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Resumen
En el presente trabajo se presenta un acercamiento a las prácticas culturales en
torno a la belleza femenina en México. Para conseguir la belleza, las mujeres han
construido, a lo largo del tiempo, todo un corpus de saberes que se han ido
transmitiendo de generación en generación. Tal corpus incluye una serie de
preceptos, prácticas, herramientas y técnicas que les permiten alcanzar el éxito.
Estos saberes constituyen parte del patrimonio cultural de las mujeres. Sin
embargo, pese a los cambios habidos en las mentalidades, aún se considera que
su posesión, práctica y transmisión es un mecanismo de poder de las mujeres que
debe ser vigilado y controlado.
En este trabajo, mostraremos algunos de los preceptos, prácticas, herramientas y
técnicas utilizadas por las mexicanas para conseguir ser bellas, así como las
formas en que estos saberes se socializan y se reproducen, convirtiéndose en
patrimonio cultural de las mujeres. La investigación está enfocada desde tres
miradas teóricas: de un lado, la Historia de las mujeres con perspectiva de género,
los discursos generados en torno a la belleza y, finalmente, la Historia de la vida
cotidiana en donde se insertan las prácticas. La intersección entre estas tres
miradas sería el espacio en donde ubicamos el patrimonio cultural de las mujeres
en torno a la belleza. Las fuentes utilizadas serán dos fundamentalmente: los
libros y las revistas dirigidas a mujeres y algunas entrevistas hechas a informantes
clave.
Palabras clave: prácticas culturales, patrimonio cultural, belleza femenina,
discurso, historia de las mujeres con perspectiva de género.
Introducción
Históricamente, los hombres han construido una idea de ser mujer, atribuyéndole
una serie de características, casi siempre asumiendo que éstas forman parte de
una naturaleza que permite su reproducción inalterable en el tiempo. Entre tales
características se han señalado algunas que hacen énfasis en lo que ellos
suponen la parte negativa de su ser, entre las que están su opinión cambiante, su
inestabilidad emocional, su inclinación a la lujuria, su falta de racionalidad, su
1
Profesora-Investigadora de tiempo completo adscrita a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UAQ. Perfil PROMEP. Miembro del SNI, nivel 1.
propensión a la emotividad y su tendencia al dispendio. Por el otro lado, están las
características que indican cómo debería ser: casta, sumisa, obediente, servicial,
solícita, limpia, trabajadora, amorosa, prudente y, por supuesto, bella.
Dado que no todas las mujeres poseen estas características que conducen al
ideal, la sociedad patriarcal ha construido una serie de mecanismos tendientes a
ayudarla para conseguirlas. Así, la moral occidental cristiana diseñó un aparato
ideológico tendiente a regular sus pensamientos y sus conductas. Tal código, a
través de la socialización, es reproducido y legitimado por las instituciones
sociales (Iglesia, familia, escuela). Sin embargo, pese a que parecía existir un
consenso respecto de la castidad, la obediencia, la laboriosidad, etc., no existía tal
respecto de la belleza.
Para conseguir la belleza, los hombres y, más recientemente las mujeres, han
construido, a lo largo del tiempo, un corpus de saberes que se ha ido
transmitiendo de generación en generación. Tal corpus incluye una serie de
preceptos, prácticas, herramientas y técnicas que les permiten alcanzar el éxito.
Estos saberes constituyen parte del patrimonio cultural de las mujeres. Sin
embargo, pese a los cambios habidos en las mentalidades, aún se considera que
su posesión, práctica y transmisión es un mecanismo de poder de las mujeres que
debe ser vigilado y controlado.
Las fuentes utilizadas para el trabajo han sido diversas, van desde los libros
escritos para la guía moral de los fieles católicos hasta las revistas femeninas,
pasando por una amplia gama de revistas para mujeres producidas a lo largo del
siglo XX,2 así como enciclopedias para la mujer, catálogos de productos de
belleza y literatura especializada en el área.
2
Las revistas para mujeres que han sido consultadas son Paquita, La Familia, Fiminidades,
Cosmopolitan, Vanidades, Elle y una gama de catálogos de productos de belleza de marcas como
Avón, Fuller, Mary Kay, entre otros.
entrevistas las hicimos tanto a mujeres que se maquillan como a especialistas en
el área.
Marco Teórico
La Historia de las mujeres, a decir de Duby, intenta no sólo hacerlas visibles, sino
comprender “su lugar en la sociedad, su “condición”, sus papeles y su poder, su
silencio y su palabra” (Duby, 2005: 17). Si bien este tipo de historia es reciente
(Perrot, 2008), las aportaciones que ha hecho a la visibilización de las mujeres al
convertirlas en sujetos de la historia ha sido muy notaria y, máxime cuando se
añadió la categoría “género”. El género, dice Scott (2008), como categoría
analítica, amplió el campo de estudio pues no se trata sólo de visibilizar, sino de
explicar las relaciones entre los géneros, unas relaciones que son social e
históricamente construidas. Así, la Historia de las mujeres con perspectiva de
género, además de lo anterior, intenta comprender la “condición” de las mujeres
en relación con los hombres, es decir, en la dinámica que se gestó en el contexto
del sistema patriarcal dominante en Occidente. Estas condiciones, según nos
muestra la Historia, no son estáticas; por el contrario, tienen procesos de
gestación, de consolidación y de cambio, de forma que su estudio nos puede
mostrar continuidades, rupturas y transformaciones que conducen a una nueva
manera de mirar y hacer la historia. Para estudiar el caso específico de la belleza
femenina en el tiempo proponemos como método el análisis del discurso, el cual a
su vez está fundado en la propuesta de Foucault, mismo que puede ser
contrastado en su realidad empírica con las huellas dejadas en la vida cotidiana.
El discurso
Sin embargo, hay discursos alternativos que son pronunciados por otras personas
que no están reconocidas (os) por las instituciones, ya sea porque no proceden
del discurso científico o porque están excluidos en razón de quién los produce. En
este sentido, los discursos producidos por las mujeres no tienen el mismo valor ni
el mismo reconocimiento respecto de los discursos producidos por los hombres.
Siguiendo el esquema propuesto por Foucault, bajo el mecanismo de la
separación y el rechazo, a los hombres se les asignó la razón y a las mujeres la
sin razón. Luego, si las mujeres no poseen razón, su discurso no merece ser
considerado, lo que nos sitúa en una doble marginación: por ser mujeres y por no
ser escuchadas. Dado que el discurso femenino no goza de credibilidad, los
saberes producidos por ellas no tendrán el mismo estatus que los discursos
producidos por los hombres. Los hombres hacen ciencia, producen verdad. Las
mujeres chismorrean, sus discursos son vanos y sus saberes se ligan a lo mágico.
En la tradición clásica, la mujer es asociada con la noche, la luna, el cambio. A
ellas se atribuye el conocimiento de lo oculto, de la magia, de lo demoníaco. Con
estos saberes, las mujeres pueden secar los campos, producir tempestades,
transformar a los hombres, quitarles su virilidad, curar a los enfermos, enloquecer
a las personas, producir “mal de ojo” e incluso ocasionar la muerte. Estos poderes,
predicados primero a las magas y hechiceras, como Circe o Medea, fueron luego
atribuidos a las brujas.
La vida cotidiana
Patrimonio cultural
Dado que lo que nos interesa conocer son las prácticas relacionadas con la
belleza y éstas se ubican dentro del grupo de los valores, tradiciones y creencias,
podemos circunscribir una parte de nuestro ámbito de estudio en el patrimonio
cultural intangible (lo que tiene que ver con ideas, valores, percepciones) y otra, en
el patrimonio cultural tangible (en donde su ubicarían los instrumentos y las
herramientas utilizadas en la consecución de la belleza).
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Esta visión de la cultura presente en los paradigmas del postmodernismo se pueden ver en: Waugh,
Patricia, “Postmodernism and Feminism”, en: Stevi Jackson- Jackie Jones, Contemporary Feminist Theories,
Edinburgh University Press, Edinburgh, 1998.
veces, pueden dar cuenta y aportar información particular para definir este
concepto propuesto” (Lagunas, 2011).
Para Platón, la belleza puede ser analizada desde dos ámbitos: la belleza del
cuerpo, la cual es efímera y puede imitarse usando de afeites y artificios, y la
belleza del alma, la cual es duradera y se corresponde con las virtudes (Platón,
2012). Con la llegada del cristianismo y, sobre todo, con su oficialización como
Julio Aróstegui, “Símbolo, palabra y algoritmo. Cultura e historia en tiempos de crisis”, en: P. Chalmeta, F.
Checa Cremades, M. Gónzalez Portilla y Otros, Cultura y Culturas en la Historia, V Jornadas de Estudios
Históricos, Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1995.
religión del imperio, la idea de la belleza cambió al asignarse a lo corporal una
connotación negativa y a la belleza interior o del alma una connotación divina.
La búsqueda de la belleza, acorde a los cánones de cada época, nos permite ver
una oscilación entre lo sacro y lo profano. A la exaltación de la belleza del siglo
XVIII le sigue un descenso. El incremento de la religiosidad y, sobre todo, de la
mariología (Corbin, 2005), permitió reavivar un discurso moralista, ascético y
virginal en el que la búsqueda de la belleza fue visto como un pecado. La
imposición de María como ideal (evidenciado en el auge del culto de la
Inmaculada Concepción de María y de otras advocaciones marianas) representó
para las mujeres el retorno a la castidad, el pudor, la maternidad, añadiendo la
dulzura, la mesura y la continencia. Bajo estos preceptos, la belleza femenina no
es algo que proceda de fuera, sino de dentro. La búsqueda de la belleza debe
hacerse a través de la práctica de las virtudes, que son su mejor adorno.
El discurso del siglo XIX se perpetuó hasta mediados del siglo XX. Los
moralistas siguen repitiendo y, junto con ellos los sacerdotes, la necesidad de
tomar a María como modelo de virtud.
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Según señala el periódico El Economista, “un mercado que no perdió su dinamismo fue el de
productos de belleza y cuidado personal, el cual experimentó un crecimiento real de casi 7%,
según datos de la agencia de investigación de mercados Euromonitor International. El incremento
fue prácticamente igual al ritmo de expansión anual promedio de dicho mercado entre el 2003 y el
2009, cuando su valor creció casi 50% al pasar de 4,900 a 7,400 millones de dólares. Disponible
en: http://eleconomista.com.mx/industrias/2010/07/27/belleza-mercado-que-lucio-su-mejor-rostro-
pesar-crisis, consultado el 15 de junio de 2012.
5
Idem.
La producción del discurso actual viene ya no de la teología o la moral, sino de las
ciencias, en una conjunción que reúne expertos de diversas formaciones para
garantizar un tratamiento “integral” de la belleza. Se incluyen entonces médicos,
psicólogos, dietistas, cosmetólogos, dermatólogos y otra gama de científicos que
están dentro de los laboratorios de las casas fabricantes. Ellos, reúnen no sólo los
saberes sino también la tecnología y los recursos (naturales y económicos)
necesarios para garantizar productos de “alta calidad”. Estos productos, resultado
de los más recientes descubrimientos, están fabricados con productos naturales,
orgánicos. El discurso esgrimido por la publicidad se ha orientado hacia lo natural,
rescatando productos que habían estado “olvidados” por nuestra sociedad y
ahora han sido redescubiertos por la ciencia. Así pues, la belleza que nos ofrecen
las casas comerciales es, desde su perspectiva, más integral, natural y duradera.
El uso que las mujeres (y más recientemente también los hombres) están
haciendo del discurso, puede evidenciarse en las prácticas culturales.
Entendemos por práctica cultural aquellos usos y costumbres que realizan las
personas en su vida cotidiana y que tienen su fundamento en una cultura, la cual
permite conocer su origen y darles sentido. Una práctica cultural, siguiendo la
propuesta de Rizo (2004), es una forma de construir y perpetuar identidades (Cfr.
http://ddd.uab.cat/pub/tesis/2004/tdx-1217104-141705/mrg1de1.pdf, pág. 112-
120), en este caso, identidades de género.
Los artefactos
Los materiales de los utensilios también han ido variando, pasando de los
naturales a los sintéticos. En su diseño se ha incorporado la ciencia y la tecnología
al producir diseños no sólo innovadores, sino ergonómicos, ligeros, durables, anti
alergénicos y fáciles de limpiar. Tales artefactos pueden ser adquiridos solos o en
grupo y sus precios van desde los muy baratos hasta los muy caros, sobre todo en
función de los materiales y las marcas.
La técnica
Desde principios del siglo XX, el desarrollo de nuevos productos va acorde con el
de nuevas técnicas. Todas las casas que fabrican productos de belleza ofrecen
cursos de capacitación y actualización a sus distribuidores(as). A tales eventos,
que se realizan cada año, acuden estilistas de todo el mundo para enterarse de
las tendencias de la moda y de la forma en que se harán las cosas: cortes de
cabello, tendencias en los colores y formas, uso de los nuevos productos y,
fundamental, sus beneficios en términos de salud.
Para el caso del maquillaje, la técnica impone un orden que inicia con la
preparación del rostro. Esta fase comienza con la limpieza facial, la cual puede ir
desde el lavado simple hasta la aplicación de mascarillas y masajes. Respecto de
las mascarillas se ha escrito una gran cantidad de literatura, desde las naturistas
que recomiendan productos naturales, hasta las que usan productos de belleza
específicos. En todos los casos, junto con el producto viene la técnica de
aplicación, la cual varía dependiendo del tipo de producto. En la mayoría de los
casos la aplicación se hace con los dedos y se recomienda evitar el contorno de
los ojos y la boca. La técnica también señala la forma en que se debe retirar el
producto.
La aplicación del rímel o máscara para pestañas tiene también su técnica. Primero
se enchina la pestaña (existen diversos utensilios para ello, desde los cuchillos de
mesa, cucharas, agujas o enchinadores) y luego se aplica la máscara. De ellas
puede haber una gran variedad: hay las que alargan, engrosan o hacen ambas
cosas. Sea del tipo que sea, el rímel es una de las partes fundamentales del
maquillaje al grado que “los expertos” recomiendan que si no hay tiempo para
maquillar, con rímel y lápiz labial es suficiente. Su aplicación, señalan, debe ser de
abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera, aplicando varias capas según el
efecto que se quiera. Las casas productoras de utensilios de belleza innovan
constantemente en el diseño de aplicadores para garantizar distintos efectos.
Tanto ojos como cejas deben estar delineados. La técnica señala que el
delineado debe enfatizar y por ello debe ser muy natural. Se pueden delinear los
ojos tanto arriba como abajo, ello dependerá de la moda y del efecto deseado. El
delineado puede ser del tamaño del párpado o ir más afuera, como el que usaba
Nefertiti y que se volvió a usar en la década de los setenta y ahora nuevamente.
Este delineado requiere de un lápiz con punta bien definida, el cual puede ser en
crayón o líquido. Requiere también de un pulso firme para que sea de un solo
trazo. Para el delineado de la ceja se necesita, primero, de un buen depilado, el
cual deberá enfatizar la forma de la ceja. Luego, para darle consistencia, con un
lápiz o con polvo se “rellena” la ceja y se le peina. En algunos casos se venden
también fijadores en gel.
La técnica para la aplicación del rubor es muy popular. Los “expertos” dicen que
debe hacerse del pómulo hacia arriba con una brocha gruesa, lo que garantiza
que no se quede “como muñeca fea”. El área a enfatizar dependerá del tipo de
cara y el color usado producirá diferentes efectos.
Finalmente, el último toque lo da el lápiz labial. De estos hay una amplia gama de
colores y consistencias. La técnica señala que debajo del lápiz se puede aplicar
base de maquillaje para garantizar su fijación. Sin embargo, los nuevos lápices
son indelebles y garantizan duración por todo el día. Su aplicación va del centro
hacia afuera en el labio superior y de un lado a otro en el inferior. Los maquillistas
profesionales utilizan para su aplicación pinceles y no necesariamente usan un
solo color pues pueden hacer combinaciones. Los labios pueden también
delinearse con lápices o pinceles utilizando otro color al del relleno. En estos
casos, los efectos alcanzados pueden modificar la percepción de la forma de la
boca.
La difusión del discurso en torno a la belleza puede verse como una paradoja. Por
un lado, se sigue perpetuando la idea de que los saberes en torno a la belleza son
“secretos”, sin embargo, se ha masificado en los últimos años. Ello tiene que ver
con la forma en que se hace la difusión pues, fundamentalmente, es a través de la
publicidad, ya sea televisiva o impresa.
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El porcentaje puede crecer si consideramos que muchos de los productos que aparecen en el cuerpo de los
artículos están también ofreciéndose a la venta.
Según señalamos antes, entendemos por patrimonio cultural el conjunto de los
bienes culturales que la historia ha legado a una nación. Este patrimonio puede
ser tangible e intangible. En el patrimonio tangible, en relación con la belleza,
encontramos los artefactos que usamos las mujeres para embellecernos. En el
intangible están los saberes, las ideas, los prejuicios y todas aquellas cosas que
hemos recibido del pasado en relación con la belleza y las formas de alcanzarla.
En términos del patrimonio intangible, tenemos que éste, en la medida en que se
ha ido institucionalizando también se ha ido materializando, ya sea en forma de
libros, recetarios o formularios, en los cuales quedan consignados tanto los
ingredientes como las ideas.
Pese al control masculino del discurso autorizado, las mujeres han seguido
perpetuando sus saberes a través de la tradición oral. Por este medio sabemos
que si queremos conservar el cabello obscuro debemos lavarlo con agua de nogal,
que si queremos tener un color rosado en la cara, podemos usar el agua de
betabel untada con un algodón, que si queremos tener un cabello lustroso
podemos usar mayonesa o si una piel radiante ponernos mascarillas de aguacate.
También sabemos que para desinflamar los párpados son buenos los pepinos,
para reducir los efectos de las quemaduras solares el jitomate, la crema de leche o
la nata, para tener las manos suaves el limón con azúcar y un sinfín de recetas
que echan mano de lo que las mujeres tienen al alcance. Tales recetas nos son
heredadas junto con la técnica y son aprendidas fundamentalmente por la
imitación.
Conclusiones
El discurso en torno a la belleza de las mujeres en general y en México en
particular está en una transición, la cual se vive como una contradicción. Por una
parte, Focualt (2010) señala la diferencia entre sociedades del discurso y
sociedades del secreto. La historia había mostrado el patrimonio cultural en torno
a la belleza como un secreto que sólo era transmitido por las mujeres a otras
mujeres, sin embargo, hemos visto como los hombres se apropiaron del discurso,
señalando lo prohibido y lo permitido, lo bello y lo feo y determinaron de esa forma
cómo debía aparecer una mujer frente a los otros. En esta apropiación del
discurso, marginaron el saber de las mujeres, haciendo que sus conocimientos
aparecieran como supersticiones o magia. Los hombres, como productores del
discurso, institucionalizaron el saber y lo difundieron pero bajo formas morales. Sin
embargo, recientemente los saberes en torno a la belleza han comenzado a
divulgarse a través, fundamentalmente, de la publicidad. Esta difusión se opone al
secreto pues sus contenidos se están masificando, lo cual es posible porque son
saberes legitimados por los hombres, la ciencia y reproducidos para nosotras.
Empero, habrá que destacar que sigue habiendo saberes que se transmiten no en
el secreto, pero sí en pequeños grupos, de mujer a mujer. Tales son los que tienen
que ver con lo cotidiano, como las formas más básicas de maquillarse o cuidarse
sin tener que recurrir a los productos comerciales que el medio nos ofrece. Pero
esos saberes, de nueva cuenta, no están legitimados por los hombres, de forma
que en el ámbito de la belleza, siguen siendo los hombres quienes dictan los
cánones.
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