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Compromiso

El profesional se compromete a ofrecer a los pacientes parte de su tiempo y su energía. Incluso aunque no
exista, en ciertas situaciones, un verdadero contrato terapéutico, esto no quiere decir que pueda actuarse a
la ligera .En cierta forma, él debe delimitar la relación y el tiempo, así como la energía emplea da .El
profesional puede a veces percatarse de las dificultades del funcionamiento del paciente. Si es inexperto(a),
puede llegar a ser inconscientemente cómplice y negar o ignorar determinadas dificultades de
funcionamiento y, por consiguiente, mantener una comunicación superficial o social. Esta actitud
desconoce el abatimiento, la hostilidad, la impotencia o la ansiedad del paciente. El profesional que evita
los sentimientos del paciente no se implica suficientemente en la relación (no olvidemos que una buena
comunicación tiene en cuenta tanto el contenido como el sentimiento que la acompaña). Pero la actitud
contraria puede también representar un problema para el profesional. Es decir, el profesional que se implica
exageradamente en una relación puede, o bien sentirse demasiado preso de sus emociones y sentimientos,
o bien responsabilizarse de la «curación» del paciente. En el primer caso, el profesional no ayuda, pues no
guarda la pertinente distancia terapéutica, se ve inmerso en el sistema del paciente; en el segundo caso, tal
relación hace que el paciente pierda confianza en sí mismo, en su propia credibilidad y en su poder
decisorio. El profesional debe mantenerse atento, tanto durante como después de la entrevista, para situarse
adecuadamente ante el paciente.
Responsabilidad
En la relación interpersonal, la responsabilidad personal reside también en el contrato terapéutico entre el
profesional y el paciente. Todos los profesionales (en particular, los que carecen de experiencia) se sienten
confrontados a problemas de conciencia cuando se percatan de que los hábitos y los comportamientos de
los pacientes son desagradables, por lo que usan mecanismos de defensa o establecen una comunicación
poco funcional. El profesional debe afrontar con satisfacción el problema de la responsabilidad. Debe
clarificar cuál es su responsabilidad. Por ejemplo:
Paciente: «Usted sabe, señora, que me gustaría hablar con usted… Me siento muy triste y en un estancamiento
de mi vida, no veo cómo puedo salir de él». Profesional: «Sí, en el fondo usted dice que vive situaciones difíciles
y que no sabe cómo afrontarlas». Paciente: «Sí, eso es. Pero además, hace ya algunos días que me siento
depresiva, que no tengo ilusión, la vida no me dice nada…».
Profesional: «Bien, me parece que quizá lo mejor en su situación es que vaya a hablar con un psiquiatra o a hacer
una psicoterapia, ¿no cree?».
Acabamos de ver en este extracto de entrevista cómo el profesional, en el momento en que encuentra cierta
dificultad en la entrevista, antes de escuchar y profundizar en la demanda del paciente con el fin de entender
claramente el problema, le propone una ayuda por parte del psiquiatra. No negamos que en ciertas ocasiones
sea lo más conveniente, pero nos parece demasiado prematuro que el profesional evite las primeras
dificultades en la relación con el paciente remitiéndolo a otra persona. En este sentido, decimos que el
profesional no asume su responsabilidad, sino que huye de ella, y sabemos que en la mayoría de los casos
el paciente no va a recurrir al psiquiatra, pues pensará que lo están tratando de loco y él no está loco.
Calidez humana
Para ser cálido, el profesional debe ver al paciente como persona, independientemente de toda evaluación
de sus comportamientos no de sus pensamientos. Permite al paciente vivir experiencias y emociones
personales, sean cuales sean, sin intentar en ningún momento dominarlo, juzgarlo o criticarlo. Por su calidez
y cordialidad no posesiva, por el tono de su voz y por sus actitudes, transmite al paciente el siguiente
mensaje: «Yo estoy aquí para responder a sus necesidades y para facilitar su evolución, no la mía». Una
atmósfera de intimidad puede entonces desarrollarse y ser compartida implícitamente por el profesional y
el paciente, lo cual va a favorecer en este último la confianza para confrontarse y ver con más claridad su
problema(Kinget, 1976).
Otras actitudes
Autenticidad, empatía, concreción, escucha activa…Otros aspectos de la filosofía humanista que
nos parecen particularmente pertinentes tener en cuenta durante la relación de ayuda son la autenticidad y
la «espontaneidad», la empatía, la escucha activa, etc., de las que hablábamos al abordar la comunicación.
El profesional debe crear una atmósfera que pueda facilitar y permitir al paciente la expresión de su
ansiedad, tristeza, lloros o alegrías. Las manifestaciones de alegría y el reconocimiento de las habilidades,
talentos y capacidades del paciente son elementos a menudo descuidados y, sin embargo, los consideramos
esenciales en la relación. El profesional debe estar atento para poder detectar los elementos imprevistos
que puedan surgir espontáneamente en su trabajo de relación de ayuda. Debe también tomar conciencia e
identificar sus emociones personales sin tratar de negarlas. Los formadores de los profesionales deben
reconocer que uno de los problemas más graves que aparecen durante el aprendizaje es la inmadurez
emocional en el compromiso con los pacientes. Durante la formación se deben incluir experiencias que
permitan aumentarla eficacia «terapéutica» y desarrollar la madurez del profesional. Otro factor que
también debemos considerar es el valor del vínculo terapéutico constituido entre el profesional y el paciente
en la relación de ayuda. La identidad personal de los dos participantes no se considera algo fijo y estable,
sino más bien un proceso dinámico que evoluciona por interacción entre ambos. El profesional y el paciente
deben evaluar esta interacción con cierta frecuencia. Es necesario explorar e intentar identificar de forma
específica el significado de las palabras, de los gestos, de los sucesos y de las diversas situaciones para
intentar determinar el sentido que tienen para el paciente.
En general, los profesionales trabajan con los pacientes sobre elementos significativos de la vida personal
de estos. De aquí la importancia de que se conozcan bien y de que realicen su propia interacción personal,
pues estos valores son recursos importantes en la relación de ayuda. Para actuar con eficacia, el profesional
debe poseer las habilidades necesarias para tratar los «síntomas» del paciente y para ayudarle a resolver sus
problemas, incluso cuando estos son semejantes a los que ha vivido o vive el profesional. Por ejemplo:

«El profesional que no soporta sus sentimientos de depresión no será muy eficaz al ayudar a un paciente
depresivo. Solo podrá favorecer el crecimiento personal del paciente en la medida que entienda y atienda su
propio crecimiento personal.»

Ser auténtico significa ser uno mismo en el momento presente, sin negar las propias emociones, sin
presentar una máscara profesional y respondiendo con sinceridad y no a la ligera o a la defensiva.
La autenticidad no implica que el profesional deba manifestarse completamente o que se sienta obligado a
responder a todas las cuestiones que le planteen los pacientes; se supone que ha de ser capaz de expresar
sus verdaderos sentimientos cuando desee hacerlo. También debe ser capaz de admitir sus faltas y sus
errores ante el paciente.
Para que la relación de ayuda sea posible y eficaz, el profesional no puede contentarse con actuar como:
1. Si él experimentara sentimientos cálidos hacia el paciente.
2. Si se abstuviera de juzgar.
3. Si aceptase al paciente tal cual es.
4. Si quisiera que el paciente dirigiera la entrevista, etc.
Es necesario que el profesional sienta verdaderamente lo que manifiesta (Kinget, 1976).
Si el profesional no llega a establecer una actitud auténtica, empática y de escucha con el paciente, deberá
enviarlo a otro profesional. Cuando el profesional no se expresa con autenticidad y empatía se deteriora la
relación, que resulta ineficaz e incluso perjudicial. En este caso debe recurrir a la supervisión para corregir
dicha situación. La concreción implica también, para el profesional, que utilice términos precisos y simples
más que términos generales y de abstracciones vagas.
Una buena escucha activa, con lo que implica de feedback y de resumen, favorece la concreción.
Inducción de respuestas
En conjunto, podemos decir que el feedback es lo opuesto a la inducción de respuestas.
Diferentes autores definen la inducción de respuestas como: la pregunta tal y como es planteada y la
intervención verbal tal y como es formulada, e incluso ciertos comportamientos no verbales orientan la
respuesta del paciente.
El profesional provoca este fenómeno generalmente de forma inconsciente o involuntaria y se comunica a
través de la voz, la mímica, la mirada, el gesto, la actitud general que orienta la respuesta del paciente sin
que este sea consciente de tal sugestión. Estas sugestiones no conscientes e involuntarias provienen del
sistema de conceptos y valores referenciales del profesional, así como de sus actitudes implícitas en la
relación con el otro. Por ejemplo:
Profesional: «Buenos días, señorita».
Paciente: «Tengo un problema… yo he tenido con… la última vez que vi a mi novio, ¿sabe usted…?».
Profesional: «Sí, y…».
Paciente: «Más o menos, ¿cómo lo diría? He tenido una relación que más o menos he roto varias veces, pero no
tengo valor para dejar de verlo definitivamente».
Profesional: «Sí, es como una especie de dependencia para usted [interpreta e induce la respuesta de la
paciente]».
Paciente: «Es una especie de dependencia, y… ¡Uf! [Fuerte espiración] ¡Uf!… yo creo que… tengo la impresión
de que… me siento atrapada. Yo creo que… mmm… no puedo creer que él no me quiera, pero yo creo que… yo
creo que le quiero». Profesional (tras un silencio de algunos segundos): «Y usted desearía creer que él la quiere…
[Interpreta e induce la respuesta de la paciente]».
Paciente (en voz baja): « ¡Uf!… ¡Uf!… No. Yo no sé lo que me gustaría. Yo… yo sobre todo estoy obsesionada
desde la última vez, desde la última vez que vino a mi casa».
Profesional: « ¿Le ocurrió algo desagradable? [Interpreta e induce la respuesta de la paciente]».
Paciente: «Sí… ¿sabe usted?… Aquello terminó de una forma, de una forma, de una forma que yo llamo sórdida.
En fin, que yo llamo… él… me pidió venir, él vino y… enseguida lo que él quería… era acostarse conmigo, eso
es todo [dice esto como alguien que se libera de un gran peso]».
Profesional: «Y usted consintió [de nuevo interpreta e induce la respuesta de la paciente]».
Paciente: «Mmm… Sí, yo lo dejé hacer, lo dejé hacer. En fin, yo… La cosa no fue bien. Él dijo que era… que
había sido… Yo dije que había sido por mi culpa y él dijo: “Sí, verdaderamente es porque tú no haces nada
para…”. ¡Uf! [Gran expiración]. ¡Uf!… En fin… “Tú no haces nada por ti misma, tú te quedas, te quedas…”
[Suspira]. ¡Uf! [Algunos segundos de pausa]».
Profesional: «Impasible [interpreta e induce la respuesta de la paciente]».
Paciente: «Impasible, sí…».
Algunas inducciones de respuesta que no facilitan la expresión del paciente
C. Rogers define cinco actitudes o tipos de intervención verbal del terapeuta que desencadenan las
inducciones y que tienen en común el hecho de no facilitar la expresión del paciente.
Respuestas de evaluación o juicio moral
Aconsejar. Consiste en hacer referencia a normas, a valores. Este tipo de respuesta expresa un consejo
moral o moralista: una prevención, aprobación o desaprobación, etc.
Esta respuesta incita en el paciente una de las siguientes reacciones: inhibición, culpabilidad, rebelión,
disimulo, angustia. Por
Ejemplo:
Profesional: «Usted ha manifestado el deseo de hablar conmigo. Bien, dispongo de media hora para estar con
usted».
Paciente: «No sé cómo empezar… Mi marido está con otra mujer… Hace un momento, cuando se ha marchado
a verla, le he dicho: “Estás colado por ella”, y él me ha dicho: “Bien, déjame con mi enfermedad, ya pasará”.
¿Comprende? Él se da cuenta, comprende; porque un joven como él que está todavía bien y que tenga una
relación con una mujer que tiene tres niños, ¿usted cree que eso puede durar?, y que siga divirtiéndose de esa
forma…».
Profesional: «Bueno, déjele que se divierta, porque usted no puede hacer demasiado, ya se le pasará, ¿no? [un
consejo y un juicio que no proceden]».
Paciente: «Pero es que llega un momento… en el cual…, es decir, que él continúa yendo allí solamente porque
ha visto que yo no soy capaz de ir a ver a esta mujer, ella me insulta y yo me callo…».
Profesional: «No, evidentemente usted no tiene nada que hacer con esa mujer. Yo no sé cómo a ella no le da
vergüenza… [consejo y juicio, no le responde mediante un feedback ni se centra en ella, por ejemplo, diciéndole:
“¿Qué cree que le ayudaría en esta situación?”]».
Paciente: «Tiene usted razón».
Profesional: «Bueno, continúe así, en todo caso usted no debe hacer nada con esa mujer [consejo]».
En la escala de medida de la empatía, este profesional se encuentra en el nivel 1; creemos que esta forma
de abordar la relación no solo no facilita la ayuda, sino que es nociva.
Respuesta interpretativa
El profesional pone el acento en algún aspecto que él considera esencial. En este tipo de respuestas, el
profesional proyecta su propia forma de comprender, su elección personal o su teoría.
Esta respuesta induce en el paciente un sentimiento de incomprensión, de sorpresa, pues él no siente que la
respuesta esté muy relacionada con su demanda. Otras posibles reacciones del paciente son:
1. Desinterés para continuar la comunicación, ya que no se siente comprendido.
2. Aparentar estar de acuerdo o fingir.
3. Irritación latente que puede llegar a manifestarse.
4. Bloqueo en la reacción ante la incomprensión del profesional.
Por ejemplo:
Profesional: «Buenas tardes, ¿cómo ha pasado la tarde?».
Paciente: «Buenas tardes. Me gustaría que me informara acerca de algún lugar donde se ayude a los toxicómanos
[hombre joven]».
Profesional: «Esto quiere decir que usted tiene problemas y toma drogas [interpreta]».
Paciente: «No, es para un familiar [dice con bastante timidez]».
Profesional: «Usted está pasando por un mal momento, ¿no es cierto? [Induce]».
Paciente: «Mmm, pero…».
Profesional (interrumpiendo al paciente): «Ya veo…, usted desea entrar en un programa de desintoxicación, de
rehabilitación, ¿no?».
Paciente: «Pero…».
Profesional: «Sea lo que sea, está buscando ayuda, entonces voy a proporcionarle la documentación relacionada
con las comunidades toxicómanas».
Paciente: «Sí, gracias…».
El profesional no ha permitido que el paciente exprese su demanda latente, sino que la ha juzgado e
interpretado.
Respuesta de apoyo
Este tipo de respuesta pretende ofrecer al paciente ánimo y consuelo. Se considera natural pensar en lugar
del otro. Se trata de tranquilizar, consolar al otro, restar importancia a su problema (recordemos los
obstáculos a la comunicación descritos al hablar de la comunicación). Es una respuesta excesivamente
paternalista.
Las reacciones inducidas en el paciente son:
1. Deseo de dependencia, de sumisión, de ser guiado.
2. O bien rechazo al sentir que el profesional manifiesta compasión o piedad por él.
Es una actitud en la que se espera que todo lo haga el profesional; por tanto, el paciente no continúa con la
exploración de su problema. Por ejemplo:
Profesional: «Buenos días [tono que parece indicar fatiga]».
Paciente: «Buenos días, por favor [aire de duda], usted, ¿usted podría escucharme un momento?».
Profesional: «Sí, claro que sí, yo estoy aquí para eso».
Paciente: «Bueno, me siento muy mal, cada vez tengo más dolores de espalda, esto me impide trabajar y me
hace sentir muy deprimida».
Profesional: «Mujer, tiene que animarse, pensar en cosas buenas, ya verá como todo va a pasar». (El profesional
con esto intenta tranquilizar a la paciente, pero minimiza el problema y el sentimiento de la paciente, por lo que
no solo no ayuda, sino que hará que la paciente no siga hablando al no sentirse comprendida; una respuesta más
adecuada por parte del profesional hubiera sido, mediante feedback y empatía, decirle, por ejemplo: «Me imagino
lo duro que tiene que ser para usted ver que no mejora y que esto le impide trabajar. ¿Qué cree que le ayudaría
para sentirse menos deprimida?»).
Fácilmente constatamos que esta forma de dirigir la relación no es adecuada; intenta de alguna manera
apoyarla e incluso tratar de comprenderla, pero no se centra en la demanda de la paciente y qué es lo que
esta espera del profesional.
Respuestas investigadoras
Hay profesionales que creen que su función principal en la entrevista consiste en plantear preguntas. A
primera vista, su razonamiento puede ser el siguiente: hacer preguntas muestra interés por la situación o el
problema del paciente; por tanto, cuantas más preguntas haga, más eficaz será la entrevista.
Toda pregunta que hagamos al paciente debe acompañarse de una explicación de por qué se la hacemos.
Esto clarificará si la pregunta se le hace por curiosidad o por necesidad de obtener el máximo de
información para poder ayudarle mejor (recordemos a este respecto lo dicho al hablar de la comunicación).
Además, somos muy reticentes ante esta forma de dirigir la entrevista porque el paciente se siente
interrogado y sin saber a dónde quiere llegar el profesional.
Las razones son las siguientes:
1. Puede ser que el profesional pregunte por curiosidad. En consecuencia, no respeta al paciente, ya que le
aborda en su intimidad sin pedirle permiso y, además, no utiliza la información recibida.
2. Si queremos obtener alguna información por curiosidad, nos parece que lo más honesto sería decirle al
paciente: «Deseo hacerle una pregunta por curiosidad, ¿querrá responderme?».
3. También puede ocurrir que el profesional pregunte con la intención de obtener una respuesta
determinada; por consiguiente, no escucha las respuestas que le da el paciente.
4. A veces el profesional plantea preguntas que interrumpen y confunden al paciente y que a menudo le
incomodan, ya que no sabe qué responder o si las ha respondido bien o mal.
5. Muchas preguntas carecen de sentido o, cuando menos, en nada facilitan la buena marcha de la entrevista.
Por esta razón, el profesional debe reflexionar antes de preguntar a fin de tener claro por qué quiere hacer
esa pregunta o qué pretende con ella.
6. Otras veces las preguntas responden a la propia ansiedad del profesional, y también sirven para llenar el
tiempo, pues el profesional no sabe cómo abordar los silencios.
7. Cuestionar o preguntar —salvo cuando es necesario obtener una información completa o aclarar algún
aspecto del mensaje— muestra que el profesional persigue siempre un objetivo concreto, incluso si este es
erróneo.
8. A través de las preguntas el profesional conduce al paciente donde desea, pero ¿coincide con el objetivo
del paciente?
Y pueden producir las siguientes reacciones:

1. Cuando el profesional pregunta demasiado, el paciente puede sentirse «acosado», y esto provocará cierto
malestar durante la entrevista.
2. Si el profesional interroga continuamente, corre el riesgo de convertir la entrevista en un interrogatorio
policíaco: preguntas y respuestas. Uno espera la pregunta, el otro la respuesta, sin que el paciente disponga
de la libertad necesaria para decir lo que desea.
3. Otra reacción: consiste en orientar al paciente hacia detalles que le interesan al profesional. Por eso el
paciente deja de expresar lo que experimenta y adopta una actitud pasiva, la de responder a un
interrogatorio. En este caso el profesional se olvida de que el centro de su relación es el paciente.
4. El paciente también puede reaccionar con una cierta agresividad a lo que percibe como una curiosidad
inquisidora por parte del profesional o como un juicio implícito que no dice lo esencial o que no es
consciente (esto provoca reacciones de inhibición y de cerrarse a la relación).
5. Otra reacción es creer que lo que el paciente dice no tiene importancia, el profesional manifiesta y
enjuicia lo que es importante o no.
6. Esta forma de dirigir la entrevista nos hace olvidar el objetivo de esta segunda fase de la relación, que
consiste en ayudar al paciente a ver su problema de forma más clara. Los profesionales que hacen
demasiadas preguntas las realizan porque ellos mismos las necesitan y desvían así al paciente de su
capacidad de autoexploración.
7. Otra reacción posible es provocar en el paciente una actitud de pasividad: puede llegar a sentirse
humillado, pues duda de su capacidad de autoexploración.
8. Si el paciente acepta ser cuestionado es porque, probablemente, piensa que el profesional sabe qué es lo
necesario para resolver su problema, lo cual aumenta la pasividad del paciente, al esperar que el profesional
resuelva su problema.
9. El problema que se le presenta al profesional es saber qué hacer con toda lainformación que ha recibido
del paciente.

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