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Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente inconsciente, pero desde
luego lo hizo popular. La mente consciente es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un momento
particular: las percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando
trabajamos muy centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que hoy
llamaríamos "memoria disponible": se refiere a todo aquello que somos capaces de recordar; aquellos
recuerdos que no están disponibles en el momento, pero que somos capaces de traer a la consciencia.
Actualmente, nadie tiene problemas con estas dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las
mismas constituían solo pequeñas partes de la misma.
La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no son
accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales como nuestros
impulsos o instintos, así como otras que no podíamos tolerar en nuestra mente consciente, tales como
las emociones asociadas a los traumas.
Estructura de la personalidad
Siguiendo con la Teoría de la Personalidad según Sigmund Freud, nos encontramos con las tres
estructuras básicas de la personalidad:
Ello: El ello es ese depósito inconsciente de nuestra energía psíquica primaria que busca la satisfacción
de los impulsos biológicos primitivos. Obviamente el ello actúa movido por el principio del placer: busca
la satisfacción de nuestros deseos. Pensemos en un niño que en un supermercado coge una bolsa de
patatas la abre y empieza a comérsela para vergüenza de su madre; está actuando movido por el
principio del placer, busca la mera satisfacción de la necesidad biológica de alimentarse.
Yo: También conocido como Ego. Esta es la parte de la personalidad que debe hacer frente a las
exigencias de la realidad. Ayuda a controlar los impulsos del Ello y nos hace comportarnos de manera
realista y aceptable en la sociedad. En lugar realizar comportamientos simplemente dirigidos a satisfacer
nuestros deseos y necesidades, el Ego nos obliga a satisfacer dichas necesidades de una forma
socialmente aceptable. Además de controlar las demandas del Ello, el Yo también ayuda a lograr un
equilibrio entre nuestros impulsos básicos, nuestros ideales y la realidad.
Superyó: o Superego es el último aspecto de la personalidad y contiene nuestros ideales y valores. Los
valores y creencias que nuestros padres y la sociedad infundan en nosotros, son la fuerza motriz del
superyó, y se esfuerza por hacer que nos comportamos de acuerdo con esta moral.
Los Estadios
Como mencioné antes, para Freud la pulsión sexual es la fuerza motivacional más importante. Éste creía
que esta fuerza no era solo la más prevalente para los adultos, sino también en los niños, e incluso en
los infantes. Cuando Freud presentó sus ideas sobre sexualidad infantil por primera vez, el público
vienés al que se dirigió no estaba preparado para hablar de sexo en los adultos, y desde luego menos
aún en los niños.
La etapa oral se establece desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del
placer es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del infante son chupar y morder.
La etapa anal se encuentra entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco del
placer es el ano. El goce surge de retener y expulsar.
La etapa fálica va desde los tres o cuatro años hasta los cinco, seis o siete. El foco del placer se
centra en los genitales. La masturbación a estas edades es bastante común.
La etapa de latencia dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o
menos a los 12 años. Durante este período, Freud supuso que la pulsión sexual se suprimía al
servicio del aprendizaje. Debo señalar aquí, que aunque la mayoría de los niños de estas edades
están bastante ocupados con sus tareas escolares, y por tanto "sexualmente calmados", cerca
de un cuarto de ellos están muy metidos en la masturbación y en jugar "a los médicos". En los
tiempos represivos de la sociedad de Freud, los niños eran más tranquilos en este período del
desarrollo, desde luego, que los actuales.
A partir de las funciones psicológicas básicas y de los dos tipos de carácter fundamentales, Jung señala
que se derivan ocho tipos de personalidad bien diferenciadas. Todas las personas pertenecerían a uno u
otro tipo. Estos son:
1. Reflexivo extravertido
La personalidad reflexiva extravertida corresponde a los individuos cerebrales y objetivos, que actúan
casi exclusivamente con base en la razón. Solo toman por cierto aquello que se afirme con suficientes
evidencias. Son poco sensibles y pueden llegar incluso a ser tiránicos y manipuladores con los demás.
2. Reflexivo introvertido
El reflexivo introvertido es una persona con gran actividad intelectual, que, sin embargo, tiene
dificultades para relacionarse con los demás. Suele ser obstinado y muy tenaz para lograr sus objetivos.
A veces se le ve como un desadaptado, inofensivo y a la vez interesante.
3. Sentimental extravertido
Las personas con gran habilidad para entender a otros y para establecer relaciones sociales son los
sentimentales extravertidos. Sin embargo, les cuesta trabajo apartarse del rebaño y sufren cuando son
ignorados por su entorno. Son muy diestros con la comunicación.
4. Sentimental introvertido
La personalidad sentimental introvertida corresponde a las personas solitarias y con gran dificultad para
establecer relaciones con los demás. Puede ser huraño y melancólico. Hace todo lo posible por pasar
desapercibido y le gusta permanecer en silencio. Sin embargo, es muy sensible a las necesidades de los
otros.
5. Perceptivo extravertido
Los individuos perceptivos extravertidos tienen una especial debilidad por los objetos, a los que llega a
atribuir cualidades mágicas incluso, aunque lo haga de manera inconsciente. No le apasionan las ideas,
sino la manera como toman forma en cuerpos concretos. Busca el placer por encima de todo.
6. Perceptivo introvertido
Es un tipo de personalidad muy propio de músicos y artistas. Las personas perceptivas introvertidas
ponen especial énfasis en las experiencias sensoriales: le dan gran valor al color, a la forma, a la
textura… Lo suyo es el mundo de la forma, como fuente de las experiencias interiores.
7. Intuitivo extravertido
Corresponde al típico aventurero. Las personas intuitivas extravertidas son muy activas e inquietas.
Necesitan muchos estímulos de todo tipo. Son tenaces para lograr sus objetivos, y una vez los consiguen
pasan al siguiente olvidando el anterior. No les importa mucho el bienestar de quienes les rodean.
8. Intuitivo introvertido
Son extremadamente sensibles a los estímulos más sutiles. La personalidad intuitiva introvertida
corresponde al tipo de personas que casi “adivinan” lo que otros piensan, sienten o se disponen a hacer.
Son imaginativos, soñadores e idealistas. Les cuesta trabajo “poner los pies sobre la tierra”.