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EL
OBSERVADOR
QUE
SOMOS
Por
Julio
Olalla
Mayor
"Le
seul
véritable
voyage
ce
ne
serait
pas
d'aller
vers
de
nouveaux
paysages,
mais
d'avoir
d'autres
yeux,
de
voir
l'univers
avec
les
yeux
d'un
autre,
de
cent
autres,
de
voir
les
cent
univers
que
chacun
d'eux
voit,
que
chacun
d'eux
est."
“El
único
viaje
verdadero
no
consistiría
en
ir
hacia
nuevos
paisajes,
sino
en
tener
otros
ojos,
en
ver
el
universo
con
los
ojos
de
otro,
de
cien
otros,
de
ver
los
cien
universos
que
cada
uno
ve,
que
cada
uno
de
ellos
es”
Marcel
Proust
¡Bienvenidos!
Quiero
expresarles
mi
profunda
gratitud
de
que
estén
en
este
espacio,
que
no
sólo
es
un
programa
para
que
ustedes
se
entrenen
como
coaches.
Tenemos
una
seria
convicción
de
que
lo
que
estamos
haciendo
aquí
contribuirá
a
habitar
una
Tierra
más
justa,
ambientalmente
sustentable
y
espiritualmente
plena.
Mi
encuentro
con
el
coaching
ontológico
nació
hace
más
de
30
años,
y
no
fue
el
resultado
de
una
mera
inquietud
intelectual
ni
de
un
entusiasmo
libresco,
sino
de
una
búsqueda
empujada
por
el
profundo
dolor
que
vivía
en
esos
tiempos,
causado
por
el
exilio
y
la
pérdida
de
lo
que
hasta
entonces
era
mi
mundo.
A
mí
me
tocó
salir
de
Chile
a
comienzos
de
1974
con
ocasión
del
golpe
de
Estado,
viví
unos
años
en
Argentina
y
después
me
fui
a
Estados
Unidos,
donde
me
parecía
que
toda
mi
vida
se
había
desmoronado.
Es
lo
que
llamaría
un
profundo
golpe
existencial.
Allí
tuve
la
suerte
de
conocer
a
Fernando
Flores,
Humberto
Maturana,
Willis
Harman,
Elisabeth
Sahtouris,
Ken
Wilber,
Margaret
Whitley,
Joseph
Campbell,
George
Leonard,
Bernard
Lietaere
,
y
Lynn
Twist,
entre
otros
grandes
inspiradores
y
deleitarme
leyendo
los
trabajos
de
Rupert
Sheldrake
y
otros
filósofos
y
pensadores
que
me
permitieron
incursionar
en
la
filosofía
del
lenguaje,
la
biología
de
la
cognición,
el
arte
de
aprender,
y
en
la
creación
de
una
nueva
epistemología
para
este
mundo
que
busca
trascender
la
modernidad.
En
esta
búsqueda,
como
Newfield
Network,
hemos
comenzado
a
escuchar
a
los
pueblos
precolombinos
de
América,
a
los
cuales
generalmente
nuestra
sociedad
les
ha
negado
su
espacio
y
su
sabiduría.
Hoy
nos
damos
cuenta
de
la
enorme
contribución
que
su
mirada
tiene
en
la
construcción
del
saber
del
mañana.
1
nuestras
selvas,
y
otros
menos
mencionados,
como
el
crecimiento
de
la
depresión
entre
los
jóvenes,
tienen
raíces
en
ese
modo
de
saber.
Que
quede
claro:
no
despreciamos
el
conocimiento
generado
por
los
grandes
discursos
históricos
en
los
que
vive
el
mundo
moderno,
sin
embargo
creemos
firmemente
que
debemos
trascenderlo.
Antes
de
seguir,
me
importa
que
ustedes
sepan
que
lo
que
vamos
a
vivir
juntos
en
este
programa
no
es
un
mero
proceso
intelectual.
Se
trata
de
un
aprendizaje
integral,
es
decir
un
mensaje
que
trasciende
la
mera
información
o
ciertas
prácticas.
Este
aprendizaje
integra
el
pensamiento,
el
mundo
emocional,
el
mundo
espiritual,
lo
somático
y
lo
estético
y
nos
enseña
a
mirar
cómo
todo
está
conectado
con
todo.
Esa
es
nuestra
ambición.
* * *
Dicho
esto
vamos
a
iniciar
con
el
concepto
del
OBSERVADOR,
que
es
la
piedra
angular
del
coaching
ontológico.
Lo
voy
a
poner
de
esta
manera:
cada
persona
ve
el
mundo
de
una
manera
distinta
a
todas
las
demás
personas.
Si
yo
me
siento
a
hablar
con
alguien,
les
aseguro
que
al
poco
rato
nos
daremos
cuenta
de
que
los
dos
vemos
el
mundo
de
una
manera
distinta.
No
digo
mejor
o
peor
—esto
es
importante—
sino
diferente.
No
vemos
lo
mismo,
no
escuchamos
lo
mismo,
no
sentimos
lo
mismo,
y
sin
embargo
vivimos
nuestro
día
a
día
como
si
los
demás
vieran
de
la
misma
manera
lo
que
vemos
nosotros.
¿Cómo
resolvemos
el
problema
de
que
tú
no
veas
el
mundo
igual
a
como
lo
veo
yo?
Nos
enfrascamos
en
discusiones
interminables
sobre
quién
tiene
la
razón
y
zanjamos
el
asunto
diciendo
“tú
estás
equivocado”.
Hay
algo
extraordinario
en
todo
esto.
¿Hay
un
solo
mundo
y
nosotros
no
nos
ponemos
de
acuerdo?
o
¿hay
tantos
mundos
como
personas?
Si
hay
un
solo
mundo,
entonces
al
Observador
que
yo
soy
se
le
abren
dos
posibilidades:
o
tiene
la
razón
o
está
equivocado,
lo
que
es
bastante
pobre
como
explicación.
2
Nosotros
pensamos
que
cada
persona
ve
un
mundo
distinto.
Somos
observadores
distintos
y
eso
lo
entendemos.
Y
sin
embargo
pese
a
comprender
esto,
cuando
interactuamos
suponemos
que
todo
lo
vemos
igual
o
exigimos
que
sea
así,
y
con
ello
nos
perdemos
de
la
enorme
riqueza
de
ser
Observadores
diferentes.
No
es
trivial
cómo
observamos,
porque
según
eso
es
cómo
actuamos.
Piensen
ustedes
en
las
diferencias
que
existen
en
cómo
vemos
las
cosas,
ya
no
a
nivel
individual
sino
colectivo.
Los
chilenos
no
ven
el
mundo
igual
que
los
colombianos.
¿Les
cabe
alguna
duda?
Ni
tampoco
los
estadounidenses
ven
el
mundo
igual
que
los
franceses.
Y
como
vemos
el
mundo
distinto,
construimos
realidades
distintas.
Es
igual
en
otros
ámbitos:
Apple
no
ve
el
mundo
igual
que
Microsoft;
ni
Benetton
ve
el
mundo
igual
que
Yves
Saint
Laurent.
Son
mundos
totalmente
diferentes.
¿Por qué? Porque no ha cambiado la visión del mundo, sigue viendo lo mismo.
3
Si
yo
sigo
viendo
el
mundo
de
la
misma
manera,
puedo
cambiar
todas
las
acciones
que
quiera
y
al
final
lo
que
cambio
estará
siempre
dentro
de
un
marco
predecible.
Es
decir
voy
a
hacer
más
o
menos
lo
mismo.
En
cambio
si
juzgo
que
mis
acciones
no
me
gustan
y
en
vez
de
lanzarme
inmediatamente
a
una
nueva
acción
le
doy
una
mirada
a
la
manera
como
estoy
mirando,
aparecen
acciones
que
antes
eran
impensables
para
mí.
¿Por qué? Porque ha cambiado mi visión del mundo, ya no veo lo mismo.
Lo
que
planteamos
entonces
es
que
en
vez
de
centrar
nuestra
atención
en
las
Acciones,
la
fijemos
en
el
Observador.
Porque
si
producimos
un
cambio
a
nivel
del
Observador,
van
a
aparecer
Acciones
que
no
estaban
disponibles
para
el
Observador
que
éramos
antes.
Les
pongo
un
ejemplo:
si
me
da
una
gripe
la
puedo
combatir
con
pastillas.
Si
éstas
no
funcionan,
me
meto
a
la
cama
o
me
tomo
un
té;
busco
la
manera
de
combatir
sus
síntomas.
Pero
de
pronto
me
pregunto,
¿qué
hizo
que
me
diera
una
gripe
justo
en
este
momento?
Y
ahí
puedo
ampliar
mi
mirada.
Y
de
pronto
empiezo
a
ver
que
estos
últimos
días
he
estado
estresado
y
que
mis
defensas
pueden
estar
bajas,
y
eso
me
lleva
a
mirar,
más
allá
del
malestar
físico,
a
la
forma
de
cómo
estoy
viviendo.
¿Cuántas
veces
en
nuestras
vidas
nos
enfrentamos
a
temas
que
nos
acompañan
por
años
y
años
y
que
no
logramos
resolver
por
más
vueltas
que
les
demos?
Albert
Einstein
dijo
que
los
problemas
creados
con
un
nivel
de
pensamiento
no
podrán
ser
resueltos
con
ese
mismo
nivel
de
pensamiento.
Esa
frase
es
bueno
tenerla
presente.
Como
humanidad
hemos
llegado
a
darnos
cuenta
de
que
muchos
de
los
grandes
males
que
nos
aquejan
no
pueden
ser
resueltos
con
la
forma
de
saber
que
tenemos.
Y
si
lo
vemos
en
nosotros
mismos,
para
empezar
a
cambiar
las
cosas,
se
requiere
de
mucho
coraje,
y
ustedes
van
a
tener
que
recurrir
a
su
coraje.
Aceptar
que
mi
saber
es
insuficiente
para
hacerme
cargo
de
los
desafíos
que
tengo,
lo
puedo
decir,
pero
aceptarlo
es
un
verdadero
reto.
Para
trabajar
en
esto
tenemos
que
ver
qué
hace
que
yo
observe
el
mundo
de
una
cierta
manera
y
cómo
se
constituye
el
Observador
que
yo
soy.
Para responder a esto, el primer dominio que vamos a ver es el lenguaje.
4
EL
LENGUAJE
En
el
siglo
pasado
varios
filósofos
—entre
ellos
Ludwing
Wittgenstein,
Gilbert
Ryle,
J.L.
Austin,
P.F.
Strawson,
Bertrand
Russell
y
Hans-‐Georg
Gadamer—
dieron
un
giro
a
la
mirada
que
se
tenía
sobre
el
lenguaje.
Básicamente
lo
que
estos
filósofos
dijeron
es
que
el
lenguaje
describe
el
mundo
pero
también,
y
principalmente,
lo
constituye
y
lo
genera.
Esto
al
comienzo
pareció
una
locura
mayúscula
y
todavía
no
parece
haber
entrado
en
nuestro
sentido
común.
¿Cómo
podía
ser?
Hay
una
gran
diferencia
entre
el
viejo
pensamiento
que
señala
que
el
mundo
está
ahí
y
yo
hablo
para
decir
lo
que
veo
y
eso
es
todo,
a
un
pensamiento
que
señala
que
“al
hablar
nosotros
construimos
realidad”.
¿Y
cómo
se
construye
esa
realidad?
Cuando
hablamos
de
lenguaje
podemos
distinguir
tres
funciones
principales:
Vamos
a
poner
unos
ejemplos
sencillos.
Imagínense
saliendo
de
un
museo
tras
ver
una
exhibición
de
Van
Gogh.
En
la
puerta
se
encuentran
con
una
experta
en
Van
Gogh
y
les
invita
a
recorrer
de
nuevo
el
museo
con
ella.
Ustedes
le
dicen
que
ya
vieron
la
muestra
pero
igual
aceptan
la
invitación
y
regresan
a
ver
las
pinturas
con
ella.
Cuando
ella
empieza
a
hablar
ya
se
imaginan
qué
ocurre.
Van
a
ver
colores
que
no
notaron,
formas
que
antes
no
entendían
o
temas
que
se
repiten.
Y
fíjense
en
esto:
los
ojos
de
la
experta
son
los
mismos
de
ustedes,
sin
embargo
porque
ella
tiene
las
distinciones
respecto
de
los
cuadros,
ustedes
empiezan
a
ver
lo
que
antes
les
era
invisible
o
transparente.
¿No
es
extraordinario
que
por
el
hecho
de
hablar
con
alguien,
van
a
ver
lo
que
hace
5
minutos
no
estaba
disponible
para
ustedes?
¡Es
mágico!
Y
nosotros
decimos
“Bah,
no
me
había
dado
cuenta”.
Y
no,
no
es
que
no
te
habías
dado
cuenta,
es
que
no
lo
podías
ver.
¿Por
qué?
Porque
no
tenías
las
distinciones
para
eso.
¿Han
ido
a
una
cata
de
vinos?
Cuando
el
catador
se
sirve
un
poco
de
vino,
lo
huele,
vuelve
a
girar
la
copa,
toma
un
sorbito
y
dice
“2004”,
tú
miras
por
todos
lados.
“¿De
dónde
salió
el
2004?”,
y
no
sólo
eso,
se
hace
otra
vueltita
toma
y
dice
“tierras
bajas”,
otra
vueltita
y
dice
“año
lluvioso”.
Y
tú
piensas
que
está
bromeando,
pues
tú
apenas
puedes
diferenciar
un
vino
blanco
de
uno
tinto.
¿Y
qué
está
pasando?
Algo
muy
simple:
el
catador
tiene
distinciones
que
le
permiten
acceder
a
sabores
que
tú
no
tienes,
y
sin
embargo
si
tú
aprendieras
de
esta
persona
al
poco
tiempo
podrías
estar
haciendo
lo
mismo.
Piensen
en
la
ceguera
en
que
vivimos.
Creemos
que
abrimos
los
ojos
y
vemos
todo
lo
que
hay
que
ver,
que
con
prestar
atención,
oímos
todo
lo
que
hay
para
oír.
¿Se
dan
cuenta
de
esta
5
ceguera?
En
otras
palabras
ésta
es
una
de
las
primeras
ilusiones
que
vamos
a
tener
que
terminar.
Los
seres
humanos
enriquecemos
el
mundo
a
través
de
nuevas
distinciones.
Esta
historia
la
viví
y
la
cuento
con
alegría
desde
hace
muchos
años:
en
mis
tiempos
de
estudiante
de
leyes
me
fui
con
unos
amigos
al
norte
de
Chile,
donde
están
los
cielos
más
puros
y
por
tanto
está
lleno
de
observatorios
astronómicos
de
distintas
nacionalidades.
Lo
que
hicimos
una
noche
fue
tendernos
en
la
arena
del
desierto
a
mirar
el
cielo,
y
nos
quedamos
viendo
las
estrellas.
La
noche
siguiente,
por
una
razón
preciosa,
fuimos
a
uno
de
los
observatorios
y
nos
hicimos
amigos
de
un
astrónomo
y
él
se
tiró
en
la
arena
con
nosotros
a
mirar
el
cielo
y
ahí
de
espaldas,
el
astrónomo
empezó
a
contarnos
lo
que
veía.
Y
de
pronto
vimos
galaxias,
satélites
(naturales
y
artificiales)
y
empezamos
a
mirar
estrellas
viajando
a
mayor
velocidad
que
otras
dependiendo
del
tono
que
tienen,
nos
dimos
cuenta
de
una
infinidad
de
temas…
¿Dónde
estaba
todo
eso
la
noche
anterior?
Pero
ahí
no
termina
la
historia,
esto
es
lo
que
la
hace
más
valiosa.
La
siguiente
noche
por
esas
cosas
maravillosas
de
la
vida,
uno
de
mis
maestros
nos
mandó
con
un
astrólogo
y
nos
tiramos
al
suelo
a
mirar
el
cielo
y
ahora
aparecían
ante
nuestros
ojos
asombrados
Géminis,
Aries
y
Escorpio.
Esa
es
la
maravilla,
esa
es
la
magia,
ese
es
el
encanto
increíble
del
lenguaje,
pero
está
tan
enfrente
de
nosotros
que
no
lo
vemos,
esa
posibilidad
asombrosa
de
constituir
mundos
a
través
de
distinciones,
y
nosotros
andamos
por
la
vida
con
la
absoluta
certeza
de
que
las
cosas
son
como
yo
las
veo
y
ando
defendiéndolas
como
verdades
absolutas.
Aquí
hay
algo
muy
valioso;
a
través
del
lenguaje
podemos
ver
lo
que
siempre
ha
estado
ahí
y
que
nunca
habíamos
podido
ver
antes.
En
resumen,
el
poder
de
acción
de
una
persona
en
determinados
ámbitos
depende
del
conjunto
de
distinciones
que
ella
posee
para
observar
y
operar
en
ese
dominio
de
realidad.
Esto
lo
vamos
a
ver
en
detalle
más
adelante
en
el
programa
pero
desde
ya
me
atrevo
a
hacer
un
pronóstico:
cuando
hayan
visto
estos
cinco
actos
del
habla,
ustedes
van
a
escuchar
diferente,
y
se
darán
cuenta
de
que
buena
parte
de
nuestras
dificultades
en
la
vida
tienen
que
ver,
por
ejemplo,
con
la
incapacidad
de
pedir
ayuda
que
tenemos
muchos
de
nosotros,
o
de
la
confusión
terrible
que
hay
entre
una
declaración
y
una
afirmación.
Tener
claras
estas
distinciones
produce
una
liberación
porque
nos
permite
movernos
de
otra
manera
en
nuestra
vida.
Para
comprender
los
Actos
del
Habla
debemos
tener
presente
que
cada
vez
que
yo
hablo
asumo
un
compromiso
ante
los
otros
o
la
comunidad.
Asimismo,
que
el
estilo
de
operar
en
6
cada
acto
del
habla
está
vinculado
con
la
identidad
pública
y
privada
que
las
personas
forjamos.
a)
Afirmaciones:
En
términos
simples,
podemos
decir
que
las
afirmaciones
son
proposiciones
que
describen
lo
que
una
comunidad
ha
consensuado;
son
los
hechos
o
datos
que
una
comunidad
acepta
como
verdaderos.
Por
ejemplo:
“hoy
es
jueves”;
“éste
lápiz
es
verde”;
“esta
sala
tiene
5
metros
de
largo
por
3
metros
de
ancho”
o
“Juan
mide
1,80
metros”.
En
el
mundo
de
las
afirmaciones,
hay
algunas
que
son
verdaderas
en
un
lugar
y
no
son
en
otro.
Las
afirmaciones
también
pueden
ser
ciertas
en
algún
momento
y
luego
dejar
de
serlo.
Fíjense
en
el
átomo,
considerado
durante
décadas
como
la
partícula
más
pequeña
que
podía
existir,
un
concepto
que
ha
sido
largamente
revaluado.
O
en
el
mundo
medieval,
donde
era
verdadera
la
afirmación
“El
Sol
gira
en
torno
a
la
Tierra”.
b)
Las
declaraciones:
Las
declaraciones
son
el
Acto
del
Habla
a
través
del
cual
el
lenguaje
muestra
todo
su
poder
de
acción.
Cuando
declaramos,
creamos
contextos
de
relaciones
y
posibles
acciones.
Una
declaración
es
un
Acto
del
Habla
que
nos
permite
generar
un
mundo
diferente
para
nosotros
y
para
las
demás
personas.
Tal
como
veíamos
antes,
al
afirmar
la
palabra
se
adecúa
a
los
eventos
del
mundo.
En
cambio,
al
declarar,
decimos
que
el
mundo
se
comienza
a
adecuar
a
lo
que
hemos
dicho.
Veámoslo
en
algunos
ejemplos:
cuando
alguien
declara
“te
perdono”,
a
partir
de
ese
momento
quien
perdona
se
libera
de
rencor
y,
si
el
perdonado
acepta
el
perdón,
se
libera
de
la
culpa;
cuando
una
autoridad
declara
la
guerra
a
otro
país,
a
partir
de
ese
momento
son
posibles
las
acciones
de
guerra;
cuando
alguien
dice
“te
amo”,
el
mundo
para
la
otra
persona
cambia
por
completo;
cuando
una
empresa
declara
querer
controlar
el
25%
del
mercado,
a
partir
de
esa
declaración
ocupar
el
15%
le
resulta
insuficiente;
cuando
alguien
declara
“No
sé”,
ha
dado
el
primer
paso
para
aprender.
Las
declaraciones
tienen
que
ver
con
la
creación
de
un
contexto
nuevo.
Si
las
afirmaciones
pueden
ser
verdaderas
o
falsas,
las
declaraciones
pueden
ser
válidas
o
inválidas,
y
la
validez
de
una
declaración
consiste
en
que
la
comunidad
le
ha
otorgado
la
autoridad
para
hacer
dicha
declaración
a
la
persona
que
declara.
Por
ejemplo
que
yo
declare
marido
y
mujer
a
una
pareja
7
es
irrelevante,
pero
si
la
hace
un
juez
(o
la
autoridad
que
designe
un
país)
se
torna
en
algo
relevante
y
produce
un
efecto
o
un
nuevo
contexto.
A
diferencia
de
las
afirmaciones,
los
juicios
no
son
verdaderos
o
falsos,
pues
siempre
cabe
la
posibilidad
de
que
un
observador
diferente
tenga
una
valoración
distinta
de
las
situaciones.
Es
posible
que
donde
un
observador
“A”
juzga
algo
difícil,
un
observador
“B”
pueda
juzgar
esa
misma
situación
algo
fácil.
Donde
un
observador
ve
éxito,
otro
puede
ver
fracaso.
En
fin,
destacamos
que
ante
un
mismo
hecho
o
situación,
observadores
diferentes
pueden
tener
distintos
juicios.
¿Cuál
es
la
importancia
de
los
juicios
en
las
relaciones
humanas?
Sostenemos
que,
a
través
de
los
juicios,
las
personas
realizan
valoraciones
de
sí
mismos,
de
los
otros
y
del
mundo
que
determinan
el
ámbito
de
posibilidades
de
acción
futura
que
tendrán.
Los
juicios
conectan
el
pasado,
el
presente
y
el
futuro:
se
realizan
en
el
presente
a
partir
de
experiencias
e
interpretaciones
de
experiencias
pasadas
que
un
observador
tiene
y
su
poder
radica
en
que
modelan
el
tipo
de
relación
futura
que
tendremos
con
aquello
que
hemos
juzgado.
Los
juicios
los
consideramos
un
tipo
de
declaración,
que
puede
fundarse
o
no
fundarse
basado
en
las
siguientes
categorías:
se
hace
con
un
objetivo
determinado,
en
un
dominio
preciso,
recurriendo
a
un
estándar,
se
sustenta
en
afirmaciones
y
se
chequean
las
afirmaciones
que
podrían
negar
ese
juicio.
Fíjense
en
este
ejemplo.
Pedro
tiene
dos
trabajos,
a
los
cuales
llega
puntualmente
el
85%
de
las
veces.
¿Se
puede
considerar
que
es
puntual?
En
la
empresa
A
es
considerado
puntual,
pues
el
estándar
allí
es
que
una
persona
es
puntual
si
llega
un
80%
de
las
veces
a
tiempo.
Pero
en
la
compañía
B,
el
estándar
de
cumplimiento
es
de
90%,
por
lo
que
allí
Pedro
es
considerado
una
persona
impuntual.
El
hecho
de
que
Pedro
sea
o
no
puntual
en
su
trabajo
no
dice
nada
sobre
si
es
puntual
en
otros
ámbitos,
por
ejemplo
en
el
familiar:
el
dominio
en
que
se
le
ha
juzgado
en
este
ejemplo
es
el
laboral.
8
c)
Promesas:
Las
promesas
son
un
Acto
del
Habla
que
nos
permite
coordinar
acciones
con
las
demás
personas.
Cuando
alguien
hace
una
promesa
se
está
comprometiendo
a
ejecutar
alguna
acción
en
el
futuro.
Las
promesas
involucran
dos
momentos:
el
primero
de
ellos
es
cuando
el
orador
la
hace
y
es
aceptada
por
el
oyente.
El
segundo
momento
es
cuando
el
oyente
considera
que
fue
cumplida
la
labor
prometida
según
las
condiciones
de
satisfacción
establecidas.
Allí
se
cierra
la
promesa.
Toda
promesa
tiene
los
siguientes
elementos:
un
orador
(quien
promete);
un
oyente
(a
quien
va
dirigida
la
promesa);
una
acción
a
llevarse
a
cabo
con
determinadas
condiciones
de
satisfacción
y
un
factor
de
tiempo.
Como
para
hacer
una
promesa
se
necesita
del
consentimiento
mutuo
de
ambas
partes,
existen
dos
posibilidades
para
iniciarla:
a
través
de
un
pedido
o
de
una
oferta.
d)
Pedidos:
Un
pedido
es
un
acto
lingüístico
que
responde
a
la
inquietud
del
orador
y
busca
obtener
una
promesa
de
parte
del
oyente.
Es
en
el
momento
en
que
el
oyente
acepta
el
pedido,
donde
se
completa
la
acción
de
hacer
la
promesa.
Si
yo
pido
“Dame
un
café”
y
la
otra
persona
dice
“No”,
ahí
no
se
ha
establecido
ninguna
promesa.
Si
en
cambio,
la
respuesta
es
“Te
lo
doy
enseguida”,
se
establece
una
promesa
que
tendría
que
generar
sus
condiciones
de
tiempo
y
de
satisfacción.
e)
Oferta:
Una
oferta
es
un
acto
lingüístico
que
busca
hacerse
cargo
de
la
inquietud
del
oyente.
Una
oferta
es
una
promesa
hecha
por
un
orador
y
que
depende
de
la
declaración
de
aceptación
del
oyente.
Si
el
oyente
no
acepta,
no
se
ha
concretado
una
promesa.
Pero
si
el
oyente
acepta
el
pedido,
la
promesa
hecha
por
el
orador
deberá
cumplirse.
Tal
es
la
importancia
de
prometer,
pedir
y
ofrecer
que
nuestra
capacidad
de
acción,
nuestro
bienestar
y
nuestra
identidad
pública
están
directamente
ligados
a
la
forma
en
que
pedimos,
ofrecemos
y
nos
comprometemos
en
los
distintos
ámbitos
de
nuestra
vida
personal
y
profesional.
La
incapacidad
para
pedir,
prometer
u
ofrecer
genera
grandes
dosis
de
sufrimiento.
El
resentimiento
está
vinculado
a
la
actitud
de
“adivinen
mis
pedidos”;
la
frustración
profesional
a
la
actitud
“descúbranme”
porque
considero
indigno
ofrecerme;
y
los
reclamos
a
promesas
mal
formuladas
o
incumplidas.
Pedir,
prometer
y
ofrecer
son
Actos
del
Habla
que
nos
envuelven
con
la
creación
de
un
futuro,
buscan
que
ocurra
algo
que
no
acontecería
sin
la
petición,
promesa
u
oferta.
9
3)
Los
discursos
históricos
Todo
lo
que
hablo
no
nace
de
mi
cabeza
ahora,
está
fundado
en
una
tradición,
en
una
cultura,
en
un
mundo
interpretativo,
en
una
serie
de
distinciones.
Yo
aprendí
el
mundo
en
español,
y
en
el
idioma
español
hay
distinciones,
tradiciones,
maneras
de
decir
cosas
que
no
encuentro
en
el
inglés
y
viceversa,
y
que
me
muestran
el
mundo
de
una
forma
particular.
Otras
narrativas
que
constituyen
al
Observador
son
las
culturales,
tradicionales
y
sociales
en
las
que
está
inmerso.
Por
ejemplo
la
concepción
del
trabajo,
lo
que
significa
ser
hombre
o
mujer
en
la
comunidad,
las
formas
de
entender
el
éxito
o
el
fracaso,
entre
otras.
Lo
que
más
me
importa
es
que
ustedes
entiendan
cómo
nosotros
al
abrir
nuestra
boca
somos
personajes
históricos.
Cuando
una
chica
se
acerca
a
mí
y
me
habla,
no
necesito
que
me
diga
de
dónde
es
porque
su
acento
me
muestra
que
ella
es
peruana.
Y
fíjense
en
esto:
ese
acento
ella
no
lo
quiso
adquirir;
no
dijo
un
día
“quiero
hablar
con
ese
acento”.
El
acento
estaba
mucho
antes
que
ella.
Y
el
ser
peruana
no
es
sólo
un
acento,
es
una
manera
de
entender
la
vida
y
de
mirar
el
mundo.
Uno
de
los
puntos
centrales
en
el
coaching
es
que
si
yo
estoy
conversando
con
una
persona
y
me
olvido
de
que
pertenece
a
un
discurso
histórico,
toda
la
interpretación
de
lo
que
ella
diga
se
va
a
deber
a
ella.
A
una
‘ella’
chiquita,
a
una
ella
‘limitada’,
“esto
se
debe
a
que
ella
es
así
o
asá”.
Si
yo
me
hago
la
pregunta
de
dónde
viene
esa
persona,
en
ese
momento
tengo
una
riqueza
de
posibles
interpretaciones
respecto
de
quién
es
esa
persona.
Ninguna
de
esas
interpretaciones
es
un
absoluto
pero
son
caminos
para
acceder
al
alma
de
esa
persona.
Y
en
el
coaching
cuando
nos
olvidamos
de
los
discursos
históricos,
las
personas
se
convierten
en
casos.
Eso
pasa
cuando
no
tenemos
los
discursos
históricos
presentes.
“Tú
eres
así
porque
eres
así”.
Pero
si
entiendo
que
tu
padre
era
un
inmigrante
de
tal
parte
y
que
tu
madre
venía
de
otro
lado,
puedo
comprender
una
serie
de
conflictos
en
ti
y
se
generan
interpretaciones
más
ricas.
El lenguaje es uno de los dominios que nos constituye como observadores.
1)
Las
emociones
La
palabra
Emoción
viene
del
latín
emovere
(mover
hacia
afuera),
y
quiere
decir
lo
que
me
mueve,
lo
que
me
pone
en
acción.
Cada
emoción
que
yo
vivo
me
predispone
a
una
acción.
Cuando
tengo
rabia
mi
predisposición
podría
ser
a
castigar
al
otro;
cuando
siento
agradecimiento
mi
predisposición
podría
ser
a
servir;
cuando
estoy
resignado
mi
predisposición
podría
llevarme
a
no
actuar;
cuando
estoy
entusiasmado
mi
predisposición
es
a
actuar;
cuando
siento
tristeza
mi
predisposición
podría
ser
a
recogerme;
cuando
siento
miedo
10
mi
predisposición
puede
llevarme
a
ocultarme
o
a
salir
corriendo…
Es
decir,
cada
emoción
que
sentimos
los
seres
humanos
nos
pone
en
una
predisposición
diferente.
Hay
cientos
de
emociones.
Hicimos
un
trabajo
hace
años
y
llegamos
a
identificar
196.
Sin
embargo
nosotros
vivimos
con
las
siguientes
distinciones:
“me
siento
más
o
menos”
o
“estoy
bien”.
Esa
es
la
pobreza
de
las
distinciones
que
nosotros
tenemos
en
el
mundo
emocional.
Algo
extraordinario
en
la
modernidad
es
que
—particularmente
a
partir
de
René
Descartes,
en
el
siglo
XVII—
vivimos
en
el
paradigma
de
que
las
emociones
nos
impiden
pensar
claro
y
las
sacamos
del
terreno
cognitivo
bajo
el
dogma
de
que
las
emociones
no
tienen
nada
que
ver
con
el
saber.
¿Saben
el
costo
que
eso
ha
tenido
para
nosotros
en
la
vida?
¿Saben
lo
distinto
que
es
saber
desde
la
ternura
que
saber
desde
el
resentimiento?
¿Saben
lo
distintas
que
son
las
respuestas
a
una
pregunta
hecha
desde
el
cuidado
a
una
pregunta
hecha
desde
la
envidia?
La
misma
pregunta
en
dos
emociones
distintas
nos
lleva
a
distintas
respuestas.
Todo
el
saber
humano
siempre
es
emocional
pero
nosotros
lo
hemos
negado
por
décadas
o
siglos.
Entonces
no
se
extrañen
de
que
me
vaya
bien
pero
sienta
mi
alma
vacía.
Tendemos
a
negar
todo
el
territorio
emocional
en
el
espacio
que
tiene
que
ver
con
el
saber.
Para
nuestro
trabajo
hemos
distinguido
sietes
emociones
básicas:
la
alegría,
la
tristeza,
la
rabia,
el
miedo,
el
erotismo,
la
gratitud
y
la
ternura,
y
las
trabajaremos
a
lo
largo
del
programa.
Una
emoción
consiste
en
lo
siguiente:
hay
un
evento
del
que
yo
me
informo,
del
que
sé
o
del
que
soy
parte,
y
me
hace
cambiar
la
disposición
en
la
que
yo
estaba.
Alguien
me
anuncia
que
acaba
de
fallecer
una
persona
cercana,
me
lleno
de
tristeza
y
lloro,
o
alguien
viene
y
me
dice
“Fulano
se
ganó
un
premio”
y
me
pongo
contento.
O
“está
temblando”,
y
me
lleno
de
miedo.
Esa
es
una
emoción:
ocurrió
un
evento
que
cambió
mi
predisposición
por
un
momento.
¡Las
emociones
son
poderosas
en
tantos
sentidos!
Déjenme
hablarles
de
algunas
de
ellas.
¿Saben
ustedes
cuál
es
la
emoción
más
revolucionaria
que
conozco?
La
gratitud,
que
viene
del
latín
‘gratis’,
es
la
capacidad
de
despertar
en
la
mañana,
respirar
y
dar
gracias
por
el
aire,
dar
gracias
por
lo
que
estamos
comiendo,
tomar
la
mano
del
hijo
chiquitito
que
se
me
acaba
de
meter
en
la
cama
y
celebrar
su
manito
dulce
y
decir
“gracias
por
este
ser
maravilloso”.
Esa
es
la
gratitud,
gracias
porque
sí.
En
la
gratitud
no
hay
intercambio,
son
puros
regalos.
¿Han
pensado
en
el
regalo
que
es
un
vaso
de
agua
o
una
naranja?
No,
ya
nosotros
no
pensamos
en
eso
porque
estamos
enamorados
de
la
tecnología.
Esa
sí
que
fascina.
Les
digo,
la
gratitud
cuando
la
cultivamos
es
simplemente
sorprendente.
Déjenme
hablarles
de
otra
emoción,
la
tristeza,
que
—como
suelo
decir—
tiene
muy
mala
prensa.
¿Qué
pasa
cuando
viene
la
tristeza?
Solemos
decir
“Yo
no
quiero
estar
triste,
vamos
a
la
televisión,
quiero
deshacerme
de
la
tristeza”.
La
tristeza
es
la
emoción
que
nos
anuncia
que
hemos
perdido
algo
importante.
La
tristeza
viene
cuando
estamos
en
contacto
con
una
pérdida
y
puede
ser
un
acto
profundo
de
aprendizaje
si
la
visitamos.
Cuando
venga
la
tristeza
no
la
apaguen,
déjenla
ser…
bendigan
sus
lágrimas
en
paz.
11
Es
imposible
una
introspección,
una
mirada
al
mundo
profundo,
que
no
nos
cause
tristeza,
no
hay
posibilidad
que
eso
sea
así
y
¡bendita
sea!,
ustedes
se
van
a
dar
cuenta
de
que
la
tristeza
va
a
ser
fuente
de
inspiración.
La
alegría,
por
su
parte,
tiene
algo
extraordinario.
La
alegría
desde
el
punto
de
vista
fisiológico,
es
la
emoción
más
sana
en
términos
de
lo
que
produce
en
el
cuerpo,
y
hay
otra
emoción,
la
ternura,
que
nos
predispone
a
sentirnos
seguros.
¿Han
visto
lo
que
hace
la
mamá
con
el
nene
cuando
se
golpeó?…
“Venga
acá,
mi
amorcito,
póngase
aquí”
y
le
hace
un
cariño.
¿Se
han
dado
cuenta
de
que
eso
sana
todos
los
dolores
del
mundo?
Bueno,
nosotros
dejamos
hace
siglos
de
aprender
desde
la
ternura,
nosotros
aprendemos
solamente
desde
la
inteligencia.
La
ternura
tiene
ese
poder;
podemos
hablar,
ser
acogidos,
ser
escuchados
respetuosamente.
Por
ahora
vamos
a
hablar
sólo
de
esas
emociones.
Ya
llegará
el
momento
de
hablar
de
muchas
más
pero
esto
es
parte
de
la
pintura
de
lo
que
estamos
haciendo.
Muchas
veces
aprendemos
ese
estado
de
ánimo
muy
temprano
en
la
vida,
y
perdemos
la
flexibilidad
de
responder
a
los
eventos
de
la
vida
con
distintas
acciones.
Hay
personas
—y
ustedes
lo
saben
bien—
que
viven
en
la
tristeza,
en
la
resignación,
en
el
resentimiento
o
en
el
miedo,
y
nos
quedamos
ahí,
y
esa
es
nuestra
respuesta.
Así
es
como
vemos
la
vida.
El
que
vive
en
el
miedo
como
estado
anímico
vive
en
un
mundo
lleno
de
peligros;
el
que
vive
en
el
entusiasmo
vive
en
un
mundo
lleno
de
posibilidades.
Nuestro
discurso
actual
sobre
el
aprendizaje
ha
tendido
a
ignorar
la
dimensión
emocional
de
nuestro
ser
y
de
nuestro
saber.
Para
un
racionalista
mantener
una
actividad
cognitiva
completamente
libre
de
emociones
es
un
ideal
al
cual
todos
deberíamos
aspirar.
Desde
nuestro
punto
de
vista,
esta
es
una
idea
profundamente
equivocada.
Siempre
nos
encontramos
en
medio
de
alguna
emoción
o
estado
de
ánimo,
incluso
cuando
hablamos
o
pensamos.
Hemos
prestado
tanta
atención
a
nuestra
área
conceptual
que
nos
hemos
olvidado
de
que
cada
concepto,
cada
parte
del
conocimiento
y
cada
comprensión
conceptual
12
también
viven
en
un
estado
de
ánimo
particular,
y
si
cambiamos
el
estado
de
ánimo
en
que
sostenemos
lo
que
sabemos,
también
estamos
cambiando
lo
que
sabemos.
En
su
libro
The
Emotion
Code,
el
médico
Bradley
Nelson
dice
que
esa
emoción
no
sólo
ocurre,
hace
su
función
y
desaparece,
sino
que
esa
energía
que
produce
queda
vibrando
en
ti,
incluso
a
veces
muchas
veces
sin
que
tú
sepas
que
esa
emoción
sigue
estando
ahí.
Y
esa
emoción
se
transforma
—esta
es
la
parte
clave—
en
una
pieza
fundamental
de
la
coherencia
que
tú
eres.
Esta
emoción
atrapada
—por
ejemplo
el
miedo,
aunque
puede
ser
la
vergüenza,
la
culpa,
la
rabia
o
la
resignación—
literalmente
es
una
vibración
energética
que
se
ubica
en
alguna
parte
del
cuerpo.
De
hecho
yo
he
empezado
a
preguntarles
a
las
personas
en
coaching
dónde
tienen
la
emoción
y
no
tienen
dudas
en
señalar
un
sitio
de
su
cuerpo.
Complementando
lo
de
vibración
energética,
la
emoción
atrapada
la
entendemos
como
todo
un
sistema
de
respuesta
frente
a
determinados
contextos
emocionales,
que
se
asocien
a
la
situación
o
al
conflicto
que
la
generó
(muchas
veces
esos
contextos
son
discursos
o
narrativas,
que
las
fijamos
como
verdades,
otras
son
lugares
o
situaciones,
).
Ese
sistema
de
respuesta
involucra
a
estructuras
neuro
musculares,
sistema
hormonal
y
una
gran
cantidad
de
reacciones
corporales.
En
ese
caso
todo
tu
mirar
lingüístico
del
mundo
(tu
mundo
interpretativo)
y
toda
tu
corporalidad
se
ajustan,
giran
coherentemente
en
torno
de
esa
emoción
que
no
puedes
soltar.
La
clave
es
que
esa
emoción
una
vez
que
quedó
atrapada
ahí
sigue,
aunque
tú
no
la
veas.
De
ahí
que
muchas
veces
respondemos
“yo
soy
así”
o
“no
me
doy
cuenta”,
y
todo
tu
quehacer
es
coherente
con
esa
emoción
hasta
el
punto
de
que
no
se
puede
considerar
como
un
estado
de
ánimo,
en
el
sentido
de
que
es
un
pasar
de
tiempo
determinado,
sino
que
se
quedó
ahí.
Y
si
no
se
elimina
a
través
de
ciertos
ejercicios
o
intervenciones,
esta
emoción
atrapada
te
seguirá
dominando.
Es
muy
difícil
romperla.
Bradley
Nelson
dice
que
el
80%
de
las
personas
tienen
emociones
atrapadas.
O
sea
que
estamos
hablando
de
un
asunto
mayor.
Este
autor
dice
que
una
vez
que
logramos
soltar
una
emoción
a
través
de
algún
procedimiento,
pasa
algo
muy
importante
—y
yo
lo
he
visto
en
el
programa—:
las
personas
suelen
tener
un
momento
de
mareo.
Es
como
si
les
quitaran
una
pieza
fundamental
de
quienes
han
sido.
Y
por
lo
tanto
la
vieja
coherencia
que
han
sostenido
13
queda
suelta,
como
en
el
aire.
A
veces
pasan
hasta
dos
días
para
que
empiecen
a
encontrar
una
nueva
coherencia
en
un
mundo
emocional
diferente.
* * *
Muchos
de
los
quiebres
más
importantes
de
nuestra
sociedad
pueden
ser
enfrentados,
desde
nuestro
punto
de
vista,
sólo
cuando
comencemos
a
tomar
las
emociones
y
los
estados
emocionales
seriamente
como
un
dominio
central
del
aprendizaje.
Sabemos
poco
sobre
cómo
distinguir
entre
estados
emocionales
y
emociones,
de
cómo
reconocer
los
discursos
sociales
que
los
influencian,
y
de
cómo
entender
o
diseñar
campos
emocionales.
La
mayoría
de
nosotros
quedamos
atrapados
por
los
estados
de
ánimo
en
que
nos
rodean,
sea
en
el
hogar
o
en
el
trabajo.
Estos
estados
de
ánimo
están
definidos
por
la
deriva
de
nuestras
vidas
y
en
general
no
tenemos
capacidad
de
producir
cambios
significativos
en
ellos.
Sostenemos
que
podemos
adoptar
una
posición
activa
en
lo
que
respecta
a
modificar
estados
de
ánimo
y
con
ello
modificar
nuestro
horizonte
de
posibilidades.
Los
seres
humanos
donde
quiera
que
se
encuentren,
donde
quiera
que
habiten,
están
siempre
inmersos
en
determinados
estados
de
ánimo.
No
hay
forma
de
evitar
que
nos
hallemos
en
alguno
de
ellos.
El
campo
emocional
con
que
me
encuentro
en
Australia,
en
Chile
o
en
España,
es
muy
diferente
del
que
encuentro
por
ejemplo
en
Buenos
Aires,
Rio
de
Janeiro
o
Bogotá.
Pasa
igual
con
los
ciclos
estacionales
o
los
días
de
la
semana.
No
es
un
secreto
para
ustedes
que
la
emocionalidad
de
un
sábado
es
muy
distinta
a
la
de
un
lunes.
Incluso
la
emocionalidad
de
las
7
de
la
mañana
es
distinta
a
la
de
las
6
de
la
tarde.
El
campo
emocional
es
un
territorio
que
poco
indagamos
o
consideramos.
La
Modernidad
dejó
el
mundo
emocional
fuera
del
dominio
del
aprendizaje.
El
mundo
emocional
es
visto
como
sospechoso,
no
confiable.
Por
eso
no
sabemos
ni
cómo
comenzar
a
hablar
de
ello.
Por
ejemplo
en
el
medio
empresarial,
lo
más
sofisticado
que
se
dice
con
respecto
a
las
emociones
es
que
"la
moral
en
el
trabajo
está
baja
o
está
alta".
No
es
de
extrañar
entonces
la
inmensa
dificultad
con
que
en
ese
mundo
se
enfrentan
a
temas
como
la
resignación,
el
resentimiento,
la
desconfianza
o
la
deslealtad.
Un
tercer
elemento
de
lo
que
nos
constituye
como
observadores
es
el
cuerpo.
EL
CUERPO
Al
igual
que
nuestro
ser
emocional
ha
sido
ignorado
por
nuestro
discurso
occidental
del
aprendizaje,
el
dominio
del
cuerpo
ha
sido
en
su
mayor
parte
también
descuidado.
En
muchos
casos,
consideramos
nuestro
cuerpo
como
algo
que
andamos
trayendo
o
que
nos
sigue
de
un
lado
para
otro.
Sostenemos
que
todo
aprendizaje
ocurre
como
una
transformación
corporal
de
algún
tipo.
Si
aprendemos
pesimismo,
nuestros
cuerpos
se
comienzan
a
formar
consistentemente
con
esa
emoción:
los
hombros
se
encorvan,
el
pecho
se
desinfla,
la
cabeza
se
inclina
hacia
abajo
y
los
músculos
pierden
tensión.
Muchas
veces
la
mayor
dificultad
de
aprender
algo
radica
en
que
el
cuerpo
está
moldeado
en
contra
de
esa
posibilidad.
14
Parecemos
habernos
olvidado
de
cómo
escuchar
a
nuestro
cuerpo
por
el
bien
de
nuestra
salud
y
nuestro
bienestar.
Hemos
perdido
la
habilidad
de
comprender
la
conexión
cercana
que
existe
entre
nuestro
cuerpo
y
nuestros
estados
emocionales,
la
cual
ha
sido
demostrada
como
altamente
coherente
a
través
de
estudios.
De
forma
similar
no
reconocemos
cuánta
de
nuestra
salud
física
puede
depender
de
las
historias
y
narrativas
que
nos
decimos
a
nosotros
mismos
para
dar
sentido
a
nuestras
vidas.
No
es
una
mera
coincidencia
que
en
una
era
en
que
tanta
gente
está
comprometida
con
una
incesante
acumulación
de
riqueza
nos
veamos
enfrentados
a
una
epidemia
de
cáncer
—
una
enfermedad
de
crecimiento
incontrolable—
que
se
toma
tantas
vidas.
No
es
difícil
hacer
conjeturas
basadas
de
forma
similar
sobre
el
rol
de
narrativas
sociales
y
personales
en
otras
grandes
enfermedades.
Desde
los
años
30
al
50,
cuando
la
humanidad
estuvo
inundada
de
dictaduras
(Salazar,
Franco,
Stalin,
Mao,
Duvalier,
Tito
y
tantos
otros)
nos
faltó
aire
y
tuvimos
una
epidemia
pulmonar,
la
tuberculosis.
Hemos
distinguido
cuatro
disposiciones
básicas
al
movimiento
que
ustedes
verán
a
lo
largo
del
programa.
Las
personas
tenemos
una
combinación
gradual
de
ellas.
-‐
La
apertura:
Es
la
disposición
al
movimiento
que
reconcilia
y
acoge.
Se
manifiesta
en
las
personas
en
forma
de
sentimientos
y
acciones
creadoras
de
vida.
La
maternidad
es
un
gran
ejemplo
de
apertura.
Esta
fuerza
nos
facilita
el
sentir.
Es
la
comunicación
con
nuestro
propio
ser,
en
relación
a
lo
que
nos
emociona.
Desde
aquí
es
posible
el
escuchar,
el
observar,
el
esperar,
el
guardar
silencio,
el
ceder
o
el
aceptar.
-‐
La
resolución:
Es
la
disposición
al
movimiento
que
permite
avanzar
y
permite
entrar
en
una
relación
activa
con
las
cosas
del
mundo
y
las
demás
personas.
Desde
la
resolución
se
sustenta
el
poder
personal
y
la
capacidad
de
acción.
15
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16
resistencia
más
grande
al
aprendizaje
les
va
a
venir
del
cuerpo.
Muchos
de
ustedes
cuando
les
digan
“muévanse
así”
se
van
a
resistir.
La
corporalidad
que
tiene
resentimiento
comienza
a
ser
coherente
con
ese
resentimiento
y
con
las
interpretaciones
lingüísticas
que
le
corresponden.
Por
lo
que
si
me
ves
caminar
de
un
lado
al
otro
con
los
hombros
caídos
y
la
cabeza
gacha
y
dices
“Julio,
¿en
qué
estas
pensando?”
y
yo
contesto
“estoy
pensando
en
lo
maravilloso
que
es
el
mundo”,
no
me
creerías,
porque
de
alguna
manera
sabes
que
mi
respuesta
es
incoherente
con
mi
expresión
corporal.
Si
yo
camino
mirándolos
desde
arriba
y
les
digo
que
les
hablo
desde
la
humildad,
no
me
creen.
O
si
camino
con
los
hombros
bajos
y
mirando
al
piso
y
les
digo
que
estoy
feliz,
tampoco
me
creen.
Cuando
el
pensamiento
que
me
atraviesa
es
que
el
mundo
es
peligroso,
el
cuerpo
se
encoge
y
la
emoción
es
el
miedo.
El
escuchar
es
un
fenómeno
muy
distinto
al
oír,
pero
muchas
personas
en
su
vida
diaria
no
hacen
una
diferencia
entre
los
dos
conceptos.
Postulamos
que
el
oír
es
el
fenómeno
biológico
de
captar
los
sonidos,
y
el
escuchar
es
la
interpretación
que
hacemos
de
lo
que
oímos.
Frente
a
unas
mismas
palabras
dichas,
puede
haber
dos
personas
que
escuchen
algo
totalmente
diferente.
Una
de
las
más
grandes
contribuciones
al
aprendizaje
que
hace
nuestra
Escuela,
es
escuchar
tu
escuchar.
Esa
es
una
cuestión
que
en
general
no
hacemos.
No
observamos
nuestro
Observador
ni
escuchamos
nuestro
escuchar.
Creemos
que
con
haber
oído
es
suficiente
para
entender
lo
que
te
quieren
decir,
y,
en
el
otro
sentido,
que
todo
el
que
te
oyó
puede
entender
perfectamente
lo
que
quieres
decir.
Planteamos
que
entre
lo
que
una
persona
dice
y
la
otra
escucha,
hay
una
brecha
crítica,
que
podemos
expresar
en
esta
frase:
“Yo
digo
lo
que
digo,
y
tú
escuchas
lo
que
escuchas”.
17
escuchar
nace
de
un
espacio
interpretativo
histórico
que
es
generalmente
invisible
al
que
escucha.
Siguiendo
con
lo
que
hemos
dicho
de
la
Coherencia
del
ser,
postulamos
la
importancia
de
escuchar
la
emocionalidad
y
el
cuerpo,
y
no
solamente
las
palabras.
Escuchamos
el
contexto
completo
de
la
persona
que
tengo
enfrente
con
su
cuerpo,
su
emoción
y
su
lenguaje.
Lo
que
dice,
lo
que
no
dice;
todo
su
ser,
sus
gestos,
su
mirada…
Sin
embargo
los
distintos
pueblos
de
la
Tierra
han
sabido
de
distinta
manera,
y
lo
importante
no
es
lo
que
sabían
sino
cómo
lo
sabían.
Aún
hoy
en
día
hay
saberes
distintos
al
que
conocemos,
saberes
preciosos
que
hemos
despreciado.
Por
ejemplo
el
pueblo
Achuar,
en
la
selva
ecuatoriana,
no
sabe
el
mundo
para
nada
como
lo
sabemos
nosotros.
Los
achuares
no
ven
objetos
separados.
Para
ellos
todo
es
una
danza.
Ellos
no
dicen
“ese
árbol”,
ellos
integran
el
árbol
con
hormigas
y
pájaros…
Ellos
tienen
todo
conectado,
y
es
muy
extraño
conversar
con
ellos
porque
nosotros
tendemos
a
conversar
de
cosas
y
ellos
tienden
a
conversar
de
procesos
y
de
movimiento.
Todos
los
pueblos
hemos
sabido
distinto.
Por
ejemplo
hay
historias
preciosas
del
saber
del
pueblo
polinésico.
Los
polinésicos
navegaban
en
millones
de
kilómetros
cuadrados
de
mar
en
busca
de
islas
que
no
tienen
más
de
un
kilómetro
cuadrado
y
las
encontraban
perfectamente.
¿Saben
cómo?
Por
la
vibración
del
agua.
Son
distinciones
de
otro
tipo,
un
saber
distinto.
En
la
Edad
Media
Europea,
el
Saber
era
fundamentalmente
estar
en
contacto
con
los
que
decían
los
maestros:
lo
que
dijo
Aristóteles,
lo
que
dijo
Sócrates,
lo
que
dijo
Pitágoras,
lo
que
dijeron
los
matemáticos
árabes,
lo
que
decía
la
Biblia…
Una
persona
que
sabía
era
capaz
de
18
citar
a
los
maestros,
eso
era
saber.
El
citar
a
los
maestros
tenía
un
objetivo,
vivir
una
vida
virtuosa
para
ganarse
el
cielo
después
de
la
muerte.
Ese
saber
de
la
Edad
Media,
visto
de
esa
forma,
fue
desafiado
en
los
siglos
XVI
y
XVII
por
personajes
que
empiezan
a
hacerse
ciertas
preguntas.
Aclaro,
no
estaban
disputando
la
autoridad
de
su
tiempo,
que
era
la
Iglesia,
sino
que
veían
algo
distinto,
y
se
hacen
la
siguiente
pregunta:
¿Por
qué
no
probamos
lo
que
dicen
los
maestros?
¿Se
acuerdan
de
que
Galileo
empezó
a
hacer
pruebas
en
la
Torre
de
Pisa
para
ver
la
velocidad
de
la
caída
de
objetos?
Es
decir,
quiso
probar
si
lo
que
decía
la
Iglesia
era
cierto
o
no.
La
autoridad
de
ese
tiempo
no
estuvo
muy
contenta
con
semejante
cosa.
De
hecho
Galileo
murió
teniendo
su
casa
como
prisión
y
otros
corrieron
peor
suerte.
Sin
embargo
llega
un
instante
en
que
estos
personajes,
que
se
empiezan
a
llamar
los
empiricistas,
empiezan
a
ser
tantos
y
a
hacer
tantas
preguntas
que
la
Iglesia
hace
un
acuerdo
implícito
con
ellos,
y
ese
acuerdo
vive
en
la
vida
de
la
infinita
mayoría
de
la
humanidad
hoy
en
día.
Ese
acuerdo
al
que
se
llegó
está
en
todos
nosotros;
todo
nuestro
sentido
común
está
basado
en
eso;
nuestra
prácticas,
nuestro
saber,
todo
está
basado
en
ese
acuerdo
que
se
hizo:
la
Iglesia
le
dice
a
los
empiricistas
“ustedes
encárguense
del
saber
del
mundo
exterior,
nosotros
nos
vamos
a
encargar
del
saber
del
mundo
interior”.
Lo
que
pasó
allí
es
que
se
dividió
la
experiencia
del
saber
humano
y
no
la
hemos
podido
volver
a
juntar
nunca
más.
Todo
nuestro
lenguaje
es
dicotómico:
materia/espíritu,
cuerpo/alma,
objetivo/subjetivo…
Dividimos
todo
el
saber
humano
en
estos
dos
grandes
territorios
y
nunca
más
los
hemos
podido
juntar.
Como
ese
saber
exterior
tiene
un
impacto
directo,
lo
que
ocurre
es
que
mucha
gente
dice
“ese
es
el
saber”
y
el
otro,
el
interior,
es
como
de
segunda
clase.
Entonces
ese
mundo
del
saber
objetivo,
de
la
Academia,
es
el
que
vale,
el
que
sirve
para
conseguir
la
plata.
¿Y
qué
empezó
a
pasar?
Toda
nuestra
educación
excluyó
el
aprendizaje
del
mundo
interior.
¡Lo
excluyó
completamente!
Aprendemos
física,
aprendemos
química,
y
no
digo
que
esté
mal,
aprendemos
todas
esas
cosas,
pero
cualquier
aprendizaje
que
tenga
que
ver
con
el
Alma
quedó
afuera.
Imagínense
preguntándole
a
su
hijo
regresando
del
colegio“¿Aprendiste
la
alegría
hoy?”
“¿Aprendiste
sobre
la
perseverancia,
el
entusiasmo
o
la
honestidad?”
Al
niño
posiblemente
esto
le
parecería
una
locura.
En
Grecia
se
aprendían
esas
cosas;
era
parte
del
aprender.
Pero
eso
se
nos
quedó
afuera,
y
hoy
día
como
consecuencia
de
eso
nos
pasa
que
nos
sentimos
pobres.
Y
¿cómo
no
nos
vamos
a
sentir
pobres
si
se
nos
quedó
afuera
una
parte
de
quiénes
somos?
19
Piénsenlo.
Una
parte
inmensa
de
quiénes
son
ustedes
ni
siquiera
se
toca.
Es
más,
nuestra
cultura,
para
defender
su
coherencia,
niega
cualquier
referencia
o
desmerece
esa
otra
dimensión.
Por
ejemplo,
si
tú
empiezas
a
hablar
de
cosas
espirituales
te
dicen
“ya
se
me
puso
esotérico”,
y
si
te
vas
para
el
lado
emocional,
“ya
se
me
puso
sentimental”.
Yo
lo
veo
en
Estados
Unidos,
país
lleno
de
frases
para
desprestigiar
o
desarmar
la
inclusión
legítima
del
interés
espiritual,
emocional.
Porque
en
la
escuela
eso
no
se
toca
y
punto.
Y,
ojo,
no
estoy
hablando
de
la
espiritualidad
como
un
fenómeno
religioso;
lo
que
estoy
diciendo
es
que
hay
una
inquietud
profunda
del
ser
humano
que
se
nos
quedó
fuera
del
marco
de
lo
que
nosotros
aprendemos.
La
esencia
del
Observador
de
nuestro
tiempo
es
que
separa
todo.
Es
analítico.
El
análisis
es
eso,
separación.
Y
que
viene
de
esa
separación
brutal
y
central:
mundo
material/mundo
no
material;
espíritu/materia;
cuerpo/alma,
llámenlo
como
quieran.
Y
la
epistemología
(forma
de
saber)
que
desarrollamos
tras
esa
división
brutal
entre
estos,
el
mundo
interior
y
exterior
se
funda
en
tres
principios:
el
objetivismo,
es
decir
que
hay
un
universo
objetivo
que
puede
ser
explorado
y
conocido
de
manera
científica;
el
positivismo
y
el
reduccionismo.
El
positivismo
quiere
decir
que
si
no
lo
puedes
probar
por
el
método
científico
no
existe.
Pónganse
la
mano
en
el
corazón.
¿Cuántos
de
ustedes
han
tenido
experiencias
en
la
vida
que
no
pueden
explicar?
¿Y
qué
han
hecho
con
esa
experiencia?
¿Saben
lo
que
hemos
hecho?
Tenemos
una
conspiración
de
poner
en
silencio,
de
guardar
lo
que
no
podemos
explicar
y
por
eso
estamos
trancados
donde
estamos.
Todo
aquello
que
desde
el
punto
de
vista
del
saber
presente
y
‘oficial’
no
puede
ser
explicado,
lo
negamos.
Ni
siquiera
lo
hablamos
para
que
no
nos
consideren
locos.
En
el
reduccionismo,
la
idea
es
que
para
conocer
algo
se
deben
conocer
los
componentes
de
ese
algo.
Lo
curioso
es
que
con
la
física
cuántica
la
misma
ciencia
está
empezando
a
disputar
esto,
a
través
del
holismo,
que
apunta
a
que
el
todo
explica
las
partes
más
que
las
partes
explican
el
todo.
Si
ustedes
toman
una
abeja
solita
y
nunca
habían
escuchado
hablar
de
las
abejas,
ver
una
abeja
jamás
les
haría
entender
la
existencia
de
un
panal;
nunca
podrían
entender
que
ese
animalito
sumado
a
otros
se
transforma
en
esa
cosa
inmensa
impresionante
y
magnífica
que
es
un
panal.
Pero
el
panal
sí
explica
la
existencia
de
las
distintas
abejas.
De
la
misma
manera,
un
conjunto
de
órganos
tampoco
puede
explicar
lo
que
es
un
ser
humano.
¿Para
qué
aprendemos
los
seres
humanos
en
la
modernidad?
Aprendemos
con
dos
objetivos
centrales,
predecir
y
controlar,
esos
son
los
objetivos
del
saber
de
nuestra
epistemología
presente.
Esa
es
la
tecnología:
si
yo
sé
es
para
construir
algo,
predecir
y
controlar.
Ese
es
el
saber
de
nuestro
tiempo
en
todos
los
terrenos,
desde
los
experimentos
con
la
ingeniería
genética,
cuyas
consecuencias
no
podemos
adivinar,
hasta
lo
que
estamos
haciendo
para
modificar
los
alimentos.
Todo
es
predecir
y
controlar,
y
paradójicamente
nunca
hemos
estado
más
fuera
de
control
en
la
historia
que
ahora.
Si
ustedes
quieren
traspasar
esta
forma
de
saber
a
este
otro
lado
(interior)
no
funciona.
Tenemos
que
inventar
una
forma
de
saber
que
incluya
la
totalidad
de
la
experiencia
y
no
sólo
que
se
refiera
a
una
parte
de
la
experiencia.
Eso
es
parte
importante
de
lo
que
trata
este
20
programa.
No
estoy
diciendo
que
vamos
a
lograrlo
completamente,
la
tarea
es
gigantesca,
pero
vamos
a
ir
para
allá,
a
aprender
de
una
manera
en
que
el
saber
no
apunte
al
predecir
y
controlar.
Toda
esta
forma
de
aprender
nos
ha
producido
una
separación
entre
nosotros
y
el
mundo.
Hemos
dejado
de
mirar
la
naturaleza
y
la
convertimos
en
recursos
naturales,
así
como
a
las
personas
las
convertimos
en
recursos
humanos.
¿Saben
que
en
el
sur
de
Chile
tenemos
arbolitos
de
tres
mil
años?
Piensen
que
estaban
aquí
en
la
época
de
los
griegos,
y
cuando
llegan
los
cortadores
de
árboles
lo
que
miden
son
pulgadas
de
madera…
¡¡Y
son
seres
de
tres
mil
años!!
¿Se
dan
cuenta
de
cómo
se
pueden
ver
distintas
las
cosas?
Yo
les
quiero
pedir
a
ustedes,
amigos,
que
piensen
un
poquito
las
consecuencias
de
esta
separación.
El
alma
se
nos
quedó
afuera.
Conozco
gente
con
una
tremenda
información
en
ingeniería,
en
cualquier
tipo
de
trabajo.
Son
personas
brillantes
y
—permítanme
decirlo
con
todas
las
palabras
porque
lo
digo
con
respeto—
al
mismo
tiempo
son
infelices.
Y
la
pregunta
sigue
siendo
la
misma
¿Qué
nos
pasó
con
el
saber
humano?
Piensen
en
esto
otro.
Nada
en
lo
cotidiano
es
sagrado,
todo
es
sujeto
de
una
transacción.
No
hay
nada
hacia
qué
tener
reverencia,
no
en
el
sentido
religioso,
y
me
pregunto
¿cómo
no
sentir
reverencia
por
la
belleza
de
un
niño?,
¿cómo
no
sentir
reverencia
por
el
acto
en
que
un
grupo
de
seres
humanos
se
juntan
y
digan
‘vamos
a
mirar
las
cosas
desde
otro
lado’?
Yo
les
extiendo
una
invitación
ahora
que
empezamos
a
trabajar
juntos
para
incorporar
nuestra
alma
en
el
aprendizaje.
Al
comienzo
los
va
a
hacer
sentir
a
ustedes
un
poquito
incómodos…
pero
tenemos
que
hablar
de
eso.
Antes
de
terminar,
déjenme
decirles
algo
más:
Yo
conocí
en
los
Estados
Unidos
a
quien
considero
un
maestro
mío
y
lo
admiré
en
vida.
Su
nombre
es
Joseph
Campbell,
cuyas
ideas
muchos
de
ustedes
deben
conocer.
Campbell
dijo
que
“cuando
los
pueblos
en
la
Tierra
se
encuentran
frente
al
abismo
en
que
su
presente
saber
es
insuficiente
para
hacerse
cargo
de
los
desafíos
que
tienen
en
la
vida,
esos
pueblos
y
sus
líderes
necesitan
generar
un
espacio
sagrado
para
poder
tener
conversaciones
que
no
se
tienen
habitualmente
o
que
no
se
han
tenido
nunca”.
Campbell
decía
que
en
toda
las
tradiciones
—y
él
estudió
muchos
pueblos—
se
reunían
en
un
espacio
sagrado,
a
veces
eran
los
ancianos
de
la
tribu,
a
veces
eran
los
avanzados,
un
chamán
o
una
sacerdotisa
—no
importa
el
nombre
que
le
demos—
y
esas
personas
¿saben
lo
que
hacían?
Cuidaban
que
el
espacio
se
mantuviera
sagrado
para
que
las
conversaciones
produjeran
lo
que
tenían
que
producir,
que
era
acceder
a
un
nuevo
saber
que
permitiera
hacerse
cargo
de
los
nuevos
desafíos.
Este
espacio
que
estamos
iniciando
tiene
que
ser
sagrado
no
en
un
sentido
religioso
sino
en
un
lugar
en
que
se
tiene
reverencia.
Lo
que
se
dice
en
este
programa
es
entre
nosotros,
merece
el
respeto,
se
acoge
con
ternura,
merece
ser
escuchado.
21
Y
Campbell
hablaba
también
de
algo
que
ustedes
ya
están
viviendo
y
lo
decía
de
la
siguiente
manera:
hay
un
momento
en
que
los
seres
humanos
escuchamos
un
llamado.
Ustedes
lo
escucharon
y
por
eso
están
acá.
Se
han
dado
cuenta
de
esos
días
en
que
se
meten
en
la
cama
y
se
ponen
a
pensar…
“tantos
sueños
que
tuve
cuando
yo
era
joven
y
miren
lo
que
estoy
haciendo
ahora
en
la
vida.
¿Qué
me
pasó?”.
O
“Yo
pensaba
que
el
amor
era
esto
y
miren
mi
matrimonio
en
la
que
estamos”.
¿Conocen
esa
sensación?
Y
de
pronto
se
encuentran
con
que
ya
no
pueden
dejar
de
escuchar
esa
voz
que
les
dice
que
algo
debe
cambiar.
Los
honro
por
escuchar
ese
llamado.
Y
pasa
lo
siguiente.
¿Saben
que
el
paso
siguiente
al
escuchar
el
llamado
es
que
vamos
a
meternos
—usando
términos
bíblicos—
en
el
vientre
de
la
ballena?
¿Qué
quiere
decir
meternos
en
el
vientre
de
la
ballena?
Quiere
decir
que
vamos
a
tener
que
enfrentar
los
monstruos,
nuestros
monstruos,
así
cara
a
cara,
ponerles
nombres,
mirarlos
a
los
ojos.
Vamos
a
tener
que
pedir
las
disculpas
que
nunca
pedimos,
perdonar
a
quienes
nunca
perdonamos,
llorar
lo
que
nunca
lloramos,
vivir
las
tristezas
que
no
nos
atrevimos
a
vivir.
¿Y
saben
qué?
Revuelve
el
alma
amigos
míos…
Y
pasa
una
cosa
muy
típica
en
este
programa
y
es
que
en
algún
momento
te
dices
“Mi
vida
era
bien
malita
antes,
pero
no
estaba
tan
mala
después
de
todo”,
viene
una
especie
de
arrepentimiento…
y
“¿por
qué
no
sigo
como
estaba
en
vez
de
meterme
acá?”
Porque
saben
una
cosa,
el
vientre
de
la
ballena
al
comienzo
es
amenazador
y
no
se
ve
salida
hasta
que
llega
un
instante
en
que
aparece
una
lucecita
en
el
horizonte
que
se
va
agrandando
y
ahí,
amigos
míos,
salimos
del
vientre
de
la
ballena
y
llegamos
al
mismo
lugar
en
donde
iniciamos
el
viaje,
ahora
con
una
nueva
mirada.
Nuestro
mundo
de
pronto
ha
cambiado.
Voy
a
citar
a
Proust.
“El
verdadero
viaje
de
aprendizaje
no
es
conocer
nuevos
territorios
sino
que
es
ver
con
nuevos
ojos”,
y
eso
ustedes
lo
van
a
vivir,
yo
voy
a
estar
con
ustedes
así
me
pueden
cobrar
mis
palabras.
Y
para
cerrar
les
voy
a
decir
que
van
a
necesitar
una
dosis
importante
de
coraje;
se
los
digo
seriamente.
Para
meterse,
mirar
lo
que
hay
que
mirar,
llorar,
todo
eso
requiere
de
coraje,
de
mucho
coraje.
Ahora,
el
hecho
de
que
estén
aquí,
a
mí
me
dice
que
ya
lo
están
ejerciendo…
El
viaje
de
su
aprendizaje
está
comenzando
y
acá
los
estamos
acompañando.
22