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Evocar el 68 desde las mujeres en lucha: memoria viva en tiempos de rebelión //

Mariana Menéndez Díaz y María Noel Sosa González


Publicada en 19 mayo, 2018

La lucha de las mujeres irrumpió en los últimos años en América Latina con una extraordinaria fuerza,
el Río de la Plata es uno de los epicentros de este resurgir feminista, y desde esta cuenca escribimos.
En medio de la revuelta la propia lucha ha evocado la memoria, por necesidad vital de utopías y por
urgencia estratégica. Una memoria viva que hemos intentado retejer escandalizadas -e incluso con
angustia- ante el descubrimiento del despojo y la insistente producción de olvido. Una producción de
olvido provocada desde el poder dominante y también desde los discursos dominantes en la izquierda.
Silvia Rivera Cusicanqui nos ha dicho, retomando la cosmovisión andina en la búsqueda de una
alteridad epistémica, que el pasado está frente a nosotrxs y es lo que podemos ver, mientras el futuro
se encuentra en nuestra espaldas. Son las evocaciones del pasado las que pueden guiarnos.

Cincuenta años después, ¿qué nos evoca el 68? ¿Qué puede volver a enseñarnos desde nuestro
presente? Si algo nos ha llegado es su irreverencia, su puesta en jaque de las jerarquías. Los
acontecimientos de ese año – que ni empiezan ni terminan en Mayo ni en Paris- sacudieron al mundo
y todavía hoy podemos sentir su eco. El primer paso, tal vez, es fugarse de la imagen congelada del
68’ parisino reducido a batalla cultural, entendida de modo limitado, para abrirlo al proceso de luchas
a lo largo y ancho del mundo. En nosotras late todavía la revuelta, late el germen de lucha que
queremos retomar hoy en este nuevo tiempo de rebeldía de las mujeres.

Tiempo de revuelta

Los años 60’ fueron tiempo de convulsionados en el norte y especialmente en América Latina. En
Vietnam enfrentaban la invasión gringa, Praga olía a primavera, centroamérica latía en las guerrillas
de la mano de la revolución cubana, en el sur también se relanzaban las luchas obreras. México se
agitaba con los sucesos de Tlateloco, como cruel respuesta a las movilizaciones estudiantiles
acompañadas no sólo por obreros, sino también por las madres de lxs estudiantes. Fueron también
tiempos de descolonización y lucha anti rascista, años en los que avanzaron las luchas por la
independencia en África y el movimiento negro en Estados Unidos.

Imanuel Wallerstein (1999) señala que si observamos el sistema mundo, han habido dos revoluciones
mundiales: 1848 y 1968. Afirma que ambas fueron un fracaso histórico y un punto de inflexión. Si la
revolución de 1848 pare al movimiento obrero, las revueltas del 68 abren lo que se ha denominado
como “nuevos movimientos sociales”, o dicho de otro modo, abre la ventana para aires nuevos y
renovados sujetos, interpelando a la “vieja izquierda”. Si vemos de forma rápida los focos de ambas
parecen ser europeos, pero si miramos en detalle el 68 fue un tiempo de rebelión planetario. Podríamos
decir que el entramado clase, sexo, raza tiene nudos antiguos, pero las organizaciones hasta entonces
solían hacer foco en una de las dimensiones de la dominación. Desde los estudiantes, las mujeres, lxs
jóvenes, las luchas anticolonialistas y el movimiento negro se abre un nuevo tiempo en las calles y en
las reflexiones. Estos sujetos colectivos encarnan un cuestionamiento al sistema de dominación, a la
hegemonía estadounidense, y también a las perspectivas teórico políticas emancipatorias.
Construyendo profundas críticas a la tradiciones de izquierda y al modelo soviético devenido en
autoritarismo letal. Señalan jerarquías hasta ahora invisibilizadas, permitiéndonos entender de manera
más contundente el funcionamiento del capital. Pero sobre todo., ya no admiten esperar más. Ya no
aceptan que sus problemas sean resueltos luego del gran día de la revolución.
Mirar desde esta diversidad de luchas nos señala por lo menos dos aprendizajes, la existencia de una
multiplicidad de sujetos en lucha y la imperiosa tarea de insistir en descolonizar y despatriarcalizar
nuestra producción de memoria y nuestras prácticas de transformación. La irrupción – antes, durante,
y pos 68 – de múltiples sujetos nos ha enseñado a cultivar una mirada que reconoce la amalgama de
dominaciones, que no sólo señala la explotación capitalista sino la opresión y el despojo. La urgencia
por comprender que la máquina de muerte a la que nos enfrentamos se funda en la sedimentación de
relaciones capitalistas patriarcales de matriz colonial. Tres aristas que no pueden pensarse escindidas
sino profundamente imbricadas, que se refuerzan mutuamente anudadas por la violencia de todo tipo
hacia nuestros cuerpos y nuestros territorios. Nosotras quisiéramos hoy seguir el hilo de la lucha
antipatriarcal y feminista, reconocernos en ese largo linaje de mujeres en lucha, recuperar las luchas
del 68’ multiplicadas en los 70’ a través de una de las más potentes revueltas de las mujeres.

68 y después: revuelta feminista


Las mujeres en esos años no sólo comenzaron a lucir minifaldas con desenfado, sino que estaban
germinando una fuerza que terminaría cuestionandolo todo. Fueron partícipes de todas las luchas,
desde el movimiento negro hasta la lucha obrera, de la resistencia en Vietnam hasta protagonistas de
la lucha contra la guerra, estuvieron en las guerrillas y en las luchas estudiantiles. Dinamitaron el lugar
del cautiverio impuesto a la mujer para lanzarse otra vez a participar de la vida política. Pero una
sensación extraña es relatada por varias protagonistas, una incomodidad que luego sería combustible
emancipatorio y que abrió preguntas nuevas: ¿qué lugar nos tocó dentro de esas luchas? ¿qué tareas
asumimos y nos fueron adjudicadas? ¿que voces eran escuchadas y cuáles no? ¿quienes marcaban
las formas, los ritmos y las prioridades? Casi las mismas preguntas que nos hicimos nosotras, hijas de
las luchas contra el neoliberalismo de los años 90’, antes de reconocernos feministas.
Coincidimos con Francesca Gargallo (2008) cuando afirma que no se puede decir sencillamente que
la luchas del 68’ inventaron la liberación femenina, pero sí que existen entre ambas un vínculo
insoslayable. Los últimos años de la década del 60` y los años 70’ se conocen en el feminismo como
la segunda ola. Desde allí podemos encontrar los hilos que unen el 68 con la irrupción de la lucha de
las mujeres. Las críticas lanzadas a la izquierda serán retomadas y amplificadas desde las
experiencias feministas, ya que muchas nacieron en sus entrañas. “El deseo de vivir no se mendiga,
se toma” era una de las frases grafiteadas en plena revuelta parisina, las mujeres que participaron de
algún u otro modo sintieron sus efectos y se los tomaron en serio. Sus deseos y su imaginación política
ya no pedirían permiso ni mendigarían.

¿Que había estado pasando en esos años en la vida de las mujeres? En 1960 se había iniciado la
comercialización de la pastilla anticonceptiva en Estados Unidos y un años después ya circulaba por
Europa. En 1963 se publica “La mística de la feminidad” de Betty Friedan, donde se describe “ese
malestar que no tenía nombre” y que no era otra cosa que las vivencias del patriarcado que ahogaban
a muchas mujeres. Aunque fuera luego criticado por ser pensado desde las mujeres blancas, urbanas
y de estratos medios, el libro es de los primeros en dar cuenta de la ola feminista que estaba
empezando y que luego tendrá mayor visibilidad y fuerza. Aparecen diversos grupos de mujeres,
intervenciones artísticas, clínicas autogestionadas de salud, habrá poesía, música y tiempo de
rebelión. Imágenes, relatos y testimonios de esa época aparecen en el documental “She is beautiful
when she is angry”. Las mujeres negras serán protagonistas de las luchas antirascistas, serán
oradoras, teóricas e inspiradoras de muchas otras mujeres. Angela Davis (2016) como figura icónica,
entretejerá una mirada entre marxismo, antirascismo y feminismo dando impulso a la necesaria
perspectiva interseccional. Por otra parte, aparecerá también una de las máximas expresiones de esos
años que es el texto de Kate Millet, Política sexual, publicado en 1970. Desde allí se popularizó la frase
“lo personal es político”, que da nombre y cristaliza uno de los sentidos más potentes de ese tiempo
de lucha. El énfasis puesto en politizar lo cotidiano del 68 será radicalizado a través de esta consigna
y las prácticas de autoconciencia que se extendían en cientos de grupos por todo el país.
Katerine MacKinnon (1995) dijo que “El feminismo es la única teoría que emerge de aquellos cuyos
intereses afirma” al hacer referencia a que el método de crear conciencia -también llamado
concientización en Estados Unidos o autoconciencia por las italianas- es el método por excelencia del
feminismo. Muchos grupos de autoconciencia surgieron de forma más o menos espontánea, entre
amigas, compañeras de universidad, vecinas. Es desde esta práctica de hablar entre mujeres, pero
esta vez revalorizada, politizada y conceptualizada, que las experiencias en este tiempo de lucha
cobran fuerza. En distintos formatos, con distinta frecuencia, las mujeres comenzaron a reunirse y a
hablar de su experiencia como mujeres y lo hacían sólo entre ellas. Esto significaba relatar abusos,
hablar de sexualidad, de hijos, de maridos y de cenas, de jefes, de sus madres y abuelas y de todo lo
que en lo cotidiano y a lo largo de nuestra vida nos conforma como mujeres desde el esquema de
dominación. Cada una fue encontrando en la otra señas propias, dolores ya no individuales sino
colectivos y desde ahí aparece una fuerza capaz de desbordarlo todo. Lo personal es político no era
un eslogan vacío, sino una clave política profundamente fértil. Ese mismo debate es el que en la
actualidad recogemos, se trata de un partir de sí, para no quedarse en sí (Pérez Orozco, 2014), como
un intento de no separar el cuerpo femenino de las luchas que se dan, o más bien de un partir de sí
para ser con otras, para ser mujeres en lucha (Menéndez, 2017).
En Francia luego de Mayo del 68 las mujeres que estaban organizadas en distintos grupos,
especialmente en grandes ciudades, crean el Movimiento de Liberación de las Mujeres. Se trató de un
esfuerzo de organización política de gran alcance. La estética de la provocación y el sarcasmo que
habían tenido lxs estudiantes es redoblado desde las mujeres, por ejemplo en el acto de depositar
flores en la tumba del soldado desconocido, en el Arco de Triunfo de París, pero dedicándoselo a la
mujer del soldado desconocido. Con las flores pusieron la inscripción “Existe alguien más desconocido
que el soldado desconocido, su mujer”. Se burlaban del canon masculino con ironía, en frases como
«Un hombre de cada dos es una mujer». En octubre, cuarenta mujeres, encadenadas a las rejas de la
prisión de la Petite Roquette, clamaban: «Nosotras somos todas prisioneras»”. En 1971 aparece el
“manifiesto de las 343”, que abre el debate sobre la legalización del aborto en el país.

De ese tiempo de lucha y en esa geografía aparecen varias mujeres que debaten desde el
pensamiento de la diferencia, criticando las bases psicoanalíticas y de la teoría política, tan propias
del mundo francés. Ellas cuestionan la centralidad de lo fálico en tales teorías, no por la teoría en sí,
sino para denunciar lo que eso ha significado en tanto toda nuestra referencia simbólica se construye
sobre lo masculino. Abren desde ese lugar el debate sobre un nuevo orden simbólico en femenino,
especialmente Luce Irigaray (2007) quien aporta nuevas pistas para pensar las relaciones entre
mujeres desde el espéculo, desde el mirar hacia nosotras mismas y nuestras semejanzas y ya no
desde el ser lo otro, lo abyecto, o recuperando a Simone de Beauvior, reclamando ya no ser más el
segundo sexo.

En Italia Carla Lonzi, desde Revuelta feminista, dará inicio también la práctica de autoconciencia y
escribirá ese texto hermoso de título irreverente “Escupamos sobre Hegel” para realizar una crítica
contundente al pensamiento filosófico masculino. En esa geografía existió también un intenso y
prolífero debate con el marxismo y variados aportes desde el pensamiento de la diferencia sexual,
también llamado feminismo de la diferencia. Especialmente desde la Librería de Milán se realizan
publicaciones que teorizan desde el partir de sí (Rivera- Garretas 1997), ampliando la mirada al orden
simbólico que surge desde las relaciones entre mujeres, con base en la relación primaria con la madre
(Muraro, 1991). Preocupadas por una política viva, cuestionando la lógica de la representación y la
igualdad en términos modernos, es decir una a la que sólo acceden los hombres, discuten sobre otros
modos de producir decisión colectiva y de vivir dignamente.
También en Italia y en Estados Unidos las feministas producirán una mirada renovada sobre el
marxismo, primero en el texto fundante “El poder femenino y subversión de la comunidad” de Maria
Rosa Dalla Costa y Selma James (1977). Organizando a su vez la Campaña Internacional por salario
para el trabajo doméstico, recopilada en parte en el libro “Wages for Housework. The New York
commitee 1972 – 1977” editado recientemente por Silvia Federici.

Desde esta lucha por el salario, no como táctica sino como perspectiva, las críticas a la izquierda
abiertas por el 68 serán retomadas y profundizadas. Federici (2010; 2013) por ejemplo avanzará sobre
la crítica a Marx, para releer su concepción sobre la acumulación originaria y la degradación de las
mujeres en la llamada transición del feudalismo al capitalismo, afirmando que esa violencia es un
proceso continuo que reactualiza las formas de despojo. Así como la necesidad de comprender que la
división creada entre producción y reproducción implica la invisibilización y desvalorización del trabajo
reproductivo a cargo mayoritariamente de las mujeres. Estos primeros aportes abonarán luego los
fértiles debates posteriores sobre la centralidad de la reproducción de la vida para repensar la
transformación y la recreación de las luchas por lo común y las tramas comunitarias, poniéndose cada
vez más en diálogo con la experiencia latinoamericana contemporánea para nutrirse mutuamente.

El cielo se oscurece y las estructuras de poder reaccionan a las revueltas, en ciertos lugares se les
construyen diques y en otros, más colonizados, más pobres, se las liquida. Mientras tanto se da inicio
al proceso de neoliberalización, que implica en nuestro sur ver estallar las dictaduras con toda su
violencia. Cientos de mujeres militantes deberán marchar al exilio buscando asilo, y en esa migración
forzosa muchas se encontrarán con las experiencias feministas del norte. Provocando en ellas una
relectura de sus experiencias vitales y políticas a la luz de las diferencias y las relaciones de poder
entre hombres y mujeres. Aunque en los años 70 aquí se vivía bajo el terrorismo estatal y no hubo el
mismo grado de expansión de energía feminista que en el norte, al volver y encontrándose con otras
en la luchas contra la dictadura darán inicio a un nuevo movimiento de mujeres que durante la década
de los 80’ recorrerá las calles las plazas y las camas, en nuestro país y en la región. Hoy que América
Latina es fuente de fuerza central para la lucha de las mujeres, que desde aquí gritamos ni una menos
y vivas nos queremos, y se repica de sur a norte, cuán necesario y urgente abrir el diálogo con el
pasado y entre distintas geografías. Somos nietas e hijas de todas ellas, somos el presente de su
irreverencia y la prueba viva de la libertad que ejercitaron y que supieron abrir para nosotras, desde
esa memoria late nuestro deseo de cambiarlo todo.

Referencias

Dalla Costa, Mariarosa y James, Selma (1977) El poder de la mujer y subversión de la comunidad.
México: Siglo XXI Editores.

Federici, Silvia (2010) Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Buenos Aires: Tinta
Limón.

De Beauvior, Simone. El segundo sexo. Madrid: Cátedra

Davis, Angela (2016) Mujeres, raza y clase. Madrid: Akal.

Federici, Silvia (2013) Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas.
Madrid: Traficantes de sueños.
Gargallo, Franseca (2008) “1968: una revolución en la que se manifestó un nuevo feminismo”, en Le
Monde Diplomatique año VI, n. 65.
Irigaray, Luce (2007) Espéculo de otra mujer. Madrid: Akal
Lonzi, Carla (1978) Escupamos sobre Hegel y otros escritos sobre liberación femenina. Buenos Aires:
La pléyade

MacKinnon, Catherine (1995) Hacia una teoría feminista del Estado. Madrid: Cátedra.

Menéndez, Mariana (2018) Entre mujeres:“Nuestro deseo de cambiarlo todo”.


Apuntes sobre el re-emerger feminista en el Río de la Plata. en Apantle 3 ¿Común hacia donde?.
Mexico: SOCCE.

Muraro, Luisa (1994) El orden simbólico de la madre. Madrid: Horas y HORAS.

Picq, Françoise (2008) El hermoso post-mayo de las mujeres. Dossiers Feministes, número 12, pp.
69-77.

Pérez Orozco, Amaia (2014) Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el
conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de sueños.

Rivera Garretas, María Milagros (1997) El fraude de la igualdad. Los grandes desafíos del feminismo
hoy. Buenos Aires: Librería de las mujeres

Suárez Briones, Beatriz, Martin Lucas, Maria Belén; Fariña Busto, Maria Jesús (eds) (2000) Escribir
en femenino. Barcelona: Icaria.

Wallerstein, Immanuel (1999). “1968: el gran ensayo” en Arrighi, Hopkins, Wallerstein, Movimientos
Antisistémicos. Madrid: Akal.

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