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La historia intelectual

y el riesgo de las periodizaciones

José Carlos Chiaramonte

Universidad de Buenos Aires / CONICET

El desarrollo de los estudios históricos a par- demos como la simple relación de un fenó-
tir del siglo XIX muestra algunos rasgos meno histórico y su contexto, tal como, por
semejantes a los existentes en las ciencias de ejemplo, lo entiende Bourdieu al criticar la
la naturaleza, entre ellos, los velados nexos ignorancia del contexto histórico por historia-
de ciertas categorías de las ciencias naturales dores de la filosofía. Consecuentemente,
con el recurso interpretativo de la periodiza- Bourdieu aplica a esa postura el calificativo
ción histórica. El concepto científico-natural de antihistoricismo, en un parágrafo que lleva
de una evolución dividida en segmentos, seg- el sugestivo título –evidente crítica a Popper–
mentos que poseerían una homogeneidad dis- de “La miseria del antihistoricismo”.2
tintiva y, consiguientemente, el procedimien- Más allá de este concepto del historicis-
to de la clasificación1 de los fenómenos según mo, aquí nos interesa otro, aquel que refiere
esos segmentos como base de la labor cientí- a una visión de la historia que sustituye una
fica, puede encontrarse también en la His- perspectiva generalizadora, tal como la que
toria, a partir de la emergencia de una forma predominaba en el siglo XVIII, por otra indi-
particular de historicismo en la primera mitad vidualizadora, por la cual el historiador es
del siglo XIX, en un conjunto de autores que se conducido a concebir cada evento, nación o
suele englobar en el llamado Romanticismo. época, como un único individuo, que evolu-
En el campo de la Historia, ese historicismo ciona en un período de tiempo a través de
continúa siendo el soporte, explícitamente o sus propios medios internos y a través de
no, de las diversas formas de periodización y interacción causal con otros desarrollos indi-
de las correspondientes interpretaciones glo- viduales. Algo así como lo observado por
bales del pasado. Fueter al señalar que los románticos “perso-
Pero debido a los diversos significados nifican conceptos tales como la nacionali-
atribuidos al concepto de historicismo, con- dad, el derecho nacional, el arte nacional, la
viene aclarar que en este trabajo no lo enten- fe religiosa” y les hacen producir la historia.3

1 Si bien en la actual sistemática clasificación designa 2 Pierre Bourdieu, Las reglas del arte. Génesis y estruc-

la elaboración de taxones mientras lo que habitual- tura del campo literario, Barcelona, Anagrama, 1995,
mente llamamos clasificación recibe el nombre de pp. 449 y 451.
determinación, seguiremos utilizando clasificación en 3 Fueter (ed.), Historia de la Historiografía Moderna,

el sentido habitual. Buenos Aires, Nova, 19, 2 vols., vol. II, p. 94.

Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 11, 2007, pp. 189-193


Es sugerente también la observación que Renacimiento, la Reforma, la Antigüedad,
sigue a las anteriores. Los románticos, escri- con su propia unidad de sentido. Una con-
bía Fueter… cepción, interpreta Troeltsch, que es fruto del
romanticismo germano que dio al tratamiento
Tomaban las comunidades lingüísticas de la historia un lugar de preeminencia en la
modernas, que llamaban nacionalidades, por cultura del siglo pasado.7
magnitudes independientes que habían exis-
tido siempre y que habían influido en el
desarrollo histórico. El genio del pueblo, La inconsistencia
pensaban, había hecho nacer constitución,
de la periodización histórica
derecho, arte y literatura…4
La tendencia a dividir la Historia en segmen-
Con similar perspectiva y sintetizando lo más
tos cronológicos es muy antigua y posee va-
característico de ese historicismo, Raymond
riadas manifestaciones, aunque el esfuerzo
Aron lo consideraba una visión de la historia
por elaborar las formas de periodización no
que la juzga dividida en épocas esencialmente
haya estado por lo común acompañado por la
distintas, lo que implica que las diversas ma-
discusión de su razón de ser. Lo habitual es
nifestaciones de la actividad humana tengan
simplemente postularlas, tal como lo hacía
un sello específico en cada época, distinto del
Ranke al escribir que en cada época de la
de otras. Visión que contraponía a la de la Ilus-
humanidad se manifiesta “una gran tendencia
tración, que consideraba a la Historia como
dominante” y que “[…] independientemente
un continuo en cuanto a sus valores.5
de las grandes ideas inmutables y eternas, por
La tendencia a individualizar y sustancia-
ejemplo, de la idea moral, cada época tiene
lizar fenómenos históricos colectivos indujo
su tendencia específica y su ideal propio”.8
a adjudicar un carácter distintivo a los perío-
Pero pese a su uso casi universal entre los
dos históricos. De acuerdo a Troeltsch, para
historiadores, la división de la Historia en
tal filosofía de la historia todo gira en torno
períodos homogéneos no se sostiene por otra
del concepto de totalidades individuales, con
razón que no sea la aparente comodidad que
los rasgos de originalidad y singularidad.
ofrece al relato. Esto ha sido bien percibido
Estas totalidades individuales pueden ser
por Huizinga, quien lo hace explícito en el
nacionalidades, estados, clases, gremios, ten-
largo título del parágrafo que dedica a este
dencias culturales, hermandades religiosas,
asunto:
procesos complejos de todas clases, tales
como revoluciones políticas o la revolución
La división de la historia en períodos, aunque
industrial, y también períodos de las civiliza- indispensable, tiene un valor secundario, es
ciones.6 En tal perspectiva, ellas poseen una siempre imprecisa y fluctuante y, hasta cierto
unidad de sentido inmanente. Los objetos de punto, arbitraria. Lo más conveniente es desig-
los historiadores son así pensados como tota- nar las épocas por nombres incoloros tomados
lidades individuales, tales como el de cortes externos y fortuitos.9

4 Fueter (ed.), Historia de la Historiografí…, cit., p. 96. 7 Ibid., pp. 450 y 463.
5 Raymond Aron, Lecciones sobre la historia, Cursos 8 Leopold von Ranke, “Sobre las épocas en la historia”,
del Collège de France, México, FCE, 1996, p. 32. en Pueblos y Estados en la historia moderna, México,
6 Eugene W. Lyman, “Ernst Troeltsch’s Philosophy of FCE, 1941, pp. 58 y 59.
History”, The Philosophical Review, vol. XLI, No. 5, 9 Johan Huizinga, El concepto de la historia y otros

septiembre de 1932, Whole Number 245, p. 449. ensayos, México, FCE, 1980.

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Pero el análisis de Huizinga, y también de esquema simplemente cronológico, sino en
otros historiadores que han percibido la debi- un esquema cualitativo, en que los “perío-
lidad de las periodizaciones, termina diluyén- dos” –cada uno de los cuales tiene su carác-
dose en una postura que advierte su insufi- ter peculiar– se siguen unos a otros con arre-
ciencia pero no puede renunciar a ellas. Y glo a un patrón que puede ser necesario a
apela entonces a criterios ambiguos como el priori, sobre una base lógica, o que quizás se
nos hace evidente por el hecho de su fre-
de no usar la periodización en forma rígida,
cuente repetición, o que acaso participa un
ser flexible, “renunciar sabiamente a toda poco de las dos circunstancias) lo encontra-
pretensión de exactitud”, manejarse con mos incluso hasta el siglo XX y ya desde el
“moderación y prudencia”. Y en todo caso, el XVIII…13
criterio de preferir como conceptos periodi-
zadores los puramente cronológicos, que no En cuanto a aquel oscilar entre la conciencia
entrañen definición conceptual.10 de la falsedad de las periodizaciones y la
Las críticas a la insuficiencia, cuando no a necesidad de su utilización, asoma también en
la falsedad, de las periodizaciones abundan.11 un breve texto póstumo de Topolsky, basado
Pero incluso en alguien como Benedetto en su interés por la construcción de narrativas
Croce se desprende un dejo de ese poco teó- históricas, y en el supuesto de que segmentos
rico recurso a los criterios de “utilidad” prác- del pasado poseen coherencia interna. Arguye
tica y de “flexibilidad” y “moderación” en el que esto proviene del realismo, metafísico, de
uso de la periodización.12 los historiadores, que suponen que esa cohe-
Un diagnóstico más severo, en cambio, fue rencia refleja la de la realidad, lo que está en
hecho por Collingwood, criticando a los histo- desacuerdo con “la nueva concepción de la
riadores que suelen inventar, afirmaba,“un sis- verdad”. Pero opina que esa postura no es
tema de casilleros” que es “el origen de todos enteramente falsa. El historiador no refleja el
aquellos esquemas y estructuras”, ninguno de pasado sino que construye imágenes coheren-
los cuales “tuvo jamás ningún valor cientí- tes del mismo, basadas en fuentes. Se trata de
fico”, en los que “la historia, con docilidad la convicción, aduce, de que las creencias
sorprendente, se ha dejado encajar”. Y precisa: humanas son conjuntos intelectuales más o
menos coherentes basados en la convicción
Aunque esta tendencia a acomodar el todo de de la existencia real de elementos interdepen-
la historia en un esquema único (no en un
dientes. Lo que lleva a otra asunción comple-
mentaria, la del cambio, que, conectada con la
del paso del tiempo, lleva a las narrativas his-
10 Johan Huizinga, El concepto…, cit., pp. 74 y 81.
11 Véase un repertorio de tales críticas en un texto de
tóricas a la periodización, esto es, a su divi-
1925 que centra su interés en el concepto de Edad sión en segmentos temporales.14
Media: H. Spangenberg, “Los períodos de la Historia La validez de la periodización histórica
Universal”, Revista de Occidente, t. X, 1925, Nos. XXIX
y XXX, 1925-1926. Sobre la historia de ese concepto, de
–que ha sido con razón juzgada negativa-
asidua presencia en las discusiones sobre periodización, mente por autores como los reseñados–, per-
véase un trabajo más reciente: Giuseppe Sergi, La idea siste sin embargo pese a las continuas inco-
de Edad Media. Entre el sentido común y la práctica
historiográfica, Barcelona, Crítica, 2000, que también
es algo distante respecto de la legitimidad de las perio-
dizaciones y en el que asimismo se advierte esa contra- 13 R. G. Collingwood, Idea de la Historia, México, FCE,
dicción ente la conciencia de una falsedad de la perio- 1965, 2ª ed., p. 256.
dización y la imposibilidad de abandonarla. 14 Jerzy Topolsky, “Periodization and the creation of the
12 B. Croce, La historia como hazaña de la libertad, narrative wholes”, Storia della Storiografia, 37, 2000,
México, FCE, 1960, 2ª ed., pp. 271 y 272. p. 12

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herencias a las que conduce. Porque, ¿cómo frente a la Ilustración, ésta es lo moderno
conciliar, por ejemplo, la noción habitual de frente al cartesianismo, éste frente a la esco-
la contraposición de Ilustración y Roman- lástica… Y, por otra parte, no puede dar
ticismo con la admiración de Hegel hacia El cuenta de uno de los fenómenos históricos
sobrino de Rameau de Diderot?15 ¿O, la con- más frecuentes y más importantes para la
cepción de períodos históricos sustancial- labor del historiador, lo que con términos ina-
mente distintos con la persistencia del dere- decuados hemos solido denominar como
cho romano a lo largo de la historia, o con la “eclecticismo” o “mezcla” de lo tradicional y
noción de los derechos del hombre, presente lo moderno, tal como se da en el siglo XVIII
en el derecho natural escolástico, en el curso con los casos del jansenismo y del galica-
de las revoluciones del siglo XVIII y hasta en nismo. François-Xavier Guerra, por ejemplo,
los días que corren? Algo similar podríamos asumía este instrumento taxonómico para
aducir, por ejemplo, acerca del caso de las
libertades inglesas, surgidas en contexto esta- arriesgarse a definir lo que sería en un cierto
mental medieval e influyenes aún en con- momento, l’air du temps, esa impalpable y
texto revolucionario en el siglo XVIII. O del efímera combinación de ideas, imágenes,
contractualismo, que sería, a la vez, medie- pasiones y juicios de valor de los múltiples
val, “moderno tradicional” y revolucionario actores de un país en una época determinada.
dieciochesco. O, dentro del contractualismo,
del pacto de sujeción y su concepto de posi- Ese esquematismo periodizador lo aplicaba
ble retroversión del poder, favorable al abso- al concepto de nación en el período, asu-
lutismo o al “populismo” neoescolástico, o al miendo un solo y mismo sujeto, la nación, y
democratismo dieciochesco. Y así, podrían dos concepciones de la misma: la antigua y la
sucederse cantidad de ejemplos similares, moderna.
entre ellos, el que suscita el problema de la
[…] la nación, tal como se concibe a finales
incongruencia de cómo conciliar una concep-
del siglo XVIII, estaba aún lejos de la nación
ción de diversas sensibilidades históricas con moderna tal como se concebirá precisamente
la valoración de expresiones literarias y artís- después de la revolución. Uno de los puntos
ticas del pasado por quienes viven en tiempos claves de la mutación cultural y política de la
distintos. Modernidad se encuentra esencialmente ahí:
Por otra parte, las cosas empeoran cuando en el tránsito de la concepción antigua de
utilizamos los conceptos periodizadores sin nación a la de nación moderna.16
advertir lo que suponen en cuanto tales.
Como ocurre, por ejemplo, con el actual des- Al sostener que el concepto de “eclecti-
medido empleo del concepto de Modernidad. cismo” respecto de la conjunción de rasgos
Un concepto de suma indefinición, general- “tradicionales”y “modernos” es inadecuado,
mente una referencia vaga, que designa lo me refiero justamente a que la parcela espa-
reciente frente a lo anterior, inconsistente, cial y temporal que estudiamos no puede ser
pues varía con el sucederse de los períodos o considerada inconsistente o malformada por
corrientes: el Romanticismo es lo moderno el hecho de no ajustarse a alguno de los

15 La Fenomenología del Espíritu de Hegel, escribe 16 François-Xavier Guerra, Modernidad e independen-


Furbank, se puede leer como un comentario a El sobrino cias, Ensayo sobre las revoluciones hispánicas,
de Rameau. P. N. Furbank, Diderot, Biografía crítica, México, Mapfre/Fondo de Cultura Económica, 1992,
Barcelona, Emecé, 1994, p. 263. pp. 16 y ss., y 319.

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patrones historiográficos que con afán ***
periodizador y clasificatorio hemos cons-
truido. Gran parte del siglo XVIII español e Me parece entonces que lo aconsejable sería
hispanoamericano no se ajusta a los concep- abandonar los supuestos que hacen posible la
tos de “tradicional” o “moderno”, ni al de tendencia que criticamos. Esto es, una divi-
“escolástica” o “Ilustración”. Lo que hemos sión del continuo de la historia en segmentos
llamado “Ilustración española”, “Ilustración diferenciados a partir de un rasgo o de un con-
hispanoamericana”, o aún, buscando dar junto de rasgos que le otorgarían carácter dis-
cuenta de lo atípico del fenómeno, “Ilus- tintivo, de manera que el hallazgo de uno de
tración católica”, es en realidad un conjunto esos rasgos pueda ser computado como indi-
de tendencias reformistas que abreva en cador de la vigencia del período dado, o en
fuentes tan dispares como la tradición conci- todo caso como “anticipación” de su próxima
liar del catolicismo, el episcopalismo cató- vigencia. Y reemplazarlos por otro criterio,
lico, el jansenismo, y también en autores de partiendo de que buena parte de los grandes
lo que hemos denominado Ilustración euro- conceptos elaborados en el curso de la histo-
pea. Se trata del tributo que hemos pagado, ria reaparecen en épocas diversas, de manera
incluyéndome en esto, a que su eficacia histórica no la da su “natura-
leza” sino la coyuntura en que se encuentran.
[…] una voluntad periodificadora, maquinal- Es decir, que no existe una relación necesaria
mente clasificatoria, que hace al concepto y privativa entre una idea, doctrina o corriente
general de Ilustración, acuñado para designar artística, y una época histórica. Esto es, que
una etapa cultural de otros países europeos, una misma idea que comprobamos existente
un clasificador poco funcional para la parti- en el siglo XVII y luego la hallamos también
cular naturaleza de la vida cultural ibérica del
antes, en el siglo XIII, no es “moderna” o “tra-
período.17
dicional” en sí, sino que es función de sus cir-
cunstancias históricas y del distinto uso que
17 José Carlos Chiaramonte, “El pensamiento político y entonces se haga de la misma. Lo que, en con-
la reformulación de los modelos”, cap. 21 de UNESCO, clusión, hace de la labor del historiador una
Historia General de América Latina, vol. IV: Procesos
americanos hacia la redefinición colonial, París, Trotta, empresa algo más compleja que la que esta-
2000, p. 475. mos acostumbrados. 

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