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“AÑO DEL DIALAGO Y DE LA

RECONCILIACION”

AGROECOLOGIA

CÁTEDRA: CONTABILIDAD AGROPECUARIA

CATEDRÁTICO: MG. JESUS CASTRO LEIVA


INTEGRANTES:
GUERRA CURI BELINDA
MILLAN EULOGIO LIZ
PALPA BUENO PAULA

SEMESTRE : VII

HUANCAYO-PERÚ
2018
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

DEDICATORIA

Agradecemos a Dios por habernos guiado, y dedicamos


este presente trabajo a nuestros padres y al docente por
darnos las pautas necesarias y las enseñanzas que nos
servirán para ser buenos profesionales.

El grupo.

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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ................................................................................... 4
CAPÍTULO I: AGROECOLOGIA ................................................................... 5
1.1 HISTORIA DE LA AGROECOLOGIA .................................................... 6
1.2 ¿QUÉ ES AGROECOLOGIA? ................................................................ 8
1.3 IMPORTANCIA DE LA AGROECOLOGIA .................................................. 8
1.4 OBJETIVOS DE LA AGROECOLOGIA ...................................................... 9
1.5 BASES EPISTEMOLOGICAS ................................................................ 9
1.6 BASES ECOLOGICAS ...................................................................... 12
1.6.1 AGROECOSISTEMAS ................................................................. 14
1.7 BASES SOCIECOLOGICAS ................................................................. 19
1.8 CRITERIOS PARA EL DESARROLLO DE AGROECOSISTEMAS SUSTENTABLES ........ 24
1.9 ESTRATEGIA MULTIPLE DE LA AGROECOLOGIA ....................................... 28
1.9.1 ECOLOGICA .......................................................................... 28
1.9.2 SOCIAL ................................................................................ 29
1.9.3 ECONÓMICO .......................................................................... 30
1.10 FUTURO DE LA AGRICULTURA ......................................................... 31
1.11 AGROECOLOGIA EN EL PERÚ .......................................................... 31
1.11.1 HISTORIA ............................................................................ 31
CAPITULO II: EJEMPLOS DE AGROECOLOGIA ................................................. 35
2.1 PROYECTOS PERUANOS .................................................................. 36
2.1.1 PROBLEMAS DE LOS PROYECTOS EN PERU ....................................... 40
2.2 PROYECTOS EN EL MUNDO .............................................................. 44
CONCLUSIONES .................................................................................. 46
ANÁLISIS CRÍTICO ................................................................................ 48
BIBLIOGRAFÍA .................................................................................... 50

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INTRODUCCIÓN
El sistema agroalimentario se encuentra en una crisis severa provocada por el agotamiento
de sus posibilidades productivas y por su incapacidad para cumplir las tareas para el que
fue diseñado. Mientras que una franja muy importante de la población mundial no alcanza
las calorías mínimas para el mantenimiento de su organismo, convirtiendo el hambre y la
desnutrición en un fenómeno estructural, la población de los países ricos está
sobrealimentada, sufriendo por ello graves problemas de salud y suponiendo un
extraordinario gasto a los sistemas sanitarios nacionales. Según un informe que acaba de
publicar el Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, 2010), la
agricultura es, junto al consumo de combustibles fósiles, la actividad humana que origina
problemas ambientales más serios. Este sistema evidencia, sin embargo, síntomas de
agota- miento, sobre todo en el ámbito de la producción. En los últimos años venimos
asistiendo a la ralentización de su crecimiento, en un contexto de aumento del consumo
y de la competencia por la tierra entre los distintos usos del territorio (alimentario,
ganadero, energético, etc.).
El reto principal consiste en alimentar a una población creciente sin degradar la base de
los recursos naturales. Ello no será posible sin un cambio significativo en el actual modelo
agrario. La agricultura sustentable constituye la manera más adecuada de lograrlo. Pero,
el fracaso de la agricultura convencional es también el fracaso de la manera en que se ha
abordado su estudio desde la ciencia convencional. El necesario giro hacia sistemas
agrarios más sustentables requiere también de un cambio de enfoque. La Agroecología
proporciona esa alternativa tanto teórica como práctica.

El enfoque convencional de la agricultura ha producido aumentos importantes en la


productividad agropecuaria y ha logrado una cobertura significativa en la oferta de
alimentos. Sin embargo, a pesar de estos logros, este modelo viene afectando el ambiente,
especialmente los recursos naturales como el bosque, el suelo, el agua y la biodiversidad
de plantas y animales. En las últimas dos décadas han surgido diferentes teorías y
propuestas encaminadas a buscar una mejor armonía entre la agricultura y el ambiente,
sobresaliendo como enfoque principal la Agroecología, la cual muestra como unidad
principal la optimización del agroecosistema.

La Agroecología puede definirse como un enfoque teórico y metodológico que, utilizando


varias disciplinas científicas, pretende estudiar la actividad agraria y agroalimentaria
desde una perspectiva ecológica. Su vocación es el análisis de todo tipo de procesos
agrarios en su sentido amplio, donde los ciclos minerales, las transformaciones de la
energía, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas son investigados y
analizados como un todo. Frente al enfoque convencional de la actividad agraria, que
propicia el aislamiento de la explotación agraria de los demás factores circundantes, la
Agroecología reivindica la combinación de ciencias naturales y ciencias sociales para
comprender las interacciones existentes entre procesos agronómicos, económicos y
sociales; reivindica, en fin, la vinculación esencial que existe entre el suelo, la planta, el
animal y el ser humano.

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CAPÍTULO I: AGROECOLOGIA

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1.1 HISTORIA DE LA AGROECOLOGIA


Según Hecht 1998; el uso contemporáneo del término Agroecología viene de los años
70, pero la ciencia y práctica de la Agroecología son tan antiguos como los orígenes
de la agricultura. A medida que los investigadores analizan las agriculturas indígenas,
las que son reliquias modificadas de formas agroeconómicas más antiguas, se hace
más notorio que muchos sistemas agrícolas desarrollados a nivel local, incorporan
rutinariamente mecanismos para acomodar los cultivos a las variables del medio
ambiente natural, y para protegerlos de la depredación y la competencia. Estos
mecanismos utilizan insumos renovables existentes en las regiones, así como los
rasgos ecológicos estructurales propios de los campos, los barbechos y la vegetación
circundante.
En estas condiciones la agricultura involucra la administración de otros recursos
además del cultivo propio. Estos sistemas de producción fueron desarrollados para
disminuir riesgos ambientales y económicos y mantienen la base productiva de la
agricultura a través del tiempo. Si bien estos agroecosistemas pueden abarcar
infraestructuras tales como trabajos en terrazas, zanjas e irrigación, el conocimiento
agroeconómico descentralizado y desarrollado localmente es de importancia
fundamental para el desarrollo continuado de estos sistemas de producción.
El por qué esta herencia agrícola ha tenido relativamente poca importancia en las
ciencias agronómicas formales refleja prejuicios que algunos investigadores
contemporáneos están tratando de eliminar. Tres procesos históricos han contribuido
en un alto grado a oscurecer y restar importancia al conocimiento agronómico que
fue desarrollado por grupos étnicos locales y sociedades no occidentales:
• La destrucción de los medios de codificación, regulación y transmisión de las
prácticas agrícolas.
• La transformación de muchas sociedades indígenas no occidentales y los
sistemas de producción en que se basaban como resultado de un colapso
demográfico, de la esclavitud y del colonialismo y de procesos de mercado.
• El surgimiento de la ciencia positivista impidió que el desarrollo de una
agricultura más holística se infiltrara en la comunidad científica formal.
Históricamente, el manejo de la agricultura inducía sistemas ricos en símbolos y
rituales, que a menudo servían para regular las prácticas del uso de la tierra y para
codificar el conocimiento agrario de pueblos sin tradición escrita (Ellen 1982,
Conklin 1972). La existencia de cultos y rituales agrícolas está documentada en
muchas sociedades, incluso las de Europa Occidental. De hecho, estos cultos eran un
foco de especial atención para la inquisición católica. Escritores sociales de la época
medieval tales como Ginzburg (1983) han demostrado cómo las ceremonias rituales
eran tildadas de brujería y cómo dichas actividades se convirtieron en focos de intensa
persecución.
El contacto europeo con gran parte del mundo no occidental no fue benéfico y a
menudo involucró la transformación de los sistemas de producción para satisfacer las
necesidades de los centros burocráticos locales, los enclaves mineros y de recursos,
y del comercio internacional. En algunos casos se logró por medio de la coerción

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directa, reorientando y manipulando las economías a través de la unión de grupos


élites locales y en otros casos de hombres claves, y por intermedio de intercambios.
Estos procesos cambian fundamentalmente la base de la economía agrícola. Con el
surgimiento de las cosechas pagadas y la mayor presión ejercida por ítems específicos
de exportación, las estrategias para el uso de predios rurales, que habían sido
desarrolladas a través de milenios con el fin de reducir los riesgos agrícolas y de
mantener la base de recursos, fueron desestabilizados. Muchos son los estudios que
han documentado estos efectos (Watts 1983, Wolf 1982, Palmer y Parson 1977).
Considerando estos aspectos, cabe preguntarse cómo la agroecología logró emerger
nuevamente. El redescubrimiento de la agroecología es un ejemplo poco común del
impacto que tienen las tecnologías preexistentes sobre las ciencias, donde, adelantos
que tuvieron una importancia crítica en la comprensión de la naturaleza, fueron el
resultado de una decisión de los científicos de estudiar lo que los campesinos ya
habían aprendido a hacer. En 1979 Kuhn señala que en muchos casos, los científicos
lograron meramente validar y explicitar, en ningún caso mejorar, las técnicas
desarrolladas con anterioridad.
Como emergió nuevamente la idea de la agroecología también requiere de un análisis
de la influencia de un número de corrientes intelectuales que tuvieron relativamente
poca relación con la agronomía formal.
Como Altieri 1987, lo ha señalado, el crédito de gran parte del desarrollo inicial de la
agricultura ecológica en las ciencias formales le pertenece a Klages (1928), quien
sugirió que se tomaran en cuenta los factores fisiológicos y agronómicos que influían
en la distribución y adaptación de las especies específicas de cultivos para
comprender la compleja relación existente entre una planta de cultivo y su medio
ambiente. Más adelante Klages (1942) expandió su definición e incluyó en ella
factores históricos, tecnológicos y socioeconómicos que determinaban qué cultivos
podían producirse en una región dada y en qué cantidad. Papadakis (1938) recalcó
que el manejo de cultivos debería basarse en la respuesta del cultivo al medio
ambiente. La ecología agrícola fue aún más desarrollada en los años 60 por Tischler
(1965) e integrada al curriculum de la agronomía en recursos orientados al desarrollo
de una base ecológica a la adaptación ambiental de los cultivos. La agronomía y la
ecología de cultivos están convergiendo cada vez más, pero la red entre la agronomía
y las otras ciencias (incluyendo las ciencias sociales) necesarias para el trabajo
agroecológico, están recién emergiendo.
En particular fue Azzi (1956) quien acentuó que mientras la meteorología, la ciencia
del suelo y la entomología son disciplinas diferentes, su estudio en relación con la
respuesta potencial de plantas de cultivo converge en una ciencia agroecológica que
debería iluminar la relación entre las plantas cultivadas y su medio ambiente. Wilsie
(1962) analizó los principios de adaptación de cultivos y su distribución en relación
a factores del hábitat, e hizo un intento para formalizar el cuerpo de relaciones
implícitas en sistemas de cultivos. Chang (1968) prosiguió con la línea propuesta por
Wilsie, pero se centró en un grado aún mayor en los aspectos eco fisiológico. Desde
comienzos de los años 70, ha habido una expansión enorme en la literatura
agronómica con un enfoque agroecológico, incluyendo obras tales como las de Dalton

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1975, Netting 1974, Van Dyne 1969, Spedding 1975, Cox y Atkins 1979,
Richards 1984, Altieri y Letourneau 1982, Gliessman 1981, Conway 1985, Lowrance
1984 y Bayliss – Smith 1982.

1.2 ¿QUÉ ES AGROECOLOGIA?


La agroecología es una disciplina científica, un conjunto de prácticas y un
movimiento social. Como ciencia, estudia cómo los diferentes componentes del
agro ecosistema interactúan así también busca la aplicación de conceptos y
principios ecológicos en los agros ecosistemas para lograr una doble
sostenibilidad. Tanto a nivel del cultivo como de las sociedades locales que lo
producen. Stephen Gliessman y Miguel Altieri son dos de los científicos que más
aportaciones han hecho al enfoque, muy rico en aportaciones teóricas, pero es a
pie de campo donde se ponen en práctica sus propuestas.
Como un conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que
optimizan y estabilizan la producción. En definitiva, estas prácticas
agroecológicas buscan regenerar el entorno sin atentar contra él. Como
consecuencia de ello, se minimiza el impacto ambiental y la toxicidad de los
alimentos.
Como movimiento social, persigue papeles multifuncionales para la agricultura,
promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad
económica de las zonas rurales.
Los agricultores familiares son las personas que tienen las herramientas para
practicar la Agroecología. Ellos son los guardianes reales del conocimiento y la
sabiduría necesaria para esta disciplina. Por lo tanto, los agricultores familiares de
todo el mundo son los elementos claves para la producción de alimentos de manera
agroecológica.

1.3 IMPORTANCIA DE LA AGROECOLOGIA


De acuerdo a la organización Life Science Institute y Asociación Vida Sana de
España la Agroecología es una opción productiva y socioeconómica puesto que:
• Protege a las futuras generaciones.
• Frena la erosión del suelo.
• Defiende la calidad del suelo.
• Ahorra de energía.
• Produce alimentos sin químicos y mejor calidad.
• Preserva la salud del consumidor.
• Garantiza la sobrevivencia de las pequeñas granjas.
• Los costos de producción y venta son reales.
• Favorece la biodiversidad.
En un sentido de mayor amplitud, la Federación Internacional de Movimientos de
Agricultura Orgánica que representa a más de 700 organizaciones y empresas
dedicadas a la producción alternativa, propone que estos sistemas de producción:

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• Producen alimentos de elevada calidad nutritiva. Al respecto, es bien


conocido que los productos biológicos contienen mayor cantidad de materia
seca por unidad de peso fresco. Igualmente, y en forma general, se ha
encontrado que las proteínas tienden a ser de mejor calidad; y el contenido
en oligoelementos y vitaminas es más alto en los productos orgánicos. Por
ejemplo, en la Tabla 1 se observan las diferencias existentes entre los
productos biológicos y convencionales desde el punto de vista nutritivo.
• Interactúan compatiblemente con el Medio Natural favoreciendo el adecuado
uso, aprovechamiento y conservación tanto de los recursos renovables como
no renovables. En este sentido, diversos autores han desarrollado
investigaciones que demuestran el mejoramiento y mantenimiento de la
fertilidad del suelo por medio de prácticas como la utilización de abonos
orgánicos, utilización de especies vegetales locales, aprovechamiento de
condiciones botánicas para el control de plagas y enfermedades, entre otras.
• Minimizan todas las formas de contaminación. Por ejemplo, instituciones
como la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia ha desarrollado
modelos de prevención de la contaminación de aguas con residuos
orgánicos, los cuales se integran al sistema de producción como ingredientes
para la producción de abonos orgánicos y alimentación animal.
• Progresan hacia una cadena de producción, procesamiento y distribución que
sea socialmente justa y ecológicamente responsable.

1.4 OBJETIVOS DE LA AGROECOLOGIA


1. Reflexionar sobre la alimentación del futuro; con distintas alternativas y
técnicas de cultivar, vender y alimentarse; estableciendo el papel de la
pequeña agricultura Agroecológica y biodiversidad.
2. Promover, ejecutar y garantizar debates abiertos una agenda de la
Agroecología Nacional.
3. Promover el intercambio de experiencias, conocimiento y saberes de los
sistemas de producción agroecológico
4. Institucionalizar la gobernanza, y la conciencia ciudadana de capacidad de
decisión en los sistemas de producción agroecológica, garantizando la
alimentación saludable.

1.5 BASES EPISTEMOLOGICAS


La Agroecología pretende insertase en un nuevo paradigma emergente, producto
de la crisis de los paradigmas tradicionales y de la racionalidad científico técnica
que los ha sustentado (Garrido et. al, 2007). Sus raíces son bastante diferentes a
las de las ciencias agrarias convencionales, que piensan aún que la agricultura
puede ser entendida en forma atomística, es decir en cada una de sus partes de
manera independiente del todo. Esta es la razón por la que los sistemas agrarios
han sido analizados de manera fragmentaria, estanca, parcelaria. Se estudian
separadamente las características físicas del suelo, las biológicas de las plantas y
las características de la fauna que mantiene; se actúa como si los procesos sociales,
la oscilación de los precios agrarios por ejemplo, o el desigual acceso a la tierra;
no influyeran en absoluto en la estabilidad o cambio de las propiedades físico-
biológicas de la explotación agraria. De ahí que, normalmente, se desarrollen
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tecnologías de manera aislada para un fin concreto (control de plagas, aplicación


de nutrientes, etc.) sin tomar en cuenta lo efectos «externos» que tales tecnologías
producen en los distintos componentes que actúan en finca y en el conjunto del
sistema agrario. Se piensa, igualmente, que tales tecnologías y los experimentos
desarrollados en laboratorios pueden replicarse en cualquier tiempo y lugar,
independientemente de las específicas condiciones edafoclimáticas de cada
agroecosistema.
Frente a todo ello, la Agroecología está estrechamente vinculada al paradigma
ecológico, que ha emergido frente a la visión del mundo que ha sustentado la
modernidad. Es resultado de un enorme esfuerzo de crítica y de búsqueda de
alternativas. Su construcción se ha ido fraguando con diversos materiales
aportados por la crítica pero también por nuevas teorías y disciplinas científicas
como la Ecología, la Termodinámica y la Teoría de Sistemas. De la primera de
ellas ha tomado la importancia de la interacción entre las partes, entre los
componentes del mundo natural y social, el reconocimiento de la complejidad de
lo real, la evolución y el cambio, etc. De la Termodinámica una concepción de los
procesos físicos y biológicos marcada por la finitud, la irreversibilidad, la entropía
(Atkins, 1992) y, al mismo tiempo, la posibilidad de la nieguen entropía y el orden,
es decir de la sustentabilidad. De la Teoría de Sistemas (Bertalanffy, 1976;
Luhmann, 1998) el enfoque holístico y sistémico que permite articular conceptos
y construcciones teóricas provenientes de la Ecología, de la Termodinámica, de la
Teoría de la Evolución, etc...
De todo ello han surgido, a su vez, tres conceptos fundamentales: el primero, el
propio concepto de sistema, definido por las propiedades emergentes que se
originan en la interrelación de sus componentes, de tal manera que lo esencial no
son los componentes sino las relaciones entre ellos; el segundo, el concepto de
complejidad, resultado del número y cualidad de las interrelaciones; y el tercero,
la importancia del ambiente que le rodea a la hora de comprender el estado y el
comportamiento del sistema. La complejidad es, pues, uno de los principios
constituyentes del paradigma ecológico. Quizá ninguno como éste muestre el
contraste con la epistemología tradicional.
Frente al empeño excluyente de la ciencia mecanicista, reintroduce lo local y lo
singular en la explicación de los fenómenos. Frente a la reversibilidad del tiempo
que traspasa la ciencia mecanicista, la afirmación del tiempo como un proceso
irreversible, dotando al conocimiento de historicidad. Contradice así la visión tan
frecuente en las ciencias humanas que despoja las relaciones sociales de su
dimensión temporal para singularizar la estructura que las rige. “Mientras que el
pensamiento simplificante elimina el tiempo, o bien no concibe más que un solo
tiempo (el del progreso o el de la corrupción), el pensamiento complejo afronta
no solamente el tiempo, sino el problema de la politemporalidad en la que
aparecen ligadas repetición, progreso, decadencia” (Morin, [1999] 2007, 61)
Frente a la idea de que lo real puede ser reducido a su dimensión última o
unidades elementales que lo constituyen, reafirma los últimos desarrollos de la
ciencia que hacen hincapié más en las interacciones que en las partículas mismas;

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es así como el conjunto resulta más que la suma de las partes. Frente a la idea de
que el universo es una entidad ordenada donde no cabe el azar, el caos, la
dispersión, el paradigma ecológico reivindica la insuficiencia de las leyes que
determinan su estructura y funcionamiento y la necesidad de contar también y de
manera complementaria con la aleatoriedad de los procesos, de su improbabilidad.
Frente a la idea de que toda consecuencia tiene una causa, la multicausalidad como
reflejo de la complejidad de lo real, donde las consecuencias contribuyen a
conformar las causas. Este principio de recursión es el que permite entender, a su
vez, que las propiedades emergentes de cualquier organización acaben
interactuando sobre sus componentes. Frente a la disyuntiva típica del
pensamiento científico tradicional entre objeto y entorno, entre sujeto y objeto,
reintroduce al observador en la observación (Woodgate y Redclift, 1998). Frente
a la supuesta capacidad del método científico para producir conocimientos
verdaderos a partir de la verificación empírica y la demostración matemática,
reivindica la paradoja, donde la contradicción no es sinónimo de error sino reflejo
de la existencia de dimensiones profundas o desconocidas de la realidad.
El paradigma ecológico tiene también tras de sí una nueva axiomática y un nuevo
modelo de organización social basado en la sostenibilidad; objetivo cuyo logro
depende de la orquestación de varias ciencias, entre ellas las sociales, que deben
cooperar a la proposición de formas de relacionarnos con la naturaleza que sean
sostenibles. Por ello el nuevo paradigma obliga la transdisciplinariedad. Estos y
otros elementos constituyentes del paradigma ecológico no suponen una
alternativa a la ciencia sino otra forma de concebirla y practicarla igualmente
científica. El paradigma ecológico no pretende rivalizar con otros paradigmas
existentes, aspira a integrarlos y a cooperar con ellos. Se interroga sobre la utilidad
social del conocimiento que produce, de tal modo que su calidad no sería el
resultado de mediciones realizadas por los propios científicos en función de la
propia lógica científica, sino también de la evaluación del resto de la sociedad en
función de criterios éticos (Fantoviz y Ravets, 2000). Esta integración entre ética
y epistemología muestra la forma normal de operar del paradigma ecológico que
en combinación con los movimientos sociales y, en especial con el ecologista, está
cooperando a la búsqueda de soluciones a la actual crisis civilizatoria.
Consciente de la incertidumbre del propio conocimiento científico y de las a veces
imprevisibles consecuencias de los propios “descubrimientos” que produce, la
ciencia pos normal se cuida de tomar las medidas necesarias para garantizar que
las decisiones y el control del propio desarrollo científico y, consecuentemente
tecnológico, sean socialmente compartidas. Funtowicz y Ravetz proponen
cambios de orden epistemológicos (modificar la relación entre hechos y valores,
fomentar el pluralismo axiológico y estratégico, introducción de la incertidumbre
y de los procesos caóticos, enfoque sistémico, articulación de métodos cualitativos
y cuantitativos, etc.) y en el plano social la introducción de un criterio de calidad
para evaluar socialmente la actividad científico técnica. “La ciencia pos normal es
dinámica, sistémica y pragmática y, por ello, exige de una nueva metodología y
organización social del trabajo. (..) El principio de calidad nos permite manejar
las incertidumbres irreductibles y las complejidades éticas que son centrales a la

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resolución de los problemas en este nuevo estilo de ciencia” (Funtowicz y Ravetz,


2000, 58).
En ese sentido, el lugar de la ética y su funcionalidad es similar al que ocupan los
instintos y el aprendizaje condicionado en especies animales evolutivamente
cercanas como los mamíferos superiores. Ética fundada en criterios de valoración
propiamente ecológicos y orientados hacia la estimulación y producción de
conductas y acciones ecológicas, es decir a aquellas que generan beneficios
sociales y ambientales. Ética que requiere, para serlo de manera consecuente, la
ampliación de los límites de la comunidad moral. Todos los seres vivos, cuya
organización ecosistémica hace posible la vida, deben formar parte también de
ella ya que su contribución al mantenimiento de la vida humana es fundamental.
De esa manera, el paradigma ecológico adopta una perspectiva biocéntrica
opuesta a la ontología antropocéntrica que subordina la naturaleza en su conjunto
al ser humano y es responsable de las conductas causantes de la crisis ecológica.
Ésta es precisamente el fundamento esencial de la Agroecología, el
reconocimiento de que la agricultura, en su sentido amplio, es producto de la
interacción entre la sociedad con su medio ambiente, entre la naturaleza y la
sociedad.
El paradigma ecológico reposa, en definitiva, sobre una axiología alternativa,
construida sobre una ética consciente tanto de los límites ecológicos de la libertad
como de que la equidad es uno de sus principales valores, incluyendo la igualdad
intergeneracional e interespecífica. Reposa, finalmente, en el principio de
prudencia o precaución. Frente al viejo axioma, especialmente operativo en el
campo de la ciencia, de que todo lo que puede ser hecho debe ser hecho, este
principio obliga antes de la acción a la reflexión y al cuestionamiento de la utilidad
social y ambiental de la misma. Esta simbiosis entre epistemología (ciencia pos
normal) y ética (principio de responsabilidad) en la elaboración y el uso del
principio de precaución, es otro buen exponente del modo integrador de operar
del paradigma ecológico.

1.6 BASES ECOLOGICAS


En fundamento básico de la Ecología es el concepto de ecosistema, definido como
sistema funcional de relaciones complementarias entre los organismos vivientes y
su ambiente, delimitado por fronteras definidas arbitrariamente, en un tiempo y
espacio que parece mantener un estado estable de equilibrio, pero a la vez
dinámico (Odum, 1992; Gliessman, 2002). Todo ecosistema es, pues, un conjunto
en el que los organismos, los flujos energéticos y los flujos biogeoquímicos se
hallan en equilibrio inestable, es decir, son entidades capaces de auto mantenerse,
autorregularse y autorrepararse independientemente de los hombres y de las
sociedades y bajo principios naturales (Toledo, 1985). Pero los seres humanos, al
artificializar dichos ecosistemas para obtener biomasa útil, interfieren en mayor o
menor grado en los mecanismos por los que la Naturaleza se renueva
continuamente. En ese sentido, podemos distinguir dos formas de intervención
humana en los ecosistemas: la propia de las sociedades de cazadores recolectores
(o las actividades de caza, pesca, extracción de productos forestales y ciertos tipos

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de pastoreo), donde los recursos naturales son obtenidos y transformados sin


provocar cambios sustanciales en la estructura, dinámica y arquitectura de los
ecosistemas naturales (Guha y Gadgil, 1993); y aquella que se produce cuando los
ecosistemas naturales son parcial o totalmente reemplazados por conjuntos de
especies animales o vegetales en proceso de domesticación. La agricultura, la
ganadería, la silvicultura, etc. serían los ejemplos más claros de esta segunda
forma de intervención. Frente a los primeros, que como ecosistemas conservan
aún su capacidad de auto mantenerse, auto repararse y auto reproducirse, los
sistemas manipulados por los seres humanos son inestables, requieren de energía
y también materiales del exterior para su mantenimiento y reproducción
(Toledo,1993).
Pues bien, a estos ambientes transformados o ecosistemas artificiales se les
denomina agroecosistemas. La Agroecología se sirve de ellos como unidad de
análisis o espacio de observación. En otras palabras, un agroecosistema es aquel
trozo de naturaleza que puede ser reducido a una última unidad con arquitectura,
composición y funcionamiento propios y que posee un límite teóricamente
reconocible, desde una perspectiva agronómica, para su adecuada apropiación por
parte de los seres humanos. Con él se quiere aludir a la específica articulación
que presentan los seres humanos con los recursos naturales: agua, suelo, energía
solar, especies vegetales y el resto de las especies animales. En este sentido, la
estructura, dinámica y arquitectura de los agroecosistemas resulta ser una
construcción social, producto de la coevolución de los seres humanos con la
naturaleza (Redclift y Woodgate, 1993). En otras palabras, es producto de la
manipulación socialmente organizada de un ecosistema para la producción de
biomasa útil y, como tal, reflejo de relaciones de naturaleza socio ecológicas.
El trabajo de Norgaard (1994), a quien se debe la fundamentación de este
principio, hace hincapié en que las actividades de la gente “modifican los
ecosistemas y, a su vez, las respuestas de estos proveen de un marco tanto para la
acción individual como para la organización social”. Ahora bien, la mutua
determinación de ambos mundos, el social y el natural, no implica concebirlos
como separados uno del otro, donde cada uno pueda explicarse separadamente por
las ciencias sociales o por las naturales. La naturaleza y la sociedad no son dos
mundos distintos, con dinámica propia, que interactúan a lo largo del tiempo. En
coherencia con esa declaración, la Agroecología considera la sociedad en la
naturaleza, con quien establece relaciones materiales de intercambio de energía,
materiales e información. Para describir esta relación de determinación múltiple
se ha propuesto el concepto de metabolismo social del que luego hablaremos. La
Agroecología entiende, pues, la relación entre naturaleza y sociedad de manera
integrada, esto es, parte de la consideración del sistema social como una parte más
de los sistemas naturales (Berkes y Folke, 1998) o a las sociedades como
“subsistemas de la biosfera”, negando el excepcionalismo que, según demostraron
Catton y Dunlap (1978), fue y en buena medida sigue siendo el paradigma
dominante en las ciencias sociales. Barbara Adam lo ha expresado de manera
contundente: “Desde una perspectiva temporal, no existe la dualidad naturaleza
cultura: somos naturaleza, constituimos naturaleza y creamos naturaleza a través

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de nuestras acciones en condiciones que están preestablecidas ampliamente por


nosotros, por la evolución y por la historia” (Adam, 1997, 171).
1.6.1 AGROECOSISTEMAS
Con el surgimiento de la agricultura, los seres humanos reemplazaron
parcial o totalmente los ecosistemas naturales por conjuntos de especies
animales o vegetales en proceso de domesticación (Toledo, 1993). Así
surgieron los “agroecosistemas” (Altieri, 1989) o ecosistemas
manipulados y artificializados por el hombre para capturar y convertir
energía solar en alguna forma particular de biomasa que pudiera ser usada
como comida, como medicina, fibra, esto es como materia prima, o como
combustible (Margalef, 1979). Estos ecosistemas manipulados son
inestables, requieren energía y también materiales del exterior para su
continuidad en el tiempo (Pimentel y Pimentel, 1997; Gliessman, 1998).
Esa energía es añadida mediante una serie de labores o manejos que tienen
por objeto asegurar la producción de biomasa y su repetición en sucesivos
ciclos de cultivo. En los agroecosistemas manejados de manera tradicional
ese input de energía adicional viene de fuentes biológicas: trabajo humano
y trabajo animal, que a su vez depende directamente de la capacidad del
agroecosistema de producir biomasa. Ésta depende de la cantidad de tierra
ocupada donde realizar el proceso fotosintético, manteniendo, pues, una
dependencia muy estricta de su dotación territorial. En los agroecosistemas
manejados de manera industrial, la energía adicional proviene en su gran
mayoría del empleo directo e indirecto de combustibles fósiles. En tales
sistemas, la mayoría de la energía generada como biomasa se dirige hacia
fuera del sistema tanto en forma de alimento o fibra como de residuos de
cosecha. A estos últimos no se les permite además quedarse dentro del
sistema para contribuir al funcionamiento de importantes procesos
internos. Estos agroecosistemas son meros “transportadores de energía” y
difícilmente pueden considerarse sostenibles (Gliessman et al., 2007, 17).
En cualquier caso, las principales labores guardan cierta similitud y han
perdurado en su esencia hasta ser sustituidas en muchas zonas del planeta
por las prácticas propias de la agricultura industrial. Tienen por objeto
alterar los ciclos del carbono, del nitrógeno y del fósforo, del ciclo
hidrológico y de los mecanismos de regulación biótica. El suelo, por
ejemplo, debe ser cultivado no sólo para la siembra sino también para el
control de la flora arvense, para incorporar materia orgánica y permitir el
crecimiento de las raíces, para favorecer la infiltración del agua, etc.
También deben controlarse los daños potenciales que la labranza puede
provocar, especialmente en suelos en pendiente, expuesto a la acción
erosiva sobre todo del agua. Una de las soluciones más difundida por todas
las culturas ha sido la construcción de terrazas.
En muchos agroecosistemas en el pasado e incluso en la actualidad, el uso
del ganado es imprescindible para realizar las labores más duras: arar,
trillar, transportar el grano, extraer aceite y sacar agua para regar. Ello

14
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permite cultivar una porción de territorio mayor que si se hace con trabajo
humano. Los bueyes, las vacas, búfalos acuáticos y caballos y otras razas
equinas, con ayuda de aparejos especiales, han hecho tradicionalmente
estas labores pesadas. Proporcionan también estiércol, leche, carne y
pieles. El estiércol se ha convertido en muchos agroecosistemas en el
elemento clave de la reposición de la fertilidad, especialmente cuando se
alcanza cierto nivel de intensidad en los cultivos. No obstante, el ganado
invierte gran cantidad de biomasa vegetal en los procesos metabólicos
requeridos para su mantenimiento y reproducción. La complementariedad
entre el trabajo animal y el trabajo humano resulta ideal mientras que el
ganado puede mantenerse de los pastos existentes en suelos que no pueden
o no conviene usar para la agricultura o bien de biomasa vegetal que no
puede ser consumida directamente por los seres humanos (Gliessman,
2002, 273-274; González de Molina y Guzmán Casado, 2006). En
cualquier caso, las sociedades agrarias necesitaron históricamente cuatro
veces más biomasa que los cazadores recolectores (Fischer-Kowalski y
Haberl, 1997, 64) debido precisamente al uso de animales domesticados.

Como en el caso de los sistemas naturales, la productividad de los


agroecosistemas está limitada por la disponibilidad de agua y nutrientes.
Los agricultores aprendieron pronto que el incremento de los rendimientos
está asociado a la abundancia relativa de estos factores y desarrollaron
prácticas culturales que trataron de maximizar su uso interfiriendo en los
ciclos biogeoquímicos (Gliessman, 2002; González de Molina, 2002;
Garrabou y González de Molina, 2010). El manejo del carbono se hace
mediante la aplicación de materia orgánica, que contiene también
cantidades apreciables de nitrógeno, fósforo y potasio. De esa manera la
reposición de la fertilidad fue siempre un factor crucial del que dependió
el volumen y la estabilidad de la producción agrícola.
Como es sabido, el nutriente más limitante de la productividad de los
agroecosistemas es el Nitrógeno (N), no sólo porque es el más demandado
por las plantas sino también porque su disponibilidad en el suelo es escasa,
dependiendo de las posibilidades de su captura de la atmósfera. Por su
parte el fósforo, cuyas reservas no están en la atmósfera sino en el suelo y
suelen ser abundantes, se convierte en factor limitante debido a su baja
disponibilidad para las plantas. Una vez depositado en los tejidos de estas
y consumido en forma de biomasa por los organismos heterótrofos
(animales herbívoros, animales domésticos y el hombre) su vuelta al suelo
y el correspondiente cierre del ciclo depende del uso que se haga de las
excretas de los dos últimos. Las prácticas agrarias tratan a falta de la
producción sintética de fertilizantes y de reservas de rocas fosfatadas, de
movilizar los nutrientes de las distintas partes de los agroecosistemas y de
la atmósfera que los envuelve. Con tales prácticas, los agricultores tratan
de reponer las pérdidas provocadas por la cosecha y procesos naturales
como la lixiviación, volatilización, etc.

15
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

Son muchas, muy variadas e incluso algunas sofisticadas, las prácticas de


fertilización que se han desarrollado en las agriculturas no industriales,
obligadas por la necesidad de no agotar sus fuentes de aprovisionamiento.
La mayoría de los nutrientes se reponen devolviendo a la tierra los residuos
animales y vegetales, esto es, reciclando los residuos orgánicos
(estiércoles, materia orgánica del sotobosque, huesos triturados, aguas
fecales, pozos ciegos, quema de biomasa y adición de cenizas, uso de
sedimentos, etc.). Quizá el más extendido ha sido la aplicación de las
excretas ganaderas, cuyo manejo ha ido perfeccionándose a lo largo del
tiempo. La recogida, fermentación y transporte de estos residuos comporta
pérdidas muy importantes en el contenido de los nutrientes. Los
agricultores deben aplicar enormes cantidades de estiércol para reponer la
fertilidad. Su disponibilidad estuvo siempre limitada.
Efectivamente, no en todos los agroecosistemas se puede hacer el mismo
acopio de materia orgánica. La escasez ha sido en muchos territorios algo
estructural, por ejemplo en climas con pocas precipitaciones y baja
producción de biomasa, donde la cabaña ganadera no puede ser (sin auxilio
de recursos externos) lo suficientemente grande como para atender las
necesidades de fertilización (González de Molina, 2001). En ausencia de
fertilización química, la escasez ha obligado en muchas latitudes a la
utilización del barbecho y al desarrollo de estrategias de reposición de
nutrientes mediante el uso de abonos verdes y la siembra de leguminosas
en rotación con otros cultivos, maximizando el aporte de nitrógeno. Por
ejemplo, el abono verde fue bastante utilizado en Europa en el pasado y
también fue usado en el este asiático. La combinación de leguminosas y
abonos verdes, barbechos y cereales ha dado lugar a la práctica de las
rotaciones, que constituyeron la manera energéticamente más eficiente de
optimizar las posibilidades de la agricultura tradicional. Con ellas no sólo
se procura reponer la fertilidad sino que se controla la proliferación de la
flora arvense y de las plagas y enfermedades de las plantas. La sucesión de
varios cultivos (granos, tubérculos, oleaginosas, fibras, etc.) disminuye
además el riesgo de fracaso de la cosecha y permite una mejor adaptación
tanto a las condiciones de suelo y clima como a las preferencias dietéticas.
Rotaciones y policultivos constituyen en definitiva una manera eficiente
de asegurar la autosuficiencia alimentaria e incluso de mantener altas
densidades de población con la misma cantidad de tierra.
Dada la importancia capital del agua para la producción de biomasa, los
agricultores deben interferir también en el ciclo hidrológico. En algunas
regiones del planeta las precipitaciones son demasiado abundantes y crean
serios problemas para el adecuado desarrollo de los cultivos. En este tipo
de sociedades se han tenido que desarrollar sistemas de drenaje para crear
las condiciones idóneas de humedad. Muchas de estas soluciones han sido
imaginativas, sin necesidad de provocar grandes modificaciones en los
agroecosistemas. En otras zonas, sin embargo, el problema es el contrario,
ya sea porque llueve poco o porque no lo hace en determinadas épocas del
año. Las disponibilidades de agua condicionan los tipos de plantas que
16
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

pueden cultivarse. Algunos cultivos (cítricos, ciertos frutales, hortalizas,


forrajes, tabaco, algodón, caña de azúcar, etc.) sólo pueden desarrollarse
con un suministro abundante y estable de agua, esto es con riego. La
diversificación y especialización de cultivos, y por supuesto el incremento
de la productividad primaria neta en zonas áridas y semiáridas ha
dependido de las posibilidades tecnológicas del riego.
En las agriculturas preindustriales, los riegos han sido movidos por
gravedad, aprovechando la energía cinética proveniente de su
desplazamiento por las pendientes. La orografía y los coeficientes de
escorrentía condicionan, pues, su amplitud, en tanto que el régimen de los
ríos y arroyos condiciona la dotación de agua disponible a lo largo del año.
Las posibilidades de riego están determinadas, pues, por la existencia de
cursos de agua más o menos caudalosos y de pendientes más o menos
pronunciadas que la hagan fluir con la fuerza suficiente. Son riegos
basados en pequeñas presas de derivación, sin apenas capacidad de
almacenamiento, y en una red de canalizaciones que transportan el agua
hasta las parcelas. Una cantidad impresionante de artilugios fueron
inventados para almacenar, transportar y elevar el agua, especialmente en
oriente medio y en el este de Asia. Quizá la contribución más importante
que hizo China a la agricultura de base orgánica haya sido precisamente el
diseño, construcción y mantenimiento de los sistemas de irrigación.
Gracias a ellos, los sistemas de arroz inundable constituyeron la máxima
representación de una agricultura tradicional intensiva y una expresión
sofisticada de la adaptación del paisaje a las necesidades humanas,
incluyendo la domesticación de especies (el arroz y el búfalo),
especialmente diseñadas para esos sistemas (Mc Netting, 1993: 41). Con
la aparición de las grandes tecnologías hidráulicas, ya en el siglo XX, en
los países con acceso a estas tecnologías se pudieron realizar obras de
regulación mediante grandes presas y extraer agua del subsuelo en
cantidades significativas.
Pero los agricultores no sólo han alterado los flujos de energía y de
materiales de los ecosistemas sino que, al cultivar la tierra y manejar los
agroecosistemas, han alterado también las plantas mediante selección y
mejora. Con ello alteran también la flora y la fauna que afecta a los propios
cultivos. La pretensión de los agricultores ha sido, hasta que penetró la
lógica de la agricultura industrial, cultivar una mayor variedad de plantas,
hacerlas más productivas y más resistentes. En otros términos, obtener la
máxima cantidad de biomasa útil. Para lograrlo han desarrollado a lo largo
del tiempo procedimientos de domesticación, selección y mejora de las
plantas cultivables con el fin de mejorar la relación entre la biomasa
cosechable y la biomasa total. El proceso de selección se ha orientado
hacia las especies y variedades de plantas útiles que destinen la mayor
proporción de fotosintato a la parte cosechable, en detrimento de otras
partes de su morfología. Ello no quiere decir que, como ocurre con la
agricultura industrializada, el proceso de selección y mejora haya tenido
como único objetivo el incremento del rendimiento comercial de la planta.
17
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

En las últimas décadas el proceso de selección de semillas ha buscado unos


determinados parámetros de altos rendimientos, apariencia, uniformidad
genética, respuesta rápida a fertilizantes y aplicación de agua, facilidad de
cosecha y procesamiento, resistencia a daños de transporte y menor
caducidad. En las agriculturas preindustriales, los campesinos tienen
también otros objetivos, no sólo los comerciales, a la hora de seleccionar
variedades, por ejemplo la alimentación animal y la utilización de la paja
como material de construcción o combustible en el caso de los cereales.
Ello explica las diferencias significativas que existen en los coeficientes
de cosecha entre las variedades tradicionales y las actuales.
La mejora actual de plantas que busca la acumulación de biomasa en la
parte cosechable ha reducido la cantidad de energía destinada a aquellas
características que les confieren una mayor resistencia ambiental. Debido
a ello, las especies y variedades actuales necesitan unas condiciones
óptimas de humedad del suelo, disponibilidad de nutrientes, ausencia de
plagas y enfermedades, temperatura y luz solar, de las que no se podía
disponer en el pasado. No es extraño que las especies y variedades
tradicionales tengan menores rendimientos comerciales, pero a cambio
están más y mejor adaptadas a las condiciones de su entorno (Odum, 1992,
204), a la sequía, a la carencia estructural de nutrientes o a los ataques de
insectos-plaga.
Todo intento de maximizar la cosecha útil implica necesariamente la
simplificación de la diversidad biológica mediante el aumento de la
densidad de las plantas cultivadas, la eliminación de las competidoras y el
control y, en su caso eliminación, de la fauna “perjudicial”. Sin embargo,
en agriculturas no industrializadas, los campesinos deben mantener la
máxima biodiversidad en campo para ganar en estabilidad y seguridad en
las cosechas. Por ello, los agroecosistemas campesinos tienen en general
mayor diversidad genética dentro de sus poblaciones, diversidad de
cultivos, de especies no agrícolas, de plantas silvestres dentro y alrededor
de los campos de cultivo, etc. En esas condiciones, la vulnerabilidad a las
plagas y enfermedades es menor. La diversidad constituye, pues, una
estrategia de seguridad que abarca más ámbitos que los hasta ahora
descritos. Los campesinos están obligados a mantener no sólo una elevada
diversidad de flora y fauna, de su correspondiente carga genética, sino
también deben mantener cierta diversidad en el arreglo espacial de los
componentes de las zonas de cultivo.
Una de las principales características del proceso de domesticación de
especies ha sido su extraordinaria variación genética. Dentro de cada
especie se pueden distinguir aún cientos e incluso miles de variedades o
razas. Cada raza o variedad por lo común constituye un diseño genético
que responde a condiciones ecológicas específicas: diversos rangos de
humedad, temperatura, ciclos o ritmos naturales, umbrales climáticos o de
suelos (factores físicos y químicos) y necesidades del consumo humano

18
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

(tamaño, color, sabor, aroma, manejabilidad, disponibilidad espacial y


temporal, valor nutricional o artesanal, etc.). Estas adaptaciones
particulares y específicas han producido toda una gama de variaciones y
han sido el producto de un significativo conocimiento ecológico de las
condiciones locales (incluyendo microclimas y variaciones mínimas de
suelo y relieve, ritmos y ciclos naturales, interacciones de organismos,
eventos regulares y sorpresivos, etc.) de quienes mantienen y manejan
estas variedades y razas. El producto final ha sido, tras 10.000 años de
diversificación agrícola y pecuaria, de cientos y miles de diseños genéticos
originales, que a su vez son la consecuencia de creaciones de innumerables
culturas locales a lo largo del espacio y del tiempo (Toledo y Barrera-
Bassols, 2008).

1.7 BASES SOCIECOLOGICAS


Con el surgimiento de la agricultura, los seres humanos reemplazaron parcial o
totalmente los ecosistemas naturales por conjuntos de especies animales o
vegetales en proceso de domesticación (Toledo, 1993). Así surgieron los
“agroecosistemas” (Altieri, 1989) o ecosistemas manipulados y artificializados
por el hombre para capturar y convertir energía solar en alguna forma particular
de biomasa que pudiera ser usada como comida, como medicina, fibra, esto es
como materia prima, o como combustible (Margalef, 1979). Estos ecosistemas
manipulados son inestables, requieren energía y también materiales del exterior
para su continuidad en el tiempo (Pimentel y Pimentel, 1997; Gliessman, 1998).
Esa energía es añadida mediante una serie de labores o manejos que tienen por
objeto asegurar la producción de biomasa y su repetición en sucesivos ciclos de
cultivo. En los agroecosistemas manejados de manera tradicional ese input de
energía adicional viene de fuentes biológicas: trabajo humano y trabajo animal,
que a su vez depende directamente de la capacidad del agroecosistema de producir
biomasa. Ésta depende de la cantidad de tierra ocupada donde realizar el proceso
fotosintético, manteniendo, pues, una dependencia muy estricta de su dotación
territorial. En los agroecosistemas manejados de manera industrial, la energía
adicional proviene en su gran mayoría del empleo directo e indirecto de
combustibles fósiles. En tales sistemas, la mayoría de la energía generada como
biomasa se dirige hacia fuera del sistema tanto en forma de alimento o fibra como
de residuos de cosecha. A estos últimos no se les permite además quedarse dentro
del sistema para contribuir al funcionamiento de importantes procesos internos.
Estos agroecosistemas son meros “transportadores de energía” y difícilmente
pueden considerarse sostenibles (Gliessman et al., 2007, 17).
En cualquier caso, las principales labores guardan cierta similitud y han perdurado
en su esencia hasta ser sustituidas en muchas zonas del planeta por las prácticas
propias de la agricultura industrial. Tienen por objeto alterar los ciclos del
carbono, del nitrógeno y del fósforo, del ciclo hidrológico y de los mecanismos
de regulación biótica. El suelo, por ejemplo, debe ser cultivado no sólo para la
siembra sino también para el control de la flora arvense, para incorporar materia
orgánica y permitir el crecimiento de las raíces, para favorecer la infiltración del

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

agua, etc. También deben controlarse los daños potenciales que la labranza puede
provocar, especialmente en suelos en pendiente, expuesto a la acción erosiva sobre
todo del agua. Una de las soluciones más difundida por todas las culturas ha sido
la construcción de terrazas.
En muchos agroecosistemas en el pasado e incluso en la actualidad, el uso del
ganado es imprescindible para realizar las labores más duras: arar, trillar,
transportar el grano, extraer aceite y sacar agua para regar. Ello permite cultivar
una porción de territorio mayor que si se hace con trabajo humano. Los bueyes,
las vacas, búfalos acuáticos y caballos y otras razas equinas, con ayuda de aparejos
especiales, han hecho tradicionalmente estas labores pesadas. Proporcionan
también estiércol, leche, carne y pieles. El estiércol se ha convertido en muchos
agroecosistemas en el elemento clave de la reposición de la fertilidad,
especialmente cuando se alcanza cierto nivel de intensidad en los cultivos. No
obstante, el ganado invierte gran cantidad de biomasa vegetal en los procesos
metabólicos requeridos para su mantenimiento y reproducción. La
complementariedad entre el trabajo animal y el trabajo humano resulta ideal
mientras que el ganado puede mantenerse de los pastos existentes en suelos que
no pueden o no conviene usar para la agricultura o bien de biomasa vegetal que
no puede ser consumida directamente por los seres humanos (Gliessman, 2002,
273-274; González de Molina y Guzmán Casado, 2006). En cualquier caso, las
sociedades agrarias necesitaron históricamente cuatro veces más biomasa que los
cazadores recolectores (Fischer-Kowalski y Haberl, 1997, 64) debido
precisamente al uso de animales domesticados.
Como en el caso de los sistemas naturales, la productividad de los agroecosistemas
está limitada por la disponibilidad de agua y nutrientes. Los agricultores
aprendieron pronto que el incremento de los rendimientos está asociado a la
abundancia relativa de estos factores y desarrollaron prácticas culturales que
trataron de maximizar su uso interfiriendo en los ciclos biogeoquímicos
(Gliessman, 2002; González de Molina, 2002; Garrabou y González de Molina,
2010). El manejo del carbono se hace mediante la aplicación de materia orgánica,
que contiene también cantidades apreciables de nitrógeno, fósforo y potasio. De
esa manera la reposición de la fertilidad fue siempre un factor crucial del que
dependió el volumen y la estabilidad de la producción agrícola.
Como es sabido, el nutriente más limitante de la productividad de los
agroecosistemas es el Nitrógeno (N), no sólo porque es el más demandado por las
plantas sino también porque su disponibilidad en el suelo es escasa, dependiendo
de las posibilidades de su captura de la atmósfera. Por su parte el fósforo, cuyas
reservas no están en la atmósfera sino en el suelo y suelen ser abundantes, se
convierte en factor limitante debido a su baja disponibilidad para las plantas. Una
vez depositado en los tejidos de estas y consumido en forma de biomasa por los
organismos heterótrofos (animales herbívoros, animales domésticos y el hombre)
su vuelta al suelo y el correspondiente cierre del ciclo depende del uso que se haga
de las excretas de los dos últimos. Las prácticas agrarias tratan a falta de la
producción sintética de fertilizantes y de reservas de rocas fosfatadas, de movilizar
los nutrientes de las distintas partes de los agroecosistemas y de la atmósfera que

20
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los envuelve. Con tales prácticas, los agricultores tratan de reponer las pérdidas
provocadas por la cosecha y procesos naturales como la lixiviación, volatilización,
etc.
Son muchas, muy variadas e incluso algunas sofisticadas, las prácticas de
fertilización que se han desarrollado en las agriculturas no industriales, obligadas
por la necesidad de no agotar sus fuentes de aprovisionamiento. La mayoría de los
nutrientes se reponen devolviendo a la tierra los residuos animales y vegetales,
esto es, reciclando los residuos orgánicos (estiércoles, materia orgánica del
sotobosque, huesos triturados, aguas fecales, pozos ciegos, quema de biomasa y
adición de cenizas, uso de sedimentos, etc.). Quizá el más extendido ha sido la
aplicación de las excretas ganaderas, cuyo manejo ha ido perfeccionándose a lo
largo del tiempo. La recogida, fermentación y transporte de estos residuos
comporta pérdidas muy importantes en el contenido de los nutrientes. Los
agricultores deben aplicar enormes cantidades de estiércol para reponer la
fertilidad. Su disponibilidad estuvo siempre limitada.
Efectivamente, no en todos los agroecosistemas se puede hacer el mismo acopio
de materia orgánica. La escasez ha sido en muchos territorios algo estructural,
por ejemplo en climas con pocas precipitaciones y baja producción de biomasa,
donde la cabaña ganadera no puede ser (sin auxilio de recursos externos) lo
suficientemente grande como para atender las necesidades de fertilización
(González de Molina, 2001). En ausencia de fertilización química, la escasez ha
obligado en muchas latitudes a la utilización del barbecho y al desarrollo de
estrategias de reposición de nutrientes mediante el uso de abonos verdes y la
siembra de leguminosas en rotación con otros cultivos, maximizando el aporte de
nitrógeno. Por ejemplo, el abono verde fue bastante utilizado en Europa en el
pasado y también fue usado en el este asiático. La combinación de leguminosas y
abonos verdes, barbechos y cereales ha dado lugar a la práctica de las rotaciones,
que constituyeron la manera energéticamente más eficiente de optimizar las
posibilidades de la agricultura tradicional. Con ellas no sólo se procura reponer la
fertilidad sino que se controla la proliferación de la flora arvense y de las plagas y
enfermedades de las plantas. La sucesión de varios cultivos (granos, tubérculos,
oleaginosas, fibras, etc.) disminuye además el riesgo de fracaso de la cosecha y
permite una mejor adaptación tanto a las condiciones de suelo y clima como a las
preferencias dietéticas. Rotaciones y policultivos constituyen en definitiva una
manera eficiente de asegurar la autosuficiencia alimentaria e incluso de mantener
altas densidades de población con la misma cantidad de tierra.
Dada la importancia capital del agua para la producción de biomasa, los
agricultores deben interferir también en el ciclo hidrológico. En algunas regiones
del planeta las precipitaciones son demasiado abundantes y crean serios problemas
para el adecuado desarrollo de los cultivos. En este tipo de sociedades se han
tenido que desarrollar sistemas de drenaje para crear las condiciones idóneas de
humedad. Muchas de estas soluciones han sido imaginativas, sin necesidad de
provocar grandes modificaciones en los agroecosistemas. En otras zonas, sin
embargo, el problema es el contrario, ya sea porque llueve poco o porque no lo
hace en determinadas épocas del año. Las disponibilidades de agua condicionan

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los tipos de plantas que pueden cultivarse. Algunos cultivos (cítricos, ciertos
frutales, hortalizas, forrajes, tabaco, algodón, caña de azúcar, etc.) sólo pueden
desarrollarse con un suministro abundante y estable de agua, esto es con riego. La
diversificación y especialización de cultivos, y por supuesto el incremento de la
productividad primaria neta en zonas áridas y semiáridas ha dependido de las
posibilidades tecnológicas del riego.
En las agriculturas preindustriales, los riegos han sido movidos por gravedad,
aprovechando la energía cinética proveniente de su desplazamiento por las
pendientes. La orografía y los coeficientes de escorrentía condicionan, pues, su
amplitud, en tanto que el régimen de los ríos y arroyos condiciona la dotación de
agua disponible a lo largo del año. Las posibilidades de riego están determinadas,
pues, por la existencia de cursos de agua más o menos caudalosos y de pendientes
más o menos pronunciadas que la hagan fluir con la fuerza suficiente. Son riegos
basados en pequeñas presas de derivación, sin apenas capacidad de
almacenamiento, y en una red de canalizaciones que transportan el agua hasta las
parcelas. Una cantidad impresionante de artilugios fueron inventados para
almacenar, transportar y elevar el agua, especialmente en oriente medio y en el
este de Asia. Quizá la contribución más importante que hizo China a la agricultura
de base orgánica haya sido precisamente el diseño, construcción y mantenimiento
de los sistemas de irrigación. Gracias a ellos, los sistemas de arroz inundable
constituyeron la máxima representación de una agricultura tradicional intensiva y
una expresión sofisticada de la adaptación del paisaje a las necesidades humanas,
incluyendo la domesticación de especies (el arroz y el búfalo), especialmente
diseñadas para esos sistemas (Mc Netting, 1993: 41). Con la aparición de las
grandes tecnologías hidráulicas, ya en el siglo XX, en los países con acceso a estas
tecnologías se pudieron realizar obras de regulación mediante grandes presas y
extraer agua del subsuelo en cantidades significativas.
Pero los agricultores no sólo han alterado los flujos de energía y de materiales de
los ecosistemas sino que, al cultivar la tierra y manejar los agroecosistemas, han
alterado también las plantas mediante selección y mejora. Con ello alteran también
la flora y la fauna que afecta a los propios cultivos. La pretensión de los
agricultores ha sido, hasta que penetró la lógica de la agricultura industrial,
cultivar una mayor variedad de plantas, hacerlas más productivas y más
resistentes. En otros términos, obtener la máxima cantidad de biomasa útil. Para
lograrlo han desarrollado a lo largo del tiempo procedimientos de domesticación,
selección y mejora de las plantas cultivables con el fin de mejorar la relación entre
la biomasa cosechable y la biomasa total. El proceso de selección se ha orientado
hacia las especies y variedades de plantas útiles que destinen la mayor proporción
de fotosintato a la parte cosechable, en detrimento de otras partes de su
morfología. Ello no quiere decir que, como ocurre con la agricultura
industrializada, el proceso de selección y mejora haya tenido como único objetivo
el incremento del rendimiento comercial de la planta. En las últimas décadas el
proceso de selección de semillas ha buscado unos determinados parámetros de
altos rendimientos, apariencia, uniformidad genética, respuesta rápida a
fertilizantes y aplicación de agua, facilidad de cosecha y procesamiento,
resistencia a daños de transporte y menor caducidad. En las agriculturas
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preindustriales, los campesinos tienen también otros objetivos, no sólo los


comerciales, a la hora de seleccionar variedades, por ejemplo la alimentación
animal y la utilización de la paja como material de construcción o combustible en
el caso de los cereales. Ello explica las diferencias significativas que existen en
los coeficientes de cosecha entre las variedades tradicionales y las actuales.
La mejora actual de plantas que busca la acumulación de biomasa en la parte
cosechable ha reducido la cantidad de energía destinada a aquellas características
que les confieren una mayor resistencia ambiental. Debido a ello, las especies y
variedades actuales necesitan unas condiciones óptimas de humedad del suelo,
disponibilidad de nutrientes, ausencia de plagas y enfermedades, temperatura y
luz solar, de las que no se podía disponer en el pasado. No es extraño que las
especies y variedades tradicionales tengan menores rendimientos comerciales,
pero a cambio están más y mejor adaptadas a las condiciones de su entorno
(Odum, 1992,204), a la sequía, a la carencia estructural de nutrientes o a los
ataques de insectos-plaga.
Todo intento de maximizar la cosecha útil implica necesariamente la
simplificación de la diversidad biológica mediante el aumento de la densidad de
las plantas cultivadas, la eliminación de las competidoras y el control y, en su caso
eliminación, de la fauna “perjudicial”. Sin embargo, en agriculturas no
industrializadas, los campesinos deben mantener la máxima biodiversidad en
campo para ganar en estabilidad y seguridad en las cosechas. Por ello, los
agroecosistemas campesinos tienen en general mayor diversidad genética dentro
de sus poblaciones, diversidad de cultivos, de especies no agrícolas, de plantas
silvestres dentro y alrededor de los campos de cultivo, etc. En esas condiciones,
la vulnerabilidad a las plagas y enfermedades es menor. La diversidad constituye,
pues, una estrategia de seguridad que abarca más ámbitos que los hasta ahora
descritos. Los campesinos están obligados a mantener no sólo una elevada
diversidad de flora y fauna, de su correspondiente carga genética, sino también
deben mantener cierta diversidad en el arreglo espacial de los componentes de las
zonas de cultivo.
Una de las principales características del proceso de domesticación de especies ha
sido su extraordinaria variación genética. Dentro de cada especie se pueden
distinguir aún cientos e incluso miles de variedades o razas. Cada raza o variedad
por lo común constituye un diseño genético que responde a condiciones
ecológicas específicas: diversos rangos de humedad, temperatura, ciclos o ritmos
naturales, umbrales climáticos o de suelos (factores físicos y químicos) y
necesidades del consumo humano (tamaño, color, sabor, aroma, manejabilidad,
disponibilidad espacial y temporal, valor nutricional o artesanal, etc.). Estas
adaptaciones particulares y específicas han producido toda una gama de
variaciones y han sido el producto de un significativo conocimiento ecológico de
las condiciones locales (incluyendo microclimas y variaciones mínimas de suelo
y relieve, ritmos y ciclos naturales, interacciones de organismos, eventos regulares
y sorpresivos, etc.) de quienes mantienen y manejan estas variedades y razas. El
producto final ha sido, tras 10.000 años de diversificación agrícola y pecuaria, de
cientos y miles de diseños genéticos originales, que a su vez son la consecuencia

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de creaciones de innumerables culturas locales a lo largo del espacio y del tiempo


(Toledo y Barrera-Bassols, 2008).

1.8 CRITERIOS PARA EL DESARROLLO DE AGROECOSISTEMAS


SUSTENTABLES
El objeto de la Agroecología no es sólo estudiar los sistemas agrarios con un
enfoque distinto, sino también el diseño de una estrategia alternativa y eficaz para
dar solución a los enormes problemas sociales y ambientales que estaba generando
el actual modelo de agricultura convencional. Esta dimensión aplicada de la
Agroecología promociona el manejo sostenible de los recursos naturales y el
acceso igualitario a ellos. El concepto de sustentabilidad ocupa, pues, un lugar
central en la estructura teórica y metodológica de la Agroecología.
Como mantienen Dixon y Fallon (1989), resulta imposible dar una definición
universal de la sostenibilidad sencillamente porque éste es un concepto dinámico
que cambia con el tiempo, con el recurso o recursos que se pretenden proteger,
con su escala espacial, con las preocupaciones de cada época, con el desarrollo de
la ciencia, con el nivel tecnológico y con nuestro nivel de conocimiento actual del
funcionamiento de los ecosistemas. Efectivamente, el concepto de sustentabilidad
es por naturaleza dinámico, debe cambiar con el tiempo, como dinámico es el
equilibrio que existe en la naturaleza; por tanto, no puede decirse que un
agroecosistema es o no sustentable, sino que es más o menos sustentable que antes
o que otro agroecosistema con el que se compara. Es un concepto que debe ser
aplicado, operativo y en ese proceso no todos los objetivos de la sustentabilidad
pueden alcanzarse al mismo tiempo; en este sentido procesual o tendencial, el
concepto de sustentabilidad prima el logro de objetivos concretos en cada
momento, ya sean determinados por la gravedad de los daños ambientales, por la
urgencia de su resolución o por la escala de tiempo en que nos situemos.
La aplicación de la sustentabilidad debe hacerse sobre ecosistemas específicos,
muy diferentes unos de otros, de manera que el contenido concreto del concepto
puede variar tanto en el espacio como en el tiempo (Astier y Masera, 1996). Su
contenido puede cambiar y complicarse más o menos en función del objeto a que
se aplique a un recurso, a un grupo de recursos, o a un ecosistema particular, a un
grupo de ecosistemas o al planeta. Puede variar también si su contenido es
puramente biofísico o si se toman en cuenta las variables de carácter económico y
social (Dixon y Fallon, 1989). La aplicación que del concepto hace la
Agroecología se refiere a cada agroecosistema y al metabolismo agrario en su
conjunto, sin perder de vista su interconexión con los demás procesos metabólicos
y, por supuesto, contemplando las variables socioeconómicas y culturales en pie
de igualdad con las biofísicas. Como afirma Marta Astier y Omar Masera (1996:
5), no se puede responder adecuadamente a los interrogantes que plantea la
sustentabilidad sin responder también a tres cuestiones básicas:
• ¿Sustentabilidad para quién?
• ¿Quién la llevará a cabo?, y

24
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• ¿Cómo?
En otras palabras, quién decide, a través de qué proceso sociopolítico, quién lleva
la práctica el concepto y de qué manera.
El término sustentabilidad aplicado a las actividades agrarias también ha sido
objeto de controversia. No obstante, suele definirse como la capacidad de un
agroecosistema para mantener su producción a través del tiempo superando, por
un lado, las tensiones y forzamiento ecológicos y, por otro, las presiones de
carácter socioeconómico (Conway, 1985: 31-35).
Frente a las interpretaciones convencionales que confunden la sustentabilidad con
la perdurabilidad de la producción y del máximo beneficio, David Goodman y
Michael Redclift (1991: 230) han señalado acertadamente que cualquier
definición de sustentabilidad ha de tener en cuenta necesariamente las
dimensiones cultural y estructural. Desde esta perspectiva, para que un
agroecosistema sea sostenible es preciso que el manejo que se haga de él sea
ecológicamente sano, es decir, que mantenga la calidad y la cantidad de los
recursos naturales y la vitalidad del agroecosistema considerado en su conjunto.
Indudablemente, la implementación de dicho manejo a través de procesos
biológicos aumenta el grado de sostenibilidad y viceversa. Se han señalado varios
atributos que pretenden evaluar el grado de sustentabilidad de un agroecosistema.
El primero de ellos se refiere a la productividad, que es la habilidad de un
agroecosistema para satisfacer las necesidades y servicios ambientales requeridos.
Aunque no hay acuerdo sobre la manera de medirlo, se suelen utilizar como
indicadores: el rendimiento físico por unidad de superficie, el rendimiento
energético en relación a la cantidad de kilocalorías invertidas en su producción
(balance energético), etc., incluso hay quien lo ha medido en la relación entre
gastos e ingresos, es decir en las ganancias; aunque la utilización de criterios
abstractos como los monetarios resulta bastante complicado e inexacto desde el
punto de vista ambiental.
Otro atributo de la sustentabilidad es la estabilidad, que se refiere a la capacidad
de un agroecosistema para mantenerse de manera estable en equilibrio dinámico
a través del tiempo. Para Conway (1985), la mejor forma de saber si un
agroecosistema permanece estable es si es capaz de mantener igualmente estable
su capacidad productiva a lo largo del tiempo. Se asocia, pues, con la idea de
permanencia de la producción se supone que de los rendimientos; aunque el
carácter dinámico del equilibrio de cualquier ecosistema hace sumamente difícil
la repetición de los mismos; se asocia, más bien, con la idea de un sistema que es
capaz de combatir los rendimientos decrecientes sin necesidad de añadir
cantidades crecientes de energía y nutrientes. Como mantiene Altieri (1995),
algunas propiedades del agroecosistema tienen ciclos muy prolongados en el
tiempo y la capacidad del agricultor de influir en ellas es bastante limitado, como
por ejemplo las condiciones agroclimáticas; sin embargo, el agricultor puede tratar
de mantener e incluso aumentar la estabilidad biológica de un agroecosistema o
de un predio concreto mediante el manejo apropiado de cultivos que aumenten
los rendimientos o mediante la mera elección de los cultivos y del orden de su

25
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rotación para elevar tanto la productividad como para garantizar la estabilidad de


los cultivos. En este sentido cuanto más diversidad de cultivos exista y cuanto
mayor sea su adaptación rotacional a las condiciones edafoclimáticas mayor será
la capacidad para mantener estable la productividad del sistema.
Un ejemplo de estas prácticas mejorantes puede ser la aplicación sostenible de
agua mediante riego, las técnicas de abonados en verde, las rotaciones complejas,
la integración entre agricultura y ganadería, etc. No obstante, ha habido
(Harwood, 1979) quien ha propuesto entender la estabilidad en términos de
rendimiento monetarios y la capacidad de un agroecosistema para producir,
mediante cambios en la composición de los cultivos, el volumen de producción
adecuado para mantenerlos. Sin embargo, esta manera de medir o entender la
estabilidad, que sería mejor expresarla en términos de viabilidad económica según
vamos a ver a continuación, no siempre es posible de alcanzar en unas condiciones
tan cambiantes como las que ofrecen los mercados regionales y mundiales. La
estabilidad económica no tiene por qué coincidir con la estabilidad físico biológica
del agroecosistema. Es más, en demasiadas ocasiones la primera se ha logrado a
costa de la segunda.
Pero no sólo basta con que un agroecosistema sea más o menos productivo y que
su producción se mantenga en el tiempo para dar una medida de su sustentabilidad.
Es preciso que sea capaz también de retornar a su estado normal tras sufrir
perturbaciones serias; es decir, que sea capaz de mantener su capacidad productiva
después de sufrir perturbaciones graves como por ejemplo un incendio, una
inundación, caída en picado de los precios de uno de los cultivos, etc. A ese
atributo de la sustentabilidad de los agroecosistemas llamamos resilencia.
Algunos autores desagregan este atributo en función de la magnitud y duración de
la perturbación de que se trate, intentando distinguir la capacidad de resilencia
frente a perturbaciones frecuentes y usuales del medio, pero que actúan aditiva-
mente, como la erosión o salinización de los suelos (con fiabilidad del
agroecosistema) y las de carácter más infrecuente y catastrófico.

Como hemos insinuado antes, la sostenibilidad implica que el manejo sea también
económicamente viable, que asegure el acceso a los medios de vida a todos los
agricultores. Del mismo modo, la sostenibilidad depende de que los resultados del
manejo sean socialmente justos; en otras palabras, que tanto el acceso al poder
como a los propios recursos naturales esté distribuido de tal forma que las
necesidades básicas de todos los miembros de la organización social se hallen
cubiertas. Cuanto mayor sea el grado de desigualdad social mayores serán las
amenazas para la estabilidad del ecosistema. La pobreza, la falta de acceso a los
recursos, ha tenido a lo largo de la historia, y tienen hoy en día, consecuencias
negativas para dicha estabilidad. Fenómenos como el sobrepastoreo, la
deforestación, las roturaciones abusivas, el cultivo en laderas, etc. se han descrito
como actitudes de los más desfavorecidos o de la codicia de los más acaudalados.
Todas estas son actitudes y prácticas generadas por esa patología ecosistémica que
resulta ser, a los ojos de la Agroecología, la desigualdad social.

26
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A ello deben añadirse dos dimensiones más de la equidad. La primera se refiere a


la equidad intergeneracional, que implica la procura de una asignación
intergeneracional lo más equitativa posible de los recursos y de la calidad del
agroecosistema, cualquier abuso o deterioro de la capacidad productiva, por
ejemplo, de un determinado ecosistema, repercutirá sobre las posibilidades de las
generaciones futuras. La segunda se refiere a la relación de intercambio entre los
sistemas agrarios y el resto de la sociedad y podríamos denominarla equidad
externa. Como es sabido, la civilización industrial se ha fundamentado en un
deterioro sostenido de la relación de intercambio entre los alimentos y materias
primas provenientes de la actividad agraria y los insumos productos
manufacturados consumidos en la explotación agraria o en las familias de los
agricultores; ello ha procurado una transferencia forzada de renta en beneficio
de las ciudades, actividades industriales y un deterioro de la igualdad en los
estándares de vida entre campo ciudad que ha provocado un sobreesfuerzo
productivo de los agroecosistemas y su consiguiente deterioro para el logro de la
subsistencia en base a un mayor excedente comercializable.
Otros dos criterios deben tenerse en cuenta como atributos de la sostenibilidad. El
primero se refiere a la adaptabilidad, que tiene en cuenta la resilencia de los
agroecosistemas frente a presiones provocadas por los propios cambios en las
condiciones naturales o sociales de la producción, un período prolongado de
sequía, el crecimiento de la población, las distintas políticas agrarias, la demanda
cambiante de los mercados, las innovaciones y nuevos patrones tecnológicos, etc.
El segundo se refiere a la autonomía. Ésta tiene que ver con el grado de integración
de los agroecosistemas, reflejado en el movimiento de materiales, energía e
información entre sus componentes y el sistema en su conjunto, entre éste y el
ambiente externo y, sobre todo con el grado de control que se tiene sobre dicho
movimiento. En consecuencia, la autonomía de un sistema de producción está
estrechamente relacionada con la capacidad interna para suministrar los flujos
necesarios para la producción. Así, la autonomía de un sistema de producción
desciende en la medida en que se incrementa la necesidad de recursos externos, la
necesidad acudir al mercado para conseguirlos.
En este sentido, determinadas prácticas agrarias favorecen más que otras el logro
de la sustentabilidad agraria. Por ejemplo, las rotaciones de cultivos suelen
disminuir los problemas de malezas, insectos y enfermedades; aumentan los
niveles de nitrógeno disponible en el suelo, reducen la erosión edáfica, etc. El
monocultivo anual y sin descanso produce el efecto justamente contrario. La
existencia de un adecuado nivel de biodiversidad biológica en animales y plantas
facilita el control y la lucha contra plagas. Las prácticas de labores agrícolas
conservacionistas constituyen una manera bastante eficaz de retener suelo fértil y
evitar la erosión. El mejoramiento genético de cultivos les hace muchas veces
resistentes a plagas y enfermedades o logran una mejor absorción de nutrientes.
Las prácticas ganaderas que priman el pastoreo rotatorio sobre la estabulación de
grandes rebaños suelen tener menores problemas de salud y constituyen un tipo
de manejo preventivo de las enfermedades; etc. (Reinjntjes, Haverkort, Walers-
Bayer, 1992).

27
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En definitiva, el comportamiento óptimo de los sistemas de producción agrícola


depende del nivel de interacciones entre sus diversos componentes. Las
interacciones potenciadoras son aquellas en las cuales los productos de un
componente son utilizados en la producción de otro componente; por ejemplo,
cuando las malezas son utilizadas como forraje, el estiércol como fertilizante, o
los rastrojos y malezas dejadas para pastoreo animal; o cuando, fomentando la
mayor biodiversidad posible, se consigue subsidiar el funcionamiento del
agroecosistema con servicios ecológicos tales como el reciclaje de nutrientes, el
control biológico de plagas, la conservación del agua y del suelo, etc. Y al
contrario, cuanto más se van simplificando los agroecosistemas se van perdiendo
las sinergias y reduciendo la biodiversidad.

1.9 ESTRATEGIA MULTIPLE DE LA AGROECOLOGIA


El enfoque agroecológico es más sensible a las complejidades de la agricultura
local, que abarca propiedades de la sustentabilidad, como la seguridad
alimentaria, estabilidad biológica, conservación de recursos y equidad. Así, el
paradigma agroecológico ve el proceso agrícola como un sistema integrado, por
aspectos ambientales, económicos, sociales y culturales; y su finalidad no es sólo
incrementar la productividad de uno de los componentes; sino, de optimizar el
sistema como un todo y mantener la sustentabilidad en el tiempo y espacio:
(Altieri, et al, 2000)
Estrategia agroecológica

1.9.1 ECOLOGICA
Analiza los agroecosistemas, considerando la sociedad como un
subsistema coextensivo con el agroecosistema explotado, cuya madurez
se ve reducida y sucesión frenada en alguna medida; entre sus
características sobresalen:

28
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 Estabilidad: de la dinámica ambiental en el tiempo necesario para


lograr una producción, basada en la combinación del ecosistema y
agroecosistema, potenciación de las funciones y manejo adecuado
del ecosistema, reducción de la contaminación, contribuyendo al
aporte que la economía y sociedad realizan.
 Funciones agroecosistémicas: procesos endógenos que
contribuyen a potenciar la productividad del sistema, su estabilidad
y autorregulación: reciclado de nutrientes, mejora del ambiente,
captación de agua, equilibrio biológico, control de erosión.
 Biodiversidad: potencia las funciones agroecosistémicas y
estabilidad del sistema. La agroecología optimiza el sistema
agrícola, y no maximiza una cosecha o componente del sistema;
solo con la diversificación del ecosistema, captura la potencialidad
del agroecosistema con el mínimo aporte exógeno.

1.9.2 SOCIAL
En el análisis del agroecosistema, desempeña un papel central la
percepción e interpretación, que los seres humanos (lenguajes populares o
científicos) han hecho de su relación con el medio; es decir, las ideas
sobre la naturaleza resultan esenciales desde el enfoque agroecológico
(Worster,1991).
 Autosuficiencia alimentaria: hace más independiente al productor
tradicional de las oscilaciones del mercado, facilita reajustarse, sin
daños para la familia, negocia el excedente obtenido, en
condiciones ventajosas y contribuye a su autonomía.
 Autonomía e independencia: propicia procesos democráticos,
decisiones colectivas, estimula y fortalece la cultura local,
organizaciones que faciliten y protejan la producción y
comercialización de sus productos, créditos y otros servicios en
condiciones justas y la negociación con otras organizaciones y
fuerzas sociales.
 Desarrollo endógeno y local: comprende el enriquecimiento
cultural, la activación de mecanismos de autoestima e innovación,

29
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el desarrollo de mercados locales, que garanticen la estabilidad de


los sistemas productivos y reduzcan la dependencia exterior de las
comunidades, regiones e inclusive países.

1.9.3 ECONÓMICO
La Agroecología analiza el agroecosistema, sin obviar lo económico, pero
incorporándole sus características físico-biológicas; o sea, su dimensión
de economía natural (Martínez Alier,1995). Ello implica saber, cuando el
hombre manipula el agroecosistema para acceder a sus medios de vida,
repone el deterioro causado, manteniendo intactas su capacidad natural de
reposición. La capacidad reproductiva del agroecosistema, es su
dimensión biótica y sociocultural. En la medida en que ambas dimensiones
interaccionan y se influyen mutuamente.
 Rendimiento sustentable: estabilidad de productos y servicios que
genera el sistema en el tiempo, para satisfacción de las necesidades
humanas, sin dañar el ambiente.
 Viabilidad económica: posibilidad del sistema de generar ingresos
superiores a los gastos, sin comprometer las bases productivas del
ecosistema.
 Dependencia del agroecosistema local: uso de insumos del predio,
debido a la acción humana, desarrollo de potencialidades del
proceso natural benéfico y producido, incluye la fuerza de trabajo.
Al potenciar el uso local de insumos y fuerza de trabajo, se
potencia la circulación de bienes y las actividades; social,
económica y cultural.
 Equidad: es el bienestar social de la familia rural, del derecho de
acceso a los medios de producción, la oportunidad de participación
en las decisiones, el respeto a las culturas indígenas, la
participación de la mujer en el desarrollo y reconocimiento de
derechos, restablecer la equidad entre el campo y ciudad. Estos
planteamientos están interrelacionados, donde la biodiversidad es
la base para potenciar las funciones agroecosistémicas y proceso
endógeno del sistema que contribuyen a su productividad,
estabilidad y autorregulación. Para ello, la Agroecología acerca a

30
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los diferentes actores que participan en la generación de


tecnologías y conocimientos, siendo la participación de los
agricultores, en parte esencial de la investigación agroecológica y
protegiendo a los procesos locales de las fuerzas disociadoras
(mercado, precios y elementos naturales), que entorpecen y
abortan la coevolución local entre los sistemas sociales y
ecológicos.

1.10 FUTURO DE LA AGRICULTURA


La agricultura del futuro debe hacer frente a difíciles desafíos: reducir la emisión
de gases de efecto invernadero, la polución que afecta a la biodiversidad (en
especial los polinizadores) y la toxicidad que los pesticidas químicos suponen para
el ser humano.

Además, es clave maximizar la productividad o, al menos, no ser menor que la


que actualmente se consigue con la agricultura convencional. Otros grandes retos
se refieren al uso de recursos como el agua y el suelo.

¿Qué puede aportar al respecto la agroecología? Según el famoso informe sobre


el derecho a la alimentación de Olivier De Schutter, la reinvención de la
agricultura es la única salida contra la crisis alimentaria.

Scutter, Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, es


necesario un cambio de paradigma, orientado hacia la agroecología. El informe la
promueve como forma de acabar con el hambre en las áreas más pobres.

Su productividad y sostenibilidad lo hacen posible. De hecho, la agricultura del


futuro debe ser tanto sostenible como lo bastante productiva para mantener a la
creciente población humana. Por lo pronto, son muchos los expertos que
consideran que la agricultura familiar basada en los principios de la agroecología
puede alimentar al mundo.

1.11 AGROECOLOGIA EN EL PERÚ


1.11.1 HISTORIA
El desarrollo de la agricultura ecológica se ha dado dentro de un contexto
nacional que no ha sido del todo favorable para la agricultura en general.
De por sí, la geografía peruana es especialmente difícil para la producción

31
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agrícola: la costa es un desierto; las pendientes en la sierra son


excesivamente pronunciadas y la temporada de lluvias es limitada e
irregular; en la selva los suelos son ácidos y de difícil acceso. A esto se
suman problemas como el minifundio, la falta de infraestructuras
productivas y de carreteras. Todo ello convierte a la agricultura en un
sector difícil y deprimido.
Por otro lado, la apertura de la economía, que se inició en 1990 significó
un “sinceramiento” de precios basado en la eliminación de subsidios a los
insumos e equipos, la desaparición del crédito con tasas preferenciales y la
liquidación del Banco Agrario, así como la importación indiscriminada de
alimentos para satisfacer la demanda urbana, compitiendo con la
producción nacional. Si a esto sumamos fenómenos naturales como El
Niño, con inundaciones y sequías, tenemos un sector que ha sido golpeado
fuertemente y disminuido en su importancia relativa. Así, en los últimos
años, el PBI agropecuario ha estado variando entre el 10 y 13% del PBI
total, pero en la actualidad no parece superar el 7%, (Eguren, 2002).
Sin subsidios ni apoyo directo, el papel del Estado se limitó a crear
programas de corte asistencialista (muchas veces influenciados
descaradamente por el contexto político). El escenario agrícola fue dejado
a las ONGs, a sus programas y proyectos de desarrollo rural, pero también
fue asumida por otros actores: los técnicos y promotores que, como
representantes de las grandes compañías químicas y de comercialización
de insumos, llegaron a las zonas rurales vendiendo productos químicos.
En términos generales, el fomento y promoción de agroquímicos ha sido
muy importante, incluso en localidades muy apartadas, aun cuando
estudios posteriores han mostrado que la producción no ha sido mayor en
aquellos años en que se importó y usó un mayor número de pesticidas
(Chávez, 2002). A pesar de ello, salvo algunos años específicos, el uso de
los insumos químicos se ha mantenido relativamente estable, moviendo
cantidades considerables a nivel nacional: en el 2001 se importaron 5,396
TM de pesticidas, lo que significó un desembolso superior a los US$ 37
millones (Gomero, 2002). Así, quienes impulsan la agricultura ecológica
se sienten en desventaja frente al peso que tiene y recibe el uso de insumos
químicos para la agricultura.
32
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

Estas dificultades contrastan con las ventajas comparativas de un país


como Perú que es uno de los principales centros mundiales de
biodiversidad, al contar con diferencias altitudinales que resultan en climas
y condiciones ecológicas múltiples, o una tradición agrícola milenaria, con
conocimiento específico en su gente, desarrollado a lo largo de
muchísimos años. Este conocimiento se refleja en la llamada agricultura
tradicional, como conjunto de prácticas vigentes y válidas; muchas de éstas
han sido “descubiertas” como alternativas a la agricultura convencional
(asociaciones de cultivos, agroforestería, uso de terrazas en laderas). Es
frecuente escuchar que la agricultura ecológica tiene más posibilidades en
las zonas más deprimidas, pues al ser más tradicional se usan menos
insumos externos, hay mayor disponibilidad de mano de obra y la
producción es principalmente para el autoconsumo familiar. Pero cabe
señalar aquí que, considerando las condiciones de vida de los pobladores
rurales del Perú, esta agricultura tradicional requiere potenciarse, tanto en
lo que se refiere a la producción por superficie como en cuanto a la
productividad del trabajo (Benzing, 2001).
Muchos consideran que el desarrollo de la agricultura ecológica en Perú,
como tal, se inicia con el trabajo de las diferentes ONGs, interesadas en
impulsar una “agricultura alternativa” como base para el desarrollo rural.
Desde mediados de la década de los 80 del pasado siglo, en varias de ellas
fue tomando cuerpo una “propuesta de agricultura orgánica”, lo que incluía
la promoción de la elaboración de compost, la disminución en el uso de
agroquímicos y las rotaciones de cultivos dentro de las parcelas o huertos
familiares. Partiendo del perfil de cada ONG, la propuesta fue
enriqueciéndose en cada caso, considerando la revaloración de los
conocimientos tradicionales, la apuesta por la preservación y
mejoramiento del medio ambiente, o la organización campesina.
En 1989 se unen el Instituto de Desarrollo y Medio Ambiente (IDMA), el
Centro de Asistencia Proyectos y Estudios Rurales (CAPER) de Huacho y
el Centro IDEAS para organizar el primer Encuentro Nacional de
Agricultura Ecológica “con el objetivo de articular las diferentes
manifestaciones de trabajo en agricultura con criterios ecológicos:
conservación de suelos, cultivos andinos tradicionales, uso de compost,
33
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

agroforestería y biohuertos”. A este primer encuentro asistieron 50


personas de 25 instituciones, centrándose en definir las bases conceptuales
y científicas de la agricultura ecológica, revisar algunas experiencias y
definir un plan de acción. Se formó así la Red de Agricultura Ecológica
(RAE), agrupando a ONGs e individuos, con una Coordinadora Nacional
(CONAE) y más adelante con Coordinadoras Regionales. En los años
siguientes se organizaron encuentros cada dos años (Cajamarca, Huanuco,
Abancay, Piura, Cuzco, Lima), afianzando la presencia y el rol de la RAE.
A partir de 1994 el Centro IDEAS, Diaconía, el CIED y la Coordinadora
Rural impulsaron la formación de Inka Cert S.A. (hoy Bio Latina), como
primera empresa certificadora nacional. Su presencia permitió disminuir
los costos de certificación, colaborando así para masificar este proceso. En
estos años se fortalece también la (RAAA), involucrando a ONGs de todo
el país. Preocupados por los riesgos que generan el uso de agroquímicos,
esta red impulsa especialmente, actividades en investigación y difusión del
manejo integrado de plagas y el manejo ecológico del suelo, y otros temas.
La RAE organizó el primer Encuentro Nacional de Productores Ecológicos
en 1995, con la presencia de 113 agricultores de todo el país, los que más
adelante aprobaron la conformación de la Asociación Nacional de
Productores Ecológicos del Perú (ANPE). El movimiento agro-ecológico
entró a una nueva etapa con la organización de los productores, proceso
que se vio fortalecido desde noviembre de 1998 con la creación de la
asociación Eco Lógica, conformada por agricultores y ONGs interesados
en fomentar la comercialización de los productos ecológicos. En el año
2001 se da inicio a otra nueva etapa, oficializándose un trabajo que se venía
dando ya por varios años. Con la aprobación y publicación de la
Resolución Suprema Num. 435–2001–PCM se creó la Comisión Nacional
de Productos Orgánicos (CONAPO), instancia pública dedicada a la
promoción de la agricultura ecológica y la elaboración de las normas
nacionales, dándosele a la agricultura ecológica “partida de nacimiento a
nivel de Estado”.

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

CAPITULO II: EJEMPLOS DE AGROECOLOGIA

35
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

2.1 PROYECTOS PERUANOS


Los actores involucrados; ONGs, Redes, Asociaciones, Cooperativas Agrarias,
Agencias de Cooperación La presencia de las ONGs está diseminada por todo el
Perú. La lista que se presenta en el Cuadro 1, es posible que no incluya alguna
otra que debería estar, ya que el universo de las mismas es muy grande. Cada una
de estas organizaciones trabaja en un ámbito específico, estableciendo una
relación estrecha con los pobladores del lugar. A la vez, cada una de ellas está
relacionada con las agencias de cooperación internacional, de las que reciben
apoyo económico. Pero hemos encontrado también muchas asociaciones locales.
Gran parte son resultado del trabajo de una ONG en la zona (o de un proyecto
específico); otras se han creado específicamente para poder acceder a la
certificación y para facilitar la comercialización de sus productos. Al igual que
con las ONGs, es casi imposible señalar cuántas son o cuántas. Otro tipo de
actores lo constituyen las asociaciones son las cooperativas agrarias (ver Cuadro
2). Este fue un modelo empresarial impulsado con la Reforma Agraria de 1969 y
ahora mayormente desaparecido. No obstante, es posible que pueda Cuadro 1.
Organizaciones no gubernamentales involucradas en la realización de proyectos
de agricultura ecológica en Perú.

36
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

Debe haber otras muchas que no estén registradas en los documentos que han sido
manejados; de todos modos, se trata de cooperativas todavía en funcionamiento
(tanto de usuarios, de servicios, o de producción), y dentro de ellas a un conjunto
de cooperativas interesadas en la producción ecológica. Estas se dedican
principalmente a la producción y comercialización de café, ubicándose en las
zonas de ceja de selva. Como puede verse en el Cuadro 4, son muchas las que
cuentan con certificado de producto ecológico. Entre las asociaciones y las
cooperativas (certificadas) hemos contabilizado un total de 9.990 agricultores.
Estos, como pequeños productores, representan la gran mayoría de los
“productores ecológicos” en el Perú.

37
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

En el Cuadro 3 se han agrupado las diferentes redes, nacionales e internacionales,


como conjuntos de organizaciones establecidas para un fin específico. Se
muestran aquellas que no solo están en actividad, sino que certifican su
producción ecológica. También pueden verse las principales “redes” que están
involucradas en algún proyecto de agricultura orgánica en este país. La gran
mayoría de los productores ecológicos es parte de una agrupación o asociación, la
mayor de las cuales es (ANPE). Esta asociación fue creada bajo el auspicio de la
RAE al analizar, en 1996, ya que los productores se encontraban dispersos y sin
capacidad de negociación frente a los mercados. Dentro de sus objetivos está
impulsar organizadamente la producción ecológica desde los propios productores.
La ANPE se inició con 12 bases regionales y se estima que sus afiliados pasan de
3.000. Un grupo aparte de actores lo constituyen empresas certificadoras que
operan con compañías extranjeras: BCS Öko-Garantie GmbH (Alemania), desde
sus oficinas en Riobamba, Ecuador; Organic Crop Improvement Association,
OCIA (USA), KRAV Kontroll AB (Suecia) y también la empresa “Eco Lógica”
de Costa Rica. Cada una certifica de acuerdo a sus normas y estándares.

38
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

Por último, podemos señalar al Estado peruano como otro de los actores ya que
presenta un conjunto de instituciones (públicas) involucradas con la agricultura
ecológica desde diferentes ópticas. Encabezando esta lista está CONAPO desde
2001, integrada por el Ministerio de Agricultura (que la preside), la Comisión para
la Promoción de las exportaciones (PROMPEX), la Secretaría Técnica del
Servicio Nacional de Sanidad Agraria (SENASA), el Instituto Nacional de
Defensa del Consumidor y Propiedad Intelectual (INDECOPI), el Instituto
Nacional de Recursos Naturales (INRENA), el Instituto Nacional de Investigación
Agraria (INIA), la Universidad Nacional Agraria de La Molina, la RAE y la
ANPE. Su existencia se debe a la ausencia de una regulación específica de carácter
nacional y a la necesidad de brindar asistencia a todos los actores de la cadena
productiva sobre las exigencias de un sistema de producción orgánica.
Recientemente ha presentado las normas generales para la producción,
transferencia, certificación y comercialización de la producción orgánica.

39
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

Por separado, PROMPEX ha asumido a la producción agrícola orgánica como una


de las líneas con las que trabaja, impulsando la participación de algunas empresas
en ferias internacionales, organizando eventos, o difundiendo la información que
disponen. Donde no hemos encontrado líneas concretas de acción es en el
Ministerio de Agricultura mismo, salvo una mención de su importancia dentro del
Portal Agrario en Internet (www.minag.gob.pe/minag/ecología), si bien
desarrollan algunos proyectos especiales con fondos del Tesoro Público, para
promoción y difusión de la agricultura ecológica. Cuadro 4. Cooperativas agrarias
de producción ecológica (certificadas) en Perú.

2.1.1 PROBLEMAS DE LOS PROYECTOS EN PERU


Se sistematizan a continuación las características de los principales proyectos al
comienzo de este siglo, desde diferentes aspectos que ayudan a deducir los
principales problemas que observamos en los mismos.

a) Aspectos normativo y político


 La política ambiental se ha enmarcado en un enfoque
proteccionista más que de incentivo de uso suficiente.
 Ausencia de un plan nacional de desarrollo para la agricultura
orgánica: ausencia de capacitación a los agentes de la cadena de
productores orgánicos; ausencia de modelos productivos
sostenibles entre productores; ausencia de un proceso de
instauración para lograr un clima de honestidad, confianza entre
40
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

los integrantes de la cadena productiva; ausencia de un programa


de promoción a la asistencia a eventos internacionales para la
investigación.
 El promotor por limitaciones económicas cede certificaciones a
comercializadores.
 La certificación es cara y las exigencias de los mercados de destino
a veces duplica los costos. VII Congreso SEAE Zaragoza 2006 Nº
29
 Muy escasa promoción de integración de instituciones nacionales
e internacionales tanto publicas y privadas, para construir alianzas
estratégicas que permitan ejecutar acciones conjuntas de manera
sinérgica y complementaria.
 Escasa promoción de convenios estatales con instituciones
vinculadas a la agricultura orgánica.
 Ausencia de un marco legal sobre caracterización, producción,
transformación, certificación y comercialización de productos
orgánicos.
 Ausencia de una propuesta de institucionalización del sistema
nacional de producción orgánica multisectorial, el cual debería
proponer políticas para coordinar, promover y articular el
desarrollo de la agricultura orgánica.
 Ausencia de la dimensión ambiental en políticas de desarrollo rural

b) Aspecto económico

 Demanda limitada o escasa por los alimentos orgánicos


 Carencia de una comercialización organizada.
 Producción reducida.
 Pérdida económica durante la transición de la agricultura
convencional a la orgánica.
 El mercado interno no paga precios diferenciados.
 El productor medio que practica una agricultura orgánica no esta
insertado en ese mercado y desconoce su normativa.
 Existe un gran desorden y caos en el mercado interno de los
productos con certificación ecológica
41
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

 Ausencia de consolidación de oferta de la producción orgánica


nacional.
 Ausencia de identificación de mercados de destino a nivel regional,
nacional e internacional.
 Ausencia de articulación de la oferta de la producción orgánica
nacional con los mercados de destino.
 Ausencia de una base de datos de productores orgánicos y de la
producción orgánica en transición.
 Ausencia de estudios de mercado.
 Existencia de una política que promueve inadecuadamente el
manejo de tierras. - Ausencia de un financiamiento (presupuesto)
por parte del Estado como fuente principal de fondos para la
agricultura sostenible.

c) Aspecto social (educativo, promoción, investigación, salud)

 Falta de comunicación y comprensión.


 Existen barreras de comportamiento y conocimiento sobre los
beneficios de la agricultura orgánica.
 Falta de información sobre la agricultura orgánica.
 Ausencia de una tecnología adecuada.
 Ausencia de una verdadera tarea educativa en materia ambiental
para avanzar en el proceso de concienciación para una agricultura
ecológica
 Ausencia de un programa de difusión sobre la agricultura
ecológica.
 Escasa aplicación de módulos de capacitación en agricultura
orgánica.
 Ausencia de un programa de motivación para la investigación
interdisciplinaria para desarrollar tecnologías agro ecológicas que
integren aspectos técnicosproductivos-económicos- sociales y
ambientales.
 Ausencia de difusión y promoción de desarrollo en la cadena
productiva de la agricultura orgánica.

42
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DEL PERÚ

 Ausencia en la promoción de investigación en agricultura


ecológica a nivel nacional en los aspectos económicos, sociales
técnico-productivos.
 Ausencia de un servicio permanente de capacitación en agricultura
orgánica a nivel nacional.
 Ausencia de ética en el productor, exportador y consumidor.
 Ausencia de un trabajo asociativo para las producciones a escala.
 Desconocimiento de las ventajas de la producción orgánica y de la
forma como obtener estos productos por parte del consumidor.
 Ausencia de organización por parte de los agricultores. Y ausencia
de programas por parte del estado para revertir esta situación.
Teniendo en cuenta todo lo señalado concretado especialmente
bajo el término de ausencias detectadas en los proyectos de
agricultura orgánica en Perú, pensamos que el principal problema
es la ausencia de un Programa Adecuado para el Desarrollo de la
Agroecología en el mismo. Pero también, muchas estrategias y
proyectos agrarios han fracasado en los últimos años en relación a
la temática que nos ocupa por no haber considerado a la familia
rural como el recurso más importante para promover y
protagonizar tanto el desarrollo agropecuario desde el punto de
vista de una gestión más ecológica de los principales recursos
naturales involucrados (suelo y agua), como para el desarrollo
humano de la sociedad rural. Se hace totalmente imprescindible la
capacitación de dicho sector social como factor implícito en el
desarrollo sostenible de la misma.

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2.2 PROYECTOS EN EL MUNDO


En Subachoque, Cundinamarca los campesinos decidieron organizarse para volver a
creer en el campo. Esta es la experiencia de la Red Agroecológica Campesina.

Cuando los líderes del municipio de Subachoque Cundinamarca se dieron cuenta que
el campesino no quería sembrar y había perdido la esperanza en el campo, crearon la
Red Agroecológica Campesina de Subachoque. Una experiencia que agrupa a 22
familias del municipio y que busca reivindicar la labor del agricultor. Adelmo Ardila,
director de la Red Agroecológica Campesina, nos habla sobre esta experiencia.

• El Campesino: ¿Por qué crearon la Red Agroecológica Campesina?

Adelmo Ardila: Nos dimos cuenta que el campesino no quería sembrar


porque se perdían las cosechas, los insumos eran costosos y a la hora de tener
el producto no representaba el esfuerzo realizado por el campesino en la
cosecha. Nos reunimos para buscar alternativas para sembrar de forma en que
el campesino pudiera tener un precio justo y se pudiera generar una esperanza
de vida.

• ¿Quiénes componen la Red?

A.A: Este es un proyecto que nació con cuatro familias, hoy ya contamos con
22 familias asociadas a la Red Agroecológica del municipio. Somos
productores orgánicos de miel, queso, yogur, quinua y demás productos
artesanales que se cultivan en la región. En total son alrededor de 65
productos, sumando los artesanales y los procesados.

• ¿Cómo comercializan sus productos?

A.A: Tenemos un enviado estratégico en Bogotá que se llama La Canasta


donde se ofrecen de manera online los productos con los principios de
comercio justo, dignidad solidaria y campesina.

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• ¿Cualquier familia campesina del municipio puede ser parte de la


asociación?

A.A: Claro que sí. La asociación está completamente abierta y realizamos


reuniones periódicas, donde nos capacitamos. Además contamos con un
punto de venta en el municipio de Subachoque, en el que se ofrecen los
productos cada fin de semana para promocionar el mercado interno de la
zona, de tal forma que se ofrezca a un precio justo tanto para el productor
como para el consumido

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CONCLUSIONES
El modelo dominante de agricultura intensiva ha creado una crisis agrícola
medioambiental que genera una problemática de compleja en la contaminación, erosión
de los suelos y residuos.
El concepto de agricultura sostenible surge como alternativa y se basa en una relación
profunda delos sistemas agrícola, medioambiental y social, por lo que la agroecología es
la disciplina científica que la respalda y apuesta por una organización social que proteja
la biodiversidad y garantice la salud del agroecosistema sin dependencia de insumos
agroquímicos y energéticos; haciendo uso de las buenas practicas con el fin de cuidar el
medio ambiente y la alimentación de las personas.
La agroecología exige al agricultor que se erija como arquitecto de su propia obra y al
técnico, que le acompañe en este proceso, el modelo agroecológico se debe traducir en la
certificación de agricultura ecológica.
El manejo de los agroecosistemas busca hacer más eficiente el uso de los recursos,
mediante el aumento de la biodiversidad espacial y temporal. La presencia de ciertos
niveles de vegetación espontánea podría por ejemplo, reducir la erosión, disminuir
el lixiviado de nutrientes y generar un aumento en la eficiencia de la captación de la
energía, con lo que aumentaría la acumulación de carbono en el sistema. Este es sólo uno
de los ejemplos donde un mayor conocimiento de los procesos que ocurren en un
agroecosistema puede ayudar a hacerlos más eficientes y conseguir mantener niveles altos
de productividad con mínimas pérdidas de eficiencia y bajo impacto ambiental. Y para
ello se requiere desarrollar una agricultura que sea económicamente viable, socialmente
aceptable, suficientemente productiva, que conserve la base de recursos naturales y
preserve la integridad del ambiente en el ámbito local, regional y global, para ello
entonces debemos construir y fomentar, en base a estas ideas, un nuevo concepto de
agricultura; una agricultura Sustentable y para lograr esto , tenemos que desarrollar de
manera inminente agroecosistemas sustentables; es decir unidades de producción de
alimentos, materias primas, servicios ambientales y otros satisfactores de origen agrícola
basados en el manejo agroecológico de una localidad o territorio que tiende al
mejoramiento social, económico y ambiental a corto, mediano y largo plazo para
beneficio de la sociedad rural y urbana, sin deteriorar la base de los recursos naturales.
La rotación de los cultivos favorece la biodiversidad de los agroecosistemas, como
también la fertilización, la incorporación de nutrientes, pero no reemplaza en su totalidad
los beneficios de una adecuada rotación de cultivos, imprescindible para una agricultura
sustentable.

No hay duda que la humanidad necesita un paradigma alternativo de desarrollo agrícola,


uno que fomente una agricultura biodiversa, resilente, sostenible y socialmente justa.
Asi mismo la agroecología maneja una estrategia múltiple que sostiene la idea de apoyo
y desarrollo de todas las áreas de participación, económico, social, ambiental, en el
equilibrio y buscando salvaguardar la salud y el futuro de un país.

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La agroecología abarca en el Perú desde la década de los 80, en el momento que el estado
quita todo el apoyo a los agricultores y esta es desamparada, donde las ONG son las única
con fuentes externas que emprenden un apoyo para el desarrollo, logrando así establecerse
organización conjunta de familias agrícola que desde el punto de vista ecológico ofrecen
mejor calidad y naturalidad de sus productos, desde ese entonces se han ido dando
numerosas conferencias acerca de la ecología agrícola, y así también se han ido creado
ONG, organizaciones, Instituciones certificadas en temas ambiental, que ha hecho que se
mejore el sector agrario, pese al esfuerzo de mejoramiento y las incansables
organizaciones que muestra su preocupación, tienen problemas en su desarrollo continuo,
trabas que no dejan que se expanda en todo el país tal como problemas políticas, ya que
todo es visto bajo la política y la negativa en el apoyo, la formulación de regulaciones y
normas que coadyuve es un problema grave, así también en los social falta de
comunicación e interés en la población, de la misma manera en lo económico, con la
limitación en el ingreso al mercado mayorista más aun de estos nuevos productos
ecológicos y saludables.

Lo que más se tiene en cuenta en final de todo este camino es que la agroecología es el
futuro de un país, que está inmersa a grandes situación de peligro fututo como los cambios
climáticos radicales, que si no es tomada la debida importancia por del estado y los
actantes agrícolas, la alimentación futuro será una guerra.

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ANÁLISIS CRÍTICO

En la agroecología se utilizan diferentes mecanismos para acomodar los cultivos a las


variables del medio ambiente natural y para protegerlos de la depredación; estos
mecanismos utilizan insumos renovables, en si los más capacitados en ejercer una
agroecología adecuada son los agricultores familiares puesto que ellos aplicando un
conjunto de buenas prácticas minimizan el impacto ambiental, ayudando así a la
viabilidad económica de las zonas rurales. La agroecología es una buena alternativa para
el desarrollo sostenible de la agricultura, ya que busca proteger a las generaciones dando
productos saludables y de calidad.

El agroecosistema es el proceso mediante el cual , el ser humano altera la tierra para la


obtención de productos agropecuarios, pero un mal uso de los ecosistemas afecta
irremediablemente al hábitat donde nos encontramos, es por ello que se deberá manejar
una agricultura sostenible que se refiere generalmente a un modo de agricultura que
intenta proporcionar rendimiento sostenido a largo plazo, mediante el uso de tecnologías
de manera de mejorar la eficiencia de los ecosistemas , el mantenimiento de la capacidad
productiva del agroecosistema, la preservación de la biodiversidad y la capacidad del
agroecosistema para auto mantenerse y auto regularse. Para ello debemos enfocarnos en
objetivos sociales, económicos y ambientales como; la producción estable y eficiente de
recursos productivos, la seguridad y autosuficiencia alimentaria, el uso de prácticas
agroecológicas o tradicionales , la preservación de la cultura local y de la pequeña
propiedad, la asistencia a los más pobres a través de un proceso de ayuda y autogestión,
un alto nivel de participación de la comunidad en decidir la dirección de su propio
desarrollo agrícola, y la conservación y regeneración de los recursos naturales.

Es claro que no será posible lograr de manera rápida todos estos objetivos en todos los
proyectos de desarrollo rural, ya que no es fácil obtener al mismo tiempo una alta
producción, estabilidad y equidad. Además los agroecosistemas locales pueden ser
afectados por cambios en los mercados nacionales e internacionales. A su vez cambios
climáticos globales pueden afectar agroecosistemas locales a través de sequías,
inundaciones, lluvias intensas, granizadas y huaycos. Además, los problemas productivos
de cada agroecosistema son altamente específicos del sitio y requieren de soluciones
específicas. El desafío es mantener una flexibilidad suficiente que permita una adaptación
a los cambios ambientales y socioeconómicos impuestos desde afuera.

Los elementos básicos de un agroecosistema sustentable son la conservación de los


recursos renovables, la adaptación del cultivo al medio ambiente y el mantenimiento de
niveles moderados, pero sustentables, de productividad. Y para lograr todo esto se deberá;
conservar el suelo y el agua, mediante el uso de prácticas de cultivos; la utilización de
materia orgánica mediante el uso constante de abono orgánico y compost; el uso de
rotaciones de cultivos, sistemas de mezclas cultivos y ganado; y el control y manejo de
los enemigos naturales, como plagas, enfermedades, entre otros.

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La estrategia múltiple de la agroecología es sin duda también una medida optima que en
teoría respalda la idea de que la agroecología es la mejor opción en nuestros tiempo, con
su enfoque en distintos aspectos como la economía, buscando un desarrollo de la
economía natural; social, mejoramiento de las familias agrícolas, y; ambiental, buscando
un equilibrio sin intervención de los aspectos externos, esta estrategia ha buscado siempre
un equilibrio entre sus componentes y para cada uno de ellos, así también como
sostenibilidad y su productividad. Todo esto hace que la agroecología tome mayor
relevancia en los agricultores convencional del mundo y sobre todo del país, ya que como
señalan los grandes representantes de la salud , esto respaldara el futuro de la
alimentación, es decir la agricultura convencional en el futuro se verá enfrentada a
grandes retos relacionados al cambios climáticos extremos, siendo la mejor salida para
mitigar todos su efectos la adopción de la agroecología en mayor medida, que a la vez
esta debe prepararse para enfrentar retos como sostenibilidad y productividad, pues será
la única fuente de alimento para esta creciente población.
Si se enfoca la agroecología en el Perú esta es más complicada puesto que su implantación
depende del estado, que durante muchos años ha mostrado un desinterés por mejorar, a
través de los años la agricultura ha sufrido una grave caída por diferentes factores que
inclinaron más aun su caída, siendo olvidado más aun por el estado con el mercado libre
y la liquidación del banco agrario, llegando a el punto de que para el 2006 la agricultura
solo representaba el 7% del PBI.

Fue ahí que el enemigo de la agroecología tomo importancia, la importación de químicos


se acrecentó en mayor dimensión, aunque el Perú contraataca a esta debilidad con su
biodiversidad.

Fueron solo las ONG quienes ayudaron con fondos externos a que a la agricultura tomara
nuevamente relevancia en el país, más aun implantando un agricultura ecología, logrando
cada año más creación de mayores instituciones y mayor ayuda, logrando certificaciones
y fomento para otras instituciones de agricultura, Aunque muchos proyectos fueron
avanzando en pro de la salud, el cuidado del medio ambiente, etc., llegaron muchos
problemas que trabaron nuevamente el desarrollo agrario ecológico.

Esto actualmente significa un retraso al país, que si no se toma medidas prontas el país
enfrentara crisis posteriores, así como todo el mundo.

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BIBLIOGRAFÍA

 http://www.tenemosunplan.org/documentos/ComoDiferenciarseProduccionAgri
cola_AgroecologiaModeloRacionalSostenible_JAEU_CompiteEnAgrario.pdf

 http://agroec.blogspot.pe/2010/11/importancia-de-la-agroecologia.html

 file:///C:/Users/USESR/Downloads/Cuaderno_tecnico_agroecologia_pag-
prot.pdf

 https://www.ecologiaverde.com/que-es-la-agroecologia-y-su-importancia-
452.html

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