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La Revolución de las Trece Colonias de Norteamérica

Ideas renovadoras, una intransigente política de gravamen por parte de la


metrópoli y cientos de comerciantes bostonianos enfurecidos. Así comenzó la
Revolución de las Trece Colonias de Norteamérica, con los famosos disturbios del
Motín del Té de diciembre de 1773, una reacción popular a la imposición por parte
de Gran Bretaña de altos impuestos a la importación de este producto.

Aunque la revolución se venía gestando desde antes, nutrida de todo el ideario


ilustrado, el motín fue el detonante que extendió el germen revolucionario por las
trece colonias británicas y dio lugar a la Guerra de la Independencia. Los “padres
fundadores” como Thomas Jefferson o Benjamin Franklin imaginaban una nación
liberal, exenta de la presión política y económica impuesta desde Londres y
basada en un sistema republicano de derechos, sufragio y separación de poderes.

Esta nueva nación vería su alba el 4 de julio de 1776, cuando los representantes
de las trece colonias ya segregadas de Gran Bretaña, incapaz de contener la
revolución, firmaron el Acta de Declaración de Independencia, el documento que
articulaba jurídicamente las bases de este nuevo sistema.

De esta manera lo representaría en 1819 el pintor John Trumbull, en una solemne


y clásica escena en la que el Comité Constituyente presenta el documento final
redactado ante el Congreso Continental para proceder a su aprobación.

Todavía los estadounidenses celebran este acontecimiento, que no deja de


engrandecer su patriotismo cada 4 de julio, considerándolo el origen de su
conciencia nacional y su memoria histórica. La Revolución de las Trece Colonias y
la guerra que le sucedió fue además, la primera de la llamada “era de las
revoluciones” de finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, que serviría de
inspiración para el resto de movimientos burgueses europeos y americanos que
protagonizan la historia de esa centuria.

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