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LA CULTURA NAZI

El Tercer Reich está comprendido entre 1933 y 1939.


La concepción básica de la sociedad, para el nazismo, se basaba en una ideología a cerca de la
“sociedad perfecta”. Por otro lado, su concepción de mundo consistía en destacar la importancia de
ser alemán y de esta manera la política se transformó en una toma de consciencia de la raza.
El propósito de Hitler era llegar a configurar la sociedad de una manera orgánica e “igualar los
engranajes de la nación”, que a través del Partido nacionalsocialista tanto individuos como
organismos de Alemania debían ser “nacionalizados” para así quedar a competa disposición y
control del Partido y bajo el poder del Fürher. Fueron abolidas asociaciones obreras independientes
y sustituidas por el “Frente alemán de trabajadores”, así como también instituciones educativas en
las que el Partido ejercía control sobre profesores y estudiantes.
La estrecha línea entre lo privado y lo público desapareció y, de esta manera, también desapareció
la línea divisoria entre la política y el resto de las motivaciones del vivir cotidiano.
El nazismo había logrado que cada alemán encontrara su objetivo de vida y su felicidad en sentirse
parte de una comunidad que mostraba en su ideología las inquietudes y la esperanza que tenía como
individuo.
Llego un momento en el que no existía grupo alguno fuera del Partido al que poder adherirse.
Un muro, construido a través de la censura de libros, semanarios y periódicos extranjeros y todas las
manifestaciones literarias y artísticas del país, aisló la nación.
Crearon una cultura que no admitía progreso ni desenvolvimiento porque, según el Partido, la
“verdad” se acepta en ella como dada, inmutable y eterna, tan incontestable y perdurable como le
concepto de raza aria.
Hitler siempre destaco el factor ideológico de aquella cultura, o sea, la concepción del mundo que
debía tener aquella sociedad. Recalcaba que la “nueva Alemania” tenía que edificarse sobre el
“hombre nuevo”, el cual solamente podía surgir si tenía una visión correcta del mundo, SU visión
del mundo. Decía que el “hombre nuevo” debía ser una persona culturalmente centrada, fecunda,
que por el proceso de creación activara su “germanismo”
La moral que el nacionalsocialismo planteaba era propia de la mentalidad burguesa del siglo XIX; y
consistía en la santidad de la familia y del matrimonio, y en la pureza de la vida sin ostentación
dedicada al trabajo para mejorar el servicio al pueblo y no para en beneficio propio ni la
acumulación del dinero.
Hitler en 1938: “De lo que sufrimos hoy es de un exceso de educación […] lo que nosotros
necesitamos es instinto y acción. El Fürher tenía 44 años cuando se hizo cargo del poder y siempre
fue consciente de que si lograba atraerse a la juventud y formarla dentro de la mentalidad nazi, el
futuro estaba asegurado. De esta manera, el entusiasmo y las ganas propias de la juventud fueron
dirigidos y explotados. Por otro lado, a los alumnos judíos, en la lista de asistencia a clase, se los
nombraba solo con un número, no con su nombre, como si no fueran personas. El único libro
publicado por Hitler (“Mi lucha”) fue lectura obligatoria en las escuelas y en muchos otros
organismos del Tercer Reich. De hecho, muchos de los discursos pronunciados por los nazis y otros
libros y artículos publicados en el país reflejan con gran fidelidad el contenido de este libro.
La visión del mundo de Hitler es populista: Se basa en los principios raciales, que son
fundamentales en toda vida, es decir, que la raza es la creencia de toda cultura. El Estado es
solamente un medio para preservar la raza. “Hitler es Alemania y Alemania es Hitler”; “Hitler es el
partido”
La cultura es el producto de la raza aria y solamente los arios pueden formar sus propias
personalidades. La cultura es la expresión del materialismo, que se ha mantenido en la burguesía
gracias a la influencia de los judíos. Los judíos representan todo lo malo, excitan a los arios a
destruirlos y estos adquieren así mejor consciencia de su propia raza.
Según la mentalidad nazi, el pueblo judío no tenía una cultura verdaderamente propia, sino que es
propiedad de otros pueblos. Nunca ha existido un arte judío, solo poseen una copia o un simple robo
intelectual en el campo del arte.
Resulta peligroso para la nación que la enseñanza se dirija exclusivamente en tal sentido. Entonces,
de esta manera, la educación debe orientarse hace un ideal. Debe ofrecer únicamente la base para la
especialización en un campo determinado. Cualquier otra cosa significa renunciar a fuerzas que son
más importantes para la preservación de la nación que ninguna otra habilidad técnica. Se necesita
un gran cambio en la educación. Hoy sufrimos de supereducacion. Los sabelotodo son enemigos de
la acción. Solo se estiman los conocimientos. Lo que se necesita es instinto y voluntad.
El 18 de julio de 1937 Hitler dio un discurso en la apertura de la Casa del Arte Alemán, en Múnich:
“en el colapso alemán posterior a la guerra comenzó la decadencia económica, política y cultural.
Económica a través de la miseria y el desempleo. Políticamente slogans como “solidaridad
internacional” tuvieron más éxito y ocultaron al pueblo alemán la magnitud del colapso político. En
cuanto a la cultura, se dijo que no existían cosas como el arte de la raza, que esto había sido el arte
de una cierta época; que cada tiempo tuvo su expresión artística. Hoy no hay arte alemán, sino arte
moderno. Esto significa reducir el arte a una moda aparada por el lema “cada año algo nuevo”; asi
surgieron el impresionismo, cubismo, etc. La teoría de los judíos de que el arte es la expresión de un
periodo de tiempo es importante para ellos; en función de ella, su arte podría ser la actual. Hay
hombres que en principio encuentran que los prados han de ser azules, el cielo verde y las nubes
amarillas, y que afirman que la experiencia las hace ver así. No necesito preguntar si realmente ven
así o sienten así las cosas; pero en el nombre del pueblo alemán debo prevenir a estos
desafortunados, que sufren tan graves defectos de observación son realidades y que no intenten
presentárselos bajo el nombre se “arte”. No hay lugar para tales obras en este edificio. El artista no
crea para sí mismo, crea para el pueblo y desde ahora será el pueblo el llamado a juzgar su arte. El
pueblo ha juzgado estas obras como una falta absoluta de capacidad. La gente cuando penetre en
estas galerías reconocerá inmediatamente en mí a su propio portavoz y a su consejero, observara
con alivio la purificación del arte y expresara su complacencia.

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