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Historias de Vida: Los pibes chorros

Víctor "El Frente" Vital


Por Hugo Presman
Publicado digitalmente: 16 de marzo de 2006

I
Víctor corre con esas zapatillas que tanto le gustan porque llevan la V de su nombre,
hecha en la parte que besa el suelo. Corre sacándole unos cuantos metros a sus
compinches, Luís y Coqui. Siente que el corazón late con fuerzas por el esfuerzo de la
corrida y por la adrenalina que recorre su cuerpo cada vez que comete un robo. Y
porque a pesar que no es un novato en el delito, cierto estremecimiento que no es
miedo, sino preocupación, le seca la boca. Sabe que la bonaerense se la tiene jurada.
Va a entrar en los laberintos de la Villa San Francisco, en San Fernando. Ese
conglomerado que atenta contra la arquitectura y la estética, que tiene al norte la 25 y
al sur La Esperanza, que ahora son barrios. Antes de entrar ve que Luís lo sigue de
cerca, pero a Coqui, el cansancio le ha rendido sus piernas.
Los tres tienen 17 años. Víctor hace cuatro años, que empezó con pequeños robos,
luego perpetró algunos de envergadura que le darían prestigio, hasta este último que
le habían aconsejado que no lo haga porque la mueblería o carpintería, no era muy
precisa la información, tenía vigilancia privada. Sin embargo, todo había salido bien
aunque el botín sólo servirá para que con la parte que le corresponde, pueda llevar a
Belén al Tropitango, o tal vez, si le dan ganas a escuchar a Leo Matiolli que tanto le
gusta. Ya está adentro de los pasillos y se siente más seguro. Una sonrisa le ilumina la
cara, aunque sabe que la yuta lo viene siguiendo. Mañana Crónica dirá, piensa Víctor:
“ Otro asalto de pibes chorros, que se ocultaron en una villa”.
Mira el cielo y percibe que la lluvia acompañará posiblemente su salida nocturna. Es el
sábado 6 de febrero de 1999 y Víctor, con Luís pisándole los talones se meten en el
rancho de Inés Vera. O en argot de los pibes chorros, van a colar rancho.

II
“Pibe chorro no se nace: se hace.....La generación de jóvenes que hoy son conocidos
como pibes chorros son casi todos niños de origen humilde, nacidos en la década del
ochenta y llegados a la adolescencia a mediados de los noventa. Estos fueron años en
los cuales las condiciones sociales de los sectores populares sufrieron cambios notorios.
Hasta mediados de los setenta la pobreza en la Argentina había sido
predominantemente de transición....Es decir, la mayoría de los pobres estaba en
proceso de ascenso social y paulatinamente iban abandonando su condición de
carentes. Pero a partir de mediados de los setenta y todos en los ochenta, esa
tendencia se revierte, la pobreza se vuelve estructural y se dispara un proceso general
de pauperización. En ese contexto, los humildes pierden posibilidades de ascenso
social, con lo cual se estancan en su condición de carentes....Estas transformaciones
estuvieron ligadas a modificaciones del mercado laboral.”*

III

Dos móviles policiales entran por la callejuela donde los pasos de Víctor y Luís parecen
que aún resuenan. El móvil 12179 en los que van el Sargento Héctor Eusebio Sosa
“alias” El Paraguayo” y los cabos Gabriel Arroyo y Juan Gómez. En el otro, el que lleva
el número 12129 van Ricardo Rodríguez y Jorgelina Masón.
IV

“Para los hijos de marginados y desempleados- o de aquellos que acceden a empleos


inestables y de baja remuneración- la calle, el grupo de pares o el tiempo libre sin
ocupación específica se vuelven espacios de referencia. Imposibilitados ya de
incorporar los valores tradicionales (porque han perdido sus sentidos y sus referencias)
muchos jóvenes comienzan a generar nuevos sistemas de creencias, vida y cultura.
Dado ese estado de cosas- ante la falta de proyectos a largo plazo- la violencia
empieza a ser vista como una expresión del coraje y la destreza física. Y se vive en
una especie de inmediatismo, entendido como la necesidad del disfrute repentino e
ilimitado en tiempo y espacio.”*

Inés Vera tiene esa solidaridad que teje las carencias para
sobrevivir. Las armas que recibe las tira detrás de un ropero. El dinero lo esconde
debajo del colchón. La única habitación es pequeña y es difícil esconderse si la cana
finalmente entra en el rancho. Pero Víctor y Luís saben que sin la tenencia de armas, si
finalmente los apresan, el tiempo entre la detención y la libertad, será insignificante.
Víctor sabe que ahí en la Villa, tiene una red implícita de protección. Muchos de sus
botines fueron repartidos entre todos. Como aquella vez que desvió un camión de La
Serenísima que permitió que las familias, con pibes, es decir la inmensa mayoría de
San Francisco comieran yogur durante varios días. Y otra vez que robaron un camión
con camisas Lacoste y las repartieron. El Frente no puede dejar de esbozar una sonrisa,
mezcla de complicidad y picardía, mientras susurra: “Parecíamos todos chetos, loco”.

VI

“Durante los ochenta los jóvenes con bajos niveles de escolarización, posiblemente
hijos de obreros manuales, comenzaron a experimentar la imposibilidad de repetir la
trayectoria de sus padres. Vieron disminuidas sus opciones de encontrar un trabajo
estable, con una remuneración básica que les permitiera cubrir sus necesidades y las
de sus familias.....Probablemente si encontraban trabajos eran en el sector informal,
mal remunerados sin estabilidad ni beneficios sociales.
En conclusión: los hijos de estos jóvenes directamente no conocieron en sus padres
el modelo de estabilidad laboral, dignidad personal y progreso social que predominó en
la generación de sus abuelos.”*

VII
Un extraño silencio es todo lo que se percibe desde la puerta cerrada en el rancho de
Inés Vera. Un presentimiento empieza a provocarle desazón a Víctor. Se mete bajo la
mesa tapado por el mantel de hule que llega hasta el piso. Su madre, Sabina Sotello
había hecho lo imposible para que abandone este recorrido que le advertía terminaría
en un reformatorio o en un cajón. Había abandonado un trabajo tranquilo para
convertirse, luego de un curso, en vigiladora privada en un supermercado. Pensaba
que ese ejemplo iba a torcer el rumbo y el destino de El Frente. Su hermano mayor,
Pato, trabajaba también en un supermercado, con turnos de 12 horas, en un cargo de
supervisor. Su hermana Graciana, casada, vivía en Pacheco.
El ruido de dos móviles rompe el silencio. Frenada brusca, puerta de los vehículos que
se abren y se cierran apresuradamente, botas que golpean contra el piso.
El miedo estrangula la garganta de Víctor y Luís. La realidad no es como en las
policiales de la tele, piensa Víctor. Ahí el protagonista nunca manifiesta temor. Ahí el
muchachito nunca muere. Ahí, la muchachita, María su novia hasta hace pocos días,
terminaría casándose con él. Tal vez lo que está pasando no sea real. Pero Luís que
retrocede desde la puerta hasta la mesa, le demuestra que no es un sueño y que los
golpes contra la puerta son el comienzo de la pesadilla.

VIII

“Fue durante el transcurrir de estos procesos, que crecieron la mayor parte de quienes
son definidos hoy como pibes chorros. Es un marco en el que se quiebran las antiguas
estructuras laborales y familiares que habían organizado la existencia de la mayor
parte de la sociedad durante décadas, al mismo tiempo que ciertas formas de consumo
básico también se tornan progresivamente inalcanzables.....Sabemos por lo tanto, que
quienes en la década de 1990 llegaron a convertirse en pibes chorros tienen como
rasgo compartido, entre otras cosas, el haber sufrido desde su infancia
desestructuración y privaciones...... En noviembre de 1999, los jóvenes desocupados
(de entre 15 y 24 años) duplicaban la tasa nacional de desempleo alcanzando el 27%.
Las cifras indicaban también que el 40% de los jóvenes estaban bajo la línea de
pobreza.
En el 2004, 6 de cada 10 jóvenes eran pobres.*

IX
Mucho tiempo después, su madre Sabina Sotello, trataba de recordar porque a Víctor,
le habían apodado El Frente. No había una definición precisa. Cree que lo empezaron a
llamar así por la amplitud de la misma. Sus amigos sostienen que se ganó ese apodo
“porque siempre iba al frente”. Contra la cana y contra aquellos jóvenes de su
generación o un poco mayores “que no respetaban los códigos”. Esos que impiden
robar donde se vive o cobrarle peaje al vecino. Esos que le había enseñado su
“maestro” Mauro. El que conquistó y sedujo en la cárcel a Nadia. El que le contagió el
sida a su gran amor. El que no ha vuelto a delinquir desde el 24 de diciembre de 1996,
cuando quedó en libertad.
Todo eso iba creando un halo heroico de Víctor. Mientras la madre trabajaba,
organizaba un comedor en la casa y traía a la gente para que comiera.

Cristián Alarcón, autor del libro “Cuando me muera quiero


que me toquen cumbia. Vida de pibes chorros” afirma: “El Frente podía donar lo que
llevaba en el bolsillo por la causa más incorrecta o más loable para todos; no había
distingos morales en sus dádivas, en sus salvaciones cotidianas de la carencia ajena, ni
en sus regalos intencionados. El Frente daba lo que tenía con un desapego que aún
hoy, tal como lo recuerdan los unos y los otros en la villa, parece haber sido la bondad
amoral de un niño pródigo”
Su madre sostiene: “Tengo un hijo que es un héroe, ex combatiente de Malvinas. Otra
hija por suerte bien casada. La única oveja negra fue él. No tenía necesidad, pero
robaba para dar. ¿Querías un yogur, queso, te faltaba algo? Ahí estaba él. Yo nunca le
acepté nada. Lo sacaba cagando. Y busqué ayuda. Fui a un lugar donde había tres
psicólogos para 140 chicos. ¿A quién van a curar así?”. Menos probabilidades tuvo,
cuando permaneció preso en la cárcel de alta seguridad de Mercedes.

“El declive y la desagregación del mundo de los trabajadores urbanos coinciden con un
fuerte avance de la industria cultural y de la influencia de los medios masivos de
comunicación en un mercado cada vez más globalizado Esto cobra mayor relevancia si
tenemos en cuenta que los jóvenes pertenecientes a los sectores populares, a
diferencia de sus abuelos y en muchos casos de sus padres, han sido socializados en
un medio urbano. Así, aun en aquellos jóvenes cuya situación es de mayor
vulnerabilidad y desorganización social y, en el límite, de anomia, las demandas de
consumo son las mismas que la de los jóvenes que provienen de otros sectores
sociales, con mayores oportunidades a la vista.” **

XI
Una mujer policía y dos hombres, con sus pistolas en las manos ingresan en el rancho.
Héctor Sosa, “el paraguayo”, patea la mesa con la punta de la bota, según Luís, y un
indefenso Víctor grita: “¡No tiren! ¡Nos entregamos! En esa habitación de dos por cinco,
se está cumpliendo el vaticinio de su madre. Víctor intenta tapar el primer disparo,
cruzando su mano sobre la cara. Fue inútil, el balazo le destrozó el rostro, entrando
por la frente. Paradoja macabra. Cuatros balazos adicionales, lo remataron. Luís, con
un balazo que le rozó la cabeza, se hizo el muerto, mientras la mitad del cuerpo
quedaba en el exterior de la casilla.
Al rato empezó a llover, y así siguió los tres días siguientes. El martes, después de tres
días de demora entregaron el cuerpo y lo sepultaron en el sector más pobre del
cementerio de San Fernando, con su ataúd cubierto con las banderas de Boca y Tigre.
Dos micros y un camión con acoplado transportaron a la gente que acompaño sus
restos, mientras disparos al aire le pusieron acompañamiento musical a su despedida.

XII
La tumba de Víctor El Frente Vital está colmada de
presentes y pedidos. Chicas de la villa que le piden que les arregle sus conflictos
amorosos, o pibes chorros que le ruegan que los balazos de la yuta no los alcancen.
Juan Manuel Mansilla, que tiene 15 años, dice que se curó de una dolencia cardíaca
rezándole al Frente.
El 29 de julio, día del cumpleaños del Frente, la familia y los amigos organizan una
enorme chocolateada para los pibes de la zona, acompañado de juegos variados.
Han pasado siete años de su muerte. Héctor Sosa, el policía que lo fusiló, estuvo
excarcelado hasta el momento del juicio, fue juzgado y absuelto. Su abogado
Alejandro Huici, también policía, hermano de otro policía que fuera implicado en la
causa AMIA, argumentó en su alegato que los testigos mentían porque eran todos
chorros, sosteniendo por lo tanto que no eran testigos sino cómplices. El Tribunal de
San Isidro número 3 consideró en la sentencia no probada la materialidad del hecho.
El 18 de mayo del 2005, Sabina Sotello al frente de otras madres cuyos hijos fueron
víctimas del gatillo fácil policial, efectuaron un escrache en la casa del sargento Héctor
Eusebio Sosa, ubicada en Garín.
Algunas de las novias de Víctor, como María, Belén, Laura, han seguido sus vidas
formando parejas. Luís Rojas, el compañero y cómplice de su última aventura delictiva,
está preso por otros robos.

XIII
El sociólogo Artemio López, de la consultora Equis, cercana al gobierno publicó el 29 de
enero del 2006, una impresionante radiografía sobre un presente dramático de la
juventud argentina. Entre otros datos, pueden mencionarse los siguientes:
·El 27% de los adolescentes y jóvenes argentinos se encuentran hoy desocupados.
·Son 830.000 menores de 24 años que buscan trabajo, pero no lo consiguen.
·Entre los 18 y 20 años, la exclusión laboral es todavía más marcada: el desempleo
ronda entre el 35 y el 40%.
·550.000 chicos entre 14 y 18 años desertaron de la escuela secundaria.
·Hay más de 300.000 de entre 14 y 24 años que no estudian ni trabajan.
·De los que tienen empleo, 7 de cada 10 están en negro.
·Son 1.200.000 trabajadores jóvenes en negro, con un salario promedio de $ 300,00
·3.500.000 de jóvenes viven hoy en hogares pobres. De ellos, 1.300.000 son
indigentes.

XIV
La cumbia villera es el género musical que refleja, en muchas de sus letras, la
geografía, la vida impiadosa, la droga, el alcohol, la amputación de futuro, la
imposibilidad de insertarse en la sociedad a través de un trabajo bien remunerado, que
es una especie de marca en el orillo de los pibes chorros.
Una de ellas, a modo de ejemplo, y que bien podría haber sido disfrutada por “El
Frente”, es la del conjunto Meta Guacha, cuyos interpretes son los autores de Cumbia
Chapa

“Suena la cumbia y los tambores


Todo el villerío está de fiesta
Traigan el vino, mucha cerveza que hoy el día es nuestro, y se festeja
Como no hay moneda, ni una changuita
y encima llueve me quedo en casa
Pongo una cumbia colombianita,
que la acompaña el ruido de las chapas
Si viene la negra estamos completos
Cerveza, vino, mortadela y queso
Si viene la negra estamos completos:
Ruidito a chapas, cigarrillo y sexo.”

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