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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

CENTRO UNIVERSITARIO DEL SUROCCIDENTE CUNSUROC


MAZATENANGO SUCHITEPEQUEZ
ADMINISTRACION DE EMPRESAS

Historia Económica de Guatemala


Msc.Jorge Luis Escobar Castillo

Integrantes: Carné:

Darlee Lisbeth Mazariegos Felipe 201841808Federico RenojHuinac201842934


Miriam Lorena Ramos López 201845553
Jonatan Oseas Chanay López 201842932
Katherin Estefanía Quiroa Figueroa 201841098
Ludwyn Alejandro Estrada Girón 201741480
Abner Uriel Zapeta Gòmez 201846398
Introducción

Guatemala se distingue de ser un país muy rico en recursos naturales, también se


distingue de ser un país Pluricultural y Multilingüe, en donde cada etnia o raza se
caracteriza por su historia. Años atrás, entre 1524-1821 vivió una temporada a la que se
llamó época colonial basándose como la explotación económica de un territorio y del
trabajo de los habitantes de este.

La esclavitud, constituyente en el dominio absoluto sobre una persona, fue un fenómeno


que se conoció no solamente en nuestro país Guatemala, sino también en los demás, y
países del viejo mundo (España, Portugal, áfrica, Rusia etc.).

Tal fenómeno arrasó con la vida de muchos nativos de muchos países, incluyendo el
nuestro, siendo usados como muebles, siendo vendidos y usados para mano de obra. Los
españoles en innumerables ocasiones abusaron de los nativos, no solamente de sus
libertades sino de su condición digna. Para los cuales hubo algunos que defendieron los
derechos de estos, como lo fueron los frailes, como fray Bartolomé de las casas, defensor
de los derechos de los nativos.
La Historia Colonial de Guatemala

La historia colonial de Guatemala empieza en el año 1524 y termina con la declaración de


independencia guatemalteca en 1821. Con la llegada de los españoles estos viajaban
buscando las Indias en tres barcos la Niña la Pinta y la Santa María arribando en tierra
americana. Confundieron a los nativos por indios.Las guerras de sometimiento alos
nativos fueron dolorosa para la población indígena aunque no duraron mucho, los
guerreros españoles tenían a su favor la superioridad militar que les daban sus armas de
fuego desconocidas por parte de los indígenas arma blanca y la caballería y los perros
entrenados.El contacto de los indios con los españoles causo una disminución acelerada
en la población. Mientras que Guatemala formó parte del Virreinato de México, funcionó
por aparte como Capitanía General e incluyó lo que ahora es Chiapas, una parte de
Yucatán, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica

"La Antigua Guatemala", la capital colonial de Centroamérica, se fundó con el nombre de


Santiago de Guatemala en el 1543. Fue el centro cultural, económico, religioso, político y
educativo de la región entera hasta que la capital se mudó a la actual Ciudad de
Guatemala después de unos terremotos devastadores en
el 1773. Los conquistadores escogieron la ubicación dado
que la capital antigua se había inundado en el 1541. El
valle ofrecía una fuente de agua adecuada y ofrece uno de
los mejores climas del mundo. Los suelos fértiles que
rodean a Antigua también consisten en su atractivo.

Más de 30 órdenes monásticas tenían su sede en Antigua


y en el pueblo construyeron monasterios, conventos y catedrales impactantes. Una de las
primeras ciudades planificadas en el Nuevo Mundo, su diseño urbano es un tradicional
cuadriculado español –ocho manzanas por ocho manzanas--. Dado su importancia y
preservación como ciudad colonial, la UNESCOdeclaró a Antigua como “Patrimonio de la
Humanidad”. En vista de que muchas de las casas coloniales se preservaron, podrías sentir
que el tiempo se haya parado hace 300 años. Desde su arquitectura hasta sus
inmediaciones hermosas; experimenta los esplendores de los tiempos coloniales
españoles.

Sin embargo, no es solamente Antigua que ofrece la historia colonial. Conforme vayas
reconociendo Guatemala podrás ver iglesias edificios y fuentes que se originaron en los
tiempos coloniales

Un régimen colonial, en términos generales, aplicables también a la situación que


prevaleció en el Reino de Guatemala entre 1524 a 1821, se puede concebir, en esencia,
como la explotación económica de un territorio y del trabajo de los habitantes de éste,
que anteriormente gozaron de autonomía.
En el caso de la sociedad colonial de Guatemala es decir, durante el periodo comprendido
de 1524 a 1821, el aparato económico, estrictamente considerado, descanso
principalmente a las siguientes columnas institucionales: Esclavitud, Encomienda,
Repartimiento, servicios personales, propiedad y utilización de la tierra, administración de
la hacienda pública, tecnología, trabajo artesanal y comercio. Básicamente, sin embargo,
en Guatemala, el régimen colonial gravitó en el trabajo de los nativos, ya que los móviles
generales de la conquista, las coacciones en que esta se realizó y la propia situación
económica social de España y de la propia colonia.

Estructuración de la sociedad colonial

Durante la colonia de, los grupos y las personas ocupaban determinadas posiciones
jerárquicas que, en general, se determinaban por razones políticas económicas raciales y
de prestigio social. Para designar a esos distintos niveles se han usado términos como los
de capas, estamento, estratos, clases, etcétera. Entre los especialista existe todavía mucha
discusión sobre cual pudiera ser el termino más propio para llamar a los distintos
segmentos de la sociedad colonial. Sin embargo, el caso es que tales divisiones existían de
hecho y que, en general, así como producían relaciones de cooperación entre los grupos y
personas que jerárquicamente ubicados, integraban la sociedad colonial, se manifestaban
situaciones de oposición, de pugna y aun de conflicto permanente.

Las fuerzas centrifugas prevalecía, a veces, sobre las que unían a los distintos sectores
(fuerzas centrípetas), a si se explica el estallido de motines rebeliones allanamiento, e
incluso movimientos como la propia Independencia. La sociedad colonial, sin embargo,
permaneció como una unidad política a lo largo de tres siglos, aun cuando aquellos
divisionismos reflejaban problemas objetivos, como el poder político local o regional, la
discriminación sociocultural, la explotación económica la represión abierta o embozada, y
también, por otro lado, la resistencia pacífica, violenta y disimulada, de los indios. En los
estudios de las estratificaciones en Hispanoamérica se han utilizado de modo común, tres
categorías no necesariamente incluyentes, a saber: estamentos, una categoría, de origen
medieval que funcionaba en España. Los tres estamentos que se reconocían en Europa
eran la nobleza el clero y el estado llano a cada uno de los cuales se asignaban fueros
(leyes), privilegios y obligaciones diferentes. El sistema estamental no funciono del todo
en América, por varias razones; por ejemplo la Corona trató que en los territorios
colonizados no se desarrollara no aceptaron a ser ubicados en el estado llano, y,
finalmente, en el sector colonizado, es decir, entre los propios indígenas, habían también
peculiares categorías como los de caciques o Señores maceguales o gente común,
esclavos y siervos. Por otra parte, en determinados contextos como en los libros
parroquiales de las ciudades ( un ejemplo fue Santiago de Guatemala ) se clasificaban a
los pobladores así: españoles (blancos , de origen europeo , que incluían a los criollos );
gente ordinaria( mestizos mezclados con negros, , gente no europea y no indígena); y los
indios. Se usaban otros términos que, igualmente, reflejaban criterios peyorativos o
francamente discriminatorios, como los de gente decente y plebe, es decir personas
respetables y conocidas (españoles e individuos pobres o populacho. Se hablaban
también, de gente de razón, esto es de cultura occidental prehispánica. Desde el punto de
vista fiscal, los hombres estaban separados en tributos y no tributarios. Finalmente, las
personas se dividían en términos de raza y de casta. El término mestizo se utilizó para
referirse a los descendientes de indios y españoles, así como el de casta para aludir a
quienes tenían mezcla de negro aunque posteriormente se amplió el significado de la
segunda palabra indicada. En los primeros años de la colonia , como en toda
Hispanoamérica , existió una especie de : pigmentocracia , es decir un sistema de
estratificación basado en color de la piel, y en el que los blancos ocupaban el nivel
superior y los negros e indios , las posiciones inferiores ; sin embargo en el siglo XVII ,
cuando los españoles se habían mezclado con los otros grupos , se desarrollaron las clases
sociales económicas sin perder su trasfondo pigmentocratico . Durante el siglo XVI los
españoles ocupan la cúspide de la pirámide estratigráfica, la inmensa mayoría india se
situaba en un lugar intermedio y los esclavos africanos se ubicaban en la base. En los
primeros años, los españoles se distinguían por el hecho de haber nacido en España o en
las Indias (criollos) así como por haber o no recibido las rentas diversas, tales como
esclavos, encomiendas, ayudas de costas, cargos en el ayuntamiento, etcétera.

Los indígenas tenían sus propias diferencias de posición a las que ya se aludió antes, y los
africanos se diferenciaban por su calidad de esclavos o manumitidos. Este cargo sin
embargo, como ya se indicó oportunamente, se complicó con el surgimiento de las
mezclas. Al principio los españoles trataron de vivir sus rentas coloniales, (encomiendas,
ayudas de costa), ya que asignaban un carácter servil al trabajo directo. Se consideraban
Señores al servicio del Rey, pese a los orígenes realmente humildes de muchos de ellos,
los pocos que se dedicaron a los oficios artesanales fueron relegados a una oposición
inferior, aunque, rápidamente ellos no solo sacaron provecho de la urgente demanda de
sus servicios, sino que también pretendieron que se les reconociera también posiciones
privilegiadas. Estas pretensiones empero, se redujeron cuando los oficios artesanales
comenzaron a practicarse, así mismo, por mestizos y mulatos. A fines del siglo XVI surgió
un grupo importante grupo de prósperos comerciantes, cuyos miembros ocuparon cargos
importantes y acumularon apreciables fortunas. Estos y, en general quienes constituían la
elite, tanto en Santiago como en otras ciudades principales del Reino, sintieron
amenazada su posición social con la llegada , desde España de los altos funcionarios
designados por la Corona y otros peninsulares que prosperaban. Los integrantes de esta
nueva ola migratoria en unos casos asumieron los espacios altos determinados por la
riqueza y, en otros se casaron con hijas de las antiguas familias radicadas en los centros
urbanos. Todos estos nuevos ricos afirmaron su poder con los cargos que se le
atribuyeron a su poder en el cabildo, y construyeron un grupo abierto, del que
participaban peninsulares (españoles nacidos en España) y criollos. De esta manera
ocasionalmente los peninsulares dominaron el ayuntamiento en tanto que los criollos
viejos perdían riqueza y también poder político. En el siglo XVIII se distinguían tres grupos
en el sector de la elite: los criollos o antiguamente beneméritos, los criollos en transición y
los recién llegados de Europa. Los primeros eran descendientes de los antiguos
conquistadores y colonizadores, los segundos provenían de criollos viejos; y los últimos
eran adultos nacidos en España u otro país del exterior y de reciente ingreso a Guatemala.
Estos últimos dominaron el comercio y el ayuntamiento de Santiago, durante toda aquella
centuria. Ocurría con ellos, sin embargo, que pronto se “criollizaban“, ya que respondían,
casi de inmediato, de intereses y criterios de tipo local, que a los de España o a los de
aquellos lugares de donde procedían. No todos los españoles por lo tanto conformaban la
elite, los había también pobres o intermedios, más bien proclives al descenso social,
aunque ellos también se empeñaban en mantener la tez blanca y atender cualquier
posibilidad de una movilidad ascendente.

Estratificación en el siglo XVIII

El ordenamiento jerárquico de la sociedad no presentaba ya el carácter trirracial o


multirracial que lo distinguió en la época que siguió a la Conquista. El mestizaje
efectivamente, había debilitado a la diferenciación basada en los fenotipos. El poder
seguía en las manos de los europeos en tanto que la gran mayoría indígena mantenía un
carácter marginal. No obstante en los centros urbanos, en las haciendas en las zonas
productivas en fin, se incrementaba el grupo poblacional, mezclado, en el cual inclusive
los criollos se aparecían cada vez más a esa creciente masa intermedia, mientras tendía a
ser absorbido del grupo de origen africano. Es importante acotar que el sector de los
peninsulares de reciente ingreso, unido a los criollos ricos, no solo incremento sus
convenientes alianzas locales , si no que juntos, tomaron las características de un grupo
oligárquico , que alcanzo las principales posiciones de poder: del gobierno municipal ,
central, cargos administrativos regionales, cargos en el Real Consulado de Comercio , la
Universidad, la Iglesia (cabildo eclesiástico clero regular y secular , conventos de monjas
etcétera ) , el propio ejército . La clase alta capitalina renovada constantemente casi
mediados del siglo XVII y con un poder cada vez más consolidado , incluía a las familias
nuevas y tradicionales más importantes a las que en otros sectores sociales
principalmente entre los de poder intermedio , se les comenzó a llamar con el solo
nombre distintivo de las “familias” allí figuraban apellidos de “altos vuelos” o de un
estirpe no siempre tan “rancia” como se pretendía : Álvarez de las Asturias Arrivillaga,
Batres( o González Batres ), Nájera Gálvez, Montufar, Oyarzabal Rubio, etcétera . Otras de
las familias que llegaron después siglo XVIII, pero que integraron también aquel famoso
grupo Aycinena, Barrundía, Barrutia, Beltranena, Juarros, Larrave , Lara, Marticolena,
Micheo, Palomo, Pavon , Peynado, PiñolRodriguez , Romá, Urruela, Irrisari, Landivar,
Larrazabal. Casi todas por varias generaciones, se mantuvieron vinculadas al comercio de
importación, y exportación a la gran actividad agropecuaria, al poder en una palabra. El
terreno de 1773 y el traslado de la capital al Valle de la Ermita, afectaron drásticamente la
posición privilegiada de aquellos núcleos familiares, hasta el punto en que se resistían a
abandonar a Santiago no tanto por razones sentimentales u otras, cuantos por motivos
económicos. La instalación de la nueva capital del Reino permitió la emergencia de una
nueva elite, en lo que figuraban algunos de la anterior, pero a los que se incorporaron
otros más. Varios autores como Severo Martínez Peláez por ejemplo, explicaron el cuadro
de la estratificación social de la Colonia, basados en el criterio materialista de las clases
sociales, las cuales se definen en función de la propiedad de los medios de producción, lo
que origina la explotación de una clase por otra así como la prolongada lucha entre ellas.
Según este esquema teórico, los españoles y criollos conformaron una clase social
explotada. Aparte de este se conocen otros modelos analíticos, en los que se otorga más
fuerza explicativa a otros factores diferentes, como el origen étnico, el lugar de residencia,
la educación, que, solos o en forma complementaria, contribuyeron a delimitar y a definir
los grupos jerárquicos que integraban la sociedad colonial.

Orígenes del latifundismo en Guatemala


El primero de ellos fue el fundamento sobre el que operaron los restantes. El segundo fue
el punto de arranque del latifundismo en Guatemala. El tercero fue el gran mecanismo
generador y ampliador de latifundios durante más de dos siglos coloniales. El cuarto no
fue generador de latifundios —tierra comunal para los pueblos de indios—. Y el quinto
debe haber actuado como incitante secundario. Ahora bien; esos principios actuaban
unilateralmente, fomentaban el latifundio desde el ángulo de los intereses de la corona.
Para que estos principios fueran operantes, tuvo que haber otros que actuaran
unilateralmente desde el ángulo de los intereses de los terratenientes; porque de nada
hubieran valido las facilidades que la monarquía ofrecía para ampliar las haciendas, si los
hacendados no hubieran tenido motivos para aceptarlas. Hubo, ciertamente, principios
que actuaron desde este otro ángulo.
Es obvio que el mero hecho de poseer en grandes extensiones el medio de producción
básico, era suficiente para estimular el afán de acapararlo. Pero en el marco de esa
circunstancia actuó esta otra, originando 15 entrambos un círculo vicioso: la tierra era
para que los indios la trabajaran, pero la posibilidad de disponer de los indios dependía de
que la tierra estuviera acaparada. Dicho de otro modo: la tierra era fuente de riqueza si se
disponía de indios de repartimiento, pero los indios de repartimiento sólo podían
obtenerse si se poseía tierras en considerable extensión.

Desde el momento en que quedó organizado el sistema de repartimiento de indios, se vio


que el número de éstos, reducido por el hecho de que las autoridades los cedían en
cantidades y por períodos limitados, mantendría a los hacendados en un constante
regateo, entre sí y con las autoridades, para tener asegurada su cuota de trabajadores
forzados. En esas condiciones, la aparición de nuevas empresas agrícolas, de nuevas
haciendas y labores, suponía un aumento numérico de los interesados en obtener indios
de repartimiento. Como ese aumento no correspondía a un aumento numérico de los
indios disponibles, necesariamente se daba una agudización de la pugna en torno a la
disponibilidad de mano de obra forzada. El incremento demográfico de los mestizos vino a
aliviar parcialmente dicho problema, como ya se señaló. Pero de todos modos, la clase
terrateniente tuvo que asegurar su dominio acaparando tierras, porque era la manera de
asegurarse a los indios.

Este hecho fundamental —la limitación de la disponibilidad de indios— hay que tenerlo
presente en la explicación de ciertas características del desarrollo de la clase criolla. Su
rechazo y su miedo frente a la inmigración de nuevos españoles al reino, por ejemplo,
tenía ese problema en el fondo: tierra había suficiente para que grupos de españoles
llegaran periódicamente con miras de obtener trozos de ella; desde ciertos puntos de
vista, a la clase criolla le hubiera convenido ser un poco más numerosa; pero esas
consideraciones perdían toda su validez ante el hecho de que cada nuevo terrateniente
era un nuevo aspirante a indios. Guarda estrecha relación con lo que estamos señalando
la tendencia, muy acusada en la clase criolla, a constituir una sola gran familia, a ser una
parentela cerrada. Es evidente que de ese modo se conseguía acaparar la tierra en las
manos de un núcleo social compactado, unificar los intereses básicos e impedir la
penetración de advenedizos.

La limitación numérica de los indios disponibles también operaba en la base de otro


fenómeno importante: el de que la clase criolla, renovada por elementos extranjeros que
lograban penetrar en ella, se mantuviera como una clase muy reducida, que no crecía,
sino más bien tendía a expulsar de su seno a criollos arruinados que pasaban a las capas
medias. Esa lucha interna dentro de la clase —lucha de la que ofrece claro testimonio la
crónica de Fuentes y Guzmán— revela que la base de sustentación económica de los
criollos era una plataforma limitada, que la clase no podía crecer, y que por ese motivo
subían unos y caían otros. Había tierra suficiente para todos, pero no había indios en
cantidad ilimitada - ¡esa era la plataforma con limites peligrosos!-, y siendo esto así,
acaparar la tierra, aunque no fuera a utilizarse, era una medida necesaria para conservar
el control sobre los indios y para preservar la clase. Siempre de todas formas es
interesante observar que la clase latifundista pudo ampliarse, como lo hizo con la reforma
cafetalera del siglo XIX, cuándo, eliminado él dominio español sobre los indios, se pudo
echar mano de éstos y disponer de ellos ampliamente. Se amplió, pues, la plataforma de
sustentación de la clase terrateniente a disponibilidad de indios y la clase pudo ampliarse
también. Resumiendo. Los principios de la política agraria colonial no hubieran llevado el
latifundismo a los extremos que llegó, si la estructura de la colonia y la esencia de la clase
terrateniente criolla no hubieran obligado a dicha clase a aprovecharse de aquellos
principios para ampliar su dominio, cerrado y excluyente, sobre la tierra. La tierra sin
indios no significaba nada, porque la gran importancia de los indios como creadores de
valor, aconsejaba la adquisición de grandes extensiones de tierra.

Es interesante anotar que el latifundismo llegó a ser un serio problema ya en la misma


época colonial. Así lo revelan de manera notable los célebres “Apuntamientos sobre
Agricultura y Comercio” que el Consulado de Comercio le proporcionó a Don Antonio
Larrazábal como material de consulta para su gestión en las Cortes de Cádiz. El documento
refleja los puntos de vista de los grandes comerciantes españoles del reino, cuyos
intereses se hallaban en contradicción con los de los grandes terratenientes criollos.

Mientras el bienestar de éstos reposaba sobra el trabajo semi-gratuito y por ende sobre la
miseria y de los ladinos pobres, el desarrollo del comercio hubiera exigido una elevación
de la capacidad de compra de las masas campesinas, la cual sólo podía alcanzarse con
reformas profundas. Los comerciantes hubieran deseado, según se ve en su documento,
cambios revolucionarios sin Independencia, mientras que los terratenientes deseaban una
Independencia sin cambios revolucionarios.

De ahí que los Apuntamientos contengan información absolutamente franca y fidedigna


acerca del estado del agro en las postrimerías de la colonia, y que una de sus secciones
sea un verdadero proyecto de reforma agraria —realmente el primer proyecto de reforma
agraria que conoce la Historia Económica de Guatemala, elaborado en 1810-. Ceñidos a lo
que nos interesa, destacaremos algunas observaciones y recomendaciones de aquel
proyecto. El grado de expansión alcanzado por el latifundismo hacia el final de la colonia,
aparece claramente manifiesto en observaciones como la siguiente: ‘...En cuanto a los
hacendados, unos poseen tierras de considerable número de leguas sin trabajarlas, a
reserva de alguna muy corta parte, resultando por consiguiente inútiles a ellos y al común,
que carece absolutamente de terreno propio para sembrar sus maíces u otro fruto…“

En otros lugares el documento es más categórico acerca de la significación del


latifundismo: “... Ya queda demostrado —dice— que el origen o causa primaria de los
atrasos y obstrucción que experimenta en el Reyno la Agricultura, apoyo de la subsistencia
de todos sus habitantes, es sin contradicción el que las se hallan distribuidas en
posesiones inmensas entre pocos individuos, con enorme perjuicio de los muchos que
forman la masa del Estado, que no tienen un palmo de terreno donde sembrar una milpa.
Parece, pues, cosa razonable, justa, necesaria al Reino, y conforme a nuestras Leyes de
Indias, que las tierras estén repartidas en muchas manos, para que en este caso quede
removida la causa del grave mal indicado. . .”

Si el documento que comentamos no fuera suficiente prueba de que la mala distribución


de la tierra llegó a ser ya dentro de la colonia, el problema capital de la sociedad
guatemalteca, consideremos una última prueba documental dedicada hacia quienes,
cogidos en la ideología de los criollos latifundistas —sin serlo, muchas veces— se
estremecen al oír hablar de reformas agrarias. Allí va: El más drástico e intransigente de
todos los Capitanes Generales del Reino de Guatemala, enviado especialmente para
reprimir el movimiento de Independencia, y tristemente recordado por la crueldad que
puso en el cumplimiento de su misión; el ceñudo y amargo — ¡pero no tonto! — José
Bustamante y Guerra, llegó a la conclusión de que en el reinó de Guatemala era necesaria
una amplia repartición de tierras entre la gente pobre.

En un documento de 1813, dirigido al gobierno peninsular y “muy reservado”, aconseja:


“... Abrir las fuentes de riqueza pública para desterrar la miseria que dispone a los que la
sufren a revoluciones en que esperan variar de suerte; multiplicar el número de
propietarios para aumentar el de verdaderos ciudadanos (...) Proteger liberalmente a los
indios, clase la más numerosa y recomendable, al mismo tiempo que por su sencillez es la
más expuesta a ser seducida.” Hasta aquí el discurso presentado expone los orígenes del
latifundismo nacional guatemalteco con la debida puntualización acerca de su orden
primario jurídico-legal, espacio desde el cual históricamente se enraizó dentro de toda la
formación social, el sistema económico y en el Estado guatemalteco. Porque como
veremos posteriormente, al identificar en cada época y período histórico las huellas y los
efectos resultantes de la concentración, esta ha significado, no solo concentración de
tierras, sino de poder, de influencia social y ha constituido un régimen de dominación,
capaz de utilizar las formas más variadas de represión y coacción. Su esencia se manifiesta
y se evidencia constantemente: concentrador y excluyente. No está demás afirmar que en
toda esa historia de la perpetuación latifundista, la clase dominante terrateniente ha
mantenido el carácter racista, tanto en la legislación posterior como en lo relativo a la
invisibilizacion del indígena y de la justa demanda campesina por la tierra. Cada uno de los
aspectos de la vida nacional están sojuzgados por esa visión colonial concentradora y las
soluciones a los problemas están obligados a pasar la prueba de erradicar de raíz esa
visión y la ideología que la sustenta.

Régimen de trabajo en la época colonial.

Un régimen colonial, en términos generales, aplicables también a la situación que


prevaleció en el Reino de Guatemala entre 1524 a 1821, se puede concebir, en esencia,
como la explotación económica de un territorio y del trabajo de los habitantes de éste,
que anteriormente gozaron de autonomía.
En el caso de la sociedad colonial de Guatemala, es decir, durante el periodo comprendido
de 1524 a 1821, el aparato económico, estrictamente considerado, descanso
principalmente a las siguientes columnas institucionales: Esclavitud, Encomienda,
Repartimiento, servicios personales, propiedad y utilización de la tierra, administración de
la hacienda pública, tecnología, trabajo artesanal y comercio. Básicamente, sin embargo,
en Guatemala, el régimen colonial gravitó en el trabajo de los nativos, ya que los móviles
generales de la conquista, las coacciones en que esta se realizó y la propia situación
económica social de España y de la propia colonia.

L a esclavitud de los indios

El dominio casi absoluto de una persona sobremanera , equivalente a un derecho de


propiedad que traduce en la anulación de la libertad , la personalidad y otros derechos
individuales de quien ocupa la posición de esclavo , fue un fenómeno que, con ligeras
variantes , se conoció en todos los continentes , inclusive África , y casi de manera
ininterrumpida desde la antigüedad . En el siglo XVI se conocía en las sociedades del viejo
mundo, así como en las sociedades mesoamericanas con la Pre conquista. En estas
últimas, el estrato de los esclavos se integraba, principalmente con prisioneros de guerra
o criminales condenados por la sociedad, pero los hijos de unos y otros no
necesariamente heredaban tal condición. En algunas zonas también se obtenían esclavos
mediante compra, el cobro de tributos por los señores o bien por la comisión de varios y
diversos delitos. Se les reconocía por su posición inferior en los procesos productivos por
supuesto y , en algunos casos, por la correspondiente “MARCA” en la cara y en los brazos
, tal como se hacía en Nicaragua , por ejemplo donde se usaba, para tales efectos , un
polvo negro hecho de carbón de pino que se frotaba en una cortada hecha la cara o en
un brazo , para que la seña persistiera después de sanada la herida . Esta práctica de la
marcación fue continuada por los españoles después de 1524. Estos en efecto redujeron
a la esclavitud a muchos nativos en los años cruciales de la conquista y utilizaban una “G”
para marcar a los esclavos obtenidos en guerra , y una especie de “R” compuesta , para
los llamados “ESCLAVOS DE RESCATE” . Estos últimos eran precisamente los que ya
tenían tal condición en las sociedades prehispánicas, y de cuya existencia anterior
persisten pruebas documentales, pictográficas y lingüísticas en la actualidad. Estas
pruebas se refieren a casi todo el territorio de la antigua Mesoamérica y, en muchos
casos, ponen de manifiesto ciertas prácticas de excesiva crueldad asociadas a la
esclavitud de aquella época.

Como en otras partes del viejo mundo, en la Guatemala prehispánica la esclavitud


implicaba un derecho u derecho de propiedad sobre la persona del esclavo, lo que incluía
los frutos del trabajo, así como la privación de la vida de éste si se trataba de uno propio,
o de una obligación de resarcimiento en el caso de uno ajeno.

Desde entonces, se tomaron medidas efectivas para que tal práctica no continuara, y se
ordenó la liberación de muchos indígenas que se conservaban bajo dicho régimen.

Es justo reconocer, por otra parte, que también hubo fuertes voces de crítica, de
denuncia, de abierta condena a la política esclavista que España y los colonos españoles
desarrollaron en América central. Entre tales voces , a pesar de que había también
religiosos comprometidos en dichas prácticas , destacaron la del licenciado Cristóbal de
Pedraza , protector de los indios y Obispo de Honduras , quien envió una cruda”
Información “ sobre la situación esclavista en ese país y por supuesto la voz implacable
de celebérrimo Fray Bartolomé de las Casas. Y en España, precisa decirlo, algún eco
tuvieron aquellas voces detonantes, cuando menos en el ámbito del “debe ser”
inherente a las leyes nuevas.

Otra modalidad irregular, entre los muchos procedimientos usados para burlar el
precario control de la práctica esclavista, consistió en la venta, en calidad de esclavos, de
muchos indios sometidos al régimen de la encomienda. Estos por definición , eran
individuos libres , con la única obligación del pago del tributo a su encomendero, pero
este, en componenda con funcionarios, religiosos , traficantes y eventualmente con los
caciques locales , se las ingeniaba para participar en el mercado de esclavos , a expensas
de la libertad de sus encomendados y del ingreso regular que constituía el tributo

La esclavitud de los negros

Los primero núcleos de esclavos negros, paradójicamente se localizaron en el propio


continente africano. Desde una época no precisada, y como consecuencia de guerras
intertribiales o de peculiares estructuras socioeconómicas, unos negros eran sometidos a
la esclavitud por otros de sus congéneres, tal como ocurrió en el propio contexto de las
sociedades precolombinas de América. En aquellas circunstancias primigenias , la
esclavitud era fuente de mano de obra y de prestigio social para los amos, pero en los
procesos productivos generales no alcanzo la importancia y la envergadura que la
caracterizaron cuando comenzó el trafico trasatlántico , derivado este de la expansión
colonizadora de las potencias occidentales .

En cuanto a las políticas esclavistas institucionalizadas por España con relación con el
nuevo mundo, es significativo consignar que en 1518, Carlos I autorizo él envió masivo de
4000 negros a las islas del Caribe. Esta concesión de libero de impuestos por cuatro años,
y se prohibió toda negociación semejante por quienes carecieran de permiso expreso.

En las postrimerías del siglo XV todavía se manifestó abiertamente la rivalidad, entre


España y Portugal, por el control del comercio esclavista, pero las bulas papales de 1493
favorecían el derecho esgrimido por el segundo de dichos países, y así se reconoció por
ambas naciones en 1494. Al tenor de este acuerdo, a los portugueses se adjudicó el
derecho exclusivo de sacar esclavos del continente Africano. Este tráfico empero, no pudo
obviar cierto control ejercido por los banqueros genoveses, como tampoco se pudo
ignorar la oposición de la casa de contratación de Sevilla, que reclama sus derechos
monopolísticos en el comercio con las Indias. Posteriormente concluido el predominio
portugués, se eliminó la institución del asiento, y el tráfico de esclavos negros disminuyo
en una medida que afecto a la creciente demanda de los colonos españoles en América.
El rey por lo tanto, ante el aumento del contrabando y otras presiones colaterales, opto
por restablecer el asiento, y entonces fueron los holandeses los encargados de proveer de
negros a los asentistas.

En la primera mitad del siglo XVII, el tráfico esclavista estaba generalizado en el Caribe, y
de él se beneficiaban las potencias europeas. La demanda comenzó crecer entre los
colonos Españoles, en cuyas filas figuraban miembros de las órdenes religiosas, como los
propios dominicos que, por otra parte, destacaron en la defensas de los indios. Ante la
posibilidad de trasladar esclavos blancos, que también los había disponibles en Europa
como judíos, rusos, egipcios, libaneses, guanches (originarios de las islas canarias), etc. Los
interesados es decir, vendedores y compradores, prefirieron a los Bozales, que eran los
esclavos capturados en África y que no habían tenido contacto directo con la civilización
occidental. Se suponía que estos podían ser más fácilmente cristianizados, en lo cual se
reflejaba los intereses de la iglesia; que estaban en capacidad de resistir las
enfermedades europeas, puesto que el contacto indirecto había desarrollado cierta
disposición inmunológica; que podía obtenerse su docilidad y sometimiento,
precisamente por su desarraigo; y que más, importante aún, estarían en aptitud de
desempeñar las tareas pesadas y peligrosas que, por razones de clima u otras similares,
ni españoles, ni indios podían asumir.

En los procedimientos de venta o de subasta los negros eran sometidos a exámenes para
detectar defectos físicos (verbigracia, mataduras en la piel, falta de dientes, extremidades
deformes) o supuestas taras “morales” (por ejemplo, la rebeldía la inadaptación por
nostalgia etc.) ya que ello determinaba su precio y, sobre todo su aptitud para calificar
como una “pieza”, es decir como un esclavo normal y joven. Por lo general eran marcados,
ya con el fierro del general, del asentista o de sus nuevos amos. En Guatemala las”
piezas” debían reunir ciertos requisitos, como altura, fuerza salud, etc. Y se les clasificaba,
según se tratara de niños, jóvenes o viejos, en las categorías denominadas “mulequin”
(hasta 6 años era media pieza), “muleque” (de 6 a 12 años) y “mulecón” (de 12 a 18 años),
respectivamente. Esto determinaba la demanda y el consiguiente precio.

Es interesante anotar que los primeros esclavos negros llegaron a Guatemala en la propia
expedición inicial de Pedro de Alvarado, aunque son precarias las informaciones precisas
al respecto. Arribaron, como tales, desprendidos de los grupos de sus congéneres que ya
existían en México y en la Antillas, cuando no se había iniciado todavía otras formas de
explotación de mano de obra nativa, como las que se relacionan con la propia esclavitud,
con la encomienda, el repartimiento y los servicios personales.

La iglesia no se opuso categóricamente a la esclavitud y al tráfico de negros y,


precisamente los dominicos, en cuyas filas figuraron algunos de los más conspicuos
defensores de los indios, poseían muchos esclavos africanos en sus propias haciendas.
Una de las más famosas de estas fue la de San Jerónimo, en baja Verapaz, fundada
desde los comienzos de la colonización.

En dicha hacienda, reputada como una de las grandes empresas agroindustriales de la


época, se fabricaba, además de azúcar, un aguardiente cuya fama trascendió las fronteras
del reino, así como otros productos diversos. Fue fundada en una fecha imprecisa entre
1540 y 1550, por los dominicos que llegaron en pos de las Casas y los acompañantes de
este.

Si se analiza la magnitud de empresas agroindustriales , como la hacienda de san


Jerónimo u otros ingenios o trapiches menores que abundaban en el reino, pero en un
contexto más amplio; y si se considera el peso que tuvieron productos como el añil, el
azúcar, e inclusive la minería, los servicios personales, etc. Se puede medir el verdadero
papel que jugó la esclavitud de los negros en la vida económica de la colonia.
Los esclavos negros siempre tuvieron una condición diferente a la de los indios, inclusive
la que correspondía a quienes, entre estos últimos, se tenía también por verdaderos
esclavos. Aquellos por ejemplo, siempre fueron “comprados”, como una cosa mueble, en
tanto que los indios desde el principio, eran simplemente “tomados” por los españoles.
La esclavitud de los indios, por otra parte se prohibió reiteradamente; por ejemplo, de
modo taxativo, en las leyes nuevas. Los negros además no estaban sujetos al pago del
tributo, como lo estaban los indios bajo la encomienda. Solo cuando adquirían la
condición de hombres libres, mediante la manumisión, la compra de su libertad u otros
procedimientos, los negros adquirían la obligación de pagar, en calidad de tributarios de la
corona, dos tostones al año.

Finalmente las transacciones referidas a un esclavo negro pagaban los impuestos de


alcabala y almojarifazgo.

Las ocupaciones de los esclavos negros no variaron en la etapa final de la colonia, aunque
fueron objeto de regulaciones especiales; estas se referían también a la educación y, en
general al trato que debía darse a los esclavos sometidos al régimen en cuestión.

El punto último de la esclavitud de los negros se marcó en Guatemala en 1823 cuando la


asamblea constituyente decreto la abolición de aquel fenómeno social, que tuvo
considerables repercusiones económicas en la anterior etapa de la colonia .

La encomienda

La encomienda es una institución muy peculiar, que tuvo un peso específico en el proceso
de la conquista y colonización de Guatemala. Se suele confundirla con el repartimiento de
indios e inclusive con la esclavitud y, al parecer, ello se debe a la forma difusa en la que
el termino se usó desde la época inicial del descubrimiento, a las distintas regulaciones a
las que fue sometida durante muchos años y, sobre todo ala enorme disparidad que
existió entre la concepción teórica de la institución y la utilización practica que hicieron
de ella los conquistadores, colonos e inclusive funcionarios españoles..

En el caso de la encomienda, así como en el de otras instituciones y fenómenos


coloniales de distinto género, todo tipo de generalizaciones debe estar sujeto a criterios
relativos de tiempo, espacio y circunstancias. Por ejemplo entre las muchas premisas de
las que se pudiera partir para definir la naturaleza de los principales hechos sociales de la
era colonial se pueden citar las siguientes:

Desde las expediciones de colon, los reyes católicos resolvieron que los nativos de las
tierras descubiertas debían ser considerados y tratados como “vasallos libres” de la
corona.
El carácter mercantil de la empresa de la conquista y de la colonización, impuso
condiciones de interés económico, como las contenidas expresamente en las
“capitulaciones “, que no se pudieron soslayar, aun cuando ello significara violar los
principios de la equidad y de la justicia.

Como parte de la realidad colonial, existió siempre una contraposición entre los que
postulaban idealmente las leyes y la reacción que estas provocaban entre los actores de
las relaciones sociales que ellas regulaban.

La dinámica colonial, del mismo modo que ocurre en el ámbito de la dinámica social en
general, obligaba a una permanente adaptación y readaptación de las leyes frente a la
conducta real, lo que ocurría también a la inversa.

Respecto de la primera premisa , existen pruebas documentales que señalan la intención


inicial de los reyes católicos en cuanto a considerar a los indios como “VASALLOS LIBRES”
, lo que implicaba la obligación de pagar un tributo , tal como lo hacían también lo
súbditos españoles . Así lo anuncio claramente el propio Colon desde sus primeros
contactos con los indios, estos empero, se opusieron a tal disposición, sobre todo porque
el tributo se taso en oro, en cantidades y condiciones que ellos no podían satisfacer con
facilidad. Los aborígenes por otra parte, en todos los rincones de nuevo mundo
comprobaron pronto que la brújula que orientaba a las expediciones españolas era más
bien de carácter económico.

Es preciso reconocer que en casi todas las sociedades prehispánicas, particularmente en


aquellas en las que se había alcanzado un cierto grado de desarrollo , como los
principales señoríos “Guatemaltecos” del siglo XVI o la sociedad maya del periodo
clásico, el tributo formaba parte de la organización social, aunque con las variantes
asociadas de cada época y a uno y a otro contexto . Por lo tanto el pago de un tributo a
la clase gobernante, que desde el principio hasta el final de la existencia institucional de
la encomienda puede definirse como un elemento substancial de esta, no era totalmente
desconocido para los nativos.

La disposición reiterada más de una vez por la reina, por la cual los indios fueron
declarados “súbditos de la corona”, es decir “vasallos libres”, obligados únicamente al
pago del tributo real derivado de dicha calidad, provoco también la decidida oposición
de los primeros colonos de la española, y una encendida polémica que trascendió a los
ámbitos políticos y académicos de la propia España. Se dispuso entonces que para
aceptar aquella calidad en los indios, era necesario demostrar que estos eran capaces de
“vivir solos”, “en policía” (políticamente organizados), como los españoles. Las opiniones
sobre este tema específico proliferaron en direcciones opuestas. Los argumentos que
negaban la aludida capacidad en los nativos solían remontarse a los postulados de
Aristóteles, en los que se aceptaba como legitimo el gobierno de los seres superiores. Se
aducía desde dichas posiciones, para demostrar inferioridad de los nativos, el
“salvajismo” de estos, su idolatría, su condición de “vagos”, “borrachos”, rebeldes e
inclusive, su falta de ambiciones o del simple deseo de adquirir riquezas. Se les
adjudicaban, en fin, muchos otros atributos negativos, que con el tiempo llegaron a
convertirse en sólidos estereotipos, en los cuales se apoyaba la tesis de que no podían
vivir sin la tutela o la supervisión de los españoles, es decir sin estar “encomendados “ a
estos.

Quienes sostenían la opinión contraria , como algunos frailes dominicos , entre los que ya
comenzaba a descollar Fray Bartolomé de las Casas , se apoyaban en los principios y
valores cristianos, en la avaricia de los españoles, en la inclinación de estos de amasar
fortuna con facilidad y a expensas del trabajo de otros, en la inconsistencia de la “guerra
justa “ y la consiguiente inviabilidad moral del derecho de conquista. Por encima de que
los indios fueran salvajes o racionales, se preguntaban muchos de quienes se perfilaban
ya como defensores de ellos: ¿era justo, y propio de cristianos, despojarlos de sus tierras,
ponerlos a trabajar, obligarlos a pagar tributo, convertirlos en esclavos y marcarlos como
tales?

Las posiciones parecían muy consolidadas en uno y otro bando. Un viejo colono de
nombre Antonio de Villasante, que residió en la española desde 1493, por ejemplo
basado en vivencias y hechos concretos, sostenía que los indios no eran capaces de
gobernarse solos y vivir en libertad. Las casas a su vez, consigno en algún pasaje de sus
obras que, cuando predico la primera vez contra la encomienda, los colonos
“manifestaron tanto asombro como si hubiera declarado que no tenían derecho a la
labor de las bestias en el campo”.

En el concejo de las indias se discutió, oportunamente, el asunto de fondo. La conclusión


respectiva se consignó en la clasificación de las leyes de burgos, un documento legal
promulgado el 28 de julio de 1513. Se declaró ahí que los indios eran capaces de vivir
solos, pero se reconocía así mismo, la necesidad que se beneficiaran suficientemente del
contacto con los españoles, hasta demostrar que podían convertirse en cristianos y auto
gobernarse, se establecía también que en tales condiciones, debía respetarse su libertad,
aceptar sus mecanismos de autoridad y ordenarles que pagaran los impuestos a que
estaban obligados todos los súbditos del rey.

La aludida resolución real, sin embargo, como tantas otras emitidas a lo largo del periodo
colonial, “se acató pero no se cumplió “. Por el contrario los primeros colonos, que ya
tenían indios repartidos a su servicio y que se empeñaban en acumular riquezas de
manera rápida protestaron airadamente, e impulsaron un flujo de quejas u
argumentaciones ante la corona.

Con el fin de dilucidar la delicada situación en la que los hechos en torno a la colonización
se oponían las leyes, en 1516 la corte resolvió integrar una comisión de tres frailes
jerónimos encargada de resolver el asunto en las propias indias. En 1517, en la española,
los religiosos indicados recogieron la opinión de colonos viejos, de autoridades civiles, de
eclesiásticos, etc. Y su dictamen general fue categórico: los indios no eran capaces de vivir
solos en forma civilizada. Al parecer, los comisionados actuaron de manera un tanto
amañada o bajo la presión de circunstancias, lo que fue denunciado por los dominicos,
encabezados por la Casas. E n síntesis, y como resultado del informe de los frailes
jerónimos, los indios fueron agrupados bajo el control de administradores y frailes.

Por otra parte los indios, no fueron en general, reconocidos como esclavos, aunque
algunos se redujeron a esta condición en las circunstancias en las que se consideró
“esclavos de guerra” y de “rescate”. La referida y un tanto ambigua, situación de los indios
“encomendados”, tampoco significa que no existieran abusos, los malos tratos, y sobre
todo, lo servicios personales de los que fueron víctimas los aborígenes. En todo caso sin
embargo, los sujetos a la encomienda conceptualmente eran considerados “vasallos
libres” del rey y por lo tanto tributarios; no eran equiparados en una cosa mueble, objeto
de propiedad privada, vendible exportable, mercable, como fueron los típicos esclavos.
Tampoco eran equiparables del todo, a los que se llamaron “aborias“, ósea una especie
de empleados domésticos.

La encomienda en el continente

Comenzaron a definir la encomienda en las Antillas, adquirieron mayor consistencia en


Perú y la Nueva España. Antes de 1512 y 1513, por medio de las leyes de Burgos, se
aprobaron nuevas regulaciones a la institución que comenzó a llamarse con el nombre de
Encomienda. Inclusive se comenzó a hacer referencia del pago de un jornal a los indios
repartidos en la encomienda.

Con el propósito de salvaguardar la autonomía de las poblaciones aborígenes,


comenzaron los intentos de reducciones gobernadas por sus propios Caciques pero la
mayoría de los colonizadores echaron por la borda las intenciones proteccionistas
impulsadas por la Corona. Solo adquiere su verdadera naturaleza cuando fue llevada al
continente, los autores han señalado dos etapas en la vida institucional de la
encomienda, la primera suele llamársele Antillana, Primitiva o Esclavista; a la segunda se
le conoce como: La etapa Continental, esta delimitación institucional se alcanza después
del traslado de la encomienda a Tierra Firme. Cuando Hernán Cortez inició, la conquista de
México, en 1519, igual que Colon durante sus primeros contactos con el Nuevo Mundo,
presionado por sus propios intereses y la de sus acompañantes, Cortés recurrió también
al repartimiento de indios. Cortez recibió algunas instrucciones pertinentes de los reyes en
la conquista de México, los cuales acató pero no cumplió: “no hagáis repartimientos ni
depósito de los indios, sino que les dejéis vivir libremente como nuestros vasallos y que
sirvan y den tributo que como nuestros súbditos y vasallos nos deben”.

En la encomienda establecida por Cortés se introdujeron nuevos elementos: La obligación


de los encomenderos de mantener listas sus armas para defender las tierras; el deber de
pagar curas doctrineros, encargados de la evangelización de los encomendados; la
necesidad de recurrir a las “las justicias”, cuando los indios no prestaran los servicios
adecuadamente; permitir la sucesión hereditaria de la encomienda; derecho a percibir de
los indios el tributo correspondiente; y servicios personales. Los intereses de la Corona, los
de los colonizadores, las presiones de ciertos sectores de la iglesia y algún grado de
protección de lo indios, fueron incorporados en la concepción teórica de la encomienda,
tal institución se implanto después en Guatemala. “las encomiendas eran una merced real
hecha con la doble finalidad de recompensar a los conquistadores o a sus descendientes
con los beneficios de servicios personales de los indios primero, percepción de tributos
después; al propio tiempo que se incorporaba a los indios a la civilización cristiana, bajo el
amparo de un español encomendero”.

L a encomienda en Guatemala

Con todas las experiencias adquiridas en las Antillas y después en México, Pedro de
Alvarado emprendió la conquista y colonización de Guatemala, como también lo hicieron
Pedrarias Dávila, Gil González Dávila y otros que iniciaron sus respectivas campañas desde
Panamá, por supuesto recurrieron a la esclavitud de los indios, a la encomienda, al reparto
y a los servicios personales.

Para que los indios Quichés se sometieran en forma pacífica, Alvarado amenazó con
reducir a la esclavitud a quienes no obraren del modo requerido. Después de las acciones
bélicas en Quetzaltenango y Gumarkaaj, y de la ocupación de Iximché y la rebelión de los
Cakchiqueles, Alvarado redujo a una virtual esclavitud a muchos indios; considerados “de
guerra” o bien de “rescate”. Repartió indios al servicio suyo y la hueste española, también
estableció formalmente la encomienda. El pago de tributo era el rasgo que definía a la
última institución pero en ciertas ocasiones, Alvarado aceptó que los Señores Zutujiles
pagaran aquellos tributos con indios que fueron recibidos como esclavos. Alvarado
impuso al pueblo de Patinamit un irregular tributo que cada día cuatrocientos muchachos
y muchachas le diesen un canutillo de oro lavado del tamaño del dedo meñique.
La diferencia entre la esclavitud y la encomienda es que el segundo se condicionaba la
calidad de esclavo al incumplimiento del pago del tributo, rasgo, este último se
consideraba consustancial a la encomienda.

El primer gran reparto de pueblos en encomienda fue hecho, en 1528, por Jorge de
Alvarado, Gobernador y hermano de del jefe de la expedición de conquista en Guatemala.
Se repartieron más de cincuenta pueblos en la encomienda ello hizo que en 1529 se
suscitara una serie de protestas de parte de los afectados. Provocó el juicio de la
Residencia que ordenó la Audiencia de México contra el Gobernador, tenientes de
gobernador y otros funcionarios de Guatemala. Francisco de Orduña, que actuó como juez
no alteró el reparto hecho por Jorge de Alvarado se limitó a asignar a nuevos titulares de
las encomiendas que estaban vacantes. En 1530 Alvarado anuló el reparto hecho por su
hermano Jorge, e hizo uno nuevo; éste también suscitó aprobaciones e inconformidades.
Alvarado se adjudicó la encomienda de Atitlán, del cual la mitad le pertenecía a Sancho de
Barahona y Pedro de Cueto. Posteriormente tuvo que devolver la encomienda.

En consideración a las injusticias con los primeros repartimientos en 1530, el


Ayuntamiento de Guatemala Pidió al Rey que éstas se concedieran a perpetuidad para
evitar despojos o transferencias arbitrarias. La Corona decidió controlar estos vicios,
permitió que las transferencias pudieran heredarse “por una vida”, es decir, por una sola
vez, en favor de una viuda o del hijo mayor de un encomendero fallecido.

En 1536 se ordenó una revisión y una tasación de las encomiendas en Guatemala, en el


cual intervinieron Alonso de Maldonado, y el Obispo Francisco Marroquín; de estas
actuaciones se derivaron algunas mejoras para los indios encomendados, sobre todo en
cuanto a la rebaja de los tributos. Pedro de Alvarado resultó afectado en el Juicio de
Residencia que realizó Maldonado, ya que se había adjudicado siete de los mejores
pueblos del territorio guatemalteco (Atitlán, Guazacapán, Escuintla, Petapa,
Quetzaltenango, Rabanal, y Totonicapán). Alvarado obtenía ingresos de cerca de diez mil
pesos al año, a lo que se agregaba una cantidad similar recaudada en las encomiendas en
Honduras. Las acusaciones no pudieron ser desvanecidas por Alvarado, sobre todo las que
se referían a obtener los mayores beneficios del trabajo de los indios.

Las encomiendas y las leyes nuevas

El sistema de encomiendas en la América Española fue modificado por las Leyes Nuevas,
modificaron las principales instituciones coloniales, prohibieron tácticamente la esclavitud
de los indios, y servicios personales, de lo cual habían abusado los colonos españoles. Por
de pronto se definió su naturaleza, exclusivamente en asociación con el cobro de los
tributos.
Entre las principales modificaciones se pueden citar las siguientes: se suprimió todo tipo
de dominio directo de los encomenderos sobre los encomendados; se aprobó el usufructo
de la encomienda por una sola vida en beneficio de los herederos inmediatos, se prohibió
la adjudicación de encomiendas a funcionarios reales; se ordenó que las que fueren
vacantes se transfirieran a la jurisdicción de la Corona; se afirmó la obligación
evangelizadora de los encomenderos, a través del pago a los curas doctrineros. Los
colonizadores debían estar dispuestos, mediante la tenencia a caballo y armas, a defender
las tierras, ante cualquier amenaza; se otorgó mayor poder a la Audiencia en cuanto al
control del sistema, se trató de eliminar el despojo de tierras y el trabajo excesivo; se
prohibió que los indios encomendados se utilizaran en el trabajo en la minas y trapiches
azucareros; se ordenó que el monto de los pagos correspondientes se basara en las
tasaciones hechas por la Audiencia; se estableció el derecho de los indios a formular
quejas, o denuncias de malos tratos y abusos. Y en caso que tales prescripciones
no fueran cumplidas, los encomenderos estaban sujetos a sanciones que podían incluir la
privación de la encomienda.
La promulgación de las Leyes Nuevas sacudió el ambiente social de manera notoria, sobre
todo por la importancia adquirida por la encomienda en el mantenimiento del sistema
colonial, como por el poder adquirido por los encomenderos. Las quejas, las críticas, los
ataques directos de todo tipo contra los funcionarios metropolitanos que habían
aprobado aquella legislación, si como respecto de aquellos a quienes se consideraba
responsables indirectos, tal el caso de Fray Bartolomé de Las Casas; inclusive un sector de
la iglesia, que se beneficiaba con el cobro dl diezmo sobre los tributos recolectados por los
encomenderos, adoptó una actitud beligerante contra las reformas en cuestión.
Para infortunio de los indios suerte de los encomenderos, el encargado de aplicar las
Leyes Nuevas en el Reino de Guatemala fue el primer Gobernador y Presidente de la
Audiencia, Alonso de Maldonado. Quien dirigió el juicio contra Alvarado, no solo asumió
una inicial posición contraria a la nueva legislación, sino que se confabuló con los
encomenderos para conseguir por todos los medios la frustración del régimen de
encomiendas. Maldonado incurrió en nuevos vicios de corrupción nepotismo y otras
arbitrariedades con el fin de impedir la aplicación de las reformas.
En 1548, Maldonado fue sustituido por Alonso López de Cerrato, y este nuevo Gobernador
se empeñó en hacer una correcta aplicación de las Leyes Nuevas. Uno de sus logros
consistió en ordenar una nueva tasación de los tributos, los que fueron reducidos
considerablemente. Se empeñó en establecer otras medidas dirigidas a evitas los abusos y
excesos de los encomenderos. Exacerbó los ánimos de éstos y provocó la simpatía de los
indios quienes registraron su testimonio en el Memorial de Sololá: “El señor Presidente
Cerrato, dio libertad a los esclavos y vasallos de los castellanos, rebajó los impuestos a la
mitad, suspendió los trabajos forzados, alivió verdaderamente los sufrimientos del
pueblo”.
A pesar de los esfuerzos de Cerrato, las condiciones en que se explotaba el trabajo de los
indios recobraron sus viejas características, aunque con procedimientos un tanto
diferentes, como el repartimiento, por ejemplo. Este retroceso contrasta con el hecho de
que en 1680, en la recopilación de las Leyes de Indias se incluyeron las reformas
contenidas en las Leyes Nuevas y se agregaron otras muchas regulaciones con las cuales
se pretendía mejorar la situación de los indios.
La institución comenzó a declinar a finales del siglo XVII, por el auge del cultivo de añil y de
ganadería; por la disminución de la población indígena; por las dificultades que imponía la
Corona en la concesión de nuevas encomiendas; finalmente los ingresos se destinaron a
cubrir gastos vinculados a la defensa e los puestos y las costas de América, asediados ya
por piratas y corsarios europeos. Algunas de Aquellas encomiendas se gravaron con el
impuesto de la “media anata” que consistía en el pago de la mitad de los ingresos
obtenidos, el primer año, por el usufructuario.” Otras se destinaron a las ayudas de costa”
que eran una especie de pensiones a los descendientes de conquistadores. Estas “ayudas
de costa” ya no tuvieron el carácter típico de las encomiendas. La terminación efectiva de
esta institución se puede situar en 1694, fecha en que el consejo de Indias aprobó una
consulta de la Corona en tal sentido.

Naborías y Tamemes

En el marco amplio del régimen de trabajo que se institucionalizo antes y después de la


promulgación de las Leyes Nuevas, sobresalen, por su carácter peculiar, dos clases de
trabajadores indígenas, de cuyos servicios se dispuso, primero, en forma arbitraria, y
después aunque no siempre de manera regular, en relación con el tributo y el
repartimiento. Se trata de los llamados naborías y de los Tamemes, que existieron desde
el comienzo de la Conquista y persistieron hasta mas allá del siglo XVI.

El termino naboría parece ser de origen antillano, pero también fue de uso común, con
connotaciones confusas y variables, por los españoles que participaron en la conquista y
colonización de México y Guatemala. Designaba a una especie de sirvientes domésticos,
cuyos servicios no siempre se circunscribían a los hogares establecidos por los españoles.
Las naborías se diferenciaron siempre de los esclavos, en cuanto que no existía derecho
alguno de propiedad sobre ellos; y, por otra parte, tampoco estuvieron sujetos al pago del
tributo, lo que les excluía también del régimen particular de la encomienda. En la segunda
mitad del siglo XVI, sin embargo, en Guatemala hubo casos de españoles que obtuvieron
algunos de dichos trabajadores por medio del repartimiento.
“En estas islas había para los españoles dos clases de esclavos perpetuos: primero,
aquellos que podían ser vendidos públicamente, como los tomados en la guerra; y
segundo, aquellos que no podían ser vendidos abiertamente y que eran llamados
naborías; estos se podían adquirir y vender de manera secreta y había mil argucias para
hacerlo. En su lenguaje común, los indígenas llamaban naborías a los criados y a los
sirvientes de la casa” (Bartolomé de Las Casa, Historia de las Indias).

Se sabe de una orden real, de 1512, por la cual se autorizó el uso de naborías a los
españoles radicados en Puerto Rico, así como de las interpretaciones y prácticas que
acercaban a dichos trabajares a la condición de esclavos o de indios sujetos a la
encomienda, En 1531, sin embargo, en una disposición aplicable ya a Guatemala, se trató
de definir con claridad la condición legal de dichos servidores, por ejemplo, se les eximio
de la obligación de pagar el tributo; se determinó que era necesario su propio
consentimiento para servir como tales, lo cual les colocaba en una posición diferente a la
del trabajo forzoso, aun cuando las circunstancias, por lo general, negaban esta
posibilidad; se prohibió que los servicios implicados tuvieran un carácter perpetuo; y,
finalmente, se estableció que no estaban sujetos al régimen de la encomienda de manera
alguna, y que podían escoger, con libertad, a la persona a la que prestarían sus servicios.

Alvarado y algunos de sus lugartenientes llegaron con naborías a Guatemala, en 1524 y,


en algunos casos, los utilizaron como calpixques, o para ejercer algún tipo de acoso o
coerción contra los indios. En Guatemala, honduras y en otros lugares del reino, los
españoles concebían a los naborías como sirvientes naturales, a los cuales tenían pleno
derecho para atender sus necesidades más comunes. Algunos españoles llegaron a
tenerlos en cantidades cercanas a un centenar y, aún más, en situaciones de las que se
derivaba no solo un servicio directo sino, además, prestigio social.

Los naborías, en general, disfrutaban de condiciones de trabajo (comida, casa, trato,


etcétera) relativamente mejores que las correspondientes a los trabajadores de la
construcción, a los mineros o a los trabajadores agrícolas, sin embargo, como la de estos,
en la época en que se legalizo el repartimiento a partir de la segunda mitad del siglo XVI,
su condición, en definitiva, era la de los trabajadores forzoso y , en la práctica, se les
“repartía”, tal como se hacía en la relación los indios asignados al repartimiento de
servicios personales extraordinarios.

A pesar de las regulaciones prohibitivas, los naboris eran trasladados a distintos lugares
alejados de sus terruños, como lo hicieron Pedro de Alvarado y el Gobernador de
Nicaragua, Francisco Castañeda, en las correspondientes expediciones que realizaron al
Perú, en la década 1530. En distancias más cortas, que unían poblados del mismo Reino de
Guatemala, de igual manera procedieron otros colonos y funcionarios de menor rango
que el de los citados.

El uso de naborías, que persistió por muchos años en el régimen colonial, fue objeto de
regulaciones específicas, aprobadas por López de Cerrato en 1549. En 1564, empero, el
archidiácono de la Catedral de León (Nicaragua), Juan Álvarez de Ortega, denuncio que los
encomenderos seguían utilizando naboris, junto con indios de sus pueblos de
encomienda, en servicios domésticos impuestos forzosamente. En documentos referidos a
los primeros lustros del siglo XVII aparecen todavía referencias y regulaciones relacionadas
con los naborías, pero ya entonces el término comenzó a caer en desuso, aunque no así la
relación entre patrón y sirviente, que ha subsistido hasta la actualidad.

Los tamemes, por otra parte, eran cargadores que, sobre sus hombros, transportaban una
gran diversidad de bienes, a lo largo de distancias que podían extenderse entre pueblos
cercanos, así como entre la ciudad de México y la de Santiago, por ejemplo. Esta clase de
trabajo forzoso tuvo su origen en las sociedades prehispánicas, en las cuales se carecía de
caminos adecuados y de animales de carga.

Los españoles, sin embargo, aprovecharon al máximo el trabajo de los tamemes, y


contribuyeron a que empeoraran las condiciones en las que se prestaban dichos servicios.
Aun cuando, a mediados del siglo XVI, se comenzó a disponer de mejores caminos y de
animales de tiro, los tamemes se utilizaron todavía por muchos años más, en condiciones
realmente insufribles para los indios. En efecto, se les usaba todavía en jornada de 300 y
600 kilómetros, para el transporte de cargas que oscilaban entre las 75 y las 100 libras. Las
condiciones en las que trabajaban, en las provincias de Guatemala, Honduras y Nicaragua,
causaron la muerte de cientos de esos servidores de los españoles.

Las denuncias reiteradas recibidas por la Corona en relación con las condiciones
infrahumanas en las que trabajaban los tamemes, obligaron a que , desde 1529, se tratara
de regular tal prestación de servicios, en aspectos como las distancias permitidas, el peso
de los objetos transportados, el alquiler o traspaso de los derechos sobre aquellos
cargadores, etcétera.

Las Leyes Nuevas, aun cuando aceptaron la existencia de los tamemes, impulsaron
medidas para controlar el pago de los salarios, los excesos en las cargas transportadas, las
distancias y otros aspectos de aquel tipo de trabajo que se imponía, por fuerza, a
individuos supuestamente “libres”.

A requerimiento del segundo Presidente de la Audiencia, López de Cerrato, se autorizó un


fondo real para la construcción de caminos y puentes y, de esta manera, en 1549, de
Honduras y de otras partes del Reino, se reportaba ya el uso creciente de animales de
carga y la consiguientes reducción en el número de tamemes., El servicio de los
cargadores, empero, no desapareció por completo durante muchos años después de la
administración de Cerrato. En efecto en 1551, aun se discutía públicamente si se podía
prescindir de los cargadores humanos, en una situación en la que aún se carecía de
suficientes animales de carga, y en la que los españoles (uncionarios, comerciantes,
hacendados, religiosos, etcétera) necesitaban trasladarse a lugares distantes.

La documentación disponible sobre Juicios de Residencia emprendidos contra Oidores de


la Audiencia, como Alonso de Zorita y Antonio Mexía, así como respecto de otros
funcionarios menores, e indica que el uso de indios cargadores se prolongó por muchos
años.

Algunos religiosos, como Las Casa y Marroquín, denunciaron ante la Corona el uso u abuso
de los tamemes, pero los encomenderos, a su vez, contestaban que los propios frailes los
usaban sin interferencias. En cierta ocasión, por ejemplo, el Cabildo denuncio que un tren
de 400 tamemes había llegado, de la Verapaz a Santiago, con cargas que pertenecían a los
dominicos, y que tal hecho fue presenciado por los Oidores y por el propio presidente de
la Audiencia.

En 1603, finalmente, el gobernador de Guatemala prohibió taxativamente el uso de los


tamemes, para todo tipo de carga, dentro de los límites jurisdiccionales de la Audiencia.
Tal prohibición se refería incluso a los cargadores voluntarios o a quienes trabajaran con
licencias especiales. Se proscribió el transporte, sobre las espaldas de los indios, de
muchos productos de consumo ordinario, como maíz, trigo, harina, ladrillos, cal, tierra,
adobes, cofres, leña, zacate, madera, y muchas otras cosas que antaño habían sido
transportadas por los indios cargadores. Aquella loable disposición, sin embargo, que en
su momento se pregono en las plazas de los pueblos de indios y en muchos otros lugares
adecuados, contrasta con la realidad de los caminos en los que pululan los cargadores
indios de la actualidad, que en poco difieren de los de aquellos lejanos tiempos.

El trabajo artesanal

Los primeros artesanos llegaron en las propis filas expedicionarias que, comandadas por
Pedro de Alvarado, se instalaron sucesivamente, en las afueras de Iximche, en Almolonga
y, por último, en la ciudad edificada en el valle de Panchoy.

Desde el principio, los que practicaban aquellos oficios, a quienes se consideraba


menesteroso o servil, fueron objeto de cierta marginación social. Sin embargo, sus
servicios se hicieron tan indispensables en las huestes de Alvarado, que no solo
impusieron algo estipendios y tratos especiales, sino que, con el tiempo, hasta obtuvieron
encomiendas y un status que ya no correspondía a la práctica de sus oficios:
“y porque los oficiales de todo género de obras, conociendo la necesidad que de ellas
tenia los que las mandaban hacer. Y como por la condición liberal que tenían no
reparaban en dar todo lo que por ellas les era pedido, se había encarecido tanto, que al
sastre le salía a real cada puntada que daba, y el zapatero vendía tan cara su obra que
dando a otros zapatos con suela de cuero, las podía echar en los suyos de plata y el
herrador hiciera siquiera todos sus instrumentos de oro, inconveniente muy grande para
una República antigua, cuando y más apara una nueva y recién fundada. Por lo cual se le
dio remedio en el Cabildo que se tuvo a los doce de diciembre de este año de mil y
quinientos y veinticuatro, haciendo arancel para los oficiales y señalando con justos
precios lo que cada uno había de llevar por el trabajo de sus manos”.

Es de justicia reconocer que los frailes dominicos, mercedarios y franciscanos


desempeñaron una paciente y continuada tarea en cuanto a la enseñanza de los oficios
artesanales entre los indígenas. De esta manera, a finales del siglo XVI, ya existía un
apreciable número de indios, castas y negros, que atendían tales menesteres, bajo las
regulaciones que a la sazón estaban ya vigentes. Muchos de ellos, en efecto, se ganaban la
vida como carpinteros, herrero, zapateros, sastres, tejedores, etcétera.

Del aprendizaje artesanal se beneficiaron indios que tenían la condición de esclavos antes
de la aplicación de las Leyes Nuevas, así como negros de la misma condición que, por
distintos medios, habían obtenido su libertad. Algunos de estos se quedaron a vivir en las
inmediaciones del convento de Santo Domingo, en la ciudad de Santiago y, como los
indios citados, estuvieron exentos del pago del tributo, cuando menos por algún tiempo.
Por estas razones, y porque además tenían pequeñas sementeras en los contornos de la
ciudad, así como un cierto contacto permanente con los religiosos mencionados, a
quienes se acusaba de aprovechar, en alguna medida, el trabajo de aquellos esclavos
convertidos.

El trabajo agrícola y el de minas

La agricultura fue el campo principal de trabajo de los indígenas; primero, la concerniente


a los productos de subsistencia, necesarios tanto para la propia población nativa como
para los españoles; y posteriormente, la que comprendía los artículos de exportación. El
maíz, el frijol, el chile, las calabazas, etcétera, conservaron su importancia en la dieta
básica y, por consiguiente, en el trabajo de los nativos. Los colonizadores, a su vez, de
manera paulatina, introdujeron otros cultivos y actividades agropecuarias, en los cuales
también fue decisiva la mano de obra de los indígenas.

El trigo, la caña de azúcar, los plátanos, varias otras frutas y verduras, la ganadería, la
minería, así como diversas actividades artesanales nuevas, demandaron el trabajo de los
indígenas, el cual se encauso por los diferentes procedimientos forzosos y voluntarios, de
los que se deponía en la sociedad colonial de la época. Muchos cultivos de autoconsumo,
así como los que se dedicaron después a la exportación, eran atendidos, por los
labradores aborígenes, al mismo tiempo.

El Cacao

Además del maíz, que tenía un considerable valor nutricional y una evidente connotación
cultural extremadamente importante entre la población nativa, otros productos de origen
americano atrajeron la atención empresarial de los españoles. Entre ellos ocupo un lugar
preferente el cacao que, además de bebida ceremonial muy apreciada, se usó como
moneda en muchas transacciones comerciales. Los españoles lo utilizaron en las dos
formas, y después lo exportaron a Europa. Las principales regiones cacaoteras del Reino
de Guatemala estaban situadas en los actuales territorios de soconusco, Suchitepéquez y
el Salvador, sobre la Costa del Pacifico, y allí, por lo tanto, se concentraba una buena parte
de la mano de obra indígena. El cacao sirvió, a los indios, para pagar el tributo en especial
el que demandaban los encomenderos, pero también sirvió a estos para cubrir el pago de
los salarios, cuando comenzó a generalizarse el repartimiento y el trabajo remunerado en
general. El valor del cacao estuvo sujeto a oscilaciones derivadas de los cambios a los que
estaba sujeto el régimen de trabajo, principalmente a raíz de las reformas introducidas
por López de Cerrato. También incidió dicho producto en la intrincada red de las
relaciones de poder, en la que, asimismo, actuaban activamente las Órdenes Religiosas,
así como los diferentes sectores que se disputaban la ocupación o control de los
principales territorios cacaoteras, tal es el caso de Los Izalcos y Tacuxcalco, en El Salvador,
y los otros, ya citados, en la costa de Chiapas y de Guatemala, sobre el Pacifico.

El caco, en la segunda mitad del siglo XVI, se exporto, en cantidades considerables,


también a México y a Perú, y de ello la Corona y los colonos obtenían pingües ganancias,
aunque estas mermaban, en montos considerables, cuando la exportación se hacía de
contrabando y se burlaban los impuestos respectivos.

La Caña de Azúcar

Este cultivo, que requería inversiones, clima y procedimientos de producción un tanto más
especializados, no demando mucha mano de obra indígena, sobre todo cuando, por
medio de las Leyes Nuevas, inclusive se trató de proteger a los indios de los efectos
nocivos que aquella actividad causaba en su salud. Aun así, y a falta de suficientes negros
dedicados a la actividad azucarera, se utilizaron indígenas en ingenios y trapiches
localizados en varias regiones. Amatitlán, donde los jesuitas tenían grandes plantaciones
de caña; Verapaz, donde los dominios eran los grandes azucareros; y otros lugares, como
Sonsonate, Granada, León, Petapa, etcétera, fueron centros azucareros de importancia,
que absorbieron muchos trabajadores negros, esclavos o manumitidos, pero también un
volumen de mano de obra indígena relativamente importante.

El añil, la zarzaparrilla, la cochinilla, la extracción de metal en los centros mineros de


Honduras, principalmente, y la explotación de la sal, en la Costa del Pacifico, fueron otras
actividades que demandaron mano de obra indígena, ya bajo el régimen de la
encomienda, ya bajo el del repartimiento, e inclusive por medio de las formas
contractuales que también se utilizaron en la captación de la mano de obra de los indios.

Trabajo por Contrato

Los contratos de trabajo, cuyos antecedentes más lejanos y generales pudieran localizarse
en la tradición del Derecho Romano, que no era extraña en el mundo occidental del que
formaba parte España, se celebraban ante un notario y en presencia de testigos que, en
muchos casos, era uno de los Principales del pueblo al que pertenecía el indígena
contratado. Más importante aún, en los contratos, de los cuales se suponía que se
celebraban libremente, se hacía consignar expresamente la voluntad de las partes
contratantes y se establecía, asimismo, en clausulas específicas, la clase de trabajo
contratado, el salario convenido, las condiciones en las que se prestaría el servicio, así
como otras exigencias de las partes, para asegurar el cumplimiento de la convención o
arreglo aprobado.

Muchos de los contratos aludidos, que se registraron en los Libros de Protocolos de los
escribanos, que todavía se guardan, por ejemplo, en el Archivo General de Centro América
(AGCA9, no pueden definirse exactamente como un instrumento para establecer una
prestación forzosa de servicios, aunque no por ello carecían de la fuerza coercitiva que
derivaba de su carácter legal especifico.

No se puede negar, por otro lado, que en las particulares circunstancias de la sociedad
colonial guatemalteca del siglo XVI, y aun de las centurias siguientes, las partes
contratantes no podían disponer de una equitativa capacidad contractual, y tampoco de la
misma posición de poder que indudablemente se refleja en la factura y la ejecución de un
contrato, pero ello, en mayor o menor grado, es un elemento inherente a casi todos los
compromisos de tipo jurídico. En todo caso, los indígenas disponían también de los
recursos legales para impugnar un contrato irregular, así como el incumplimiento, doloso
o no, de este tipo de instrumentos.

Los Libros de Protocolos, a los que se ha hecho referencia antes, datan principalmente de
1570 y de los años siguientes, y se refieren a una enorme diversidad de servicios. En un
caso especial, por ejemplo, un arriero fue contratado para conducir un patacho de mulas,
en un viaje de ida y vuelta a la ciudad de México, con derecho a comida, bebida y un
salario determinado, durante los siete meses que duraría el compromiso. Los libros
citados, asimismo, contienen contratos que se refieren a servicios prestados por vaqueros,
panaderos, labradores, trabajadores en los obrajes de añil, sirvientes, etcétera.

En la categoría de prestación de servicios sancionada por medio de contratos legales, se


incluían los “contratos de aprendizaje”, por medio de los cuales un maestro artesano y
alguien que se proponía aprender el oficio respectivo, adquirían derechos y obligaciones
reciprocas, claramente establecidos en el instrumento jurídico. Esta era, sin duda, una
modalidad inválida al sistema de los gremios artesanales, introducido por los españoles.

La economía colonial

La economía, generalmente considerada, se ocupa de los hechos relacionados con la


producción, distribución y consumo de bienes y servicios, destinados a satisfacer las
necesidades del ser humano.

En el presente capitulo, sin embargo, se dedica atención solo a algunos de los factores
intervienen en la producción, tales como la tierra, los bienes físicos de capital, la
tecnología, la agricultura, la minería, la manufactura, el comercio y las finanzas públicas. El
trabajo, que es, asimismo, uno de los factores más relevantes en los procesos de
producción, ya fue objeto de análisis en los capítulos precedentes.

La tierra

Los territorios descubiertos por Colón, como se indicó ya en páginas anteriores, fueron
adjudicados en propiedad, por medio de las bulas Intercederá emitidas por el Papa
Alejandro VI, a los reyes de España, quienes podían, además, traspasarlas a terceros, ya en
propiedad, ya en usufructo. A solicitud de los primeros expedicionarios, por lo tanto, y
después de presiones de muchos funcionarios reales, los reyes concedieron las primeras
mercedes de tierras, pocos años después del Descubrimiento.

Inicialmente, y movidos por intereses más inmediatos, los expedicionarios se mostraron


un tanto reticentes a poblar la tierra de modo permanente. La Corona, en consecuencia,
desde 1513, inicio una política de poblamiento, que incluía el derecho a un solar, a tierras
de labranza y a crianza de animales domésticos. Este tipo de repartimiento de tierras se
hizo por medio de “peonias” y “caballerías”, según se entregaran a un soldado de a pie, o
a uno de a caballo; las primeras median 300 pues de largo por 150 de ancho, y la segundas
tenían 600 de longitud por 300 de anchura. Dicho procedimiento incluía algunas
exigencias especiales, como las de ocupar y trabajar la tierra y la de no afectar la que
ocuparan los indios. La facultad de adjudicar los bienes inmuebles la ejerció al principio,
de manera legal, el Ayuntamiento, pero, después de las Leyes Nuevas (1542 -1543), fue
atributo de las Audiencias respectivas.

En los centros urbanos que fundaron los españoles, en cuya traza se aplico el modelo
rectangular, o de “parrilla”, además de los solares urbanos otorgados a particulares para
que hicieran sus casa, se establecieron los ejidos y las dehesas, que se conocían también
con el nombre de “tierras de propios” y que, situadas en los alrededores del poblado, se
destinaban al uso común de los vecino. De la misma manera se procedió en relación con
los pueblos se indios, o “reducciones”, cuando estos fueron establecidos a mediados del
siglo XVI. Antes de esta fecha, en efecto , no se regulo, de modo alguno, la propiedad u
ocupación de los indios sobre sus tierras, esto último permitió una extendida practica de
despojos de tales bienes, que se trasladaron, en apreciable proporción, sobre todo en las
regiones cercanas a las ciudades, a algunos de los conquistadores y de los primeros
colonizadores.

Los indígenas, sin embargo, tenían sus propias concepciones sobre la relación entre los
hombres u la Tierra, en las cuales, a diferencia de los europeos, prevalecían los elementos
culturales sobre los puramente económicos. Ello no quiere decir que se ignoraran del todo
los derechos de propiedad privada, y aun los derechos comunales que ejercían ciertas
parcialidades prehispánicas sobre algunas tierras, estos últimos e reconocieron por las
autoridades coloniales, siempre y cuando se consumaran los trámites judiciales
correspondientes. Así lo indican también las “crónicas” o “títulos” indígenas que, por lo
general, se escribieron para legitimar aquellos derechos. En cuanto a la propiedad privada,
principalmente se consolido la que ejercían, desde antaño, los Señores o gobernantes de
los señoríos indígenas.

En las postrimerías del siglo XVI, la Corono impulso una política agraria mediante la cual se
trataba de recuperar las tierras poseídas sin “justo título”, pero dejo abierta vía de la
“composición”, que era un mecanismo legal para legitimar la posición de facto, o la
ampliación arbitraria de las propiedades inmuebles. Este procedimiento, que implicaba un
pago directo a la corona, permitió a esta agenciarse ingresos adicionales, los cuales le eran
necesarios y respondían, de modo más directo, a objetivos de carácter mercantil.
Posteriormente, la “composición” fue sustituida por la “composición” fue sustituida por la
“confirmación”, la que, a su vez, equivalía a un procedimiento de legalización de los títulos
de propiedad, o bien, fue reemplazada por la venta de tierras realengas en pública
subasta. Ambos métodos favorecieron a los propietarios españoles, ya que se
promovieron en desmedro de los antiguos derechos de los indígenas.

En el reino de Guatemala, la tierra adquirió mayor valor en la medida en la que se


comprobó la ausencia de yacimientos minerales de importancia, y la creciente demanda
respectiva se canalizo por los siguientes procedimientos: mercedes reales, compraventa,
donación, arrendamiento y usurpación. El primero se utilizó, de modo preponderante,
después del asentamiento de la ciudad de Santiago, en Almolonga, en 1527. En forma más
bien católica, pero intencionada, a tal punto que se revisó la distribución apenas un año
después, la tierras circunvecinas fueron adquiridas por vecinos españoles, por el clero, y
también, en forma comunal, por los indígenas.

Los dos grandes repartos iníciales de tierras, el primero hecho por Jorge y el otro por
Pedro de Alvarado, provocaron protestas entre los vecinos desfavorecidos, pero el
segundo se consolido finalmente. Los nuevos propietarios, inclusive varios artesanos,
recibieron solares cercanos a la ciudad, los cuales estaban destinados a la agricultura y a la
ganadería.

Después de la promulgación de las leyes nuevas, la concesión de tierras se extendió a


varias regiones del interior del reino; por ejemplo, san Martin jilotepueque, jalapa, las
Verapaces, el golfo dulce, etc. Los dominios, mercedarios y algunos religiosos individuales,
como el obispo Marroquín, recibieron tierras en las cercanías de la ciudad, en Amatitlán y
en otros lugares, aun a expensas de los ancestrales derechos de posesión de los indígenas.

La usurpación fue un procedimiento utilizado por muchos encomenderos para hacerse de


tierras útiles en el radio de su propia encomienda, aun cuando esta institución no era, en
sentido legal alguno, asimilable a la adquisición de tierras. La compraventa y el
arrendamiento de inmuebles fue una consecuencia del cambio de residencia de varios
colonos, a lugares distantes, como Chiapas, honduras, Nicaragua, y san salvador.

Algunas de las comunidades indígenas que revieron tierras en concepto de mercedes


reales, después fueron víctimas de usurpaciones o composiciones promovidas por los
españoles; por ejemplo, las que se produjeron en Chiquimula de la sierra, en 1676; y en
Zapotitlán o las verapaces, 1692.

Los indígenas no tuvieron acceso a la propiedad de inmuebles en la misma medida y con


las facilidades que disfrutaron los españoles y, en algunos casos aislados, en pueblos
situados en la periferia de la capital, solo pudieron cultivar ciertas mediante el pago del
“terrazgo”, una especie de cuota de arrendamiento entregada a los propietarios
españoles. Los indígenas de jocotenango, por ejemplo, pagaron al obispo Marroquín un
terrazgo que sirvió para fundar el colegio de santo tomas de Aquino y, posteriormente,
para el sostenimiento de la universidad de san Carlos.

La iglesia, que ya en el siglo XVI era la principal latifundista del reino, obtuvo tierras por
medio de mercedes reales y otros procedimientos, pero, principalmente, a través de
donaciones (herencias o legados), así como por la ejecución de obligaciones no cumplidas
por los deudores quienes había entregado préstamos hipotecarios, los jesuitas, dominicos,
mercedarios y agustinos eran ya grandes propietarios en el siglo XVII.

En las dos primeras centurias de la era colonial, las principales unidades de producción
fueron la hacienda, las tierras comunales y la pequeña propiedad. La primera se dedicaba,
principalmente, a de tierras por ladinos procedentes, en gran mayoría, de los centros
urbanos: la caña azúcar, al trigo, el añil y la ganadería; las segundas, al cacao, maíz, frijol y
otros productos alimenticio; la tercera se destinaba al trigo, añil, caña azúcar, etc., pero
con una tecnología e inversiones más limitadas.

Durante los siglos XVII y XVIII se agudizo el despejo de tierras que sufrían los indígenas
promedio de la composición, la usurpación y los otros mecanismos aludidos, en tato que
aumentó considerablemente la propiedad inmueble de la iglesia y la delos colones
españoles.

En el siglo XVIII, cuando el fenómeno del mestizaje alcanzaba ya proporciones


considerables, se produjo una continua penetración de ladinos en las regiones indígenas,
particularmente en las del Altiplano occidental, lo cual derivó en un paulatino, pero
prologado e intenso, traspaso de la propiedad de importantes extensiones de tierra.
Momostenango, Quiche, Los Cuchumatanes y otros lugares han sido objeto de estudios
monográficos sobre la lenta pero persistente apropiación de tierras por ladinos
procedentes, en gran mayoría, de los centros urbanos.

En las postrimerías de la era colonial, la desigual distribución de la tierra se consideraba ya


como un problema que obstaculizaba el desarrollo del país y, en 1810, así se hizo constar
en los apuntamientos sobre la agricultura y Comercio del Reino de Guatemala,
documento que elaboró el consulado de comercio para que el Doctor Antonio Larrazábal,
lo utilizara en las cortes de Cádiz, allí se señalaba, de modo específico, que el latifundio
era la causa primaria de los atrasos” y se pedía la redistribución de las tierras comunales,
de las usurpadas en agravio de los indios, de los ejidos y de los terrenos baldíos.

Agricultura
Durante los largos milenios que se iniciaron el descubrimiento del maíz, hace unos 5,000
años, y a lo largo de los periodos clásico y postclásico de la era prehispánica y de los casi
cinco siglos de las eras colonial y republicana, hasta el presente, la economía de lo que es
el actual territorio de Guatemala ha descansado básicamente en la agricultura.

Los productos agrícolas, por lo tanto, en sus distintas fases de cultivo, distribución y
consumo, han mantenido una estrecha interrelación con otros fenómenos económicos y
con los macroprocesos sociales en general.
Es importante reitera que el maíz, el frijol y las calabazas integran la traída agrícola en el
descanso, por siglo, la dieta básica de los antiguos pobladores prehispánicos, de sus
descendientes de la actualidad y, en buena medida de los estratos de la sociedad colonial
y republicana. El primero de dichos productos ha cobrado tal relevancia en los campos
gastronómicos, religioso, de las creencias y de las ideas en general que, en Guatemala, se
ha configurado, inclusive, una particular subcultura del maíz. Inicialmente fue incorporado
a la dieta de los conquistadores, hasta servir en algunas ocasiones para evitar que
murieran de inanición; después de 1524, sin embargo, los indígenas trataron de controlar
su distribución, como una medida estratégica de resistencia. A partir de 1539, los
españoles, a su vez, intentaron desbaratar dicha estrategia, para lo cual instituyeron el
cargo del juez de milpas, que era un funcionario encargado de controlar y exigir que los
indígenas cultivaran el maíz y el frijol, indispensables ya para los colonos hispanos. La
recolección de estos productos se canalizo por medio del cobro del tributo en especie, o
por el procedimiento de las subastas públicas, controladas por el ayuntamiento, y de las
cuales se beneficiaban las propias autoridades civiles y eclesiásticas, así como los colonos
más importantes.

La producción del maíz sufrió una baja sensible a partir de 1570, como consecuencia de las
epidemias y el consiguiente descenso de la población aborigen. Tal situación empeoró a
mediados del siglo siguiente (1660), cuando un gran número de indígenas estaba obligado
a cumplir el repartimiento y laboraba en plantaciones de trigo, caña de azúcar y otros
productor que entesaban mas a los españoles; y también se dedicaron en sus parcelas a la
siembra de trigo y de caña de azúcar.

La dieta de los colonizadores y en una medida relativa también la de los indígenas, se


amplió con otro alimentos diversos (frutas, legumbres, tubérculos); unos de origen
americano, como el jocote, la anona, el zapote, el mamey, el chile, el chipilín, el beledo, l
ayote, etc.; otros, de reciente introducción hecha por los europeos, como trigo, naranja,
manzana, pera, durazno, lechuga, remolacha, zanahoria, rábano, y mucho más.

Según la tradición el trigo, un producto de mucha importancia en razón de los hábitos


dietéticos de los españoles, fue introducido en Guatemala en 1519, por un colono de
nombre Francisco Castellanos. Este hecho fue aprovechado por el mismo Pedro de
Alvarado, e un molino que un ayuntamiento de permitió instalar en el rio que bordeaba la
ciudad. Después de propagó a muchos poblados del centro y occidente del actual
territorio de Guatemala (San Juan Sacatepéquez, San Martin Jilotepeque, Santa María
Joyabaj, Comalapa y los mismos pueblos periféricos de la capital). Los indios fueron
obligados a dedicar tierras y trabajo al laboreo del trigo con animales, herramientas y
tecnología de procedencia Europea. De acuerdo con las nuevas tasaciones del tributo que
hizo el presidente López de Cerrato en 1549, las cuales resultaron, ciertamente, un tanto
más favorables para los indios, estos estaban obligados a cultivar, por aquella época, 1749
Fanegas de trigo para los españoles.

El despojo de tierras, el aprovechamiento masivo de obra de repartimiento, el abandono


de sus propios cultivos de subsistencia, el pago puntual del tributo, fueron algunas
consecuencias negativas que se derivaron del cultivo del trigo por los indígenas, el tanto
que los hispanos recogían las mieses para su ración de ingenios y el consiguiente
procedimiento de la caña fue de las más complejas e innovadoras, puesto que requería de
mayores inversiones, mano de obra calificada (albañiles, herreros, carpinteros, punteros,
etc.), tracción animal y en general, una tecnología más desarrollada. Sin embargo la mano
de obra no solo comprendía trabajadores libres sino también indios de partimiento y
esclavos negros.

En la provincia de Guatemala, los indios de repartimiento constituían un 30.31% de la


fuerza laboral unos ingenios de azúcar, y un 61.48% en los trapiches, no obstante que esa
fuente de mano de obra, en ese tipo de trabajo, estaba prohibida por la corona. El trato
de aquellos recibían, además, principalmente a manos de “mandones” y caporales negros,
excesivamente despiadado. Por esta razón, en 1680, y por presiones de la corona, la
audiencia ordenó una inspección en ingenios y trapiches de importantes empresarios, tal
como Francisco Antonio Fuentes y Guzmán, Juan Arrivillada, la compañía de Jesús. Joseph
del castillo. Los frailes Agustines y el presbítero tomas de Aguilar y otros más.

La producción azucarera alcanzó niveles importantes a principios del siglo XVII, más que
todo para el consumo interno, porque, aunque se inició cierto flujo de exportación hacia
Europa, este nunca alcanzó los altos volúmenes registrados en las antias. A fines de dicho
siglo se producían en el reino cerca de 18,000 arrobas anuales, pero, a falta de otras
regulaciones, los beneficios obtenidos por la corona se reducían al cobro de la alcabala, es
decir, el impuesto relacionado con la operaciones de compra venta del azúcar.

Cultivos de Exportación

En la primera parte de la época colonial, dos productos agrícolas, el cacao y el añil, ambos
de origen prehispánico, cobraron una extraordinaria importancia den la economía de la
exportación. Esto se orientó, primero, a los mercados de nueva España y Perú; y después,
a los países europeos, done también tuvieron una abierta aceptación.

El cacao, que se comía en Mesoamérica como alimento y como venida ceremonial desde
unos 1500 años a.C., se utilizó, adicionalmente en ciudad de moneda, y también para el
pago del tributo. En especial, estas dos últimas modalidades fueron aprovechadas por los
españoles, en el marco inicial de la economía de la colonia. Las principales zonas
cacaoteras del reino de Guatemala se localizaban en Socotusco, Suchitepéquez,
Guazacapán, Isalco y otras áreas del pacífico, hasta el golfo de Nicoya, en Costa Rica. El
cacao se cultivó, asimismo, en Chiquimula y en las costas de Honduras y Nicaragua, sobre
el atlántico.

Aunque en la época prehispánica en el cacao estuvo ligado a un comercio extendido por


las largas rutas que comunicaban centros tan importantes como Kaminaljuyu, Copan.
Quirigua, Tikal y Uaxactún, después de la conquista se transportaba, por las vía marítima y
terrestre, desde donde era cultivado por los indios, hasta lugares tan lejanos como
México, Veracruz y Panamá. Puesto que en primero estuvo ligado a la encomienda y
después al repartimiento del comercio libre, el cacao contribuyó al enriquecimiento de
muchos de los primeros colonizadores, entre los que figuraban, inclusive, funcionarios, así
como integrantes de las órdenes religiosas. Precisamente, algunos de los enfrentamientos
entre dichos sectores de la sociedad colonial estuvieron relacionados con la ocupación de
las área cacaoteras, con la disponibilidad de la mano de obra indígena y, finalmente, con
el cobro de los impuestos de compra venta y de exportación, de los cuales se beneficiaba
directamente la corona.

Otra de las posibles implicaciones socioeconómicas del cultivo de cacao fue descenso
cuantitativo de la población indígena y, por consiguiente, de la mano de obra disponible
en este sector. Tal reducción demográfica fue consecuencia de clima que afectaban a los
indígenas cuando trasladaban del antillano a las tierras bajas, en las que cultivaba el
cacao. A este hecho particular, en el siglo XVII se unió, como un factor más que redujo el
precio del grano producido en Guatemala, la competencia del cacao procedente de
Guayaquil (Ecuador), y el contrabando que de desarrolló entorno a la comercialización
interna y eterna del producto.

Muy semejante a la situación que presentaba el cultivo y comercialización del cacao, fue la
correspondiente al añil o xiquilite. Este y la cochinilla eran dos colorantes que utilizaron
los indígena, desde épocas muy remotas, en la escritura el teñido de telas y la pintura de
edificios y monumentos.

A mediados del siglo XVI, los españoles comenzaron a percatarse del valor comercial del
añil, y no demoraron mucho en incorporarlo en los mecanismos del cobro del tributo. La
corona, a su vez, tuvo noticias de dicho producto y, en 1558, solicito la correspondiente
información a las autoridades coloniales. En 1571, la exportación del añil guatemalteco a
España había alcanzado ya proporciones importantes. El cultivo, promovido por los
colonizadores, se extendió, entonces, desde las costas de Guatemala y las de Nicaragua,
sobre Océano Pacifico.
La creciente demanda que el colorante aludido alcanzó en Europa obedeció, a que la
industria textilera usaba un producto semejante, denominado “pastel”, con el cual se
obtenía el color azul en el teñido de las telas. Dicho producto, conocido precisamente con
el nombre añil (termino derivado del árabe añil, que sig. Azul), procedía del Lejano
Oriente, y su comercio estuvo, inicialmente, monopolizado por los portugueses y,
después, controlado por Francia e Inglaterra. De ahí la importancia que el colorante de
Guatemala adquirió en España.

La expansión de la actividad añilera tuvo los consiguientes efectos en el sistema de


adquisición y tenencia de la tierra, así como en las relaciones laborales entre colonos y
colonizados. En efecto, la apropiación de tierras en las costas del pacifico, por cual es
quiera procedimientos posibles, los cuales incluían la “composición” y la “confirmación”,
se intensificó de manera notoria. De todo ello por supuesto, también se beneficiaba
directamente la Real Hacienda. Las técnicas utilizadas en los obrajes de añil, el clima que
demandaba el cultivo y, sobre todo, la concentración de mano de obra en la épocas de
cosecha y de laboreo, incidieron, de manera negativa, en la población indígena que, no
solo abandonaba obligadamente sus propios cultivos de subsistencia, sino que, además,
debía someterse al régimen de trabajo institucionalizado en la Colonia.

Las condiciones propias del procesamiento del añil eran, por cierto, extremadamente
dañinas, en especial, por los trabajadores indios, según se consignó en documento de la
época:

“… que en este beneficio enferma y muere mucha gente por ser tan fuerte esta hierba que
de solo entrar las manos a los pies en el agua donde está la hoja cuando se a de sacar los
palos o piedras con que está debajo del agua y la misma hierba se les comen y canceran
las carnes; y después estando golpeando el agua se levanta un humo tan malo que
penetra los sesos y causan otros daños con que se han consumido muchos indios en las
partes donde se beneficia el añil”.

Los efectos perjudiciales que tuvo añilera entre los indios, los cuales culminaron en la
desaparición de pueblos enteros de origen prehispánico, obligaron a esa Corona a prohibir
la utilización de trabajadores nativos en los obrajes en los que se procesaba dicho
producto. Se emitieron, en tal sentido, varias cédulas reales entre 1545 y 1643, en
inclusive se nombraron jueces visitadores, para controlar el cumplimiento de tales
disposiciones. Estas, sin embargo, nunca se cumplieron a cabalidad.

Junto con el añil o xiquilite, en el reino de Guatemala también se explotaron otros


productos, tales como la grana o cochinilla, que era otro tipo de colorante extraído de una
especie peculiar de insectos que se reproducían en las napoleras; y también plantas y
raíces medicinales como la zarzaparrilla, la caña fistula, bálsamo, etc. Algunas de éstas se
exportaron a Europa en cantidades menores y la última de las mencionadas, el bálsamo,
además de utilizarse como medicamento, se incorporó mediante autorización contenida
en una bula papal, en el ritual de la Iglesia Católica asociado a la administración de los
sacramentos en la extremaunción y la confirmación.

La cochinilla proporcionaba un tinte de color púrpura, también usado por los indígenas,
desde la época prehispánica, en el teñido de sus telas. El interés de los españoles en este
producto data de 1573, cuando el Presidente Pedro de Villalobos recomendó a la Coona
que se incrementara la producción respectiva, con el objeto de aumentar y facilitar,
asimismo, el cobro del tributo de los indios. Villalobos recibió la autorización
correspondiente y, en 1575, la exportación de grana a la metrópoli mostraba ya un
ascenso notorio que, sin embargo, nunca alcanzo, una considerable importancia
económica.

El añil y la ganadería predominaron en la economía colonial durante el siglo XVIII, aunque


no se desatendieron por completo, los otros cultivos citados antes, y algunos más, como
el tabaco, el achiote, el algodón, etc., que se incorporaron en los procesos de producción,
para el consumo interno y externo.

Con el transcurso del tiempo la tecnología y los volúmenes de producción relacionados


con la agricultura mejoraron ostensiblemente, pero, por otro lado, al crecer la población
se agudizaron, los problemas sobre la aprobación y las disputas de tierras. Finalmente, tal
como ocurrió en el caso específico del añil (que fue sustituido por las anilinas o tintes
sintéticos), el contrabando, la industria masiva, así como la competencia de otros centros
fabriles, fueron algunos de los factores que incidieron negativamente en la economía
colonial.

En la exportación y comercialización de los principales cultivos era notaria la relación de


dependencia de las provincias respecto de la ciudad de Guatemala.

La minería

Con el trasfondo socioeconómico de la España de entonces, los primeros expedicionarios


y colonos desbordaban sueños de fáciles riquezas deslumbrantes. No solo se trataba de
recuperar, con holgados excedentes, los dineros invertidos, magros o cuantiosos como
fueran, si no ascender en la escala social, para asegurar futuros más promisorios. Por ello,
al principio, antes que la tierra u otros recursos cualquiera, los metales preciosos, en
especial el oro, alumbraban los caminos potenciales para alcanzar aquellos objetivos.
A medida que se amplió el horizonte del nuevo mundo, cuando ya las palabras México,
Perú, potosí, costa rica, el dorado, tenían fuertes connotaciones metálicas, los recién
llegados al Reino de Guatemala comprobaron que aquí la riqueza mineral no tapizaba los
suelos, ni espesaba las aguas de los ríos. No obstante, casi de inmediato, se entregaron a
la búsqueda afanosa de las vetas o de las arenas refulgentes.

Apena, superado el fragor de las primeras batallas, el mismo Pedro de Alvarado y sus
acompañantes de más rango ordenaron el lavado de oro en los ríos próximos a Iximché, a
Santiago y otros poblados. Los esclavos hechos en la guerra, así como los primeros indios
“repartidos”, fueron ubicados en los lavaderos auríferos o en las pocas minas conocidas. A
un aquello que, por su condición o por las circunstancias, se tenían por vasallos libres del
rey español, resistieron la ansiedad de los buscadores de los metales preciosos. Los
señores cachiqueles dejaron constancias en el memorial de Sololá: “durante este año
1530 se impusieron terribles tributos. Se tributó oro a Tunatiuh, se le tributaron
cuatrocientos hombres y cuatrocientas mujeres para ir a lavar oro”.

En el primer juicio de residencia, al que se le sometió en México, el 5 de julio de 1529, se


obligó al conquistador d Guatemala a rendir cuentas del oro y de la plata que, después de
pagar el quinto real, según su propio testimonio, recaudó y fundió en los territorios por él
sometidos.

Aquella búsqueda afanosa barco también los territorios actuales de Panamá, Costa Rica,
Nicaragua, Honduras, El Salvador, Chiapas y Guatemala. Mas en esta última provincia,
Alvarado encabezó a aquellos que cortaron la mejor tajada. En el testamento que el
Obispo Marroquín hizo a nombre del Adelantado de Guatemala, quedó un registro
significativo.

“dejó muchos esclavos sacando oro en las minas de lo cual llevó muchas carga para su
ánima… dejó por libres a todos los indios esclavos, hombres y mujeres, y su hijos, que así
andan a sacar oro por el dicho Adelantado, y desde ahora todos sean libres para siempre,
con el aditamento y condición que saquen oro para pagar las dichas deudas que el dicho
Adelantado debe y dejo… y en él entre tanto que saquen oro sean muy bien mantenidos y
curados, tratados y doctrinados en las cosas de nuestra santa fe católica, todo a costa del
oro que sacaren, hasta tanto que se paguen la dichas deudas… Mando que los dichos
esclavos saquen oro en las minas, una demora que corre desde 1 de octubre hasta San
Juan, y que el dicho oro que así sacaren se reparta entre los hijos del dicho Adelantado”.

El oro y los otros metales preciados se recaudaron por medio del trabajo forzoso, de los
tributos, y por cuanta manera fuera posible. En carta enviada al rey Carlos I, el 6 de marzo
de 1524, el capitán Gil González Dávila relataba un hecho curioso: “llegué a un cacique
que se llama Nicoya, el cual me dio de presente 14000 castellanos de oro… Cuando me
partí me dijo el cacique que, pues ya él no habría de hablar con sus ídolos que me los
llevase, y me dio seis estatuas de oro de grandura de un palmo”.

El mismo González Dávila desde Española hizo después un cuantioso envió de oro, en
cinco “naos” que surcaron el Atlántico en ruta de retorno. El Tesoro Real, Andrés de
Cereceda, compañero de González Dávila, dejó un recuento detallado del aquel oro, que,
reducido a pesos y en forma de hachas y cascabeles, había sido objeto de “rescate” en la
parte sur de la América Central. Por su abundancia en objetos del valioso metal, Costa
Rica se llamó así desde entonces, pero de tal fama participaban también Panamá y
Colombia.

Otros muchos lugares específicos, en los cuales se recaudó oro, plata, plomo, hierro y
otros minerales, en montos y calidades distintos fueron los siguientes: KOPAN,
GOASCORÁN, YUSCARAN, CHOLUTECA, Gracias a Dios o cotepeque (en Honduras); Atitlán,
Nevaj, Joyavaj, Santiago Zamora, San Juan y San Pedro Sacatepéquez, el valle de jilote
pequé y Chiquimula (en Guatemala); Metapa, Ciguate guacán, Naozalco, Chilchuapa (en
Salvador).

Las mejores minas que se descubrieron a mediados del siglo XVI, eran las de Tegucigalpa,
Comayagua y Ocotepeque, en Honduras; las de las Segovia en Nicaragua; y
Huehuetenango, en Guatemala. En todos los lugares citados el trabajo se hacía, al
principio, por medios rudimentarios, como la trituración y la fundición, que después se
perfeccionaron mediante el uso del azogue o mercurio, transportado desde el Perú, a
partir de 1566.

A raíz de promulgación de las leyes Nuevas se prohibió, in que se cumpliera la utilización


de trabajadores indígenas en las minas, consecuentemente, se incorporaron los primeros
contingentes negros en dicha actividad. El 16 de agosto de 1618, en efecto, arribó a
Trujillo un barco cargado de esclavos africanos, destinados a las minas de Tegucigalpa; dos
navíos más, con igual “carga”, llegaron el 4 de septiembre de 1620, pero el ayuntamiento
de Guatemala protestó porque aquellos negros “eran más de los que necesitaban”.

Huehuetenango fue una región minera importante en los inicios de la época colonial, en la
que resultaba favorable el entorno ecológico y la disponibilidad de mano de obra
indígena. Fuentes y Guzmán relata el caso anecdótico del español Juan de Espinal o
espinar, que , cuando descansaba en un recodo del camino, vio casualmente una lumbre
que se encendía al pie de un árbol de pino y descubrió, además, que unas piedras
irradiaban fuego, tal si fueran brasas, y que, al enfriarse, cuajaron como piezas de plata.
Seguidos los trámites del caso, Espinar registro y exploto aquella rica veta, de la cual”
obtuvo grande opulencia para pasar a España, dejando cubierta la labor principal de los
metales acerados, con ánimo de volver a gozar lo que dejaba”. Las crónicas aluden a otro
caso semejante el de un cura de Cuilco, que descubrió una mina de oro en el pueblo de
Motosintla. Allí, después de que el fiscal de la iglesia le mostro una pepita de dicho metal,
los caciques a su ruego e instancias le llevaron al yacimiento con los ojos vendados y a
condición de que solo dispusiera del metal que podía cargar con sus manos, para
destinarlo a las sobras de la iglesia y otras necesidades.

En general, y pese a la relativa pobreza mineral de la región, la minería produjo caudales


apreciables a sus dueños y a la Hacienda Real. Contribuyó, asimismo al desarrollo de la
orfebrería, predominantemente la de carácter religioso, la cual alcanzó niveles apreciables
en cantidad y calidad artística.

La extracción de metales preciosos indujo a la Corona a fundar en Guatemala una Real


Casa de moneda, lo que se hizo por medio de cédula de 20 de enero de 1731. Ello tuvo
efectos positivos en la economía general de la Colonia, sobre todo porque la explotación
minera aumentó, relativamente, durante los siglos XVII y XVIII, gracias al descubrimiento
de nuevos yacimientos; a ciertos incentivos estatales, como la reducción de impuestos y
controles; y a una simultánea política de supervisión, para evitar la explotación ilegal, el
contrabando y otros vicios semejantes.

Comercio

El descubrimiento de América estuvo legado a las relaciones comerciales entre Europa y el


lejano Oriente; de ahí la importancia que, en su propio contexto mercantil, España
concedió el intercambio de bienes a través del Atlántico. Este interés inicial se tradujo de
inmediato, en la necesidad de trazar lineamientos políticos, administrativos y otros, que
aseguran los beneficios económicos que representaba la ampliación del imperio a las
tierras del Nuevo Mundo.

En relación con el comercio, que fue sin duda una de las columnas centrales de régimen
colonial, entre aquellas primeras medidas de gobierno estuvo la organización de la casa de
contratación, con sede inicia en Sevilla, cuya fundación se aprobó en 1503, y sus
estatutos, en 1510. Se le concibió como el agente fiscal y comercial de la Corona, aunque
después se le asignaron otras funciones colaterales, como la de investigación en los
campos de la navegación y la cosmografía.

Durante varios años, las relaciones comerciales con las colonias estuvieron centralizadas
en Sevilla, con excepción de ciertas actividades que se canalizaban por los puertos de
Cádiz y de san Lucas. La Casa de Contratación por lo tanto, acrecentó su actividad, al
punto de que, a finales del siglo XVII, cuando el régimen colonial estaba ya bien cimentado
en América, era un órgano de gobierno de enorme relevancia. Se le traslado a Cádiz,
cuando ese puerto sustituyo a Sevilla para la salida y llegada de las flotas indianas.

A lo largo del siglo XVI, el comercio entre España y América se hiso por medios de flotas de
barcos protegidos adecuadamente, ya que la acción depredadora de los piratas y
corsarios, respaldos por Inglaterra, Holanda y Francia, afectaba la comunicación entre la
metrópoli española y sus posesiones coloniales. En 1561, el tráfico comercial se hacía sólo
en primavera y en verano, en sendas flotas que, en la Antias, se dividían, ya que unas se
dirigía a Veracruz (México) y al golfo de Honduras, y la otra hacia Cartagena de indias y
puerto bello (Panamá).

Durante los siglos XVI y XVII, el Reino de Guatemala mantuvo relaciones comerciales,
legales e ilegales, con España, Nueva España, Perú, Nueva Granada, Filipinas, Inglaterra y
Francia. Para ello, se utilizaban atracaderos de Puerto Caballos y Trujillo, en Honduras;
Bodegas Golfo, en Guatemala; San Juan y el Realejo, en Nicaragua; Matina, en Costa Rica;
y acajutla, El Salvador. La comunicación terrestre se hacía por rutas agrestes que unían
puertos y poblados importantes, en las cuales las mercaderías se transportaban por
tamemes o por vestías mulares.

El sistema de lotas, sobre todo cuanto éstas, a partir de 1633, carecieron de la protección
armada, ocasionó periódicas carencias de mercancías europeas en Guatemala, ya que los
barcos no llegaban todos los años.

Bienes de intercambio

Algunos de los productos exportados por Guatemala, que obligadamente pasaban por
Sevilla primero y después por Cádiz, incluían añil, zarzaparrilla, palo de Brasil, cochinilla,
azúcar, cueros de reses, bálsamo y, por supuesto, metales preciosos, como oro y la plata.
De vuelta, los barcos traían vino, pasas, aceitunas, aceite, higos, paños, lino, hierro,
mercurio, etc.

El comercio alcanzó sus niveles más altos a principios del siglo XVII, y comenzó a declinar a
mediados de la década 1620, en un descenso que se agudizó en el decenio siguiente. Las
causas de esto último estaban vinculadas a una crisis de todo el sistema, del comercio
intercontinental y colateralmente, a la acción de los piratas en el Caribe.

Con el fin de superar las dificultades en cuanto al aprovisionamiento y circulación de


mercancías necesarias o rentables, en las últimas décadas del siglo XVI y primeras del
siguiente, el comercio centroamericano se canalizo por Granada (Nicaragua) y, sobre todo,
hacia puerto bello y Cartagena, desde matina (Costa Rica).
Formación de las clases y etapas sociales

La Sociedad durante la Época Colonial es un término que se refiere a la situación y


evolución de la sociedad que residía en el actual territorio guatemalteco durante la Época
Colonial, desde la Conquista de Guatemala en 1524 hasta la Independencia de Guatemala
en 1821.
Las grandes divisiones sociales durante la Época Colonial dependían básicamente del
origen racial de las personas. Al principio hubo sólo dos grupos étnicos: españoles e
indios. Los primeros eran, en 1524, unos 450. En una cantidad menor a la mitad de dicha
cifra, los españoles se avecindaron en la ciudad de Santiago. Otros regresaron a México o
a España, o se trasladaron a varios lugares de las Indias -como denominaban a América-.
En Guatemala no encontraban oro, por lo que preferían trasladarse a regiones en las que
tuvieran mejores oportunidades de hacerse ricos rápidamente.
Durante toda la época colonial los españoles ocuparon la posición social más alta. Su
número aumentó en los siglos siguientes, con la llegada de inmigrantes, hombres y
mujeres, y por el nacimiento de los hijos de éstos, a los que se les dio el nombre de
criollos o españoles criollos. Nunca llegaron a ser muy numerosos, pero constituían la
clase privilegiada que gobernaba el país. A ese sector pertenecían los gobernantes y altos
funcionarios, los miembros del Ayuntamiento, el clero, los ricos comerciantes y
agricultores, de clase ilustrada, los descendientes de los conquistadores y de los primeros
colonizadores. Había también españoles que no formaban parte de la nobleza local. Eran
los pequeños agricultores, empleados de menor categoría y artesanos, entre otros.
Los criollos, entre los que hubo familias que se enriquecieron en las Indias, tenían
frecuentes choques con los españoles nuevos, o sea, aquellos que llegaban de España a
ocupar altos cargos en el gobierno. Tales roces se producían aún entre frailes y
sacerdotes, por lo que las órdenes religiosas llegaron a un acuerdo de alterabilidad para
ocupar los cargos importantes.
Las guerras de conquista fueron dolorosas para la población indígena, aunque no duraron
mucho tiempo. El contacto de los naturales con los españoles causó una disminución
acelerada de su población, principalmente por las enfermedades que eran nuevas para
ellos y para las cuales carecían de defensas biológicas. Las epidemias de sarampión,
viruela, tifus, influenza y otras similares causaban gran mortalidad entre los nativos. A
esto hay que agregar las muertes por las guerras, la esclavitud que sufrieron en las
primeras décadas, y las hambrunas que padecían cuando las plagas de langosta o chapulín
destruían sus sementeras. Se estima que la población indígena había disminuido en un 50
por ciento, en 1550. Todavía siguió decreciendo en los siglos siguientes, lo que preocupó
seriamente a los españoles. Sólo a partir del siglo XVIII comenzó a recuperarse. Se calcula
que en 1820 la población de Guatemala era de unos 500 000 ó 600 000 habitantes, de los
cuales el 66 por ciento era de indígenas.
El descubrimiento de América y sus habitantes sorprendió a los europeos. Colón creía
haber llegado a las Indias Orientales, y por eso dio el nombre de indios a los habitantes del
Nuevo Mundo, Durante los primeros años hubo en España discusiones académicas y
religiosas sobre los indios. En ciertas ocasiones se llegó al punto de negar su condición de
humanos. Algunos los consideraban salvajes a los que era lícito conquistar por la fuerza y
esclavizarlos. Otros, entre ellos Bartolomé de Las Casas y Francisco de Vitoria, defendían a
los indios y aceptaban que se les cristianizara, pero respetando sus derechos naturales.
Más allá de los planteamientos académicos estaban los intereses económicos de los
conquistadores, quienes necesitaban mano de obra barata para sus empresas agrícolas y
mineras. Por eso, en los primeros años de la de la época colonial, los indios fueron
esclavizados en su condición de prisioneros de guerra, o por compra o rescate, cuando se
trataba de indios que ya eran esclavos de otros indios, puesto que la esclavitud existió
también la sociedad prehispánica.
La corona española sostenía que los indios eran súbditos libres del Rey, pero esta
disposición sólo se comenzó a cumplir después de 1542, cuando se emitieron las Leyes
Nuevas u Ordenanzas de Barcelona.
Aunque los indios ya no fueron esclavos oficialmente después de la aplicación de las Leyes
Nuevas, los hacendados, dueños de ingenios o de empresas agrícolas, siempre
encontraron los medios para utilizar el trabajo forzado de los nativos. Uno de tales
procedimientos fue la Encomienda. Ésta es una merced real, concedida a un español, a
veces conquistador venido a menos económicamente, a quien se daba o encomendaba un
número determinado de indios tributarios del Rey, quienes deberían pagar el tributo al
encomendero, a quien, además, prestaban otros servicios. Otras formas de trabajo que se
impusieron a los indios fueron los mandamientos y repartimientos.
En la misma época en la que surgió la encomienda se produjo un hecho que influyó
grandemente en la vida y costumbres de la población indígena. Éste fue la reducción a
poblados, es decir, la concentración en pueblos de los grupos indígenas que vivían en
asentamientos dispersos, desde la época prehispánica. Esta dispersión dificultaba la labor
de los curas doctrineros que tenían la obligación de cristianizar a los indios, y también la
labor de los funcionarios encargados de recoger el tributo que los indios pagaban a la
Corona.
Los poblados se fundaban en terrenos adecuados, rodeados de tierras destinadas a los
cultivos, con suficiente agua y donde se pudieran satisfacer diversas necesidades. Se
construían según el patrón castellano: trazo de cuadrículas, con calles que formaban
manzanas. En la parte central estaba el mercado, la iglesia y los edificios para el cabildo y
el gobernador indígena, que era un indio principal. Luego se asentaban los barrios para las
familias o parcialidades, que se habían concentrado en la reducción.
Alrededor del pueblo estaban las tierras comunales o ejidos, de extensión variable, según
el número de habitantes. Cada pueblo tuvo sus propias autoridades indígenas y sus curas
doctrineros. Los nuevos pueblos sirvieron para que los españoles controlaran a los
indígenas, pero éstos los aprovecharon también para preservar muchas de sus costumbres
y sus idiomas. Algunas de las modificaciones derivadas de sus relaciones con la cultura
española y mestiza, se conservan hasta nuestros días.
Durante la época colonial las comunidades indígenas manifestaron una serie de protestas
y motines contra sus gobernadores indios, los curas doctrineros y las autoridades
españolas. Era una reacción ante los abusos cometidos por los alcaldes indígenas,
corregidores, alcaldes mayores y otros funcionarios. Algunas de tales protestas tuvieron
en carácter de grandes rebeliones, como la de los indios zendales de Chiapas, en 1712.
En Totonicapán, en 1820, poco antes de la Independencia, ocurrió una rebelión contra las
autoridades coloniales, cuando los indios quichés de la región se opusieron a seguir
pagando tributo. El principal cabecilla de esta revuelta fue Atanasio Tzul, un principal de
San Miguel Totonicapán, quien, según la tradición indígena, llegó a coronarse rey de los
pueblos San Miguel y San Cristóbal Totonicapán, San Andrés Xecul, San Francisco El Alto,
Momostenango y Santa María Chiquimula. Los rebeldes fueron finalmente sometidos por
milicias que llegaron de Quetzaltenango.
La Sociedad durante la Época Colonial es un término que se refiere a la situación y
evolución de la sociedad que residía en el actual territorio guatemalteco durante la Época
Colonial, desde la Conquista de Guatemala en 1524 hasta la Independencia de Guatemala
en 1821.
Las grandes divisiones sociales durante la Época Colonial dependían básicamente del
origen racial de las personas. Al principio hubo sólo dos grupos étnicos: españoles e
indios. Los primeros eran, en 1524, unos 450. En una cantidad menor a la mitad de dicha
cifra, los españoles se avecindaron en la ciudad de Santiago. Otros regresaron a México o
a España, o se trasladaron a varios lugares de las Indias -como denominaban a América-.
En Guatemala no encontraban oro, por lo que preferían trasladarse a regiones en las que
tuvieran mejores oportunidades de hacerse ricos rápidamente.
Durante toda la época colonial los españoles ocuparon la posición social más alta. Su
número aumentó en los siglos siguientes, con la llegada de inmigrantes, hombres y
mujeres, y por el nacimiento de los hijos de éstos, a los que se les dio el nombre de
criollos o españoles criollos. Nunca llegaron a ser muy numerosos, pero constituían la
clase privilegiada que gobernaba el país. A ese sector pertenecían los gobernantes y altos
funcionarios, los miembros del Ayuntamiento, el clero, los ricos comerciantes y
agricultores, de clase ilustrada, los descendientes de los conquistadores y de los primeros
colonizadores. Había también españoles que no formaban parte de la nobleza local. Eran
los pequeños agricultores, empleados de menor categoría y artesanos, entre otros.
Los criollos, entre los que hubo familias que se enriquecieron en las Indias, tenían
frecuentes choques con los españoles nuevos, o sea, aquellos que llegaban de España a
ocupar altos cargos en el gobierno. Tales roces se producían aún entre frailes y
sacerdotes, por lo que las órdenes religiosas llegaron a un acuerdo de alterabilidad para
ocupar los cargos importantes.

Las guerras de conquista fueron dolorosas para la población indígena, aunque no duraron
mucho tiempo. El contacto de los naturales con los españoles causó una disminución
acelerada de su población, principalmente por las enfermedades que eran nuevas para
ellos y para las cuales carecían de defensas biológicas. Las epidemias de sarampión,
viruela, tifus, influenza y otras similares causaban gran mortalidad entre los nativos. A
esto hay que agregar las muertes por las guerras, la esclavitud que sufrieron en las
primeras décadas, y las hambrunas que padecían cuando las plagas de langosta o chapulín
destruían sus sementeras. Se estima que la población indígena había disminuido en un 50
por ciento, en 1550. Todavía siguió decreciendo en los siglos siguientes, lo que preocupó
seriamente a los españoles. Sólo a partir del siglo XVIII comenzó a recuperarse. Se calcula
que en 1820 la población de Guatemala era de unos 500 000 ó 600 000 habitantes, de los
cuales el 66 por ciento era de indígenas.
El descubrimiento de América y sus habitantes sorprendió a los europeos. Colón creía
haber llegado a las Indias Orientales, y por eso dio el nombre de indios a los habitantes del
Nuevo Mundo, Durante los primeros años hubo en España discusiones académicas y
religiosas sobre los indios. En ciertas ocasiones se llegó al punto de negar su condición de
humanos. Algunos los consideraban salvajes a los que era lícito conquistar por la fuerza y
esclavizarlos. Otros, entre ellos Bartolomé de Las Casas y Francisco de Vitoria, defendían a
los indios y aceptaban que se les cristianizara, pero respetando sus derechos naturales.
Más allá de los planteamientos académicos estaban los intereses económicos de los
conquistadores, quienes necesitaban mano de obra barata para sus empresas agrícolas y
mineras. Por eso, en los primeros años de la de la época colonial, los indios fueron
esclavizados en su condición de prisioneros de guerra, o por compra o rescate, cuando se
trataba de indios que ya eran esclavos de otros indios, puesto que la esclavitud existió
también la sociedad prehispánica.
La corona española sostenía que los indios eran súbditos libres del Rey, pero esta
disposición sólo se comenzó a cumplir después de 1542, cuando se emitieron las Leyes
Nuevas u Ordenanzas de Barcelona.
Aunque los indios ya no fueron esclavos oficialmente después de la aplicación de las Leyes
Nuevas, los hacendados, dueños de ingenios o de empresas agrícolas, siempre
encontraron los medios para utilizar el trabajo forzado de los nativos. Uno de tales
procedimientos fue la Encomienda. Ésta es una merced real, concedida a un español, a
veces conquistador venido a menos económicamente, a quien se daba o encomendaba un
número determinado de indios tributarios del Rey, quienes deberían pagar el tributo al
encomendero, a quien, además, prestaban otros servicios. Otras formas de trabajo que se
impusieron a los indios fueron los mandamientos y repartimientos.
En la misma época en la que surgió la encomienda se produjo un hecho que influyó
grandemente en la vida y costumbres de la población indígena. Éste fue la reducción a
poblados, es decir, la concentración en pueblos de los grupos indígenas que vivían en
asentamientos dispersos, desde la época prehispánica. Esta dispersión dificultaba la labor
de los curas doctrineros que tenían la obligación de cristianizar a los indios, y también la
labor de los funcionarios encargados de recoger el tributo que los indios pagaban a la
Corona.
Los poblados se fundaban en terrenos adecuados, rodeados de tierras destinadas a los
cultivos, con suficiente agua y donde se pudieran satisfacer diversas necesidades. Se
construían según el patrón castellano: trazo de cuadrículas, con calles que formaban
manzanas. En la parte central estaba el mercado, la iglesia y los edificios para el cabildo y
el gobernador indígena, que era un indio principal. Luego se asentaban los barrios para las
familias o parcialidades, que se habían concentrado en la reducción.
Alrededor del pueblo estaban las tierras comunales o ejidos, de extensión variable, según
el número de habitantes. Cada pueblo tuvo sus propias autoridades indígenas y sus curas
doctrineros. Los nuevos pueblos sirvieron para que los españoles controlaran a los
indígenas, pero éstos los aprovecharon también para preservar muchas de sus costumbres
y sus idiomas. Algunas de las modificaciones derivadas de sus relaciones con la cultura
española y mestiza, se conservan hasta nuestros días.
Durante la época colonial las comunidades indígenas manifestaron una serie de protestas
y motines contra sus gobernadores indios, los curas doctrineros y las autoridades
españolas. Era una reacción ante los abusos cometidos por los alcaldes indígenas,
corregidores, alcaldes mayores y otros funcionarios. Algunas de tales protestas tuvieron
en carácter de grandes rebeliones, como la de los indios zendales de Chiapas, en 1712.
En Totonicapán, en 1820, poco antes de la Independencia, ocurrió una rebelión contra las
autoridades coloniales, cuando los indios quichés de la región se opusieron a seguir
pagando tributo. El principal cabecilla de esta revuelta fue Atanasio Tzul, un principal de
San Miguel Totonicapán, quien, según la tradición indígena, llegó a coronarse rey de los
pueblos San Miguel y San Cristóbal Totonicapán, San Andrés Xecul, San Francisco El Alto,
Momostenango y Santa María Chiquimula. Los rebeldes fueron finalmente sometidos por
milicias que llegaron de Quetzaltenango.
Los primeros esclavos de raza negra arribaron con los españoles y vivieron en una
situación de esclavitud, salvo en aquellos casos en los que conseguían su libertad. Los
precursores llegaron desde 1524, con los conquistadores. Eran pocos, pero su número
aumento en los años siguientes. Pedro de Alvarado, al conquistar Guatemala, llevó al país
una buena cantidad de negros artesanos, carpinteros, herreros y calafateros, para
construir barcos en el pacífico.
En 1543, Alonso de Maldonado trajo unos 150 esclavos negros, destinados éstos a
trabajos vinculados con el comercio. Poco después, López de Cerrato ordenó la liberación
de los esclavos indios y autorizó la venida de otra buena cantidad de esclavos negros. Así
aumentó éste segmento, que llegó a conformar al tercer elemento étnico de la población
de la colonia.

Los grupos más numerosos de negros estuvieron en el Valle de Las Mesas, la ciudad de
Santiago, los ingenios de Amatitlán y Verapaz, La Gomera, Gualán y otros lugares. A fines
del siglo XVIII, el número de esclavos negros había disminuido, pues algunos obtuvieron su
libertad y trabajaban como artesanos libres. Otros se habían fugado y vivían, como
cimarrones, en lugares alejados de los centros urbanos.
En 1824, la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América decretó la abolición de la
esclavitud.
Las relaciones maritales entre personas de los distintos grupos étnicos originaron una
clase compleja de mestizos: español e indio, español y negro, indio y negro, mestizo y
mestizo. Al principio, éstos se diferenciaban con nombres como mulato, mestizo o zambo,
entre otros. Así se pretendía identificar el tipo racial de una persona. Pero esto se tornó
imposible a medida que el mestizaje fue más complejo, por lo que al final se llamó a todos
gente ordinaria o casta.
Con los años, la mezcla entre los tipos étnicos diluyó las diferencias físicas y se terminó
denominando ladino a todos los que no eran indios o españoles. Ladino es una palabra
con la cual se designó, en un principio, al indio españolizado culturalmente.
Los primeros esclavos de raza negra arribaron con los españoles y vivieron en una
situación de esclavitud, salvo en aquellos casos en los que conseguían su libertad. Los
precursores llegaron desde 1524, con los conquistadores. Eran pocos, pero su número
aumento en los años siguientes. Pedro de Alvarado, al conquistar Guatemala, llevó al país
una buena cantidad de negros artesanos, carpinteros, herreros y calafateros, para
construir barcos en el pacífico.
En 1543, Alonso de Maldonado trajo unos 150 esclavos negros, destinados éstos a
trabajos vinculados con el comercio. Poco después, López de Cerrato ordenó la liberación
de los esclavos indios y autorizó la venida de otra buena cantidad de esclavos negros. Así
aumentó éste segmento, que llegó a conformar al tercer elemento étnico de la población
de la colonia.
Los grupos más numerosos de negros estuvieron en el Valle de Las Mesas, la ciudad de
Santiago, los ingenios de Amatitlán y Verapaz, La Gomera, Gualán y otros lugares. A fines
del siglo XVIII, el número de esclavos negros había disminuido, pues algunos obtuvieron su
libertad y trabajaban como artesanos libres. Otros se habían fugado y vivían, como
cimarrones, en lugares alejados de los centros urbanos.
En 1824, la Asamblea Nacional Constituyente de Centro América decretó la abolición de la
esclavitud.
Las relaciones maritales entre personas de los distintos grupos étnicos originaron una
clase compleja de mestizos: español e indio, español y negro, indio y negro, mestizo y
mestizo. Al principio, éstos se diferenciaban con nombres como mulato, mestizo o zambo,
entre otros. Así se pretendía identificar el tipo racial de una persona. Pero esto se tornó
imposible a medida que el mestizaje fue más complejo, por lo que al final se llamó a todos
gente ordinaria o casta.
Con los años, la mezcla entre los tipos étnicos diluyó las diferencias físicas y se terminó
denominando ladino a todos los que no eran indios o españoles. Ladino es una palabra
con la cual se designó, en un principio, al indio españolizado culturalmente.

Independencia de Guatemala
El 15 de septiembre de 1821 los Próceres de la Independencia lograron que se firmara el
Acta de Soberanía de Guatemala.

Declive del poder español.

A finales del Siglo 18, el Imperio español había caído en un atraso tanto tecnológico como
económico e ideológico. En la vecina Francia, la revolución de 1789 termina con la
monarquía y proclama la República. Estas nuevas ideas asustan a las monarquías
europeas, que forman coaliciones para invadir Francia y restaurar al Rey y la monarquía.
España se une a la coalición, junto a varios países europeos que incluían a los imperios
británico, austríaco, Otomano, Rusia, Prusia... Pero han subestimado el poder de Francia y
la motivación de la joven República. España no tiene los medios para resistir el avance
francés y en 1808 es invadida por el ejército de Napoleón Bonaparte, que corona como
rey de España a su hermano mayor, José Bonaparte.

España se subleva. Lo que sigue son 4 años de caos, guerras de guerrillas, que exasperan
al ejército francés y agotan a los españoles. Los franceses se retiran en 1812 pero España
ha perdido el poco poder e influencia que le quedaban. Las ideas de la revolución francesa
calan en las colonias españolas, y con la metrópoli del imperio debilitada, suenan vientos
de independencia en toda América Latina.

El Capitán-General José de Bustamante, gobierna el reino de Guatemala de 1811 a 1818 y


reprime todos los movimientos hacia la independencia, manteniendo la lealtad de la
región a España. En 1814, el rey Fernando VII es restaurado al trono de España e intenta
reasumir el poder real absoluto. Sin embargo, en 1820, una revuelta restaura la
constitución de 1812, motivando a su vez campañas de elecciones locales en Centro
América y abriendo un período de intensa rivalidad política entre las facciones
emergentes de la élite liberal y conservadora.

Firma del Acta de Independencia de Guatemala

En marzo de 1821, el Brigadier Gabino Gainza llega a Guatemala procedente de Chile y


asume temporalmente el mando del país. Ese mismo año México se proclama como
imperio independiente, liderado por el General Agustín de Iturbide, implementando el
Plan de Iguala de Independencia Septentrional por lo que muchos temían una guerra civil.

Guatemala ganó su independencia de España sin sufrir las guerras que devastaron gran
parte de América Latina. El 14 de septiembre de 1821, el Brigadier Gainza convoca
precipitadamente a una reunión. La siguiente mañana, el 15 de septiembre de 1821, los
representantes del gobierno, municipalidad, Iglesia Católica, Universidad de San Carlos, el
Concejo de Comercio, la junta legal y otros grupos fueron invitados a reunirse a las 8h00
en el Palacio Nacional (ahora ubicado en el Parque Centenario de la zona 1). Aprobaron la
Declaración de Independencia con 23 votos a favor y 7 en contra.
Quienes firmaron el Acta de Independencia de Guatemala son llamados “Próceres de la
Independencia”. Ellos fueron: Mario de Beltraneja, Mario Calderón, José Marías Delgado,
Manuel Antonio de Molina, Mariano de Larrave, Antonio de Rivera, J. Antonio Larrave,
Isidro del Valle y Castriciones, Mariano de Aycinena, Pedro de Arroyave, Lorenzo de
Romaña, Domingo Diéguez, José Cecilio del Valle, Pedro Molina y Brigadier Gabino Gainza.
María Dolores Bedoya fue la primera en gritar “¡independencia!” luego de que se firmó la
declaración.
Guatemala se independiza de México.

En marzo de 1823 el gobierno de Iturbide en


México colapsa y éste abdica. El 14 de junio
se reúne el primer Congreso y se anula la
anexión a México, aprobándose la
Declaración de Independencia absoluta de
Centro América el 1 de julio de 1823 y
formándose las Provincias Unidas de Centro
América, una federación que incluía a Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y
Costa Rica. El Dr. Pedro Molina se convierte en Presidente de la Junta del Supremo Poder
Ejecutivo.

Surgimiento de la República de Guatemala

Bajo el mando altamente conservador de Carrera, Guatemala se declaró a sí misma


formalmente como una república soberana en 1847. El clero católico recuperó mucho de
su poder, y la influencia extranjera declinó. Al imponer estabilidad y orden en el país, el
régimen trajo un modesto crecimiento económico e inició con la construcción de
carreteras, puentes y demás infraestructura. El primer producto de exportación de
Guatemala fue la cochinilla, un colorante extraído de insectos, y posteriormente el café,
amarrando la economía guatemalteca a la de Gran Bretaña a través de su centro de
comercio en Belice.

El poder militar de Carrera también influenció varios eventos en los estados cercanos.
Carrera intervino varias veces en la política interna de El Salvador y Honduras, y en 1857
tropas guatemaltecas jugaron un papel importante en la expulsión del aventurero
estadounidense William Walker, quien se había hecho con el poder en Nicaragua.
CONCLUSIONES

Régimen colonial, en términos generales prevaleció en el Reino de Guatemala entre 1524 a 1821, la esencia
como la explotación económica de un territorio y del trabajo de los habitantes gozaron de autonomía.
Las principales funciones eran de parte de los españoles quienes conquistaron a la cultura que habitaba
Guatemala que explotaron muchos de los recursos que se encontraban en el área por los indígenas que los
volvían esclavos.
El descubrimiento de como planificarse mejor, la agricultura, la Religión.
Entre los que participaron los indígenas quienes fueron conquistados por los españoles, Jorge de Alvarado
quien distribuyo a los indígenas para la búsqueda de artículos, Francisco Marroquín quien tomaba la tasación
de cada tributo que le daban, Alonso Maldonado el evidenciaba el peso económico que cada ofrenda.
El trabajo artesanal fue evolucionando cada vez más al igual que la agricultura, cada producción que ejercían
se les entregaba a los españoles, mientras ellos iban dándoles un intercambio para su bienestar.
La evolución de la comunidad indígena por los españoles los hizo tener un cambio drástico, como en la
religión, el lenguaje, las políticas, la distribución de tierras, por lo que fue en cierta parte beneficiario como
en desventaja, porque se produjo lo que se le llama la esclavitud
Recomendaciones

Investigar más a fondo el origen étnico de las clases sociales de hoy en día,
incluyendo sus dialectos y costumbres.
Leer más sobre los tesoros de Guatemala exhibidos en museos de otros países del
mundo a raíz de la conquista y colonización.
Investigar sobre la colonización de forma detallada en cada lugar geográfico de
Guatemala históricamente importante.
E grafía
http://epocacolonialdeguatemala.blogspot.com/

(Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala, 2004)

https://wikiguate.com.gt/la-sociedad-tras-la-conquista-de-guatemala/

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