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[TRABAJO TRIMESTRAL Nº 2
“EL NOMBRE DE LA ROSA”]
PROFESORA: TOMASELLA, MARCELA ALUMNA: FÁBREGA, MACARENA
NOMBRE: Umberto Eco.
ESTUDIOS:
- fue profesor de comunicación visual en Florencia en 1966. En esos años publicó sus
importantes estudios de semiótica Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968),
de sesgo ecléctico.
NARRATIVA
- Comenzó su obra narrativa en 1966 publicando dos cuentos para niños ilustrados
por Eugenio Carmi, La bomba y el General y Los tres cosmonautas.
- EcoLos gnomos de Gnù (1992), ilustrado como los anteriores por Carmi; y El misterioso
fin del planeta Tierra (2002), para un público adulto.
- Escribió además otras novelas, como El péndulo de Foucault (1988), fábula sobre una
conspiración secreta de sabios en torno a temas esotéricos;
- La isla del día de antes (1994), parábola kafkiana sobre la incertidumbre y la necesidad
de respuestas;
- Baudolino (2000), una novela picaresca —también ambientada en la Edad Media— que
constituye otro rotundo éxito;
ENSAYOS:
IDEOLOGIA Y PENSAMIENTO:
Siempre que pienso en la novela policía me viene a la mente “el detective”, creo que es el
ingrediente primario de toda narración policíaca por su relación directa con el factor
característico de este tipo de literatura: la investigación. Este género relaciona
estrechamente ambos elementos: la narración policíaca es la narración de una investigación
y el detective es aquel que la conduce.
Esta persona encargada de llevar a cabo esa investigación, ya sea un policía, un detective
privado, un periodista, un abogado, un forense debe ser interesante ya que el método que
utiliza para la investigación hilará la historia de una manera dinámica e intrigante o no.
Me interesa que la trama esté bien trabajada. Y que el relato policial despierte en mí esas
sensaciones y emociones creadas por el suspenso.
-En la Alta Edad Media el único estamento que sabía leer y escribir era el religioso. La
lectura de textos sagrados era el vehículo para acercarse a Dios y las reglas de muchas
órdenes obligaban a saber leer y escribir. La mayoría de los monasterios contaban con un
lugar, denominado Scriptorium o Escriptoria, expresamente dedicado a la copia de libros,
que, junto con la lectura, eran dos de las actividades más importantes que se desarrollaban
en los mismos. La finalidad de la copia era el intercambio con otros monasterios, o atender
los encargos de personajes importantes, muy escasos en aquella época. Estos Escriptoria
fueron los únicos centros de producción libraría durante muchos siglos y estaban dirigidos
por un armarius, responsable de la coordinación de todas las actividades, y en concreto de
la producción de los códices.
Se denomina códice (del latín “codex”: bloque de madera) al documento con formato de
libro moderno, es decir, el constituido por páginas separadas, cosidas y encuadernadas. En
teoría, cualquier libro actual (salvando los electrónicos) es un códice, aunque este término
se utiliza únicamente para libros manuscritos. El códice fue inventado en el siglo IV por los
romanos para sustituir al rollo ("rotulus"), aunque éste continuó usándose de forma aislada
en el Medievo. El material sobre el que se realizaban era el pergamino, cuyo uso se había
ido generalizando desde el siglo IV, para el que utilizaban la piel de los animales de sus
granjas. Algunos códices eran reutilizados, después de raspar su contenido, dando origen a
los denominados Palimpsestos. Para escribir se utilizaba el cálamo, de caña o pluma, y la
tinta, negra y roja para destacar lo importante. Primero se diseñaban las páginas, señalando
donde iba el texto.
-Conocemos por Inquisición a una de las instituciones más duras y violentas de la Historia.
La Inquisición fue una institución creada por la Iglesia Católica con el objetivo de combatir y
reducir la herejía en diferentes partes de Europa, así como también en América. Esta
institución basó su tarea en la persecución constante y salvaje de todo aquel que no
profesara la religión católica o que dijera hacerlo en forma inapropiada. Para lograr sus
objetivos y fines, la Inquisición desarrolló un número importante de técnicas, métodos y
castigos severos que eran aplicados por igual sobre hombres, mujeres, niños, ancianos o
jóvenes. Se estima que la Inquisición fue fundada en el siglo XII en Francia para ser
finalmente desmantelada a nivel global recién en el siglo XX.
Si bien la Inquisición se volvió especialmente famosa y eficaz en España, con los Reyes
Católicos, la verdad es que la institución ya existía en otras partes de Europa desde tiempos
medievales.
-La palabra abadía se origina en el latín tardío, derivándose de “abbatia”, y cuyo significado
hace referencia al Monasterio cuyo superior es un abad, término latino que a su vez fue
tomado de la lengua aramea y que designa a un padre espiritual. El femenino abadesa,
como autoridad, alude a la madre espiritual de ese lugar religioso.
La abadía está conformada por un conjunto de por los menos doce monjes, que decidían
retirarse de la sociedad mundana y terrenal. También se llama abadía al edificio que alberga
a la comunidad de monjes, así como al territorio que pertenece al abad mas su patrimonio y
sus rentas.
-La palabra monasterio procede en su etimología del griego μοναστήριον, de donde pasó al
latín como “monasterĭum”, con el significado literal de lugar donde viven los monjes. En los
monasterios, edificaciones destinadas al culto religioso, con un lugar llamado iglesia
destinado específicamente a ello, los monjes observan ciertas reglas que son propias de
esa comunidad, que los acercan a la espiritualidad alejándolos de la vida mundana. Los
sectores del monasterio destinados a la vida de los monjes se denominaban claustros.
Contaban con bibliotecas, salas de reuniones y jardines.
-La palabra convento nos remite en su etimología al latín “conventus” que a su vez procede
de “convenire” vocablo que se integra con el prefijo de globalidad “con” y “venire” = “venir”
y que fue el origen de palabras como convención. Pero además, en la antigua Roma,
“conventus” se usaba para nombrar las reuniones del pueblo en comicios y la jurisdicción o
ámbito sometido a la decisión de un tribunal o reunión de jueces, dentro de una provincia
romana.
En la actualidad y a partir del siglo XIII en que prosperó la vida urbana, llamamos convento
al lugar donde residen comunitariamente los religiosos regulares cristianos, mendicantes o
no, mujeres u hombres, y al grupo de estos religiosos residentes. Los conventos están
dentro de las ciudades y los clérigos que los integran están en contacto con el resto de los
habitantes, a diferencia de los que viven en monasterios donde se lleva una vida de clausura
y recogimiento, alejados totalmente de lo mundano.
-Las órdenes religiosas son congregaciones de fieles que aceptan unos votos de convivencia
en los que basan su cultivo de la fe. Así, si los fieles asumen unos principios elementales
para vivir dentro de la fe cristiana, los miembros de una orden van más allá y aceptan unas
rígidas normas de vida a partir de un autor o la vida y la obra de un santo.
El fin de las órdenes religiosas es el de llevar una forma de existencia lo más parecida
posible a la que llevaron los primeros apóstoles, con el objeto de alcanzar la autenticidad.
Estas órdenes surgieron, la mayoría de las veces, de manera espontánea, y luego fueron
integradas dentro de la Iglesia católica. Por otro lado, cada una de las órdenes recibe un
nombre propio y se atiene a unas reglas específicas.
La predicación por parte de los frailes capacitados y autorizados debe ser, según el ejemplo
del Señor, con discursos útiles y edificantes y "brevedad de palabras". Y debe ir
acompañada por el buen ejemplo, "sirviendo al Señor en pobreza y humildad",
mostrándose ante todos en el mundo como hombres "mansos, pacíficos, modestos y
humildes", sin discusiones, contiendas o juicios, soportando con humildad y paciencia las
persecuciones y enfermedades y orando por los enemigos.
Los hermanos legos o "trabajadores", aunque no tengan parte en la actividad apostólica o
misionera de la orden, colaboran eficazmente con ella con la oración y las buenas obras.
San Benito, 480-547, fue un monje italiano que fundó los Benedictinos. La Orden de San
Benito (OSB) es la más antigua orden de monjes en Occidente. Hay tanto católicos romanos
y anglicanos benedictinos, hombres y mujeres que basan su modo de vida en la norma
escrita por San Benito.
Hasta el final del siglo 11, los benedictinos fueron la única orden monástica en Occidente.
Ellos jugaron un papel importante en la actividad apostólica, en la educación, y en las artes.
Pedro Abelardo, el Venerable Bede, y el Papa Gregorio VII se benedictinos.
Benito de Nursia escribió una regla de vida a principios del siglo VI destinada a los monjes
de los monasterios fundados por él, sin embargo parece ser que las cenobios de Subiaco no
estuvieron de acuerdo con dichas leyes por lo que conspiraron contra el fundador. Benito se
trasladó entonces a Montecassino, donde pudo dar comienzo a un nuevo monasterio
dispuesto a seguir su regla.
El documento se compone de 73 capítulos. El principal mandato es el ora et labora, con una
incisiva organización horaria. Sin olvidarse de la importancia del descanso. Así que de las 24
horas del día, Benito regula que ocho deben dedicarse al trabajo manual, ocho a la oración,
especialmente al rezo del oficio divino, y ocho al descanso de los monjes. 14 En la medida
que se fue expandiendo el monacato benedictino, la Regla de san Benito se fue imponiendo
sobre las demás reglas monásticas existentes. Gracias a la reforma de Benito de Aniane, en
el imperio carolingio, no se permitió otra regla de vida monástica que esta.
PRIMERA PARTE:
. El prólogo de la novela es narrado por Adso de Merk en sus últimos años de vida .
Dicha obra tiene por objetivo dejar constancia de ciertos hechos “asombrosos y
terribles” ocurridos en una abadía y que fueron presenciados por Adso en su
juventud. En dicho prólogo se contextualiza la obra, se especifica el narrador y los
personajes más importantes.
Ya al final de mi vida de pecador, mientras, canoso y decrépito como el mundo, espero el momento de
perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y silenciosa, participando así de la luz inefable de las
inteligencias angélicas, en esta celda del querido monasterio de Melk, donde aún me retiene mi cuerpo pesado
y enfermo, me dispongo a dejar constancia sobre este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me
fue dado presenciar en mi juventud, repitiendo verbatim cuanto vi y oí, y sin aventurar interpretación alguna,
para dejar, en cierto modo, a los que vengan después (si es que antes no llega el Anticristo) signos de signos,
sobre los que pueda ejercerse la plegaria del desciframiento. (Eco,1998,p.11)
Así, pues, la apariencia física de fray Guillermo era capaz de atraer la atención del observador menos curioso.
Su altura era superior a la de un hombre normal y, como era muy enjuto, parecía aún más alto. Su mirada era
aguda y penetrante; la nariz afilada y un poco aguileña infundía a su rostro una expresión vigilante, salvo en los
momentos de letargo a los que luego me referiré. También la barbilla delataba una firme voluntad, aunque la
cara alargada y cubierta de pecas -como a menudo observé en la gente nacida entre Hibernia y Northumbria-
parecía expresar a veces incertidumbre y perplejidad. (Eco,1998,p.15)
. Guillermo es solicitado con premura por el abat para descubrir el motivo de la misteriosa
muerte de un monje llamado Adelmo. Es llamado por la confianza que tiene el abat en la
agudeza y prudencia del fray. Sobretodo apelando a su prudencia para cubrir y resguardar
a la Iglesia de cualquier motivo que pueda escandalizarla.
En esta abadía ha sucedido algo que requiere la atención y el consejo de un hombre agudo y prudente como
vos. Agudo para descubrir y prudente para (llegado el caso) cubrir. En efecto, a menudo es indispensable
probar la culpa de hombres a quienes cabría atribuir una gran santidad, pero conviene hacerlo de modo que
pueda eliminarse la causa del mal sin que el culpable quede expuesto al desprecio de los demás. Si un pastor
falla, hay que separarlo de los otros pastores, pero, ¡ay si las ovejas empezaran a desconfiar de los pastores!
(Eco,1998,p.28)
. La posición del abad frente a los hechos recientes es creer en la presencia del demonio, de
fuerzas sobrenaturales que llevaron a la muerte al pobre Adelmo. Evidencia el modelo de
conocimiento racionalista (al igual que la inquisición), se maneja con conceptos y juicios que
son a priori (anteriores a la experiencia). Por lo tanto trata de explicar los sucesos cometidos
por medio de dios y el demonio.
-Volvamos a los procesos -prosiguió mi maestro-. Supongamos que un hombre ha muerto envenenado. Esto es
un dato empírico. Dados ciertos signos inequívocos, puedo imaginar que el autor del envenenamiento ha sido
otro hombre. Pero, ¿cómo puedo complicar la cadena imaginando que ese acto malvado tiene otra causa, ya no
humana sino diabólica? No afirmo que sea imposible, pues también el diablo deja signos de su paso, como
vuestro caballo Brunello. Pero, ¿por qué debo buscar esas pruebas? ¿Acaso no basta con que sepa que el
culpable es ese hombre y lo entregue al brazo secular? De todos modos, su pena sería la muerte, que Dios lo
perdone. (Eco,1998,p.29)
. Ubertino da Casele era religioso franciscano italiano, líder de los espirituales de la Toscana.
En la novela es presentado como amigo de Guillermo. Se encontraron en la abadia y
hablaron de los viejos tiempos. Ubertino le explicó porqué tuvo que irse sin poder
despedirse, ya que había sido exiliado por sus ideas acerca de la pobreza en los tiempos que
ambos fueron inquisidores.
-¡Guillermo! -exclamó-. ¡Queridísimo hermano! -Se incorporó con dificultad y fue al encuentro de mi maestro, lo
abrazó y lo besó en la boca-. ¡Guillermo! - repitió, y las lágrimas humedecieron sus ojos-. ¡Cuánto tiempo! ¡Pero
todavía te reconozco! ¡Cuánto tiempo, cuántas cosas han sucedido! ¡Cuántas pruebas nos ha impuesto el Señor!
Lloró. Guillermo le devolvió el abrazo, visiblemente conmovido. El hombre que teníamos delante era Ubertino da
Casale. (Eco,1998,p.47)
El bibliotecario nos presentó a muchos de los monjes que estaban trabajando en aquel momento. Malaquías nos
fue diciendo también cuál era la tarea que cada uno tenía entre manos, y admiré la profunda devoción por el
saber, y por el estudio de la palabra divina, que se percibía en todos ellos. Así, conocí a Venancio de Salvemec,
traductor del griego y del árabe, devoto de aquel Aristóteles que, sin duda, fue el más sabio de los hombres. A
Bencio de Upsala, joven monje escandinavo que se ocupaba de retórica. A Berengario da Arundel, el ayudante
del bibliotecario. A Aymaro d'Alessandria, que estaba copiando unos libros que sólo permanecerían algunos
meses, en prestamo, en la biblioteca. Y luego a un grupo de iluminadores de diferentes países: Patricio de
Clonmacnois, Rabano de Toledo, Magnus de Iona, Waldo de Hereford. (Eco,1998,p.72)
SEGUNDA PARTE:
Guillermo y Adso, el segundo día, se levantan a cumplir los oficios de maitines y laudes en
la iglesia. En un momento tres porquerizos perturbados dieron la terrible noticia de la
muerte de otro monje, Venancio, el traductor de griego.
Detrás del coro, frente a los chiqueros, donde desde el día anterior se destacaba la presencia del gran recipiente
para la sangre de los cerdos, un extraño objeto casi cruciforme asomaba del borde de la tinaja, como dos palos
clavados en el suelo, que, cubiertos con trapos, sirviesen para espantar a los pájaros.
Pero eran dos piernas humanas, las piernas de un hombre clavado de cabeza en la vasija llena de sangre.
(Eco,1998,p.99)
-Después Jorge puso fin a la discusión alejándose. Todos volvimos a nuestras ocupaciones, pero mientras
trabajábamos vi primero a Venancio y luego a Adelmo que se acercaban a Berengario para preguntarle algo.
Desde lejos me di cuenta de que intentaba zafarse, pero a lo largo del día ambos volvieron a acercársele. Y
aquella misma tarde vi a Berengario y Adelmo confabulando en el claustro, antes de dirigirse los dos al
refectorio. Ya está, esto es todo lo que yo sé.
-O sea que sabes que las dos personas que han muerto recientemente en circunstancias misteriosas le habían
preguntado algo a Berengario -dijo Guillermo.
Bencio respondió incómodo: -¡No he dicho eso! He dicho qué sucedió aquel día, y porque vos me lo habíais
preguntado. . . -Reflexionó un instante y luego añadió deprisa-: Pero si queréis conocer mi opinión, Berengario
les habló de algo que hay en la biblioteca. Allí es donde deberíais buscar. (Eco,1998,p.108)
Berengalio da Arundel dice que fue el último en ver a Adelmo pero que en realidad ya
estaba muerto porque era su fantasma que daba vueltas por las tumbas. En definitiva
Guillermo deduce que Adelmo se suicidó porque no aguantaba el peso del pecado carnal
que había cometido empujado por Berengario.
-No, no, lo vi en el cementerio. Caminaba entre las tumbas, espectro entre espectros. Me bastó verle para darme
cuenta de que ya no formaba parte de los vivos, su rostro era el de un cadáver, sus ojos contemplaban el
castigo eterno. Por supuesto, sólo a la mañana siguiente, cuando supe que había muerto, comprendí que me
había topado con su fantasma, pero induso entonces había advertido que estaba teniendo una visión y que mis
ojos contemplaban un alma condenada, un lémur ¡Ob, Señor, con qué voz de ultratumba me habló!
(Eco,1998,p.109)
-Aquel día el tema de discusión no eran 'las comedias, sino sólo la licitud de la risa -dijo frunciendo el ceño.
-¡Ah! -dijo Guillermo como al descuido-. Creí que habíais hablado de las mentiras de los poetas y de los enigmas
ingeniosos...
-Se habló de la risa -dijo secamente Jorge-. Los paganos escribían comedias para hacer reír a los espectadores, y
hacían mal. Nuestro Señor Jesucristo nunca contó comedias ni fábulas, sino parábolas transparentes que nos
enseñan alegóricamente cómo ganarnos el paraíso, amen.
-Me pregunto -dijo Guillermo-, por qué rechazáis tanto la idea de que Jesús pudiera haber reído. Creo que, como
los baños, la risa es una buena medicina para curar los humores y otras afecciones del cuerpo, sobre todo la
melancolía. (Eco,1998,p.124)
. El monje más viejo de la abadía Alinardo de Gottaferrata, cuenta a guillermo que nadie va
a la biblioteca, excepto el bibliotecario. Y dice que la biblioteca es un laberinto, de todas
maneras le revela como se puede entrar en ella.
-No recuerdo, murió, cuando Malaquías era todavía muy joven. Y el que hubo antes del maestro de Malaquías, y
era joven ayudante de bibliotecario cuando yo era joven... Pero yo nunca pisé la biblioteca. Laberinto. . .
-¿La biblioteca es un laberinto?
-Hunc mundum tipice laberinthus denotat ille –recitó absorto el anciano-. Intranti largus, redeunti sed nimis
artus. La biblioteca es un gran laberinto, signo del laberinto que es el rnundo. Cuando entras en ella no sabes si
saldrás. No es necesario violar las columnas de Hércules.
-¿De modo que no sabéis cómo se entra en la biblioteca cuando están cerradas las puertas del Edificio?
-;Oh, Sí! -dijo riendo el viejo-. Muchos lo saben. Pasa por el osario. Puedes pasar por el osario, pero no quieres
pasar por el osario. Los monjes muertos vigilan. (Eco,1998,p.151)
. Adso y Guillermo van al scriptorium para revisar unos folios escritos en griego que estaban
en la mesa de Venancio. Encuentran unos folios y Guillermo se coloca sus anteojos para
tratar de ver que dicen, sin querer rozan el folio con la llama de la lámpara y con el calor
aparecen unas letras. En ese momento se escucha un ruido y corren para atrapar al intruso,
pero no lo logran, al volver las lentes de Guillermo ya no estaban, se las robaron. Pide a
Adso que copie las letras para poder descifrarlas luego.
Mi maestro había cogido el folio y lo tenía delante de los ojos. En lugar de ponerme detrás de él y levantar la
lámpara por encima de su cabeza, lo que hice, tontamente, fue colocarme delante. Me pidió que me hiciese a un
lado y al moverme rocé con la llama el dorso del folio. Guillermo me apartó de un empujón, mientras me
preguntaba si quería quemar el manuscrito. Después lanzó una exclamación. Vi con claridad que en la parte
superior de la página habían aparecido unos signos borrosos de color amarillo oscuro. Guillermo me pidió la
lámpara y la desplazó por detrás del folio, acercando la llama a la superficie del pergamino para calentarla,
cuidando de no rozarla. Poco a poco, como si una mano invisible estuviese escribiendo “Mane, Tekel, Fares”, vi
dibujarse en la página blanca, uno a uno, a medida que Guillermo iba desplazando la lámpara, y mientras el
humo que se desprendía de la punta de la llama ennegrecía el dorso del folio, unos rasgos que no se parecían a
los de ningún alfabeto, salvo a los de los nigromantes. (Eco,1998,p.154)
. Guillermo y Adso comprobaron que lo que les había dicho Alinardo era cierto. La biblioteca era
un laberinto y les costó mucho trabajo poder descifrar la salida.
Mi maestro se equivocaba, pues los constructores de la biblioteca habían sido más hábiles de lo que
imaginábamos. No sé cómo explicar lo que sucedió, pero cuando salimos del torreón el orden de las habitaciones
se volvió más confuso. Unas tenían dos puertas; otras, tres. Todas tenían una ventana, incluso aquellas a las que
entrábamos desde habitaciones con ventana, convencidos de que nos dirigíamos hacia el interior del Edificio. En
cada una el mismo tipo de armarios y de mesas; los libros, agrupados siempre en buen orden, parecían todos
iguales, y ni que decir tiene que no nos ayudaban a reconocer el sitio de un vistazo. Tratamos de orientarnos por
las inscripciones. En cierto momento pasamos por una habitación donde se leía In diebus illis; después de dar
algunas vueltas nos pareció que habíamos regresado a ella. Pero recordábamos que la puerta situada frente a la
ventana daba a una habitación donde se leía Primogenitus mortuorum, y ahora, en cambio, daba a otra que de
nuevo tenía la inscripción Apocalypsis Iesu Christi, pero que no era la sala heptagonal de la que habíamos
partido (Eco,1998,p.161)
.Adso se encuentra en la cocina con Salvatore quien le cuenta su historia personal, la cual a
Adso le provoca muchas dudas, en especial sobre la figura de Fray Dulcino, un monje casi
totalmente desconocido por Adso. Pero descarta que Salvatore pueda ser el asesino ya que
su nobleza se refleja en sus palabras.
A aquellas alturas yo me moría de curiosidad. ¿Quién era ese fraile que infundía terror a cualquiera que oyese su
nombre? Decidí que debía apagar lo antes posible mi sed de saber. Una idea atravesó mi mente. ¡Ubertino! Era
él quien había pronunciado ese nombre la primera noche que lo encontramos . (Eco, 1998, p.184)
. Guillermo piensa que para los critícanos los herejes son los que están fuera de
rebaño, “los leprosos”. Los excluidos cualesquiera que fuesen sus doctrina. En esto
consiste la ilusión de la herejía para Guillermo. Las herejías son siempre expresión
del hecho concreto de que existen excluidos.
Así es. Hablábamos de los excluidos del rebaño de las ovejas. Durante siglos, mientras el papa y el emperador se
destrozaban entre sí por cuestiones de poder, aquellos siguieron viviendo al margen, los verdaderos leprosos, de
quienes los leprosos sólo son la figura dispuesta por Dios para que pudiésemos comprender esta admirable
parábola y al decir “leprosos” entendiéramos excluidos, pobres, simples, desheredados, desarraigados del
campo, humillados en las ciudades. Pero no hemos entendido, el misterio de la lepra sigue obsesionándonos
porque no supimos reconocer que se trataba de un signo. Al encontrarse excluidos del rebaño, todos estaban
dispuestos a escuchar, o a producir, cualquier tipo de prédica que, invocando la palabra de Cristo, de hecho
denunciara la conducta de los perros y de los pastores y prometiese que algún día serían castigados. Los
poderosos siempre lo supieron. La reincorporación de los excluidos entrañaba una reducción de sus privilegios.
Por eso a los excluidos que tomaban conciencia de su exclusión los señalaban como herejes, cualesquiera que
fuesen sus doctrinas. (Eco, 1998, p.191)
-La mano sobre el ídolo opera sobre el primero y el séptimo de los cuatro. . . - repetí moviendo la cabeza-. ¡No
está nada claro! (Eco, 1998, p.198)
Cuando, poco más tarde., volví a abrir los ojos, la luz de la noche, quizá debido a la presencia de alguna nube,
era mucho menos intensa. Tendí la mano hacia un lado y no sentí el cuerpo de la muchacha. Volví la cabeza: ya
no estaba.
La ausencia del objeto que había desencadenado mi deseo y saciado mi sed, me hizo ver de golpe tanto la
vanidad de ese deseo como la perversidad de esa sed. Omne animal triste post coitum. Adquirí conciencia del
hecho de que había pecado. Ahora, después de tantos y tantos años, mientras sigo llorando amargamente mi
falta, no puedo olvidar que aquella noche sentí un goce muy intenso, y ofendería al Altísimo, que ha creado
todas las cosas en bondad y en belleza, si no admitiese que incluso en aquella historia de dos pecadores sucedió
algo que de por sí, naturaliter, era bueno y bello. Cuando lo que debería yo hacer sería pensar en la muerte, que
se acerca. Pero entonces era joven, y no pensé en la muerte, sino que, copiosa y sinceramente, lloré por mi
pecado (Eco, 1998, p.239)
Miramos en las primeras bañeras, que estaban vacías. Sólo la última, oculta tras una cortina, estaba llena, y
junto a ella se veían, en desorden, unas ropas. A primera vista, a la luz de nuestra lámpara, sólo vimos la
superficie calma del líquido. Pero, cuando la iluminamos desde arriba, vislumbramos en el fondo, exánime, un
cuerpo humano, desnudo. Lentamente, lo sacamos del agua: era Berengario. Como dijo Guillermo, su rostro sí
era el de un ahogado. Las facciones estaban hinchadas. El cuerpo, blanco y fofo, sin pelos, parecía el de una
mujer, salvo por el espectáculo obsceno de las fláccidas partes pudendas. Me ruboricé, y después tuve un
estremecimiento. Me persigné, mientras Guillermo bendecía el cadáver (Eco, 1998, p.244)
. Al papa Juan XXIII lo describen como codicioso, impiadoso con los pobres, corrupto, ladrón
y usurero. Se decía que desviaba dinero perteneciente a cruzadas nunca hechas, ha burlado
las ideas de la pobreza mientras tenía un palacio digno de un rey.
Por odio a los franciscanos ha hecho esculpir a los dominicos imágenes de Cristo donde éste
aparece con corona real, túnica de oro y calzado suntuoso.
En Aviñon se han exhibido crucifijos en los que se ve a Jesus con una sola mano clavada,
pues con la otra toca una bolsa que cuelga de su cintura, para significar que Él autoriza el
uso del dinero con fines religiosos…
--No seas ingenuo, Michele -intervino Guillermo-. Vuestro, nuestro deseo pone en evidencia la perversidad del
suyo. Debes comprender que desde hace siglos no ha habido en el trono pontificio un hombre más codicioso. Las
meretrices de Babilonia, contra las que antaño arremetió nuestro Ubertino, los papas corruptos que mencionaban
los poetas de tu país, como ese Alighieri, eran mansos y sobrios corderillos comparados con Juan. ¡Es una urraca
ladrona, un usurero judío! ¡Se trafica más en Aviñón que en Florencia! Me he enterado de la innoble transacción
con' el sobrino de Clemente, Bertrand de Goth, el de la masacre de Carpentras (donde, entre otras cosas, a los
cardenales los aliviaron del peso de sus joyas): Bertrand se había apoderado del tesoro de su tío, que no era
ninguna bagatela, y Juan conocía muy bien el detalle de lo robado (en la Cum venerabiles enumera con precisión
las monedas, los vasos de oro y plata, los libros, las alfombras, las piedras preciosas, los paramentos ... ), pero
fingió ignorar que Bertrand se había alzado con más de un millón y medio de florines de oro durante el saqueo
de Carpentras, y discutió sobre otros treinta mil florines que éste declaraba haber recibido de su tío para «un fin
piadosq.», o sea para una ' cruzada. Se decidió que Bertrand retuviese la mitad de esa suma para la cruzada, y
que el resto pasara al santo solio. Pero Bertrand nunca hizo la cruzada, al menos todavía no la ha hecho, y el
papa tampoco ha visto un florín. (Eco, 1998, p.278)
. El método para llegar a la verdad que Guillermo explica a Adso se basa en encontrar uno,
dos o tres datos particulares que al parecer no tienen nada en común, y tratar de imaginar
ciertas hipótesis que todavía no se conocen. Cuando no se tiene una respuesta se debe
imaginar una multiplicidad de respuestas posibles, muy distintas una de otras y luego ir
descartando posibilidades hasta llegar a la correcta.
-Adso -dijo Guillermo-, resolver un misterio no es como deducir a partir de primeros principios. Y tampoco es
como recoger un montón de datos particulares para inferir después una ley general. Equivale más bien a
encontrarse con uno, dos o tres datos particulares que al parecer no tienen nada en común, y tratar de imaginar
si pueden ser otros tantos casos de una ley general que todavía no se conoce, y que quizá nunca ha sido
enunciada(Eco, 1998, p.289)
-Probablemente. De modo que éste es el finis Africae, el sitio por el que rondaban los curiosos que ahora están
muertos. Está tapiada, pero no está dicho que no exista algún pasadizo. Más aún: seguro que existe, y Venancio
lo encontró, o bien Adelmo se lo había descrito, y a éste, a su vez, Berengario. (Eco, 1998, p.303)
. Los guardias descubren a Salvatore y a la muchacha amada por Adso que tenían
entre sus pertenencias un gato, dos huevos, un cuchillo y un gallo. Aseveraron que
era elementos de brujería y Bernardo Gui resuelve apresarlos en dos celdas distintas.
Quería que Salvatore confesara sus delitos y a sus cómplices, si los hubiesen. Y en cuanto a
la muchacha, no valía la pena interrogarla por lo que resuelve quemarla por bruja.
Yo ya lo sabía: un cuchillo, un gato negro, que, apenas abierto el paquete, huyó maullando furioso, y dos
huevos, ya rotos y convertidos en un líquido viscoso, que todos tomaron por sangre, bilis amarilla u otra
sustancia inmunda. Salvatore estaba por entrar en la cocina, matar al gato y arrancarle los ojos. Y quién sabe
con qué promesas había logrado que la muchacha lo siguiera. En seguida supe con qué promesas. Los arqueros
revisaron a la muchacha, en medio de risas maliciosas y alusiones lascivas, y le encontraron un gallito muerto,
todavía con plumas. De noche todos los gatos son pardos, pero en aquella ocasión la desgracia quiso que el gallo
no pareciera menos negro que el gato. Por mi parte, pensé que no se necesitaba más para atraer a aquella
pobre hambrienta que ya la noche anterior había abandonado (¡y por amor a mí!) su precioso corazón de buey...
(Eco, 1998, p.312)
TERCERA PARTE:
-¿No hay mejores argumentos -pregunté a mi maestro, mientras Alborea se encarnizaba con la barba del obispo
de Caffa- para demostrar o refutar la tesis de la pobreza de Cristo?
- Querido Adso -dijo Guillermo-, puedes afirmar cualquiera de las dos cosas, y nunca podrás decidir, sobre la
base de los evangelios, si Cristo consideró o no propia, y hasta qué punto, la túnica que llevaba puesta, y que
probablemente tirase cuando estaba gastada. Y, si quieres, la doctrina de Tomás de Aquino sobre la propiedad
es más audaz que la nuestra. Los franciscanos decimos: no poseemos nada, todo lo tenemos en uso. El decía:
podéis consideraros poseedores, siempre y cuando, si a alguien le faltase algo que vosotros poseyerais, le
concedáis su uso, y no por caridad, sino por obligación. Pero lo que importa no es si Cristo fue o no pobre, sino
si la iglesia debe o no ser pobre. Y la pobreza no se refiere tanto a la posesión o no de un palacio, como a la
conservación o a la pérdida del derecho de legislar sobre las cosas terrenales.
-¡Ah, por eso al emperador le interesa tanto lo que dicen los franciscanos sobre la pobreza!
–Así es. Los franciscanos juegan a favor del imperio, contra el papa. Pero para Marsilio y para mí el juego es
doble, porque quisiéramos que el juego del imperio hiciese nuestro juego y favoreciera nuestras ideas acerca del
gobierno humano. (Eco, 1998, p.327)
. Severino habla con Guillermo y le dice haber encontrado algo interesante, un libro. Este
libro estaba en su laboratorio mezclado con otros libros pero él nunca lo había visto. A lo
que Guillermo aconseja resguardarse en su laboratorio y más luego encontrarse para
descifrar de qué trataba dicho libro. Pero al poco tiempo Adso y Guillermo descubren a
Severino asesinado y el extraño libro desaparecido.
.El ejercicio de la justicia en este caso, está en manos de Bernardo Gui. Consiste en hacer
confesar a sus prisioneros por medio de la tortura los crímenes cometidos, y más aún los
que no cometieron. Eso fue lo que hizo con Remigio, lo amenazó con llevarlo a la celda y
torturarlo. El cillerero muerto de miedo concluyó confesando sus prácticas de herejía, haber
estado con Dulcino y con la bruja Margherita, entre otras cosas y confesó, aunque sin ser
esto verídico, haber cometido los crímenes de la abadía.
Quieres un cadáver, y para tenerlo necesitas que me haga responsable de los otros cadáveres. En todo caso, no
tardaré en ser cadáver. De modo que te doy lo que me pides. He matado a Adelmo da Otranto porque odiaba su
juventud y la habilidad que tenía para jugar con monstruos parecidos a mí: viejo, gordo, pequeño e ignorante.
He matado a Venancio da Salvemec porque sabía demasiado y era capaz de leer libros que yo no entendía. He
matado a Berengario da Arundel porque odiaba su biblioteca; yo, que aprendí teología dando palos a los
párrocos demasiado gordos. He matado a Sevenno de Sant'Emmerano... ¿Por qué lo he matado? Porque
coleccionaba hierbas; yo, que estuve en el monte Rebello, donde nos comíamos las hierbas sin preguntarnos
cuáles eran sus virtudes. En realidad, también podría matar a los otros, incluido nuestro Abad: ya esté con el
papa o con el imperio, siempre estará entre mis enemigos y siempre lo he odiado, incluso cuando me daba de
comer porque yo le daba de comer a él. ¿Te basta con esto? ¡Ah, no! Quieres saber cómo he matado a toda
aquella gente. . . Pues bien, los he matado. . . Veamos. . . Evocando las potencias infernales, con la ayuda de mil
legiones cuyo mando obtuve mediante las artes que me enseñó Salvatore. Para matar a alguien no es preciso
que lo golpeemos personalmente: el diablo lo hace por nosotros. . . si sabemos cómo hacer para que nos
obedezca. (Eco, 1998, p.366)
. Pero de nuestro trabajo, del trabajo de nuestra orden y en particular del trabajo de este
monasterio, es parte, incluso esencial, el estudio y la custodia del saber. La custodia, digo,
no la búsqueda, porque lo propio del saber, cosa divina, es el estar completo y fijado desde
el comienzo en la perfección del verbo que se expresa a sí mismo. La custodia, digo, no la
búsqueda, porque lo propio del saber, cosa humana, es el haber sido fijado y completado en
los siglos que se sucedieron entre la predicación de los profetas v la interpretación de los
padres de la iglesia. No hay progreso, no hay revolución de las épocas en las vicisitudes del
saber, sino, a lo sumo, permanente y sublime recapitulación
. Al llegar al oficio de maitines observan que el puesto de Malaquias esta vacío, todos los
monjes se ven preocupados. Ya avanzado el oficio Malaquias llega, pero segundos mas
tarde se desploma. Todos corren hacia el y entes de morir en brazos de Guillermo dice
extrañas palabras. También tiene los dedos y la lengua negra.
-Me lo había dicho... era verdad... tenía el poder de mil escorpiones...
-¿Quién te lo había dicho? -le preguntó Guillermo-. ¿Quién?
Malaquías intentó hablar de nuevo. Después, un gran temblor lo sacudió y su cabeza cayó hacia atrás. El rostro
perdió todo color, toda apariencia de vida. Estaba muerto. (Eco, 1998, p.390)
. Guillermo y Adso se dirigen con Nicola de Morimondo a la cripta de los tesoros, allí tienen
la oportunidad de hablar con él, este les cuenta sobre las tradiciones de la abadía, el pasado
de Alinardo y la tradición de que los bibliotecarios sean más tarde abades, lo que les da
motivos de reflexión.
Lo que cuenta Nicola es que cuando llegó al monasterio el bibliotecario era Roberto da
Bobbio, quien tenía un ayudante y cuando ese ayudante murió el puesto pasó a Malaquías.
Pero nadie estaba de acuerdo con esa decisión ya que se murmuraba que realmente no
entendía ni griego ni árabe, que ese puesto debía pertenecer a alguien más culto. Contó que
también se había hablado mucho cuando Malaquías eligió de ayudante a Berengario, se
decía que había una extraña relación entre ellos. Como también se decía que había algo
entre Berengario y Adelmo, razón por la cual Malaquías moría de celos. Por otra parte
también era evidente la relación de Malaquías con Jorge, pero no de la misma manera que
se insinuaban las relaciones anteriores sino como si Jorge gobernara su cuerpo, sus
ademanes, su trabajo. Cuando alguien quería un libro no se dirigían a Malaquías sino a
Jorge. Malaquías custodiaba el catálogo pero Jorge conocía el significado de cada título. Otra
cuestión que contó Nicola es que el puesto de bibliotecario siempre había sido ambicionado
porque el siguiente cargo era el de Abad.
También se dijo… pero ya habrás escuchado esas murmuraciones. . . que existía una extraña relación entre
Malaquías y él… Cosas viejas. También sabes que se murmuró sobre Berengario y Adelmo, y los copistas jóvenes
decían que Malaquías sufría en silencio unos celos atroces. . . Y también se murmuraba sobre las relaciones
entre Malaquías y Jorge. No, no en el sentido que podrías imaginar. . . ¡Nadie ha murmurado jamás sobre la
virtud de Jorge! Pero la tradición quiere que el bibliotecario se confiese con el Abad, mientras que todos los
demás lo hacen con Jorge (o con Alinardo, pero el anciano ya está casi demente). . . Pues bien, se decía que, a
pesar de eso, Malaquías andaba siempre en conciliábulos con Jorge, como si el Abad dirigiese su alma, pero
Jorge gobernara su cuerpo, sus ademanes, su trabajo. (Eco, 1998, p.397)
. Adso cuenta a Guillermo todo su sueño y este concluye que se trata de la misma trama de
una comedia infantil llamada Coena Cypriani. Y que los acontecimientos vividos últimamente
invalidaron su sensatez. Pero de todas formas piensa que puede ser muy revelador, ya que
coincide con una de sus hipótesis.
Sin embargo, cuanto más pienso en tu sueño, más revelador me parece. Quizá no para ti, sino para mí. Perdona
que me apodere de tu sueño para desarrollar mis hipótesis. Sé que es una vileza, y que no debería hacerlo...
Pero creo que tu alma dormida ha logrado comprender más de lo que he comprendido yo en seis días, y
despierto... (Eco, 1998, p.414)
. El secreto para entrar en el “Finis africae” era tirar las letras q y r de la palabra quatour,
porque de ese modo se abría un espejo que en realidad era un puerta.
Porque cuando tiró de la q se oyó un golpe seco, y lo mismo sucedió cuando tiró de la r. Se sacudió todo el
marco del espejo y la placa de vidrio saltó hacia adentro. El espejo era una puerta, cuyos goznes estaban a la
izquierda. Guillermo metió la mano en la abertura que había quedado entre el borde derecho y la pared, y tiró
hacia sí. Chirriando, la puerta se abrió hacia nosotros. (Eco, 1998, p.435)
. El asesino era Jorge. Y el motivo que lo llevó a cometer esos crímenes era proteger el libro
prohibido de Aristóteles y el Finis Africae. Para hacerlo había robado a Severino un veneno
que colocó en la punta de las hojas. Cuando el que leía el libro intentaba dar vueltas esas
hojas, que estaban hechas con un material “raro” llevaban el dedo a la boca y así morían
envenenados.
-Pero, ¿por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro.
-No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del
campesino, la licencia del borracho. Incluso la iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del
carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos
y a otras ambiciones... Pero de esta manera la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio
vaciado de sacralidad para la plebe. Ya lo decía el apóstol: en vez de arder, casaos. En vez de rebelaros contra el
orden querido por Dios, reíd y divertíos con vuestras inmundas parodias del orden... al final de la comida,
después de haber vaciado las jarras y botellas. (Eco, 1998, p.447)
El viejo trata de proteger el libro incluso con su propia vida, las lámparas se apagan y hay
una persecución en la oscuridad, y luego por error, al lograr luz de nuevo, el fuego toca un
libro, y sucede la desgracia, Adso corre a buscar ayuda, pero el incendio es imparable, hay
terror entre todos los monjes y muchos son alcanzados por el incendio, Adso y Guillermo
muy tristes y desilusionados deciden partir, especialmente Guillermo está decepcionado
consigo mismo y sus habilidades.
La abadía ardió tres días y tres noches y nada se recupera. Adso se separa de Guillermo por
orden sus padres con muchas lágrimas, y se hace monje en una abadía benedictina de su
tierra natal, donde en su vejez, escribe para dejar este testimonio de esta terrible pero
maravillosa experiencia.
Mi maestro me dio muchos consejos buenos para mis futuros estudios, y me regaló las lentes que le había
fabricado Nicola, puesto que ya había recuperado las suyas. Aún era joven, me dijo, pero llegaría el día en que
me serían útiles (y de hecho las tengo sobre mi nariz mientras escribo estas líneas). Después me estrechó entre
sus brazos, con la ternura de un padre, y me dijo adiós.
No volví a verlo. Mucho más tarde supe que había muerto durante la gran peste que se abatió sobre Europa
hacia mediados de este siglo. Ruego siempre que Dios haya acogido su alma y le haya perdonado los muchos
actos de orgullo que su soberbia intelectual le hizo cometer. (Eco, 1998, p.469)
. La hipótesis que puedo plantear sobre la duración de la historia es que es una historia
corta, ya que toda la novela transcurre en un período de 7 días. La narración es larga ya
que el autor se detiene en detalles de los acontecimientos más importantes.
. “El nombre de la rosa” no es solo una novela policial además es una novela
histórica ya que nos muestra el espíritu de la Edad Media, los conflictos, las
maneras de sentir y el razonamiento. Como novela histórica también nos presentan
una serie de hechos reales, así como personajes y problemas propios de la época
que traspasan la novela. Como así también podemos encontrar diferentes filosofías y más
bien a filósofos, como justamente el libro de Aristóteles