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Escribir es como rodar montaña abajo
Charles Bukowski
La realidad es mágica
y la vida así es. Feliz realidad.
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Hilario acababa de cumplir veintisiete años. A duras penas logró terminar la
carrera de Ingeniería en Electrónica, aunque aun le faltaba el examen
profesional. La verdad es que le temía a ese trance. El estudio nunca fue
su fuerte. Lo peor es que sentía que el tiempo cada vez corría con mayor
prisa. Sin duda esa percepción era producto de su soledad.
Tal vez Verónica dijo sí sólo por compromiso. Sin duda la muchacha tenía
novio. Cómo una mujer atractiva iba a estar sola y mucho menos
esperando que el primero que se le cruzara la invitara a tomar un café al
Sanborn´s de los Azulejos. Como si una invitación así fuera la gran cosa.
Las mujeres por instinto saben que quien las invita a salir está interesado
en ellas. Acuden a las citas por curiosidad, aburrimiento, por levantarse el
ego y hasta por miedo. Existen ciertos temores que las atraen. Difícilmente
van convencidas de acceder a una declaración de amor. Si Hilario por lo
menos hubiera tenido el dinero suficiente para invitarla a un sitio de moda.
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Él ya estaba esperando lugar. Por fin se desocuparon varias mesas. La
gerente del lugar gritó el nombre de Hilario y después lo condujo hasta la
mesa. Por fin podría sentarse. De inmediato llegó la mesera con su traje
extraño y le preguntó si esperaba a alguien o estaría solo. Le apenó decir
que esperaba a alguien. Si ella no llegaba la mesera lo notaría y el ridículo
sería peor.
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Llámame y nos ponemos de acuerdo. Verás que no te arrepientes”. Lo
firmaba Déborah.
Lo mejor era ver a Verónica. Tal vez lo más atractivo de la muchacha era
su aire desfachatado y la agilidad de su cuerpo. La noche anterior no pudo
admirarla en toda su magnitud, pues ella vestía con traje sastre. Ahora
usaba unos ajustados jeans y saco corto de piel negra, tipo vaquero y
abajo sólo un top, también negro que dejaba que se le marcaran unos
bellos pezones.
Hilario mentía. Nunca había tenido auto y lo más probable es que nunca lo
tuviera. Ese era uno de sus mayores problemas a la hora de invitar a salir a
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una chica. ¿Para qué pensar en problemas menores, Verónica lucía
hermosa? La agitación le daba un atractivo tono rosado a sus mejillas y en
su sonrisa se mezclaba el gusto con el rubor. Era un verdadero encanto,
además, una mujer rebosante de sensualidad.
- No he visto nada.
- Yo acabo de llegar…
- Que lástima. Sin duda lo tiré sin darme cuenta. Muchas gracias, sean
dichosos y feliz Navidad.
Verónica con la mirada lo siguió unos instantes. Hilario sintió unos celos
terribles. Una mujer que estaba con él, no podía voltear a ver a nadie.
- ¿Te gustó?
- Podría ser mi padre, pero eso no evita que sea un hombre muy atractivo.
- Si quieres alcánzalo.
- No me salgas con un numerito de celos, Hilario. Somos amigos. Nos
acabamos de conocer. Quizá no seas un hombre maduro, pero podrías
fingir que lo eres. En la primera cita los hombres siempre fingen muchas
cosas. Finge madurez, anda.
- Cuanto conocimiento de la naturaleza masculina...
- No soy una mujer de mundo, pero tampoco una boba. Quiero una paloma.
- ¿Qué es eso?
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- Tequila, hielo, refresco de toronja, sal y limón.
Volvió a sonar el aparato. Era otro mensaje. Hilario con toda naturalidad lo
sacó de su bolsa y lo leyó: “Estoy en casa. Llámame. Tal vez podamos
vernos hoy mismo. Puedo desvelarme un poco”.
Hilario se fue hasta el mural de Siqueiros que está en las escaleras que
conducen al segundo piso. Marcó el número temblando. ¿Qué le diría a
Déborah? Quizá fuera suficiente con escuchar su voz y de inmediato
colgar. Claro, eso era lo más adecuado. Tal vez hasta se trataba de una
broma.
- Hola…
- Soy el fotógrafo al que le acabas…
- ¡Alfonso Mateos!
La sorpresa era buen síntoma. Además ya sabía que su nuevo nombre era,
Alfonso Mateos.
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- Te invito una copa.
- Pero…
- Nos conocemos, charlamos un momento...
- Tal vez otro día…
- Yo mañana salgo de viaje y regreso en un mes. Ven. No te vas a
arrepentir. ¿Tienes con qué apuntar la dirección? ¿Conoces Polanco? Vivo
en la calle de Newton, casi esquina con Galileo. Es un edificio blanco. En el
número 123. Yo estoy en el pent-house. ¿En cuánto tiempo llegas?
- Una hora...
- ¿Por qué tanto?
- Estoy en una cita de trabajo... en un restaurante de San Ángel. Tengo que
atravesar la ciudad y hay mucho tráfico.
- Vaya hombre ocupado. Yo te espero. Tienes que autografiarme tu libro.
Hilario terminó la llamada siendo otro. Durante sus veintisiete años de vida
jamás había sentido tanta seguridad. Ni siquiera cuando anotó aquel
glorioso touchdown en la final frente a los Pumas de la Universidad y lo
sacaron en hombros del estadio.
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- No quiero molestarte.
- No es molestia.
- Es que...
- Yo vivo en la Anzures. No me queda lejos. Aprovechas y me platicas algo
de ti.
Llegaron al auto. Antes la abrazó. Entre ellos circulaba gran energía. Como
si sus cuerpos estuvieran moldeados el uno para el otro. Aunque trataron
de ocultarlo, ambos sintieron gran excitación.
- Odio a los hombres miedosos. ¿Sabías que por eso no tengo novio?
Todos me tienen miedo. Es increíble. Es por eso que a veces prefiero
mostrarme tímida y conservadora.
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cuestión de que se lo insinuara, ni siquiera tendría que pedirlo, pero él
sabía que algo mucho más intenso le esperaba en Polanco.
A pesar de todo, la muchacha iba feliz. Hilario era un dios. Cada segundo
emanaba más seguridad. Sentía como cada una de sus palabras llegaba
hasta lo más profundo de la mente de Verónica. Su ritmo y entonaciones
resultaban exactos. Cada palabra adquiría profundidad magnética, mágica.
Ningún placer supera al de la conquista. Él se sabía conquistador y ella
conquistada. Ambos estaban fascinados con su fantasía.
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- No seas tonta, me encantas.
- No basta con eso. Quiero que me ames.
- ¿Quién dice que no será así?
- ¿Qué hiciste para producirme esto? Hace unas horas ni te conocía y
ahora estoy loca por ti. Quiero que mañana vengas a la casa. Quiero que te
conozcan mis padres. No es que sea puritana, pero me ilusiona que sepan
que ya tengo novio. Además, es Noche Buena, una fecha simbólica. Ellos
creen que por ser tan exigente me voy a quedar a vestir santos. Sin duda
he sido muy exigente, quizá hasta pedante, pero a ti sólo te pido que me
ames. ¡Hilario, estoy mojada! Tócame un poquito para que lo sientas. Así
mi amor. Te amo...
- Tranquila. Vámonos. Déjame en tu casa. Yo de ahí tomo un taxi.
- Me encanta. Olemos a sexo. Se te va a hacer tarde. Vámonos. Ya me
empezó a dar miedo. Pienso que si seguimos no te voy a dejar ir.
- Vamos. Prefiero dejarte en tu casa.
- Como tú digas, mi amor. La verdad es que estoy muy nerviosa. No sé si
pueda manejar. Por favor toma el volante.
El auto tomó por la calle de Newton, por fin llegó a Galileo… el taxista a la
fuerza quería charlar sobre la carestía. Hilario le contestaba sin pensar.
Cuando se accede al mundo fantástico, lo común resulta insulso y hasta
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torpe. A Hilario lo que le interesaba era encontrar el número del edificio de
la modelo.
La sorpresa fue mayúscula. Nunca supuso que la vida pudiera ofrecer ese
tipo de placeres. Déborah era una mujer de belleza subyugante. Una mujer
como jamás había visto o siquiera imaginado. Era un imán poderoso que
sabe manejar su energía. Ojos negros, piel de tono canela y un finísimo
caftán oriental que la rodeaba con aire exótico y a la vez elegante.
Hilario nunca la imaginó así. Suponía que era una rubia frívola, aunque
muy sexy. Existen equivocaciones afortunadas. Déborah resultaba una
mujer de gran profundidad, cargada de sensualidad felina.
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- Dime que algún día me vas a tomar unas fotos. Sé que eres el mejor
fotógrafo de México. Jamás he hecho desnudo y sé que a ti te encanta
desnudar a tus modelos. Si me propones un bello concepto, accedo.
¿Quieres una copa?
- Whisky. Dos hielos y agua mineral.
- No te imaginé así. Me dijeron que eres un hombre muy elegante. No
supuse que fueras un hombre de pantalones vaqueros, saco de pana y
zapatos de gamuza.
- A veces disfruto la informalidad.
- Me gusta que un hombre sea él. Como quiera ser, pero que no sea
artificial. Tú por todos lados destilas seguridad. Es raro. Los hombres
sensibles muchas veces son inseguros.
- ¿Cómo sabes que soy un hombre sensible?
- Por tu trabajo. Sólo un fotógrafo de sensibilidad exquisita puede realizar
esos encuadres y lograr esas proyecciones y tonos de luz. Soy modelo
profesional. Sé que mucho de lo que proyectas en una foto, es lo que a ti te
proyecta el fotógrafo. Algo que me gusta de tu trabajo es que ninguna de
tus modelos muestra vulgaridad. Todas son elegantes, imponentes,
desafiantes. Sobre todo eso: desafiantes. Eso sin duda tú se los transmites.
¿Me equivoco?
- Contesta.
- Nunca cuando estoy ocupado.
- ¿Alguna admiradora?
- Un amigo que quiere que comamos mañana.
- Que pena que no traigas tu cámara.
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- No me digas que quieres ser fotografiada ahora.
- ¿Por qué no? No creo que hayas dejado en casa tu talento. Según el
prólogo de tu libro, tu secreto es atrapar el momento cuando se presenta.
¿Es mentira? El mío es la espontaneidad. Juntando nuestros secretos
podríamos lograr una concepción interesante.
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- No te voy a permitir que me hagas el amor.
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- No lo recuerdo.
- Yo sí.
Me entrego a la vida
a través de la dulce linfa
de tu cuerpo
y el aullido del alma.
Hilario le hizo el amor con una intensidad que no era de él. Parecía que
una fuerza ajena obrara a través de su cuerpo. La entrega duró horas. Al
parecer cuando el clímax se acercaba una paz espiritual llegaba hasta él,
prolongando el momento interminablemente. Cada acercamiento al
momento del orgasmo les producía una sensación diferente, como si la
pasión quisiera mostrarles todas sus gamas y matices. Al llegar el
amanecer el acto se consumó. Se quedaron dormidos. Ella recostada
sobre su pecho. A las ocho de la mañana sonó el despertador.
- Tengo que irme, Hilario. Mi vuelo sale a las once. Quédate. Está es tu
casa. Yo regreso en un mes. Si quieres puedes venir a vivir aquí o llevarme
donde tú quieras. Las llaves las voy a dejar sobre la mesa del comedor. Yo
me llevo otro juego. Regreso el día diez. Me hubiera encantado pasar la
noche de Navidad contigo, pero tal vez el destino quiera separarnos unos
días. Serán muy buenos. Tendrás tiempo de pensar. Yo sé que tú eres el
hombre que siempre he amado, yo sé que también soy la mujer que ha
vivido en tus sueños.
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Déborah se vistió apresuradamente y se fue. Hilario estaba raptado por la
emoción. En unas cuantas horas su vida giró de manera diametral. Se
levantó. Caminó desnudo por el apartamento. Era un sitio mágico, lleno de
elegancia y vibración. Por todos lados pendían cuadros pintados por aquel
amor de Déborah. Por ese hombre que la noche anterior sin duda rondó
sus cuerpos y ahora ya podría descansar tranquilo.
Hablaron por más de una hora. De pronto el miedo fue invadiendo a Hilario.
Cuando concluyo la llamada estaba temblando. Sabía que estaba
transgrediendo las leyes naturales de la vida. Fue por el celular y revisó los
recados. Sólo permanecía el del dueño del teléfono. Tenía miedo, mucho
miedo. Pero algo le dijo que debía regresar el aparato. Que la magia ya
estaba dada. Por fin marcó el número del dueño.
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Fue hasta el refrigerador y tomó un yogurt y una manzana. Decidió dormir
un rato más. La noche había sido muy tórrida y quizá le esperaba una
similar con Verónica.
Tal y como acordó, al llegar la tarde fue hasta la dirección del dueño del
celular. La casa estaba muy cerca del sanborn’s. Era una casona antigua
con un enorme portón de madera apolillada. Parecía abandonada. Hilario
estuvo tocando más de diez minutos hasta que una vecina le dijo que ahí
nadie vivía desde diez años atrás.
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- No se meta con los espíritus. Sus leyes son otras.
- ¡Hola..!
- ¿Qué haces aquí, Verónica?
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Hilario no sabía qué responder. Entendía que en ese momento mentir
resultaba una tontería. No había manera de ocultar la verdad. Aun así, lo
intentó.
Las palabras de Verónica eran reales. Efectivamente era una mujer común,
no la mujer sensual que el día anterior había seducido Hilario.
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tipo de problemas. Sé que yo fui la única amiga de Déborah, la única que
podía ayudarla a salvarse y hui como una cobarde.
- ¿Cómo podrías ayudarla?
- Ella quería que yo me comunicara con el pintor. Que hablara con él a
través de la mente. No me atreví. Soy una miedosa. Mi carácter es otro, mi
vida es otra.
- ¿Y por qué no hablaba ella?
- Los locos pierden la comunicación con el aquí y con el más allá. Yo no
nací para los misterios. Yo soy una muchacha común que desea encontrar
a un hombre que la quiera y respete, no más. La semana pasada me llamó
Déborah llorando. No resistí su dolor y vine a visitarla. Me propuso un trato.
Si yo la ayudaba a comunicarse con su amante, me entregaría la fuerza de
su sensualidad. Acepté el trato. Tres noches invocamos al pintor juntas.
Por fin llegó. Se perdonaron.
- Estás excitadísima.
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- Yo no ansiaba vivir con el deseo a flor de piel, ¡te lo juro, Hilario! Yo no
sabía que el deseo profundo aunado con el dolor, es el secreto de la
sensualidad. Yo era feliz siendo una más, una mujer común y corriente.
Estaba convencida que basándome en la ternura y los buenos tratos,
podría encontrar al hombre de mis sueños. Estoy por terminar mi carrera.
Voy a ser una profesional. Una mujer capaz de pensar y decidir. Mi sueño
es vivir en paz, formar una familia, disfrutar de la charla y del calor del
hogar. De vez en cuando organizar una cena o un paseo y vivir algo bonito,
no importa que no sea excepcional. A Déborah no le importó nada de esto.
Lo mismo que te acabo de decir se lo dije a ella. A mí no me interesa la
locura de amor. Ahora me doy cuenta que cuando se desatan mis pasiones
no tengo ningún dominio sobre ellas. Te deseo con la intensidad más
profunda, a la vez me dueles. Cuando la emoción se apodera de mí, de mi
cuerpo emana toda la potencia de su energía para atraerte. Es por eso que
tú también estás excitado. No necesitas decírmelo. Lo veo y lo siento,
también lo sé.
Era real lo que la chica decía. Cuando la escuchaba, Hilario se daba cuenta
de su erección incontrolable.
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pronto ella reaccionó asustada. Al parecer algo importantísimo había
olvidado.
- Hilario, sal de mí. Hoy es Noche Buena. Son las siete de la noche. Si no
detenemos el embrujo, tú a la media noche terminarás suicidándote.
- ¿Qué?
Abrió la cajuela de su auto y sacó una varilla para forzar la puerta. Frente a
ellos pasó una procesión de niños que cantando villancicos y jugando con
sus velas pedían posada con los ojos sonrientes.
- Esto es una locura, Verónica. ¿Qué tiene que ver esto con la vida de paz
y tranquilidad que me propones?
- La paz es tan poderosa como la magia y cuesta lo mismo.
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Un niño de la procesión fue hasta ellos y asustado les advirtió mientras los
alumbraba con su velita.
Lo más difícil de ver era el techo. Era un frontispicio que por sí sólo ofrecía
un espectáculo alucinante con su nutrida población de gárgolas y
canalones con figuras de la mitología demoníaca.
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- Vamos a ayudarles a encontrar la paz. Necesitan hacer el amor a través
de nosotros. Acuérdate que se amaron con la misma profundidad del
cosmos.
- ¿Estás loca? Después del problema en que nos metieron, ¿vamos a
agradecerles? ¡Vámonos, Verónica!
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- Gracias amigos por venir. Gracias amigos por venir. Gracias amigos por
venir. Gracias amigos por venir. Aún emito luz. ¿La alcanzan a ver?
Díganme que sí. Gracias amigos por venir. Gracias amigos por venir…
- La vemos, Déborah...
- Quiere decir que aún hay esperanza. El espíritu de Alfonso ya no puede
emanar luz. Está a punto de desaparecer en el limbo. Ahí donde se pierden
aquellos que no se atreven a realizar su amor, aquellos que lo confunden
con el egoísmo o la posesión. ¿Verdad que ustedes nos ayudarán?
- Sí te ayudaremos, Déborah.
- Cuenta con nosotros.
Fue al ver el espectro de Déborah que Hilario pudo superar la barrera del
miedo. Ahora ya estaba en la dimensión donde la fe todo lo puede.
- ¡Te ayudaremos!
- ¡Te ayudaremos, Débora!
- Si es así, mi cuerpo podrá vivir tranquilo en una isla de pescadores. Me
he soñado vendiendo artesanías. Los sueños de paz, son tan intensos
como los de amor. En el fondo siempre se encuentran. Son los extremos
que se unen. En esa isla encontraré la paz del amor. Él irá a un lugar
donde van aquellos que miraron la luz. Él supo ver la luz. Su ego lo
enloqueció. Odiaba que le dijeran Pinta Monos. Por fin encontrará la luz
que alguna vez perdió.
- Tranquilízate, Déborah. Hilario y yo los ayudaremos.
- Diez años mantuve vivo el espíritu de Alfonso. Lo hice a costa de la
energía de mi corazón. Es decir, a costa de mi alma. No quería dejarlo en
el limbo. Ya no puedo más. También lo mantuve vivo gracias a la memoria,
pero esa pronto enloquece. No aguanta tanto dolor. La memoria es uno de
los manantiales de energía, pero se agota y comienza a producir fluidos
dolorosos. Cascarones astrales que contaminan el aura. ¿Escuchan esa
melodía? “Es noche de paz”.
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Efectivamente se escuchaba a lo lejos el canto de un niño. Tal vez era el
niño que un momento antes habían visto en la puerta y les advertía de la
presencia de espíritus raros. Déborah en un esfuerzo inaudito, continuaba
hablando.
- Fue hace diez años en una noche como esta. Fue aquella Navidad en que
Alfonso decidió cortar su existencia. Déjenme les cuento, para que nos
entiendan. En aquella Navidad, él todo el día estuvo raro. No quiso
tocarme. Se sentía indigno de mí. Era tal su desesperación que empezó a
llamar a las galerías para ver si alguna se interesaba en comprarle un
cuadro. Nadie le contestó. En estas fechas las galerías cierran. Alfonso
tomó el último de sus lienzos en blanco. Ese donde iba a pintarme desnuda
en el amanecer de la Navidad, surgiendo del mar. La figura de un Cristo de
luz naciendo de las aguas, sería el fondo de la obra. Según Alfonso, los
grandes maestros de la humanidad se comunican con nosotros a través del
mar. Ese océano líquido paralelo al que habita en nuestra cabeza y
llamamos inconsciente.
- Tranquilízate, Déborah. No gastes tu energía.
- Aún conservo la suficiente. Una mujer que no esté plenamente
convencida que en su interior existe la suficiente energía, es mujer muerta.
- Les vamos a ayudar.
- Al llegar la noche y ver que no conseguía dinero, Alfonso enloquecido
tomó unos pinceles y de un trazo pintó un Santa Claus y unos renos. Me
dijo: esta es la única fantasía que la gente entiende. Enfurecido se fue a la
calle con la idea de vender el cuadro. Dos horas después regresó llorando
con una bolsa de pan, salami y una botella de sidra. Yo quise abrazarlo y
decirle: ¡no me importa! ¡Te amo más que al mito que has formado a tu
alrededor! En tus ojos veo los de Mozart y los de Beethoven. Veo a Vang
Gogh y a Oscar Wilde, veo a todos aquellos que vivieron más allá de la
renuncia… Todo eso quise decirle, pero la realidad es que le dije que era
un miserable. Nadie pregunte por qué, pues durante diez años me he
preguntado lo mismo y no encuentro ni encontraré la respuesta.
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La luz de Déborah comenzó a extinguirse. Al parecer era la última.
Verónica apretó la mano de Hilario. Comenzó a excitarse y de manera
mágica la luz de Déborah adquirió intensidad.
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culpa, no amor. Él no regresó por amor, regresó por egoísmo, por el
desquite. Yo lo había ofendido. Esa noche su fantasma bajó hasta mí.
Lentamente subió a través de las heridas de mis píes. Me hizo el amor y
me dijo que a través de mi energía genital podría mantener su energía en
este mundo. Al hacerme el amor, se llevó mi alma. Ahora me la devolverá.
Él durante diez años vivió insertado en mi mente y mis órganos genitales.
He aceptado que lo amo y es por eso que lo he enseñado a perdonar. Nos
hemos perdonado. Esta noche es la culminación del perdón. Es la noche
de Cristo y la noche de quien desee perdonar. ¡Eso es la Navidad!
- Para que nadie supiera mi secreto, me convertí en una mujer que vivió
sólo para cultivar su belleza física. Fue una estupenda forma de olvidarme
de mí, de no saber de mi alma. Ahora estoy feliz, pues el amor es el
ingrediente único de la felicidad. El perdón es el ingrediente del amor y la
paz el ingrediente de los sueños. Hoy cumpliré un sueño. Alfonso también.
Que bueno es poder decir: hoy cumpliré un sueño. Ojalá algún día todos lo
puedan sin temer lo que diga la realidad y su cuadratura.
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amanecer de la Navidad. El cuerpo de él se transformó en cenizas y el de
ella en el de una paloma que voló por entre las olas.
- Perdón, Hilario. Tuve que estacionar mi auto un poco lejos... sabes, una
casa abandonada se está quemando.
- No es necesario que me expliques. Sé donde estuvimos, Verónica.
- No te entiendo.
- Sé que el amor es tiempo y espacio, exactitud, sincronía. Una cadena que
corre a través de todos los seres humanos. Esta noche el eslabón es
nuestro.
- ¿Cómo lo sabes?
- Mientras estuve esperándote, mi mente viajó.
- Eres un loco. Toma. Este cuadro es tu regalo de Navidad. Con cuidado,
aún está fresco. Un pintor desesperado me lo vendió. Es una pintura rara.
El artista me dijo: “Necesito dinero. Cómpramelo, a quien se lo des, le
entregarás la Eternidad. Cómpremelo, necesito el dinero urgentemente,
esta noche viajo hacia la luz, me acompaña la libertad. ¡Cómpramelo! Si
alguna vez vas a una isla, ahí encontrarás a la modelo del cuadro. Te dirá:
soy feliz y lo dirá con el corazón”.
Cuando traté de pagarle, se echó a correr. Desde lejos me gritó: “con ese
dinero regálale una flor a la mujer de la isla”. ¿Te gusta el cuadro, Hilario?
Es una mujer desnuda caminando en la playa. Al fondo surge una figura.
Parece que los colores están vivos. El pintor me dijo que esa figura del
fondo es la pasión. ¡Feliz Navidad!
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