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LA BATALLA DE ALMANSA

MOVIMIENTO DE TROPAS ENTRE MARZO Y ABRIL DE 1707

La presencia de los ejércitos borbónicos


acuartelados en Murcia y La Mancha
auguraba un enfrentamiento decisivo. En
marzo de 1707, el mariscal Berwick
instaló su cuartel general en Jumilla.
Reorganizadas las tropas aliadas en la
Hoya de Castalla, el 5 de abril partían
para Mogente, para acampar un día
después junto a Fuente la Higuera. Al
tener conocimiento del elevado número
de enemigos, Berwick se retiró con sus
tropas hasta Chinchilla, donde se dispuso
a esperar la llegada de refuerzos, que al
mando del duque de Orleans ya habían
salido de la Corte.

Las fuerzas del pretendiente austriaco a


las órdenes del Marqués de las Minas,
decidieron flanquear Almansa por el sur,
dirigiéndose por Caudete hasta Yecla,
donde entraron el 13 de abril, para
continuar su avance por Montealegre (16
de abril) y Pétrola (17 de abril).

Berwick dispuso sus tropas en orden de


batalla, en vista de lo cual, el ejército
aliado volvió sobre sus pasos y se instaló
en Villena, circunstancia esta última que
aprovecharon los franco-españoles para
avanzar a su vez por Montealegre,
llegando a los campos de Villena el día 20
abril. Ante la dificultad que ofrecía aquel
terreno para el despliegue de la
caballería, Berwick optó por retroceder
hasta Almansa, donde el día 21 sus tropas
recibieron el oportuno
aprovisionamiento.
El 23 de abril salió el mariscal de esta villa con su estado mayor y una escolta de caballería, con
el fin de observar las posiciones del enemigo, hallándolo acampado en terreno tan poco
favorable, que ninguno de sus generales vio posibilidad de triunfo en caso de atacarles en
aquel lugar.

El 24, las fuerzas aliadas marcharon sobre Caudete: querían aprovechar su superioridad
numérica sin dar tiempo a que el ejército que encabezaba el duque de Orleans pudiera unirse
a las tropas de Berwick.
CONSECUENCIAS

DE LA

BATALLA DE ALMANSA

Caída de los reinos de Aragón y Valencia

El 26 de abril de 1707 llegaba a Almansa el duque de


Orleáns; sus fuerzas, unidas a las de Berwick, marcharon
el 27 de abril hacia Requena, que se rindió el 6 de mayo.
Seis días después Valencia se sometía a Berwick, y el 26
del mismo mes el duque de Orleáns entraba en Zaragoza.
Uno de los hechos más lamentable se produciría en
Játiva. Fiel al archiduque hasta el último momento,
soportó el sitio desde el 26 de mayo al 6 de junio. Sin
atender los consejos del duque de Orleans y de
numerosas personalidades del reino valenciano, Felipe V
ordenó que la ciudad fuese quemada y le fuese cambiado
el nombre por el de San Felipe.

Pérdida de los fueros

La frase pronunciada por Berwick al entrar en Valencia


despejaba cualquier tipo de duda respecto al futuro de los fueros valencianos: "...este Reyno
ha sido rebelde a Su Majestad y ha sido conquistado, haviendo cometido contra Su Majestad
una grande alevosía; y así, no tiene más privilegios ni fueros que aquellos que Su Magestad
quisiere conceder en adelante...".

El 29 de junio de 1707, Felipe V promulgaba el Decreto de Nueva Planta, que venía a abolir los
fueros de Aragón y Valencia.

Como consecuencia, los valencianos perdían todas sus instituciones de gobierno y quedaban
sometidos, tanto en el aspecto administrativo, como en el relativo al derecho privado, a las
leyes de Castilla.

"...Considerando haber perdido los Reinos de Aragón y de Valencia, y todos sus habitadores por
el rebelión que cometieron, faltando enteramente al juramento de fidelidad que me hicieron
como a su legítimo Rey y Señor, todos sus fueros, privilegios, exenciones y libertades que
gozaban y que con tan liberal mano se les habían concedido, así por mí como por los Señores
Reyes mis predecesores, particularizándolos en esto de los demás Reinos de esta Corona; y
tocándome el dominio absoluto de los referidos reinos de Aragón y de Valencia, pues a la
circunstancia de ser comprendidos en los demás que tan legítimamente poseo en esta
Monarquía, se añade ahora la del justo derecho de la conquista que de ellos han hecho
últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión; y considerando también, que uno de los
principales atributos de la Soberanía es la imposición y derogación de leyes, las cuales con la
variedad de los tiempos y mudanza de costumbres podría yo alterar, aun sin los graves y
fundados motivos y circunstancias que hoy concurren para ello en lo tocante a los de Aragón y
Valencia.

He juzgado conveniente (así por esto como por mi deseo de reducir todos mis reinos de España
a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales, gobernándose
igualmente todos por las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el Universo) abolir y
derogar enteramente, como desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos
fueros, privilegios, práctica y costumbre hasta aquí observadas en los referidos reinos de
Aragón y Valencia; siendo mi voluntad, que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso,
práctica y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia
alguna en nada; pudiendo obtener por esta razón mis fidelísimos vasallos los Castellanos
oficios y empleos en Aragón y Valencia, de la misma manera que los Aragoneses y Valencianos
han de poder en adelante gozarlos en Castilla sin ninguna distinción; facilitando yo por este
medio a los Castellanos motivos para que acrediten de nuevo los efectos de mi gratitud,
dispensando en ellos los mayores premios, y gracias tan merecidas de su experimentada y
acrisolada fidelidad, y dando a los Aragoneses y Valencianos recíproca e igualmente mayores
pruebas de mi benignidad, habilitándolos para lo que no lo estaban, en medio de la gran
libertad de los fueros que gozaban antes; y ahora quedan abolidos: en cuya consecuencia he
resuelto, que la Audiencia de Ministros que se ha formado para Valencia, y la que he mandado
se forme para Aragón, se gobiernen y manejen en todo y por todo como las dos Chancillerías de
Valladolid y Granada, observando literalmente las mismas regalías, leyes, práctica, ordenanzas
y costumbres que se guardan en estas, sin la menor distinción y diferencia en nada, excepto en
las controversias y puntos de jurisdicción eclesiástica, y modo de tratarla, que en esto se ha de
observar la práctica y estilo que hubiere habido hasta aquí, en consecuencia de las concordias
ajustadas con la Sede Apostólica, en que no se debe variar: de cuya resolución he querido
participar al Consejo para que lo tenga entendido.

El recuerdo de aquella represión permitió acuñar una máxima que todavía suele escucharse
hoy día, casi 300 años después:

"Quan el mal ve d’Almansa a tots alcança".


Impacto para Almansa

El triunfo borbónico supuso para los almanseños el fin de la inseguridad y la tensión que
existieron en la comarca desde que en 1705 las tropas aliadas desembarcaron en Denia.

La presencia del ejército franco-español trajo consigo desagradables incidentes; algunos


soldados incontrolados se dedicaron al robo de ganado, así como al asalto de casas de campo,
molinos e incluso de la ermita de Nuestra Señora de Belén, aunque la imagen no estaba allí
sino en la villa.

A ello hay que unir los elevados gastos que supuso para los vecinos de Almansa su
contribución al mantenimiento de un ejército tan numeroso y al sostenimiento de los
hospitales improvisados para atender a los heridos.

Así vemos como el 28 de abril de 1707, el caballero d’Asfeld, exigía al concejo 400 colchones,
200 doscientos jergones, 600 mantas, todo el lienzo y vendas disponibles y 400 escudillas con
destino al hospital de franceses, además de las cuadrillas de hombres necesarias para enterrar
a los muertos.

Todo esto es prueba de que, al menos económicamente, los almanseños también sufrieron un
duro quebranto.

Feria y título para Almansa

El 12 de agosto de 1707, una real cédula otorgaba a la villa de Almansa quince días de feria
franca, a comenzar desde el día de San Marcos (25 de abril).

Asimismo, con fecha 19 de julio de 1707, Felipe V concedía a la población el título de "Muy
Noble, Muy Leal y Felicísima".

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