Adórote, llaga sacratísima del pie izquierdo de mi señor Jesu-Cristo; y
por la sangre que por ella derramaste, suplícote, benignísimo salvador mío, que me alcances una fe viva, y perdones los malos pasos y movimientos de mi vida disipada. Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.
A LA LLAGA DEL PIE DERECHO
Adórote, llaga sacratísima del Pie derecho de mi Señor Jesu-Cristo; y
por el dolor que en ella sentiste, suplícote, dulcísimo Redentor mío, que traspases mi alma con el clavo de tu santo temor, concediéndome una firme esperanza, y la gracia de andar siempre derecho por el camino real de tu santa ley. Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri.
A LA LLAGA DE LA MANO IZQUIERDA
Adoro, amantísimo Jesús mío, la llaga de tu Mano izquierda, y te doy
gracias de haberla recibido por mi amor.
Concédeme, por la sangre que de ella vertiste, una caridad ardiente, y
perdóname las ofensas que te hice con mis perversas acciones, palabras y sentidos. Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.
A LA LLAGA DE LA MANO DERECHA
Adoro, pacientísimo Jesús, la llaga santísima de tu Mano derecha; y
por los tormentos que en ella padeciste por mi amor, te pido que me perdones el mal uso que hice de mis potencias, y me otorgues la gracia de estar en el juicio final a tu mano derecha con los escogidos. Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri.
A LA LLAGA DEL COSTADO
Adórote, llaga amorosísima del Costado de Jesús: ¡quién pudiera
morar siempre en ese asilo sagrado, en ese divino corazón, donde descansan los escogidos! Por la sangre y agua preciosa que salió de ese Costado abierto con una lanza por mi amor, y por el dolor agudo que atravesó el corazón de tu Madre amantísima, concédeme, Señor, la perseverancia final, y penetra mi corazón apocado de los nobles afectos que animan tu divino Corazón. Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri.
ORACIÓN
Os pedimos, Señor, que miréis propicio a esta vuestra familia, por la
cual nuestro Señor Jesu – Cristo no dudó entregarse en manos de los verdugos, y padecer en tormento de la cruz. Quien con vos y en unidad con el Espíritu Santo vive y reina Dios por todos los siglos de los siglos.