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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente:
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

Bogotá, D. C., trece (13) de octubre de dos mil nueve (2009).

REF.: 11001-3103-028-2004-00605-01

Procede la Corte a decidir el recurso de casación


interpuesto por el BANCO DEL ESTADO EN LIQUIDACIÓN
contra la sentencia proferida el 12 de junio de 2008 por la Sala
Civil del Tribunal Superior de Bogotá, dentro del proceso ordinario
que instauró el recurrente frente a BAYARDO TÉLLEZ BERNAL y
GLORIA INÉS ÁNGEL GIRALDO.

I. ANTECEDENTES

1.- Ante el Juzgado Veintiocho Civil del Circuito de


Bogotá pretendió el actor la declaración de que los demandados se
enriquecieron sin justa causa y que el banco se empobreció
correlativamente, por la falta de satisfacción de la obligación
incorporada en el pagaré 401-042-82-3, como consecuencia de lo
cual suplicó que se les condenara a la entrega de sesenta millones
de pesos ($60.000.000.00) más los intereses moratorios a la tasa
máxima legal comercial, desde el 25 de septiembre de 1998 y hasta
la cancelación total, junto con las costas procesales.
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2.- A modo de fundamento fáctico adujo, en síntesis,
que el 15 de septiembre de 1997 los convocados suscribieron un
pagaré a favor del Banco Uconal por la suma señalada y se
comprometieron a solventarla en un plazo de doce meses,
mediante cuatro cuotas trimestrales y sucesivas a partir del 15 de
diciembre de 1997, la última de las cuales venció el 15 de
diciembre de 1998. Endosado el título valor al Banco del Estado
S. A., Banestado, y como los deudores no saldaron el capital, sino
únicamente los intereses hasta el 25 de septiembre de 1998, el
nuevo tenedor dio inicio al proceso ejecutivo que correspondió al
Juzgado Veintiséis Civil del Circuito de Bogotá, cuya sentencia,
proferida el 29 de agosto de 2003, luego de acoger la excepción
de prescripción de la acción cambiaria, fue confirmada por el
Tribunal Superior de Bogotá mediante providencia de 25 de
febrero de 2004. De esa suerte los demandados incrementaron
sin justa causa su patrimonio porque usufructuaron el crédito y no
devolvieron su importe, al paso que el del banco se desmejoró ya
que no recibió ninguna contraprestación por la entrega de la
cantidad dineraria indicada.

3.- Notificados Bayardo Téllez Bernal y Gloria Inés


Ángel Giraldo, contestaron oponiéndose a las pretensiones;
alegaron la prescripción, que estimaron cumplida el 15 de
diciembre de 2002, con fundamento en que ese día concluyó el
año al que se refiere el artículo 882 del Código de Comercio, el
cual había comenzado a correr el 15 de diciembre de 2001,
cuando se completaron los tres establecidos por el 789, ídem,
para la terminación del lapso en que se puede ejercer la acción
cambiaria.

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4.- Puso fin a la instancia inicial la providencia
expedida el 6 de octubre de 2006, en la que el a-quo denegó las
súplicas del libelo promotor, luego de sostener que al actor le faltó
acreditar el aumento en el patrimonio de los demandados y el
deterioro del suyo, pues allegó únicamente, como medios de
convicción para ese efecto, el instrumento y las sentencias de
primer y de segundo grado emitidas en el proceso de satisfacción
forzada, piezas que pueden demostrar, de manera exclusiva, la
existencia de un negocio causal, el otorgamiento de un título valor
y la extinción de la obligación, pero nunca los dos aspectos
esenciales antes denunciados. Apelada ésta, fue modificada por
el ad-quem.

II. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Luego de explicar los tres requisitos básicos de la


pretensión formulada, vale decir, que el acreedor dejara caducar o
prescribir el título valor y la acción cambiaria, que como
consecuencia se hubiera enriquecido el deudor a costa del
empobrecimiento correlativo del acreedor y que éste careciera de
otra acción o recurso, sostuvo cómo resultaba ineludible, además,
que no aconteciera la prescripción, fenómeno que vendría a
ocurrir al término de un año.

Aseguró que en el caso actual, con cimiento en las


copias del expediente ejecutivo, se hallaba acreditada la indicada
extinción del mecanismo establecido en el artículo 882 del Código
de Comercio, porque como el título era pagadero en cuatro
cuotas, la última de las cuales venció el 15 de diciembre de 1998,
y no se produjo la interrupción a que se refiere el artículo 90 de

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Código de Procedimiento Civil, era claro que la de la cambial se
consolidó el 15 de diciembre de 2001, como lo definieron los
juzgadores de entonces, hito a partir del cual comenzó a
transcurrir el plazo de un año regulado por el precepto en cita, que
se completó el 15 de diciembre de 2002 sin que la presentación
de la demanda ordinaria, ocurrida el 20 de octubre de 2004,
pudiera servir de momento interruptor.

Posteriormente, después de mostrar, de conformidad


con lo expuesto, lo innecesario que resultaba adentrarse en los
argumentos referentes a la prueba del aumento que echó de
menos el juez, expuso cómo sí era menester encarar las
consideraciones relativas a la alegada forma de decadencia de la
acción y, con ese propósito, aseguró que su lapso, contrario a lo
que pensaba el recurrente, se debía contar, de acuerdo con la
jurisprudencia de la Corte, desde el día en que hubiera prescrito o
caducado el documento, sin que fuera indispensable declaración
judicial al respecto, toda vez que la ley no hacía en el punto
ninguna exigencia y que, de aceptar la tesis de la necesidad de
una sentencia que declarara la expiración de la acción cambiaria,
ello generaría, según doctrina también de esta Sala, incertidumbre
e indefinición de los derechos, pues sería tanto como autorizar
que en forma aún tardía se diera inicio a procesos ejecutivos con
la intención de rescatar la actio in rem verso.

Concluyó, pues, que la alzada estaba llamada al


fracaso y que el fallo recurrido debía ser modificado para declarar
probada la excepción de prescripción, de modo que en la
resolutiva así lo dispuso y condenó en costas de la primera
instancia a la demandante.

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III. LA DEMANDA DE CASACIÓN

La actora demanda mediante tres cargos, con


invocación en todos de la causal primera de las contempladas en
el artículo 368 del C. de P. C. El inicial por violación directa de la
ley sustancial, al paso que el segundo y el tercero por la indirecta,
con asiento ambos en error de hecho, los que se estudiarán en
conjunto.

CARGO PRIMERO

Acusa la sentencia de violación directa, por falta de


aplicación de los artículos 2535 del Código Civil, 822 del Código
de Comercio y 90 del Código de Procedimiento Civil, como de “…
la regla establecida por la Corte en la rectificación doctrinaria
hecha en la sentencia de casación S-001-2000 de 11 de enero de
2000…”; también por “…indebida aplicación de la regla
establecida por la Corte en las sentencias de casación civil de 14
de marzo de 2001, exp. No. 6550… y de 19 de diciembre de
2007, exp. 200013103001-2001-00101-01…” y del indicado
artículo 2535 del Código Civil, así como por interpretación errónea
del 882, inciso 3°, del Código de Comercio.

Sostiene que el tribunal “…aplicó de manera objetiva y


automática…” el artículo 882 del Código de Comercio, porque
estimó probada la prescripción de la acción de enriquecimiento
una vez vencido el plazo legal para su ejercicio, que contó a partir
del instante en que los jueces de las instancias declararon
extinguida la cambial, sin pensar “… siquiera que le era
obligatorio analizar, si conforme a las normas generales de la

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institución…”, resultaba posible hacer tal pronunciamiento, ora “…
porque existiese impedimento jurídico que implicara suspensión
del inicio del cómputo…”, o ya “…porque hubiese sido renunciada
con posterioridad a haber sido planteada…” la excepción.

Dice, a renglón seguido, que no está en debate en el


presente asunto la exigencia de sentencia judicial declaratoria de
extinción de la cambiaria para poder hacer uso de la ordinaria,
pues el fallo es declarativo y no constitutivo, sino que mientras no
se hubiera decidido el ejecutivo, en cuyo seno se discutía la
interrupción natural de la prescripción, el banco no podía dar inicio
a aquélla porque habría tenido que afirmar allí que la ejecutiva se
perdió en virtud del paso del tiempo, mientras en el proceso
mediante el cual buscaba el pago estaba sosteniendo
exactamente lo contrario, esto es, que el fenómeno extintor no
había acontecido.

Continuando con su exposición, agrega que como la


única norma que no admite suspensión alguna de la prescripción
es la consagrada en el precepto 2544 del Código Civil, porque
expresamente la prohíbe la ley, las demás, entre las que se halla
la reguladora de la acción de enriquecimiento, aceptan “…la
institución de la suspensión…”, ya que es “…totalmente
aplicable…”, aspecto que fue “…negado con el modo de cómputo
de tiempo tenido en cuenta por el tribunal en el fallo acusado, al
interpretar y aplicar el inciso 3° del art. 882, ya que es evidente
que ni reparó siquiera que tenía que revisar el punto”.

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Luego, al concluir, asegura que el sentenciador
malinterpretó el canon 882 del Código de Comercio, en su inciso
3°, toda vez que “...desconoció que a él le es aplicable la
institución de la suspensión de la prescripción…”, con lo cual
inaplicó el último inciso del artículo 2530 del Código Civil, en virtud
de la remisión normativa establecida en el precepto 822 del
estatuto de los comerciantes.

CARGO SEGUNDO

Ataca el fallo del tribunal por violación indirecta de la


ley sustancial, por “…error de hecho manifiesto y trascendente en
la apreciación de las pruebas…”, toda vez que se aplicó
indebidamente el artículo 2535 del Código Civil y “…la regla
establecida por la Corte en las sentencias de casación civil de 14
de marzo de 2001, exp. 6550… y de 19 de diciembre de de 2007,
exp. 200013103001-2001-00101-01…”; y por haber dejado de
aplicar los artículos 2536, 2539 y 2540 del Código Civil, in fine,
822 del Código de Comercio y 90 del Código de Procedimiento
Civil.

Explica el casacionista que fueron erróneamente


apreciados, por preterición, los documentos componentes del
expediente en que consta el proceso ejecutivo que cursó ante el
Juzgado 26 Civil del Circuito de Bogotá, especialmente, la
demanda, las notas de 7 de septiembre de 1999 y 9 de noviembre
de 2000, dirigidas al Banco Uconal y al Banco del Estado, la “…
afirmación hecha por la apoderada DOSSMAN en el alegato de
conclusión, de que las cartas no se referían a la obligación objeto
de cobro…”, los capítulos de antecedentes de las sentencias de

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primera y segunda instancia del ejecutivo, expedidas el 29 de
agosto de 2003 y el 25 de febrero de 2004, y el oficio 05-0628 de
19 de abril de 2005, proveniente del Juzgado 35 Civil del Circuito
de Bogotá.

Igualmente sostiene la equivocada valoración de la “…


confesión espontánea…” vista en el acta de la audiencia
preliminar ocurrida el 13 de octubre de 2005, los documentos de
solicitud de crédito presentados por Gloria Inés Ángel y Bayardo
Téllez, y la carta de aprobación del Banco Uconal, la conducta de
los demandados y sus apoderados y los indicios que de ella se
desprenden; el acta de reparto del proceso ordinario, el auto
admisorio de la demanda, con su fecha de notificación por estado
el 22 de noviembre de 2004, y el acta de notificación a los
demandados el 26 de abril de 2005.

Luego asegura que la sentencia pronunciada en el


ejecutivo anterior al ordinario declaró extinta la acción cambiaria
referida al pagaré 401-042-82-3, fundada en la inoperancia de la
interrupción civil de la prescripción y en la carencia de prueba de
la natural; lo primero porque la orden de pago se notificó a
Bayardo Téllez y a Gloria Inés Ángel por fuera del término
establecido en el artículo 90 del Código de Procedimiento Civil, al
paso que lo segundo en virtud de que las cartas de 7 de
septiembre de 1999 y 9 de noviembre de 2000 no se referían
específicamente a la obligación materia de cobro forzado. Esa
decisión, continúa, fue tenida en cuenta en la sentencia objeto de
embate ahora y, por ello, determinó que como la cambial se
extinguió el 15 de diciembre de 2001, con la de enriquecimiento
sucedió lo propio el 15 de diciembre de 2002.

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Al proseguir con su exposición explica cómo la


confesión de Gloria Inés Ángel ofrecida en la audiencia preliminar
del artículo 101 del Código de Procedimiento Civil, celebrada en el
declarativo, desvirtúa la aserción de la apoderada de los deudores
en el trámite del cobro forzado y demuestra que las cartas
mencionadas sí hacían alusión al crédito que se cobraba
entonces y, por tanto, enseñan que la verdad es diferente a la que
con valor de cosa juzgada se estimó en el fallo de la ejecución,
por donde, como en sentir de la Corte no es necesaria una
declaración judicial de la prescripción de la acción cambiaria para
dar inicio al lapso en que se puede intentar la de enriquecimiento,
tampoco “…se ve la razón por la cual la correspondiente decisión,
vaya a ser tenida en cuenta como cortapisa para el cómputo
objetivo del término…”, de manera que constituye la indicada
aceptación un “…hecho impeditivo para que se ampare ahora en
la institución (de la cosa juzgada) para esquivar sus efectos…”.

Delineando el desenlace argumental, expone el censor


que la prescripción del instrumento ocurrió el 9 de noviembre de
2003, toda vez que la carta de oferta de dar en pago unos
inmuebles y la solicitud de rebaja de intereses, así como el envío
de los folios de matrícula inmobiliaria, sucedieron tres años antes.
Sin embargo el tribunal, aunque estaba obligado a revisar el
punto, no vio las pruebas documentales trasladadas y, por ello, no
pudo concluir, como era su deber, que “…al momento de la
presentación de la demanda del ordinario, la acción de
enriquecimiento no estaba prescrita y por tanto debía examinar el
punto relativo a la interrupción civil, lo cual también omitió…”.

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En consecuencia, concluye, el fallador “…incurrió en
error de hecho manifiesto en la apreciación de las pruebas de la
interrupción de la prescripción, tan trascendente en la
determinación, que lo llevó a declarar prescrita la acción de
enriquecimiento cambiario…”.

CARGO TERCERO

Endilga al fallador violación indirecta de la ley


sustancial por error de hecho manifiesto y trascendente en la
apreciación de las pruebas, con lo cual incurrió en falta de
aplicación de los artículos 2530 y 2535 del Código Civil, 822 del
Código de Comercio y 90 del Código de Procedimiento Civil, al
igual que de “…la regla establecida por la Corte en la rectificación
doctrinaria hecha en la sentencia de casación S-001-2000 de 11
de enero de 2000…”, y en indebida aplicación del señalado
precepto 2535, ídem, y de “…la regla general establecida por la
Corte en las sentencias de casación civil de 14 de marzo de
2001… y de 19 de diciembre de 2007…”.

Refiere el impugnante que el sentenciador apreció


erradamente el material probatorio trasladado del proceso
ejecutivo adelantado ante el Juzgado 26 Civil del Circuito de
Bogotá, radicado con el número 2001-0739, en especial las
piezas siguientes: el sello de presentación de la demanda el 30 de
julio de 2001; las actas de las audiencias que, reguladas por el
artículo 102 de la ley 446 de 1998, se llevaron a efecto el 17 de
septiembre y el 19 de noviembre de 2002; las cartas de 7 de
septiembre de 1999 y 9 de noviembre de 2000 dirigidas a los
Bancos Uconal y del Estado; el acápite de antecedentes de la
sentencia de 29 de agosto de 2003, en el que el a-quo reconoció

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haber tenido como pruebas en el ejecutivo los mencionados
escritos; el capítulo de consideraciones del mismo fallo, en el cual
el juzgador de entonces dijo no tener en cuenta el medio
documental aportado por la parte actora porque la dación en pago
se relacionaba con inmuebles no cautelados en ese trámite y se
hacía a nombre de la sociedad Construttori, que no era
demandada; el apartado de motivaciones de la providencia de 25
de febrero de 2004, mediante la cual el tribunal en segundo grado
“…corrigió el concepto de renuncia utilizado por el a-quo, y
descartó el efecto de interrupción de la prescripción con las cartas
obrantes a folios 73 y 74 por falta de prueba de que se referían a
la obligación objeto de cobro en el ejecutivo…”; y la constancia de
notificación por edicto de la providencia de 25 de febrero de 2004,
proferida por el a-quem en la causa primigenia.

También incluye como mal valorados el acta de la


audiencia gobernada por el artículo 101 del C. de P. C., realizada
el 13 de octubre de 2005 en el proceso declarativo, en lo relativo a
la manifestación de Gloria Inés Ángel, los documentos de la
solicitud de crédito presentada por ella y Bayardo Téllez, y la carta
de aprobación del Banco Uconal, así como la conducta de las
partes y sus apoderados, amén de los indicios que de ellas se
deducen.

Rememora el censor que incluso antes de que se


iniciara el proceso que buscaba la satisfacción del crédito,
Construttori, empresa de que eran socios los demandados y sus
hijos, venía ofreciendo al Banco Uconal “…solventar obligaciones
con dación en pago…”, como consta en la carta de 7 de
septiembre de 1999, al igual que es patente con la de 9 de

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noviembre de 2000, remitida por la mandataria de Téllez a
Banestado junto con la matrícula inmobiliaria de 17 casas y 11
garajes, que para entonces las negociaciones proseguían, como
continuó sucediendo cuando ya la ejecución forzada había
iniciado, cual emerge de la expresión del “…deseo de solventar la
obligación objeto de cobro junto con otras…”, realizada por los
ejecutados en la audiencia adelantada el 17 de septiembre de
2002.

Pese a lo expresado, sigue refiriendo, el juez de primer


grado declaró prescrita la acción cambiaria originada en el pagaré
401-042-82-3 desde el 15 de diciembre de 2001, por inoperancia
de la interrupción civil ocurrida gracias a la presentación que se
hiciera de la demanda el 30 de julio de 2001, y por carencia de
prueba de la natural, dado que las notas de 7 de septiembre de
1999 y 9 de noviembre de 2000 hacen relación a dación en pago
de inmuebles no cautelados en el proceso y a nombre de
Construttori, que no es la demandada. El tribunal, prosigue, al
resolver la apelación de esa decisión, no aceptó “…que no habían
transcurrido los 120 días de que trataba el artículo 90 del C. de P.
C…”, como tampoco que las mencionadas cartas pudieran
engendrar el fenómeno interruptivo de estirpe natural, en virtud de
que no se acreditó que aludieran a la prestación materia de cobro.

En vista del relato que antecede, anuncia, el trámite


ejecutivo “…fue el impedimento para BANESTADO para iniciar la
acción de enriquecimiento antes de que fuera proferida la
sentencia de segunda instancia…”, no porque ésta fuera requisito
legal, sino porque en la demanda “…habría tenido que afirmar,
como hecho categóricamente ocurrido, que la acción cambiaria
estaba prescrita…”; luego, ese obstáculo “…hizo que el término

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de prescripción de la acción de enriquecimiento estuviera
suspendido desde el mismo momento de su nacimiento”.

Después, continúa, iniciado el proceso ordinario, Ángel


confesó que la obligación incorporada en el pagaré 401-042-82-3
estaba incluida entre las “…que se pretendían solventar con la
dación en pago…” a que hacía alusión el escrito de 7 de
septiembre de 1999, circunstancia que se erigió en “…diáfana
razón por la cual BANESTADO no tenía posibilidad jurídica de
haber iniciado la acción de enriquecimiento… antes de notificada
la sentencia de segunda instancia del proceso ejecutivo… pues
fue con el pronunciamiento y notificación del fallo que se tuvo
como no ocurrida la interrupción natural de la prescripción de que
fue objeto la acción del pagaré”, lo cual determina que no se
trataba en ese asunto de la hipótesis planteada en la sentencia en
que se apoyó el fallo acusado (de 19 de diciembre de 2007, exp.
2001-00101-01), porque el actor promovió en tiempo su
pretensión y, aun cuando no logró notificar el mandamiento en
término, sí acreditó una causa válida de interrupción natural que
suscitó estudio y decisión en ambas instancias, de modo que la
situación objetiva y concreta corresponde a la reconocida en la
sentencia de 11 de enero de 2000, exp. 5208.

A manera de colofón, expresa que con “…la


notificación de la sentencia de segunda instancia del ejecutivo
efectuada el 2 de marzo de 2004 (fl. 24 cdo. # 1) fue que cesó el
impedimento para que BANESTADO tuviera posibilidad jurídica
de iniciar el proceso ordinario…”, de suerte que era ese el
momento en que comenzaba el año a que hace relación el
artículo 882 del Código de Comercio, en su inciso 3°, pues en

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dicho instante finalizó la suspensión “…que afectó el inicio del
cómputo del término”.

IV. CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. Es claro que la acción de enriquecimiento


cambiario, a la que alude el artículo 882 del Código de Comercio,
constituye un extremum remedium iuris concedido por el
ordenamiento jurídico, en obsequio a la equidad, al tenedor
legítimo de un instrumento de contenido crediticio que ha quedado
privado de los recursos y acciones diseñados por las normas
relativas a los títulos valores y por aquellas que protegen los
derechos originados en la relación causal germen del respectivo
documento, en virtud de la prescripción o de la caducidad que lo
han envilecido.

Fluye también palmario que ella, la que algunos


autores califican como “…la muralla suprema de la justicia contra
los rigores del formalismo…” (Lescot P. y Roblot R., Les Effets de
Commerce, I, París, 1953, pag. 179; citados por Cámara Héctor,
Letra de Cambio y Vale o pagaré, III, Ediar, Buenos Aires, 1980,
pag. 446), se erige en medio enteramente diferente de aquellos
que fenecieron ante la efectividad de alguno de los anunciados
fenómenos, al punto que aflora desatinado considerársele a la
manera de “…una especie de sobrante de la acción cambiaria
dotado por añadidura de la fascinadora virtud de hacer en buena
medida inoperantes la prescripción y la caducidad…” (G. J. t.
CCXXV, pág. 763), o en forma de excedente de la causal, o como
su complemento o elongación, desde luego que esa concepción

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no corresponde a la naturaleza jurídica del instituto, en tanto, por
el contrario, se trata de un recurso judicial dimanante de la actio in
rem verso común, en la que encuentra sus raíces, aunque con
algunos elementos especiales que la caracterizan. Es, entonces,
“…una acción extracambiaria, pues, precisamente, nace cuando
se han extinguido tanto los recursos previstos por el derecho
cambiario, como los que provienen de las relaciones causales…”
(SC-057-08, exp. 2004-00112-01), vale decir, emerge cuando los
senderos inicialmente concebidos -la acción cambiaria y la
referente a la relación causal- han sido extinguidos por caducidad
o prescripción, lo cual denota, se insiste, que no hace parte de
ninguno de ellos y que, además, es distinta y no viene a revivir
apagados plazos ni a rescatar oportunidades desatendidas en los
mismos.

Es que como la decadencia de las dos acciones


posibles pudo haber incrementado en forma injusta el patrimonio
del obligado cartular, y al tiempo lesionar el del tenedor legítimo,
la equidad, reconocida de tiempo atrás en los artículos 5°, 8° y 48
de la ley 153 de 1887, así como en el 16 de la ley 446 de 1998, al
igual que en el segundo inciso del 230 de la Carta, viene en
auxilio del perjudicado para que, en ejercicio de una pretensión de
naturaleza declarativa, acredite su pérdida junto con la correlativa
ganancia de su contraparte, eventualmente disímiles del
contenido literal del título demeritado, y obtenga el
correspondiente resarcimiento.

Igualmente es palpable que, cual lo ha sostenido de


manera uniforme la Corte, la procedencia de esta acción, de
naturaleza autónoma, respecto de un título de contenido crediticio

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entregado al acreedor como pago de una obligación preexistente,
requiere la prueba puntual de dos elementos fundamentales, a
saber: a) que el acreedor haya dejado caducar o prescribir la
acción cambiaria y que, por lo mismo, no le sea dable acudir a la
proveniente del negocio causal; y b) que en virtud de esa
circunstancia se produzca un empobrecimiento del demandante
acompañado de un enriquecimiento correlativo del demandado
(SC-057 de 26 de junio de 2008).

2. Acerca del plazo con el que cuenta el interesado


para el ejercicio de la acción de enriquecimiento cambiario, ha
reiterado con insistencia la Corte que la contabilización del
término de prescripción debe hacerse desde el momento mismo
en que ocurra la decadencia de la cambiaria, sin que para el
efecto resulte necesaria decisión judicial que la declare, en la
medida en que basta el pleno acaecimiento del fenómeno, pues,
tras indicar el tercer inciso del artículo 882 del Código de
Comercio que “si el acreedor deja caducar o prescribir el
instrumento, la obligación originaria o fundamental se extinguirá
así mismo…” y luego aclarar que “…no obstante tendrá acción
contra quien se haya enriquecido sin causa a consecuencia de la
caducidad o prescripción.”, termina diciendo que “esta acción
prescribirá en un año”(resalta la Sala). La redacción de este texto
legal no admite colegir cosa distinta de la que se ha venido
aseverando, esto es, que la actio in rem verso prescribe en un
año contado a partir del instante mismo en que se consolida la
respectiva causal extintiva, con abstracción de la existencia de
proceso ejecutivo alguno y de que se hubiera producido la
declaración correspondiente, por cuanto, como lo prevé

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terminantemente esa norma, el lapso prescriptivo corre sin
sujeción a trámites judiciales que lo retarden.

Así, en sentencia de 19 de diciembre de 2007, emitida


en el expediente 2001-00101-01 sostuvo la Corporación que “el
tiempo a partir del cual debe contabilizarse la oportunidad límite
para aducir a la jurisdicción la respectiva acción de
enriquecimiento, lo prevé con meridiana claridad la ley mercantil
(art. 882), y no es otro que el vencimiento previsto por la
normatividad respectiva para que sobrevenga la prescripción,
cuando de ella se trate, como en este caso; esto es, se insiste,
que no involucra sino el vencimiento del lapso de tiempo fijado,
sin que sea menester un pronunciamiento adicional de funcionario
alguno”.

Luego, mediante fallo de 26 de junio de 2008,


proferido en el proceso 2004-00112, insistió la Corte que, en lo
atañedero “…específicamente al tema en torno del cual gira el
recurso de casación, es decir, el requisito consistente en que se
haya configurado la caducidad o la prescripción de las acciones
cambiarias derivadas del título valor, es de verse cómo la doctrina
jurisprudencial de la Corte ha señalado de manera reiterada y
uniforme que para obrar como presupuesto de la acción de
enriquecimiento cambiario no es menester que tales fenómenos
sean declarados por medio de sentencia judicial, sino que es
suficiente que cualquiera de los mismos haya tenido plena
ocurrencia, aparejando, por contera, la extinción de la acción
causal.”

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Y, después, en la misma providencia, apuntó que “por
lo demás, ha de verse que el criterio así adoptado por la
Corporación es el mismo que pregonan reconocidos expositores
de la materia, como Héctor Cámara, al manifestar que, aunque
‘estos medios extintivos o impeditivos de las relaciones jurídicas
no obran ex officio …, resulta suficiente demostrar que se hayan
extinguidas por el transcurso del tiempo o el incumplimiento de
las cargas legales, de acuerdo a la lógica y el buen sentido. Nada
justifica mandar promover una acción para que se oponga la
excepción de prescripción o caducidad, con dispendio de tiempo y
gastos’ (ob. cit., pag. 451). Esta opinión es respaldada por el
tratadista Ignacio A. Escuti, quien sostiene que al efecto ‘… es
menester que a) se hayan perdido por caducidad todas las
acciones de regreso (contra los endosantes e inclusive sus
avalistas, aun cuando, en principio, estos últimos no pueden ser
demandados por enriquecimiento); b) se hallen prescritas todas
las obligaciones cambiarias (directas y de regreso). Sin embargo,
no es necesario que la producción de tales eventos (caducidad y
prescripción) hayan sido constatados y declarada su existencia
previamente por la justicia’ (Títulos de Crédito, Letra de cambio,
pagaré y cheque, 3ª edición, Astrea, Buenos Aires, 1992, pag.
383)”.

Para, al final, asegurar la Corporación que “en este


orden de ideas, puede reiterarse que el cómputo del término
legalmente establecido para adelantar la acción de
enriquecimiento cambiario no depende de que el fenómeno de la
prescripción o la caducidad haya sido objeto de reconocimiento
judicial, pues el ordenamiento jurídico no ha contemplado una
exigencia semejante, sino que simplemente basta que cualquiera

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de ellos haya adquirido plena configuración, en orden a que el
interesado tenga la posibilidad de acudir a este remedio
excepcional, como mecanismo tendiente a evitar que obtenga
firmeza una situación patrimonial desequilibrada e injusta”.

3.- Esclarecido, como quedó expuesto, según


reiterada jurisprudencia, que no es indispensable fallo alguno que
declare la prescripción de la acción cambiaria en orden a empezar
a computar el año respectivo, pues este periodo debe contarse a
partir del vencimiento previsto por la normatividad respectiva para
que sobrevenga la prescripción o irrumpa la caducidad, sin más
exigencias, resulta entonces palmario que ni el adelantamiento del
proceso ejecutivo ni la eventual demora en su decisión final, en
cualquier sentido, pueden retardarla o erigirse en otro punto de
partida para iniciar el conteo del plazo destinado a la promoción
de la actio in rem verso.

Deviene así evidente que admitir interpretación distinta


como la que ensaya la censura, según la cual se suspende el
plazo cuando media tal proceso, sería avanzar en contravía de lo
que jurisprudencia y doctrina, amparadas en el texto legal, han
venido sosteniendo con insistencia, dado que si no puede el
proceso de ejecución constituir jamás elemento indispensable
para establecer la consumación del periplo, lógicamente su
adelantamiento tampoco habrá de servir como obstáculo al libre
tránsito del plazo establecido, según se anotó.

Sobre este particular ha pregonado la Corte (sentencia


de 19 de diciembre de 2007, emitida en el expediente 2001-
00101-01): “…ahora, asevera el casacionista que el artículo 882

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del Código de Comercio, contempla dos hipótesis, una cuando el
término sobreviene antes de la presentación de la demanda; y, la
otra, cuando se intenta el cobro ejecutivo, pero se declara la
prescripción alegada por el ejecutado, supuesto en el cual, según
el censor, comporta contabilizar el término a partir de la sentencia
correspondiente; empero, ese discernimiento no es plenamente
ajustado a la realidad, pues del texto del artículo referido se
desprende cosa diferente. En efecto, la norma prevé: ‘…Si el
acreedor deja caducar o prescribir el instrumento, la obligación
originaria o fundamental se extinguirá asimismo; no obstante,
tendrá acción contra quien se haya enriquecido sin causa a
consecuencia de la caducidad o prescripción. Esta acción
prescribirá en un año’. Como diáfanamente se aprecia no hay allí
distinción de ninguna índole, ni hay cabida para un ejercicio
hermenéutico como el propuesto por el recurrente.

“En verdad, quien por incuria o negligencia deja


prescribir la acción cambiaria luego de haber incoado el proceso
ejecutivo respectivo, incurre en un descuido grave que puede
afectar no solamente dicha acción, sino, también esta otra, vale
decir, la de enriquecimiento. No obstante, se trata de una dejadez
que ninguna relación tiene ya con el rigor cartular o con las
exigencias formales de los títulos valores que obran en favor de
los obligados. Aquí la prescripción deviene por una inexplicable
omisión del tenedor, hipótesis en la cual no puede prevalecerse
de aquél excepcional remedio.

“Justamente, por tal razón, la norma evocada en


manera alguna trae la perspectiva descrita por el censor, pues de
su texto no se vislumbra siquiera la posibilidad de que la acción

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de enriquecimiento deba adelantarse luego de la caducidad o
prescripción decretadas por funcionario judicial y al no
consagrarlo en términos precisos el legislador, ni surgir de la
propia naturaleza de uno u otro instituto, la Corte no puede, ni
considera viable, adoptar ese criterio”.

4. El instituto de la prescripción, específicamente la


extintiva o liberatoria, cuyo fundamento radica en el
mantenimiento del orden público y de la paz social o, como
asegurara un conocido autor, en “…la utilidad social…”
(Alessandri Rodríguez, Arturo, Derecho Civil, Teoría de las
Obligaciones, Ediciones Librería del Profesional, 1983, Bogotá,
Colombia), busca proporcionar certeza y seguridad a los derechos
subjetivos mediante la consolidación de las situaciones jurídicas
prolongadas y la supresión de la incertidumbre que pudiera ser
generada por la ausencia del ejercicio de las potestades, como
quiera que grave lesión causaría a la estabilidad de la sociedad la
permanencia de los estados de indefinición, así como la enorme
dificultad que entrañaría decidir las causas antiquísimas. Por eso
la Corte ha dicho que la institución “…da estabilidad a los
derechos, consolida las situaciones jurídicas y confiere a las
relaciones de ese género la seguridad necesaria para la garantía
y preservación del orden social”, ya que “…la seguridad social
exige que las relaciones jurídicas no permanezcan eternamente
inciertas y que las situaciones de hecho prolongadas se
consoliden…” (Sentencia, Sala Plena de 4 de mayo de 1989, exp.
1880); y en otra ocasión, asimismo, sostuvo que “…para la
seguridad de la colectividad sería altamente perjudicial que las
relaciones jurídicas se prolongaran en el tiempo de manera
indefinida, no obstante la dejación o la indolencia de sus titulares,

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pues ello, a la postre, daría pie a toda suerte de acechanzas y
desafueros…” (Sala de Casación Civil, sentencia 065 de 4 de
marzo de 1988, G. J. CXCII, 192).

De esta manera, la prescripción aparece como


fenómeno que permite al titular de un específico derecho hacer
uso de él, bajo la condición de que despliegue la actividad
necesaria dentro del periodo que la misma ley le confiere, so pena
de que, en el evento de no proceder así, se produzca la
respectiva extinción en virtud de la incuria en que haya podido
incurrir, teniendo en cuenta, eso sí, que no es el mero transcurrir
de las unidades de tiempo el que engendra el resultado extintivo,
sino que se hace menester el comportamiento inactivo del
acreedor, en la medida que es su actitud indiferente la que gesta,
en medio del pasar de los días, que se concrete la extinción. En
similar sentido se pronunció la Corte mediante fallo de 11 de
enero de 2000, proferido en el proceso 5208, cuando dijo que “…
no es bastante a extinguir la obligación el simple desgranar de
los días, dado que se requiere, como elemento quizá
subordinante, la inercia del acreedor.”, de todo lo cual fluye
claramente cómo “…del artículo 2535 del C. C. se deduce que
son dos los elementos de la prescripción extintiva de las acciones
y derechos: 1°) el transcurso del tiempo señalado por la ley, y 2°)
la inacción del acreedor” (Sent. S. de N. G., 18 de junio de 1940,
XLIX, 726).

Y de esa forma acontece, merced a la presunción que,


de antiguo, la desidia trae, pues que ella permite deducir la
inexistencia de voluntad para ejercer el respectivo derecho, si en
el periodo dispuesto por la normatividad el acreedor no ha

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desplegado un comportamiento activo y decidido en orden a
realizar las cargas legales correspondientes. Por esa vía, ha de
entenderse que no le asiste al titular atractivo alguno o, lo que es
lo mismo, que ha incurrido en abandono.

Es que, si bien se atiende, es posible advertir cómo la


incuria del titular conduce a suponer su falta de interés; lleva a
presumir, a pesar de la evidencia de la relación en que su derecho
se asienta, que “…el servicio que se le debe no le interesa…”
(Ospina Fernández, Guillermo, Régimen General de las
Obligaciones, Sexta Edición, Editorial Temis, Bogota, Colombia,
1998, p. 470), pues no otra cosa emerge, ante la demostrada
dejadez, que la presunción del mencionado abandono.

Precisamente, en ese sentido también se pronunció la


Corte cuando en sentencia de 19 de noviembre de 1976 (G. J.
CLII, p. 505 y ss.) expresó cómo “…el fundamento jurídico-
filosófico que explica la prescripción…”, es “…el abandono, la
negligencia en el titular del derecho o la acción, en una palabra el
ánimo real o presunto de no ejercerlos…”, de manera que “…el fin
de la prescripción es tener extinguido un derecho que, por no
haberse ejercitado, se puede presumir que el titular lo ha
abandonado…”, orientación que había sido ya expuesta por la
Corporación en decisión de 5 de julio de 1934 (G. J. XLI-Bis, p.
29) cuando sostuvo que “la inacción del acreedor por el tiempo
que fija la ley, inacción que hace presumir el abandono del
derecho, es la esencia de la prescripción extintiva, expresada por
los romanos en la frase lapidaria: taciturnitas et patientia
consensum incitatur”(subraya la Sala).

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En compendio, el afianzamiento de la prescripción
extintiva, que es la que viene al caso, aparte de requerir una
actitud negligente, desdeñosa o displicente del titular, necesita el
discurrir completo del tiempo señalado por la ley como término
para el oportuno ejercicio del derecho, sin cuyo paso no puede
válidamente, sostenerse la extinción.

Ahora bien, los plazos prescriptivos, como los demás


que impone la ley, exigen obediencia y respeto, aún si se llegare a
tener un criterio diverso a aquel en que ella se apoyó para
determinar su prolongación. En efecto, no es de olvidar que cada
lapso normativamente diseñado tiene la extensión que el
legislador, para cada circunstancia, ha entendido adecuada de
conformidad con su criterio, como quiera que la función de
instituirlos le corresponde de manera exclusiva y autónoma, pues
tales términos y su establecimiento específico “…corresponden a
la competencia discrecional del legislador, salvo cuando se
impongan limitaciones o restricciones injustificables e irrazonables
que afecten el núcleo de los derechos” (Corte Constitucional,
sentencia C-416 de 1994). De esa manera, el legislador tiene
amplia competencia para fijar a su arbitrio el grado de amplitud o
de estrechez de los plazos, de suerte que no resulta atendible el
esfuerzo que realice el intérprete para demostrar la largueza o la
cortedad de uno legalmente establecido, desde luego que, como
se dejó claro, mientras no se acredite la irracionalidad del término
fijado, no será posible derruir o incumplir el periodo señalado.

5.- Así, si los términos prescriptivos tienen la duración


que la ley ha indicado de manera expresa y categórica, si,
además, cumplen un fin público y social inocultable y, si, fuera de
ello, extinguen los derechos y acciones debido a la presunción de

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abandono que brota ante la inercia del titular, unida al transcurso
del respectivo tiempo, es consecuencia natural que no pueden ser
modificados en un determinado asunto a capricho del interesado,
a su acomodo o como mejor le convenga a sus intereses
particulares, ni puede éste definir el momento desde el que
comienza su cómputo ni aquel en que ha de concluir.

Los ideales de certeza, estabilidad y seguridad en las


relaciones jurídicas, entonces, deben ser apoyados por la
perentoriedad de los términos, pues únicamente de esa manera
pueden tener cabal cumplimiento, razón por la cual no es posible
entregar al acreedor demandante la opción de decidir ad líbitum el
día en que podría dar inicio al respectivo proceso y, por esa
senda, aquel en que se comenzaría a contar el lapso extintivo de
la acción de enriquecimiento cambiario. No atender estrictamente
esos plazos sería permitir que las partes pudieran extender
mediante antojadizas interpretaciones el tiempo regulado por las
normas.

6.- Por consiguiente, si la recta inteligencia que cabe


darle al tópico atinente a la prescripción de la acción de
enriquecimiento cambiario es la que con suficiente amplitud se ha
dejado expuesta, surge palmario que el juzgador no pudo infringir,
de modo directo, las disposiciones normativas determinadas en el
cargo primero, porque, cual se infiere del compendio que se
efectuó del fallo combatido, la comprensión, el alcance y el
tratamiento que desde el punto de vista jurídico él le dio a la
problemática que le fue planteada, a la inversa de lo que en dicha
acusación pregona el recurrente, se aviene en un todo a la
orientación trazada por la doctrina jurisprudencial de la

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Sala de Casación Civil
Corporación, como así se dejó ampliamente considerado;
tampoco quebrantó de manera indirecta esos preceptos habida
cuenta que, al ser el verdadero alcance de aquel instituto -la
prescripción de la mentada acción- el desarrollado en las
motivaciones precedentes de esta sentencia, el tribunal muy
distante estuvo de cometer yerro fáctico, con las características
de manifiesto y trascendente, como se exige en esta senda
extraordinaria, alrededor de alguna de las probanzas acusadas en
los cargos segundo y tercero de mal valoradas o de dejadas de
apreciar, desde luego que ni siquiera dándole a alguno de tales
medios de persuasión el alcance por el que el acusador aboga en
tales censuras se logra derruir el fallo objeto del embate,
justamente por efecto de las razones que atrás quedaron
sentadas.

7.- Al margen de lo anterior y si, en gracia de


discusión, le asistiera razón al recurrente, la intrascendencia
impediría el éxito de las acusaciones, porque si la controversia
tuviera que ser examinada por la Sala en sede de instancia, esta
no tendría más alternativa que confirmar la sentencia del a-quo
desestimatoria de las pretensiones, que en lo fundamental resulta
igual a la del ad-quem objeto de ataque, en tanto ella también,
aunque por motivos diferentes, estimó procedente denegar las
súplicas incorporadas en la demanda.

En efecto, en lo que toca con la demostración de las


exigencias indispensables para el exitoso ejercicio de la acción de
enriquecimiento cambiario, ha dicho de tiempo atrás la doctrina de
esta Corporación, que “…existe amplia libertad probatoria…” (SC-

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054 de 6 de abril de 2005, exp. 1997-1955-01), y que por ello es
que puede el actor acudir a cualquier medio para traer al juzgador
la convicción acerca de los hechos que le sirvan de soporte a sus
súplicas; también ha recordado que “…tal carga no se satisface
con la mera exhibición del instrumento impagado (G. J. t. CCXXV,
pág. 763, y sentencia de 25 de octubre de 2000, exp. 5744, no
publicada aún oficialmente)”, en la medida que éste puede
acreditar lo concerniente a “…los aspectos cambiarios específicos
que emanan del documento…”, pero no sobre el detrimento
materia de demanda, vale decir, él tiene virtualidad para certificar
la pretérita vigencia de la obligación incorporada en el título que
por el camino de la prescripción se extinguió, aunque imposible le
resulta revelar la existencia cierta del negocio subyacente, la
dimensión del deterioro patrimonial del actor y la del
aprovechamiento del convocado.

La Sala ha exteriorizado, además, que como el objeto


de estos procesos no es “…reactivar una acción cambiaria…”,
sino verificar “…la medida y proporción en que se empobreció el
demandante y, correlativamente, se aprovechó el demandado…
corresponderá al interesado, conforme a la regla pregonada por
el artículo 177 del Código de Procedimiento Civil, probar
fehacientemente que de manera cierta y real, que no
simplemente conjetural o eventual, hubo un desplazamiento
económico…” (SC-054 de 6 de abril de 2005, exp. 1997-1955-01),
con lo cual surge evidente la premisa que antecede, según la cual
el aludido instrumento es necesario pero no suficiente para
documentar los elementos propios de la actio in rem verso, desde
luego que “…la mera exhibición o incorporación a la demanda
como anexo del título valor decaído o degradado no es suficiente

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para dar por comprobado el requisito atinente al empobrecimiento
de quien reclama y el agrandamiento del patrimonio de la parte
convocada a responder”(SC-066 de 26 de junio de 2007, exp.
2002-00046-01), entre otras razones porque “…no siempre que
se suscribe un título valor media un negocio jurídico oneroso, toda
vez que pueden celebrarse otros donde impere la
gratuidad…”( SC-054 de 6 de abril de 2005, exp. 1997-1955-01).

En suma, puesto que la actio in rem verso originada a


propósito de la prescripción o caducidad del instrumento no es
una prolongación de las acciones con que ab-initio el tenedor
contaba, sino que, por el contrario, es típicamente extracambiaria,
la acreditación de sus elementos basilares corre a cargo del
demandante, a quien no le bastará, para esos efectos, allegar el
título de ese modo extinguido, que servirá para mostrar su
legitimación; además, dentro de un marco de absoluta libertad
probatoria, habrá de traer los medios de convicción que
persuadan acerca de la existencia de la relación causal, del
desplazamiento patrimonial, de su cuantía y de la forma como se
produjo.

En el mismo sentido se ha manifestado la doctrina,


como puede leerse, entre otros, en los textos de César Vivante
(Tratado de Derecho Mercantil, Vol. III, I ed., Madrid, Reus, 1936,
p. 486), Héctor Cámara (Letra de cambio y vale o pagaré, t. III,
Buenos Aires, Ediar, 1980, p 447), Bonfanti y Garrone (De los
títulos de crédito, 2ª ed., Buenos Aires, Abeledo - Perrot, p. 717),
Ignacio A. Escuti (Títulos de Crédito, 3ª ed., Buenos Aires, Astrea,
1992, p. 383), Luis Muñoz (Títulos valores crediticios, 2ª ed.,

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Buenos Aires, Tea, 1973, p. 555), Bernardo Trujillo Calle (De los
títulos valores, t. I, 15ª ed., Bogotá, Leyer, 2006, p. 313), Ramiro
Rengifo (Títulos valores, 6ª ed., Medellín, Señal Editora, 1992,
p.163) y Felipe Tena (Títulos de Crédito, 3ª ed., México, Porrúa,
1956, p.314), el último de los cuales expresa: “contra lo que
pudiera pensarse a primera vista, el contenido de la acción de
enriquecimiento no coincide, o mejor, puede no coincidir, con el
de la acción cambiaria (o causal). La acción de enriquecimiento
tiene por objeto un crédito incierto, indeterminado, que puede ser
inferior a la suma cambiaria, como que tendrá por medida el valor
del enriquecimiento injustamente obtenido por el girador en daño
del librador, es decir, lo que no ha dado, o la parte del valor que
ha dado de menos, con relación a lo que debió haber dado
cuando negoció la letra. Ello resultará de la prueba que al
respecto rinda el tenedor demandante. Así, no se ha enriquecido,
y por lo mismo nada deberá, el que nada ha dado porque nada
tenía que dar, como el girador que no ha hecho la provisión al
girado porque era acreedor suyo por la misma suma cambiaria,
en virtud, pongamos por caso, de una donación; pero se habrá
enriquecido por la mitad de esa suma, y sólo ésta podrá serle
reclamada, si, debiendo hacer la provisión, la limitó a sólo la
mitad”.

Lo que viene de exponerse no supone, ni de lejos, la


alteración de las reglas probatorias, en particular de la que
establece la libertad persuasiva (art. 175, C. de P. C.), para
privilegiar la tarifa legal, dado que la exigencia de aducir medios
diferentes al título mismo se origina en la necesidad de evidenciar
no solamente que éste tuvo ocurrencia, sino también lo que el
instrumento per se no puede mostrar, vale decir, en qué consistió

Exp. 2004-00605-01 29
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la relación causal, si el patrimonio del deudor salió beneficiado al
tiempo que el del acreedor resultó lesionado, junto con la cuantía
y el modo como se produjo el desplazamiento económico.

8. En ese orden de cosas, no procederían las


solicitudes invocadas en la pieza inicial de introducción del actual
asunto, dada la carencia de prueba plena del lucro de los
demandados a expensas del demandante. Efectivamente, aunque
militen, como acontece en el expediente, las copias del proceso
ejecutivo que sirvió de antecedente al actual y el pagaré 401-042-
82-3, ningún medio podría conducir a la persuasión inequívoca de
que los otrora ejecutados se enriquecieron a costa del banco,
pues el título valor, por sí mismo, emerge exiguo para establecer
el hecho, según se acotó, al paso que del restante haz
documental únicamente se inferiría la existencia de un estudio de
crédito que adelantó el mismo Banco Uconal con relación a Ángel
y Téllez, merced a su pedido.

Ahora, puesto que no sería de recibo el registro


contable interno de la entidad de haber realizado un desembolso
de $59.383.301.00 (fls. 2 a 14), entre otras razones porque
representa una prueba elaborada por la misma parte que intenta
valerse de ella, aparecerían serias dudas en torno a la existencia
del negocio fundamental y, en especial, respecto de las
consecuencias patrimoniales que supuestamente de él derivaron.

Advertida así la falta de medios de convicción que


pudieran llevar certeza sobre los elementos fundamentales de la
acción ejercida, la decisión sería, cual se indicó, negativa de las

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pretensiones. Ello torna, como se acaba de exponer,
intrascendente la acusación.

9.- Por tanto, los cargos no tienen éxito.

V. DECISIÓN

Consecuentemente, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia
proferida el 12 de junio de 2008 por la Sala Civil del Tribunal
Superior de Bogotá, dentro del proceso ordinario que instauró el
BANCO DEL ESTADO EN LIQUIDACIÓN frente a BAYARDO
TÉLLEZ BERNAL y GLORIA INÉS ÁNGEL GIRALDO.

Costas a cargo de la parte recurrente.

NOTIFÍQUESE,

WILLIAM NAMÉN VARGAS

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

Exp. 2004-00605-01 31
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RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

ARTURO SOLARTE RODRIGUEZ

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

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ACLARACIÓN DE VOTO

Exp. No. 11001-3103-028-2004-00605-01

Aunque acompaño a la Sala mayoritaria en el sentido del


fallo así como en buena parte de las consideraciones, estimo
necesario expresar mi voto particular únicamente en cuanto al
agregado sobre la posible intrascendencia de los cargos, pues
considero que el título valor es suficiente para probar el
desplazamiento patrimonial exigido como requisito en la acción
prevista en el artículo 882 del Código de Comercio.

Así, en las postrimerías de la sentencia, la Corte consideró


que en el caso eventual de prosperar los cargos, la decisión
adversa a las pretensiones debería mantenerse, en tanto no había
prueba suficiente en el expediente que acreditara el
enriquecimiento del demandado, pues “el aludido instrumento es
necesario pero no suficiente para documentar los elementos
propios de la actio in rem verso cambiario, desde luego que ‘… la
mera exhibición o incorporación a la demanda como anexo del
título valor decaído o degradado no es suficiente para dar por
comprobado el requisito atinente al empobrecimiento de quien
reclama y el agradamiento (sic) del patrimonio de la parte
convocada a responder’ (SC 066 de 26 de junio de 2007, Exp.
2002-00046-01), entre otras razones porque ‘… no siempre que
se suscribe un título valor media un negocio jurídico oneroso, toda
vez que pueden celebrarse otros donde impere la gratuidad’ (SC-
054 de 6 de abril de 2005, Exp. 1997-1955-01)”.

El anterior desencuentro suscita el siguiente problema


jurídico probatorio, como lo he planteado en otras oportunidades 1:

1
Veáse las disidencias expresadas por el suscrito Magistrado a las sentencias de los
expedientes 1997-0195501 y 2002-00046.

Exp. 2004-00605-01 33
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Sala de Casación Civil

¿el demandante puede probar con sólo los títulos valores que
hubo empobrecimiento en su patrimonio?

Creo de modo general que el demandante demuestra el


empobrecimiento económico con sólo aportar el título valor en que
constan las obligaciones cambiarias, pues la presencia de ellos es
bastante para dar por probado que el advenimiento de la
prescripción condujo al detrimento patrimonial del acreedor.

Los títulos valores son cosas que portan valor, y cuando


están perjudicados por la prescripción se envilecen en cuanto ya
no representan valor por sí solos, pero subsisten como
documentos demostrativos de una relación obligacional marchita.
No se trata, como a primera vista pudiera pensarse, que al
mantener el mérito probatorio de los títulos valores, se haga
subsistir la acción cambiaria, nada más lejano a la realidad, de lo
que se trata es que los títulos valores descritos no desaparecen
como instrumentos de prueba, conservando por tanto la
capacidad para permitir el flujo de información, así como el poder
de formar la convicción acerca del empobrecimiento y el
enriquecimiento correlativos entre demandante y demandado.

Por otro lado, es infundado el temor de que admitir el título


en su fuerza documentaria, como prueba del enriquecimiento, sea
una reviviscencia de la acción cambiaria; por el contrario, es más
bien el cabal entendimiento del principio de libertad probatoria,
pues la prescripción no resta capacidad probatoria al título valor
como documento que conserva naturalmente su función de servir
de prueba para acreditar el monto del enriquecimiento del deudor
y del empobrecimiento correlativo del acreedor, quien sin duda
alguna deja de percibir un crédito al que tenía derecho, en claro
demérito de su patrimonio.

Exp. 2004-00605-01 34
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Tampoco es verdad que al admitir como prueba el título


valor se esté consagrando la presunción de daño, pues
justamente al darle alcance demostrativo a ese documento se
acredita la cuantía y con ello desaparece la objeción. Nada se
presume si la prueba está en los documentos que enantes tenían
fuerza ejecutiva y la perdieron pero subsisten como medio de
prueba. Si se adscribe al documento la fuerza probatoria que
debe tener, ya que el derecho de las pruebas no trae una tarifa
negativa para excluirlo como instrumento de demostración, no hay
lugar a presumir nada, sino a tener por verificados los hechos que
configuran el enriquecimiento.

El contexto a que se alude atañe a que la actividad


mercantil, máxime la bancaria, tiene como telón de fondo la
ganancia y el lucro, no la beneficencia o la gratuidad. Así las
cosas, es de suponer que los títulos valores girados a favor de las
entidades financieras no surgen de modo general de un acto de
esplendidez del girador sino que se dio algo a cambio de ellos.

De manera pues que la desaparición de un activo causa


empobrecimiento y enriquecimiento, de modo muy especial si se
trata de títulos valores con contenido crediticio, pues estos
incorporan una relación de mutuo, perfeccionada como todos los
contratos reales, a partir de la entrega de la suma de dinero
correspondiente y si de tal forma ocurren las cosas, todo parece
indicar que el girador gana y el tenedor pierde, cuando se produce
la prescripción.

Si el beneficio es la regla general en el mundo mercantil,


ha de presumirse la contraprestación cambiaria, su equivalencia y
su magnitud; en síntesis, no puede suponerse la causa gratuita en
los títulos valores. Tampoco sirve como ejemplo de gratuidad la
llamada “firma de acomodamiento”, que a veces se trae a colación

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Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil

en asuntos semejantes, pues se trata de una hipótesis bastante


extraña a lo ordinario en el tráfico comercial, menos en el
ambiente de los bancos.

Se dice lo anterior, a pesar de que el título del caso hubiere


circulado, pues el mismo fue girado a nombre del Banco Uconal y
luego endosado a favor del Banco del Estado, movimiento del
cartular entre entidades financieras que mantiene la connotación
onerosa inherente a los actos comerciales, máxime si se trata de
dos entidades cuyo objeto social reclama provecho a favor de
quienes intervienen en el acto de endoso. Por el contrario, al
punto debería consultarse las pretensiones del proceso ejecutivo,
pues ellas miden la dimensión del derecho del demandante que
se arruinó como consecuencia del fenómeno extintivo.

De manera que el sentido del que me separo es


considerar, a manera de tarifa legal negativa, que se debe
descartar el título valor que se cobró sin éxito, por la prescripción,
como si este mismo no tradujera suficientemente el margen de
desplazamiento patrimonial experimentado entre demandante y
demandado, sobre todo si el demandado tiene la posibilidad de
aportar otras pruebas que permitan descreer de lo consignado en
el documento y establecer otro monto como enriquecimiento, en
tanto ello no ocurra, juzgo que lo expresado en el título es
bastante como prueba de los elementos de traslado económico
entre patrimonios.

Todo ello se potencializa porque en el caso los


demandados jamás debatieron mediante las excepciones el
monto de la obligación o la presencia del mutuo por parte del
acreedor original, por lo tanto, resulta evidente que en esas
condiciones el título y el crédito adherido a él, podía ser tomado
como la mensura del desplazamiento entre el tenedor y los

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Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil

demandados, salvo que estos hubieran comprobado otra suma


diferente.
Fíjese que tampoco es bastante con decir que no se sabe
cuál es valor por el cual el Banco Uconal endosó el pagaré al
Banco del Estado, pues la certeza del derecho de este último es
que patrimonialmente el documento representaba las obligaciones
en él puestas, cuyo cobró procuró a través del proceso ejecutivo,
por manera que si estas hubieran sido satisfechas, el patrimonio
del acreedor tendría un aumento en esa cifra, misma de la que
desprovisto el accipiens con el advenimiento de la prescripción.

En suma, no comparto el agregado probatorio que sumó la


Corte sobre el aspecto expuesto, a pesar de que este en ningún
momento cambiaría el sentido de la decisión final.

Dejo así consignadas las razones de mi voto particular.

Fecha ut supra,

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA


Magistrado

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN CIVIL

ACLARACION DE VOTO

EXPEDIENTE No. 2004-00605-01

Exp. 2004-00605-01 37
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Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil

Con el debido respeto por la decisión mayoritaria, debo


puntualizar sobre un tema que motiva mi aclaración de voto.

Venía el suscrito salvando el voto en asuntos relacionados con el


tema que ocupa ahora a la Sala en la sentencia, sin embargo, se
tocan ahora algunos puntos antes no analizados, que nos
colocan en sintonía, quedando las diferencias argumentativas
considerablemente reducidas, por lo que consideramos es
procedente la aclaración y no la salvedad.

La llamada acción de enriquecimiento que consagra el artículo


882 del Código de Comercio, es diferente de la acción general de
enriquecimiento sin causa que consagra el artículo 831 del mismo
Código.

El enriquecimiento sin causa, como principio general del derecho,


actuando en su rol creativo, introdujo la acción consagrada en el
artículo 831, donde se establece la posibilidad de restablecer el
equilibrio entre dos patrimonios, eliminando el indebido
enriquecimiento y posibilitando el ejercicio de una acción
indemnizatoria. Los requisitos para la procedencia de esta acción
vienen siendo puntualizados por esta Corporación desde
jurisprudencia del 10 de noviembre de 1930 y se pueden resumir
de la siguiente manera: a) El enriquecimiento efectivo de una
persona que se observa en principio que su patrimonio reciba un
incremento; b) Que se presente un empobrecimiento correlativo
en el patrimonio de otra persona; c) Que entre enriquecimiento y
empobrecimiento exista una relación de correspondencia; d) Que

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Sala de Casación Civil
el desequilibrio entre los dos patrimonios se produzca sin causa
jurídica.

La acción que consagra el artículo 882 del Código de Comercio


colombiano es de naturaleza extra cambiaria para quien haya
dejado caducar o prescribir el título valor, puede instaurarse
dentro del año siguiente a la ocurrencia de la caducidad o
prescripción y también se denomina de enriquecimiento.

Como lo anotamos, ambas acciones difieren sustancialmente.


Basta decir que la acción ordinaria de enriquecimiento nunca
podría partir de una caducidad o de una prescripción, pues ello
sería precisamente la causa del enriquecimiento y no sería
injusto.

Solamente, por vía de excepción, como lo hace el artículo 882


que venimos comentando puede encontrarse una gabela
semejante, que a pesar de la caducidad o de la prescripción, es
decir, ante una situación jurídica estabilizada por el paso del
tiempo, se permita un año más para evitar un enriquecimiento.

Indiscutible, que también en esta acción especial de


enriquecimiento, sea necesario acreditar, como elemento para la
prosperidad de la acción el perjuicio, es decir, el empobrecimiento
para uno y el correlativo enriquecimiento para el otro. Es en el
punto de la prueba sobre estos aspectos y el mérito que pueda
tener el título prescrito o caducado para dichos efectos, donde se
han concentrado nuestras diferencias.

Exp. 2004-00605-01 39
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Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil
En anteriores ocasiones hemos advertido que no se puede negar
que el título valor no descargado, prescrito o caducado, no sea
idóneo para acreditar este elemento, iría contra el principio de
libertad probatoria que inspira nuestro ordenamiento. Por el
contrario ese documento, ya sin fuerza cambiaria, puede incluso
ser el mejor medio y hasta suficiente en un momento dado para
probar que una persona dejó de recibir el dinero de su importe
favoreciendo de esta manera a quien no tuvo que cancelarlo.

De todos modos en el escenario del debate puede el demandado


defenderse probando lo contrario. Pero de allí, el afirmar que, el
documento allegado al proceso con las respectivas constancias
de no haber sido cubierto, no sea suficiente de entrada, para
acreditar el perjuicio y que son necesarios otros medios diferentes
de prueba, es precisamente lo que nos lleva a esta aclaración.
Habrá casos en que no, pero no se puede descartar de entrada su
relevancia para indicar el empobrecimiento y el recíproco
enriquecimiento. Compartimos el desarrollo de la sentencia
sobre la libertad probatoria y la no contemplación legal de una
tarifa probatoria.

En lo dicho se concreta mi desacuerdo con la decisión


mayoritaria.

Fecha ut supra.
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

SALVAMENTO DE VOTO

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Ref.: 11001-3103-028-2004-00605-01

Con el acostumbrado respeto por las decisiones


mayoritarias de la Sala, procedo a consignar a continuación las
razones que me han motivado a salvar el voto respecto de la
sentencia de casación proferida en el asunto de la referencia.

En opinión de quien suscribe el presente voto


particular, el primer cargo presentado por la parte recurrente tenía
vocación de prosperidad, toda vez que en la sentencia de
segunda instancia proferida por el Tribunal Superior de Bogotá el
12 de junio de 2008, el ad quem violó directamente las normas
legales denunciadas en la censura, lo que lo condujo a acoger
erróneamente la excepción de prescripción de la acción de
enriquecimiento cambiario propuesta por la parte demandada.

Luego de haber realizado una nueva y detenida


reflexión sobre el tema relativo al cómputo del plazo de
prescripción establecido en el inciso 3º del artículo 882 del Código
de Comercio, he llegado a la conclusión de que el criterio acogido
por la Corte al respecto, consistente en que el plazo de un año
para que se consolide el mencionado fenómeno extintivo se debe
contar, indefectiblemente y en todos los casos, a partir de la fecha
de vencimiento del plazo prescriptivo de la obligación incorporada
en el título valor, puede conducir, en ocasiones, a decisiones que
son contradictorias con los principios de la prescripción extintiva,
con las que, además, se propicia que los acreedores se vean
compelidos a iniciar la acción de enriquecimiento cambiario
cuando aún no se haya decidido el proceso ejecutivo adelantado
para cobrar el respectivo título valor, y a sostener en tales

Exp. 2004-00605-01 41
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procesos judiciales, tramitados simultáneamente, posiciones
jurídicas contradictorias.

Señalo que una posición tal sobre el tema implica una


contradicción con los principios de la prescripción extintiva, por
cuanto, como lo reconoce el fallo del que me aparto, la
prescripción liberatoria es, en alguna forma, una sanción o una
consecuencia normativa desfavorable que debe padecer el
acreedor negligente o descuidado que deja transcurrir los plazos
establecidos en la ley para adelantar las acciones de las que es
titular. En el caso que es materia del presente proceso, en
síntesis, el banco acreedor inició la acción de cobro del pagaré
antes del vencimiento del plazo de tres (3) años establecido para
la prescripción de la acción cambiaria, y sostuvo en las instancias
que se había presentado una interrupción natural de la
prescripción por cuanto uno de los deudores ofreció atender la
obligación mediante una dación en pago y solicitó una reducción
en los intereses de mora. De acuerdo con la tesis de la Sala sobre
la prescripción de la acción de enriquecimiento cambiario,
mientras, por una parte, el establecimiento de crédito acreedor
demandaba ejecutivamente el cobro de la obligación cartular y
defendía la no ocurrencia de la prescripción de la acción
cambiaria –sobre la base de su interrupción natural- con el
propósito de sacar avante el cobro de las sumas adeudadas, por
la otra, ya se había iniciado el conteo de la prescripción de la
acción ordinaria de enriquecimiento cambiario, bajo la premisa de
que el acreedor, en los términos de la ley mercantil, había dejado
prescribir el título. Tal circunstancia contradice el principio según
el cual, en materia de prescripción, el mencionado fenómeno
extintivo debe tener fundamento en la inactividad y la desidia del

Exp. 2004-00605-01 42
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Sala de Casación Civil
titular en ejercer el derecho que tiene a su disposición, pues,
ciertamente, se da comienzo al conteo del término de prescripción
de la acción de enriquecimiento, sin que, en casos como el que se
analiza, se pueda evidenciar incuria o descuido en el
comportamiento del acreedor para emprender la acción
consagrada en el inciso 3º del artículo 882 del Código de
Comercio.

Como ya se indicó, la doctrina de la Sala conduce a


que sea perfectamente factible, y desafortunadamente frecuente,
que en el trámite coactivo en el que el acreedor esté ejerciendo la
acción cambiaria, argumente con firme convicción que la
prescripción extintiva no se ha consumado v.gr. porque se
presentó una interrupción natural, pero, para no dejar prescribir la
acción de enriquecimiento cambiario, tenga que iniciar su
tramitación dentro del término de un año contado a partir del
vencimiento objetivo del plazo de prescripción del título valor, y en
dicho proceso de conocimiento deba alegar que lo adelanta en
razón y con fundamento en que la obligación cambiaria
incorporada en el respectivo instrumento se extinguió por
prescripción. Como lo describe con acierto la censura para el caso
particular que se analiza, “mientras no se hubiera fallado la
segunda instancia del ejecutivo que definiera el punto relativo a la
interrupción natural de la prescripción que estaba siendo objeto
de debate, el BANCO no podía iniciar la acción de
enriquecimiento cambiario porque en ella habría tenido que
afirmar, como hecho categóricamente ocurrido, que la acción
cambiaria estaba prescrita cuando en el ejecutivo estaba
sosteniendo totalmente lo contrario. El acatamiento al principio de
respecto de los actos propios, le imponía abstenerse de incurrir

Exp. 2004-00605-01 43
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Sala de Casación Civil
en semejante conducta so pena de perder toda legitimidad en las
dos posiciones contrapuestas!” (Fl. 23. Cuad. Corte).

Adicionalmente, como ya lo señaló la Sala en


oportunidad anterior2, estando pendiente de decisión la acción de
cobro, no es posible que se exija al titular del crédito cartular que
inicie la acción de enriquecimiento cambiario, ya que tal manera
de proceder entraría en franca contradicción con una de las
características de la acción de enriquecimiento sin causa en
general, y de la cambiaria en particular, y es su carácter
netamente subsidiario. Es claro que estando pendiente de
decisión la acción ejecutiva no podría entablarse la acción
ordinaria, pues de hacerlo se vulneraría el mencionado requisito
de subsidiariedad.

Para culminar, debo señalar que si bien estoy de


acuerdo con la doctrina jurisprudencial de la Sala en cuanto a que
la acción in rem verso no puede convertirse en la puerta de
escape para que el acreedor cambiario negligente altere a su
favor, al vaivén de sus actuaciones judiciales, los términos de
prescripción, y “en cualquier momento, aún de manera
manifiestamente tardía, inicie un proceso ejecutivo, solamente
con la perspectiva de intentar rescatar la acción de
enriquecimiento”3, dicha prevención frente a los acreedores
habilidosos o abusivos no puede llevar a establecer un criterio
excesivamente rígido que conduzca a situaciones contradictorias
–como las que se han esbozado- y, eventualmente, a decisiones
que traten con excesivo rigor al acreedor cambiario de buena fe
que, ante el incumplimiento de su deudor, se ve forzado a

2
Sentencia 001 del 11 de enero de 2000. Exp. 5208. No publicada oficialmente.
3
Sentencia 147 de 19 de diciembre de 2007. Exp. 00101-01. No publicada oficialmente.

Exp. 2004-00605-01 44
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Sala de Casación Civil
emprender la acción cambiaria, con todas las vicisitudes y
demoras que ordinariamente se presentan en su tramitación, y al
que posteriormente, al terminar desfavorablemente para él el
proceso ejecutivo que adelantaba, se le sorprende con que la
acción de enriquecimiento cambiario prescribió cuando aún
estaba intentando cobrar el título valor.

Fecha ut supra

ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

Exp. 2004-00605-01 45

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