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Analía Costa
Legajo: P-3245/1
Defensa del conocimiento en la Respuesta de Sor Juana
Como toda respuesta, las que nos compete también tiene su antecedente. Lo encuentra
en la Carta atenagórica que Sor Juana escribe polemizando con un sermón del jesuita
portugués Antonio de Vieyra, considerado como uno de los grandes prosistas de su tiempo.
Por lo que nos cuenta Octavio Paz en Las Trampas de la Fe, la publicación de la crítica no
estuvo exenta de polémicas, más tratándose de una mujer del santo oficio. En su ensayo
sobre la Respuesta Paz comenta que a la carta le sucedieron la intervención de varios
clérigos, entre ellos algunos que atacaron a la monja con malicia por “(…) su doble calidad
de mujer y de religiosa” (Paz, 1981: 534). A raíz de toda esta controversia, el obispo de
Puebla, bajo el nombre de sor Filotea de la Cruz, aconseja a la poetisa desistir en sus
actividades intelectuales e inclinarse al estudio de las sagradas escrituras. En la carta, el
obispo no escatima en felicitaciones por la labor intelectual de Sor Juana pero no podía
dejar de caer en la problemática que implica su condición de mujer en el terreno del
conocimiento. De esta problemática nace la Respuesta como un alegato a favor de su doble
condición de monja e intelectual, de la discusión sobre “(…) los límites del saber en el caso
de la mujer” (Paz, 1981: 536-537) a partir de una serie de estrategias estéticas que son fruto
del pensamiento barroco que la autora conocía y transformaba.
A pesar de que una de las razones de que la carta sea tan estudiada es por ser un
singular “(…) ejemplo de prosa llana, totalmente alejada de la prosa ornamentada y
retorcida del barroco del siglo XVII” (Perelmuter Pérez, 1983: 147), no puede ésta no estar
empapada del carácter artificioso que encierran el arte barroco. Entendemos como artificio
como el proceso de “(…) enmascaramiento, de envolvimiento progresivo (…) de una
escritura por otra (…)” (Sarduy, 1979: 169). En este sentido, La carta como defensa se
oculta irónicamente en diferentes géneros pasando de una carta familiar en un tono
afectuoso a una defensa digna de un foro romano con todas las estructuras y recursos del
arte retórico de la antigüedad: una forma de actuación necesaria para defender una posición
tan delicada como la de ella en un mundo donde la voz de los hombres promueve el
silencio de la mujer. Por este motivo, sus argumentos son escamoteados en el texto: Sor
Juana va y viene en su discurso, como buscando aplacar la contundencia de sus
pensamientos bajo un abanico repleto de frases irónicas, falsa modestia y con una actitud
demasiada aduladora para con su interlocutor. De esta manera busca sortear con su punto
de vista el pensamiento social, el logos detrás de las acusaciones a su estilo de vida. He
aquí otro sentir propio de su tiempo. Tal como el barroco que adscribía Sor Juana
metaforiza el orden discutido; al dios juzgado, a la ley trasgredida. (cfr. Sarduy, 1979: 184).
Si ahondamos más en la lectura de la carta nos encontramos bajo el primer tono familiar,
otro estructurado como una defensa jurídica. Los términos legales aparecen en el devenir
del texto, “(…) el tono se formaliza y nos parece estar escuchando una apelación ante un
tribunal (…)” (Perelmuter Pérez, 1983: 152). Pese a su presentación como una
correspondencia, la estructura de la Respuesta corresponde más a los cánones de la retórica
que a otro género. Ésta posee exordio, narración y prueba. El primero de los tres, el exordio,
tiene como función introducir a quien toma la palabra, en este caso la pluma, con el fin de
atraer la atención y docilidad del oyente, en este caso Sor Filotea/Obispo de Puebla.
Tradicionalmente se considera una de las partes más importantes del discurso jurídico, por
este motivo no está exenta de fórmulas que el orador puede utilizar a su favor. En el caso de
la carta, nuestra poetisa utiliza como principal la llamada “formula de modestia afectada”
que consiste en adoptar una postura humilde y suplicante. A esto se debe la reiteración de
disculpas que inundan el texto: “Sor Juana insiste en su ineptitud, su insignificancia, usando
expresiones derogatorias como “mi torpe alma”” (Perelmuter Pérez, 1983: 153). Bajo esta
fórmula la relación de hermandad se transforma en otra más cercana a la un acusado frente
al juez que decide entre el castigo o la exoneración; el sujeto sortea la subordinación
esperada de una monja para apelar a la confesión propia de un acusado (Cfr. Colombi).
Luego de la introducción, sigue la narración en donde Juana expone su vida como “(…)
el relato de los diarios afanes del mismo espíritu (…)” (Paz, 1981: 538). En esta segunda
parte de la carta, comenta como desde muy chica ya ha sido afectada por la inclinación al
estudio y Lo mucho que le ha padecido por su necesidad de leer cada vez más. Para ello
recurre a modos de persuasión propios de la retórica antigua: como el Ethos para enaltecer
su carácter de estudiosa pero de buen carácter que no osa en ningún momento desviarse del
llamado de dios como sierva obediente y el Pathos que se diferencia del modo anterior por
tener como fin llegar a conmover los sentimientos de los interlocutores. Por eso, en todo
momento apela al saber como una condena, como una pulsión irrefrenable que es más una
carga que una bendición. En este apartado donde más aparece dialogando con el motivo de
su acusación: el debate entre la consagración de las letras antes que a los labores
eclesiásticos. Ella brega por la coexistencia de los destinos, buscando distanciarse de la
separación de hombres y mujeres en relación con el saber. En primer lugar, concede al
estudio religioso una posición suprema, de saber último pero aludiendo a la necesidad de
conocer de las ciencias profanas con el fin de entender en profundidad las escrituras. Estas
últimas son, para la monja, como los escalones necesarios que toda persona debe transitar
para llegar a la claridad divina sin caer en profanaciones o malas interpretaciones. Por otra
parte, la poetisa se aleja de su defensa en algunos apartados para revelarnos su concepción
orgánica del saber: para Sor Juana tenía un ideal del saber poligráfico, donde todas las
ramas del conocimiento estaban conectadas de la misma manera que los eslabones de una
cadena y el estudioso, para poder aprovechar al máximo sus conocimientos, debía
familiarizarse con la mayor diversidad de libros que pueda. Octavio Paz asevera que la idea
de cultura como un sistema intercomunicado de disciplinas diferentes que poseía la monja
era singularmente moderna. (Cfr. Paz, 1981: 543-534).
Retomando la defensa, en ella Sor Juana no contradice el hecho de que las mujeres no
puedan hablar en la congregación ni en frente en el púlpito pero arremete en contra el
impedimento de que la mujer se forme culturalmente. Para esto separa el ambiente público
del privado, donde el silencio de las mujeres es propuesto como un lugar de resistencia ante
el poder de los hombres que dominan los ámbitos públicos y quitan o dan autoridad a la
palabra femenina. Esta resistencia consiste en la aceptación del lugar subalterno, del no
poder decir ni opinar como los hombres pero sin relegar la capacidad de saber y hasta a
atreverse a proponer que haya una formación de mujeres a mujeres. Para esto niega la
división entre mujeres y hombres ante el conocimiento y las remplaza por la diferencia
entre necios, ignorantes y sabios. En este sentido, universaliza su situación particular para
poder defender y realzar el carácter de la mujer no como ser inferior ante el estudio sino
como un igual. Por eso retoma la biblia vista figura de autoridad máxima en la cultura
cristiana-occidental y revela pasajes donde las mujeres se enseñaban unas a las otras
evidenciando la interpretación machista, si se quiere, de un único versículo. Cabe realzar lo
que Josefina Ludmer trabaja esta defensa como la treta del débil, del género reprimido para
aprovechar sus espacios relegados. Dice Ludmer: “La treta (otra típica táctica del débil)
consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado, se cambia no solo el sentido de ese
lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura de él” (Ludmer, 1984). A sabiendas de
este proceder, no es inocente que se mencione al conocimiento doméstico como una fuente
de saber más equiparable al resto de las áreas humanas: “La cocina también era laboratorio
(…)” (Paz, 1981: 546).
En este sentido, he aquí la Respuesta de Sor Juana como uno de las primeras contracaras
feministas ante un mundo repartido en saberes y voces masculinas. Una defensa de una
mujer ante su aspiración poética y estudiosa cuyo ingenio, coraje y astucia, nos sigue
cautivando e inspirando hasta el día de hoy.
Bibliografía crítica:
- Colombi, Beatriz, “La respuesta y sus vestidos, tipos discursivos y redes de poder”,
disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/portales/sor_juana_ines_de_la_cruz/enlaces/
- Ludmer, Josefina, “Tretas del débil” en P. González y E. Ortega, comp., La sartén
por el mango, Puerto Rico, Huracán, 1984
- Paz, Octavio, “Arca de música”, “Primero Sueño”, “La respuesta”, en Sor Juana o
Las trampas de la fe, México, FCE, 1981.
- Perelmuter Pérez, Rosa (1983). “La estructura retórica de la Respuesta a Sor
Filotea”. Hispanic Review, Vol. 51, No. 2, pp. 147-158. Published by: University of
Pennsylvania Press. URL: http://www.jstor.org/stable/472725. Accessed: 26/10/2012
18:36
- Sarduy; Barroco y Neobarroco, en América Latina y su Literatura, Ed. Siglo XXI,
México.