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Monopolio consensuado

Me gusta pensar en mi esposa cuando estoy en el trabajo.

También pienso en otras mujeres,

en sus formas, sus colores, en sus ojos,

sus voces y las fiebres de sus idilios…

pero siempre se interpone ella en primer lugar,

como si en mi conciencia habitara ella permanente.

Entonces, se compara con las mujeres reflejadas en mi mente

mostrándome las sombras de los recuerdos,

recordándome sus jaurías, sus manías,

sus formas redondeadas y vivas,

sus colores que dan vida,

sus ojos que tantas veces me han reflejado,

donde he renacido, resucitado,

y su voz, venciendo los silencios ajenos

con la espada que tiene la forma de mi nombre,

retumban y borran cualquier día muerto

anteponiendo en penumbra del deseo

nuestros idilios.

Siempre pienso en mi mujer en el trabajo,

y en otras mujeres,

pero, por alguna razón,

siempre la encuentro más bella a ella.

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