras conocemos a Dios, debemos amar como El ama.

Analizando gramaticalmente un poco el pasaje vemos que:

“El que no ama,” podría decirse literalmente, “el que habitualmente no está amando” y directamente
contrasta con “todo aquel que ama” (v. 7). --- “no ha conocido a Dios;” Literalmente, “no le conoció”; es
decir, “nunca le conoció.” Lo que se emplea acá es un aoristo y es el mismo que se emplea en Mat. 7:23,
donde se traduce, “nunca os conocí.”

Se concluye entonces que una persona que no tiene amor, no conoce genuinamente al Dios del amor.

v. 9 “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que
vivamos por él.”

Este vs. muestra claramente a Jesús como el medio para tener vida. Dios le envió para que pudiéramos
tener vida por medio de Él. Hay una enorme diferencia entre la existencia y la vida. Todas las criaturas
tienen existencia, pero no todas tienen vida. El mismo concepto lo podemos aplicar a las personas. La
misma ansiedad con la que los hombres buscan el placer, prueba que hay algo que falta en sus vidas.
Jesús es quien da a una persona una verdadera razón para vivir; le da fuerza para vivir, y le da paz para
vivir.

Un encuentro con Cristo hace que la mera existencia se convierta en plenitud de vida.

Haciendo un análisis gramatical se pueden encontrar ricas lecciones:

“En esto” se refiere al enviar su Hijo al mundo a morir por los pecadores.

-- “se mostró” Gr. Faneróo, la idea de esta palabra es la de manifestar de una manera muy
evidente, viene de “fane” que es “brillar; hacer algo patente; visible”. Lo que se quiere hacer entender
es que fue como un acto en el que Dios llama la atención de todo el mundo para que observen algo que
va a marcar el curso de toda la historia humana. La manifestación de la esencia de Dios, el amor.

“el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,” Dios reveló o
manifestó su amor para con el hombre en el don de su propio Hijo. Le envió, y por eso en Heb. 3:1 se
llama “apóstol” (uno enviado con autorización).

“unigénito” = el único de su categoría o clase. Dios tiene muchos hijos (3:1) pero Jesucristo es
único. Este pasaje expone como falsos a todos los modernistas quienes niegan la deidad de Jesús, pues
para ellos era puro hombre, nada más.

Cuando Jesucristo fue llamado "el único Hijo", significó que él tenía una relación de una clase única con
el Padre. Él no fue creado. Dios llamó en alguna ocasión a los ángeles creados “hijos”, y también nos
llama “hijos de Dios” a los que confiamos en Cristo. Pero aun así, Él dijo que Cristo era su único Hijo.

Para poner un poco de claridad en el asunto, se puede usar el ejemplo (no es en lo absoluto lo mismo,
pero se usa para ayudar a comprender un poco el concepto) de Abraham que según Hebreos 11:17
“ofrecía a su unigénito”. Para ese momento, Abraham ya tenía a su hijo Ismael, y más adelante tuvo
otros hijos. Pero sólo Isaac fue llamado “su unigénito”. ¿Por qué? Porque él fue único, su nacimiento fue
milagroso y su relación con su padre fue única, no fue compartida por otros hijos de Abraham.

La posición del Señor Jesús en la Trinidad es la del Hijo eterno del Padre eterno. No podemos tener un
Padre eterno, sin un Hijo eterno. Es necesario entender que Dios no es un padre en el sentido en que un
ser humano es un padre.
El texto griego dice, “su Hijo, el unigénito”. Tanto “el Unigénito”, como “el Verbo”, son términos que
apuntan hacia atrás a la eternidad. Juan le llama el Hijo (de Dios) (1:3,7, 2:22; 3:23; 4:15; 5:5) y aquí el
Unigénito.

Los gnósticos, al negar la deidad de Jesús (2:22) y la eficacia de su muerte, negaban esta manifestación
del amor de Dios.

Que Dios enviara a morir por el pecador al Unigénito, es la demostración suprema del amor.

-- “para que vivamos por él.” = el propósito del don del amor de Dios.

v. 10 “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a
su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”

Nos dice que Jesús es el Restaurador de la relación perdida con Dios. Dios envió a Cristo para que fuera
el sacrificio expiatorio por el pecado (propiciación). No nos movemos en un mundo de pensamiento en
el que los sacrificios animales sean una realidad; pero podemos comprender y asimilar plenamente lo
que el sacrificio quería decir. Cuando una persona peca, su relación con Dios se interrumpe; y el
sacrificio era la expresión del arrepentimiento, diseñado para restaurar la relación perdida.

Jesús, por Su vida y muerte, hizo posible que el hombre entrara en una nueva relación de paz y de
amistad con Dios. Hizo un puente a través de la tremenda brecha que había abierto el pecado entre Dios
y el hombre.

El verdadero significado del amor y la verdadera fuente de la vida se descubren únicamente en la cruz.
No es que nosotros hayamos amado a Dios. Nunca lo hallaremos si comenzamos por el lado humano
(nosotros, es enfático; no que nosotros hayamos amado). Lo encontramos cuando comprendemos que
él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en expiación por nuestros pecados. Para entender realmente el
significado del amor debemos vernos a nosotros mismos como pecadores, objetos de la ira de Dios, sin
embargo como aquellos por quienes murió Cristo.

Una gran paradoja está en el N.T. y es creada en el hecho de que es el amor de Dios el que aparta de
nosotros la ira de Dios, y es precisamente en el apartar esa ira que nosotros realmente vemos lo que es
el amor.

La palabra “consiste” tiene un significado profundo en el griego (estí) y lo que conlleva a entender es que
comprende la existencia del objeto o ser que describe. En otras palabras, se podría decir que la
existencia del amor está solo porque Él manifestó el amor. De lo contrario nunca hubiéramos entendido
lo que es el amor, ya que no hubiera existido.

v. 11 “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.”

Dios ha demostrado Su amor por nosotros; por lo tanto, nos demanda amar en ese mismo nivel. Juan
dijo: “Amados, si Dios así nos ha amado.” Y esto nos hace recordar el versículo 10 que dice: En esto
consiste el amor. . . en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo. Él nos amó hasta el punto de
entregar a Su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados.

La palabra “debemos” Gr. Opheilo, es la idea de un deber moral obligatorio hacia alguien.
No es una opción a considerar, no es ni si quiera un verbo imperativo, es el uso de la lógica y el deber
moral, que así como yo fui amado por Dios, de la misma manera estoy en la entera obligación de amar a
los demás.

-- “debemos también nosotros amarnos unos a otros.” La palabra “también” indica un punto de
comparación: Dios nos ha amado así; también nosotros, pues, que somos de Dios (v. 4), quien es amor
(v. 8), debemos amarnos (estar habitualmente amándonos) unos a otros. Lo que se presenta como
exhortación en el versículo 7, aquí se presenta como deuda, u obligación moral.

Amar a los hermanos equivale a amar a Dios (los versículos 19-21). Así es que, dado que “Dios
nos ha amado así,” debemos también nosotros amarle a él (y esto lo hacemos al amar a los hermanos).
La evidencia de que el cristiano fiel ama a Dios, es que ame a sus hermanos. No hay comunión con Dios
aparte del amor fraternal.

Conclusión:
Después de analizar estos cortos pero poderosos versículos creo que no es necesario usar de muchas
palabras para explicar que Dios nos incentiva a cada uno de nosotros a servir a nuestro prójimo.

Quiero hacer un énfasis en el discapacitado porque es un ser humano que generalmente lleva, por
lógicas razones (su discapacidad), una carga de vida mayor que la que lleva una persona sin
discapacidad.

Nunca antes había observado la importancia y la puesta en escena que le da Dios pone al contar como
llegó el amor a nosotros.

La esencia misma del Amor nos visitó, se vistió de humanidad y se entregó de una manera desinteresada
por nosotros; lo único que debemos hacer es permitir que fluya en nosotros y hacia otros a través de
nosotros. (Su amor Ágape)

Jesús en los evangelios dejó un gran ejemplo de su trato hacia las personas con discapacidad y hacia las
personas que no podían entregarle nada a cambio; después de haber revisado estos pasajes, puedo
palpar un poco más cuál fue el motor de tal vida ejemplar.

Más allá de que era Dios mismo, era el amor en carne y hueso, y el estándar de como debíamos reflejar
el amor que Él nos iba a dar hacia los demás.

Si no estoy dispuesto a amar a las personas con discapacidad, creo que debería analizar muy
detenidamente cuales son las bases de mis creencias, porque el que no ama, directamente no ha visto a
Dios.

Concluyo que es imposible haber tenido un encuentro genuino con Dios y no poder a amar a las
personas tal como son, incluyendo a personas que tienen discapacidad.

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