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De una manera aberrante legalizan los Cupos Indicativos, mejor conocidos como la
Mermelada, y a la colombiana, descentraliza el poder en los políticos de la coalición
de gobierno para que a su libre albedrío funcionen sus maquinarias para ejecutar
estos jugosos recursos. Y pásmense ustedes amigos lectores, que no contento con
estos procedimientos propicios para los contubernios, se venden entre sí los contratos
y se intercambian aplicaciones para evadir responsabilidades ciudadanas con quienes
lo eligieron. -Por eso la gente seguirá vendiendo el voto y cada día más caro-
Y viene el respaldo de todo este entramado de producir dinero. ¿Quiénes ejecutan los
proyectos? El sector privado. Otro contubernio entre lo público y lo particular.
Pareciera que el gobierno trabajara para enriquecer más al sector privado, que el
propio beneficio social, como es propender por el bienestar y mejoramiento del nivel
de vida de sus ciudadanos. Se pierde la esencia del estado., y eso, no es un buen
síntoma en un gobierno democrático. Los tres ámbitos del eje del poder se
distorsionan y podrían generar desigualdades sociales que terminarían provocando
alteración en las clases sociales.
Amigos lectores, lo que viene hacia el futuro son megaproyectos que ninguna entidad
territorial tiene la capacidad financiera para iniciarlos, ni siquiera el mismo gobierno.
Se los anuncio: Puerto de Contendores, El Tren de Cercanía o Tren Suburbano,
Profundización de Acceso Marítimo, Transversal de los Contendores, La Transversal
de la Mojana y por supuesto la Ruta del Sol, proyectos necesariamente urgente para
volver competitiva a Colombia. Bienvenidos todos ellos, pero si no se dignifica a los
ciudadanos no hay proyecto que valga la pena.
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EL OBSTRUCCIONISMO DEL PODER CENTRAL “EL TIEMPO”
Con beneplácito ha recibido la comunidad empresarial de Cali la iniciativa de la
Administración Central y del honorable Concejo Municipal de la ciudad de proveer,
por acuerdo, un marco jurídico económico dentro del cual se puedan acoger
empresarios de diversa dimensión y especialidad para establecer empresas nuevas
en la ciudad, y ampliar y mejorar las existentes.
Por: FAROUK KATTAN
21 de diciembre de 1995
Conjugando los factores que están constitucionalmente a su alcance, las
autoridades municipales así liberan al empresario de algunas cargas impositivas y
trámites administrativos, cosa que le facilitan la toma de decisiones de negocios y
la puesta en práctica de ellas.
Esta política es manejada por la Junta Directiva del Banco de la República y por el
Ministerio de Hacienda, que actúan con criterios macroeconómicos que muchas
veces ignoran o desdeñan realidades de la provincia, conduciendo a agravamiento
de situaciones sociales.
Algunos dicen que la crítica a la política monetaria es cosa de los gremios a nivel
nacional, pero lo cierto es que el aporte conceptual regional organizado es muy
necesario para enriquecer el debate nacional sobre la cosa económico-social. Mal
pueden los gremios y sus comités regionales recostarse sobre sus entidades
nacionales sin asumir posiciones propias, pues entrarían en contradicción con los
principios básicos de la descentralización y autonomía, y entregarían la
espontaneidad regional.
La política de supervisiones y controles, representada en la actuación de las
Superintendencias y de otros organismos del gobierno nacional, cuyas decisiones
tienen efecto sobre todo el país, es cierto, pero que si afectan adversamente a la
región obligan a sus voceros a pronunciarse como dolientes de sus inmediatos
representados en aras de la moral y el espíritu de cuerpo regionales. Además, si
con una gestión exitosa del Valle y de Cali se le hace un servicio a todo el país, bien
sea, en aras del liderazgo, que no consiste en hacer cosas para uno solamente sino
para otros colegas.
Así las cosas, la principal labor que compete ahora a las organizaciones gremiales
locales es la de complementar el escenario de ventajas para el establecimiento de
empresas en la zona mediante una decidida acción descentralista.
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RESUMEN
INTRODUCCIÓN
Para los liberales del siglo XIX, la nación ya no era sujeto de poder constituyente; la nación
era una realidad histórico-natural, que no se determinaba por la voluntad de los individuos
y no definía de manera contractual las características de las instituciones políticas: la
nación como sus instituciones eran producto de la historia. La nación se definía sobre la
base histórica, como sucesión concatenada de generaciones, cada una de las cuales estaba
obligada a tener en cuenta la herencia de las generaciones precedentes y, por esto, no es
posible decidir todo contractual y voluntariamente de nuevo. Las instituciones son fruto de
la historia y de la experiencia de una nación, por esto no son ilimitadamente modificables 3.
Colombia, acorde con las tendencias europeas del Estado liberal, proclamó la Constitución
de 1886 con base en el concepto de nación, esto es, con base en la idea de la existencia de
una unidad nacional homogénea, que permitía establecer claramente el interés general,
mediante la promulgación y aplicación de leyes generales, aunque la heterogeneidad de la
raza, la cultura y las regiones del país fuera la regla.
Así, por un poco más de un siglo de vigencia de la Constitución de 1886, se buscó construir
la identidad de la nación o, mejor, se buscó la unidad nacional mediante la promulgación de
leyes generales de "obligatorio" cumplimiento en todo el territorio nacional, pasando por
alto la diversidad existente, tal y como lo describe RODRÍGUEZ:
"En la edificación de este proyecto [de unidad nacional] se pasó por alto,
o posiblemente se subestimó, que en Colombia se combinaban de
manera entrelazada diferentes variantes, que convertían este territorio
en un hervidero de diferencias étnicas, identidades, culturas y
tradiciones, en un contexto donde la geografía colabora para que estas
diferencias gocen de su propio territorio y precisas fronteras naturales"4.
En la década de los ochenta y noventa, cuando alrededor del mundo es evidente que el
Estado-nación no puede continuar respondiendo simultáneamente a las diversas demandas
de la población, debido al surgimiento de diversas identidades e intereses en todos los
países, existe una marcada tendencia en los gobiernos nacionales o federales a
descentralizar algo de su poder en las instituciones políticas locales y regionales para tratar
de superar la crisis. Según CASTELLS, este movimiento ocasiona dos tendencias
convergentes,
De acuerdo con la Constitución de 1886, Colombia se definía como una república unitaria
con "centralización política y descentralización administrativa", cuyas entidades
territoriales eran las comisarías, intendencias, departamentos y municipios. Desde sus
inicios, la Constitución de 1886 se caracterizó por concentrar excesivamente el poder en el
nivel central de Gobierno en cabeza del presidente, quien tenía un periodo presidencial de
seis años, con posibilidad de reelección y con potestad de nombramiento y separación libre
de los ministros del despacho, los agentes diplomáticos, los gobernadores, magistrados de
la Corte Suprema de Justicia, funcionarios del Ministerio Público, dos consejeros de Estado
y los magistrados de los tribunales superiores. Adicionalmente, tenía amplias potestades
para declarar el estado de sitio, y entre las disposiciones transitorias se encontraba la de
prevenir y reprimir los abusos de la prensa9.
La reforma constitucional de 1968 robusteció aún más el poder central en cabeza del
Ejecutivo, otorgando mayores facultades para declarar la emergencia económica y social,
pudiendo dictar decretos con fuerza de ley, nombrar y remover libremente a los directores y
gerentes de establecimientos públicos nacionales, incluidos los rectores de las
universidades públicas, y disponer de la iniciativa exclusiva para la formulación de
políticas relacionadas con la planeación y el gasto público, e intervenir sin sujeción a la ley
ordinaria en el banco de emisión y en las actividades de intermediación financiera11. En
este contexto, el poder político de la nación centralizó varias competencias que antes
pertenecían a los departamentos y municipios, tal y como lo describe ESCOBAR:
Posteriormente, con el Decreto 2273 de 1978, el Gobierno del Presidente Julio César
Turbay Ayala creó el Consejo Nacional para la Descentralización Administrativa, el cual
tenía entre sus principales funciones la de asesorar al presidente de la república en la
adopción de medidas para la delegación y desconcentración de funciones destinadas a
implantar la descentralización administrativa, mediante la presentación de proyectos de ley
o decretos. Así mismo, se determinó que este Consejo debía suministrar asistencia técnica a
las entidades participantes y realizar planes de capacitación de funcionarios en entidades
territoriales para dar continuidad a los programas de descentralización16.
La frustrada reforma de 1979 trató de agregar las nuevas ideas neoliberales imperantes de la
época, estableciendo la realización de un Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social
presentado por el Gobierno y aprobado por el Congreso, que definiría las metas y
prioridades de la acción del Estado, de acuerdo con una ley normativa para la concertación
de las fuerzas económicas y sociales en los organismos de planeación, y los procedimientos
para elaborar el plan17.
Para CARRILLO, esta propuesta demuestra cómo, a partir de este momento, los sectores
público y privado trabajarían en conjunto para el diseño del Plan de Desarrollo Económico
y Social desde el centro del país. En desarrollo de la Reforma de 1979, la Ley 38 de 1981
definió las formas de concertación de las fuerzas económicas y sociales en los organismos
de planeación y los procedimientos para elaborar el plan. Esta Ley fue declarada exequible
por la Corte Suprema de Justicia, el 12 de agosto de 1982, aunque la reforma constitucional
de 1979 fuera declarada inexequible18.
No obstante lo anterior, en 1979 el informe Wiesner-Bird mostraba que la nación, junto con
sus entidades descentralizadas por servicios, acumulaba el 84,6% de los ingresos del
Estado, dejando a los departamentos, intendencias y comisarías con el 9,7% y a los
municipios con el 5,7%. Adicionalmente, la concentración de los recursos se evidenciaba
claramente en el desarrollo de las principales ciudades del país (Bogotá, Medellín y Cali)19.
En este contexto, la discusión sobre los planes de desarrollo económico y social del
Gobierno, y la consecuente asignación del presupuesto, se realizó al margen del Congreso
quien, en principio, representa al pueblo dentro de un sistema de democracia representativa.
Así, no sorprende la falta de atención del Gobierno central a las demandas y necesidades de
las regiones, los departamentos y los municipios, a lo largo y ancho del país; dado que muy
pocos eran los elegidos por el Gobierno central para participar del proceso de planificación
y asignación presupuestal, necesaria para el desarrollo de las comunidades, amplios
sectores de la población fueron ignorados por el Estado-nación de la época.
En 1982, uno de los principales temas discutidos en la campaña presidencial del momento
fue la descentralización y el fortalecimiento municipal. Así, durante la presidencia de
Belisario Betancur (1982-1986) se expidió la Ley 14 de 1983 que buscó fortalecer los
recursos municipales provenientes de los impuestos de industria y comercio, predial y de
rodamiento20. Por tanto, consideramos que a partir de la promulgación de la mencionada
ley se da paso a la descentralización territorial en Colombia de forma continuada, pero,
como veremos a continuación, esta ley no fue suficiente, ni efectiva, al tratar de otorgar
mayor autonomía a las autoridades locales.
Desde el primer momento del proceso de descentralización territorial eran evidentes las
grandes diferencias existentes entre los municipios a lo largo y ancho del país, pero aun así,
en esta primera etapa la ley no realizó mayores diferenciaciones entre las entidades
territoriales, unificando en la teoría la estructura que debían tener todos los municipios en
Colombia, lo que terminó por favorecer a los grandes municipios en detrimento de los
medianos y pequeños.
Debido a la débil estructura institucional de la mayoría de los municipios del país, los
alcaldes necesitaron de recursos provenientes de las transferencias de la nación para realizar
cualquier actividad u obra pública, y aun con el alivio fiscal de la Ley 14 de 1983, las
transferencias efectivamente enviadas a los municipios representaban un porcentaje inferior
al ordenado por la ley del situado fiscal de 1971. Los beneficios de las transferencias
estuvieron concentrados en los departamentos, las ciudades capitales y el distrito especial,
dejando a un lado los municipios más pequeños del país21.
No obstante lo anterior, según datos del Clad, a mediados de 1989, solo en 20 municipios
se habían creado las JAL y en otros 16 se había acordado o confirmado su constitución26.
Solo en el 39% de los municipios colombianos había participación de los usuarios en las
juntas directivas de los organismos municipales descentralizados.27
De acuerdo con una investigación posterior realizada en 1990, sobre un total de 525
municipios (en febrero de 1990 había un total de 1.015 en todo el país), solo en 82
municipios, que representan el 15,6% del total, los consejos municipales habían realizado
algún paso en función de dividir el área de su jurisdicción en comunas y corregimientos e
instalar las JAL. Únicamente 24 municipios, que representan el 4,95% afirmaron que las
JAL estaban funcionando. A estas cifras hay que agregar Cartagena, Cali, Barranquilla,
Pasto, Neiva, Medellín y Armenia, capitales en donde funcionaban las JAL, pero en donde
no se aplicó la encuesta28.
En este contexto, podemos afirmar que las reformas constitucionales y legales iniciadas en
la década de los ochenta ayudaron a establecer formalmente instituciones necesarias para el
ejercicio de la democracia representativa y participativa en el nivel territorial, pero estas
reformas, impulsadas desde el nivel central de Gobierno, no ayudaron a crear efectivamente
una cultura de autogobierno en los ciudadanos o en las corporaciones territoriales, ya que
en la práctica no existía una cultura política que lo permitiera y, en consecuencia, pocos
municipios utilizaron o implementaron las nuevas instituciones democráticas establecidas
en la Ley 11 de 1986.
3.3. La descentralización administrativa
De esta forma, la nación transfirió a los municipios de un momento para otro todas las
competencias que por un siglo estuvieron concentradas en el Gobierno nacional, sin que
existieran planes de ajuste o un periodo de transición para que estos conocieran y se
prepararan para asumir las nuevas obligaciones, conforme a las modificaciones realizadas
dentro de la estructura del Estado. Adicionalmente, la ley no realizó ninguna diferenciación
entre los municipios en razón de su tamaño, número de habitantes, recursos, situación
geográfica o cualquier otro factor.
A fin de ilustrar un poco las dificultades que tuvieron los municipios para implementar en
la práctica la transferencia de funciones y competencias de la nación, la cartilla instructiva
del Departamento Administrativo de Planeación del Valle (DAPV)29, elaborada para
ilustrar a las autoridades locales sobre las nuevas funciones en los municipios, establecía
que las autoridades municipales debían realizar de forma inmediata las siguientes
actividades:
De esta forma podemos concluir que los primeros años de descentralización territorial en
Colombia no ayudaron al fortalecimiento institucional de los municipios, los departamentos
o la nación, ya que el traspaso de competencias y recursos de la nación a las entidades
territoriales se desarrolló de manera inmediata, por orden legal, sin que existieran planes,
programas o periodos de transición que permitieran el traspaso responsable de las
competencias y los recursos a las entidades territoriales, lo cual se vio agravado al verificar
la inexistencia de una cultura democrática o de autogobierno en las entidades territoriales,
que históricamente debieron acatar las decisiones impartidas desde el Gobierno central, con
ayuda de entidades nacionales especializadas en cada uno de los sectores de actuación. En
este orden de ideas, no sorprenden los pobres resultados del proceso de descentralización
territorial en Colombia en los primeros años de implementación, ya que en el país no
existían buenas condiciones políticas, institucionales o culturales para el buen desarrollo de
la autonomía territorial de forma coordinada con el nivel central del Gobierno.
En este orden de ideas, el Gobierno nacional continuó ejerciendo funciones esenciales para
el desarrollo de las entidades territoriales, las cuales condicionaban de forma importante el
avance de proyectos, programas y políticas en el nivel territorial. Así las cosas, el buen
desempeño de la nación condicionó de forma importante el éxito o fracaso de la gestión en
el nivel territorial.
Aun así, en la práctica se evidencia que en cada sector de Gobierno existen diferentes
normas nacionales que condicionan de forma importante la autonomía del municipio, que
debe actuar de manera coordinada con la nación y otros entes territoriales conforme lo
determinen la Constitución y las leyes. Por tanto, la gestión de los asuntos públicos del
municipio depende de la eficacia y la coordinación de diferentes entidades públicas en
distintos niveles de gobierno.
Estas cuatro características evidencian la existencia de una fuerte cultura centralista, la cual
fue incorporada en la Constitución de 1991. Según ESTUPIÑÁN,
6. CONCLUSIONES
En este orden de ideas, consideramos que comprender las deficiencias que ha tenido desde
el inicio el proceso de descentralización territorial en Colombia, nos ayuda a evidenciar que
el marco normativo que transfiere competencias y otorga autonomía a las entidades
territoriales no es suficiente, si esto no se acompaña de reformas institucionales
responsables y programas de capacitación y entrenamiento que permitan fortalecer las
capacidades de autogobierno a largo plazo de las entidades territoriales y las capacidades de
comunicación, cooperación y coordinación entre funcionarios y entidades en diferentes
niveles de gobierno.
Para que las prácticas de autogobierno se consoliden en las entidades territoriales, creemos
que es fundamental, por un lado, fortalecer la información disponible sobre las
particularidades propias de cada entidad territorial y, por otro lado, fortalecer todas las
entidades públicas implicadas en el proceso de descentralización (en todos los niveles de
gobierno), mediante la implementación de procesos de capacitación y de sistemas de
información transversales que ayuden a mejorar la comunicación, cooperación y
coordinación entre las distintas entidades y niveles de gobierno. Consideramos que treinta
años después de iniciado el proceso de descentralización territorial en Colombia, todavía
falta por corregir muchos de los errores iniciales que se presentaron desde la década de los
ochenta.
Crisis y proteccionismo de rescate: algunas
tendencias
31 March 2010
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Linda Curran[*] y Diana Tussie[†]
Ante la desaceleración de la actividad económica a nivel global, los gobiernos de los países
industrializados y en desarrollo recurrieron a medidas anticíclicas en una suerte de
“proteccionismo de rescate”. Ello ha dado origen a nuevas tendencias y patrones
proteccionistas[1].
Crisis y proteccionismo
En el presente ensayo delineamos algunas tendencias en las respuestas de los gobiernos. .En
la primera parte presentamos cuatro categorías de medidas proteccionistas o “tipos de
proteccionismo” que han comenzado a perfilarse: laboral, financiero, cambiario y comercial[2].
En la segunda se enfocan algunas tendencias respecto a este último tipo de proteccionismo. A
tal fin, se nutrirá de la información generada por Global Trade Alert (en adelante, GTA),
proyecto lanzado en junio de 2009 con el objetivo de cuantificar las medidas comerciales con
potencial efecto proteccionista implementadas a partir de la crisis.
Cuatro tipos de proteccionismo
El proteccionismo financiero, motivado en gran parte por la caída de las tasas de interés y la
gran liquidez inyectada en los países desarrollados, abarca un abanico de medidas que
incluyen mayores regulaciones sobre los bancos transnacionales, el apoyo solo para las
entidades locales, y los controles cambiarios o la regulación de los flujos de capitales. Un
ejemplo reciente de este tipo de proteccionismo es la contramedida adoptada por Brasil frente
a la caída de las tasas de interés en los mercados centrales, de un impuesto del 2% sobre el
ingreso de flujos de capital dirigidos a inversiones de renta fija y acciones, considerados
especulativos.
Muchos países han recurrido también al proteccionismo cambiario, ya sea devaluando sus
monedas o resistiendo las presiones de apreciación. El último caso de esta categoría de
proteccionismo, fue el desdoblamiento del tipo de cambio y la implementación de una drástica
devaluación en Venezuela a principios del corriente año, que depreció al bolívar venezolano
entre un 17 y 50 por ciento.
Por último, la necesidad de divisas y de preservar del empleo, ha llevado a recurrir a las
clásicas medidas de proteccionismo comercial. La siguiente sección buscará presentar
algunas tendencias que pueden observarse en esta categoría de amplio alcance.
Las respuestas comerciales muestran al menos cuatro tendencias: (1) una marcada
polarización entre medidas en frontera versus paquetes de estímulo de acuerdo al nivel de
desarrollo del país que impone la medida; (2) el recurso frecuente al “proteccionismo legal”; (3)
la reaparición de las clásicas (y aparición de nuevas) “válvulas de escape”; y (4) el
proteccionismo regional.
En efecto, la base de datos de GTA muestra que de un total de 146 medidas de ayuda estatal
y “bail-outs” reportadas desde junio de 2009 hasta el 15 de enero de 2010, 106 (casi un 75%)
fueron implementadas por países de la OECD.
Los países en desarrollo, sin embargo, no han sido totalmente ajenos a esta tendencia. Un
sector que parece haber sido alcanzado por las ayudas estatales incluso en los países en vías
de desarrollo es el automotriz. Así por ejemplo, el Estado Federal de Brasil, en conjunto con el
Estado de San Pablo, implementó un paquete de 4.000 millones de dólares en medidas
financieras destinadas a fortalecer este sector. Otros países en desarrollo que también han
echado mano de paquetes de estímulo de dimensiones considerables son China y Rusia.
El sistema multilateral de comercio fue creado para evitar escaladas proteccionistas como las
que caracterizaron a la década del 30. A tal fin se establecieron una serie de reglas y
disciplinas tendientes a impedir el estallido de guerras comerciales. Sin embargo, dentro de
los parámetros legalmente permitidos los países se reservaron un margen de maniobra
considerable de flexibilidades. Siempre existe, por tanto, la posibilidad de adoptar lo que
podría denominarse medidas de “proteccionismo legal”.
Así por ejemplo los países desarrollados gozan actualmente de un espacio considerable para
aumentar sus programas de subsidios agrícolas, ya sea por el “agua” que existe entre los
niveles consolidados de ayudas domésticas y a la exportación y los efectivamente aplicados, o
por la existencia de una serie de subsidios que se consideran “no prohibidos” (comúnmente
conocidos como medidas de “caja verde”).
Las medidas de defensa están contempladas con el objetivo de permitir a los países
suspender compromisos en aquellos casos en que surja un sector o rama industrial con riesgo
de sufrir daño, ya sea como resultado de un aumento abrupto de las importaciones, o como
producto de prácticas comerciales desleales.
Los remedios comerciales requieren, no obstante, cumplir con una serie de estándares
procesales que no siempre son compatibles con la urgencia de los sectores que se sienten
afectados en un contexto de crisis internacional. Esto ha llevado a que comiencen a
vislumbrarse en la escena internacional otras válvulas de escape que, si bien resultan
cuestionables en términos del Derecho de la OMC, proporcionan una respuesta mucho más
rápida y efectiva que las medidas de salvaguardia o antidumping. Este es el caso, por
ejemplo, de las licencias no automáticas.
Dentro de los países que más utilizan este tipo de medidas a raíz de la crisis, se destacan
Argentina e Indonesia. Actualmente, Argentina requiere licencias no automáticas bajo 17
regímenes distintos, para la importación de unas 400 posiciones arancelarias (de las cuales,
casi la mitad fue implementada a partir de octubre de 2008). Indonesia, por su parte,
reglamentó hasta la fecha licencias no automáticas para cerca de 500 productos[6]. Por
último, un caso “atípico”, pero de gran resonancia de “proteccionismo legal” fue la imposición
por parte de Estados Unidos de un arancel “punitivo” de 35% sobre los neumáticos
provenientes de China en septiembre de 2009.
La posibilidad de aumentar los aranceles se encuentra limitada en cierta medida por los
compromisos contraídos por los países en el marco de la basta serie de acuerdos regionales y
bilaterales de comercio preferencial que existen en la actualidad. Pero dado que en virtud de
los acuerdos de integración económica el comercio intrarregional está más liberalizado que el
comercio con el resto del mundo, es posible vaticinar que el sesgo de la protección también se
incline hacia el comercio intrarregional.
Esta hipótesis parece ser confirmada en la práctica. Así, por ejemplo, de un total de 44
medidas impuestas hasta la fecha por Argentina, calificadas como distorsivas o
potencialmente distorsivas, 16 afectan a sus socios en el MERCOSUR (especialmente Brasil,
pero también a Uruguay y Paraguay), y de un total de 22 medidas de este tipo introducidas por
Brasil, 6 afectan a sus socios de MERCOSUR.
Un reciente análisis de las medidas proteccionistas implementadas por países de Asia-
Pacífico, realizado en el marco del proyecto GTA, confirma la existencia de una tendencia
similar. De acuerdo con este estudio, existe una fuerte correlación en esta región entre la
cantidad de medidas proteccionistas y la pertenencia a un mismo bloque regional (Acuerdo
Comercial Asia-Pacífico, ASEAN, ECOTA, SAFTA, etc.) o acuerdo de comercio
preferencial[7].
Conclusiones
Carecemos aún de una conceptualización que nos permita distinguir el presente ciclo de
protección de los anteriores. En este sentido, es imperativo desarrollar nuevas herramientas
para dar cuenta de las particularidades de este “proteccionismo de rescate”. El presente
artículo delineó algunas categorías para agrupar las reacciones de los gobiernos y mostró
algunos patrones que permitan encontrar cierta regularidad en la multiplicidad de medidas de
auto-ayuda.