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El

factor Fidel
El pensamiento político del Comandante
Katrien Demuynck y Marc Vandepitte
El factor Fidel. El pensamiento político del Comandante
Katrien Demuynck y Marc Vandepitte

Edición digital: 1.0. Diciembre 2016


Traducido por Beatriz Morales
Esta obra se encuentra bajo una licencia Creative Commons by-nc 4.0.

La presente edición ha sido posible gracias al trabajo desinteresado de nuestra compañera


Beatriz Morales y a la colaboración de Boltxe kolektiboa

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25 de noviembre 2016

Este es un día muy triste para el pueblo cubano. Fidel nos dejó esta
noche a la edad de 90 años. A los 90 años, pero muy inesperado.
Hace una semana todavía recibió el presidente de Vietnam en su
casa.
Fidel fue el dirigente de un proceso impresionante: un pequeño país
que supo resistir, tras las huellas de José Martí, al imperio más
poderoso. La isla que fue la primera trinchera en América Latina en
vencer al imperialismo.
Un líder que supo entusiasmar a su pueblo para hacer un cambio
completo de sociedad: de una dictadura del 1% a una democracia
para el 99%, donde cada persona tiene derechos iguales, educación
y salud de alto nivel, todo ello completamente gratis. Una isla,
apenas 11 millones de habitantes, que escogió un camino diferente
en una América Latina que hasta hoy padece el neoliberalismo y los
golpes de Estado.
Claro que eso no se pudo realizar sin errores o equivocaciones.
Pero los cubanos están orgullosos de lo que han podido alcanzar y
del líder que los dirigió en este proceso. Para el tercer mundo Cuba
es un ejemplo de lo que es posible, a pesar de un bloqueo
económico de mas de 50 años. Estos problemas económicos nunca
impidieron a los Cubanos ser solidarios con quien lo necesita: no
dar lo que te sobra sino compartir lo que tienes. Por eso reciben el
apoyo y respeto de los pueblos. Por eso Cuba fue el primer país
que visitó Mandela después de su liberación.
Fidel fue el primer jefe de Estado que puso la problemática del
medioambiente en primer plano. Fidel fue también el primer jefe de
Estado que indicó la causa: la desenfrenada ansia de lucro que
destroza nuestro planeta, el hábitat del ser humano.
Hasta siempre compañero Fidel, nos has dejado pero estarás
siempre con nosotros, la gente común, el 99%.

Katrien Demuynck y Marc Vandepitte


Índice
Introducción
Historia de Cuba
Periodo colonial y lucha por la independencia
La República
Lucha armada (1953-1959)
La revolución toma forma (1959-1960)
Nacimiento y desarrollo del socialismo (1961-1975)
Continúa el desarrollo del socialismo y rectificación (1975 - 1990)
El periodo especial (1990-...)
Fidel, el estratega
Crear las condiciones
Creer en la población y basarse en ella
El proceso de aprendizaje
Propaganda y medios de comunicación
El arte de esperar
La vanguardia
Unidad
Un frente amplio
Evitar la recuperación
El compás ideológico
Las fuentes ideológicas
José Martí. Periodo colonial y lucha por la independencia
Antidogmático aunque firme en sus principios
La postura respecto a la religión
La postura respecto a la cultura
Democracia
El amor, la ética y la cuestión de la violencia
La tradición marxista
El papel de la ética en la revolución cubana
El valor ético de la revolución cubana
La cuestión de la violencia revolucionaria
La baza de la ética
Epílogo
Cronología
Bibliografía
Este libro está dedicado a Gerardo, Fernando, René, Ramón y
Antonio, más conocidos en el mundo como «los Cinco
Cubanos», y sus familiares.
Introducción

El significado del 26 de julio: rebelión contra las oligarquías y contra


los dogmas revolucionarios
Che[1]

La realidad supera a veces a la ficción. A principios de 1957 un joven


abogado vagaba por algún lugar de la selva de Cuba con una veintena de
inexpertos compañeros de armas. Estaban perdidos, no tenían comida ni
municiones, pero estaban decididos a hacer la revolución. Si en aquel
momento alguien hubiera pretendido que este grupito de rebeldes
andrajosos iba a vencer dos años después al ejército mejor equipado de
América Latina y que más tarde serían capaces de expulsar al
superpoderoso Estados Unidos y de resistirle durante al menos cincuenta
años, probablemente se le habría tachado de loco. Cuando en 1989 los
países del bloque del Este se encaminaron al capitalismo y el pequeño país
dependiente perdió todos sus aliados y socios comerciales, todos los
«cubanólogos» anunciaron la caída inmediata de la revolución. Desde un
punto de vista puramente estadístico, tenían toda la razón. Pero, en cuanto
a Fidel y los suyos los estadísticos se equivocaron varias veces.
Fidel emprendió su misión imposible durante el verano de 1952. Tuvo
que hacerlo prácticamente solo. Los partidos políticos tradicionales
estaban corrompidos o eran oportunistas, y los comunistas de la época no
pensaban en la revolución. Partiendo de cero, sin medios financieros y sin
apoyo político, formó un pequeño ejército clandestino con un grupo de
compañeros. Prepararon un ataque al segundo cuartel militar más
importante del país. Pero este ataque, el 26 de julio de 1953, fue un
completo fracaso. La mayoría de los atacantes fueron ejecutados sobre el
terreno y los supervivientes fueron enviados a prisión. Aunque la
situación parecía sin esperanza, perseveraron y unos años más tarde
triunfaron.
América Latina conoció varios levantamientos militares después de la
Segunda Guerra Mundial. La mayoría fueron sofocados rápidamente en
sangre, pocos llevaron a la victoria militar y hasta el momento únicamente
la revolución cubana ha logrado mantenerse. ¿Por qué los revolucionarios
cubanos han triunfado ahí donde otros han fracasado? ¿Cómo ha logrado
triunfar el «Movimiento 26 de julio» partiendo de una posición que a
todas luces no tenía salida? ¿Cómo han logrado construir una sociedad
socialista a menos de doscientos kilómetros de Estados Unidos? ¿Cómo
han resistido el bloqueo más largo de la historia y las continuas
agresiones militares de una superpotencia nuclear? ¿Por qué no hubo
explosiones sociales durante la dramática crisis económica de la década
de 1990? ¿Qué incita a este país del tercer mundo a enviar, él solo, más
médicos a todo el mundo que el conjunto de la Organización Mundial de
la Salud? ¿Cómo se explica que un pequeño país tan insignificante haya
contribuido a determinar la historia de África, que haya sido un factor tan
decisivo en la historia mundial?
La mejor manera de hacerse una opinión al respecto es estudiar los
planos del arquitecto de esta revolución cubana. A partir de las miles de
páginas de cartas, de discursos, de entrevistas y hoy de reflexiones
podemos reconstruir el factor Fidel, es decir, el genio político de uno de
los dirigentes más destacados desde la Segunda Guerra Mundial. Se trata
de una reconstrucción, porque Fidel nunca ha sistematizado su
pensamiento. Al oponerse a toda forma de dogmatismo, incluso con sus
propias ideas, nunca ha elaborado su propia «doctrina». No pretendemos
en absoluto hacerlo por él en este libro. Simplemente hemos tratado de
esbozar sus principales ideas y de sistematizarlas por temas. Para ello, le
dejamos lo más posible la palabra y cuando resulta necesario damos
información sobre el contexto o las tendencias históricas. Todas las citas
de este libro, y hay muchas, son de Fidel, salvo excepciones que se
indicará. También se puede ver esta obra como una recopilación de
fragmentos escogidos por temas o incluso como su testamento político.
Un testamento lleno de sorpresas. Fidel es un autodidacta
conformación amplia y un pensador auténtico. El resultado es una
original, rica y no ortodoxa mezcla de influencias diversas. Combina
elementos del marxismo, del humanismo ético de José Martí y de la
radicalidad de la teoría cristiana. Su héroe es Don Quijote, algo
inimaginable para un comunista de formación clásica.
El lector se dará cuenta de que este libro está redactado de manera
didáctica y que no necesita un conocimiento previo de Cuba o familiaridad
con ella. En el primer capítulo se esbozan las grandes líneas de la historia
de Cuba. Es indispensable un dominio mínimo de la historia para
comprender los siguientes capítulos. Al final del libro se puede consultar
una cronología. El segundo capítulo reconstruye cómo el «Movimiento 26
de julio» conquistó el poder relativamente deprisa partiendo de una
situación casi desesperada, y cómo consolidó su poder. El tercer capítulo
parte en busca de las fuentes ideológicas de la revolución cubana, las
diferencias con el marxismo clásico, las posturas con relación a la
religión y la cultura, y cómo se concibe la democracia. El último capítulo
aborda la médula del proyecto cubano: la ética. En la edición en castellano
hemos añadido al final de este capítulo un pasaje sobre la espinosa
cuestión de la pena de muerte. En el epílogo dejamos la palabra a Fidel
Castro con un ejemplo magnífico de prosa que resume de manera concisa
la esencia de este libro.
Dedicamos este libro a Gerardo, Fernando, René, Ramón, Antonio y
los sus familiares. A principios de la década de 1990 abandonaron Cuba,
dejando atrás a sus allegados y sus bienes para infiltrarse en las redes
terroristas contrarrevolucionarias de Miami. Su misión, no carente de
riesgos, consistía en recopilar información para prevenir atentados
terroristas contra Cuba. En 1998 fueron detenidos por el FBI y encerrados
en cárceles de máxima seguridad en los Estados Unidos. Tras un juicio
político fueron condenados a un total de cuatro cadenas perpetuas, más
cuarenta y siete años. Fueron víctimas de la frustración política de los
poderosos Estados Unidos contra la pequeña isla de Cuba. Pero también
son el producto de una revolución que predica como línea de conducta
valores como el respeto a la vida humana, la preocupación por el
prójimo, el compromiso desinteresado y la solidaridad.
El factor Fidel es fruto de años de trabajo y de investigación de la obra
colosal y muy dispersa del Comandante. También nos han inspirado
muchos estudios, biografías y entrevistas. Algunas obras aún más
particularmente. Para la historia están Cuba. A New History, de Richard
Gott; Cuba. Génesis del Socialismo, de Humberto Gómez García; Breve
historia de la revolución cubana, de Arnoldo Silva León, y Cuba
révolutionnaire, tome 1, «Histoire et culture», editado por Rémy Herrera.
Para el estudio de las ideas de Fidel citamos El Juicio del Moncada de
Marta Rojas; Gobierno revolucionario cubano. Primeros pasos, de Luis
Buch y Reinaldo Suárez; Fidel. La estrategia política de la Victoria, de
Martha Harnecker; Fidel’s Ethics of Violence. The moral Dimension of the
Political Thought of Fidel Castro, de Dayan Jayatilleka; Fidel y la religión,
de Frei Betto y la obra monumental de Ignacio Ramonet: Cien horas con
Fidel, todos ellos de gran utilidad.
Varias personas nos han ayudado en la presente edición en castellano.
En primer lugar Marta Rojas, quién fue testigo privilegiado y nos inspiró
con criterios originales y sorprendentes. También queremos agradecer a
Bea Morales por su tradución y a Boltxe Kolektiboa por su revisión y
edición, sin quienes la edición actual no hubiera sido posible. A Freddy
Tack, para la versión en francés. Damos particularmente las gracias a
algunos amigos cubanos que nos ayudaron en la edición original. Manuel
Menéndez, porque hace años suscitó nuestro interés por este proyecto
político voluntarioso; Guillermo Cabrera, por su enfoque original y sus
juiciosas observaciones; Froilán González y Adys Cupull, por las muchas
y profundas discusiones sobre la realidad cubana; Laura Pujol y Carlos
Tablada por poner a nuestra disposición varios elementos indispensables;
Raúl Valdés Vivó, por sus reflexiones político-filosóficas, y Mirian Yanet
Martín y Harry Villegas, por su testimonio personal que ha contribuido a
comprender mejor el impacto de Fidel en la Cuba contemporánea.
Historia de Cuba

Un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad


moderna. Quién se levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos
José Martí[2]
Periodo colonial y lucha por la
independencia

Periodo colonial (1492-1868)

Cristóbal Colón descubre Cuba en octubre de 1492, durante su primera


expedición de conquista. La colonización de la isla empieza a partir de
1511 bajo la dirección de Diego Velázquez. Al principio la población local
resiste, pero es reprimida brutalmente. Un siglo más tarde la población
india está prácticamente exterminada a consecuencia de las masacres, del
trabajo forzado y de las enfermedades «europeas» a las que no resiste...
Visto que la búsqueda de oro y de otros minerales preciosos resulta
ser infructuosa, los colonialistas concentran la economía en la agricultura
y la ganadería. Desde el siglo XVII predominan el azúcar y el café. La
producción se basa en la esclavitud, que todavía se practica en la España
de la época. Dada la falta de fuerza de trabajo local se importan esclavos
negros de África. Así, en aproximadamente tres siglos se importará a casi
un millón de africanos, sobre todo en el curso del siglo XIX.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI se desarrolla un comercio
floreciente entre Latino América y Europa. Pero la travesía es larga y
peligrosa ya que muchos piratas causan estragos con sus emboscadas. Los
barcos españoles solo se arriesgan a hacer la travesía en convoy,
compuesto generalmente de un centenar de barcos y escoltados por la
marina. Debido a su situación geográfica, La Habana se convierte en el
punto de convergencia y en puerto de origen de estas expediciones. Por lo
tanto, la isla atrae también a muchos piratas, como Piet Heyn, Cornelis
Jols, Francis Drake y otros corsarios que saquean el mar Caribe. En el
curso del siglo XVII Cuba padece varios ataques e incluso ocupaciones
breves de filibusteros holandeses, franceses e ingleses.
Las confrontaciones entre las principales potencias europeas aumentan
en el siglo XVIII. En el mar Caribe se trata en primer lugar de intereses
comerciales. Los británicos quieren apropiarse de toda la isla. Tras varios
intentos abortados se desencadena una verdadera guerra contra España
entre 1756 y 1763. Los británicos siguen ocupando La Habana diez meses
después de que acabe la guerra, pero no logran controlar el conjunto del
territorio. Sin embargo, esta ocupación romperá el monopolio comercial
de España. A partir de 1763 el comercio implica también a América del
Norte. La Habana prospera y adquiere un carácter de metrópoli.
Después de la Revolución Francesa, en 1791, estalla una revuelta de
esclavos en Haití. Miles de empresarios y de esclavistas franceses se ven
obligados a huir a Cuba. Sus inyecciones de capital van a contribuir en
gran medida a la revolución agrícola de la isla: la transformación de
pequeñas empresas agrícolas poco productivas en plantaciones semi-
industriales, sobre todo de azúcar y de café, basadas en el trabajo de los
esclavos a una escala desconocida hasta entonces. Para ello se importan
esclavos de manera acelerada, lo que provoca que en 1841 la población
negra ya sea mayoritaria en Cuba (58%). Esta colonización económica y
esta explotación a ultranza fueron muy rentables: el siglo XIX sigue
siendo hasta la fecha el más próspero de la isla.
A principios del siglo XIX casi todos los países latinoamericanos
conquistan su independencia. Pero por diversas razones Cuba permanece
fiel a la corona española. La elite económica cubana es conservadora y
teme las posibles consecuencias de una ruptura con la «madre patria».
Gran parte de la riqueza de los colonos se basa en el comercio con
Europa. A la población blanca le preocupa una posible revuelta de
esclavos, provocado por la independencia, como ocurrió en Haití. La
población negra, por su parte, aspira más a acabar con la esclavitud que a
conquistar la independencia. Una parte de la elite prefiere el
mantenimiento de la dominación española a la de Estados Unidos, que
cada vez codicia más la isla. El desarrollo de una identidad nacional
cubana se ve frenado por una nueva oleada de inmigrantes españoles,
animados por una política cuyo objetivo es atenuar la supremacía
numérica de la población negra. Los piratas siguen representando un
grave problema y para protegerse de ellos se sigue dependiente de España.
La economía cubana se integra cada vez más en el mercado mundial y
se estrechan los vínculos con al economía del vecino del norte, sobre todo
en lo que concierne a la producción de azúcar. Estados Unidos se
convierte así en un mercado importante para el azúcar cubano, y los
capitalistas estadounidenses invierten masivamente en el país. Se va
desarrollando progresivamente una alianza de intereses entre los
exportadores de azúcar cubanos y los importadores e inversores
estadounidenses. Estos vínculos económicos se traducen en interés
geopolítico. A principios del siglo XIX Estados Unidos emprende una vía
imperialista para ampliar su territorio. Cuba tiene importancia estratégica
dentro de este esquema. Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados
Unidos y uno de sus padres fundadores, no lo ocultaba en 1817: «Si nos
apoderamos de Cuba seremos los amos del Caribe»[3]. En 1821 los
estadounidenses compran Florida a España, con lo que Cuba se acerca
considerablemente a sus fronteras. En 1823, John Quincy Adams,
secretario de Estado de Estados Unidos, declara:

Estas islas son apéndices naturales del continente norteamericano


y una de ellas, casi visible desde nuestras costas, se ha convertido,
por diversas razones, en un objeto de importancia trascendental para
los intereses comerciales y políticos de nuestra Unión[4].

Ese mismo año se decreta la Doctrina Monroe: a partir de entonces


Washington considera al continente sudamericano su patio trasero, con lo
que se supone que los europeos les dejan el área. A lo largo de la década
de 1840 Estados Unidos se anexiona la mitad de México, lo que lleva el
entusiasmo por la expansión imperialista estadounidense a su punto
culminante.
Hay también un segundo factor determinante: la esclavitud de la
población negra. Los sucesivos gobiernos estadounidenses siguen
temiendo una revuelta de esclavos en la isla y sus consecuencias para sus
propios Estados del sur. Para impedirlo incluso se considera la anexión.
La revuelta negra de 1843-1844 en Cuba, ahogada en sangre, reafirma
todas las inquietudes al respecto. Se lanzan dos expediciones de
mercenarios estadounidenses para apropiarse de la isla, pero fracasan
estos intentos. En 1863 la esclavitud es abolida en Estados Unidos y, a
consecuencia de la política de inmigración «blanca» de la década de 1850,
la población blanca vuelve a ser mayoritaria en Cuba (53%). Estos
elementos atenúan la amenaza de una revuelta negra. Entre la década de
1850 y la de 1870 los esclavistas cubanos recurren a la importación de
esclavos chinos.

Lucha por la independencia: primera oleada (1868-1895)

En septiembre de 1868 estalla una revuelta en España y la reina Isabel


II se exilia. La chispa se propaga a Cuba. Un mes después un terrateniente
adinerado, Carlos Manuel de Céspedes, libera a todos sus esclavos y
emprende la lucha por la independencia. Consigue apoyo rápidamente y
esta revuelta local se convierte en una revuelta nacional que durará diez
años. Otros dirigentes importantes de este intento de revolución son
Antonio Maceo, Ignacio Agramonte, Calixto García y Máximo Gómez.
Este último es un general de la República Dominicana que había
participado en una rebelión victoriosa contra España en 1855. Tras una
primera gran batalla los rebeldes se retiran en pequeños grupos a la
montaña, desde donde emprenden una guerra de guerrilla.
Los españoles utilizan unas milicias blancas y locales para
reprimirlos, y aplican la política de tierra quemada. Los rebeldes logran
conquistar importantes territorios a pesar de ser menos numerosos y de
carecer de armas y municiones. Su principal problema es la falta de
unidad y las divergencias que existen entre ellos, especialmente sobre la
cuestión de la esclavitud. Algunos quieren su abolición inmediata y total;
otros, no. El segundo punto de discordia se refiere a la propia
independencia. Céspedes ha emprendido la lucha por la soberanía total,
pero una fracción importante en el seno del grupo rebelde desea la
anexión a Estados Unidos. También hay una lucha permanente por el
poder entre la dirección política y la dirección militar de la rebelión, pero
al mismo tiempo una patente falta de disciplina. En 1874 muere Céspedes
en una batalla contra los españoles. Se debilita la dirección y se acentúan
las divisiones. Estados Unidos se niega a intervenir y no reconoce al
gobierno rebelde. La guerra se estanca y el ejército rebelde termina
agotándose.
En 1878 los españoles proponen el Pacto de Zanjón. A cambio de
entregar las armas se amnistía a los rebeldes y se les incorpora al ejército.
Se prometen reformas políticas e incluso se concede la libertad a los
esclavos que han participado en los combates. Pero ya no se habla de la
independencia ni de la abolición de la esclavitud, los dos motivos
principales de la rebelión. A pesar de esto, varios dirigentes de la guerrilla
aceptan este Pacto. Una mayoría de ellos, procedentes de medios
burgueses y grandes terratenientes, no quieren transformaciones
demasiado radicales de la sociedad. La clase obrera como grupo
organizado no existe todavía. Muchos obreros que formarán el futuro
proletariado cubano han nacido en España y consideran la isla una
provincia de esta. Una sola voz importante se opone. Maceo, el único
oficial rebelde negro, rehúsa el Pacto de Zanjón. En una entrevista
personal con el comandante en jefe español en el pueblo de Baraguá
rechaza categóricamente la totalidad del acuerdo. Este acto legendario,
conocido como «la protesta de Baraguá», está grabado en la memoria
colectiva cubana y más tarde inspirará a muchos luchadores por la
libertad:

Con la Protesta de Baraguá llegó a su punto más alto, llegó a su


clímax, llegó a su cumbre, el espíritu patriótico y revolucionario de
nuestro pueblo. Hay que decir que dejó realmente a nuestro pueblo
una herencia gigantesca, infinita, con esa actitud[5].

Sin duda «la guerra de diez años» no habrá sido en vano. Estos
acontecimientos contribuyeron a precipitar la abolición definitiva de la
esclavitud en 1886. El gran grupo de esclavos se unió a las filas de los
obreros. Este hecho acelera el desarrollo del capitalismo en la isla y da un
fuerte impulso al sentimiento nacional.
Un año después del Pacto de Zanjón, en agosto de 1879, estalla una
nueva revuelta bajo la dirección de Calixto García. Pero sus planes se
descubren prematuramente y una vez más se divide la dirección. Maceo
ofrece sus servicios, pero Calixto García le impide combatir ya que teme
que la rebelión se considere una guerra racial. La «Guerra Chiquita»,
como se la ha llamado, acaba en apenas quince meses. Esta revuelta es un
nuevo fracaso, pero entre las filas rebeldes surge una nueva figura
dirigente que marcará profundamente el futuro de Cuba: José Martí.

Lucha por la independencia: la segunda oleada y la ocupación


militar de Estados Unidos (1895-1902)

José Martí es poeta y periodista. Si su pluma es acerada, también


resulta ser un orador inspirado. Durante la primera guerra de
independencia (1868-1878) colabora en la publicación de un periódico
rebelde. Apenas tiene dieciséis años. Es detenido, condenado a seis años de
cárcel y desterrado a España en 1871. Consagrará el resto de su vida a la
independencia de Cuba, a la que solo regresará en 1878, y a la lucha
contra el dominio de los Estados Unidos con América Latina. Un año
después, durante la «Guerra Chiquita», vuelve a ser detenido y desterrado
a España. Se va después a Nueva York, donde el movimiento
independentista cubano ha instalado su cuartel general. Martí está muy
influido por el sueño internacionalista y la lucha de Simón Bolívar por
una América Latina unificada. En su opinión, la independencia de Cuba no
solo es importante para los cubanos, sino que también es indispensable
para detener la conquista imperialista de América Latina por parte Estados
Unidos:

Estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por
mi deber [...] de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que
se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América[6].
Aprendiendo de las experiencias pasadas se da cuenta de que solo se
puede realizar la independencia con unidad y luchando contra tres
tendencias políticas nefastas: el autonomismo, que aboga por una mayor
autonomía pero sin eliminar la dominación española ni su ocupación
militar, el anexionismo, que es favorable a la anexión a Estados Unidos
para librarse de los españoles, y el racismo, con su miedo a la supremacía
negra en caso de independencia. Gracias a su prestigio y a su trabajo
político paciente y táctico Martí logra evitar estas tres trampas y forja la
unidad. Crea el Partido Revolucionario Cubano (PRC). Como en el caso
de la guerra de diez años se trata de un frente amplio, pero esta vez las
fuerzas burguesas no son preponderantes en él. Máximo Gómez, Antonio
Maceo y Calixto García serán sus principales dirigentes militares. Con la
creación de este partido Martí quiere evitar que aventureros, oportunistas
o clases privilegiadas acaparen la victoria.
El partido no solo debe contribuir a la victoria militar, sino que
también será indispensable para la reconstrucción de la sociedad cubana
después de la conquista de la independencia. Desde su creación el partido
debe combinar el trabajo político legal y actividades clandestinas. Durante
su exilio en Estados Unidos José Martí es testigo del trato despiadado y
brutal que las autoridades reservan a los anarquistas. A partir de entonces
la sociedad estadounidense deja de ser un ejemplo para él. Cada vez está
más persuadido de que el futuro de Cuba no deberá copiar modelos
extranjeros, sino elaborar sus propias instituciones que correspondan a
sus propias circunstancias y necesidades.
Pero el tiempo apremia. Washington se muestra cada vez más agresivo
en su voluntad de anexionarse Puerto Rico y Cuba. El 24 de febrero de
1895 estalla la guerra de liberación. A principios de abril José Martí
desembarca en Cuba con Máximo Gómez y emprenden la lucha armada
desde las montañas. Las bazas de los rebeldes son mejores que en 1868:
disponen de más medios, están mejor organizados y han superado las
divisiones. Los objetivos también están claramente definidos y son
radicales. Sin embargo, los rebeldes se enfrentan pronto a grandes
desventajas: el 19 de mayo, seis semanas después de desembarcar en Cuba,
José Martí muere en una batalla. Un año después muere Antonio Maceo.
Los españoles movilizan en total a 200.000 hombres y establecen campos
de concentración y pueblos modelo para romper la resistencia. La
represión es increíblemente mortífera y cuesta la vida de casi 300.000
personas, esto es, casi una quinta parte de la población. A pesar de este
despliegue de fuerzas, en 1897 España está perdiendo la guerra. La
burguesía azucarera, la «sacarocracia», da la voz de alarma y urge a
Estados Unidos a intervenir. El 15 de febrero de 1898 un acorazado
estadounidense (el Maine) explota en el puerto de La Habana. Aunque
nunca se han dilucidado las circunstancias de la explosión, Estados Unidos
siempre ha impedido cualquier investigación independiente e incluso
hundió los restos del barco el 16 de marzo de 1912. Washington utilizó
este incidente para declarar la guerra a España. En junio de 1898 las tropas
de Estados Unidos desembarcan en la isla y un mes después los españoles,
asediados en dos frentes, se rinden. Los rebeldes no son bienvenidos
durante la capitulación y no se iza la bandera cubana, sino la
estadounidense. Los soldados de Estados Unidos impiden la entrada de los
rebeldes en Santiago. El 10 de diciembre los españoles firman el Tratado
de París. Estados Unidos se anexiona entonces Puerto Rico, Filipinas y la
isla de Guam (en el océano Pacífico) e instaló un gobierno militar en
Cuba.
El gobierno de Estados Unidos no opta por la anexión en el caso de
Cuba, porque después de treinta años de dura lucha contra el colonialismo
español la sed de independencia de la población cubana es muy fuerte y
los cubanos han demostrado ser un adversario temible en el plano militar.
Por lo tanto, Washington elige aplicar una estadounidización progresiva
de la isla con una forma de protectorado. La ocupación militar de la isla se
limita en el tiempo con el fin de crear las condiciones propicias a tal
efecto. El país está económicamente exangüe. Los capitalistas
estadounidenses se aprovechan de ello y compran sectores enteros de la
economía por una miseria. Se apoderan uno por uno de los sectores
estratégicos, como la electricidad, la telefonía y el sistema bancario.
Rápidamente se apoderan también de más de la mitad de las tierras
cultivables. Estas «inversiones» estadounidenses se hacen en detrimento de
los capitales franceses, alemanes, españoles y cubanos. En unos meses,
Estados Unidos detenta el monopolio virtual de la economía cubana. Unas
elevadas tasas de importación impiden a la isla desarrollar industrias que
harían la competencia a las de Estados Unidos. El país continúa centrado
en las exportaciones de materias primas y de productos agrícolas, y ve
cómo se le corta toda posibilidad de un desarrollo económico propio. Los
misioneros protestantes desembarcan en la isla siguiendo los pasos de los
capitalistas. Fundan escuelas y nuevas comunidades religiosas. En el plano
militar se impone un artículo humillante en la constitución: la Enmienda
Platt, que concede a Estados Unidos el derecho de intervención militar
cuando lo juzgue necesario, el derecho a instaurar bases militares, la
prohibición de establecer tratados con otras potencias extranjeras, el
derecho a controlar la hacienda pública. Esta enmienda va a suscitar
mucho revuelo y muchas protestas de la población. He aquí un extracto de
ella:

El Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos puedan


ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la
independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado
para la protección de vidas, propiedad y libertad individual. [...]
Para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la
independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como
para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a
los Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o
estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán
con el Presidente de los Estados Unidos[7].

Treinta años de luchas encarnizadas para conquistar la independencia


han creado un fuerte sentimiento de unidad nacional. Dado el contexto de
expansionismo y de injerencia de Estados Unidos, esta identidad nacional
está impregnada de un profundo carácter antiimperialista y
antiestadounidense. José Martí es el emblema y el catalizador de esta
ideología radical que servirá de línea directriz a los futuros movimientos
de liberación.
En 1902 la situación militar y política está suficientemente estabilizada.
El gobierno estadounidense considera que ha llegado el momento de
«transferir el poder». Busca entonces un presidente dócil y manipulable, y
lo encuentra en la persona de Tomás Estrada Palma. Ha estudiado en
Estados Unidos y vivido ahí más de veinte años. Es el único candidato a
las elecciones. El 20 de mayo de 1902 es elegido y se proclama la
República Cubana.

La República

La joven República (1902-1925)

Durante los primeros veinte años, la situación política y social es muy


frágil. Las elecciones se caracterizan por fraudes generalizados. Los
perdedores no aceptan los resultados, se refugian en las montañas y
emprenden una revuelta armada. En dos ocasiones, en 1906 y en 1917,
Estados Unidos interviene militarmente. Ambas intervenciones duran unos
tres años. Entre una y otra, en 1912, estalla una revuelta de la población
negra. También en este caso Washington envía tropas para proteger las
plantaciones de azúcar y otros bienes estadounidenses. Esta situación se
repite en 1921, durante una fuerte crisis económica con amenaza de
problemas sociales. En este periodo se eligen cuatro presidentes que no
son sino títeres de Estados Unidos, y de 1906 a 1909 el país es dirigido
directamente por un agregado de Estados Unidos.
Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial el precio del azúcar
aumenta de manera espectacular. Sigue un periodo de siete años de vacas
gordas. Pero a finales de 1920 los precios se desploman, el país se
enfrenta a una crisis financiera y vienen entonces unos años de vacas
flacas. Los capitalistas estadounidenses se aprovechan de ello para
acaparar la casi totalidad del sector azucarero. La crisis provoca un índice
de paro muy alto y problemas sociales, sobre todo en las plantaciones de
azúcar. Los terratenientes (cubanos y estadounidenses) piden un régimen
fuerte contra los agitadores. El movimiento obrero todavía es débil y se
organiza prudentemente frente a la represión. En un principio domina la
tendencia anarquista. Las exigencias se limitan a las condiciones laborales
y a los salarios, sin objetivos políticos. Tras el éxito atractivo de la
Revolución Rusa, esta tendencia poco a poco pierde fuerza y da paso al
comunismo naciente. Los estudiantes también se organizan y en 1923 se
crea la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Uno de sus
principales dirigentes es Julio Antonio Mella, futuro dirigente del Partido
Comunista. La FEU adopta una postura radical y militante, y más adelante
desempeñará un importante papel político.

La dictadura de Machado (1925-1933)

La situación es muy convulsa. Estados Unidos envía un agregado


plenipotenciario para «ayudar» al presidente cubano. Esta tutela, al igual
que la degradada situación económica, radicaliza a los diferentes
movimientos de oposición. Hay varias acciones armadas. Estados Unidos
vuelve a amenazar con intervenir. En este entorno confuso el general
Gerardo Machado y Morales gana las elecciones en 1924. Es una persona
adinerada y está estrechamente vinculado con el mundo de los negocios
estadounidense. Había destacado anteriormente por sus duras
intervenciones contra los huelguistas y las manifestaciones. La oligarquía
cubana y los sectores imperialistas están satisfechos con su elección.
Esperan de él que controle rígidamente al naciente movimiento obrero. Se
abandona ahora la fachada democrática que los sucesivos presidentes
habían logrado simular. Muy pronto Machado resulta ser un Mussolini
tropical. Desde su toma del poder se instala una represión despiadada de la
clase obrera. Crea un nuevo sindicato de conveniencia, a sus órdenes.
También emprende un ambicioso plan para reforzar la economía por
medio de grandes obras públicas y la creación de empleo. Estas medidas
le acarrean el apoyo de gran parte de la burguesía y de la pequeña
burguesía durante los primeros años de su dictadura.
En agosto de 1925 se funda el Partido Comunista. Se dirige sobre todo
a la clase obrera. Gracias a los comunistas el nivel de organización y de
capacidad de acción de la clase obrera van a aumentar sensiblemente. En
1931 conquistan de facto la dirección del sindicato nacional (CNOC). La
aportación de los comunistas también es ideológica: la cuestión nacional y
el antimperialismo adquieren una dimensión revolucionaria bajo su
impulso. Así, en uno de sus documentos podemos leer: «Con la enseñanza
de Lenin haremos realidad el pensamiento de Martí»[8]. Evidentemente, la
represión contra este nuevo partido es feroz. Pronto es prohibido y sus
militantes encarcelados, algunos de los cuales son asesinados, entre ellos
uno de los fundadores del partido, Julio Antonio Mella, que había podido
huir a México antes de ser asesinado ahí por uno de los agentes de
seguridad de Machado.
El ambicioso plan de Machado resulta ser un fracaso económico en
1929, el mismo año de la depresión económica mundial. Machado pierde
gran parte de su base política. Surgen muchas protestas cuando trata de
prolongar su mandato sin elecciones. Los estudiantes, el movimiento
obrero, pero también la burguesía pasan a la acción. La represión ciega
que se abate sobre ellos no hace sino aumentar la revuelta. Se suceden
huelgas y manifestaciones. Se forman varios grupos armados, entre ellos
la Unión Revolucionaria, dirigida por Antonio Guiteras. Entre otros
ataques, planifica uno al cuartel Moncada de Santiago. En 1933 la revuelta
cubana llega a su apogeo. Una huelga de los conductores de autobús se
extiende a otros sectores y los huelguistas exigen la dimisión de Machado.
Los militares se niegan a obedecer las órdenes de la jerarquía y unos
oficiales rebeldes desencadenan un golpe de Estado el 11 de agosto. A
continuación se desencadena una huelga general.El dictador se da cuenta
de que es el fin y huye de Cuba.

La breve República Revolucionaria (1933)


Se forma un nuevo gobierno de transición. Siguiendo las indicaciones
del embajador de Estados Unidos se elige a Carlos Manuel de Céspedes,
nieto del luchador por la independencia en 1868. El gobierno tiene un
programa de extrema derecha, pero tiene poca autoridad y credibilidad.
Las calles se convierten en escenario de actos de venganza contra los
partidarios de Machado. La lucha social prosigue y se radicaliza. Los
estudiantes se hacen oír, se multiplican las huelgas e incluso se crean
soviets armados en muchas empresas. En algunas regiones fraternizan
obreros y soldados. Guiteras predica el socialismo. Su programa se
resume de la siguiente manera:

1. Sanción a todos los hombres que han intervenido directa o


indirectamente en el gobierno que acaba de caer.
2. Incautación de todos los bienes adquiridos bajo esa situación de
ilegalidad y fuerza.
3. Reforma de la Constitución.
4. Iniciación de una política socialista.
5. Elecciones generales.[9]

El Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda incitan a una


verdadera revolución social. Pero sobrestiman sus propios medios y
subestiman la fuerza del adversario. La burguesía y la pequeña burguesía
no aprecian esta radicalización. El caos y la agitación social también
inspiran terror en el seno del ejército.
El 4 de septiembre, apenas veinte días después de la instauración del
nuevo gobierno, un grupo de suboficiales da un golpe de Estado.
Fulgencio Batista Zaldívar aparece como hombre fuerte del golpe y
contacta inmediatamente con el embajador de Estados Unidos. Los
militares se reúnen con los estudiantes y otros partidos políticos, excepto
los comunistas, y proponen un gobierno de transición. Pero esto no le
conviene a Estados Unidos, que no lo reconoce y envía una flota de treinta
barcos. Luego se opta por Ramón Grau San Martín, un profesor adinerado
de perfil moderado.
El gobierno de Grau no es estable. Es una agrupación de tendencias
muy diversas y contradictorias. Hay un ala reaccionaria y proimperialista
cuya figura central es Batista, el jefe de las fuerzas armadas. En el otro
extremo está el ala de izquierda y antiimperialista cuya figura destacada es
Guiteras, al que se nombra ministro del Interior. Entre ambas está el ala
moderada y reformadora bajo la dirección de Grau, el nuevo presidente.
Entre bastidores, Batista es el hombre fuerte y refuerza progresivamente
su base de poder.
Guiteras influye profundamente sobre este nuevo gobierno. Se adoptan
varias medidas progresistas como, por ejemplo, la jornada laboral de
ocho horas, el salario mínimo, el derecho a la acción sindical, la
regulación de las pensiones, un inicio de reforma agraria, el descenso de
las tarifas de la electricidad, la nacionalización de algunas grandes
empresas y unos primeros intentos de suprimir la Enmienda Platt de la
constitución. Es el primer gobierno popular y antiimperialista de la
historia de América Latina. Dada la composición del gobierno, la
situación no es unívoca. Grau maniobra entre la izquierda y la derecha.
Aprueba varias propuestas de Guiteras, pero también encubre la represión
del movimiento obrero de Batista. El objetivo de esta represión es, entre
otras cosas, desacreditar a Guiteras. Los comunistas caen en la trampa y
adoptan una postura sectaria. Ponen todas las fuerzas en el seno del
gobierno dentro del mismo saco y no son capaces de discernir el carácter
revolucionario y antiimperialista de Guiteras. En vez de apoyar y reforzar
su postura, llevan a cabo una oposición frontal al gobierno en su conjunto.
Por otra parte, las fuerzas revolucionarias no buscan una alianza con los
comunistas a causa de un anticomunismo profundamente arraigado y
obstinado. Por consiguiente, la izquierda está profundamente dividida, lo
que las fuerzas reaccionarias utilizan y orientan hábilmente. Globalmente
la formación ideológica es débil y falta firmeza y cultura revolucionaria.
La debilidad de la izquierda facilita la tarea de las clases dominantes para
acabar con este peligroso precedente en el continente dieciséis años
después de la Revolución Rusa.

Hubo un gobierno revolucionario durante tres meses, [...] donde


la figura más destacada fue la de Antonio Guiteras, que comenzó por
adoptar una serie de medidas revolucionarias contra los monopolios
que explotaban los servicios eléctricos, y el resultado fue que
Jefferson Caffery, embajador de Estados Unidos, comenzó a hacerle
la corte al sargento Batista, que ya era coronel[10]

La Casa Blanca no reconoce el gobierno de Grau y, como la elite


cubana, quiere desembarazarse de él lo antes posible. Batista se va a
encargar de ello. El 15 de enero de 1934 comete un nuevo golpe de
Estado. Grau rechaza la confrontación y dimite. Guiteras trata de
contrarrestar el golpe por medio de una huelga general, pero esta fracasa.
Guiteras carece de un partido fuerte y los movimientos populares están
demasiado poco organizados para invertir la situación. La designación de
un nuevo candidato es penosa. Un primer candidato ejerce la función
durante cuatro días, pero no es apropiado para el job. El segundo solo
dura unas horas. Finalmente Batista designa a Carlos Mendieta como
nuevo presidente. Es un hombre de paja, que será su títere. Las clases
dominantes respiran tranquilas, cien días después se restaura la
constelación política de los diez últimos años: una dictadura con una
fachada democrática. Batista, por su parte, refuerza su posición durante
estos meses turbulentos. Estados Unidos también está satisfecho: se ha
restablecido «su» orden y ya no es necesaria una intervención militar.
Ahora dispone de un ejército de mercenarios de confianza que hará el
trabajo sucio por él. Ahora se puede abolir la Enmienda Platt, inaceptable
para los cubanos y que había suscitado un fuerte sentimiento en contra de
Estados Unidos. Se abolirá en mayo de 1934.
Aunque el gobierno de los «cien días» fracasó, suscitó un profundo
viraje en la conciencia de la población. Esta breve experiencia reavivó los
sentimientos antiimperialistas y revolucionarios en el seno de amplios
sectores del pueblo cubano. También demostró la debilidad del gobierno
neocolonial. El recuerdo de este acontecimiento desempeñará un papel
importante en el derrocamiento de Batista y en el desarrollo de la joven
revolución en 1959[11].
Una República a medida para Batista (1934-1953)

Batista hace lo que se espera de él. Declara la guerra a los


movimientos populares. Se instaura una batería de leyes y de decretos
represivos para prohibir las huelgas y la propaganda subversiva. Incluso
se introduce la pena de muerte para los atentados contra el orden público
en la industria azucarera. Se responde a las oposiciones por medio de la
derogación de las libertades constitucionales, la censura de prensa, el
estado de sitio, detenciones arbitrarias, masacres periódicas; en una
palabra, todos los ingredientes clásicos de la dictadura militar. Las
organizaciones de masas no están preparadas para este tipo de represión y
encajan golpes dolorosos. Para canalizar esta insatisfacción Guiteras crea
una organización clandestina, el Joven Club, que debe ser la vanguardia de
la futura confrontación con Batista. Pronto el movimiento cuenta con
15.000 miembros. Pero Guiteras es el hombre más buscado de la isla y su
vida está cada vez más amenazada. Piensa entonces en emigrar a México
para preparar ahí la lucha de guerrilla, pero no tendrá ocasión de hacerlo:
en marzo de 1935 es traicionado y asesinado.
Mientras tanto el gobierno cierra un nuevo acuerdo comercial con
Estados Unidos particularmente desfavorable a Cuba. Y ello en un
contexto de profunda crisis económica y de paro generalizado.
Como es lógico, la situación política no se estabiliza. Hay conflictos
permanentes entre Batista y el presidente designado. De hecho, Batista
sigue siendo el hombre fuerte. Entre principios de 1934 y finales 1936
desfilan tres presidentes. La oposición se aprovecha de todas estas
contradicciones para hacer unas reivindicaciones democráticas y
recuperar un poco de terreno. En 1937 se legalizan los partidos políticos,
incluido el Partido Comunista, se promulga una amnistía política y se
autoriza la formación de un nuevo sindicato unificado, la Central de
Trabajadores de Cuba (CTC). También se prepara una nueva constitución
que se votará en 1940. La situación internacional influye en este proceso.
En efecto, en todo el mundo se están formando amplias alianzas contra el
ascenso del fascismo. Así, la extrema derecha, que forma parte de la base
política de Batista, se ve desautorizada y Batista debe evolucionar hacia el
centro. El Partido Comunista, por su parte, siguiendo las instrucciones de
la Internacional Comunista, se moviliza en favor de una alianza lo más
amplia posible, en la práctica con Batista. Se congelan las reivindicaciones
políticas más radicales y el partido se concentra en el trabajo en los
lugares de trabajo. El debilitamiento del movimiento obrero en general y
del Partido Comunista en particular favorecen esta marcha de las casas.
Inmediatamente después del golpe de Estado de 1934 los partidarios
del expresidente Grau crean un nuevo partido: el Partido Revolucionario
Cubano Auténtico, más conocido como «los Auténticos». El objetivo es
preservar el capital político constituido durante el gobierno de los cien
días y, sobre todo, no cederlo a las fuerzas revolucionarias. El partido se
define como reformista, explícitamente anticomunista y predica un fin
pacífico de la dictadura. Hay una gran distancia entre la base y la
dirección.
Once partidos participan en las elecciones de 1939. Los Auténticos
salen de las urnas como el partido mayor (con el 20% de los sufragios),
pero se niegan a embarcarse en un gobierno de unidad. Este no es el caso
de los comunistas que con un 9% de los votos entran en el gobierno.
Batista vuelve a ser presidente y presta juramento en octubre de 1940.
Económicamente Cuba tiene el viento en popa. El precio del azúcar se
dispara gracias a la guerra. El gobierno de unidad lleva a cabo una
política social prudente. A pesar de las restricciones de la guerra, la paz
social reina en la isla.
Los comunistas justifican su colaboración con el reaccionario Batista
en el marco de la coalición internacional contra el fascismo, pero no todo
el mundo comprende su explicación y menos aún la sigue. Esta postura
estratégica suscita mucha confusión en el seno del campo revolucionario
y muchos revolucionarios la toman a mal. Sin embargo, estos son los
años de gloria para el Partido Comunista, que cambia su nombre por el de
Partido Socialista Popular (PSP). En 1944 cuenta con cien mil militantes y
en las elecciones sindicales los candidatos comunistas obtienen el 80% de
los votos, algo inaudito en América Latina. Este éxito genera una rica
cosecha de libros de izquierda y resulta decisivo para la difusión del
socialismo científico en Cuba.
Durante las elecciones presidenciales de 1944 los comunistas apoyan
la candidatura de Batista, pero Grau es quien obtiene más votos. La Guerra
Fría también hace su aparición en Cuba. El nuevo gobierno hace cuánto
está en su mano para minar al Partido Comunista y a la CTC. En los años
siguientes aumentará rápidamente el anticomunismo. En Estados Unidos,
el senador McCarthy desencadena una caza de brujas contra toda persona
de izquierdas o progresista. La histeria se propaga a Cuba. Grau rompe
rápidamente sus promesas electorales, lo que provoca un cisma en su
partido bajo la dirección de Eduardo Chibás. En 1947 este último funda el
Partido Revolucionario Ortodoxo, más radical. Fidel Castro está presente
durante la fundación y va a militar en las juventudes del partido. Chibás es
un orador carismático que sabe entusiasmar a las masas. Causa una gran
impresión al joven Fidel.
En abril 1948 Fidel asiste como delegado a un congreso estudiantil en
Bogota, la capital de Colombia. A raíz del asesinato de un dirigente de la
oposición estalla una insurrección popular espontánea, el «bogotazo».
Fidel se une a los insurgentes, pero la rebelión está mal organizada y
carece de dirección. La revuelta acaba en saqueo y es sofocada
rápidamente. Fidel, que apenas tiene 22 años, logra escapar vía la
embajada de Cuba. Este acontecimiento le impresiona fuertemente y sacará
varias lecciones de su primera experiencia revolucionaria:

Si quieres saber la influencia del 9 abril en mi vida


revolucionaria ulterior, fueron los esfuerzos extraordinarios que hice
por crear una conciencia, una educación política en Cuba, los
esfuerzos extraordinarios que hice para evitar que al triunfo de la
revolución hubiera anarquía, saqueos, desórdenes, que la gente
tomara la justicia por sus propias manos[12].

En 1948 hay nuevas elecciones presidenciales. Chibás emprende la


lucha electoral, pero fracasa. Es popular, pero carece de un aparato sólido
y de una base organizada que le pueda garantizar una base electoral
suficiente. Carlos Prío Sacarrás, dirigente de los Auténticos, se convierte
en el nuevo presidente. La corrupción llega a unos niveles desconocidos.
Cuba se desintegra política y socialmente. Aumenta la polarización y poco
a poco el país se vuelve ingobernable. Un grupo cada vez mayor
considera que la revolución es la única vía para salir de la crisis nacional.
Fidel considera que el parlamento es un buen trampolín para realizar ese
objetivo. Junto con los Ortodoxos quiere presentar en él un programa
revolucionario, que se convertirá en la plataforma de sensibilización de
las masas para una acción armada y el derrocamiento del régimen.
Fidel normalmente no puede estar en la lista, pero convence a su
barbero, que es un delegado del partido muy popular en su barrio, para
cederle su lugar y apoyar la campaña de Fidel. Visto que no cuenta con
financiamiento Fidel luego escribe centenares de cartas a mano para pedir
el voto del pueblo.
El destino lo decidirá de otra manera. Basándose en unos indicios
serios Chibás acusa al gobierno Prío de grave corrupción, pero
finalmente no puede demostrar sus acusaciones. El 5 de agosto de 1951 se
pega un tiro en el vientre durante su programa semanal de radio y muere
tres días después. Este suicidio conmociona la escena política, ya que no
hay otra persona del calibre de Chibás. Fidel todavía es demasiado joven
para sucederle y los Ortodoxos siguen aislados. Batista se siente entonces
suficientemente fuerte para apropiarse del poder. El 10 de marzo de 1952
da su tercer golpe de Estado.

Lucha armada (1953-1959)

Los cincuenta primeros años de la república muestran que la burguesía


cubana fue incapaz de instalar un sistema político estable y de seguir una
vía soberana, independiente de Estados Unidos. La influencia de Batista
sobre la sociedad no hace más que reforzar esta situación. En todo caso,
este nuevo golpe de Estado demuestra claramente a Fidel que la lucha
armada es la única salida. Al principio el joven revolucionario cuenta con
que varias facciones emprendan la revolución y planea unirse a ellas. Pero
cuando constata que nada avanza verdaderamente crea su propia
organización. Los comunistas se oponen a la lucha armada y tratan de
convencer a Fidel de que colabore con un frente amplio contra Batista.
Pero Fidel persevera. Partiendo de cero, sin ayuda de ningún partido
político, crea un movimiento clandestino disciplinado. Recluta sobre todo
a los jóvenes Ortodoxos y al cabo de un año dispone de unos 1.200
militantes. En una primera fase planea conquistar dos cuarteles militares:
el cuartel Moncada en Santiago y el de Bayamo,en el Este del país, cuna de
todas las insurrecciones anteriores. Una vez recuperadas las armas se
entregarán a la población local y se anunciará la revolución por la radio.
En una segunda fase el ejército rebelde planeaba retirarse a las montañas y
emprender una guerra de guerrillas.
El ataque tiene lugar el 26 de julio de 1953, pero por contratiempo y,
sobre todo, por falta de experiencia, el plan fracasa. La mayoría de los
rebeldes son brutalmente torturados y asesinados, solo logran escapar
algunos. Fidel, su hermano Raúl y algunos hombres son hechos
prisioneros y juzgados. Los comunistas desaprueban el ataque que
consideran un putsch. Sin embargo, Fidel logra transformar la derrota
militar en una victoria política. Su alegato de defensa causara una fuerte
impresión y se publicará más tarde con el nombre de La historia me
absolverá. El proceso es un verdadero momento decisivo: los Moncadistas
adquieren reputación y logran apoyo en toda la isla. Los partidos
tradicionales pasan a segundo plan. La población identifica a Fidel y el
movimiento como la única verdadera oposición.
Fidel aprovecha su encarcelamiento para formar y consolidar el
movimiento. Su popularidad entre el pueblo no deja de aumentar. Incluso
se corea el nombre de Fidel durante un discurso de Grau, candidato a la
presidencia. A principios de 1955 se lanza la campaña a favor de amnistía.
Hay manifestaciones en varias ciudades y la prensa también defiende su
liberación. El Frente Cívico de Mujeres Martianas juega un papel
importante. Son ellas las que difunden La historia me absolverá. La
mujeres son muy importantes en el movimiento, en el clandestinidad y en
la difusión de las ideas revolucionarias. Finalmente el 15 de mayo de 1955
los presos serán amnistiados bajo la presión popular.
Una vez libre Fidel cambia el nombre del movimiento en
«Movimiento 26 de Julio» (M-26-7) y lo amplía con algunas figuras
revolucionarias, pero persiste la violencia y la situación se vuelve
peligrosa. Fidel decide entonces irse a México para preparar ahí la lucha
armada. Antes de salir se crea la Dirección Nacional del M-26-7, cuya
misión será apoyar la lucha armada. Los comunistas tratan todavía de
convencer a Fidel de que permanezca en Cuba para derrocar a Batista por
la vía política. Pero su decisión es firme y definitiva.
En México, un médico argentino, Ernesto Che Guevara, se une al
grupo de rebeldes. Se preparan para una larga guerra de guerrillas en la
montaña apoyada por las ciudades y cuyo objetivo es la eliminación del
ejército. Fidel se encarga en primer lugar de recoger fondos y viaja sobre
todo a Estados Unidos. A continuación trabaja para obtener una unidad
política lo más amplia posible. Así, llega a acuerdos con el Directorio
Revolucionario Estudiantil. Se trata de un grupo clandestino de estudiantes
que lleva una guerrilla urbana contra Batista. También llega a acuerdos
con el expresidente Prío y con Justo Carrillo, que están en contacto con la
fracción disidente del ejército de Batista. Desde el punto de vista político
Fidel sigue identificándose con los Ortodoxos durante mucho tiempo. En
el seno del partido hay muchos jóvenes comprometidos y Fidel les anima
a apoyar la lucha armada. Gran parte de la base es favorable a este
mensaje, pero la cima del partido lo rechaza. Finalmente en marzo de
1956 decide romper definitivamente con el partido.
Unos ochenta rebeldes efectúan la travesía en un yate pequeño, el
Granma. Su llegada está prevista el 30 de noviembre a la costa este del
país. Ese mismo día se planifica una revuelta urbana en Santiago para
desviar la atención del ejército. Pero el barco, que se ve atrapado en una
violenta tormenta, se retrasa considerablemente. Se sofoca el
levantamiento urbano y el ejército de Batista está en estado de alerta.
Finalmente desembarcan el 2 de diciembre, pero la operación es un
fracaso total. Rápidamente son descubiertos, perseguidos, divididos y
dispersados. Solo quedan dieciséis hombres, pero con el apoyo de los
campesinos del lugar logran escapar de los soldados y consolidarse, e
incluso obtienen sus primeras pequeñas victorias. A mediados de enero de
1957 invitan al lugar a un conocido periodista de The New York Times,
Herbert Matthews, al que Fidel impresiona fuertemente. Matthews escribe
un artículo sobre el encuentro en su periódico, una publicación que va a
contribuir a aumentar el prestigio del ejército rebelde:

La personalidad de este hombre es muy fuerte. Saltaba a la vista


que sus hombres le adoraban y también por qué se había apoderado
de la imaginación de los jóvenes de toda Cuba. Era un fanático
educado y entregado, un hombre de ideales, valiente y con unas
notables cualidades de liderazgo [13].

Se crea el Movimiento de Resistencia Cívica para ampliar la base


política y financiera. Está constituido por personas influyentes y
acomodadas que apoyan la lucha armada. Fidel trata de constituir un frente
lo más amplio posible. En julio de 1957 firma el Manifiesto de la Sierra
junto con las personalidades más importantes del establishment cubano.
El apoyo cada vez mayor del campo político también es consecuencia
del éxito de la estrategia adoptada por el M-26-7. Hay otros grupos activos
en el plano militar al lado de los «barbudos», entre ellos un grupo de
guerrilla creado y pagado por el expresidente Prío. A este grupo no le
faltan medios financieros sino una base, por lo que nunca tendrá un peso
significativo. Está también la guerrilla urbana del Directorio
Revolucionario bajo la dirección de José Antonio Echeverría. Llevan a
cabo acciones espectaculares, sobre todo el ataque al palacio presidencial
en marzo de 1957. Sin embargo, no logran resultados tangibles y la
cantidad de muertos entre los rebeldes es importante. En el centro del país
se activan otros pequeños grupos de guerrilla, pero tampoco
desempeñarán un papel determinante. En septiembre de 1957 estalla una
revuelta militar en Cienfuegos. Con el apoyo del M-26-7 se ocupa la
ciudad durante 24 horas, pero los rebeldes no logran resistir al ejército,
que puede concentrar todas sus fuerzas en un solo campo de batalla que,
además, es mucho más favorable que la selva. Se convoca una huelga
nacional para abril de 1958. A causa de una preparación débil la huelga
fracasa totalmente.
Esta huelga fallida constituye un duro golpe. Batista considera que ha
llegado el momento de emprender una ofensiva estival y de atestar el
golpe de gracia a la guerrilla. La desproporción de fuerzas es enorme:
300 rebeldes contra 10.000 militares fuertemente armados. Durante casi un
mes hay violentos combates. Los rebeldes resisten al ejército y luego lo
repelen. Se trata de un momento decisivo en la guerra. Se vislumbra la
victoria. Varios sectores de las clases dominantes cambian de bando y
tratan de acercarse al M-26-7. Apoyan la revolución convencidos de que
esta va a llevar al restablecimiento de la situación anterior al golpe de
Estado del 10 marzo de 1952. En julio de 1958 Fidel firma el Pacto de
Caracas con casi todas las fuerzas civiles y revolucionarias que quieren la
salida del dictador. Fidel es ahora el líder indiscutible de la resistencia.
Aunque los comunistas no habían reconocido formalmente la lucha
armada, dan libertad a sus miembros para unirse a los rebeldes. Y a partir
de julio de 1958 Carlos Rafael Rodríguez, el cerebro político del PSP, se
instala en la Sierra.
En agosto empieza la ofensiva final en varios frentes. Raúl Castro y
Fidel se encargan del este del país. Che Guevara y Camilo Cienfuegos se
dirigen al centro del país. En octubre el Che logra reagrupar bajo su
mando a los diferentes grupos de la guerrilla en las montañas del
Escambray. El 30 de diciembre toma la ciudad de Santa Clara y da un
golpe definitivo al ejército de Batista al destruir un tren blindado.
La CIA trata, in extremis, de recuperar la revolución instalando en el
poder una junta militar. Fidel llama a la huelga general y el plan fracasa.
Batista huye el 1 de enero. La transferencia de poder se lleva a cabo en una
calma y un orden notables. No hay acciones de represalia, como ocurrió
tras la caída de Machado en 1933.
La revolución toma forma (1959-
1960)

Se instala un amplio gobierno de transición. En el nuevo gobierno


solo hay tres personas de la guerrilla y una del M-26-7. La mayoría de los
ministros provienen de la clase dirigente y son más bien de tendencia
conservadora. Manuel Urrutia es el nuevo presidente. Es un juez
conservador y anticomunista convencido, pero que defendió bien la causa
de los revolucionarios que habían encabezado el ataque al cuartel
Moncada. José Miró Cardona, un abogado de la alta sociedad y también
conservador, se convierte en primer ministro. Fidel no quiere formar
parte del gobierno. Prefiere permanecer lo más cerca posible del pueblo y
vigilar la revolución desde esta posición. El mundo de los negocios
estadounidense confía en el nuevo equipo e insta a su gobierno a
reconocerlo rápidamente. La presencia de miembros eminentes de la
burguesía y el inmenso apoyo de la población crean una lógica confusión
en los medios políticos dirigentes de Estados Unidos.
Rápidamente salen a la luz importantes discrepancias entre el
presidente y el primer ministro. Además, el gobierno no tiene prisa por
decretar medidas revolucionarias. El 13 de febrero dimite Miró. Fidel le
sustituye a condición de que se amplíen sus competencias. A partir del mes
de marzo se promulgan varias leyes: descenso de los alquileres, de las
tarifas de la electricidad y de las medicinas, introducción de un salario
mínimo, apertura de las playas al gran público, etc. El pueblo recibe con
gran simpatía estas medidas, que refuerzan la credibilidad de la nueva
dirección.
En febrero los tribunales revolucionarios emprenden la tarea de
juzgar a los criminales de guerra. Se calcula que Batista ha eliminado a
unas 20.000 personas[14]. Las sesiones son públicas. Sin embargo, el juicio
es el pretexto para desencadenar una primera gran campaña internacional
contra la revolución cubana. Al cabo de unos meses se suprimen los
tribunales. Philip Bonsal, el entonces embajador estadounidense, menciona
en sus memorias que los criminales de guerra fueron juzgados según los
principios del proceso de Nürenberg y que tras la caída de Batista no hubo
masacre:

Treinta años antes los mercenarios de Machado, considerados


culpables de crímenes similares, fueron simplemente descubiertos
por la muchedumbre y asesinados[15].

En abril Fidel visita los Estados Unidos donde tiene un encuentro


privado con el vicepresidente Nixon. Surgen muchas preguntas sobre el
carácter de la revolución cubana, pero asegura a las autoridades y a la
prensa que no son comunistas.
En mayo se firma la ley de reforma agraria. Se trata de una reforma
modesta[16] y menos radical que la llevada a cabo en Japón tras la Segunda
Guerra Mundial. Aun así, a los grandes terratenientes, sobre todo
ciudadanos estadounidenses, les resulta indigesta. El gigante United Fruit
es propietario de la mayor parte de los ingenios azucareros. Cuando tocan
los intereses de este «intocable» queda claro para Washington que con
Fidel «las cosas no funcionan». En el seno del gobierno cubano empieza
también una lucha entre los revolucionarios, por una parte, y los
reformistas y conservadores, por otra. Aumenta la tensión y la
confrontación es inminente. El jefe de las fuerzas aéreas denuncia la
presencia de comunistas en el gobierno y huye a Estados Unidos, donde
ofrece sus servicios. El presidente Urrutia, que tiene poco apoyo popular,
emprende un pulso con Fidel. En junio hace unas declaraciones
anticomunistas en los medios de comunicación. El M-26-7 hubiera podido
apartarlo sin el menor problema. Pero Fidel moviliza al pueblo
anunciando su dimisión por la radio el 16 de julio. La presión en el
presidente aumenta y se ve a su vez obligado a renunciar. Lo sustituye
Osvaldo Dorticós, miembro del M-26-7. Hay movilizaciones masivas y
huelgas para pedir a Fidel que renuncie a su dimisión. EL 26 de julio
vuelve a asumir el puesto de primer ministro. Para las fuerzas
reaccionarias y para Washington la dimisión de Urrutia significa un revés.
El mes de octubre varios oficiales dirigidos por Huber Matos, un amigo
personal del expresidente, organizan un intento de desestabilización en
Camagüey. Una vez más, esta acción se lleva a cabo en nombre del
anticomunismo, suscita una crisis en el seno del gobierno y provoca la
dimisión de varios ministros conservadores y reformistas.
También en el mes de octubre el presidente Eisenhower aprueba un
programa cuyo objetivo es hacer tambalear la revolución cubana. Se basa
sobre todo en el apoyo a los grupos contrarrevolucionarios, ataques
aéreos y navales, atentados contra Fidel, la perturbación de las emisiones
de radio y televisión, y emisiones de radio clandestinas. A finales de 1959
todavía no hay relaciones entre Cuba y la Unión Soviética. En aquel
momento no era prioritario para el gobierno cubano, y en Moscú, por su
parte, reinaba un cierto escepticismo respecto a la revolución cubana.
Una mirada retrospectiva al primer año de la revolución cubana nos
enseña que arrancó prudentemente. Las medidas son tales que el número
de enemigos de la revolución sigue siendo restringido. Aunque se
emprenden algunas iniciativas modestas en el plano social, se pone el
acento en la consolidación de la dirección política y en la reforma agraria.
El poder económico continúa en manos de la clase dominante y de
algunos capitalistas estadounidenses. La reforma agraria no aporta ningún
cambio fundamental a las relaciones de propiedad ni a la distribución de la
riqueza.
Durante los primeros meses de 1960 Washington intensifica su
agresividad. El 4 de marzo esta llega a su apogeo: en el puerto de La
Habana se hace saltar un barco con armas procedentes de Bélgica. Durante
el entierro de las víctimas Fidel lanza por primera vez la consigna «Patria
o muerte». En este mismo periodo se firman varios acuerdos económicos
con países del Este y con China. En el mes de mayo, Cuba y la Unión
Soviética establecen relaciones diplomáticas. Las relaciones con Estados
Unidos se degradan cada vez más. Las refinerías estadounidenses en Cuba
se niegan a tratar el petróleo procedente de la URSS. En junio, una
empresa minera estadounidense se niega a pagar sus impuestos. En julio,
Washington decide dejar de importar la cantidad de azúcar convenida. El 6
de agosto, Fidel anuncia la nacionalización de varias empresas
estadounidenses. El gobierno estadounidense presiona entonces a varios
países de América Latina. A finales de agosto la Organización de Estados
Americanos (OEA) condena implícitamente a Cuba.
En septiembre Fidel visita de nuevo los Estados Unidos para participar
en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esta vez ya no es
bienvenido y la delegación se ve negado el acceso al hotel oficial. En
respuesta la población de Harlem le acoge y le recibe con todos los
honores. Allí se produce el histórico encuentro de Fidel con Malcolm X.
La confrontación sube de tono. Cada vez hay más sabotajes y
atentados. Tras una nueva explosión en el centro de La Habana el 28 de
septiembre, en cada barrio se erige un Comité de Defensa de la
Revolución (CDR). En enero se había creado una organización de la
juventud revolucionaria y en agosto se crea la Federación de Mujeres
Cubanas (FMC). A finales del mes de octubre se nacionalizan todas las
empresas estadounidenses. El gobierno estadounidense instaura entonces
un embargo a la exportación: ya solo se puede exportar comida y
medicinas a Cuba. Washington incrementa también las acciones militares.
En el mes de diciembre los contrarrevolucionarios emprenden una lucha
de guerrillas en las montañas del Escambray. Reciben apoyo aéreo de
Estados Unidos. Se moviliza a 100.000 cubanos para ponerle fin. Hacia
mediados del mes de febrero se eliminan la mayoría de los focos, aunque
recién en 1965 se acaba definitivamente con estas actividades
contrarrevolucionarias.
A finales de 1960, el capitalismo se ha eliminado prácticamente en
Cuba. Se han nacionalizado las empresas más importantes, los
conservadores y anticomunistas ya no forman parte del gobierno, se crean
varias organizaciones de masas y se establece un principio de alianza con
la Unión Soviética y los países del Este. El poder político se ha
consolidado y se ha eliminado a las fuerzas reaccionarias. La importante
confrontación ideológica no ha llevado a una división o a un
debilitamiento de la revolución. El apoyo de la población es enorme. Se
han establecido las bases para la fase siguiente: la profundización de la
revolución y la construcción del socialismo:

El programa del Moncada se había cumplido en lo esencial y la


Revolución Cubana, en medio de épica lucha antiimperialista, pasaba
a la etapa socialista[17].

Nacimiento y desarrollo del


socialismo (1961-1975)

Desarrollo interno

El contexto en el que Cuba debe desarrollar el socialismo está lejos de


ser evidente: falta de experiencia de los dirigentes, ausencia de un partido
político, permanente agresión de una superpotencia vecina, desarrollo
económico y posición débiles en el mercado mundial, pocas materias
primas, víctima de un bloqueo económico y una integración por necesidad
y acelerada en un marcado nuevo, el de los países socialistas.
Las necesidades sociales constituyen la prioridad absoluta. El año 1961
es el de la alfabetización. En un año se alfabetiza a toda la población, algo
que nunca se había hecho en un país del tercer mundo. El sistema sanitario
se desarrolla sistemáticamente y pronto se encuentra entre los mejores del
planeta. En 1975 el gobierno le dedica veinte veces más medios que en
1958. En el caso de la educación es once veces más. En los ámbitos de la
cultura y del deporte se hacen esfuerzos similares. Se elabora un sistema
real de seguridad social: subsidios en caso de enfermedad, invalidez y
pensión. Se hace frente al paro. Todas estas medidas y el aumento del
poder adquisitivo cuestan mucho dinero y se hacen en detrimento de las
inversiones económicas.
El desarrollo económico constituye una tarea mucho más difícil.
Inicialmente se quiere salir del monocultivo (el azúcar) para
industrializarse rápidamente. En las circunstancias de la época es un plan
demasiado ambicioso. Desde 1964 se cambia de estrategia. En adelante se
pone el acento en la agricultura y el cultivo del azúcar. En todo caso,
durante los primeros años de la revolución las leyes económicas no se
tienen suficientemente en cuenta. Hay una gran falta de experiencia y el
gobierno revolucionario es demasiado impaciente. En 1970 se concentran
todos los esfuerzos en una cosecha récord de diez millones de toneladas
de azúcar. Se moviliza al país como para una guerra. Pero el proyecto
fracasa y resulta en un duro golpe económico y político. La consecuencia
de ello es que los cubanos se alinean cada vez más con la URSS, tanto para
los métodos como para el comercio exterior. En 1972 Cuba ingresa en el
COMECON, lo que lleva tanto a unas relaciones económicas favorables
como a una asistencia tecnológica, pero al mismo tiempo mantiene la
postura dependiente y el monocultivo. Aun así, las prestaciones
económicas del periodo 1961-1975 son más que satisfactorias: hay un
crecimiento medio de más del 5%[18].
La mayoría de las revoluciones del siglo XX las ha llevado a cabo un
partido. En Cuba sucede lo contrario, la revolución es la que ha hecho al
partido. Esta situación particular será el toque de distinción de la
revolución cubana. Para constituir el partido se tienen en cuenta tres
fuerzas políticas: el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), el Directorio
Revolucionario y los comunistas (PSP). La situación es compleja y el
proceso no será simple. La composición del M-26-7 es heterogénea y las
convicciones políticas a veces son muy divergentes, lo mismo que en el
caso del Directorio, que, además, desconfía considerablemente de los
demás. El PSP, por su parte, es el único que tiene raíces marxistas-
leninistas y cuadros cualificados y experimentados. Pero durante mucho
tiempo el PSP se ha mantenido al margen de la lucha armada, ha cometido
errores graves en el pasado y tiene que hacer frente a un violento
anticomunismo, en plena Guerra Fría. Además, el acercamiento a la
URSS, con la que el PSP tiene unas relaciones privilegiadas desde hace
tiempo, complicará las cosas.
En 1961 el PSP se disuelve como partido. En diciembre, Fidel declara
en la televisión que la revolución es marxista-leninista. El comunista
Aníbal Escalante es encargado de formar una organización unitaria,
compuesta de las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas), pero
no funciona. Escalante sitúa en ellas sobre todo a miembros del antiguo
PSP. No se puede excluir que Moscú influyó en esto. En marzo de 1962
surge la confrontación. Se disuelven las ORI y se crea un partido
unificado: PURSC (Partido Unificado de la Revolución Socialista de
Cuba). El 3 de octubre de 1965 el partido adopta su nombre definitivo,
Partido Comunista de Cuba y se crea el Comité Central. Blas Roca, el
secretario del PSP, pasa el testigo a Castro. Fidel lee en esa ocasión la
carta de despedida de Che Guevara. En 1968 se produce un incidente
importante. Escalante crea en el seno del partido una fracción disidente de
personas fieles a Moscú, la Microfracción. Critican la política interna y,
sobre todo, la implicación de Cuba en las revoluciones armadas de otros
países. Escalante envía informaciones confidenciales al Kremlin e intenta
que se suspenda la ayuda económica a Cuba con el objetivo de destronar a
Fidel y de instalar un gobierno comunista «leal». Se descubre el caso y
Escalante y unas cuarenta personas son detenidas y condenadas por
conspiración.

La confrontación con Estados Unidos

Sin embargo la confrontación más importante en la década de 1960 es


con Estados Unidos. En un principio la CIA trató de minar la revolución
desde dentro a través de los grupos de guerrilla, pero no lo logró. Los
cubanos son conscientes de que no va a terminar ahí e incluso esperan una
invasión militar. El 3 de enero de 1961 Eisenhower rompe las relaciones
diplomáticas con Cuba. A finales de marzo la tensión alcanza su punto más
alto. J. F. Kennedy anuncia que Estados Unidos no respetará las cuotas de
azúcar y Washington publica un libro blanco sobre la democracia en Cuba
que debe preparar a la opinión pública para aceptar una futura invasión. El
gobierno revolucionario, por su parte, prepara mental y militarmente a la
población para este ataque militar. El 15 de abril las bases aéreas cubanas
son bombardeadas con el objetivo de aniquilar a la fuerza aérea de la isla.
Al día siguiente Fidel declara que la revolución es «socialista». El 17 de
abril, 1.200 mercenarios invaden playa Girón. Para sorpresa de todos, en
solo 72 horas se bloquea la invasión. Los prisioneros son liberados a
cambio de medicinas y comida. El aplastamiento de la invasión militar de
Estados Unidos aumenta considerablemente el prestigio de la revolución
cubana. Pero, la Casa Blanca no tiene intención de poner fin a sus intentos
subversivos. Bajo la dirección de Robert Kennedy, la CIA empieza una
campaña de desestabilización a gran escala: la operación Mangosta
(Mongoose). No se excluyen nuevas aventuras militares y desde 1962
aumenta la tensión. En primer lugar, Cuba es excluida de la Organización
de Estados Americanos en enero. El 3 de febrero, Washington decreta el
bloqueo económico total a la isla. A justo título se considera que estos
hechos son el preludio y la preparación de un ataque militar. Fidel Castro
trata entonces de obtener el apoyo de la URSS y un pacto militar con ella
para impedir una nueva invasión militar. Jrushchov en cambio prefiere
instalar misiles nucleares en la isla. El gobierno cubano acepta a
regañadientes. Cuando, en octubre de 1962, Estados Unidos lo descubre el
mundo está al borde de un conflicto nuclear. Finalmente Moscú decide
retirar los misiles sin consultar a Cuba y la crisis se apacigua. A cambio,
Washington se compromete a no invadir Cuba en el futuro. Pero
prosiguen los actos de subversión. En 1966, el presidente Johnson firma la
US-Cuban Adjustement Act. Esta ley prevé que cualquier cubano que
ponga un pie en Estados Unidos, legal o ilegalmente, reciba
automáticamente un permiso de residencia permanente. Algunos extractos
de la ley:

La situación de cualquier extranjero nativo o ciudadano cubano o


que haya sido inspeccionado y admitido o puesto en libertad bajo
palabra (parolee) en Estados Unidos después del 1 de enero de 1959 y
que haya estado presente físicamente en Estados Unidos al menos
durante un año, puede ser asimilada por el Fiscal General, a su
discreción y conforme a las regulaciones que pueda prescribir, a la
de extranjero admitido legalmente para residir permanentemente, si
el extranjero hace una solicitud de dicha regularización, y el
extranjero puede recibir un visado de inmigrante y ser admitido en
Estados Unidos para residir permanentemente[19].

Esto contrasta de manera flagrante con la manera como son tratados


los refugiados de los demás países de América Latina. Su objetivo es
fomentar la emigración ilegal de cubanos. A partir de la década de 1960 la
isla sufre múltiples misiones de infiltración, actos de sabotaje, intentos de
asesinato e incluso guerra bacteriológica con la diseminación del virus
del dengue, de la peste porcina y de otras enfermedades para destruir las
cosechas agrícolas. En el curso de estas operaciones perderán la vida
3.400 cubanos y otros muchos más resultarán heridos. En 1976, un avión
de las líneas aérea cubanas explota en pleno vuelo debido a un atentado.
Mueren todos los pasajeros. Presionados por Estados Unidos, todos los
países de América Latina, excepto México, rompen sus relaciones
diplomáticas con Cuba. Este aislamiento solo durará cinco años. A
principios de la década de 1970 se restablecen las relaciones diplomáticas
con la mayoría de estos países. En 1970, Salvador Allende es elegido
presidente de Chile. Quiere realizar el socialismo por la vía parlamentaria.
Cuba y Chile mantienen unas relaciones excelentes. En 1971 Fidel acude a
Chile para una visita de tres semanas. Llama a una alianza estratégica entre
los marxistas y los cristianos de izquierda. El gobierno estadounidense no
admite un segundo bastión rojo en su patio trasero y el 11 de septiembre
de 1973, un golpe de Estado fomentado por la CIA acaba brutalmente con
este segundo experimento socialista en América Latina.

Las relaciones con la Unión Soviética

A consecuencia del bloqueo económico, de la amenaza militar y de la


reticencia de los países occidentales presionados por Washington, Cuba no
tiene otra opción que dirigirse a la URSS para el comercio exterior y para
la compra de armas. Es una cuestión de supervivencia. Pero el
acercamiento no es entusiasta ni evidente. El anticomunismo está
profundamente anclado en Cuba y no se ha olvidado el controvertido
papel que en el pasado desempeñó el antiguo Partido Comunista, que
entonces ya era un socio leal de Moscú. Los dirigentes soviéticos, por su
parte, miran con cierta reserva la revolución cubana. Ya no se muestran
muy favorables a las revoluciones armadas en el tercer mundo y en aquel
momento Fidel todavía no se ha perfilado como un marxista. Con la
elección de J. F. Kennedy a la presidencia de Estados Unidos, el 8 de
noviembre 1960, la URSS espera mejorar sensiblemente sus relaciones
con Estados Unidos. En este contexto Cuba no debe añadir leña al fuego.
Durante su visita a Moscú, en enero de 1961, Che recibe el mensaje claro
de no emprender nada que pueda perturbar las relaciones entre ambas
superpotencias. Pero la invasión de Playa Girón acaba con las esperanzas
que se habían puesto en Kennedy. Jrushchov cambia de táctica e instala
misiles en Cuba, para retirarlos de nuevo poco tiempo después. Fidel está
furioso por la débil toma de postura de Moscú y, sobre todo, por el hecho
de que no se haya consultado a Cuba durante las negociaciones. Con el fin
de restablecer relaciones, Jrushchov, en la primavera de 1963, invita a
Fidel a una visita a la URSS que durará cinco semanas.
A pesar de que se le recibe con honores excepcionales, las tensiones
no se han limado definitivamente. El 14 de octubre de 1964, Jrushchov es
revocado y sustituido por Brézhniev. Fidel se niega a ir a felicitarle y las
relaciones continúan siendo tensas a causa de las muchas discrepancias. La
URSS rechaza sobre todo el apoyo que los cubanos brindan a las
revoluciones armadas. Cuba, por su parte, critica a la URSS por su apoyo
demasiado débil a Vietnam. La Habana también se niega a firmar el
Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, corredactado por la
URSS y considerado un complot de las superpotencias contra el tercer
mundo. La colaboración económica también suscita fricciones. Así,
Moscú se niega a aumentar la cantidad de petróleo entregado y rechaza la
propuesta de Cuba de transformar los acuerdos comerciales anuales en un
pacto trienal. En enero de 1968, Fidel declina enviar una delegación
cubana a la Conferencia de Partidos Comunistas organizada por
Brézhniev en Bucarest. Moscú responde a esta bofetada concluyendo un
acuerdo comercial menos favorable para la isla, sin olvidar la
Microfracción y su relacion con Moscú.
No obstante, en todo este periodo hay un importante punto de
concordancia que es la Primavera de Praga en agosto de 1968. Aunque
Fidel reconoce que se ha violado la soberanía de Checoslovaquia, no
considera los acontecimientos en este país una «primavera», sino una
contrarrevolución. En su opinión se justifica el envío de tropas soviéticas
para impedir que Checoslovaquia caiga en el campo del capitalismo y del
imperialismo.

Che Guevara

Fidel y Che se encuentran por primera vez en julio de 1955 en México.


Che se muestra inmediatamente de acuerdo en implicarse en la revolución
cubana con una sola condición, que después de la victoria tendrá las
manos libres para ir a hacer la revolución en su país. Los primeros años
Che ocupa puestos de primera línea: es presidente del Banco Nacional,
ministro de Industria y recorre el mundo como embajador de la
revolución cubana. Pero rápidamente elabora nuevos planes para una
nueva guerra de guerrillas. Así, a principios de 1962 emprende los
preparativos para una guerrilla en el norte de Argentina con el objetivo de
extender la lucha al conjunto del continente. El plan es descubierto, por lo
que se abandona. Su atención se fija después en Venezuela, pero tras las
elecciones presidenciales de 1963 el Partido Comunista venezolano
cambia de política y ya no apoya la lucha armada. Finalmente opta por
Bolivia, donde el Partido Comunista está dispuesto a apoyar la lucha
armada. Los preparativos pueden comenzar. Mientras tanto, Che parte
clandestinamente a África en abril de 1965 para una misión importante a
petición de los rebeldes que se encuentran en el este del Congo.
Se trata de la primera misión militar externa de la revolución cubana.
Al cabo de siete meses se abandona la operación porque no existen las
condiciones para que una guerrilla tenga éxito. Mientras tanto, nuestro
médico argentino se ha convertido en el hombre más buscado por la CIA.
Entra en la clandestinidad antes de volver a Cuba en el mayor de los
secretos. Se prepara para la guerrilla y en noviembre de 1966 está por fin
en Bolivia. Pero todo va mal desde un principio. En Bolivia hay un
enorme despliegue de tropas estadounidenses. El dirigente del Partido
Comunista de Bolivia deja de apoyar a la guerrilla y tras una traición
precoz los rebeldes son perseguidos durante meses y no tienen tiempo de
implantarse. El 8 de octubre se libra el combate final en el curso del cual
se hace prisionero a Che. Al día siguiente es ejecutado por orden de la
CIA.

Los interesados en eliminarlo y desaparecerlo no eran capaces de


comprender que su huella imborrable estaba ya en la historia y su
mirada luminosa de profeta se convertiría en un símbolo para todos
los pobres de este mundo, que son miles de millones. [...] ¡Y juntos
seguiremos luchando por un mundo mejor!¡Hasta la victoria
siempre![20]

Continúa el desarrollo del


socialismo y rectificación (1975 -
1990)

En diciembre de 1975 el Partido Comunista de Cuba celebra su primer


congreso, en el que se modifica la estrategia económica de la isla. Tras la
debacle de 1970, cuando todo se había centrado en torno a la producción
de azúcar de caña, se vuelve a dar prioridad a la industrialización. Se
toman muchas técnicas de gestión de la URSS y de los países del Este. No
es el caso para las nuevas estructuras políticas, para las que los cubanos
siguen su propio camino. Junto con el parlamento, los consejos locales
tienen que asegurar una relación muy estrecha con la gente. Las
organizaciones de masas desempeñan un papel muy importante en la
preparación de las elecciones. El proceso electoral dura meses y
participan en él decenas de miles de ciudadanos. La participación directa
de la población en el proceso de decisión es una característica del sistema
cubano. El Congreso también define el funcionamiento del Partido
Comunista y fija la estructura administrativa del país, en provincias y
municipios. Todas las medidas propuestas se transcriben en una nueva
constitución, preparada por millones de cubanos en el seno de las
organizaciones de masas y propuesta el 24 de febrero de 1976 durante un
referéndum. El nuevo parlamento elige el nuevo Consejo de Estado, a
cuya presidencia se elige a Fidel Castro.
Durante este periodo se vuelven a realizar importantes progresos en
los sectores de la enseñanza, la atención sanitaria, la seguridad social, el
deporte y la cultura. Algunos ejemplos: entre 1975 y 1989 la mortalidad
infantil descendió del 29‰ al 11‰. La esperanza de vida pasó de 70 a 74
años y la cantidad de médicos por habitante de 1 por 1.000 a 1 por 443[21].
A consecuencia de estos enormes progresos, Cuba alcanza globalmente en
el ámbito social los índices de un país medianamente rico.
Después de la dimisión de Nixon en 1974, tras el escándalo del
Watergate, se produce una tímida distensión en las relaciones con Estados
Unidos. En este periodo, las relaciones entre la URSS y Estados Unidos
están en pleno apogeo. Incluso en el Senado estadounidense se alzan voces
en favor de que se restablezcan las relaciones diplomáticas con Cuba y de
acabar con su embargo económico. En ese preciso momento, el
movimiento de liberación angoleño, el MPLA, solicita a Cuba asistencia
militar. En efecto, un mes antes de la declaración de independencia, en
octubre de 1975, el ejército sudafricano invade el país con la firme
intención de expulsar al MPLA del poder, ya que un régimen marxista en
Angola podría amenazar su control de la vecina Namibia. Es probable que
el MPLA no pueda resistir sin apoyo exterior y entonces Sudáfrica
controlará también Angola. La URSS adopta una actitud muy reservada en
el conflicto. Cuba envía 36.000 hombres que logran bloquear la invasión
de Sudáfrica. Aunque el ejército del apartheid se tiene que retirar en marzo
de 1976, el asunto no ha concluido. En 1977 estalla una rebelión en el seno
del MPLA. Nito Alves, un hombre de Moscú, trata de perpetrar un golpe
de Estado contra el dirigente Agostinho Neto. El golpe fracasa gracias a la
intervención de las tropas cubanas, que acuden a apoyar a los combatientes
leales del MPLA.
Ese mismo año, Somalia amenaza con invadir a su vecino, Etiopía.
Fidel intenta mediar para reconciliarlos, pero la guerra estalla en julio.
Cuba envía 24.000 hombres y, junto al ejército etíope, contribuye a detener
el ataque somalí, esta vez con la aprobación de la URSS. Las misiones
internacionales de la isla no se limitan, ni mucho menos, a estos dos
países. Durante los treinta primeros años de la revolución Cuba apoya a
Argelia, Ghana, Congo (Brazzaville), República Democrática del Congo,
Guinea Ecuatorial, Guinea Bissau, Zimbabue, Tanzania, Etiopía, Somalia,
Eritrea, Angola, Mozambique, Yemen del Sur, Siria, Vietnam, Nicaragua y
Granada, así como a diferentes movimientos de guerrilla en América
Latina. Ho Chi Minh da testimonio de ello:

Los cubanos, con el compañero Fidel al frente, han sido muy


solidarios con nuestro pueblo y con nuestra lucha. Los vietnamitas
jamás olvidaremos ese apoyo [22].

A través de sus muchas misiones en el mundo, Cuba adquiere una


autoridad moral excepcional en el tercer mundo y Fidel se convierte en
una de las personas más influyentes de los Países No Alineados. En 1979,
Cuba es elegida a la presidencia de este grupo y será reelegida en 2007. En
la década de 1980 Cuba emprende de nuevo una acción en Angola.
Dándose cuenta del debilitamiento de la URSS, Sudáfrica se prepara para
una ofensiva en el sur del país. El ataque se produce en noviembre de 1987
en colaboración con la UNITA, el ejército de rebeldes apoyado por la CIA.
A petición del gobierno angoleño, Cuba envía inmediatamente 50.000
soldados. Al cabo de algunas semanas de intensos combates el ejército
sudafricano es derrotado en Cuito-Cuanavale y tiene que retirarse de
Angola y después de Namibia. Esta derrota estratégica no solo constituye
una derrota militar para el ejército sudafricano, sino que también es una
derrota moral que contribuirá finalmente a lograr la supresión del
apartheid. Constituye una contribución fundamental a la liberación de
Zimbabue. En Angola combatieron en total 400.000 cubanos, de ellos
2.000 dejaron ahí su vida.
El 19 de julio de 1979, los sandinistas entran triunfalmente en
Managua, Nicaragua. Para Cuba son unos aliados bienvenidos, pero ya se
van acumulando los nubarrones. La unidad del frente revolucionario se
resquebraja rápidamente tras esta victoria. La CIA desencadena una guerra
brutal de los contras y la URSS se muestra muy reservada en este
conflicto. Aunque los cubanos les habían aconsejado llevar a cabo una
guerra de guerrilla para enfrentarse a los contras, los sandinistas optan
por establecer un gran ejército profesional, que sufre fuertes pérdidas.
Debilitados, aceptan en pleno periodo de guerra unas elecciones que
pierden por poco en 1990.
En 1979 tiene lugar una segunda revolución en la pequeña isla de
Granada. Pero también tendrá una corta vida. En 1983 surgen grandes
divergencias en el seno de la dirección del movimiento. Estados Unidos
aprovecha la confusión para desembarcar en la isla y aniquilar la
revolución.
En 1977, James Carter se convierte en presidente de Estados Unidos.
Se apaciguan las tensiones entre Washington y La Habana e incluso se
restablecen las relaciones diplomáticas: los enviados respectivos adoptan
el estatuto de «encargados de negocios». Pero las misiones militares
cubanas en Angola y Etiopía impiden una mayor distensión. En abril de
1980 estalla una nueva crisis. Elementos contrarrevolucionarios, apoyados
por Estados Unidos, fomentan la inmigración ilegal. Unos cubanos
invaden la embajada de Perú y matan al vigilante cubano. Cuando Perú se
niega a entregar a los asesinos, se eliminan las medidas de seguridad en
torno a la embajada, lo que atrae a miles de cubanos que serán
transferidos a Costa Rica por medio de un puente aéreo. Al cabo de dos
días, Cuba autoriza a abandonar el país a quien lo desee por el puerto
Mariel, cerca de La Habana. Entre los meses de abril y octubre, unos
120.000 habitantes de la isla efectúan la travesía hacia Estados Unidos. Esta
afluencia de inmigrantes va a manchar la imagen de Carter y será una de
las razones de su derrota en las siguientes elecciones presidenciales.
En 1981, Reagan llega al poder. Es un neoconservador que sigue la
línea dura contra Cuba. Basa su política respecto a la isla en el llamado
Documento de Santa Fe, de mayo de 1980, una doctrina que proclama que
la ayuda aportada por Cuba a El Salvador, Guatemala y Nicaragua
desestabiliza a toda América Latina. La solución de Washington a esta
situación es atacar su raíz: Cuba. Se intensifican las provocaciones y
agresiones contra los habitantes de la isla. En 1981, Reagan crea la Cuban
American National Foundation (CANF), una poderosa organización de
extrema derecha basada en Miami y que dispone de importantes medios
financieros. Se centra en dos objetivos: preparar atentados terroristas en
Cuba y presionar al gobierno de Estados Unidos para que endurezca su
política respecto a la isla. En 1985 se lanza Radio Martí, una emisora de la
CIA que hostiga a la población con emisiones hostiles y desestabilizantes.
Frente a esta agresión cada vez mayor, Cuba desarrolla el concepto de la
«guerra de todo el pueblo», es decir, que en caso de conflicto se
movilizará al pueblo en masa. A principios de la década de 1980 se
adiestra y organiza a un millón de cubanos. A mediados de la década de
1990 son dos millones. En 1989 es elegido presidente Bush (padre). Sigue
la línea dura de Reagan.
Brézhniev muere en 1982. Durante los dieciocho años de su período de
gobierno la URSS y Cuba no siempre estuvieron en la misma longitud de
onda en lo que concierne a la política internacional. Pero desarrollaron
unas relaciones económicas sólidas y duraderas, y Cuba pudo contar con
su apoyo militar. Su sucesor, Andropov, deja entender que en adelante la
URSS ya no está dispuesta a enviar tropas en caso de conflicto militar, lo
que confirma la débil reacción del Kremlin tras la invasión de Granada.
Todo ello estimula aún más a los cubanos a desarrollar un ejército
popular operativo.
La economía retrocede a partir de la segunda mitad de la década de
1980. La planificación no se desarrolla como se ha deseado, las
inversiones económicas no son eficaces y hay despilfarro en los ámbitos
de la energía, las materias primas y los materiales. La economía se vuelve
cada vez más tributaria de los productos importados. Pero, para esto son
indispensables las divisas fuertes, provenientes en primer lugar de la
exportación de azúcar. Ahora bien, el precio de mercado es bajo, las
cosechas padecen sequía y huracanes, y los países occidentales protegen
sus mercados de las importaciones de azúcar. Surgen graves problemas en
la balanza de pagos, lo que provoca un enorme endeudamiento y
finalmente una congelación de los créditos de los acreedores occidentales.
Cuba es entonces más tributaria que nunca de los países socialistas y esto
sera justamente el problema. A partir de 1985 Gorbachov es quien dirige
la URSS. Durante una larga conversación con Fidel en marzo de 1986 le
da a entender que en el futuro la URSS no se atendrá a los acuerdos
alcanzados. Anuncia sobre todo una disminución de las entregas a Cuba.
Se imponen una reacción y medidas internas. Para dar nuevo impulso a la
economía Fidel anuncia en abril la «Rectificación» de errores y tendencias
negativas del pasado. El objetivo es acabar con todo tipo de tendencias
burguesas y tecnócratas, con la autosatisfacción y la burocratización
excesiva. En el pasado las experiencias de la URSS y de otros países
socialistas se habían asimilado sin espíritu crítico. Las mercancías no se
producían porque fueran útiles socialmente sino porque aumentaran los
beneficios de la empresa individual. Un puesto de trabajo se consideraba
una fuente de enriquecimiento personal y no una tarea social o un
compromiso con la revolución. La rectificación quiere remediarlo
buscando un modelo específico cubano, evitando los fallos del modelo
soviético, pero sin caer tampoco en los errores de la década de 1960:

¿Y qué estamos rectificando? Estamos rectificando precisamente


todas aquellas cosas —y son muchas— que se apartaron del espíritu
revolucionario, [...] que se apartaron del espíritu de solidaridad entre
los hombres. Estamos rectificando todo tipo de chapuzas y de
mediocridades que eran precisamente la negación de las ideas del
Che, del pensamiento revolucionario del Che, del estilo del Che, del
espíritu del Che y del ejemplo del Che. [...] Partiendo de que
rectificación significa —como he dicho— buscar soluciones nuevas
a problemas viejos, rectificar muchas tendencias negativas que venían
desarrollándose; que rectificación implica hacer un uso más correcto
del sistema y los mecanismos con que contamos ahora, un sistema de
dirección y planificación de la economía[23].
Se vuelven a confirmar los objetivos socialistas y se refuerza el
partido. Se introducen unos procesos de producción más eficaces. Se
colectiviza aún más la producción y se refuerza aún más la planificación
de la economía. Se cierran los mercados libres de los campesinos. Se
intenta producir el máximo de comida en autarquía para limitar la
dependencia externa. Se hace concordar la producción y el consumo. Se
vuelve a apostar por la «fuerza moral» del pueblo con las brigadas de
trabajo y estímulos morales. Los resultados de la Rectificación son
modestos, pero su importancia se hace evidente ante lo que ocurre en el
bloque del Este a partir de la segunda mitad de la década de 1980. La vía
elegida por Gorbachov acaba llevando a la restauración del capitalismo,
al final de los regímenes socialistas vecinos y al desmantelamiento de la
URSS. Si en Cuba se hubiera dejado que las cosas siguieran igual o se
hubiera seguido la línea de Gorbachov, la revolución cubana
probablemente habría seguido la misma suerte. La Habana se dio cuenta de
ello a tiempo, se puede considerar la Rectificación como la respuesta
cubana a la Perestroika. Teniendo en cuenta la popularidad de Gorbachov
en el mundo en la década de 1980 y la enorme dependencia que la
economía cubana tenía de la URSS, la oposición a la Perestroika de La
Habana fue más que audaz.
A finales de 1988, Manuel Noriega, presidente de Panamá, es
condenado en Florida por tráfico de drogas. Hasta poco antes, Noriega era
un buen aliado de Estados Unidos. Durante años figuró entre los agentes
remunerados por la CIA. Sobre todo ayudó a Washington en la lucha
contra los sandinistas y el espionaje a Cuba, pero en la década de 1980 se
enfrió la amistad. El juicio a Noriega implica a Cuba en el caso. El
gobierno cubano lleva a cabo su propia investigación y constata que,
efectivamente, militares de alto rango y funcionarios del ministerio del
Interior están implicados en el tráfico de drogas, sobre todo por medio de
contactos con el cártel de droga colombiano de Pablo Escobar. Las
autoridades cubanas toman este caso muy en serio. Y es que si se revelara
que miembros del gobierno cubano están implicados directamente en el
tráfico de droga, Washington tendría un pretexto inmejorable para
imponer un bloqueo militar o incluso emprender una intervención.
Después de un juicio de 15 días, que el Consejo de Estado reconduce, en
julio de 1989 los cuatro sospechosos principales son condenados a pena
de muerte y otros a largas penas de cárcel. El caso es extremadamente
delicado, porque uno de los condenados a muerte es el general Arnaldo
Ochoa, un héroe de la guerra de Angola muy amado por el pueblo. Cinco
meses después, la implicación de Noriega en el tráfico de droga hacia
Estados Unidos será el pretexto para intervenir militarmente en Panamá y
secuestrar a Noriega.

El periodo especial (1990-...)

El periodo comprendido entre 1989 y 1991 es catastrófico. En


noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín y los países hermanos
socialistas se pasan uno tras otro al capitalismo. A finales de diciembre,
Estados Unidos muestra los dientes. Invade Panamá y mete en prisión a su
presidente. Se trata de la mayor operación militar desde la guerra de
Vietnam. Mueren más de mil panameños. ¿Un ensayo general antes de
invadir Cuba? En febrero de 1990, los sandinistas pierden las elecciones
en Nicaragua, al año siguiente se disloca la Unión Soviética y los militares
soviéticos abandonan la isla. Estados Unidos presiona a los antiguos
países socialistas para que rompan sus relaciones con Cuba. Se desarrolla
así un segundo bloqueo. Las consecuencias económicas son catastróficas.
En unos meses Cuba pierde a sus principales socios comerciales y se
altera todo el sistema de producción. Por encima de todo, el precio del
azúcar se derrumba en el mercado mundial. El comercio exterior
disminuye un 75% y el PIB un 35%. El poder adquisitivo de la población
desciende un 50%. La revolución cubana atraviesa un periodo
extremadamente difícil. En 1992 Fidel Castro anuncia «el Periodo Especial
en tiempos de paz». Estados Unidos espera poder dar el golpe de gracia y
refuerza el bloqueo: primero por medio de la Ley Toricelli en 1992, y
después por medio de la Ley Helms-Burton en 1996. Por medio de estas
leyes se presiona a otros países para que pongan fin a sus inversiones,
transacciones financieras y relaciones comerciales con Cuba. A
consecuencia de ello los bancos extranjeros aplican unas tasas de interés
del 15 al 25%. La Ley Helms-Burton contiene también un apartado con
medidas concretas para el desmantelamiento de la revolución, la
instalación del capitalismo y el nombramiento de un gobierno de
transición. William Safire describe perfectamente uno de los aspectos de
esta estrategia en el New York Times:

El objetivo es contribuir a que el pueblo de Cuba esté lo


suficientemente hambriento como para enfurecerse con Castro y
librarse de él[24].

A principios de la década de 1960, Cuba perdía sus relaciones


privilegiadas con Estados Unidos. Treinta años después ocurre lo mismo
con los países socialistas. Ningún país ha conocido conmociones tan
profundas y brutales en sus relaciones económicas y políticas. Pocas
sociedades son capaces de sobrevivir a semejante catástrofe económica.
Según las estadísticas, Cuba debía esperar revueltas masivas y una guerra
civil, como en Argelia en la década de 1980, o en Albania, Rusia y las
repúblicas de Asia Central en la de 1990. En general, aquellos regímenes
que se enfrentan a un grave hundimiento económico solo pueden mantener
la cabeza fuera del agua recurriendo a una represión militar, como fue el
caso de Chile y Argentina. A principios de la década de 1990 la mayoría
de los observadores anuncian un fin precipitado de la revolución cubana.
En Miami preparan las maletas y la Fundación Nacional Cubano
Americana (FNCA), de tendencia de extrema derecha, habla ya de la
«transición democrática» tras la caída de Fidel. Sin embargo los cubanos
no opinan lo mismo. Los habitantes de la isla pasan un periodo muy
difícil, pero la mayoría sigue apoyando al gobierno [25].
En octubre de 1991, el Partido Comunista de Cuba organiza su IV
Congreso. Se imponen unas medidas económicas draconianas por lo que
es necesario aumentar más la participación del pueblo en la toma de
decisiones. Para ello se modifica la Constitución: a partir de ahora la
población elegirá directamente a los representantes de los consejos
provinciales y del parlamento nacional. Se instauran también los
parlamentos obreros para presentar las medidas económicas planeadas y
discutir sobre ellas en los centros de trabajo y en los barrios. Se
celebrarán unas 80.000 sesiones para dar luz verde a una serie de medidas
económicas: desarrollo acelerado del turismo, creación de condiciones
favorables para los inversores extranjeros, legalización de la posesión de
dólares, reforma profunda de la agricultura... En otras partes del mundo
una crisis económica grave va sistemáticamente acompañada de una
inmensa regresión social. No es el caso en Cuba. Entre 1989 y 1999 la
mortalidad infantil disminuye todavía de 11‰ a 6,4‰. La esperanza de
vida aumenta de 74 a 75 años. La cantidad de médicos evoluciona de 1
para 443 habitantes a 1 para 175[26].
Durante el verano de 1994 la crisis económica llega a su punto
culminante. El valor de la moneda nacional se vuelve insosteniblemente
bajo respecto al dólar y se degradan enormemente las condiciones de vida
del cubano medio. El 4 de agosto se desvía un barco en La Habana hacia
Estados Unidos. Un policía es asesinado. En Miami los piratas son
acogidos como héroes. Al día siguiente, las emisoras de radio de Estados
Unidos emiten noticias falsas y estallan disturbios en algunas calles de La
Habana. Inmediatamente hay una contramanifestación de varios decenas de
miles de personas con Fidel a la cabeza. Los provocadores se retiran. El 8
de agosto se secuestra otro barco, se asesina a otro policía y se vuelve a
recibir triunfalmente a los secuestradores en Miami. Cuba decide entonces
no seguir reteniendo a las personas que deseen abandonar la isla. Parten
30.000 cubanos en balsas. En cuanto el presidente Clinton cierra las
fronteras, se detiene inmediatamente el flujo de los «balseros», como se
les denomina. La mayoría de los balseros son entonces deportados a
Guantánamo, una base militar de Estados Unidos en Cuba.
Desde finales de 1994 la economía cubana se va recuperando
progresivamente. Las reformas económicas empiezan a dar resultados.
Pero como permiten suponer los hechos mencionados, la revolución
cubana no sale intacta de esta situación . Algunas medidas penosas y varias
dificultades engendradas por la crisis económica debilitan el tejido social.
Para muchos cubanos las condiciones de vida se han deteriorado
sensiblemente en relación con la década de 1980: raciones demasiado
limitadas, falta de productos higiénicos y de zapatos, fuerte reducción de
los transportes públicos, penuria de energía. El desarrollo acelerado del
turismo lleva, sin duda en los primeros años, a una especie de «apartheid»
en el consumo. En el momento en el que el cubano medio ve disminuir su
nivel de vida, se construye bajo sus ojos una infraestructura de lujo, de la
que no puede disfrutar. Se crea un abismo entre los cubanos que tienen
dólares (porque tienen familia en Estados Unidos o porque trabajan en el
sector del turismo) y los que no los tienen.
Este abismo trastoca la pirámide social. Un médico o un profesor
pueden ganar entonces varias veces su sueldo en el sector turístico o aún
mucho más si hace la travesía hasta Estados Unidos. Es un pequeño
milagro que las escuelas y los hospitales sigan funcionando en tales
circunstancias. En los sectores que carecen de dólares la motivación para
el trabajo es baja y la corrupción alta. Muchos cubanos recurren a
actividades ilegales para obtener dólares. Aparece una capa de nuevos
ricos que no tiene nada que ver con la política socialista. A raíz de varias
reformas (atraer capitales extranjeros, desarrollo del turismo,
autorización de la posesión de dólares) se manifiesta lógicamente una
confusión político-ideológica en muchos cubanos. Tras la caída del
socialismo en los países de la Europa Oriental y Central es comprensible
que haya dudas respecto al futuro del socialismo en Cuba. Algunas
iglesias se aprovechan de las circunstancias difíciles para aumentar su
influencia.

Estos cambios [las reformas introducidas] fueron inevitables y


tenemos que hacer algunos más que promoverán el individualismo,
el egoísmo, harán más importante el valor del dinero, [ellos] tienen
efectos alienantes. Queremos continuar lo que empezamos durante la
Rectificación[27].
A partir de finales de 1995, aviones pequeños de una organización
contrarrevolucionaria penetran regularmente en el espacio aéreo cubano
para arrojar octavillas sobre La Habana. Tras una veintena de
provocaciones, el gobierno cubano advierte que no tolerará más vuelos
sobre su territorio. Así, el 24 de febrero de 1996 se derriban dos
avionetas. Este incidente sirve de pretexto para aprobar la famosa Ley
Helms-Burton. Dadas las implicaciones negativas de la ley para las
sociedades multinacionales europeas, la Unión Europea presenta una
denuncia formal. Pero poco después no solo retira la denuncia sino que a
finales de año aprueba una ‘Posición Común’ desfavorable a Cuba. Incluye
sobre todo la búsqueda de una «transición hacia una democracia
pluralista», una «apertura económica», la intensificación del diálogo con
los grupos de la oposición cubana, el refuerzo de las ONG independientes
y las iglesias por medio del canal de la ayuda humanitaria. En resumen,
los mismos objetivos que la Ley Helms-Burton, pero formulados más
insidiosamente y sin la presión económica directa.
En enero de 1997, el presidente Clinton aprueba un plan que promete
de 4.000 a 8.000 millones de dólares para la transición al capitalismo.
Entre los meses de abril y septiembre tienen lugar una serie de atentados
con bomba en hoteles de La Habana y Varadero, centro neurálgico del
turismo cubano. Un turista italiano es asesinado en ellos. La mafia de
Miami constata con amargura que la economía cubana se recupera gracias
al turismo y quiere impedirlo a cualquier precio. Para desbaratar otros
atentados, agentes cubanos se infiltran en las redes terroristas de Miami
con el fin de tratar de obtener el máximo de información. En septiembre
de 1998 cinco de ellos son descubiertos y detenidos. Tras un juicio
político son condenados a unas penas increíblemente altas.
En enero de 1998 el papa Juan Pablo II hace una visita histórica a Cuba.
Los oponentes a la revolución esperan que su influencia tenga un efecto
desestabilizador, como fue el caso de Polonia en la década de 1980. Pero
ocurre lo contrario. El viaje del papa se convierte en una victoria moral y
saca a Cuba de su aislamiento diplomático. Un año después, Cuba obtiene
su segundo éxito diplomático. En 1999, la Cumbre Ibero-Americana se
celebra en La Habana, con la asistencia del rey Juan Carlos de España. La
Cumbre condena explícitamente la Ley Helms-Burton y apela a Estados
Unidos a levantar el bloqueo, lo mismo que había hecho el papa un año
antes. También hay otras buenas noticias. En 1998, Hugo Chávez es
elegido presidente de Venezuela y empieza una estrecha colaboración
entre ambos países.
En noviembre de 1999, Elián González es embarcado por su madre en
una travesía ilegal a Estados Unidos sin que su padre lo sepa. Pero el
barquito naufraga y mueren la mayoría de los pasajeros. Elián es uno de
los pocos supervivientes. Solo tiene cinco años y es confiado a la familia
de su madre en Miami. Apoyada por la mafia, esta se niega a entregar al
niño a su padre, lo que provoca una oleada de indignación en Cuba.
Cientos de miles de cubanos salen espontáneamente a las calles, varios
artistas ofrecen conciertos solidarios. Todos los intentos de corromper al
padre fracasan y finalmente, en junio de 2000, el niño puede volver a
Cuba. Estos acontecimientos y las movilizaciones espontáneas en las calles
son el inicio de la llamada «Batalla de Ideas». Se trata de una serie de unos
200 programas destinados a mejorar las condiciones sociales y a
aumentar la conciencia política y cultural. También es una respuesta al
malestar social causado por la profunda crisis económica de principios de
la década de 1990. Algunos ejemplos: 30.000 asistentes sociales siguen una
formación acelerada para descubrir las necesidades sociales ocultas y
aportar soluciones; se reduce a la mitad la cantidad de alumnos por clase
en la enseñanza primaria; se ofrecen clases universitarias a nivel
municipal, incluso a las personas que trabajan; hay programas especiales
para las personas mayores de 50 años, etcétera.
En 2002 se pone fin a la prioridad de la producción de azúcar. La
rentabilidad de este sector se ha deteriorado enormemente a causa de los
bajos precios y de la falta de inversiones. Se elaboran importantes
programas de reconversión para reciclar a los obreros hacia otros
sectores, sobre todo el del turismo.
En septiembre, James Cason es nombrado encargado de negocios de
Estados Unidos en Cuba. Proviene de un entorno próximo a Bush y había
estado implicado en la sangrienta guerra de los contras en Nicaragua y en
el Irangate. Se trata, pues, de un verdadero halcón. Su misión es reunir y
organizar a la oposición política cubana, totalmente dividida y
fraccionada. Recorre el país durante meses en busca de «disidentes».
Dispone de un presupuesto de varios millones de dólares que deben
permitirle comprar un pequeño ejército de «oponentes». Asiste
personalmente a la creación de un nuevo partido de la oposición y
organiza varias reuniones tanto en su oficina como en su domicilio para
lograr su objetivo. Estas personas se declaran «disidentes», pero en
realidad son agentes al servicio de una superpotencia extranjera y
enemiga. Cason les apoya financieramente y les promete protección
personal. En mayo de 2003 se detiene y juzga a 75 de ellos. Mientras tanto,
Estados Unidos ha emprendido la invasión de Irak. La euforia de la guerra
se propaga a Cuba. Hans Hertell, embajador de Estados Unidos en la
República Dominicana, afirma que los acontecimientos en Irak
«constituyen una señal positiva y al mismo tiempo un buen ejemplo para
Cuba, donde la semana pasada el régimen de Fidel Castro ordenó arrestar
a más de 80 ciudadanos, solo por sus opiniones»[28]. Jeb Bush, hermano
del presidente, también utiliza palabras amenazadoras y dice que, después
de Irak, Cuba bien podría ser el siguiente objetivo:

Tras el éxito de la guerra en Irak, Estados Unidos debe volver la


mirada al vecindario y presionar a la comunidad internacional para
que el régimen cubano no pueda continuar. Debemos explicar a
nuestros hermanos de Latinoamérica y otros lugares que no se puede
mantener un régimen que falta el respeto totalmente a los derechos
humanos[29].

La detención de los 75 «disidentes» no es un hecho aislado. Tras el 11


de septiembre de 2001 cada vez se elevan más voces en Estados Unidos
para que ataque Cuba. En la primavera de 2003, grupos paramilitares se
entrenan públicamente en Florida con armamento pesado con vistas a una
potencial invasión. Estados Unidos fomenta una nueva crisis de
emigración. Después del secuestro de un avión se pone en libertad a los
secuestradores, al llegar a Miami. Es una invitación a seguir el ejemplo.
Entre el 19 de marzo y el 10 de abril hay al menos 29 secuestros o intentos
de secuestro. Se amenaza de muerte a dos turistas franceses durante el
secuestro de un barco. Kevin Whitaker, jefe de la oficina cubana del
Departamento de Estado de Estados Unidos, declara que todas estas tomas
de rehenes se deben considerar una seria amenaza para la seguridad
nacional de Estados Unidos. Esta situación puede llevar a un bloqueo
militar total, lo que se traducirá inmediatamente en una confrontación
militar. Las autoridades cubanas quieren poner fin definitivamente a esta
oleada de secuestros. Los secuestradores del último secuestro de un barco
reciben unas duras condenas y tres de ellos son ejecutados. Aunque se
detienen los secuestros, las penas de muerte y el encarcelamiento de
«disidentes» provocan protestas en todo el mundo y dañan la imagen de
Cuba.
Aparentemente, Chávez lanzó una tendencia en 1998. A principios del
siglo XXI se constata un cambio en América Latina. Después de
veinticinco años de dominio neoliberal, un nuevo viento de izquierda
recorre el continente. En la mayoría de los países se elige presidente a
candidatos de izquierda o de centro izquierda. Esto debilita la postura de
Estados Unidos y refuerza la de Cuba. La colaboración entre Cuba y
Venezuela es cada vez más fuerte. Cuba proporciona médicos a cambio de
petróleo barato e importantes inversiones. Nuevos capitales llegan
también de Brasil, China y Canadá. En 2004 se constituye la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Este acuerdo
de cooperación es la contrapartida del ALCA, el acuerdo de libre
comercio que Estados Unidos quiere imponer a América Latina. Cuba y
Venezuela son los primeros miembros del ALBA y a continuación se
sumarán Bolivia, Nicaragua y Dominica, Honduras, Ecuador, Santa Lucía,
Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Grenada y San
Cristóbal y Nieves, Dominica. Cuba realiza más que nunca misiones
internacionales. En 2006 hay 30.000 médicos activos en 70 países y un
millón de personas ciegas o con visión parcial recuperan la vista en 26
países en el marco de la Operación Milagro. Del mismo modo, 25.000
estudiantes procedentes de 120 países estudian gratuitamente en las
universidades cubanas.
Después de quince años de Periodo Especial, la economía está
prácticamente recuperada del terrible golpe sufrido a principios de la
década de 1990. Las circunstancias económicas son más favorables y llega
el momento de afrontar algunos graves problemas estructurales. A finales
de 2005 Fidel emprende un ataque frontal a la corrupción generalizada.
Así, por ejemplo, apela a jóvenes asistentes sociales para luchar contra el
fraude en las estaciones de servicio. En verano de 2007 Raúl denuncia la
falta de eficacia en el sector de la producción alimentaria, entre otros. Es
el punto de partida de una gran encuesta en el seno de la población, como
al principio del Periodo Especial con los Parlamentos Obreros. A
principios de marzo se termina la encuesta y se emprenden una serie de
reformas. Mientras tanto Fidel cae gravemente enfermo y se retira de la
vida pública. Los discursos de antaño son reemplazados por unas
Reflexiones (unos boletines escritos). En febrero de 2008 anuncia que ya
no será candidato a la presidencia. El Parlamento elige a Raúl para
sucederlo.
En otoño de ese año tres huracanes azotan Cuba y provocan una
destrucción nunca vista en la isla. Los daños ascienden a una quinta parte
del PIB, mientras que los efectos de la crisis mundial ya se hacen sentir
fuertemente. A principios de 2009 se readmite a Cuba en el seno de la
Organización de Estados Americanos durante la Cumbre de Honduras.
Fidel vuelve a aparecer en público en el verano de 2010.
Bajo la cobertura de una organización humanitaria Estados Unidos
instala Zunzuneo, una versión cubana de Twitter, con la esperanza de
provocar una «primavera cubana». La iniciativa fracasa y en 2012 es
desmantelada. Dos años después Associated Press lo da a conocer.
En 2011, el Partido Comunista organiza su sexto Congreso, sobre el
carácter del Estado y la reestructuración de la economía. Se consulta
ampliamente a la población durante los trabajos preparatorios. El
Congreso aprueba una serie de reformas y de directrices económicas:
flexibilización del trabajo por cuenta propia, el usufructo se pone a
disposición de los propietarios de tierra, mercado libre para la vivienda y
los coches, atracción de las inversiones extranjeras, autorización del
crédito, etc. En enero de 2012 una importante conferencia del Partido
estudia el funcionamiento interno.
Estados Unidos está cada vez más aislado en América Latina. En
diciembre de 2001 se funda la Comunidad de Estados Latinoméricanos y
Caribeños, la CELAC. Por primera vez en la historia ve la luz un órgano
regional que comprende a todos los países del bloque de las Américas, a
excepción de Estados Unidos y Canadá. En 2013 Cuba accede a la
presidencia de este órgano y con ello llega definitivamente a su fin el
aislamiento de Cuba en América Latina. Es altamente simbólico que en la
cumbre en Costa Rica de febrero 2015 la CELAC exige el fin del bloqueo
estadounidense contra Cuba.
En marzo de 2012 el papa Benedicto XVI visita Cuba. Entre otras
personas se entrevista con Fidel Castro. A finales de este año La Habana
suaviza las condiciones para viajar al extranjero. A partir de entonces los
cubanos pueden viajar al extranjero sin restricción, con la única condición
de que el Estado al que desean viajar les conceda un visado.
En el mes de febrero de 2013 Raúl Castro es reelegido presidente. En
esta ocasión anuncia que será su último mandato. Miguel Díaz-Canel
(1960) es elegido vicepresidente del Consejo de Estado y rápidamente se
le considera el sucesor de Raúl. En abril se concede por fin permiso a
René González, uno de los Cinco Cubanos, para volver a Cuba con el fin
de asistir al entierro de su padre. A finales de mayo se le autoriza a volver
definitivamente a Cuba. En febrero 2014 se le une su compañero Fernando
González, que también ha cumplido íntegramente su condena. Así pues,
vuelve a casa después de más de 15 años de encierro injusto.
En 2014 el gobierno cubano establece una Zona Económica Especial
justo al lado del nuevo puerto de Mariel, a 50 kilómetros de La Habana. El
puerto debe servir como importante centro para el Caribe y el golfo de
México. El parlamento aprueba también una ley para atraer la inversión
extranjera.
A finales de 2014 Raúl Castro y Barak Obama llegan a un acuerdo
histórico. Se normalizarán las relaciones económicas y diplomáticas entre
ambos países. Se libera a los tres compañeros de los Cinco Cubanos que
todavía estaban en la cárcel a cambio de dos agentes estadounidenses
encarcelados en Cuba.
En abril de 2015, Raúl Castro viaja a Panamá para asistir a la Cumbre
de las Américas, donde se reúne con el presidente Obama. Esto pone fin a
cincuenta y tres años de exclusión de Cuba de la Organización de Estados
Americanos (OEA). En marzo de 2016 el presidente Obama realiza una
histórica visita a Cuba. Esta visita representa un momento histórico en el
deshielo entre los dos países, pero el bloqueo se mantiene y Estados
Unidos mantiene la base militar en Guantánamo. Poco después la Unión
Europea normaliza sus relaciones con Cuba y elimina la Posición común.
En abril de este año el Partido Comunista de Cuba celebra su séptimo
congreso. Las reformas y actualizaciones de la economía, impulsadas
desde el sexto congreso, se ratifican. Será el último congreso presidido
por el liderazgo histórico de la revolución.
Notas

[1] Guevara, Ernesto (1970): Obras escogidas 1957-1967, tomo 1, La

Habana, p. 583. <<

[2] Martí, José (1981): Obras escogidas, volumen III, La Habana, p.

369. <<

[3]
(https://archive.org/stream/CubaAtACrossroadsTheNewAmericanStrategy/28476866-
Cuba-at-a-Crossroads-the-New-American-Strategy_djvu.txt). <<

[4] Citado en Gott, Richard (2004): Cuba. A New History, New Haven,

p. 58. <<

[5] Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, 15 de marzo de 1978

(http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1978/esp/f150378e.html). La
mayoría de los discursos de Fidel se encuentran en la página web
(http://www.cuba.cu/gobierno/discursos). En ese caso, utilizamos la
referencia Discurso, seguida de la fecha. <<
[6] Martí, José: op. cit., p. 576. <<

[7] (https://www.ecured.cu/Enmienda_Platt). <<

[8] Citado en Gómez García, Humberto (2004): Cuba. Génesis del


Socialismo. Historia Contemporánea de Cuba 1895-1944. Del
Colonialismo Español al Imperialismo Norteamericano, Caracas, p. 76. <<

[9] Citado en ibid., p. 195. <<

[10] Discurso, 23 enero de 1959. <<

[11] Raby, Diana (2006): Democracy and Revolution. Latin America and

Socialism Today, Londres, p. 82. <<

[12] Castro, Fidel: citado en Isidrón del Valle, Aldro (ed.) (2001): Antes

del Moncada, La Habana, p. 113. <<

[13] The New York Times, 24 de febrero de 1957. <<

[14] Bourne, P. (1986): Fidel: A Biography of Fidel Castro, Nueva York,

p. 168. <<
[15] Szulc, T. (1986): Fidel: A Critical Portrait, Nueva York, p. 483. <<

[16] Cada persona tiene derecho a 402 hectáreas. <<

[17]
Informe del Comité Central del PCC al Primer Congreso, La
Habana, 1978, p. 44. <<

[18] Calculado sobre la base de Silva León, A. (2003): Breve historia de

la revolución cubana, La Habana, p. 42; Herrera, R. (2006): Cuba


révolutionnaire, tomo 2, «Économie et planification», París, p. 31. <<

[19] (http://www.ecured.cu/index.php/Ley_de_Ajuste_Cubano). <<

[20] Discurso, 17 de octubre de 1997, a propósito de la inhumación de

los restos de Che y de sus camaradas de la guerrilla boliviana. <<

[21] Silva León, A.: op. cit., pp. 79 y 134. <<

[22] Citado en Báez L. (ed.) (2006): Absuelto por la historia, La Habana,

p. 134. <<

[23] Discurso, 8 de octubre de 1987. <<


[24] Citado en J. Blanco en Green Left, agosto de 1994. <<

[25] Unos sondeos independientes muestra que más de tres cuartas


partes de la población sigue apoyando al gobierno. <<

[26] Silva León, A.: op. cit., p. 134. <<

[27] Castro, Fidel: Granma, 8 de diciembre de 1993. <<

[28] El Expresso, 13 de abril de 2003. <<

[29] (http://www.jornada.unam.mx/2003/04/12/004n1mun.php?
origen=mundo.html), (http://www.nowaroncuba.org/Commentary.htm). <<
Fidel, el estratega

Cada revolucionario debe proponerse todos los objetivos posibles en la


correlación de fuerzas y en las circunstancias en las que actúa[1]
Crear las condiciones

Seamos realistas y hagamos lo imposible.


Che Guevara

Fidel estaba fascinado por las revoluciones de la historia del mundo: la


francesa, la mexicana, la china, etc. Estudiaba todas estas revueltas hasta en
sus menores detalles y trataba de obtener lecciones de ellas para Cuba.
Para forjar «su» revolución tomó prestadas gran parte de las idea de
Lenin, el artífice de la Revolución de Octubre. Según el fundador de la
Unión Soviética, solo se puede hablar de una «situación revolucionaria»
cuando se cumplen las tres siguientes condiciones:

1. a las clases en el poder les resulta imposible mantener su dominio, en


otras palabras, hay una crisis política;
2. aumentan fuertemente la miseria y pobreza de las clases oprimidas;
3. hay una resistencia cada vez mayor de las masas[2]. Lenin los
describió como condiciones objetivas.

¿Cuál era la situación de Cuba en la década de 1950? Las condiciones


de vida de la población eran lamentables, sobre todo en el campo. Una
cuarta parte de la población activa estaba en paro y la misma proporción
era analfabeta. En la zona rural esta cifra ascendía al 45%. Solo un 15% de
la población rural disponía de agua corriente y más de un tercio estaba
afectada por parásitos y enfermedades, las vacunas entonces eran
prácticamente inexistentes. Menos de un 5% de los campesinos comía
regularmente carne, huevos o pan, y casi nunca había verduras[3]. En la
Sierra Maestra, donde iba a empezar la revuelta, las condiciones de vida
de los campesinos eran horribles. Estaban fuertemente explotados, a
menudo se les robaba y la policía actuaba con brutalidad. «Más le valía a
cualquiera de estos campesinos tomar un fusil y levantarse que ser
expulsado y sufrir penas y miseria»[4]. En el resto del país reinaba un
clima de protestas cada vez mayores y de desorden social, sobre todo en
las grandes ciudades. La situación estaba cada vez más polarizada y la
legitimidad de la clase política estaba en horas bajas. La clase media
urbana era demasiado poco numerosa y estaba demasiado dividida para
crear un centro político sólido. El país se volvía poco a poco
ingobernable. A finales de la década de 1940 se extendía el llamamiento a
una nueva revuelta. Batista se vio obligado a fomentar un golpe de Estado,
que perpetró el 10 de marzo de 1952. Pero esto no iba a calmar las
protestas, todo lo contrario. Los cubanos tenían una fuerte tradición de
levantamientos revolucionarios: los hubo en 1886, en 1879, en 1895 y
después en la década de 1930. El golpe de Estado no hizo sino aumentar la
aspiración a la revolución. En pocas palabras, una situación que
respondía, si no totalmente, en todo caso ampliamente a los tres criterios
de Lenin. Sin estas condiciones objetivas la revolución sería imposible.
Fidel estaba convencido de ello.

No puede haber revolución en primer lugar si no hay unas


circunstancias objetivas que, en un momento histórico dado, faciliten
y hagan posible la revolución. Es decir, que la revolución no puede
nacer de la mente de los hombres[5].

Pero no toda situación revolucionaria lleva sistemáticamente a la


revolución. También es necesario que se reúnan las condiciones
subjetivas, es decir, «la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a
cabo acciones de masa revolucionarias, suficientemente poderosas para
hacer caer al gobierno», según Lenin[6]. Las opiniones eran muy
divergentes respecto a la existencia de estas condiciones subjetivas en
Cuba en la década de 1950. El partido comunista de entonces, el PSP,
consideraba que no era el caso. Como la mayoría de los partidos
comunistas de la época, se atenía a la vía parlamentaria, a las acciones
sindicales y a las manifestaciones en la calle. A los comunistas les parecía
que el ataque fracasado al cuartel Moncada en 1953 era un «putsch»,
«aventurismo». Según ellos, todavía no era el momento de un
levantamiento armado. Fidel no compartía su opinión. Con todo, desde un
principio se daba cuenta de que la situación de partida era todo menos
favorable y que muchos factores eran desfavorables.

¿Cómo llevar a cabo la insurrección armada si la tiranía era


todopoderosa, con sus medios modernos de guerra, el apoyo de
Washington, el movimiento obrero fragmentado y su dirección
oficial en manos de gángsteres, vendida en cuerpo y alma a la clase
explotadora, los partidos de opinión democrática y liberal
desarticulados y sin guía, el Partido marxista aislado y reprimido, el
maccarthismo en pleno apogeo ideológico, el pueblo sin un arma ni
experiencia militar, las tradiciones de lucha armada distantes más de
medio siglo y casi olvidadas, el mito de que no se podía realizar una
revolución contra el aparato militar constituido, y por último la
economía con una relativa bonanza por los altos precios azucareros
de posguerra, sin que se vislumbrara todavía una crisis aguda como
la que en los años 30 de por sí arrastró a las masas desesperadas y
hambrientas a la lucha?[7]
Había muchas veces gente humilde del pueblo tan confundida por
la mentira, por la superstición, que reaccionaba contra sus propios
intereses de clase[8].

Tanto la conciencia política como el nivel organizativo eran de una


debilidad extrema. Pero a pesar de todo Fidel consideraba que se habían
reunido condiciones suficientes para «desencadenar» un proceso
revolucionario. No es necesario esperar que estén presentes «todas» las
condiciones para emprender la lucha. La lucha revolucionaria acentúa las
contradicciones y engendra ella misma nuevas condiciones.

¿Existían o no existían las condiciones objetivas para la lucha


revolucionaria? A nuestro juicio existían condiciones objetivas.
¿Existían o no existían las condiciones subjetivas? Sobre la base del
profundo repudio general que provocó el golpe del 10 de marzo y el
regreso de Batista al poder, el descontento social emanado del
régimen de explotación reinante, la pobreza y el desamparo de las
masas desposeídas, se podían crear las condiciones subjetivas para
llevar al pueblo a la revolución[9].
Un programa revolucionario ambiciosa requiere también la
formación de condiciones subjetivas para ese programa, y eso fue lo
que hicimos nosotros[10].

El Che es de la misma opinión: «La misión de los dirigentes y de los


partidos es la de crear todas las condiciones necesarias para la toma de
poder y no convertirse en nuevos espectadores de la ola revolucionaria
que va naciendo en el seno del pueblo»[11]. [N. de A.: en las tres citas la
cursiva es nuestra] Paulatinamente, a través y como consecuencia de la
lucha, las condiciones se irán creando cada vez mejor. Según Marta
Harnecker, Fidel comprendía «muy bien que la política no podía ser el
arte de lo posible —como gran parte de la izquierda lo entiende hoy—
sino el arte de construir una correlación de fuerzas social, política y
militar que permitiera transformar lo que aparecía como imposible en ese
momento en algo posible en el futuro»[12]. En todo caso, el punto de
partida de Fidel Castro da testimonio de un gran optimismo
revolucionario. Desde el principio está firmemente convencido «de que
las causas justas del hombre siempre marcharán adelante, siempre
triunfarán, no importa cuánto tarden»[13].

Hay que [...] confiar en el ser humano, a pesar de que el ser


humano no ha dado todavía muchas pruebas de ser suficientemente
sabio; le hace falta más sabiduría. Pero esta puede adquirirse[14].
Sin una gran dosis de idealismo no se puede ser revolucionario;
sin una enorme confianza en el hombre no se puede ser
revolucionario. Un escéptico no puede ser revolucionario [15].
La fe indestructible en la victoria y a continuación en la viabilidad de
construir una sociedad mejor es una característica esencial de la
revolución cubana que tiene consecuencias en la estrategia política. Toda
estrategia se basa en la evaluación de las posibilidades actuales y futuras.
Un pesimista no va a reconocer posibilidades importantes, con lo que
pasará al lado de ciertas oportunidades. Detendrá la lucha cuando las
condiciones sean desfavorables. Sin este optimismo, el Movimiento del 26
de Julio se habría disuelto en 1953, el muy reducido grupo de guerrilleros
habría abandonado las montañas al cabo de la primera semana tras la
derrota destructiva, los cubanos nunca hubieran podido resistir frente a la
supremacía militar de Estados Unidos y el bloqueo, probablemente nunca
habrían sobrevivido a la caída del muro de Berlín. «Las dificultades que
nosotros tuvimos delante fueron tan grandes, tan grandes, tan grandes, que
si no fuéramos los mayores optimistas del mundo no habríamos seguido
adelante[16]».
Este optimismo no era ingenuidad. El hecho de que no todas las
condiciones estuvieran presentes al principio era una desventaja que no se
podía menospreciar y que solo se podía superar por medio de tres hechos:

1. Utilizando de manera óptima todas las fuerzas en las que se basaba el


proceso y organizándolas lo más eficazmente posible. La revolución
solo podía triunfar y después mantenerse con el apoyo de la mayoría
de la población. Para dirigir este proceso era indispensable una
vanguardia sólida, pero a principios de la década de 1950 esta no
existía. Por consiguiente, había que crearla partiendo de cero. Esta
vanguardia debía ser lo más representativa posible. Por lo tanto, era
indispensable conseguir unir a todas las organizaciones
revolucionarias y evitar a toda costa la división que había hecho
fracasar tantas otras revoluciones en el pasado. Teniendo en cuenta la
amenaza real de una intervención militar de Estados Unidos, también
era indispensable establecer al mismo tiempo un frente lo más amplio
posible, que incluyera a partidos de la burguesía. Pero esto también
incluía el riesgo de una recuperación ulterior que había que evitar a
toda costa.
2. Aumentando lo más posible la débil conciencia política. El impacto de
los medios de comunicación, la histeria antirrevolucionaria, el
fatalismo, la fe en la democracia parlamentaria, etc., eran unas
desventajas tan importantes como la falta de organización. Había
mucho trabajo por hacer. La dirección revolucionaria creía que esta
conciencia se crearía en primer lugar a través del proceso
revolucionario. Consideraba que la lucha era un vasto proceso de
aprendizaje. Así, la dirección concedía mucha importancia a la
educación política y a la información, con los medios de
comunicación de masas.
3. Por medio de un enfoque muy prudente y táctico. Vista la muy
precaria situación de partida, una victoria rápida no era factible, ni
tampoco deseable, sobre todo con vistas a una revolución profunda.
Además, el bien implantado anticomunismo y el papel del Partido
Comunista en el pasado necesitaban un enfoque extremadamente
táctico.

Esta situación y este contexto muy difíciles dieron al proceso


revolucionario cubano, a la estrategia y a la ideología que le acompañan
una característica muy específica. Combinaba el marxismo-leninismo y
elementos surgidos de las experiencias de lucha llevadas a cabo en
América Latina, lo que creó una mezcla rica y original (capítulo 3) en la
que destaca muy particularmente la dimensión ética. Mientras que la
tradición marxista descuida esta dimensión, en la revolución cubana
desempeña un papel fundamental. El papel principal que se le concede a
las utopías e ideales en el discurso revolucionario es aún más notable.
Tratamos esto en el capítulo 4.
Los diferentes aspectos de la estrategia política cubana que abordamos
en este libro forman un conjunto indisociable. El conjunto es lo que llevó
a la victoria final. No es pertinente aislar un elemento o destacar otro. Este
es el error cometido en la década de 1960 por los movimientos
revolucionarios en Perú, Venezuela, Guatemala y Nicaragua. Acentuaban
el hecho de que no es necesario esperar a que se reúnan todas las
condiciones para emprender la lucha armada. Bastaría con iniciar la lucha
armada con un grupo pequeño de rebeldes y conquistar un territorio
pequeño, lo demás seguiría por sí mismo. Sin embargo, a esta corriente de
pensamiento se la denomina «castrismo» o incluso «guevarismo»[17]. Es
totalmente erróneo porque estos grupos olvidaban el valor que la
revolución cubana concedía al apoyo de la población, a tener en cuenta las
condiciones objetivas, a la formación de un frente lo más amplio posible,
por citar solo estos aspectos. Además, esta corriente no pasó la prueba de
la práctica.

Creer en la población y basarse


en ella

Tenemos una gran confianza en el pueblo cubano, en su capacidad


revolucionaria potencial[18].

El optimismo revolucionario se basa sobre todo en la confianza en el


potencial del pueblo. Cuando Fidel participó en 1948 en una revuelta
popular espontánea en Colombia le impresionó ver «cómo puede estallar
un pueblo oprimido»[19]. Se dio cuenta de que una masa entusiasta en la
calle puede crear un enorme clima revolucionario. En todos los casos el
apoyo y la participación del pueblo son indispensables para el éxito de una
revolución:

Cuando se vaya a definir a un revolucionario, lo primero que


habría que preguntarle es si cree o no cree en el pueblo, si cree o no
cree en las masas[20].
El apoyo del pueblo, por supuesto, es un factor decisivo. [...] Lo
que vi claro es que esa gran masa constituía el factor fundamental,
aquella masa todavía confundida, incluso, en muchos casos, con
prejuicios sobre el socialismo, sobre el comunismo, que no había
podido alcanzar una verdadera cultura política, y que era influida
desde todas direcciones, a través de todos los medios de divulgación
masiva y todos los recursos[21].
Cuando Fidel fue sometido a juicio después del fallido ataque al
cuartel Moncada, se sorprendió el fiscal que había planeado el ataque
con tan pocos hombres. Luego preguntó: «¿entonces solamente
contaba con el pueblo?» Fidel respondió afirmativamente: Sí, con el
pueblo; yo creo en el pueblo. El pueblo hubiera respondido
firmemente si llegamos a ponernos en contacto con él. Nuestro plan
consistía en tomar el Moncada e inmediatamente después propalar,
por medio de todas las emisoras de radio de la ciudad, el último
discurso de Chíbas. [...] Con todo el pueblo unido habríamos
derrocado al régimen de facto.[22]

Una vanguardia pequeña, incluso una grande, no podrá marcar la


diferencia ella sola. Fidel sabía que era imposible conquistar el poder sin
el apoyo del pueblo y la movilización de las masas. No pensaba
«conquistar el poder con diez, doce ni con cien hombres»[23]. Quería crear
progresivamente las condiciones revolucionarias, por medio de una
guerra de guerrilla, desarrollar la lucha revolucionaria hasta el punto de
que esta se transformara en lucha de masa. Entonces llegaría el momento
de tomar el poder con el apoyo del pueblo, como ocurrió finalmente.

[...] un fósforo en un pajar: ése fue el movimiento guerrillero [...].


Poco a poco la lucha se fue convirtiendo en una lucha de todo el
pueblo. Fue el pueblo, todo el pueblo, el único actor en esa lucha,
fueron las masas las que decidieron la contienda[24].

Por el mismo motivo durante los preparativos y durante la lucha


armada se dedicó mucha atención al trabajo clandestino, pero también a la
creación de un amplio movimiento de base. Las fábricas eran
fundamentales en ello y era necesario concentrar en ellas un máximo de
propaganda. El objetivo era crear una relación de fuerzas favorable para
hacer frente a las fuerzas de la represión porque «si saben que en una
fábrica hay cien o doscientos partidarios conocidos, no podrán hacer
nada»[25]. Fidel se basaba constantemente en sus compatriotas para
defender la revolución. Llamó a toda la población activa a la huelga
general el 2 de enero de 1959 con el fin de dar el golpe decisivo al
régimen de Batista e impedir un golpe de Estado. El seguimiento de la
huelga fue unánime y la revolución fue un hecho. Para la campaña de
alfabetización de 1960 se movilizó a decenas de miles de cubanos, sobre
todo jóvenes. Para eliminar a los contrarrevolucionarios apoyados por la
CIA en las montañas del Escambray ese mismo año se organizó una gran
operación con cien mil voluntarios. Además del ejército regular, hoy todo
el sistema de defensa de Cuba puede contar con dos millones de cubanos
disponibles en veinticuatro horas. Para elaborar las listas de candidatos
durante las elecciones nacionales se consulta de media a un millón y
medio de cubanos.

Y nuestra propia Revolución es un ejemplo de lo que significa la


fe en el hombre, porque nuestra propia Revolución surge de cero,
surge de la nada; no se tenía un arma, no se tenía un centavo, no eran
siquiera conocidos los hombres que empezaron aquella lucha, y
frente a todo aquel poderío, frente a los cientos de millones de pesos,
frente a las decenas de miles de soldados, porque nosotros creíamos
en el hombre, la Revolución fue posible. No solo fue posible la
victoria, fue posible enfrentarse al imperio [26].

Para Fidel basarse en el pueblo no era solo una necesidad, también era
una virtud. Creía profundamente en la fuerza revolucionaria de las masas,
aunque estuvieran manipuladas por los medios de comunicación, aunque
su formación fuera mala y estuvieran débilmente organizadas, y aunque la
represión fuera feroz. «Aquella masa estaba confundida, pero también
desesperada. Era capaz de luchar, de moverse en una dirección»[27].
Cuando fue evidente para él que solo se podía liberar a Cuba por medio de
la lucha armada, no dudó ni un segundo de las posibilidades potenciales
del pueblo cubano. Para él, «no se puede derrotar a ningún movimiento
revolucionario, a ningún movimiento guerrillero que esté apoyado por la
población campesina. A no ser, por supuesto, que los líderes militares
revolucionarios cometan errores muy graves»[28].
Es importante canalizar y organizar la profunda aspiración a una vida
mejor. Para construir el movimiento Fidel se apoyo sobre los fuertes
sentimientos patrióticos y la historia rebelde de la isla. Así logró
movilizar como joven líder estudiantil movilizar a miles de estudiantes
para traer la campana de Demajagua a los edificios de la universidad, y
evitar así que el entonces presidente abusara políticamente de ella. Carlos
de Céspedes había puesto en marcha la primera guerra de independencia
en 1868 tocando esta campana. Esta acción tuvo una fuerte repercusión en
la población. Lo mismo ocurrió cuando marines estadounidenses habían
orinado en la estatua de José Martí. Fidel organizó inmediatamente una
manifestación ante la embajada de los Estados Unidos. En la tracción y el
empuje fue derribado la bandera americana.
Los oprimidos no se rebelan, no porque no tengan dignidad, sino
porque no creen en su fuerza. Una vez que se les puede dar confianza en
sus propias capacidades, ningún arma ni ninguna superpotencia puede
sofocarlos. Entonces hay que enfrentarse a «una energía sin límite de un
pueblo liberado»[29], lo que la revolución cubana ha demostrado en varias
ocasiones.

Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa


irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y
traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la
que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido
la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía
grandes y sabías transformaciones en todos los órdenes y está
dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo e en alguien, sobre
todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de
sangre[30].

A principios de la década de 1950 Fidel Castro pensaba en los 600.000


parados, en los 500.000 trabajadores agrícolas que vivían y trabajaban en
unas condiciones miserables, en los 400.000 obreros y jornaleros
duramente explotados, en los 100.000 pequeños campesinos sin tierra, en
los 30.000 maestros y profesores con sueldos miserables, en los 20.000
pequeños comerciantes aplastados por las deudas, en los 10.000 jóvenes
que salían cada año de las escuelas, con una formación superior pero sin
futuro [31].

El proceso de aprendizaje

La Revolución es como una gran escuela, y los que van a esa


escuela pueden ser buenos alumnos o malos alumnos[32].

Fidel tiene una gran confianza en el potencial revolucionario del


pueblo a condición de que este pueblo esté formado, de que sea capaz de
defenderse y de luchar, de que tenga conciencia política. «Trincheras de
ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras»[33]. Pero sabía muy
bien que durante los primeros años la conciencia política sería confusa.
Esto era el resultado de experiencias negativas del pasado, del impacto
penetrante de los medios de comunicación, de la deficiente formación
(política) y de la poca confianza en sí mismas de amplias capas de la
población. Se estaba, además, en pleno periodo de la Guerra Fría, en
Estados Unidos reinaba la histeria de McCarthy y la mayoría de la gente
«no rebasaba el estrecho horizonte de las ideas democrático-
burguesas»[34]. Los muchos prejuicios, el fatalismo, la confianza en la
democracia parlamentaria etc., parecían indicar que el pueblo no estaba
preparado para la lucha revolucionaria que planeaba el M-26-7. Pero Fidel
le dio la vuelta a este razonamiento, sería precisamente la lucha armada la
que despertaría esta conciencia.
Es un error pensar que la conciencia [revolucionaria] debe venir
primero y después la lucha; la lucha debe venir primero e
inevitablemente detrás de la lucha vendrá la conciencia
revolucionaria con un ímpetu cada vez mayor [35].
A nosotros nos parecía que las condiciones revolucionarias había
que crearlas y había que crearlas luchando [36].

Consideraba la lucha de clases un vasto proceso de aprendizaje, una


escuela irreemplazable. La confrontación con los opresores educaría a la
gente políticamente y «barrería como castillo de naipes los vulgares
prejuicios y la ignorancia atroz en que la mantenían sometida sus
opresores»[37]. En abril de 1958 la dirección revolucionaria había
planificado una huelga general que fracasó. Seis meses después, durante la
ofensiva final, se había planificado otra huelga general que esta vez
triunfó. Mientras tanto, la guerrilla había dado unos golpes decisivos al
ejército regular, el cual parecía invencible al principio. El pueblo perdió
el miedo y creyó entonces en la victoria: «Ya era un pueblo que había
adquirido una conciencia de lucha, un pueblo cuyo espíritu de rebeldía se
había desarrollado; [...] un pueblo que se había ido orientando, que se
había ido alertando, que se había ido preparando para una revolución»[38].
La fe en la democracia parlamentaria, los muchos prejuicios contra la
revolución, la posible presencia de comunistas en el seno del nuevo
gobierno, todas las dudas se fundieron como nieve al sol en cuanto el
nuevo equipo dirigente llevó a cabo la reforma agraria, bajó
considerablemente los precios de la energía y de los alquileres, cumplió
sus promesas de atención sanitaria y educación gratuitos y realizó el pleno
empleo. Por otra parte, la cada vez mayor agresión de Estados Unidos y su
apoyo a los grupos contrarrevolucionarios contribuyeron a arraigar esta
conciencia política. En la lucha fue donde el pueblo cubano «aprendió a
conocer a sus enemigos de clase internos y externos, y en ella conoció a
sus verdaderos aliados externos e internos»[39]. Los revolucionarios
respondían a cada nueva agresión de Estados Unidos por medio de una
nueva medida revolucionaria. Así, los bombardeos de abril de 1961
tuvieron como respuesta la proclamación del carácter socialista de la
revolución.

Cada vez que nos han dado un golpe, hemos hecho avanzar la
Revolución. Es indiscutible que a cada agresión hemos respondido
con una medida revolucionaria[40].
La Revolución no tembló ni vaciló en devolver golpe por golpe a
cada medida de agresión económica de Estados Unidos,
nacionalizando una por una todas las empresas yankis propietarias de
centrales azucareras, las compañías telefónica y eléctrica,
ferrocarriles, puertos, minas, cadenas comerciales y bancos[41].

La dirección cubana logró así en muy poco tiempo poner la


revolución sobre los carriles del socialismo, sin ruptura del consenso
inicial del pueblo [42]. Esto no era evidente en el ambiente de la época.

Propaganda y medios de
comunicación

Sin propaganda, no hay movimiento de masas y sin movimiento


de masas no hay revolución posible[43].

El proceso de aprendizaje político no era un simple acontecimiento


pasivo, podía y debía ser activado. La educación política y la propaganda
eran elementos fundamentales para obtener la victoria. Esto es, entre otras
cosas, lo que Fidel había aprendido en la revuelta en Colombia en 1948.
Fue una revuelta popular espontánea, el pueblo no estaba preparado
políticamente y la rebelión no tenía un objetivo claramente definido. Por
consiguiente, fracasó rápidamente[44]. Por ello consideraba que eran muy
importantes un programa político y su amplia difusión. Cuatro años
después, en 1952, consideraba el parlamento como un trampolín para
lanzar su plataforma revolucionaria, con el objetivo de obtener el apoyo
de las masas[45]. Una vez elegido en el parlamento tenía la intención de
romper con la disciplina del partido y presentar su programa. En la cárcel
hizo todo lo posible para que se publicara su alegato de defensa, La
historia me absolverá. Escribió pacientemente su alegato con tinta
invisible (zumo de limón) y fue sacando clandestinamente en pequeñas
partes, las setenta páginas de su texto. La tarea le llevó varios meses. En
aquel momento daba una prioridad absoluta a la propaganda. La
propaganda siguió siendo una prioridad durante su exilio en México para
preparar ahí la guerrilla.

La tarea nuestra ahora de inmediato es movilizar a nuestro favor


la opinión pública; divulgar nuestras ideas y ganarnos el respaldo de
las masas del pueblo. [...] Tenemos derecho a ganarnos la fe del
pueblo, sin la cual, lo repito mil veces, no hay revolución posible[46].
La impresión y distribución de la propaganda debe estar
organizada de modo que no falle nunca. Le doy una importancia
decisiva a esto, porque los manifiestos solos, circulando por todo el
país clandestinamente, aparte de mantener la moral levantada, hacen
el trabajo de miles de activistas, convierten a cada ciudadano
entusiasta en un militante que repite los argumentos e ideas
expuestos[47].

El impacto de su propaganda aumentaba paralelamente a su


prestigio [48]. También después de la victoria Fidel seguía siendo ante todo
un pedagogo. Es infatigable en sus esfuerzos por captar a la gente para su
causa y explicársela. Testimonio de ello son sus discursos de varias horas
en los que expone los proyectos de la revolución, explica acontecimientos,
enumera los argumentos a favor y en contra de determinadas decisiones,
denuncia injusticias, admite errores, etc. A lo largo de toda su carrera
Fidel les ha dedicado miles de horas. En toda la historia ningún dirigente
de gobierno se le aproxima en esto ni de lejos. Fidel habla el lenguaje del
pueblo y los cubanos se reconocen en sus discursos. Se han convertido en
una especie de sujeto colectivo de la revolución[49]. Nunca son pesados,
son comprensibles para todos y didácticos. Contienen muchos elementos
cifrados y hechos interesantes. Ni siquiera después de la delicada
intervención médica en 2006 ha cesado su enseñanza. En vez de discursos
escribe regularmente sus «Reflexiones», un género de artículos de
actualidad sobre cuestiones nacionales e internacionales. Es indudable que
sus discursos y reflexiones han sido un factor que no hay que subestimar
en la consolidación de la revolución.
Los críticos suelen comparar sus discursos con el adoctrinamiento.
Según el diccionario, «adoctrinar» significa «enseñar o hacer aceptar
ciertas teorías bajo presión». Sin embargo, llama la atención que Fidel
precisamente siempre ha apelado a sus compatriotas a no aceptar nada sin
estar de acuerdo, sin comprenderlo. Ya en 1953 en La Historia me
absolverá Fidel dijo: «No vamos a decir cree, vamos a decir lee». Pocos
jefes de gobierno formulan este tipo de reflexión:

No se trata de adoctrinar. Podríamos suprimir esta palabra. ¿Por


qué? Porque la palabra adoctrinar parece significar que se inculca
algo a alguien, que se le atiborra el cerebro. No se trata de adoctrinar
ni de inculcar cosas al pueblo porque «es así» [...] No admitan que
nadie crea nada que no comprenda. Así se producen fanáticos, se
desarrollan inteligencias místicas, dogmáticas, fanáticas. [...] Nadie se
deje adoctrinar, nadie acepte absolutamente nada que no
comprenda[50].

Fidel descubrió muy pronto la importancia de los medios de


comunicación. Entre otras personas, aprendió de Chibás, carismático
dirigente de los Ortodoxos, el partido en el que militó inicialmente. Uno
de los soportes más importantes de la influencia política de Chibás era un
programa semanal de radio [51]. Utilizaba símbolos para resumir su
mensaje: por ejemplo, utilizaba la escoba como símbolo de barrer la
corrupción. También trabajaba con consignas enérgicas que todo el
mundo retomaba. Sin duda esto inspiró a Fidel[52]. Antes de atacar el
cuartel Moncada Fidel ya tenía experiencia en la radio. Cuando militaba
para los Ortodoxos ya tuvo dos programas de radio. En aquel momento
tenía a penas veintitrés años. Una vez preso, utilizó hábilmente «la euforia
y la estupidez» de los oficiales del ejército que lo mantenían preso. Incluso
logró contar su historia por la radio. «Y en ese mismo instante empezó la
segunda fase de la Revolución», declaró más tarde a un periodista[53].
También consiguió convertir el proceso judicial emprendido contra sus
compañeros de lucha y contra él mismo en publicidad para su causa
gracias a los reportajes de los periodistas presentes en el juicio.
Transformó la derrota militar en una clamorosa victoria política.
Una vez en la Sierra Maestra la utilización de los medios de
comunicación también fue crucial. Al cabo de unas semanas hizo una
jugada maestra al invitar a su cuartel general a Herbert Matthews,
periodista de The New York Times. En aquel momento todo el mundo
pensaba que Fidel estaba muerto y su ejército rebelde eliminado. De
pronto aparece la noticia de que no solo Fidel está vivo y en plena forma,
sino también de que «los soldados están librando un combate, que por el
momento están perdiendo, para destruir al enemigo más peligroso al que
se ha enfrentado el general Batista en su larga y azarosa carrera como
dirigente y dictador cubano»[54]. El reportaje de Matthews tuvo el efecto
de una bomba y convirtió a Fidel en una celebridad internacional. Un
detalle sabroso: ¡en aquel momento solo disponía de 18 combatientes! Más
tarde invitará regularmente a los periodistas de la televisión y de la prensa
escrita. Fidel consideraba que la guerra psicológica era cuando menos tan
importante como la guerra militar. Radio Rebelde, la emisora de la
guerrilla, desempeñó un papel importante primero en las montañas y
después en todo el territorio. La radio contradecía la propaganda del
dictador y motivaba a los rebeldes, a los campesinos de la Sierra y a la
población simpatizante. Preparó la toma de poder e impidió los saqueos y
asesinatos tras la desaparición de Batista, además de servir de canal para
lanzar la huelga general que daría el golpe de gracia al régimen. Cuando
en el verano de 1959 el presidente Urrutia provocó al Movimiento del 26
de Julio, Fidel se enfrentó a él en la radio con gran éxito. El presidente se
vio obligado a dimitir, lo que supuso un nuevo golpe para los adversarios
de la revolución.

El arte de esperar

El gran secreto del éxito, decía Martí, es saber esperar [55].

La idea de crear uno mismo las condiciones para la revolución, el


optimismo inquebrantable, la fe casi ciega en el pueblo y la convicción de
que la conciencia revolucionaria maduraría en la lucha, todo ello puede
suscitar la impresión de que la estrategia de Fidel era aventurero, que no
tenía en cuenta las circunstancias ni las relaciones de fuerza. Sin embargo,
no olviden que Fidel es ante todo un estratega.

En última instancia, una lucha revolucionaria es como una guerra


militar. Hay que establecer únicamente aquellos objetivos que son
alcanzables en un momento dado. La lucha depende de la correlación
de fuerzas, de una serie de circunstancias y cada revolucionario debe
proponerse a sí mismo todos los objetivos que son posibles en la
correlación de fuerzas y en las circunstancias en las que actúa[56].

Una revolución se debe desarrollar progresivamente, a un ritmo


adecuado y hay que «llevarla por etapas»[57] sin quemarlas. En primer
lugar, hay que tener en cuenta la propia fuerza militar y el nivel de
conciencia política del pueblo. No hay que crearse enemigos inútilmente y,
por supuesto, no hay que querer luchar contra todos a la vez. También hay
que sabe ganarse el favor de los socios, de ahí su directriz de «mucho
mano izquierda y sonrisa con todo el mundo» que había aprendido de
Martí. El optimismo revolucionario debe correr parejo con la paciencia
revolucionaria. El arte consiste en esperar el momento adecuado, en no
precipitarse. «El gran secreto del éxito es saber esperar», le había
enseñado Martí[58].
Fidel no creía que la revolución pudiera surgir de una revuelta breve y
fuerte. Quería tomarse el tiempo suficiente para forjar frentes amplios y
preparar bien al M-26-7 para los profundos cambios sociales que planeaba
hacer.

Me parece que la caída del régimen dentro de una semana sería


mucho menos fructífera que dentro de cuatro meses. [...] Siempre
bromeo con los compañeros diciéndoles que no queremos parir una
revolución sietemesina[59].
No tenemos prisa. Lucharemos todo el tiempo que sea
necesario [60].
Es indudable que una cantidad mayor de hombres capaces de
asumir después las otras tareas reciben una formación. Recordamos
nuestra experiencia: fue una experiencia relativamente breve
comparada con luchas mucho más largas que tuvieron que apoyar las
revoluciones de otros países, luchas armadas, por ejemplo, China
donde los combatientes hicieron la guerra durante más de veinte años
antes de llegar al poder [61].

Dos elementos tenían un gran peso en el proceso revolucionario y


reclamaban un enfoque prudente y paciente. El primero era una posible (y
después de la victoria muy probable) intervención militar de Estados
Unidos. Frente a esta amenaza era indispensable tanto la máxima unidad de
las fuerzas revolucionarias como un frente lo más amplio posible con
sectores de la burguesía. El segundo elemento era el del socialismo. Ya
antes del ataque al cuartel Moncada Fidel estudiaba las obras de Marx y
Lenin, y en esta época se consideraba «un joven que se encamina hacia el
marxismo y empieza a actuar como marxista»[62]. El objetivo final de la
revolución ya estaba claro: una sociedad socialista. Pero en plena Guerra
Fría era estúpido anunciarlo demasiado pronto. En aquella época las
mentalidades no estaban maduras y no era recomendable atraer la atención
de Estados Unidos sobre ello.
Ni en la época del Moncada ni cuando triunfó la Revolución
consideramos la intención de desarrollar una revolución socialista en
Cuba como una cuestión inmediata. [...] No quiero decir que no lo
soñara, que no estuviera convencido de que a largo plazo el tipo de
revolución que se debería hacer en nuestro país era el socialismo,
pero en aquella etapa no era una cuestión que se pudiera considerar
un objetivo inmediato considerando las realidades de nuestro país, el
nivel de política cultural de nuestro país, el nivel de preparación de
nuestro pueblo, las enormes dificultades objetivas que nos
hubiéramos encontrado si hubiéramos tratado de llevar adelante este
tipo de revolución[63].
Si nosotros hubiéramos lanzado en aquella época un programa
socialista, habría sido erróneo; no habríamos sido buenos
revolucionarios, incluso no habríamos sido buenos marxista-
leninistas[64].

En Cuba para alguien con una etiqueta comunista era imposible


conquistar el poder. Sí era posible conquistar el poder revolucionario
«pero no se podía hacer como Partido Comunista»[65]. El anticomunismo
estaba profundamente arraigado en la población, incluso en el seno de
fracciones del M-26-7. La campaña de McCarthy y los ataques
permanentes en la prensa, la radio y la televisión, en las películas y
revistas acabaron dando fruto. Se describía a los comunistas como
«enemigos de la humanidad». La gente ignoraba qué cosa exactamente era
el comunismo. «Había mucha gente en la masa, pordioseros que podían
ser anticomunistas, limosneros anticomunistas, gente muerta de hambre,
gente sin empleo anticomunista»[66]. Por otra parte, la menor sospecha de
socialismo habría hecho imposible un frente amplio con la burguesía. Esta
es la razón por la que Fidel evitaba cualquier referencia al socialismo. En
sus conversaciones, sus cartas, sus discursos o sus manifiestos de la época
no se encuentra ninguna alusión a la lucha de clases, al socialismo o al
marxismo. Durante la visita del célebre filósofo francés Jean-Paul Sartre a
principios de 1960, que le felicitó por la introducción del socialismo,
Fidel le pidió que no caracterizara la revolución de socialista[67].

Podría proclamar el socialismo desde la cumbre de Turquino [68],


pero no hay garantía alguna de que pudiera bajar después de la
montaña[69].
Es indudable que si cuando empezamos a tener fuerzas
hubiéramos sido conocidos por ser personas de ideas muy radicales,
la clase social que hoy nos hace la guerra nos la hubiera hecho desde
entonces y no desde que estamos en el poder [70].

Durante las décadas de 1940 y 1950, en Cuba el marxismo y el


socialismo se identificaban con el PSP, el partido comunista. Fidel no
cuadraba en esta imagen: estaba de acuerdo con el objetivo a largo plazo
de los comunistas, pero seguía una estrategia totalmente diferente para
lograrlo. Washington o Moscú nunca lo comprendieron bien y tampoco
muchos compañeros de lucha. Sin embargo, la visión estratégica diferente
no llevaba a una agitación contra los comunistas, al contrario. Era muy
amigo de los dirigentes del PSP y mantenía buenas relaciones con ellos.
Su hermano Raúl era miembro de las juventudes comunistas. En los años
que precedieron al golpe de Estado Fidel llevó a cabo regularmente
acciones conjuntas con los comunistas. Los consideraba importantes
aliados a largo plazo. Cuando en 1949 hubo un intento de apartar a los
comunistas de la universidad, Fidel los defendió públicamente[71]. Al
principio no descubría sus cartas: «Yo me decía: que lo crean. Cuanto más
crean que pueden contar con nosotros, mayor será su sorpresa»[72].
Durante prácticamente diez años ocultó el verdadero carácter de su
objetivo final hasta que la situación estuvo madura. En todo este tiempo
negó en las entrevistas tener la menor relación con el socialismo o el
marxismo. Seguía el consejo de José Martí.

Yo sabía cuál era el objetivo final. Mi programa era como una


antecámara de una revolución socialista. Para llegar al tercer piso
hay que empezar desde el bajo [Citando a Martí:] «[...] Hay cosas que
para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son,
levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el
fin»[73].

En la fase inicial de la revolución se cuidaban de destacar a los


comunistas. No se les encontraba en los puestos clave del gobierno o de la
administración. Los sentimientos anticomunistas eran tan fuertes que en
cuanto se nombraba a un funcionario comunista para desempeñar una
función sencilla, se levantaba una oleada de protestas, de gruñidos y de
intrigas. La prensa estadounidense y las agencias de prensa denunciaban
inmediatamente la presencia de comunistas[74]. Discretamente, al nivel más
alto había una intensa colaboración con ellos, entre otras cosas, durante la
preparación de la reforma agraria.
Fidel declaró el carácter socialista de la revolución el 16 de abril de
1961, el día después de los bombardeos que precedieron a la invasión de
Playa Girón[75]. Al ser una semicolonia Cuba había estado más expuesta a
la histeria anticomunista que otros países latinoamericanos. Pero la brutal
agresión militar desenmascaró la propaganda que venía de muy antiguo
«y barre en unos pocos años toda aquella lacra ideológica y toda la
inmundicia del maccarthismo y el anticomunismo»[76]. El 2 de diciembre
de ese mismo año, cuando se estaba produciendo la fusión con los
comunistas, ya no es un secreto que el marxismo-leninismo es un hilo
conductor para la revolución: «[...] eso no es, ni va a ser un secreto, ni
mucho menos»[77]. Pero incluso en ese momento todavía tiene en cuenta
los prejuicios anticomunistas y tranquiliza a la población: «que nadie
tenga miedo (si acaso hay anticomunistas en esta sala), ¡no habrá
comunismo antes de una treintena de años al menos!»[78].
Todo esto ha inducido al error a varios biógrafos y comentaristas. No
disciernen que Fidel ocultaba cuidadosamente sus propias convicciones.
Analizan las entrevistas y discursos del joven Fidel, y los consideran la
expresión de su estrategia, mientras que él la ocultaba. Muchos piensan
que Fidel se «convirtió» al marxismo-leninismo después de la victoria
para obtener así el apoyo de la Unión Soviética. Pierden de vista que desde
principios de la década de 1950 Fidel ya introducía las obras de Marx y
Lenin entre los cuadros del Movimiento [79]. No olvidemos que se formó
con los jesuitas...

La vanguardia

Cuba está llena de hombres valerosos pero hay que


encontrarlos[80].

El éxito de la revolución no es solo una cuestión de toma de


conciencia política, sino también de organización. A este respecto la
situación al principio de la década de 1950 no era la ideal. El partido más
combativo y más popular era el Partido Ortodoxo. Sobre todo la sección
de los jóvenes era muy militante y es en su seno donde Fidel estaba activo.
El problema era que la dirección de los Ortodoxos estaba aliada con los
grandes terratenientes y que seguía una política de derecha. La muerte de
su dirigente popular, Chibás, en 1951 creó incertidumbres y debilitó
mucho al partido. El Partido Ortodoxo era una escisión del Partido
Revolucionario Cubano, los «Auténticos». Este partido se basaba en la
burguesía, quería que se fuera Batista, pero no era favorable a una
revolución social.
También estaba el partido comunista (PSP). Estaba implantado sobre
todo entre los intelectuales, los estudiantes y la dirección del sindicato. El
partido envejecía y tenía menos influencia entre los trabajadores. Había
cometido graves faltas en el pasado y así había perdido mucha
credibilidad, lo que el anticomunismo de la Guerra Fría reforzaba aún
más. Los comunistas cubanos estaban aislados, «se consagraron e hicieron
mucho por los trabajadores, y tenían mucho prestigio entre ellos; pero se
veía ninguna posibilidad política en aquellas circunstancias»[81]. Pero lo
más problemático era que el PSP no creía en absoluto en la lucha armada.
Por consiguiente, los comunistas no constituían un camino para Fidel.
No veía salida con los Ortodoxos y aún menos con los Auténticos.
Finalmente no le quedaba más salida que partir de cero creando su propio
movimiento, independiente de todos lo demás, desprovisto de
oportunismo político y de fraudes. Pensaba sobre todo en los jóvenes de
las clases inferiores, muchos de los cuales eran Ortodoxos. Aunque en
aquel momento Fidel ya tenía una preparación marxista, dadas las
confusas circunstancias políticas y los prejuicios contra el comunismo no
se reclutó a los jóvenes sobre una base ideológica. Se les evaluó sobre
todo según su espíritu revolucionario y su disponibilidad para derrocar a
Batista con las armas.

Las cualidades que nosotros requeríamos de aquellos compañeros


eran en primer lugar el patriotismo, el espíritu revolucionario, la
seriedad, la honradez, la disposición a la lucha, que estuvieran de
acuerdo con los objetivos y los riesgos de la lucha[82].
Reclutamos jóvenes tratando de seleccionar entre los jóvenes que
frecuentábamos a aquellos que presentaban más seriedad, más
disposición, más vocación revolucionaria[83].

Poco después del golpe de Estado de Batista, Fidel empezó a


reclutarlos y a organizarlos en células. El objetivo era formar cuadros que
tomaran la dirección del proceso revolucionario. Este núcleo de hombres
disciplinados constituía «un valor incalculable a los efectos de la
formación de cuadros de lucha para la organización insurreccional o
cívica»[84]. Eran el catalizador que debía provocar la revolución, la
vanguardia organizada que llevaría a las masas a la victoria. En total se
formó a 1.200 reclutas, 150 de los cuales participaron en el ataque del
Moncada en 1953. Después de este ataque fallido el movimiento se llamó
«Movimiento 26 de Julio» en recuerdo de la fecha del ataque. El
movimiento estaba estructurado sobre el modelo leninista. En las células
reinaban la disciplina y la confidencialidad, lo cual era necesario debido a
la represión feroz y a la confusa situación política.

Ni puede esperarse nada de aquel que se integre por hombres


anárquicos que la primera discrepancia toman el sendero que estiman
más conveniente[85].
Debemos imponer la disciplina absoluta ahora que somos la única
vanguardia de la revolución. Quienes se unan a nosotros deberán
respetar incondicionalmente nuestras normas[86].
Los partidos revolucionarios radicales muchas veces nacen en la
clandestinidad, creados y dirigidos por muy pocas personas. Son lo
general más sólidos y pueden perdurar mucho tiempo [87].

La formación, intelectual y política, se fue convirtiendo


progresivamente en un elemento fundamental en el desarrollo del
movimiento. El ala de la cárcel en la que estaban tras el ataque de la
Moncada fue bautizada «Academia Ideológica Abel Santamaría» en
homenaje a un camarada caído en esta lucha. Según Fidel, la cárcel era
«una escuela magnífica». Se creó en ella una biblioteca con tres cientos
volúmenes y los presos recibían ahí cada día cinco horas de clase de
filosofía, historia mundial, economía política, matemáticas y lenguas[88].
En México recibían adiestramiento militar durante el día y por la noche
los futuros rebeldes se dedicaban al estudio de la literatura revolucionaria
y a las discusiones políticas. Del mismo modo, se prestaba mucha atención
a la formación de los rebeldes en la Sierra Maestra. A finales de 1957 se
habían instalado en las montañas varias escuelas pequeñas y un anfiteatro.
Después de la revolución la Escuela de Cuadros del Partido Comunista
retomó esta tarea. A día de hoy la formación, política e intelectual, sigue
siendo una prioridad fundamental.

Creo en las ideas y creo en la conciencia, en los conocimientos,


en la cultura y especialmente en la cultura política. Nosotros hemos
dedicado muchos años a crear una conciencia, y tenemos una gran fe
en la educación y la cultura, sobre todo en la cultura política[89].

Todos los ministros y los cuadros superiores del gobierno reciben


regularmente formación sobre cuestiones importantes de política interior
o exterior en la Escuela de Cuadros. Miles de cuadros y de militantes del
partido reciben en ella cada año unas semanas de formación en filosofía,
historia, economía, sociología, etc.

Unidad

Una dispersión de las fuerzas significa la muerte de la


revolución[90].

Muchos movimientos revolucionarios fracasaron a causa de las


divisiones: Portugal, Etiopía, Afganistán, Granada, El Salvador y Chile no
son sino algunos ejemplos de ello [91]. La historia de Cuba también lo
ilustra muy bien. En 1868 la lucha de independencia fracasó a causa de la
falta de unidad en la dirección. Treinta años después José Martí había
logrado unir a los revolucionarios, pero después de su muerte la
revolución se malogró porque la unidad era demasiado frágil para
oponerse a la agresión de Estados Unidos. Durante la década de 1930 las
insurrecciones revolucionarias fracasaron por falta de una dirección
unificada. La lección de la historia era nítida: no hay revolución sin
unidad. Esta es la razón por la que la lucha por la unidad era una
preocupación primordial para Fidel. Seguía así las huellas de Martí.

El Movimiento del 26 de Julio, que ha conservado intactos todas


sus fuerzas y su espíritu de lucha, proclama la necesidad de unir a
todo el pueblo, todas las armas y todos los recursos contra una
dictadura que nos está dividiendo, nos hostiga y nos asesina por
separado. Una dispersión de fuerzas significa la muerte de la
revolución, pero la unidad de todos los revolucionarios significa la
muerte para los dictadores[92].

Fidel se daba cuenta de que todo esto estaba lejos de ser evidente. Muy
pronto descubrió que «el exceso de personalismo y ambiciones de grupos
y caudillos» era un obstáculo temible. Y lo difícil que era conseguir que
una persona de valor y con talento «ponga su persona al servicio de una
causa, un vehículo, una ideología y una disciplina, despojándose de toda
vanidad o aspiración»[93]. Junto a las tendencias narcisistas también había
opiniones muy divergentes sobre el camino que había que seguir. Algunas
personas consideraban que primero había que desarrollar el Movimiento
del 26 de Julio para convertirlo en un partido político legal antes de
emprender la lucha[94]. El objetivo de otras eran acciones terroristas y una
breve revuelta en la que era primordial la eliminación física del dictador y
de militares de alto rango. Esta era la línea que siguió inicialmente el
Directorio Revolucionario, el movimiento de estudiantes radical creado
por José Antonio Echeverría[95]. De la misma manera varios oficiales de
grados inferiores apostaron todo a favor de un golpe de Estado militar [96].
En el seno del Movimiento del 26 de Julio también había muchas
discusiones. Una tendencia no excluía una colaboración con Estados
Unidos y esperaba que Washington se opusiera activamente a Batista,
mientras que para otras personas Estados Unidos era el principal enemigo.
También existían divergencias sobre el papel de las ciudades: ¿Qué peso
había que darles en el conjunto de la lucha? ¿La prioridad era la lucha en
las montañas y las ciudades como apoyo, o al contrario? ¿Había que
desarrollar una guerrilla urbana o no? ¿Había que dar prioridad a
acciones civiles y legales, como la huelga general para poner al tirano de
rodillas, o acaso la lucha decisiva se iba a desarrollar en las montañas?[97].
Un año después del golpe de Estado de 1952 y el ataque al Moncada,
Fidel había llegado a la conclusión de que dadas las circunstancias la única
salida residía en una lucha de guerrilla a partir de las montañas apoyada
por amplias capas de la población[98]. El objetivo era eliminar al ejército,
sin intervención del exterior, y apoderarse del Estado. Los hechos le
dieron la razón. Para lograr ese objetivo era necesario unificar lo más que
posible las fuerzas revolucionarias y formar sobre esta base un frente
político lo más amplio posible, incluidas las facciones de la burguesía. Lo
trataremos en el siguiente punto. Concentrémonos primero en sus
esfuerzos para unificar las fuerzas revolucionarias.
Antes de irse a México, Fidel amplió su movimiento con algunas
figuras de la lucha clandestina. En México estableció un pacto con el
Directorio Revolucionario de Echeverría. Ambas organizaciones
mantendrían su independencia pero coordinarían sus acciones. Llegó a un
acuerdo secreto con Prío, expresidente y dirigente de los Auténticos, y con
Justo Carrillo, que estaba estrechamente vinculado a la facción anti-Batista
del ejército [99]. Una vez en la Sierra, se coordinaba regularmente con
todos los protagonistas activos en ese momento. Progresivamente se
fueron integrando cada vez más movimientos y grupos. Incluso los
comunistas mantuvieron un vínculo estructural con la guerrilla a partir del
verano de 1958, lo que no gustó a algunos dirigentes del Movimiento del
26 de Julio. A principios de octubre de 1958 el Che logró reunir bajo su
mando al grupo guerrillero del Directorio Revolucionario que hasta
entonces operaba de manera independiente. Todas las tendencias políticas
importantes estaban entonces más o menos unidas, pero persistían las
divergencias y la desconfianza mutua. Al principio por ejemplo había
«graves fricciones entre los camaradas del Directorio y nosotros en la
cuestión de las armas»[100].
Tras la victoria revolucionaria y la desaparición del enemigo común
las divergencias se acentuaron. La dirección de la revolución se
encontraba ante una misión difícil. Fidel luchaba por un partido unificado
no prohibiendo los partidos y agrupamientos, sino buscando la unidad y el
consenso. Las contradicciones eran profundas. El Movimiento del 26 de
Julio disponía de pocos cuadros formados y experimentados y, por otra
parte, en él se unían muchas tendencias políticas. Era indudable que solos
no eran capaces de formar la espina dorsal de la revolución. Los
comunistas, en cambio, tenían una organización sólida y homogénea de
casi 17.000 miembros, estaban implantados en los sindicatos y contaban
entre sus filas con dirigentes avezados[101]. Pero se seguía desconfiando
mucho del PSP: durante la década de 1930 se había opuesto al efímero
gobierno revolucionario y durante la de 1940 incluso había colaborado
con Batista. El PSP se había opuesto durante mucho tiempo a la lucha
armada y, además, había extendido un miedo enorme al comunismo. Por
otra parte, entre las filas del PSP se desconfiaba mucho de los rebeldes de
las montañas. ¿Eran capaces de asumir funciones dirigentes y su línea
político-ideológica era bastante sólida? El sectarismo reinante en el seno
del PSP reforzaba aún más esta desconfianza hacia ellos. Por diversas
razones históricas, muchos partidos comunistas en el siglo XX
manifestaban una especie de psicología de lucha que les aisló fácilmente
del mundo exterior [102]. Muchos miembros del PSP daban muestra de «la
mentalidad de gueto engendrada por la discriminación, la exclusión y el
sentimiento anticomunista a que fueron sometidos durante tanto
tiempo»[103].
En todo caso, el sectarismo se convertirá en el obstáculo principal
durante la formación de un partido comunista unificado. En octubre de
1960 las secciones juveniles del PSP y del Movimiento del 26 de Julio se
fusionaron sin problemas. Un año después, en julio de 1961, se crearon las
Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Se trataba de una
fusión del Movimiento del 26 de Julio, del PSP y del Directorio
Revolucionario. Pero esto no se llevó a cabo en calma, lejos de ello. La
misión de unificación se confió a Aníbal Escalante, alto cuadro del PSP.
Trató de situar en los puesto clave a un máximo de excolegas del partido.
Su fusión casi resultaba en una suave toma de poder por parte del PSP[104].
«No estábamos promoviendo una asociación libre de revolucionarios sino
un ejército de revolucionarios domésticos o amaestrados»[105]. Esto no
solo llevaba al nepotismo y al oportunismo, sino que también implicaba el
peligro de alienación respecto a la población porque «¡no había nadie de
la masa, nadie, nadie de la masa!»[106].
Se suspendió el proyecto de fusión y se sacaron lecciones de esta
debacle. A partir de entonces una persona solo se podía convertir en
miembro del partido si era propuesta por sus compañeros de trabajo.
Según el Che, el futuro partido «estará íntimamente unido a las masas y
absorberá de ellas las grandes ideas que después se plasmarán en
directivas concretas». Según Fidel, se puede concebir el partido comunista
«como una especie de parlamento de trabajadores» constituido por «lo
que hay de mejor en el pueblo, lo que hay de mejor en la clase
obrera»[107]. Es evidente que el procedimiento por el que los candidatos
eran propuestos por la propia base ha constituido un cimiento mejor para
la unidad. El partido único nacía en octubre de 1965 con el nombre de
Partido Comunista de Cuba. Desde ese día el Partido ha constituido la
columna vertebral sólida de la revolución, el partido es «lo que le da
dirección, solidez y continuidad histórica a la Revolución»[108]. No es
casual que la Casa Blanca dé prioridad al desmantelamiento del Partido
Comunista tras el cambio de régimen[109].
Retrospectivamente la unificación de visiones muy divergentes y de
caracteres conflictivos resultó ser una auténtica proeza. ¿Cómo lo logró
Fidel? Se pueden dar varias razones. En primer lugar, los hechos jugaban
a su favor. En efecto, su estrategia resultó ser más eficaz que las de los
demás, que fracasaron total o parcialmente. La guerrilla urbana era muy
vulnerable y arriesgada, y costó la vida a muchos cuadros y militantes,
entre otras las de Frank País y José Antonio Echeverría. La única
consecuencia de los asesinatos de oficiales superiores y del ataque al
palacio presidencial fue un endurecimiento de la represión. El heroico
levantamiento urbano en Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1957, solo
duró un día y fue aplastado en sangre. El ejército podía concentrar
fácilmente sus tropas en esta rebelión aislada y fácil de sofocar.
Rápidamente se reconoció que los intentos de golpe de Estado eran una
vía sin salida. Lo que finalmente inclinó la balanza definitivamente en
favor de la lucha armada fue el fracaso de la huelga general del 9 de abril
de 1958.
Como es habitual, la práctica es el juez decisivo. Y esto no solo es
cierto para la opción estratégica, sino también para la capacidad de
organización. Un año después del golpe de Estado Fidel disponía de 1.200
hombres adiestrados, lo que era más que lo que sumaban todos los demás
grupos de oposición. Durante la lucha armada, la guerrilla en la Sierra
Maestra resultó estar mucho mejor organizada que los grupos
clandestinos en las ciudades. Según Fidel, el guerrillero se vuelve más
disciplinado y adquiere una actitud colectiva, mientras que un luchador
clandestino está más aislado y se comporta de forma más individualista.
«Yo diría que ayuda más la lucha abierta [en las montañas] a la formación
de un espíritu de confraternidad, de disciplina, de colectividad, que la
lucha clandestina [en las ciudades]»[110]. Tras el fracaso de la huelga de
abril de 1958 se fusionaron las estructuras de mando de la guerrilla
urbana y las de la Sierra Maestra, y quedaron bajo la dirección de Fidel.
Una segunda razón es la importancia de la dirección de un
movimiento. Durante el Bogotazo, la revuelta popular espontánea de 1948
en Colombia, Fidel había constatado el importante potencial
revolucionario de las masas. Si estas masas hubieran estado dirigidas por
una dirección sólida habrían conquistado el poder en unas horas. Pero
faltaba esta dirección y la rebelión degeneró en anarquía, saqueos y
masacres inútiles[111]. Para Fidel, la lección era evidente: es necesaria una
dirección sólida para prevenir la anarquía, para llevar a todo el pueblo en
la misma dirección, para coordinar las diferentes acciones, para llevar a
cabo la lucha de manera estratégica, para crear confianza en las masas, en
resumen, para constituir un movimiento capaz de vencer.

Condiciones indispensables para la creación de un verdadero


movimiento cívico: ideología, disciplina y dirección. Las tres son
esenciales, pero la dirección es básica. [...] El aparato de propaganda
y de organización debe ser tal y tan poderoso que destruya
implacablemente al que trate de crear tendencias, camarillas,
cismas[112].

La fuerza de convicción y la autoridad naturales de Fidel han


desempeñado a menudo un papel crucial en la lucha por la unidad. Una
anécdota para ilustrarlo. Unas semanas después del desembarco del
Granma la situación de los rebeldes era precaria. De los ochenta rebeldes
que habían desembarcado, solo quedaba una veintena, prácticamente sin
armas. Algunos dirigentes del Movimiento del 26 de Julio establecidos en
las ciudades acudieron al cuartel general. Habían acordado convencer a
Fidel de que se fuera al extranjero y coordinar la lucha a partir de ahí.
Corría demasiado peligro en la Sierra. Una vez llegados, Fidel les habló
con tal entusiasmo y optimismo que no se atrevieron siquiera a abordar el
tema[113]. En los momentos decisivos del proceso revolucionario el
magnetismo de Fidel fue con frecuencia crucial para mantener la unidad.
El Che habla de «su capacidad de aglutinar, de unir, oponiéndose a la
división que debilita; su capacidad de dirigir la acción del pueblo»[114].
Analistas de izquierda acentúan con razón la importancia de las relaciones
de fuerza y las condiciones materiales al explicar los acontecimientos
históricos, pero suelen subestimar el papel excepcional que pueden
desempeñar figuras carismáticas. Y este era sin duda el caso con una
personalidad como Fidel Castro.
Una tercera razón es la relación con el pueblo. Teniendo más en cuenta
las opiniones y aspiraciones de las personas concernidas se obtiene más
fácilmente un consenso. Del mismo modo, una relación con la base
impide que ciertas posturas ideológicas se vuelvan dogmáticas, lo que ha
ocurrido en la izquierda frecuentemente. En un principio Fidel no pensaba
participar en el gobierno revolucionario. Quería tomar el pulso a la
población para poder interpelar al gobierno sobre sus reivindicaciones.
En las primeras semanas después de la victoria visitó decenas de fábricas
y de barrios. Pasaba horas en compañía de los campesinos, de los obreros,
de los jóvenes y de los viejos para escuchar y oír por sí mismo sus quejas
y sus opiniones. Mientras permaneció a la cabeza del país mantuvo esta
práctica. Hasta su enfermedad se hacía aconsejar regularmente por un
grupo de cuadros compuesto esencialmente de jóvenes salidos de diversos
sectores de la sociedad. Según el Che, Fidel tenía un «extraordinario afán
de auscultar siempre la voluntad del pueblo»[115].
En 1960, Fidel decía a Alexandre Alexeiev, futuro embajador de la
Unión Soviética en Cuba: «¿Recuerda usted un artículo de Lenin en el que
manifestaba que para aplicar una nueva política o introducir nuevas ideas
es necesario persuadir a las masas, hacerlas partícipe de esas decisiones?
Eso haremos»[116]. Está claro que Fidel no es el único que consulta a la
población. Se hace de manera permanente por medio de las
organizaciones de masas, los comités de barrio, los muchos consejos y el
Partido Comunista, del que es miembro un cubano de cada siete mayor de
treinta años. En los momentos cruciales se organizan consultas
suplementarias. Así, para la elaboración de medidas económicas
draconianas durante la década de 1980 se organizaron miles de
«parlamentos obreros» en las fábricas, las empresas agrícolas y muchos
centros de trabajo. Durante más de un año millones de cubanos buscaron
un consenso. Una de las consecuencias fue que se abandonó la propuesta
del gobierno de introducir un impuesto sobre el salario a raíz de la
oposición de estos «parlamentos» y de un debate en el parlamento. Ya
había tenido lugar una consulta similar durante la redacción de la
Constitución en 1976 y en el verano de 1990, como preparación del IV
Congreso del Partido Comunista[117]. En otoño de 2007 se organizó una
consulta a la población a petición de Raúl para abordar en profundidad la
eficacia de la economía cubana. Y otra vez ocurrió en el período previo al
VI Congreso del partido en 2011.

Un frente amplio

Sabíamos que debíamos contar durante un largo período con toda


una serie de «amigos».
Che Guevara[118].

El Movimiento del 26 de Julio se enfrentaba a una lucha muy desigual.


Al principio no disponía prácticamente de medios ni podía contar con un
partido político organizado, con cuadros experimentados. Por otra parte,
en aquel momento la conciencia política era muy débil en amplias capas
de la población. La oligarquía cubana, en cambio, era poderosa y podía
contar con la ayuda de Washington. Fidel era consciente de que una
intervención militar constituía la amenaza más grave para su proyecto. En
el pasado los yankees nunca habían dudado en intervenir en América
Latina y en varias ocasiones en Cuba cuando lo pedía la elite local o
cuando consideraban amenazados sus intereses. Che Guevara lo había
vivido personalmente en Guatemala en 1954, unos meses antes de su
primer encuentro con Fidel. Una intervención militar en la isla disminuiría
fuertemente las posibilidades de una victoria y probablemente
desembocaría en una guerra civil sangrienta y larga.
Para desarrollar la fuerza de choque necesaria era imperativo unificar
a todas las fuerzas progresista, de «todos los sectores»[119].
Para impedir una injerencia militar exterior había que asociarse,
incluso, con fracciones de la burguesía. En el golpe de Estado de 1952, y
sin duda después de algunas represiones sangrientas, una parte importante
de la burguesía quería desembarazarse de Batista. Por consiguiente, era
importante convencerla de que apoyara el proyecto revolucionario.

La unidad debe ser amplia y total, sin exclusiones. Todos los que
tengan alguna vigencia o recursos [se refiere a los partidos políticos]
deben integrarse. Deben invitar a todos los sectores revolucionarios
políticos, cívicos, obreros, exmilitares, estudiantiles y de toda índole
con la excepción de los electoralistas[120].
En nuestro caso, haber empezado un programa radical en aquel
momento habría provocado que todas las fuerzas más reaccionarias,
que entonces estaban divididas, se alinearan contra la revolución.
Esto habría provocado la formación de un frente sólido entre los
imperialistas estadounidenses, Batista y las clases dirigentes. Al final,
habrían invitado a Estados Unidos a ocupar el país. [...] Además, el
grado de desarrollo de la conciencia revolucionaria del pueblo era
mucho más bajo entonces de lo que lo era cuando llegamos al poder.
En aquellos días existían muchos prejuicios en contra del
comunismo [121].

A finales de 1956 se creó el Movimiento de Resistencia Cívica con el


fin de constituir este frente amplio. Era un grupo semiclandestino de
personalidades influyentes, surgidas de las clases media y superior. No
apoyaban abiertamente el movimiento de Fidel, pero mantenían estrechos
contactos con él y estaban de acuerdo con su estrategia. Por medio de este
canal fueron entrando recursos poco a poco. Para la mayoría de los
empresarios, a la hora de eligir, los negocios van por delante de la
ideología: para salvar sus negocios la mayoría está dispuesta a «comprar»
apoyo político de quien tiene el poder o tiene muchas posibilidades de
conseguirlo, independientemente de sus opiniones ideológicas. A medida
que aumentaban las posibilidades de éxito de los rebeldes, muchos
hombres de negocios se curaron en salud. Incluso algunos de los que en el
pasado habían atacado violentamente a Fidel ahora estaban dispuestos a
apoyarle, en cuanto pareció capaz de destronar a Batista[122].
La búsqueda de un frente lo más amplio posible se refleja en los
sucesivos manifiestos que redactó Fidel y que sirvieron de plataforma
política para su proyecto. El primero fue redactado con ocasión del ataque
del Moncada en 1953. El Programa del Moncada proponía algunas
reformas radicales. Aunque no representaba una ruptura total con las
relaciones capitalistas en Cuba, la clase dirigente lo consideraba
revolucionario y peligroso: había que restaurar la Constitución de 1940;
habría una reforma agraria limitada; los obreros de las grandes empresas
industriales y los obreros agrícolas recibirían un porcentaje de los
beneficios y se confiscarían todos los bienes malversados bajo la
dictadura. También se verían afectados los intereses de Estados Unidos,
aunque el texto no mencionaba ningún ataque explícito contra Estados
Unidos. Únicamente se refería a una «estrecha solidaridad con los pueblos
democráticos del continente». No se abordaban las nacionalizaciones u
otras cuestiones revolucionarias en el dominio económico [123]. Esto no se
debía a una debilidad ideológica sino a una estrategia bien reflexionada.
Los tiempos no estaban maduros para un programa más radical.

La Historia me absolverá no es una obra clásica del marxismo, es


la expresión de un pensamiento en plena evolución, son algunas de
las ideas que llevaron a la revolución[124].
Si nosotros no hubiésemos escrito ese documento con cuidado, si
hubiese sido un programa más radical [...] el movimiento de lucha
revolucionaria contra Batista no habría tenido la magnitud que
adquirió y que hizo posible la victoria. [...] En aquel momento no
podíamos hablar de lo que hoy podemos hablar [125].

En 1955, durante el segundo aniversario del Moncada, el tono era un


poco más radical. La nacionalización del teléfono, la electricidad y el gas
constaban en el programa, al igual que un descenso general de los
alquileres, un aumento de los sueldos de los funcionarios y una profunda
reforma del sistema de impuestos[126]. Pero aquí tampoco había señal
alguna de anti-imperialismo.
Fue en México donde Fidel emprendió la constitución de un frente
amplio. Conscientemente siguió siendo bastante vago sobre el programa
revolucionario para no chocar con determinados grupos. Frank País, uno
de los dirigentes del Movimiento del 26 de Julio de Santiago, lo criticó
por ello. Pero Fidel no cedió, se negó a formular exigencias
concretas[127]. Pensaba que era demasiado pronto y que un programa más
consistente era prematuro. En determinados momentos y en determinadas
circunstancias las revoluciones radicales no deben «anunciar programas
que puedan unir a todos sus enemigos en un único frente. A lo largo de la
historia las revoluciones realistas siempre han propuesto únicamente
aquellos objetivos que son realizables»[128].
Fidel solo formuló un primer programa completo tras la
consolidación de su posición en la Sierra, durante el verano de 1957. El 12
de julio firmó el Manifiesto de la Sierra con Raúl Chibás, presidente de
los Ortodoxos, y con el expresidente conservador del Banco Nacional
Felipe Pazos. El texto era mucho más moderado que el Programa del
Moncada. En él se hablaba de un gobierno transitorio, cuyo presidente
sería elegido por las instituciones cívicas, con elecciones libres un año
más tarde. Se garantizaría la libertad de prensa, se organizarían elecciones
libres en los sindicatos y habría un modesto programa de redistribución
de tierras en barbecho a los campesinos. El elemento más importante de
este manifiesto era probablemente que el frente rechazaba cualquier forma
de intervención extranjera y cualquier junta militar después del cambio de
poder [129]. Ya no se abordaba la distribución de los beneficios a los
trabajadores ni la confiscación de bienes mal adquiridos ni la
nacionalización de la energía y del teléfono. Estos «objetivos finales»[130]
se dejaban para más tarde. Por consiguiente, se trataba de un programa
mínimo que daba una apariencia moderada al movimiento y por medio del
cual Fidel reunió tras de sí a todas las figuras importantes de la oposición,
con lo que limitó mucho los riesgos de intervención de Estados Unidos. El
Che declaró al respecto:
Nosotros sabíamos que era un programa mínimo, un programa
que limitaba nuestro esfuerzo, pero también sabíamos que no era
posible establecer nuestra voluntad desde la Sierra Maestra y que
debíamos contar durante un largo período con toda una serie de
«amigos» que trataban de utilizar nuestra fuerza militar y la gran
confianza que el pueblo ya sentía por Fidel Castro, para sus manejos
macabros y, sobre todo, para mantener el dominio del imperialismo
en Cuba a través de su burguesía importadora, ligada estrechamente a
los amos norteños[131].

Un año después se concretizaba la victoria final. La burguesía tenía


que elegir: la salida de Batista con el apoyo de la guerrilla o una
intervención de Estados Unidos[132]. Fidel consideraba que había llegado
el momento de llegar a un acuerdo con todas las fuerzas burguesas y
revolucionarias que querían desembarazarse de Batista. El 20 de julio de
1958 se creó el Frente Cívico Revolucionario. Este Frente firmó el Pacto
de Caracas, un texto que era más un acuerdo de cooperación que una
verdadera plataforma política. Se preveía un amplio gobierno de
transición, con un programa mínimo «que garantice el castigo de los
culpables, los derechos de los trabajadores, el orden, la paz, la libertad, el
cumplimiento de los compromisos internacionales y el progreso
económico, social e institucional del pueblo cubano»[133]. Comparado con
los manifiestos anteriores, el texto era aún más moderado. Y aparte de
promesas vagas, no quedaba gran cosa de las transformaciones sociales
previstas.
A la cabeza de este frente se instaló a José Miró Cardona, un abogado
de la alta burguesía. Fidel declaró al respecto: «Creo que Miró Cardona
será un bálsamo para la burguesía»[134]. Se eligió presidente a Manuel
Urrutia, un juez más bien conservador y anticomunista convencido, pero
había defendido a los asaltantes del Moncada. Por razones evidentes el
Frente reagrupaba a todos los grupos de la oposición excepto los
comunistas. Un frente tan amplio, que incluía franjas de la burguesía, era
imposible con los comunistas. Sobre todo porque Batista trataba
constantemente de vincular el Movimiento del 26 de Julio con los
comunistas, sabiendo que era el único pretexto que tenía para mantener el
apoyo de Washington. Pero el hecho de excluir al PSP de este pacto no
excluía la colaboración con ellos, todo lo contrario. En el mismo
momento de firmar el pacto una delegación del Partido Comunista se
instalaba de manera permanente en el cuartel general del ejército rebelde.
Esta relación permanente establecía así la base de una futura colaboración
estrecha y estructural[135].
En diciembre de 1958, unas semanas antes de la victoria, se formó un
gobierno de transición. Era un equipo de moderados. No participaba en él
ninguno de los dirigentes del ejército rebelde. Un tercio de los ministros
tenía una imagen conservadora y los demás sin duda eran considerados
reformadores en el extranjero, pero no revolucionarios. Sin embargo,
esto no era más que una apariencia porque en realidad varios de los
candidatos a ministro se habían radicalizado mucho a través del proceso
revolucionario.

Era necesario. Algunos de estos ministros tenían una cierta


popularidad en el país, cuando no era por sus méritos, era gracias a
la prensa, la radio o la televisión que estaban completamente en
manos de la clase social cuyos intereses ideológicos y económicos
representaban; estos medios de comunicación defendían a estos
ministros y realizaban una gran propaganda en su favor [136].

Esta composición tranquilizó suficientemente a Washington y a la elite


cubana. Los hombres de negocios estadounidenses que tenían intereses en
Cuba insistieron a su gobierno para que reconociera rápidamente el
gobierno de transición. Muchos militantes del Movimiento del 26 de Julio
no entendían por qué Fidel admitía en este gobierno a personas que no
tenían nada que ver o muy poco con la lucha revolucionaria y eran a todas
luces conservadora[137]. Fidel no se preocupó en absoluto, el poder real
«estaba en manos de los revolucionarios». Teniendo en cuenta las
relaciones de fuerza del momento, para él era el gobierno más apropiado.
Pero, ¿por qué era necesario un gobierno de transición tan moderado,
incluso conservador? Había dos razones. En primer lugar, los
revolucionarios no estaban preparados para formar el gobierno. Como
hemos visto antes, las fuerzas revolucionarias no estaban organizadas en
el seno de un único movimiento y la unidad era frágil. La oligarquía
todavía controlaba totalmente el aparato de Estado y el Movimiento del 26
de Julio solo disponía de unos pocos cuadros para formar un gobierno y
controlar la administración. «Las fuerzas en las que se basaba la
revolución eran esencialmente campesinos y obreros. Muchos camaradas
del ejército no sabían leer ni escribir»[138]. Fidel también sabía que tras el
éxito de la revolución sería inevitable el enfrentamiento con Estados
Unidos. Unos seis meses antes de la victoria final una casa fue
bombardeada y costó la vida de un combatiente. Las bombas eran de
fabricación estadounidense. Fidel escribió al respecto:

Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que


los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando
esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga
e importante: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta
que ese va a ser mi destino verdadero [139].

Con esta guerra en perspectiva, trató de reunir un máximo de fuerzas


políticas, incluso grupos y partidos que se habían opuesto a él antes y
durante la lucha armada. Habló con todas las organizaciones y todos los
partidos, incluso con los viejos partidos desacreditados que ya no tenían
poder alguno. «El principio de la unidad lo aplicamos con todas las
organizaciones. El que no se quedó con la Revolución es porque no quiso
quedarse con la Revolución, no porque no tuviera oportunidad de
permanecer en ella»[140]. Quería convencer a la mayor parte posible de la
elite, aún sabiendo que el apoyo de estos grupos y de una franja de las
clases medias iba a desaparecer rápidamente a medida que se fueran
introduciendo medidas revolucionarias. Era una elección de principio,
quería la base más amplia posible para la revolución. Pero también había
que ganar tiempo, un tiempo precioso para permitir al país resistir a una
posible invasión militar de los vecinos del norte. Para frenarla era
primordial reforzar y modernizar el ejército rebelde y eso requería
tiempo [141].

Evitar la recuperación

La revolución no puede ser la vuelta al poder de hombres


liquidados moral e históricamente, y plenamente responsables de la
situación que padecemos[142].

Fidel iba muy lejos en la formación de alianzas. Pero es importante


constatar que solo pasó a la formación de un frente más amplio una vez
consolidado su propio movimiento. Solo formaba alianzas a partir de una
posición fuerte ya que sabía muy bien que en los frentes amplios siempre
había un peligro de recuperación, de absorción o de dilución.

Cuando solo éramos 120[143] la unidad habría dado una amplia


mayoría a los elementos conservadores y reaccionarios, o a los
representantes de intereses no revolucionarios, aunque hostiles a
Batista. En esta unión solo habríamos sido una fuerza muy reducida.
Pero cuando al final de la lucha todas estas organizaciones se
convencieron de que el movimiento iba a la victoria y que se iba a
abatir la tiranía, prestaron un gran interés a la unidad y ya teníamos
una fuerza decisiva en el interior de esta. [...] Por fin era un frente
amplio pero en el que teníamos una fuerza preponderante[144].

Por otra parte, Fidel no estaba en absoluto dispuesto a sacrificar unos


principios esenciales por esta alianza. «Jamás aceptaremos el sacrificio de
ciertos principios que son cardinales en nuestro modo de concebir la
Revolución Cubana»[145]. No buscaba la unidad por la unidad, sino la
unidad que llevaba al objetivo final: la revolución. Estaba muy atento
cuando se trataba de intentos o de grupos susceptibles de poner en peligro
el proceso revolucionario o que amenazaban principios fundamentales.
Era inflexible respecto a ello.

Que no se inmiscuyan los procedimientos de mala política en el


proceso revolucionario, ni sus ambiciones pueriles, ni sus afanes de
encumbramiento personal, ni su reparto previo de botín, que en Cuba
están cayendo los hombres por algo mejor. ¡Háganse revolucionarios
los políticos, si así lo desean; pero no conviertan la revolución en
política bastada, que es mucha la sangre y muy grandes los
sacrificios de nuestro pueblo![146]

El mayor peligro en este sentido provenía sin duda de Carlos Prío


Socarrás, el expresidente destituido por Batista en 1952. Prío era un
abogado adinerado y no estaba en absoluto a favor de una convulsión
social, simplemente quería reconquistar el poder. Todavía disponía de
inmensos recursos financieros. Mientras Fidel estaba en la cárcel, Prío
estaba formando una organización militar para derrocar a Batista.
Reclutaba entre los «Moncadistas», los compañeros de lucha que habían
atacado el cuartel Moncada. Fidel se dio cuenta del peligro y aunque
entonces no disponía de medio alguno, desde la cárcel dio unas directrices
claras de no colaborar con él. «La revolución no puede ser la vuelta al
poder de hombres liquidados moral e históricamente, y plenamente
responsables de la situación que padecemos. Recordad bien que nuestras
posibilidades de triunfo se basan en la certidumbre de que el pueblo
apoyará los esfuerzos de hombres honestos y puros»[147]. El movimiento
debía mantener su independencia respecto a estas personas.
El intento más peligroso de recuperación del Movimiento del 26 de
Julio se manifestó durante el otoño de 1957. El ejército rebelde se
consolidaba y con el Manifiesto de la Sierra (12 de julio de 1957) Fidel se
había logrado unir una parte importante de la burguesía al proyecto. El 1
de noviembre, siete grupos de oposición formaron una «Junta de
Liberación» y firmaron el Pacto de Miami. Al contrario del Manifiesto de
la Sierra, este documento abría la posibilidad de una junta militar y
llamaba a incorporar el ejército rebelde en el ejército regular después de
la victoria. ¡El texto ya no mencionó en absoluto el rechazo a una posible
intervención militar de Estados Unidos! Era un descarado intento de Prío
de reunir a las fuerzas burguesas en torno a su persona y de minimizar el
papel del ejército rebelde. Fidel sabía muy bien que Prío trataba de utilizar
el impulso del Movimiento del 26 de Julio para recuperar su prestigio y
crear una base de poder independiente de la Sierra Maestra. Reaccionó
inmediatamente con un manifiesto violento que redujo a cenizas el Pacto
de Miami[148].
Febrero de 1958 marcó un momento decisivo en la lucha armada. El
ejército rebelde pasó a la ofensiva, era el inicio de la última fase de la
guerra. No es casual que surgiera entonces un nuevo intento de romper el
impulso revolucionario. Los obispos llamaron tanto al ejército como a la
guerrilla a deponer las armas y a formar un gobierno de unidad nacional.
La iniciativa se dio e conocer y el 15 de marzo unas cuarenta
organizaciones civiles firmaron un llamamiento a resolver la crisis de
manera pacífica. El primer punto del programa del gobierno de transición
que se iba a formar era el mantenimiento de la propiedad privada[149].
Fidel rechazó cualquier contacto con la comisión de conciliación y
Batista, por su parte, también ignoró la iniciativa. La represión prosiguió
sin límites y la iniciativa murió de muerte natural[150].
En los últimos meses de 1958, cuando el barco ya se estaba hundiendo,
tuvo lugar en el último momento un nuevo intento de recuperar la
revolución para impedir que Fidel accediera al poder. La CIA contactó con
el grupo de Montecristo, una fracción del ejército anti- Batista que ya se
había sublevado contra el dictador, para sustituirlo por una junta cívico-
militar. La cúpula del ejército contactó con la guerrilla. Durante una
negociación con Fidel el general Cantillo prometió someter sus tropas al
ejército rebelde, no contactar con la embajada de Estados Unidos y no
dejar huir a Batista. No cumplió su palabra en ninguno de los tres puntos.
Fidel seguía temiendo que un nuevo golpe de Estado abortara la
revolución.

Cuando un movimiento revolucionario está cerca de triunfar


siempre aparece o un militar o una junta de militares. Se trae un
militar, se le sitúa en el poder, se calma al pueblo y poco después el
militar hace como los demás. [...] Lo primero que tratan de hacer el
imperialismo y la burguesía es conservar intacto el aparato militar.
[...] Lo primero que debe hacer una revolución es destruir el aparato
militar del antiguo régimen político y apropiarse de sus armas[151].

En 1933, el ejército había recuperado la joven revolución y la había


convertido en una dictadura militar. Para evitar esta posibilidad, Fidel
decretó la huelga general y ordenó a sus tropas que no depusieran las
armas mientras el ejército gubernamental no estuviera desarmado. Lo
consiguió y se pudo concretar la victoria final[152].
Notas

[1] Lockwood, Lee: op. cit., p. 161. <<

[2] V. I. Lenin: The collapse of the Second International, pp. 213-214

(www.marx2mao.com/Lenin/CSI15.html#s2). <<

[3] Martínez Puentes, Silvia (2004): Cuba plus loin que les rêves. La

Habana, pp. 32-34; Saney, Isaac (2004): Cuba. A Revolution in Motion,


Londres, pp. 10-11; Bourne, Peter (1986): Fidel: A Biography of Fidel
Castro, Nueva York, p. 275. <<

[4] Comparecencia del l de diciembre de 1961 ante la televisión para

inaugurar el noveno ciclo de la Universidad Popular, en Obra


Revolucionaria, La Habana, 2 de diciembre 1961, no 46, pp. 15-17. Texto
original en Granma, 2 de diciembre de 1961. En adelante Comparecencia
del 1 de diciembre 1961. <<

[5] Idem, p. 23. <<


[6] V. I. Lenin: op. cit., p. 214. <<

[7] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[8] Comparecencia por radio y televisión del 26 de marzo de 1962, en

en El partido, una revolución en la evolución, selección temática 1962-


2005, La Habana, Editorial política, p. 39
(http://www.granma.cu/granmad/secciones/6to-congreso-pcc/nacion-
cubana/elpartidounarevolucion.pdf). Texto original en Granma, 27 de
marzo de 1962. En adelante Comparecencia del 26 de marzo de 1962. <<

[9] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[10] Miná, Gianni (1988): Un encuentro con Fidel, La Habana, p.


174. <<

[11] Guevara, Ernesto: op. cit., p. 201. <<

[12] Harnecker, Marta (2001): Fidel. La estrategia política de la


victoria, La Habana, p. 8. <<

[13] Borge, Tomás (1992): Un grano de maíz, La Habana, p. 26. <<

[14] Mitchell, Pat (2006): Guerra Fría. Alerta para un mundo unipolar,
Melbourne, p. 90. <<

[15] Miná, Gianni: op. cit., pp. 181-182. <<

[16] Mitchell, Pat: op. cit., p. 89. <<

[17] Las obras del francés Régis Debray, con la «teoría del foco», entre

otras, han influido mucho en esta tendencia. Docom (2004): De politieke


nalatenschap van Che Guevara, Perú, pp. 28 y siguientes. <<

[18] Lockwood, Lee (1969): Castro’s Cuba, Cuba’s Fidel, Nueva York,

p. 162. <<

[19] Citado en Isidrón del Valle, Aldo (ed.): op. cit., p. 112. <<

[20] Discurso, 26 de julio de 1966. <<

[21] Betto, Frei (1994): Fidel y la religión, La Habana, pp. 215, 148-

149. <<

[22] Rohas, Marta (2008): El juicio del Moncada, La Habana, p. 37. <<

[23] Comparecencia del 1 de diciembre 1961, p. 54. <<


[24] Idem, p. 31; idem, p. 55. <<

[25] Carta del 29 de agosto de 1955, Franqui, Carlos (1980): Diary of

the Cuban revolution, París, p. 94. <<

[26] Discurso, 8 de octubre de 1987. <<

[27] Betto, Frei: op. cit., p. 151. <<

[28] Lockwood, Lee: op. cit., p. 169. <<

[29] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[30] Castro, Fidel: La Historia me absolverá, en Castro, Fidel: Selección

de documentos, entrevistas y artículos (1952-1956), 4-70, pp. 26-27. <<

[31] Idem, pp. 27-28. <<

[32] Guevara, Ernesto: op. cit., p. 404. <<

[33] Discurso, 26 de julio 1973. <<


[34] Idem. <<

[35] Citado en Szulc, Tad (1986): Fidel: A Critical Portrait, Nueva


York, p. 243. <<

[36] Comparecencia del 1 de diciembre 1961, p. 54. <<

[37] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[38] Discurso, 10 de abril de 1968. <<

[39] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[40] Núñez Jiménez, Antonio (1998): En marcha con Fidel – 1960, La

Habana 1998, p. 110. <<

[41] Discurso, 1 de enero de 1984. <<

[42] Raby, Diana: op. cit., p. 111. <<

[43] Mencía, Mario (1982): La prison féconde, La Habana, p. 119. <<


[44] Isidrón del Valle, Aldo (ed.): op. cit., p. 113. <<

[45] Szulc, Tad: op. cit., pp. 207-208. <<

[46] Mencía, Mario: op. cit., p. 119. <<

[47] Franqui Carlos: op. cit., pp. 93-94. <<

[48] Harnecker, Marta: op. cit., p. 57. <<

[49] Raby, Diana: op. cit., pp. 113-114. <<

[50] Comparecencia del 1 de diciembre 1961, p. 94. <<

[51] Cuando Chibás no pudo probar determinadas acusaciones en


contra de un importante miembro del gobierno, se suicidó de manera
espectacular en directo en la radio, en un último intento por desencadenar
un movimiento popular, el 5 de agosto de 1951. Martin, Lionel (1978): The
early Fidel, Secaucus, pp. 81-82; Hart Dávalos, Armando (2004):
Aldabonazo. En la clandestinidad revolucionaria cubana 1952-1958,
Nueva York, pp. 49-50. <<

[52] Bourne, Peter: op. cit., p. 54. <<


[53] Merle, Robert (1965): Moncada. Premier combat de Fidel Castro,

París, p. 319. <<

[54]
The New York Times, 24 de febrero de 1957, p. 1. Para un
comentario detallado de este acontecimiento, véase DePalma, Anthony
(2006): The man who invented Fidel. Castro, Cuba and Herbert L.
Matthews of the New York Times, Nueva York. <<

[55] Martin, Lionel: op. cit., p. 156. <<

[56] Lockwood, Lee: op. cit., p. 161. <<

[57] Betto, Frei: op. cit., p. 148. <<

[58]
Martin, Lionel: op. cit., p. 156; carta del 17 de abril de 1954
dirigida a Melba. <<

[59] Carta de julio de 1957 a Celia Sánchez, citado en Szulc, Tad: op.

cit., p. 433. <<

[60]
Citado en Quirk, Robert (1996): Fidel Castro. Die Biographie,
Berlín, p. 135. <<

[61] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<


[62] Comparecencia del 26 de marzo de 1962, p. 67. <<

[63] Citado en Szulc, Tad: op. cit., pp. 447-448. <<

[64] Miná, Gianni: op. cit., p. 174 <<

[65] Citado en Szulc, Tad: op. cit., p. 227. <<

[66] Betto, Frei: op. cit., p. 149. <<

[67] Coltman, Leycester (2003): The Real Fidel Castro, New Haven, p.

176. <<

[68] El pico más alto de Cuba. Era el lugar en el que el Movimiento del

26 se julio se estableció brevemente al principio de la lucha armada. <<

[69] Citado en Szulc, Tad: op. cit., p. 472. <<

[70] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[71] Gómez Ferrals, Marta: «Cara a cara con Raúl Valdés Vivó», Cuba

Internacional, 64-67, p. 66; Blanco Castiñeira, Katiuska (2004): Todo el


tiempo de los cedros. Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz, La Habana, p.
271. <<
[72] Fidel se refiere a los muchos notables que fueron a verle en varias

ocasiones durante los primeros días tras la victoria. Comparecencia del 1


de diciembre 1961. <<

[73] Martin, Lionel: op. cit., p. 155. <<

[74] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[75] La invasión empezó al día siguiente. Fidel tenía intención de


decretar el socialismo quince días después, en el primero de mayo, pero
adelantó el anuncio a causa de los dramáticos acontecimientos. Szulc, Tad:
op. cit., pp. 546-548. <<

[76] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[77] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[78] Idem, p. 80. <<

[79] Rojas, Marta: op. cit., p. 50. <<

[80] En una carta dirigida a Melba y Haydée, 18 de junio de 1954.

Mencía, Mario: op. cit., p. 147. <<


[81] Betto, Frei: op. cit., p. 148. <<

[82] Idem, p. 157. <<

[83] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[84] Mencía, Mario: op. cit., pp. 144-145. <<

[85] En una carta de agosto de 1954. Mencía, Mario: op. cit., p. 145. <<

[86] En una carta del 29 de agosto de 1955. Franqui, Carlos: op. cit., p.

94. <<

[87] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 123. <<

[88] Franqui, Carlos: op. cit., pp. 67-68. <<

[89] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 444. <<

[90] Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román, Acela (ed.) (2002): Birán

to Cinco Palmas, La Habana, p. 282. <<

[91] Jayatilleka, Dayan (2007): Fidel’s Ethics of Violence. The Moral


Dimension of the Political Thought of Fidel Castro, Londres, pp. 33-59. <<

[92] Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román, Acela (ed.) (2002): Birán

to Cinco Palmas, p. 282. <<

[93] Mencía, Mario: op. cit., pp. 143-134. <<

[94] Este era el punto de vista de un grupo de Moncadistas disidentes

durante el verano de 1955. <<

[95] Un ataque a una emisora de radio y al palacio presidencial con el

objetivo de asesinar a Batista fracasó y varios dirigentes dejaron ahí su


vida. Más adelante este grupo desplegó un frente de guerrilla en el centro
del país aparte del Movimiento del 26 de Julio. Tras unas negociaciones
laboriosas aceptaron luchar juntos bajo el mando de Che Guevara. <<

[96] Hubo un intento fracasado de destituir a Batista, el 3 de abril,

llevado a cabo por varios oficiales. Un año y medio después, el 5 de


septiembre de 1957, hubo un intento similar, esta vez en coordinación con
el Movimiento del 26 de Julio. Buch Rodríguez, Luis y Suárez Suárez,
Reynaldo (2004): Gobierno revolucionario cubano. Primeros pasos, La
Habana, p. 229. <<

[97] Sobre estas discusiones, véase entre otros Hart Dávalos, Armando:

Aldabonazo. <<

[98] Fidel no considera el ataque al Moncada un error estratégico.


Fracasó por falta de experiencia y por azar. El objetivo era acaparar armas
y movilizar a la población. Las experiencias de Sierra Maestra
demostraron después que no habría sido necesario movilizar a tantos
combatientes. Comparecencia del 1 de diciembre 1961; Ramonet, Ignacio:
op. cit., pp. 157 y ss. <<

[99] Szulc, Tad: op. cit., pp. 365-356. <<

[100] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[101] Betto, Frei: op. cit., p. 222. <<

[102] Buch Rodríguez, Luis y Suárez Suárez, Reynaldo: op. cit., pp.
356-359. <<

[103] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 249. <<

[104] Betto, Frei: op. cit., pp. 221 y 223. <<

[105] Comparacencia del 26 de marzo de 1962, p. 49. <<

[106] Idem, p. 149. <<

[107] Guevara, Ernesto: op. cit., p. 205. <<


[108] Discurso, 26 de julio de 1975. <<

[109] Véase Commission for Assistance to a Free Cuba


(http://www.cfr.org/cuba/commission-assistance-free-cuba-report-
president/p11093). Este plan se conoce con el nombre de «Plan Bush».
Existen dos versiones: una de 2004 y otra de 2006. Véase también Cuban
Liberty and Democracy Act, más conocida como Ley Helms-Burton
(http://www.treasury.gov/resource-
center/sanctions/Documents/libertad.pdf). <<

[110] Betto, Frei: op. cit., p. 218-219. <<

[111] Según Fidel Castro, en Isidrón del Valle, Aldo (ed.): op. cit., pp.

112-113. <<

[112] Carta del 14 de agosto de 1954, Mencía, Mario: op. cit., p. 145

(http://www.letraslibres.com/revista/convivio/fidel-castro-el-poder-y-su-
mascara). <<

[113]
Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román, Acela (ed.): De cinco
palmas a La Habana, pp. 27-28; Szulc, Tad: op. cit., p. 406. <<

[114] Guevara, Ernesto: op. cit., p. 404. <<

[115] Idem. <<


[116] Citado en Szulc Tad: op. cit., p. 508. <<

[117] Véase Raby, Diana: op. cit., pp. 127-128; Vandepitte, Marc (1998):

De gok van Fidel. Cuba tussen socialisme en kapitalisme?, Berchem, pp.


79-80. <<

[118]
Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román, Acela (ed.): De cinco
palmas a La Habana, p. 62. <<

[119] Pacto de Caracas, 20 de julio de 1958


(http://www.autentico.org/oa09042.php). <<

[120] Principios de junio de 1958, citado en Buch Rodríguez, Luis y

Suárez Suárez, Reynaldo: op. cit., p. 23. Por electoralistas se entiende las
fuerzas revolucionarias dispuestas a colaborar en las elecciones de
noviembre de 1958, un último intento de Batista de impedir una victoria
revolucionaria. <<

[121] Lockwood, Lee: op. cit., p. 161. <<

[122] Buch Rodríguez, Luis y Suárez Suárez, Reynaldo: op. cit., p. 228;

Hart Dávalos, Armando: Aldabonazo, p. 168-169; Bourne, Peter: op. cit., p.


142. <<

[123] Castro, Fidel: La Historia me absolverá, pp. 28-29. <<


[124] Comparacencia del 26 de marzo de 1962, p. 68. <<

[125] Comparecencia del 1 de diciembre 1961, p. 150. <<

[126] «Manifiesto no 1 del 26 de Julio al pueblo de Cuba», en Castro,

Fidel: Selección de documentos, entrevistas y artículos (1952-1956), 82-95,


pp. 92-94. <<

[127] Carlos Franqui le escribe a Frank País (ambos son figuras


dirigentes del Movimiento del 26 de Julio) en enero de 1957: «La
conversación que mantuve con Fidel el año pasado en México me
convenció, además de otras cosas que tú conoces (y otros camaradas
piensan lo mismo), de que Fidel no quiere ninguna forma de programa
escrito». Franqui, Carlos: op. cit., p. 136. <<

[128] Lockwood, Lee: op. cit., p. 160. <<

[129] Manifiesto de la Sierra, 12 de julio de 1957


(http://www.partidortodoxo.org/Manifiesto.htm). <<

[130] Lockwood, Lee: op. cit., pp. 164-165. <<

[131] Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román, Acela (ed.): De cinco


palmas a La Habana, p. 62. <<
[132] Harnecker, Marta: op. cit., p. 30. <<

[133] Pacto de Caracas. <<

[134] Buch Rodríguez, Luis y Suárez Suárez, Reynaldo: op. cit., p.


53. <<

[135] Coltman, Leycester: op. cit., pp. 134-135. <<

[136] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[137] Buch Rodríguez, Luis y Suárez Suárez, Reynaldo: op. cit., pp.
193-196; Gott, R: op. cit., p. 179. <<

[138] Idem, pp. 50-51. <<

[139] Carta a Celia Sánchez en Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román,

Acela (ed.): De cinco palmas a La Habana, p. 143. <<

[140] Betto, Frei: op. cit., p. 220. <<

[141] Así, algunos aviones de combate desempeñaron un papel crucial

en la victoria de Playa Girón en 1961. Cuatro pilotos cubanos habían


seguido en secreto una formación en Checoslovaquia. Szulc Tad: op. cit.,
p. 507. <<

[142] Carta del 19 de junio de 1954. Mencía, Mario: op. cit., pp. 148-

149. <<

[143] Fidel se refiere al otoño de 1957, cuando se estableció el Pacto de

Miami, véase más adelante. <<

[144] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[145] Manifiesto a la nación. Respuesta al Pacto de Miami, en Hart

Dávalos, Armando: Aldabonazo, 213-228, p. 217. <<

[146] Idem, p. 219. <<

[147] Carta del 19 de junio de 1954. Mencía, Mario: op. cit., pp. 148-

149. <<

[148] El manifiesto se llama Manifiesto a la nación. Respuesta al Pacto

de Miami. Para ver qué pasó con este pacto, véase Bourne, Peter: op. cit.,
pp. 151-152; Szulc, Tad: op. cit., pp. 426-427; Harnecker, Marta: op. cit.,
pp. 76-77. <<

[149] Conjunto de Instituciones Cubanas Expresa Su Opinión al Pueblo

de Cuba, 15 de marzo 1958 (http://www.autentico.org/oa09039.php). <<


[150] Buch Rodríguez, Luis y Suárez Suárez, Reynaldo: op. cit., pp. 13-

15. <<

[151] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[152] Betto, Frei: op. cit.,


p. 216-9; Buch Rodríguez, Luis y Suárez
Suárez, Reynaldo: op. cit., pp. 32-40; Szulc, Tad: op. cit., pp. 457-458;
Bourne, Peter: op. cit., pp. 160-161. <<
El compás ideológico

Creo que mi contribución a la Revolución cubana consiste en haber


realizado una síntesis de las ideas de Martí y del marxismo- leninismo, y
haberla aplicado consecuentemente en nuestra lucha[1]
Las fuentes ideológicas

Si no hubiéramos estado inspirados en Martí, en Marx y en Lenin,


no habríamos podido ni siquiera concebir la idea de una revolución
en Cuba[2].

La vía revolucionara es caprichosa y está llena de peligros. Sin


orientación sólida y sin compás ideológico se corre un fuerte riesgo de
fallar a la primera decisión difícil. Las lecciones de la historia son
despiadadas. En estos últimos siglos América Latina ha conocido decenas
de levantamientos revolucionarios, pero solo unos pocos estuvieron en
condiciones de vencer. El Che lo había aprendido de Lenin: «Sin teoría
revolucionaria no hay práctica revolucionaria»[3]. Fidel también estaba
convencido de que «lo que se necesitaba era un programa
revolucionario»[4]. La teoría es necesaria para analizar la sociedad, para
ver qué relaciones hay entre fenómenos que a primera vista no tienen
relación, para deducir de ellos modelos y leyes, para determinar en qué
dirección hay que ir y cuál es la estrategia más apropiada.

Quienes no conozcan las realidades políticas, no tienen derecho


ni siquiera a iniciar un programa revolucionario, porque no
conducirán a su pueblo a la victoria, y no conducirán su programa a
la realización[5].
Desde luego, cuando yo me topo con el Manifiesto comunista por
primera vez, veo una explicación, y en medio de todo el bosque de
acontecimientos, donde era muy difícil entender el porqué de los
fenómenos y donde todo parecía consecuencia de la maldad de los
hombres, de los defectos de los hombres, de la perversidad de los
hombres, de la inmoralidad de los hombres, empiezas a ver otros
factores que no dependen ya del hombre con su moral o su actitud
individual[6].

Fidel entendía la teoría de una manera muy amplia. No la limitaba a


unas doctrinas o principios abstractos. El pasado para él era una escuela
muy importante. Las experiencias concretas de lucha en la historia de
Cuba y de América Latina eran para él importantes como modelos o leyes
históricas generales. El capítulo anterior demuestra ampliamente cómo
trató de evitar los errores y trampas del pasado revolucionario.
Combinaba las lecciones de la tradición revolucionara de América Latina
y de Cuba con las de Europa: el marxismo-leninismo.

¿Pero qué nos hizo ver con claridad aquel camino por donde
nuestra patria ascendería a una fase superior de su vida política...? Sin
la prédica luminosa de José Martí, sin el ejemplo vigoroso y la obra
inmortal de Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo y tantos hombres
legendarios de las luchas pasadas; sin los extraordinarios
descubrimientos científicos de Marx y Engels; sin la genial
interpretación de Lenin y su portentosa hazaña histórica, no se habría
concebido un 26 de Julio [7].

Veinte años después del ataque al cuartel Moncada Fidel contempla


estas fuentes de inspiración. José Martí está en lo más alto. En Occidente
apenas se conoce a este poeta y luchador por la libertad. Sin embargo, su
influencia sobre la revolución cubana es inestimable. Por ello le
dedicaremos un poco más de atención en este capítulo. Junto a Martí otros
luchadores cubanos por la libertad fueron una fuente de inspiración para
Fidel. Sobre todo fueron ejemplos para la rebelión armada.

Céspedes nos dio el sublime ejemplo de iniciar con un puñado de


hombres, cuando las condiciones estaban maduras, una guerra que
duró diez años. Agramonte, Maceo, Gómez y demás próceres de
nuestras luchas por la independencia nos mostraron el coraje y el
espíritu combativo de nuestro pueblo, la guerra irregular y las
posibilidades de adaptar las formas de lucha armada popular a la
topografía del terreno y a la superioridad numérica y en armas del
enemigo [8].

Cuba tenía una larga tradición de revueltas armadas desde las guerras
de independencia del siglo XIX. Cuando los resultados electorales eran
discutibles no era excepcional que unos jóvenes se armaran y se fueran a
la montaña para luchar contra el régimen[9]. Este fue, entre otros, el caso
de Antonio Guiteras. Como dirigente estudiantil había constituido en la
década de 1930 un movimiento de guerrilla en la provincia oriental. Entre
otras cosas, su técnica de guerrilla constituía en asaltar cuarteles. Así,
había concebido el proyecto de asaltar el cuartel Moncada. Su programa
político comprendía sobre todo una reforma agraria y la nacionalización
de determinados sectores[10]. Durante la breve república revolucionara de
1933 se decretaron un conjunto de leyes revolucionarias que se parecía
mucho a las de los primeros meses de 1959. Después del golpe de Estado
de 1934 Guiteras tenía la intención de preparar una invasión a partir de
México. Los paralelismos son sorprendentes. Esta «figura más destacada»
de la corta república revolucionaria fue una importante fuente de
inspiración para Fidel[11].
La piedra angular de la formación política de Fidel era el marxismo-
leninismo. Su deseo espontáneo de justicia y su aversión al capitalismo
recibieron una base científica con el estudio de las obras de Marx, Engels
y Lenin. Los descubrió cuando era un joven estudiante y cada vez le
fascinaban más. Según él, «aquella literatura me atrajo profundamente,
empecé a entender, empecé a ver»[12]. «Había desarrollado ideas utópicas,
ahora sentía que pisaba un terreno más firme»[13]. Antes de empezar su
carrera revolucionaria ya había asimilado los principios básicos del
marxismo-leninismo. Según sus propias declaraciones, sin ello no habría
podido elaborar una estrategia eficaz[14].
¿Qué aportó el marxismo a nuestro acervo revolucionario en aquel
entonces? El concepto clasista de la sociedad dividida entre explotadores y
explotados; la concepción materialista de la historia; las relaciones
burguesas de producción como la última forma antagónica del proceso de
producción social; el advenimiento inevitable de una sociedad sin clases,
como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas en el
capitalismo y de la revolución social. [...] El núcleo fundamental de
dirigentes de nuestro movimiento que, en medio de intensa actividad,
buscábamos tiempo para estudiar a Marx, Engels y Lenin, veía en el
marxismo-leninismo la única concepción racional y científica de la
Revolución y el único medio de comprender con toda claridad la situación
de nuestro propio país. [...] El marxismo nos enseñó sobre todo la misión
histórica de la clase obrera, la única verdaderamente revolucionaria,
llamada a transformar hasta los cimientos a la sociedad capitalista, y el
papel de las masas en las revoluciones. [...] El Estado y la revolución de
Lenin nos esclareció el papel del Estado como instrumento de dominación
de las clases opresoras y la necesidad de crear un poder revolucionario
capaz de aplastar la resistencia de los explotadores. Únicamente a la luz
del marxismo es posible comprender no solo el curso actual de los
acontecimientos, sino también toda la evolución de la historia nacional y
el pensamiento político cubano en el siglo pasado [15].
Che Guevara era el marxista-leninista más formado en el seno del
Movimiento del 26 de Julio. Sin duda este intelectual argentino tuvo una
fuerte influencia en el pensamiento de Fidel. Tanto su estrategia política
como sus concepciones filosóficas eran muy parecidas[16]. La muerte del
Che en 1967 fue un duro golpe para la revolución cubana. Sus escritos
«tendrán un valor permanente en el proceso revolucionario cubano y en el
proceso revolucionario en América Latina»[17].

José Martí. Periodo colonial y


lucha por la independencia

Martí es y será el guía eterno de nuestro pueblo [18].

Ya en su adolescencia Fidel estaba fascinado por José Martí. «Antes de


ser comunista utópico o marxista, soy martiano», cuenta en la entrevista
que le hizo Frei Betto. «Lo soy desde el bachillerato: no debo olvidar la
atracción enorme del pensamiento de Martí»[19]. Esto marcará su vida de
manera indeleble. Durante su alegato de defensa en el proceso del
Moncada citó diecisiete veces al héroe nacional. Y a la pregunta del juez
de quién era el cerebro del ataque, respondió sin pestañear «José Martí».

Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser el autor


intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del
asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra
independencia[20].
Martí nos enseñó su ardiente patriotismo, su amor apasionado a la
libertad, la dignidad y el decoro del hombre, su repudio al
despotismo y su fe ilimitada en el pueblo. En su prédica
revolucionaria estaba el fundamento moral y la legitimidad histórica
de nuestra acción armada. Por eso dijimos que él fue el autor
intelectual del 26 de Julio [21].

En sus discursos se refiere constantemente al «apóstol de Cuba». José


Martí era un pionero del modernismo en América Latina. Para Fidel, es
«el más profundo pensador político y Revolucionario nacido en este
hemisferio». Pero era mucho más que un pensador, dio su vida por la
liberación de Cuba y cayó en el combate. Esto impresionó profundamente
al joven Fidel[22]. La revolución cubana y la vida de Fidel solo se pueden
comprender plenamente si se tiene en cuenta el papel fundamental que
desempeñaron la figura y el pensamiento de José Martí en este proceso [23].
Su estatua se encuentra hasta en los rincones más recónditos de la isla. Los
cubanos le testimonian un respeto sagrado. Durante el primer congreso
del Partido Comunista en 1975 incluso se le reservó un lugar simbólico
entre los oradores[24].
A principios del siglo XIX prácticamente todos los países de América
Latina conquistaron su independencia. Cuba perdió ese tren. Martí lo
convirtió en el objetivo de su vida. Había comprendido muy pronto que a
los cubanos no se les iba a regalar su libertad, sino que tendrían que
pagarla muy cara, que sería una lucha a muerte, pero también que valdría
la pena. Esta actitud consecuente y combativa inspiró a Fidel. De ella
aprendió que no hay que mendigar los derechos, sino tomarlos:
«Arrancarlos en vez de mendigarlos»[25]. Una vida sometida no tiene
sentido, «más vale morir de pie que vivir de rodillas»[26]. Martí se dio
cuenta rápidamente de que solo la lucha armada acabaría con la esclavitud
y la colonización. Hablaba de esta guerra como «la guerra inevitable, la
guerra necesaria». El Movimiento del 26 Julio se situó en esta tradición:
«Nuestra Revolución siguió siempre en esa tónica, en esa prédica y en ese
estilo martiano»[27]. La combatividad y el espíritu revolucionario de Martí
fueron muy importantes para la psicología colectiva de los cubanos. Martí
les dio un profundo sentimiento de orgullo y de respeto por sí mismos y
les ofreció «su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y
de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos
enseñado»[28].
El expansionismo de Washington contrarrestó la lucha por la
independencia de Cuba. Esto dio una fuerte dimensión antiimperialista al
sentimiento nacional, con Martí como catalizador. El Apóstol de Cuba no
se hacía ninguna ilusión respecto a Estados Unidos puesto que lo conocía:
«Viví en el monstruo y conozco bien sus entrañas»[29]. Criticaba
constantemente «el imperialismo» y le preocupaba sobre todo el
expansionismo de Estados Unidos en «Nuestra América», como él
describía la zona. Cada país aislado estaba indefenso ante este gigante, por
ello Martí era «uno de los más fervientes defensores de la unidad de
América Latina»[30]. En esto Martí coincide con las ideas de Simón
Bolívar, otro histórico luchador por la libertad en América Latina. Esta
idea influyó enormemente a Fidel. Todos los latinoamericanos «tenemos
los mismos sentimientos, los mismos intereses, la misma raza, el mismo
idioma, la misma sensibilidad y la misma aspiración humana». La fuerza
del continente se basa en su unidad, «es la unidad que permite a los
pueblos defender su derecho»[31].
Fidel apenas tenía veinte años cuando participó en una expedición para
derrocar al dictador dominicano. Un año después se unió a la revuelta
popular en Colombia. Estuvo muy activo en el movimiento por la
independencia de Puerto Rico. Durante la década de 1960 Cuba apoyó
incondicionalmente los proyectos revolucionarios del Che. La unidad del
continente siempre fue para Fidel una cuestión vital. Casi doscientos años
después de la independencia, América Latina sigue estando «dividida,
balcanizada»[32]. En cuanto lo permitieron las circunstancias históricas
Fidel se dedicó a este viejo sueño. En 2004 creó con Chávez el ALBA, la
Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América. Es un primer
paso hacia la integración de los países de la zona. Para Martí, Cuba
desempeñaba un papel crucial para detener al imperialismo. Quería
transformar Cuba en «una especie de trinchera de defensa de los intereses
de Nuestra América»[33]. Fidel retomó esta responsabilidad, que junto con
la tradición marxista es la base del profundo internacionalismo que
siempre ha caracterizado la revolución cubana.

José Martí, guía y apóstol de nuestra guerra de independencia


contra España, nos enseñó ese espíritu internacionalista que Marx,
Engels y Lenin confirmaron en la conciencia de nuestro pueblo.
Martí pensaba que «patria es humanidad» y nos trazó la imagen de
una América Latina unida frente a otra América imperialista y
soberbia, «revuelta y brutal» ─como él decía─, que nos
despreciaba»[34].

La unidad no solo es esencial en los países del continente sino también


en Cuba. «En una sociedad que tenga que enfrentarse a los problemas del
subdesarrollo y que tenga que desarrollarse en las difíciles condiciones de
hoy en día, la unidad es esencial. Eso lo vio Martí hace más de cien
años»[35]. Según Martí, la primera guerra de independencia había
fracasado debido a las divisiones en el seno de la dirección. Aprendió de
ello y creó un partido revolucionario unificado. Después de la victoria,
Fidel retomó este hilo histórico. Por otra parte, el pluripartidismo había
demostrado su fracaso. Durante la dictadura militar de Batista, de 1952 a
1959, las figuras de los partidos tradicionales habían formado un frente
político con el dictador [36]. Esta es la razón por la que la revolución
cubana solo tiene un partido, «como tuvo Martí un Partido, un solo
Partido para hacer la Revolución»[37]. No es una postura de principio o
dogmática, sino el resultado de circunstancias históricas y de experiencias
en el pasado [38]. Fidel se plantea la pregunta de «cómo habría podido
resistir nuestro país si hubiera estado fragmentado en diez pedazos»[39].

La sociedad ideal para la explotación es la sociedad dividida, la


sociedad fragmentada; la sociedad ideal para el imperialismo es la
sociedad fragmentada, la sociedad dividida, porque la fuerza de la
nación se parcela, las fuerzas de la nación entran en guerra unas
contra otras, no están al servicio de la nación, sino al servicio de
intereses partidistas y al servicio de la dominación imperialista[40].

En los siglos XVIII y XIX, el pensamiento filosófico en América


Latina no era el saber por el saber, sino que su objetivo era la elevación
del ser humano. Consistía en una síntesis entre el análisis de la realidad y
la aspiración a un futuro mejor, de ahí que se insistiera en la educación, la
ética, la subjetividad del ser humano, la búsqueda de justicia y de un
mundo mejor. Martí era un representante sublime de esta tradición[41] y
una importante fuente de inspiración para Fidel, sobre todo en el dominio
dela formación. Martí da una enorme importancia a la enseñanza y a la
formación intelectual. De él viene la expresión «ser culto para ser
libre»[42]. No es casual que en la entrada de cada escuela en Cuba se vea un
busto de José Martí. Fidel aprendió de él «el valor de una doctrina, la
fuerza de las ideas»[43]. El conocimiento no solo es poder, es la fuerza
más importante de la que dispone la revolución. Un pueblo convencido es
invencible.

Las ideas justas tienen un poder superior a todas las fuerzas


reaccionarias juntas[44].
Las ideas no solo son un instrumento para crear conciencia para
que los pueblos luchen, sino que las ideas se han convertido en el
principal instrumento de lucha en este momento; no en una
inspiración, no en una guía, no en una orientación, es el principal
instrumento de lucha[45].
Son las ideas las que nos unen, son las ideas las que nos hacen
pueblo combatiente, son las ideas las que nos hacen, ya no solo
individualmente, sino colectivamente, revolucionarios, y es cuando
se une la fuerza de todos cuando un pueblo jamás será vencido y
cuando el número de ideas es mucho mayor; cuando las ideas y los
valores que se defienden se multiplican, entonces un pueblo no puede
ser vencido [46].

La batalla de ideas[47] es una prioridad absoluta para Fidel. Esta


prioridad se traduce en grandes esfuerzos en el dominio de la formación y
de la enseñanza. Después de 1959, la primera gran campaña fue la
alfabetización de la totalidad de la población, que se logró en un año. Cuba
se convertía así en el primer país de América Latina en erradicar el
analfabetismo. Desde el principio la enseñanza tiene un lugar privilegiado
en el seno de la revolución. En 1975, el presupuesto de la enseñanza era
once veces superior al de 1958[48]. Según la UNESCO, Cuba supera con
creces al resto de América en el dominio de la enseñanza[49]. Fidel en sus
discursos repite incansablemente la importancia de la formación. Estudiar
es una disciplina revolucionaria, «ningún revolucionario debe nunca,
jamás, avergonzarse de reconocer cuáles son sus limitaciones; la vida de
todo revolucionario debe ser siempre un eterno aprendizaje»[50].
Otros elementos del pensamiento de Martí ocupan un lugar particular
en Fidel: las dimensiones ética y utópica.

De Martí, inspiración, su ejemplo y muchas cosas más; pero


recibimos en esencia, la ética, sobre todo la ética. Cuando él dijo
aquella frase, que nunca podré olvidar: «Toda la gloria del mundo
cabe en un grano de maíz», me pareció extraordinariamente bella,
ante tanta vanidad y ambiciones que se percibían por doquier, de cuyo
acecho toda la vida los revolucionarios debemos estar en guardia. Me
apodero de esa ética. La ética, como comportamiento, es esencial, y
es una riqueza que no tiene límites[51].
Martí dijo que los sueños de hoy del idealista, son las leyes del
mañana[52].
La ética ocupa un lugar fundamental en el pensamiento y la acción de
Fidel, es el eje en torno al cual todo gira. Es el aspecto más innovador,
pero también el más desconocido de su pensamiento. La presencia de la
dimensión utópica en un marxista convencido es aún más notable.
Abordaremos ambos puntos en el próximo capítulo.

Antidogmático aunque firme en


sus principios

Porque no puede haber nada más antimarxista que el dogma, no


puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las
ideas[53].

Fidel era autodidacta. No era adepto de una u otra corriente de


pensamiento, sino que desarrollaba su pensamiento político a su manera.
El resultado era una mezcla original y poco ortodoxa, una variante
tropical de marxismo-leninismo, que también encontraremos en el
peruano José Mariátegui[54]. Por citar algunos puntos en los que se
separaba del marxismo-leninismo clásico: el Movimiento del 26 de Julio
emprendió la lucha sin ser un partido de vanguardia y sin un largo
periodo de profunda preparación política; la lucha armada no estaba
subordinada a una dirección política central; Fidel creía, como el Che, que
no se tenían que reunir todas las condiciones para iniciar la revolución,
sino que se haría a través de la lucha; la ética, los valores y las ideas
desempeñan un papel predominante; el papel de la religión; la dimensión
utópica; la combinación de la democracia de base y del centralismo
democrático [55]. A ello hay que añadir el papel muy específico que
desempeñaron figuras carismáticas en el proceso revolucionario: Fidel,
Che, Raúl, Camilo. La tradición marxista se basaba en la razón y la
ciencia, y era una reacción a la tradición utopista e idealista en el
socialismo. Fidel volvía a reunir ambas tradiciones en una auténtica
síntesis.
Para Fidel el marxismo no es un conjunto de verdades eternas, no es
un «catecismo»[56]. Es un instrumento para interpretar la realidad, una
«brújula»[57] para determinar el curso histórico, o mejor aún, para ayudar
a determinarlo, porque en este dominio hay nunca certezas absolutas.
Además, Fidel admite que uno de los grandes errores que cometieron al
principio y también con frecuencia durante la revolución fue creer «que se
sabía cómo se debe construir el socialismo»[58]. Se opone a toda forma de
canonización. «Soy profundamente antidogmático», afirma en la
entrevista de cien horas de Ignacio Ramonet[59]. La realidad siempre tiene
la última palabra.

Porque no puede haber nada más antimarxista que el dogma, no


puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas. Y
hay ideas que parecen verdaderos fósiles que se esgrimen en nombre
del marxismo. Tuvo el marxismo geniales pensadores: Karl Marx,
Friedrich Engels, Lenin, para hablar de sus principales fundadores.
Pero el marxismo necesita desarrollarse, salir de cierto
anquilosamiento, interpretar con sentido objetivo y científico las
realidades de hoy, comportarse como una fuerza revolucionaria y no
como una iglesia pseudorrevolucionaria[60].
Toda mi vida he sido enemigo de los dogmas y nosotros tenemos
que evitar que el pensamiento de los políticos más ilustres, de los
revolucionarios más esclarecidos, se convierta en dogma, porque
cada pensamiento responde a un momento determinado, a una
circunstancia determinada. Así, cosas que pudo haber visto Lenin en
un momento dado como fórmulas adecuadas a una circunstancia
determinada, no son la fórmulas aplicables en otra circunstancia
diferente, no son las fórmulas aplicables en otros tiempos
diferentes[61].

Esto no quiere decir que la revolución cubana no se aferre a sus


principios. Así, por ejemplo, cuando a mediados de la década de 1990 se
constatan unas derivaciones ideológicas fundamentales en dos centros de
estudio del Partido Comunista, no se duda en intervenir con firmeza[62].
«La Revolución jamás renunciará a sus principios, jamás renunciará a las
conquistas que trajo a nuestro pueblo; jamás renunciará a sus ideas y
objetivos; jamás se pondrá de rodillas ante el imperio»[63]. Pero no se
puede confundir esta firmeza en los principios con una fijación o una
petrificación, signos de debilidad o de incertidumbre. Precisamente una
base ideológica sólida es lo que hace posible una aplicación flexible y
creativa.

El camino de la edificación del socialismo es un camino trillado.


Esto no significa que las condiciones sean exactamente las mismas en
todos los países, que el socialismo se deba edificar de la misma
manera en todos los países, que haya que copiar rigurosamente lo
que ya se ha hecho. No. Cada país tiene sus particularidades y,
precisamente, cada país debe ajustar su programa, sus métodos y sus
tácticas a las particularidades que le son propias y eso es lo que
nosotros debemos hacer [64].

Fidel no concibe el marxismo como una receta única que se puede


aplicar en todas partes, inmutable. Por el contrario, cada país tienen sus
propios problemas, su estilo y sus objetivos. No hay dos procesos
revolucionarios idénticos. Por consiguiente, tampoco existe una receta
estándar para llevar a buen puerto una revolución, sino que «de cada una
de ellas podrán tomarse las mejores experiencias y de cada una aprender
de sus más graves errores». Cuando se preguntó a Fidel si el camino
elegido por Allende en Chile era contradictorio con el emprendido en
Cuba, respondió con firmeza: «No solo no nos parece contradictorio sino
que siempre miramos con satisfacción cada nueva variación que pueda
aparecer. ¡Y dejad que cada variación en el mundo haga su aparición! ¡Si
todos los caminos llevan a Roma, no podemos sino desear que miles de
caminos lleven a una Roma revolucionaria!»[65]. Fidel hace la misma
reflexión respecto a la revolución china (1949) y a la de Nicaragua (1979)
[66]. Hoy se puede decir lo mismo respecto a los caminos recorridos en
Venezuela, Bolivia, Ecuador...
Este camino propio también se aplicaba a Cuba. En comparación con
los países del bloque del Este, Cuba era más vulnerable y dependiente
económicamente de la Unión Soviética. No obstante, Cuba siguió su
propio camino, autónomo, testarudamente e incluso a veces en contra de
la voluntad de Moscú[67]. No es casual que, al contrario de sus colegas en
Europa, Cuba haya permanecido en pie tras la caída del muro de Berlín.

El socialismo no vino aquí por clonación, ni por inseminación


artificial; eso hay que tenerlo en cuenta cuando se compare Cuba con
el resto de los procesos o intentos de construcción del socialismo en
los países del Este de Europa, que ahora están intentando construir el
capitalismo [68].

La postura respecto a la religión

Hay un gran punto de comunidad entre los objetivos que


preconiza el cristianismo y los objetivos que buscamos los
comunistas[69].

La postura no dogmática de la revolución cubana también se refleja en


su postura respecto a la religión. El dominico brasileño Frei Betto, que
entrevistó a Fidel respecto a este tema, señala que muchos partidos
comunistas en América Latina cometieron el error de practicar una
ateísmo académico de principio. Se alejaron así de los pobres que eran
mayoritariamente creyentes[70]. Fidel no comparte esta actitud de principio
y filosófica de los marxistas, aunque admite que hay bases políticas para la
aversión a la religión. Cuando en el pasado la Iglesia frenaba todo
progreso y elegía sistemáticamente el campo del opresor que utilizaba la
religión para luchar contra las fuerzas progresistas y emancipadoras, es
comprensible que eso suscitara sentimientos antirreligiosos.

Nada tiene de extraño que el pensamiento revolucionario, que se


inició con un esfuerzo de lucha contra aquellas injusticias seculares,
albergara un espíritu antirreligioso. El origen de ese pensamiento del
movimiento revolucionario que se manifestó en Francia en la
revolución burguesa, se manifestó en la Revolución Bochevique
también, se manifestó en el liberalismo primero; en J. J. Rousseau y
los enciclopedistas franceses se manifestaba ese espíritu
antirreligiosos, no ocurrió solo en el socialismo. [...] Si la fe era
utilizada como instrumento de dominación y de opresión, tiene
lógica que los hombres que anhelaran cambiar ese sistema injusto
entraran en contradicción con las creencias religiosas, con aquellos
instrumentos, con aquella fe[71].

La situación de la Iglesia católica en Cuba era diferente a la del resto


del continente[72]. En toda América Latina la Iglesia estaba (y sigue
estando) muy vinculada a la clase dirigente, con una jerarquía muy
dominadora. En Cuba la Iglesia era además muy elitista y limitaba sus
actividades esencialmente a las regiones urbanas. Había pocas vocaciones
locales, una gran parte del clero estaba compuesto de misioneros
españoles que desde la década de 1930 a menudo solían estar
influenciados por el fascismo de Franco. Por consiguiente, la
confrontación con el clero fue inevitable después de la revolución.
Sin embargo, la dirección revolucionaria intentó al principio
acercarse a la Iglesia. Se logró en parte, pero la reforma agraria fue la
gota que colmó el vaso para la jerarquía clerical. Una parte de la Iglesia se
transformó entonces en punta de lanza de la contrarrevolución: los
seminarios se convirtieron en centros de actividades
contrarrevolucionarias, algunos curas participaron activamente en las
actividades subversivas y se alzó a los creyentes contra la revolución. La
situación se polarizó rápidamente y hubo reacciones extremas en cada
parte. A consecuencia de ello, durante los primeros años de la revolución,
se discriminó a los creyentes: no se podían convertir en miembros del
Partido Comunista, tenían menos oportunidades de promoción, etc. «Si me
preguntan si existe cierta forma de discriminación sutil con los cristianos,
te digo que sí, honestamente tengo que decirte que sí y que no es una cosa
superada todavía por nosotros. No es intencionada, no es deliberada, no es
programada»[73].
Pero no se trataba verdaderamente de un conflicto «entre la
Revolución y la Iglesia, sino entre la Revolución y los burgueses, los
grandes burgueses, los grandes terratenientes, los grandes propietarios»,
que utilizaban la cuestión religiosa «como instrumento político de
resistencia a la Revolución»[74]. Más adelante la relación con la Iglesia
católica y los creyentes se normalizó más o menos. Los cristianos que
apoyaban la revolución empezaron a cuestionar abiertamente la dirección
revolucionaria. Se produjeron encuentros entre los dirigentes de las
diferentes Iglesias y Fidel Castro, y se debatió la cuestión en el
parlamento. También en este terreno la revolución fue una escuela.
La revolución distinguía claramente entre religión y sentimientos
religiosos por una parte y su tradición institucional por otra. Para la
dirección cubana el problema nunca ha sido la religión como tal; la
actitud hacia la revolución de la institución religiosa, sí. La religión no es
el opio del pueblo, pero se puede convertir en ello, «puede ser un opio o
un maravilloso remedio en la medida en que se utilice o se aplique para
defender a los opresores y explotadores, o a los oprimidos y
explotados»[75]. Así, el padre Sardiñas, un cura católico, participaba en la
guerrilla y Frank País, un importante dirigente del Movimiento del 26 de
Julio, era un evangelista convencido [76]. La revolución no se opone en
absoluto a la religiosidad ni a la práctica de la religión. Fidel expresa su
gran admiración por los religiosos que dedican su vida a cuidar enfermos.
«Hay que decir que nosotros decimos que cualquiera de esas personas,
haciendo esos trabajos abnegados, peligrosos, es lo que pudiéramos
considerar el ideal de la conducta de un comunista»[77]. El respeto de los
sentimientos religiosos y la apertura respecto a la religión se verán más
confirmados aún por el caluroso recibimiento que se le ofreció al papa
anticomunista Juan Pablo II en 1998, al que describe como un «destacado
político, por sus actividades, por su movilidad y por su contacto con las
masas»[78].

Nuestra Revolución no está en ningún sentido contra el


sentimiento religioso. Nuestra Revolución aspira a fortalecer las
ansias y las ideas nobles de los hombres[79].
Para mí lo más sagrado que hay es el pensamiento del hombre, su
derecho a pensar libremente y a creer en una religión o en otra,
señores, es una conquista de nuestra patria el principio de la libertad
de culto y el respeto a todas las religiones, a todas las creencias, a
todas las ideas, a todos los credos; esta es precisamente nuestra
posición democrática[80].

Ambas citas datan del primer año de la revolución. Según Fidel, hay
muchas similitudes entre el cristianismo y la revolución. Para él, el
cristianismo es una religión de y para los pobres, y Jesús era «un gran
revolucionario. [...] Era un hombre cuya doctrina toda se consagró a los
humildes: A los pobres, a combatir los abusos, a combatir la injusticia, a
combatir la humillación del ser humano»[81]. Quince años antes de la
Teología de la Liberación Fidel interpretó el evangelio de una manera
radical. Si se ejecutaran de manera consecuente las instrucciones de Jesús,
«podría decirse que en el mundo está ocurriendo una Revolución»[82]. No
es casual que se haya perseguido al hijo de un carpintero de Nazareth y
haya acabado crucificado.

Ese precepto de amor al prójimo de que habla la Iglesia, creo que


se aplica y se instrumenta de manera muy concreta en la igualdad, en
la fraternidad y en la solidaridad humana que plantea el socialismo, y
en el espíritu internacionalista[83].

Esta es la razón por la que Fidel aboga por una alianza entre cristianos
y marxistas, no sobre una base táctica, sino estratégica, es decir,
«definitiva»[84]. Lo hizo una primera vez durante su visita a Chile, en 1971.
Seis años más tarde repitió este mensaje en Jamaica. En la práctica de la
revolución sandinista esta alianza fue la más avanzada. Grupos de base
cristianos habían desempeñado un papel primordial en la lucha armada y
varios sacerdotes participaron en el gobierno revolucionario. Según
Fidel, tanto a los marxistas como a los cristianos les interesa llegar a esa
alianza. Los cristianos porque vuelven a sus raíces y ganan con ello en
relevancia, los marxistas porque ganan un aliado y se pueden dejar
inspirar por el carácter profundamente humanista del cristianismo.
Además, una unidad entre marxistas y cristianos significa que la religión
ya no se puede utilizar contra los pobres, sino que se convierte en
instrumento de su liberación, contra el imperialismo. En este sentido es
una receta explosiva.

Nosotros habíamos hablado una vez en Chile y en Jamaica de la


alianza estratégica entre cristianos y marxistas leninistas. Si la
revolución en Latinoamérica adoptara un carácter antirreligioso
conduciría a la división del pueblo. [...] Si se toma en cuenta que la
religión cristiana fue en los primeros tiempos la religión de los
pobres, que fue en la época del Imperio Romano la religión de los
esclavos, porque se basaba en preceptos profundamente humanos, no
hay duda de que el movimiento revolucionario ganaría mucho, el
movimiento socialista, el movimiento comunista, el movimiento
marxista-leninista ganaría mucho en la medida en que dirigentes
honestos de la Iglesia Católica y otras iglesias vuelvan al espíritu
cristiano de la época de los esclavos de Roma. Y digo, no solo
ganaría el socialismo y el comunismo, ganaría también el
cristianismo. Y hay algunos dirigentes religiosos en Nicaragua que
nos dijeron que por qué alianza estratégica y por qué solo alianza
estratégica; por qué no hablar de unidad entre marxistas-leninistas y
cristianos. Yo no sé lo que pensarán los imperialistas sobre eso. Pero
sí estoy absolutamente convencido de que la receta es altamente
explosiva[85].

La postura respecto a la cultura


No puede haber progreso en ningún orden de la vida, en un país,
si la instrucción, si la preparación, si la cultura, si la revolución
cultural no marcha a la vanguardia de todo movimiento
revolucionario [86].

Que un enfoque abierto y no dogmático no siempre ha sido evidente se


muestra por lo postura respecto a la cultura. Desde el principio, la
dirección revolucionaria ha considerado la cultura un pilar importante
para la construcción de una nueva sociedad y para la emancipación de la
sociedad. «Sin cultura no hay libertad posible»[87].

Vamos a crear las condiciones que permitan que todo talento


artístico o literario o científico o de cualquier orden pueda
desarrollarse. [...] Vamos a empezar una guerra contra la incultura;
vamos a librar una batalla contra la incultura; vamos a despertar una
irreconciliable querella contra la incultura, y vamos a batirnos contra
ella y a ensayar nuestras armas[88].
Pero insisto en que realmente un pueblo será tanto más fuerte,
tendrá un porvenir tanto más seguro, cuanto más cultura, cuanto más
capacitación tenga en todos los órdenes; pero sobre todo cuanta más
cultura política, cuanta más cultura revolucionaria tenga[89].

El gobierno revolucionario dedicó presupuestos importantes y


grandes esfuerzos a elevar el nivel cultural. Subvencionó la edición de
libros, dio un sueldo a los artistas y en todo el país proliferan academias y
museos como hongos. Pero rápidamente chocó con el hecho de que los
artistas son por naturaleza un poco más anarquistas e individualistas que el
ciudadano medio, y, por lo tanto, más difíciles de integrar en el proceso
revolucionario. A ello hay que añadir que no todos los artistas estaban a
favor de la revolución y que algunos ponían su talento al servicio de la
contrarrevolución, lo que les proporcionó directamente un amplio apoyo
de Estados Unidos.
Una cultura autónoma es vital para mantener la soberanía de un país y,
sin lugar a dudas, en el caso de un país del tercer mundo. La cultura
occidental y, más particularmente, la de Estados Unidos, ejerce una gran
fuerza de atracción sobre el resto del mundo debido a su avance material.
Un ejemplo de ello es la oleada cultural de Estados Unidos en Europa
occidental después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué queda hoy de la
música propia y de la cultura cinematográfica en la mayoría de estos
países? La amenaza es aún mayor en Cuba, porque Washington ha hecho
todo lo posible para utilizar la cultura cubana contra la revolución. Por
consiguiente, esta se encontró ante un dilema. El arte y la cultura son muy
importantes para ganar el corazón y la mente de las personas y, por lo
tanto, son indispensables para el desarrollo de la revolución. Pero al
mismo tiempo son un factor potencial de desestabilización para minarla,
sobre todo en el marco de la animosidad de una superpotencia vecina. La
dirección revolucionaria se daba cuenta de que era imposible y no
deseable dirigir el arte, pero quería limitar su factor desestabilizante. Por
lo tanto, se toleró todo mientras no perjudicara a la revolución.

La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura,


cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la
Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que
el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo.
Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor
en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor
también en el orden espiritual, queremos para el pueblo una vida
mejor en el orden cultural. [...] ¿Cuáles son los derechos de los
escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios?
Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho.
Y esto no sería ninguna ley de excepción para los artistas y para los
escritores. Esto es un principio general para todos los ciudadanos, es
un principio fundamental de la Revolución. Los
contrarrevolucionarios, es decir, los enemigos de la Revolución, no
tienen ningún derecho contra la Revolución, porque la Revolución
tiene un derecho: el derecho de existir, el derecho a desarrollarse y el
derecho a vencer [90].
Esto es lo que decía Fidel en una larga entrevista con artistas y
intelectuales dos años y medio después de la toma de poder. Por supuesto,
el criterio de «dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución,
ningún derecho» puede ser malinterpretado y llevar a abusos. Ocurrió a
finales de la década de 1960 y principios de la de 1970. Pero globalmente
la revolución cubana ha logrado encontrar un buen equilibrio entre la
libertad artística y los objetivos revolucionarios. La mayoría de los
artistas e intelectuales que volvieron a Cuba después de 1959 se quedaron.
En los últimos treinta años el arte y la cultura cubanas han conocido un
florecimiento nunca antes visto. A diferencia de la mayoría de las demás
culturas del continente, la de Cuba no ha quedado inundada por
Hollywood o la música pop occidental. Hoy, el cine cubano, el ballet y la
música de la isla (tradicional, jazz y salsa) están en la cima e influyen en el
mundo entero. Cuba cuenta con la cantidad de artistas profesionales más
alta del mundo y la población tiene un nivel cultural que le podrían
envidiar muchos países ricos.

Democracia

Ningún país hubiera resistido eso sin el apoyo del pueblo, sin el
consenso del pueblo [91].

Uno de los clichés más arraigados que circula respecto a Cuba es que
no es una democracia y que Fidel es un dictador. Fidel replica a esto que si
un dictador es alguien que reina por decretos y toma decisiones solo,
entonces se puede calificar al presidente de Estados Unidos de dictador.
«Tiene facultades que no tuvieron ni los emperadores romanos»[92]. Fidel
reconoce que tiene mucha autoridad y prestigio, pero recuerda que en
Cuba él nunca toma decisiones solo sobre cuestiones importantes y
fundamentales, precisamente porque hay «una dirección colectiva que es
donde se analizan y discuten esas cuestiones»[93]. Lo confirma el hecho de
que después de su repentina enfermedad en agosto de 2006 no hubiera
vacío de poder ni grandes reorientaciones[94], al igual que el hecho de que
Fidel no presentara su candidatura para las elecciones presidenciales de
2008.
El hecho de que las decisiones en la cumbre se tomen colectiva o
individualmente no dice nada en sí mismo, ni de en qué medida el pueblo
está concernido en la toma de decisión. Sin embargo, es esencial en la
evaluación del carácter democrático de un país. Fidel no ha desarrollado
esta cuestión de manera sistemática, pero da algunos criterios y puntos de
partida. Así, parte de la idea de que cada pueblo debe seguir su propio
camino y de que «cada pueblo y solo el pueblo de cada país debe hacer y
hará su propia revolución»[95]. Cada sistema político es el resultado de un
proceso histórico y crece orgánicamente en unas circunstancias concretas.
Así, por ejemplo, la Constitución de Estados Unidos después de la
revolución de 1776 era más una declaración de soberanía respecto a la
corona inglesa que el molde de una democracia tal como la conocemos
hoy[96]. En Cuba el sistema político está inseparablemente unido a la
transformación revolucionaria, la salvaguarda de la soberanía y la
construcción de una sociedad socialista. En América Latina la democracia
«solo existirá cuando los pueblos sean realmente libres para escoger,
cuando los humildes no estén reducidos -por el hambre, la desigualdad
social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos-, a la más ominosa
impotencia»[97].
La historia también es una escuela importante: el éxito del partido
único revolucionario de José Martí por una parte y las experiencias
negativas con la dispersión política y la influencia de la clase dirigente
sobre los partidos tradicionales por otra.

Desarrollamos la democracia a través de nuestros métodos de


elección del poder, y, sobre todo, a través de la crítica y la autocrítica
constante, a través de la dirección colectiva y la más amplia y
constante participación y apoyo del pueblo [98].
El resultado es un sistema único de procesos de toma de decisiones
que difiere fundamentalmente del nuestro y que con frecuencia se
comprende mal, aunque sea conocido. Por consiguiente, dada la
importancia del tema, es importante aclarar sus aspectos esenciales[99].
Hay similitudes entre Cuba y la democracia occidental: hay un
parlamento nacional, consejos provinciales, consejos comunales y
elecciones cada cinco años. Pero también hay grandes diferencias. En
primer lugar, el papel y la función de un partido político. El Partido
Comunista es la columna vertebral de la revolución, pero como tal no
tiene nada que ver con las elecciones. Para presentarse como candidato en
las elecciones comunales, poco importa que se sea miembro del partido o
no, incluso se pueden presentar aquellas personas que tienen ideas
disidentes. El Partido Comunista no presenta candidatos y por ley no
puede mezclarse en el desarrollo de las elecciones. Es la población del
distrito electoral local quien propone los candidatos y los confirma o no.
«El principio de que el pueblo postula y elige es lo que nos coloca en
primer lugar entre los países democráticos del mundo»[100]. Las listas se
forman de esta manera y el voto es secreto, como en los países
occidentales. En Cuba ningún partido, tampoco el partido comunista,
participa como tal en las elecciones.
Un segundo aspecto importante es la aspiración a la unidad y el
consenso. «Creo que la forma de organización política debe tender a la
unidad, si eso es posible»[101]. No se trabaja con una mayoría y una
oposición, sino que se busca una base lo más amplia posible para tomar
las decisiones. Para adoptar ciertas medidas a veces se discute durante un
año entero para llegar a un consenso. Y si no se llega, la medida
simplemente no se aplica. Así, por ejemplo, la propuesta del gobierno de
introducir un impuesto sobre el salario a mediados de la década de 1990
se abandonó tras una amplia consulta a la población[102]. La búsqueda de
consenso implica el riesgo de que se ejerce presión en las opiniones
disidentes. Es un peligro real, pero hay que considerarlo en el contexto de
la obsesión de Washington de acabar con la revolución. Ignacio de Loyola
declaraba en su época: «En una fortaleza asediada, toda disidencia es
traición»[103].
Un tercer aspecto es el fuerte vínculo entre la persona electa y la
población local. Los distritos electorales se componen de un máximo de
dos mil electores. Por consiguiente, la persona electa es alguien del
barrio, a la que conoce la mayoría y a la que se accede directamente. Esto
aumenta la participación directa en el proceso político. Los políticos no
forman una clase profesional aparte. «No existe en nuestra Revolución el
oficio de político porque todos somos políticos, desde el pionero hasta el
anciano jubilado»[104]. No se retribuye a la persona electa por su trabajo
político. Sigue ejerciendo su trabajo y si es necesario se le libera
temporalmente. Esto no permite al político cubano construir una relación
de fuerza ni tampoco se beneficia de ciertos privilegios. Una crítica
importante que hace Fidel de las democracias occidentales es la
constatación de que la gestión socioeconómica está determinada
esencialmente por las grandes empresas, a las que preocupan poco las
necesidades de la gente. El gobierno es de hecho «el gobierno de la
oligarquía, por la oligarquía y para la oligarquía»[105].
Un cuarto aspecto es la amplia implicación de los ciudadanos. Como
vimos, todos los cubanos con derecho a voto están implicados en la
formación de las listas para los consejos comunales. Esto se hace
localmente y directamente. Las comisiones electorales establecen la
composición de las listas para los consejos provinciales y el parlamento
nacional. En las comisiones electorales participan decenas de miles de
representantes de diversas organizaciones sociales: sindicatos,
organizaciones campesinas, organizaciones de mujeres, organizaciones
de estudiantes, comités de barrio, etc. Estas comisiones están presididas
por el sindicato. Hay una consulta amplia en la población para la
preparación de las listas. Casi un millón y medio de cubanos están
implicados y el proceso requiere varios meses. Las elecciones
provinciales y nacionales forman la piedra angular de este proceso de
consulta, es un pedido a la población de confirmar o invalidar el trabajo
realizado.
Por otra parte, las elecciones no son sino un elemento en la
participación y consulta de la población. Se consulta permanentemente a la
población en las organizaciones sociales, los consejos y en el propio seno
del Partido Comunista. En Cuba no hay «democracia representativa», es
una democracia «que tiene vida a través de la participación directa del
pueblo en sus problemas públicos»[106].
Un quinto aspecto es el papel de los medios de comunicación y de la
publicidad. En los países occidentales desempeñan un papel fundamental.
Aquella persona a la que vemos en todas partes en la calle por medio de la
publicidad, que tiene buenas relaciones con los medios, que aparece en la
televisión o, mejor aún, posee buena parte de los medios (piensen por
ejemplo en Berlusconi) tiene muchas posibilidades de ser elegida. En
Cuba la propaganda de cada candidato se limita a una foto y un curriculum
vitae. Los candidatos pueden tomar la palabra durante las reuniones
públicas del distrito electoral local. Las campañas personales están
prohibidas. Por lo tanto, los delegados elegidos no son necesariamente
cubanos conocidos o populares.
Otra diferencia con el sistema occidental es la posibilidad de destituir a
cada una de las personas electas: «Tampoco ejercen el cargo sin el control
de sus conciudadanos»[107]. Cada seis meses su asamblea de distrito
electoral puede pedirles que se justifiquen y puede destituirlas. No es solo
teoría, sino que ocurre regularmente. Al establecer las listas para el
parlamento nacional se tiene en cuenta la representación de todos los
sectores de la sociedad: estudiantes, obreros, campesinos, científicos,
enfermeros, médicos, deportistas, periodistas, artistas, intelectuales,
militares... Aproximadamente un 30% de los parlamentarios no son
miembros del Partido Comunista y en los consejos comunales esta
proporción supera la mitad. No es obligatoria la participación en el voto
y, sin embargo, es elevada, más del 95% de media.
Fidel es el último en afirmar que la democracia cubana sea «perfecta»,
pero para él es el sistema «que se ajusta de manera ideal a nuestras
condiciones» y, en todo caso, «su eficacia ha sido mostrada»[108]. Pero el
sistema tiene sobre todo una base muy amplia: «Si la revolución no
tuviera la mayoría del pueblo, el poder revolucionario no podía
sostenerse»[109]. Sondeos de opinión independientes efectuados en 1994 y
1995, durante los momentos más difíciles de la crisis económica,
demostraron que más de tres cuartas partes de los cubanos se identificaban
con su sistema político y solo un 5% quería otro [110]. Durante este periodo
incluso el Pentágono tuvo que constatar que una gran mayoría de los
cubanos apoyaba a la dirección revolucionaria[111]. Para Fidel el criterio
último es el armamento de la población. En el marco de las posibles
agresiones militares, dos millones de cubanos tienen acceso a las armas.

Cuando la defensa se vuelva tarea de todo el pueblo y las armas se


vuelvan prerrogativa de todo el pueblo, entonces sí podrá hablarse de
democracia; mientras tanto podrán hablar de cuerpos especializados
de policías y de ejércitos, para aplastar al pueblo cuando el pueblo no
se manifiesta conforme con los abusos y las injusticias del sistema
burgués, lo mismo en un país capitalista del Tercer Mundo que en un
país capitalista desarrollado [112].
¿Qué pasaría en la propia Europa si armaran a los trabajadores, si
armaran a los obreros, si armaran a los estudiantes, si armaran a
todos estos sectores que constantemente son reprimidos cuando
exigen algo, cuando demandan algo, cuando solicitan algo, cuando se
movilizan para algo?[113]
Notas

[1] Betto, Frei: op. cit., p. 148. <<

[2] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 153. <<

[3] El Che cita esta frase al principio de un artículo sobre la ideología,

Guevara, Ernesto: op. cit., p. 92. <<

[4] Martin, Lionel: op. cit., p. 94. <<

[5] Betto, Frei: op. cit., p. 162. <<

[6] Idem, p. 143. <<

[7] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[8] Idem. <<


[9] Gott R: op. cit., p. 9. <<

[10] Gómez García, Humberto: op. cit., pp. 264-8; Gott, R: op. cit., pp.

139-143; Mártinez Heredia, Fernando (2007): La revolución cubana del 30.


Ensayos, La Habana, pp. 38-119. <<

[11] Discurso, 23 de enero de 1959. Para una comparación entre


Guiteras y Fidel, véase Suárez Suárez, Reynaldo: Un insurreccional en dos
épocas con Antonio Guiteras y con Fidel Castro, La Habana. <<

[12] Betto, Frei: op. cit., p. 145. <<

[13] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 140. <<

[14] Miná, Gianni: op. cit., p. 171. <<

[15] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[16] Para hacerse una breve idea de las ideas políticas del Che, véase

Vandepitte, Marc: Un autre regard sur le Che


(http://www.cubanismo.net/teksten_fr/che/autre_regard.htm). <<

[17] Discurso, 18 de octubre de 1967. <<


[18] La cita procede del prólogo de Fidel Castro a la edición de las

obras completas de José Martí en 1983. Citado en Revista de la Sociedad


Cultural José Martí, 2000, n° 3, p. 4. <<

[19] Betto, Frei: op. cit., p. 142. <<

[20] Rojas, Marta: op. cit., p. 37. <<

[21] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[22] Guerra, Dolores; Concepción, Margarita, y Hernández, Amparo

(ed.) (2004): José Martí en el ideario de Fidel Castro, La Habana, p.


249. <<

[23]
Para la importancia de José Martí en el pensamiento de Fidel
Castro, véase Rice, Donald (1992): The Rhetorical Uses of the Authorizing
Figure: Fidel Castro and Jose Marti, New York; Guerra, Dolores;
Concepción, Margarita, y Hernández, Amparo (ed.): op. cit. <<

[24] Ponte, Antonio José: «José Martí: historia de una bofetada», Mundo

nuevo — nuevos mundos, 25 de abril de 2008


(http://nuevomundo.revues.org/index30622.html). <<

[25] Guerra, Dolores; Concepción, Margarita, y Hernández, Amparo

(ed.): op. cit., p. 45. <<


[26] Discurso, 26 de julio de 1964. <<

[27] Discurso, 18 de noviembre de 1971. <<

[28] Discurso, 29 de enero de 2003


(http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2008/esp/f280108e.html). <<

[29] Martí, José: op. cit., p. 576. <<

[30] Discurso, 24 de julio de 1993. <<

[31] Discurso, 23 de enero de 1959. <<

[32] Discurso, 24 de julio de 1993. <<

[33] Discurso, 14 de octubre de 1995. <<

[34] Discurso, 22 de diciembre de 1972. <<

[35] Guerra, Dolores; Concepción, Margarita, y Hernández, Amparo

(ed.): op. cit., p. 283. <<


[36]
Hart Dávalos, Armando (2006): Ética, Cultura y Política, La
Habana, p. 96. <<

[37] Discurso, 14 de octubre de 1991. <<

[38] Gómez García, Humberto: pp. 15, 46 y siguientes; Harnecker,


Marta: op. cit., p. 98. <<

[39] Borge, Tomás: op. cit., p. 111. <<

[40] Discurso, 11 de febrero de 1993. <<

[41] Hart Dávalos, Armando: Dialéctica de la relación entre el ideal

socialista y la tradición martiana. <<

[42] Granma, 22 de junio de 2000, p. 5. <<

[43] Discurso, 26 de julio de 1973. <<

[44] Discurso, 2 de diciembre de 2001. <<

[45] La cita proviene de un discurso de Fidel del 10 de diciembre de

1998. Discurso, 5 de diciembre de 2004. <<


[46] Discurso, 17 de noviembre de 2005. <<

[47] La Batalla de Ideas se lanzó en 2000 con ocasión del caso Elián. <<

[48] Silva León, Arnaldo: op. cit., p. 45. <<

[49] Según un estudio de la UNESCO, los alumnos cubanos de tercer

grado obtienen unos resultados claramente más elevados que sus colegas
de América Latina. En matemáticas, el 54% de los alumnos en Cuba
obtienen el nivel más alto. Seguido por Nuevo León (México) con el 23%,
Uruguay con el 19% y México con el 16%. En lenguas la puntuación es el
44% para Cuba, seguida de Nuevo León, Costa Rica y Chile con el 18%.
Estudios anteriores lo confirman. UNECSO/LLECE: Los aprendizajes de
los estudiantes de América Latina y el Caribe. Resumen Ejecutivo del
Primer Reporte de Resultados del Segundo Estudio Regional Comparativo
y Explicativo, Santiago, Chile, junio de 2008, pp. 24 y 29; UNESCO:
Primer Estudio Internacional Comparativo. Sobre lenguaje, matemática y
factores asociadas para alumnos del tercer y cuarto grado de la educación
básica, Santiago de Chile 2001;
(http://unesdoc.unesco.org/images/0012/001231/123143s.pdf), pp. 37, 59,
60; unesco: Educación para todos en 2015. ¿Alcanzaremos la meta?, París
2008. <<

[50] Discurso, 13 de marzo de 1968. <<

[51] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 142. <<


[52] Discurso, 16 febrero de 1959. <<

[53] Discurso, 12 de enero de 1968. <<

[54] Véase, por ejemplo, Aricó, José (1978): Mariátegui y los orígenes

del marxismo latinoamericano, México; Ibánez, Alfonso (1979):


Mariátegui: Revolución y utopía, Lima; Mohetic, Yerko (1970):
Mariátegui, Santiago de Chile. <<

[55] El centralismo democrático es el proceso de decisión en los


partidos comunistas tradicionales. Las decisiones se discuten por extenso
en todos los niveles. Los niveles más altos tienen en cuenta a los niveles
inferiores. Esta es la parte democrática. Una vez terminado el proceso de
decisión, se supone que todo el mundo se atañe a él y lo defiende de cara
al exterior. Esta es la parte del centralismo. En una democracia de base una
mayoría de las decisiones se toman en el nivel más bajo posible,
preferentemente sin representación (directa) o intervención (vía un
partido, por ejemplo) y se tiende a una participación lo más amplia
posible (http://es.wikipedia.org/wiki/Centralismo_democrático
http://es.wikipedia.org/wiki/Democracia_participativa). <<

[56] Citado en Bourne, Peter: op. cit., p. 235. <<

[57] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 141. <<

[58] Idem, p. 706. <<


[59] Idem, p. 444. <<

[60] Discurso, 12 de enero de 1968. <<

[61] Borge, Tomás: op. cit., p. 85. <<

[62] Se revisaron los centros de estudios y se trasladó a algunos


dirigentes. Esto se hizo en el marco del V Pleno de 1996. El debilitamiento
ideológico era un efecto secundario de la grave crisis económica a raíz de
la caída de la URSS. Tras el V Pleno vino una especie de rectificación
ideológica. Véase Vandepitte, Marc: De gok van Fidel, pp. 183-190. <<

[63] Discurso, 26 de julio de 1995. <<

[64] Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[65] Citado en Balfour, Sebastian (1990): Profiles in Power. Castro,


Londres, p. 124. <<

[66] Lo aborda respectivamente en Discurso, 26 de julio de 1979 y

Comparecencia del 1 de diciembre 1961. <<

[67] Así, por ejemplo, el apoyo a los movimientos revolucionarios en

América Latina y la mayoría de las operaciones militares en África. <<


[68] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 326. <<

[69] Betto, Frei: op. cit., pp. 3-4. <<

[70] Idem, p. 6. <<

[71] Idem, pp. 273-275. <<

[72] Nos limitamos a la Iglesia católica porque era la principal


institución religiosa y aquella con la que las relaciones eran más
problemáticas. Nunca hubo tensiones con la santería. Actualmente la
mayor amenaza proviene de las sectas protestantes que operan con apoyo
financiero y logístico de Estados Unidos. Véase Berges Curbelo, Juana et
alli (2006): Los llamados Nuevos Movimientos Religiosos en el Gran
Caribe, La Habana, pp. 204-216. <<

[73] Betto, Frei: op. cit., p. 233. <<

[74] Discurso, 17 de noviembre 1971. <<

[75] Betto, Frei: op. cit., p. 317. <<

[76] Monroy, Juan Antonio (2003): Frank País: Un líder Evangélico en

la Revolución cubana, La Habana. <<


[77] Discurso, 18 de noviembre de 1971. <<

[78] Betto, Frei: op. cit., p. 299. <<

[79] Pronunciado el 17 de diciembre de 1959, Núñez Jiménez, Antonio

(2002): En marcha con Fidel — 1959, La Habana, p. 448. <<

[80] Pronunciado el 6 de marzo de 1959, Creach Corrales, Pedro (ed.)

(2006): Fidel Castro Ruz. Pensamientos. Selección temática, La Habana, p.


194. <<

[81] Creach Corrales, Pedro (ed.): op. cit., p. 195. <<

[82] Núñez Jiménez, Antonio: En marcha con Fidel — 1959, pp. 448-

449. <<

[83] Idem, p. 319. <<

[84] Idem, p. 5. <<

[85] Discurso, 26 de julio de 1980. <<

[86] Creach Corrales, Pedro (ed.): op. cit., p. 127. <<


[87] Granma, 22 de junio de 2000, p. 5. <<

[88] Discurso, 16, 23 y 30 de junio de 1961. <<

[89] Discurso, 23 de julio de 1972. <<

[90] Discurso, 16, 23 y 30 de junio de 1961. <<

[91] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 490. <<

[92] Betto, Frei: op. cit., pp. 330-332. Habla, entre otras cosas, de la

capacidad que tiene un presidente de Estados Unidos para desencadenar


una guerra nuclear sin el acuerdo del congreso. <<

[93] Idem, p. 335. <<

[94] Según algunos comentaristas, después de Fidel hay un cambio


hacia la vía china visto que consideran que Raúl es más pragmático. Se
olvidan de tres elementos. Primero, que las medidas económicas más
profundas, entre ellas la legalización de la posesión de dólares, el acceso a
los comercios en dolares para los cubanos, el desarrollo acelerado del
turismo, los mercados campesinos, el trabajo por cuenta propia, etc., se
introdujeron en la década de 1990, cuando Fidel era presidente. En
segundo lugar, el artífice de las reformas económicas era Carlos Lage,
entonces vicepresidente. En tercer lugar, estas medidas solo se toman
después de una amplia concertación con la población, confirmada o no
por el parlamento. De hecho, el presidente, su opinión personal o su
temperamento no desempeñan un papel significativo. <<

[95] Discurso, 19 de abril de 1976. <<

[96] Van de Voorde, H. et alii (1985): Supermachten. Verenigde Staten

van Amerika, BRT Instructieve Omroep, pp. 43 y siguientes; Vis J (1988):


Politiek en democratie. Een inleiding, Groningen, pp. 146 y siguientes. <<

[97] Discurso, 2 de septiembre de 1960. <<

[98] Creach Corrales, Pedro (ed.): op. cit., p. 62 <<

[99] Para este tema nos hemos inspirado en Saney, Isaac (2003): Cuba.

A Revolution in Motion, Londres, capítulo 2; Carmona Baéz, Antonio


(2004): State Resistance to Globalisation in Cuba, Londres, capítulo 2; de
Sousa Santos, Boaventura (2005): Reinventar la democracia. Reinventar el
Estado, La Habana; López García, D: «A Guide for Unerstanding the
Cuban Political System» en Bell Lara, José, y Dello Buono, Ricardo (ed.)
(2005): Cuba in the 21st Century: Realities and Perspectives, La Habana,
pp. 101-114; Alarcón de Quesada, Ricardo (2002): Cuba y la lucha por la
democracia, La Habana; García Brigos, Jesús (1998): Gobernabilidad y
democracia: los órganos del Poder Popular en Cuba, La Habana; Delgado
Días, Carlos et alii (2000): Democracia, derecho y sociedad civil, La
Habana; Hernández, Rafael (ed.) (1995): Cuba en las Américas. Una
perspectiva sobre Cuba y los problemas hemisféricos, La Habana; Raby,
Diana: op. cit., capítulo 4. <<
[100] Discurso, 11 de febrero de 1993. <<

[101] Borge, Tomás: op. cit., p. 113. <<

[102] Vandepitte, Marc: De gok van Fidel, pp. 79-80. <<

[103] Citado en Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 21. <<

[104] Discurso, 2 de diciembre de 1976. <<

[105] Discurso, 24 de diciembre de 1977. <<

[106] Discurso, 26 de julio de 1959. <<

[107] Idem. <<

[108] Borge, Tomás: op. cit., pp. 120 y 125. <<

[109] Betto, Frei: op. cit., p. 336. <<

[110] En la primera encuesta el 80% afirma estar de acuerdo con el

sistema de gobierno. Machado, D: «La Coyuntura Sociopolítica», Crítica


de Nuestro Tiempo, octubre-diciembre de 1995, 6-28, pp. 25-27. Esta
encuesta está confirmada por un sondeo de opinión efectuado por Gallup
y publicado en 1994, en el que el 76% de las personas preguntadas se
declara satisfecha de su vida cotidiana y solo un 3% considera que las
cuestiones políticas son el problema prioritario del país. Chomsky, Noam
(1998): Responsabilités des intellectuels, Marseille, p. 147. [Hay
traducción al castellano: La responsabilidad de los intelectuales y otros
ensayos históricos y políticos, Esplugas de Llobregat, Ariel, 1974,
traducción de Juan-Ramón Capella.] Un disidente de primer plano,
Elizardo Sánchez, acepta que en esta época el 80% del electorado apoya al
gobierno. Lambie, G.: Cuban Local Government: Democracy through
Participation or Political control?, ECPR Conference Workshop, Berna,
27 de febrero-4 marzo de 1997. <<

[111] El País Internacional, 10 de abril de 1995, p. 3. <<

[112] Discurso, 4 de enero de 1989. <<

[113] Borge, Tomas: op. cit., p. 127. <<


El amor, la ética y la cuestión de la violencia

La ética, como comportamiento, es esencial, y una riqueza que no tiene


límites. Esa es la fuerza más poderosa de la que se pueda disponer [1]
La tradición marxista

El comunismo viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la


religión, y no a sustituirlas por otras nuevas.
K. Marx y F. Engels[2]

Ninguna teoría social está tan cargada de valores como la de Marx y


Engels. Sus escritos constituyen una carga permanente contra la injusticia
y la explotación. Su vida entera estuvo al servicio de un gran ideal: la
emancipación de los obreros, el final de la explotación y la libertad para
todos. Pero por razones históricas y probablemente también por motivos
filosóficos[3] la dimensión ética no aparece explícitamente en sus escritos.
La razón principal era que desarrollaron sus ideas en una polémica con
los socialistas utópicos, como llamaron las diversas corrientes socialistas
de su época. El socialismo científico de Marx y Engels se basa en hechos
empíricos y leyes históricas, mientras los socialistas utópicos partían de
valores eternos o de sueños. Según Marx y Engels, las clases o grupos
sociales están animados en primer lugar por los intereses de clase, antes
que por valores o convicciones. Los deseos subjetivos o intenciones
desempeñan un papel subordinado y sin importancia. Un capitalista noble
que, por ejemplo, quisiera pagar un salario honesto a sus obreros, no
podría hacerlo. Lo prohíbe la competencia, está preso de un corsé
económico [4].
Para Marx y Engels la lucha por el socialismo no viene de un
sentimiento de justicia o de la voluntad de un mundo mejor. El mundo no
cambia por ideas o por un ideal[5]. La lucha por el socialismo es la
consecuencia de la lucha por la emancipación del movimiento obrero,
suscitada ella misma por la contradicción irreconciliable entre la
burguesía y el proletariado. A través de esta lucha de emancipación el
movimiento obrero toma conciencia de su papel predominante en la
historia. El socialismo no es un sueño lejano, inaccesible, una utopía o un
ideal, sino el resultado del curso de la historia.
Los artífices del marxismo no desarrollaron una dimensión ética; su
teoría no concernía al bien o al mal, sino a lo que se iba a producir en la
historia[6]. Los ideales no solo son insuficientes para librarse de la
injusticia o lograr un mundo mejor, sino que con frecuencia son
engañosos. Los valores y los ideales son reflejo de las relaciones de
fuerza existentes y crean una conciencia distorsionada. En el capitalismo
incitan a los oprimidos a la aceptación y a la sumisión. En el Manifiesto
comunista se afirma: «Las leyes, la moral, la religión, son para él [el
proletario, n.d.a.] otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan
otros tantos intereses de la burguesía»[7]. Engels escribe en el Anti-
Dühring: «Afirmamos, por el contrario, que toda teoría moral que ha
existido hasta hoy es el producto, en última instancia, de la situación
económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha movido hasta
ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de
clase»[8].
Por ello, Marx y Engels evitan toda referencia explícita a la ética en
sus textos. Así, Marx menciona en una carta a Engels que había escrito un
texto a petición de la Internacional y señala: «Se me obligó a incluir dos
frases acerca de «deber» y «derecho» en el preámbulo de los estatutos, lo
mismo que sobre «la verdad, la moralidad y la justicia», pero se han
insertado de tal manera que no pueden causar daño»[9]. Marx y Engels no
solo evitan las formulaciones éticas sino que también emprenden una
lucha contra la moral y los valores eternos. En el Manifiesto comunista
formulan una acusación dirigida a los comunistas: «Se seguirá arguyendo,
existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas
las sociedades y a todas las etapas de progreso de la sociedad. Pues bien,
el comunismo viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la
religión, y no a sustituirlas por otras nuevas; viene a interrumpir
violentamente todo el desarrollo histórico anterior». No contradicen esta
acusación, al contrario, el marxismo rompe precisamente con todas estas
ideas superadas: «La revolución comunista viene a romper de la manera
más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene de
extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera
también más radical, con las ideas tradicionales»[10]. Según Engels, solo
se puede desarrollar la ética después de haber vencido al capitalismo [11].
Para Marx y Engels, el socialismo utópico no solo está condenado a
fracasar, sino que desvía a los obreros de su tarea histórica del momento:
llevar a cabo la lucha de clases. La liberación solo surgirá respetando «el
sentido de la historia», es decir, reconociendo las contradicciones
sociales, acentuándolas y sabiendo qué clases sociales históricas deben
desempeñar el papel principal en ello.
La consecuencia de ello fue que en el marxismo clásico la dimensión
utópica estaba prohibida y que se concedía a la ética un lugar subordinado.
Los acontecimientos históricos después de Marx y Engels no facilitaron la
relación con la dimensión ética. Una corriente importante en el seno de la
familia socialista rompió con varias tesis centrales. La revolución a la que
se aspiraba se sustituyó por reformas graduales, por la vía parlamentaria y
la lucha de clases dejó de ser el motor de la historia. En vez de basarse en
los intereses de clase, solo se confía plenamente en las convicciones
morales para movilizar a los obreros. Esta corriente se denomina
socialismo ético o socialismo moral. De hecho, utilizaban la ética (o
abusaban de ella, según los marxistas) para renegar de la lucha de clases.
Esto reafirmaba a los marxistas en su reticencia por esta dimensión. Para
Lenin sí que existía una moral, más precisamente una moral comunista[12],
pero esta moral está totalmente subordinada a la lucha de clases:
«Decimos que nuestra moral está enteramente subordinada a los intereses
de la lucha de clases del proletariado. Nuestra ética tiene por punto de
partida los intereses de la lucha de clases del proletariado. [...] La moral
comunista es la que sirve para esta lucha, la que une a los trabajadores
contra toda explotación y contra toda propiedad privada. [...] Para un
comunista, toda la moral reside en esta disciplina solidaria y unida y en
esta lucha consciente de las masas contra los explotadores»[13]. Tampoco
en él había una teoría ética explícita. En la tradición leninista la ética se
reduce esencialmente a la moral revolucionaria y a la disciplina, más
particularmente a unos códigos de conducta y a unas actitudes que
equivalen a un compromiso incondicional con la revolución y el
partido [14]. El índice de una edición belga de la obra estándar del
marxismo-leninismo de la Academia de las Ciencias de la Unión Soviética
cuenta con 1.300 palabras. No aparecen palabras como ética, moral,
valores, dignidad o justicia[15].
Una complicación suplementaria para las dimensiones éticas y
utópicas era la concepción cientificista del mundo. Cada vez ganó más
terreno en el seno del marxismo, entre otros con el ruso Plechanov[16]. El
cientifismo es una teoría que parte de la convicción de que el
conocimiento científico permite aniquilar la ignorancia en todos los
dominios. Se trata de aplicar los principios de las ciencias naturales en
todos los dominios de la vida, incluidas la filosofía, la religión, las
ciencias sociales y la política. En esta visión del mundo no hay lugar en
absoluto para la moralidad, la ética o las utopías, salvo para rechazarlas
como una conciencia errónea[17]. Hasta aquí la tradición marxista[18].

El papel de la ética en la
revolución cubana

De valores vivimos, por los valores nos sostenemos, por los


valores luchamos y seguiremos luchando [19].

Fidel desarrolló sus ideas en un contexto completamente diferente y a


partir de una tradición muy diferente. No considera la ética un freno sino,
por el contrario, una base y un terreno fértil para sus convicciones
políticas, la fuente de su compromiso radical. En una visión retrospectiva
sobre sus primeros pasos en política afirma:
Si tú mezclas valores éticos, espíritu de rebeldía, rechazo a la
injusticia, toda una serie de cosas que tú empiezas a apreciar y a
valorar altamente, y que otra gente puede no valorar, un sentido de la
dignidad personal, del honor, del deber, todo eso, a mi juicio, es la
base elemental que puede hacer que un hombre adquiera después una
conciencia política[20].

Cuando era un estudiante de 22 años estuvo presente casualmente en


una revuelta espontánea en Bogotá, Colombia. Era una empresa sin
sentido pero su idealismo y sus convicciones morales fueron más fuertes
que cualquier otra consideración. Consideraba que su deber era unirse a la
revuelta porque, como él mismo dice, «actué consecuentemente, actué con
principios, actué con una moral correcta, actué con dignidad, actué con
honor, actué con disciplina y actué con un altruismo increíble»[21].
Como a muchos cubanos, al joven Fidel le asqueaba la elite política de
su país. Carecía de toda forma de moralidad. La política era igual a «la
consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos»
mientras que la revolución abría las perspectivas «al mérito verdadero, a
los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho
descubierto y toman en la mano el estandarte»[22]. Para Fidel, la moral es
la base de todo. Uno no se da cuenta de «lo que vale tener una ética y una
línea de conducta digna»[23]. Es el fundamento de la sociedad, el alma de
la revolución, «todo pensamiento revolucionario comienza por un poco
de ética»[24]. La ética es la clave del éxito, «es la fuerza más poderosa de la
que se pueda disponer»[25]. La victoria en la guerra «depende de un
mínimo de armas y un máximo de moral»[26]. Igualmente, la ética es la
esencia de un buen liderazgo, «no necesita cargos, lo que necesita es
autoridad moral, lo que necesita es poder moral»[27]. Ya hemos visto que
Martí en este ámbito era una importante fuente de inspiración : «ya uno
tiene una ética, le dije que la ética nos vino fundamentalmente a través de
Martí»[28]. Esto también era válido para el Che.

Como revolucionario comunista, verdaderamente comunista,


[Che] tenía una infinita fe en los valores morales, tenía una infinita fe
en la conciencia de los hombres. Y debemos decir que en su
concepción vio con absoluta claridad en los resortes morales la
palanca fundamental de la construcción del comunismo en la
sociedad humana[29].

La ética y los valores no surgen espontáneamente, hay que


proponerlos y enseñarlos. No habrá sociedad socialista «sin que ciertas
ideas se vuelvan principios éticos irrenunciables de cada ciudadano»[30].
De ahí la importancia que se concede a la enseñanza, la formación y la
cultura. Los niños vienen al mundo con unos impulsos naturales que son
«muchas veces contradictorios con las virtudes que más apreciamos,
como solidaridad, desprendimiento, valentía, fraternidad y otras». Por lo
tanto, educar equivale en gran parte a «sembrar valores, inculcar y
desarrollar sentimientos, transformar a las criaturas que vienen al mundo
con imperativos de la naturaleza»[31]. Por decirlo con palabras del Che,
hay que crear un «hombre nuevo».
Fidel concibe la ética en sentido amplio. No se trata tanto de reglas
impuestas, de mandatos o de prohibiciones, sino de un conjunto de
concepciones, de actitudes, valores y virtudes que llevan a la liberación de
los oprimidos, a una sociedad más justa. Sus discursos y sus escritos están
llenos de exhortaciones éticas. A modo de ejemplo, he aquí un extracto de
una conferencia que ofreció en el Lions Club inmediatamente después de
la victoria.

Estamos llenos de buena voluntad. Ya, por lo menos, hay algo.


Buena voluntad significa ser honrado y no robar; buena voluntad
significa no ser un caprichoso, no ser un vanidoso, no ser
«cabeciduro». [...] Además de buena voluntad, hay que tener una gran
resignación. [...] Hay que luchar por una vocación, por un deseo, sin
esperar recompensas de ninguna clase, ni moral ni material[32].

La lista de sus valores y actitudes favoritas es larga. Algunas aparecen


con más frecuencia que otras: la justicia, la igualdad, el altruismo, el
respeto a la vida humana, la preocupación por el otro, la eliminación del
odio, la educación, la honestidad, la integridad, la modestia, la
generosidad, la independencia de pensamiento, el reconocimiento y
rectificación de errores, el honor, la dignidad personal, la perseverancia,
la firmeza de principios, la tenacidad, la disciplina, la intransigencia, la
disponibilidad, el sentido del sacrificio, la audacia, el heroísmo. Estos
valores y actitudes conciernen tanto a la esfera individual como a la
colectiva, incluso a la esfera diplomática. Según Fidel, los valores y los
principios mueven a los pueblos y son una fuerza motriz importante para
la liberación y la emancipación. Las personas están dispuestas a dar su
vida por un ideal. El Che habla de «proyectiles morales» que «son un arma
de tan demoledora eficacia que este elemento pasa a ser el más importante
en la determinación del valor a Cuba»[33]. Unas convicciones
inquebrantables son el arma más poderosa en manos de los pueblos
oprimidos, hacen estrecharse las filas y los hacen prácticamente
invencibles.

Ríase si quiere, pero los principios son a la larga más poderosos


que los cañones. De principios se forman y alimentan los pueblos,
con principios se alimentan en la pelea, por los principios mueren[34].
Las ideas justas tienen un poder superior a todas las fuerzas
reaccionarias juntas. [...] Las ideas son y serán siempre el arma más
importante. [...] No existe arma más potente que la convicción
profunda y la idea clara de lo que debe hacerse. De ese tipo de armas
que no requiere de fabulosas sumas de dinero, sino sólo de la
capacidad de crear y transmitir ideas justas y valores, estará cada vez
más armado nuestro pueblo. El mundo será conquistado por las ideas
y no por la fuerza, cuyo poder para sojuzgar y dominar a la
humanidad será cada vez menor [35].

Un revolucionario debe soñar, debe cultivar ideales, incluso cuando no


sean realistas. Para Marx, Don Quijote es la caricatura del socialismo
utópico, el prototipo del idealista ingenuo condenado a fracasar. Utilizaba
al héroe de Cervantes para denigrar a sus adversarios ideológicos[36]. Y
precisamente esta figura burlesca es el gran héroe de Fidel y del Che[37].
La novela Don Quijote de La Mancha fue el primer libro del que se
editaron millones de ejemplares después de la victoria[38]. En la isla se ven
por todas partes estatuas del caballero que ataca a los molinos de viento.
Estamos aquí lejos de la postura marxista opuesta a la ética y a la utopía.

Martí dijo que los sueños de hoy del idealista, son la ley del
mañana. También nos decían soñadores cuando iniciamos la lucha
contra Batista y hoy somos los que hacemos las leyes revolucionarias
de la república. Mas, aunque no se lograran esos objetivos, soñar con
ellos y aspirar a ellos, es de por sí el primer paso para tratar de
lograrlos. Si no alcanzamos esa meta tan alta pero alcanzamos la
mitad, llegamos a la mitad del camino, habremos alcanzado mucho.
Hay que aspirar al máximo para lograr lo más posible[39].

¿Acaso Fidel vuelve al socialismo utópico o ético? No, porque «su»


ética es una ética de clase y está determinada en función de un proyecto
revolucionario. No considera la moral una falsa conciencia que mantiene
el statu quo sino, por el contrario, una fuerza insustituible para el cambio.
Las experiencias de lucha de los antepasados alimentan esta moral de
lucha. Toma esta noción de Martí. Fidel considera que la izquierda sería
más inteligente utilizando la fuerza de la moral. La recuperación de la
dimensión ética y del humanismo son probablemente su aportación más
importante al marxismo-leninismo.

Un pueblo lleno de vergüenza donde la corrupción, el vicio y la


politiquería, en la república neocolonizada, no habían podido barrer
las semillas de heroísmo, amor a la libertad y a la patria, engendradas
desde nuestras luchas independentistas en Yara, Jimaguayú, Baraguá,
Baire, Dos Ríos, Punta Brava, y cultivadas por la prédica incesante y
eternamente inspiradora de dignidad humana de José Martí. No
habría sido propio de revolucionarios marxista-leninistas desconocer
el valor y la fuerza de estos factores morales de nuestro carácter
nacional[40].
El valor ético de la revolución
cubana

¿Qué otro país puede mostrar una historia de mayor desinterés


que la que ha exhibido Cuba en sus relaciones con África? ¿Cuántos
países del mundo se benefician de la obra de los trabajadores de la
salud y los educadores cubanos? ¿Dónde está el país que haya
solicitado la ayuda de Cuba y que le haya sido negada?
Nelson Mandela[41].

El alto valor ético de la revolución cubana se traduce en las


realizaciones sociales nunca vistas en un país del tercer mundo. Cuba tiene
un sistema sanitario que puede hacer la competencia al de los países ricos,
a pesar de tener un PIB por habitante que es al menos cinco veces inferior.
La mortalidad infantil en Cuba es más baja que en Estados Unidos. Ya
hablamos del alto nivel de la enseñanza. En las regiones más aisladas hay
escuelas que a veces solo tienen un alumno. Los indicadores sociales
siguieron mejorando incluso durante la profunda crisis económica de la
década de 1980, tras la caída de la Unión Soviética y el endurecimiento del
bloqueo. Los niños y los ancianos reciben un trato de favor. Los cuidados
que reciben los discapacitados son únicos para un país del tercer mundo.
Fidel puede declarar con razón que la revolución se ocupa de todo el
mundo y «no olvida a uno solo en absoluto, sea ciego, sea sordomudo,
tenga los problemas de cualquier tipo que tenga»[42]. Cuba ha erradicado
la peor pobreza y a pesar del doble circuito de moneda, el abismo entre
ricos y pobres es mucho menor que en otros países de América Latina[43].
A pesar del bloqueo, el país obtiene los mejores resultados en lo que
concierne a la alimentación. Según el International Food Policy Research
Institute, apenas existe 0,6% de personas desnutridas en Cuba, mientras
que en el resto del continente alcanza el 7%[44].
Se han hecho esfuerzos específicos para eliminar el racismo y la
discriminación. Fue un tema importante desde el inicio de la revolución
porque «no hay nada más absurdo ni nada más criminal que la
discriminación»[45]. Las tensiones étnicas o la discriminación racial son
inexistentes en Cuba, lo que no quiere decir que ya no haya prejuicios
puesto que hacen falta esfuerzos de generaciones para erradicarlos
totalmente.

[...] porque en definitiva, todos las tenemos más clara o más


oscura. Porque aquí si no la tenemos un poco morena porque nos
viene de español, y a España la colonizaron los moros, y los moros
venían de África, la tenemos más o menos morena porque nos viene
directamente de África. Pero nadie se puede considerar de raza pura,
y mucho menos de raza superior. [...] vamos a ponerle fin a la
discriminación racial en los centros de trabajo, [...]que cese la
discriminación racial en los centros de trabajo; que blancos y negros
nos pongamos todos de acuerdo y nos juntemos todos para poner fin
a la odiosa discriminación racial en los centros de trabajo. Así
iremos forjando, paso a paso, la patria nueva[46].

La misma actitud existía y existe respecto a la mujer. Tampoco es una


lucha fácil, «es una tarea de toda la sociedad»[47].. Los prejuicios
machistas están profundamente arraigados, tanto más en el contexto
latinoamericano. Queda un largo camino por recorrer, pero se ha hecho
mucho en Cuba respecto a lo que es norma en el continente. Así, hay más
mujeres que hombres que estudien en las universidades y el 49% de los
parlamentarios son mujeres, la mejor cifra del mundo después de Andorra
y Ruanda[48].

Quiero que sepan que una de las batallas más difíciles de la


Revolución es la lucha por la igualdad de la mujer, porque la
discriminación no existía solo entre los hombres, sino entre las
propias mujeres, cosa curiosa, a pesar de todo lo que se ha avanzado
en educación e ideología[49].
Yo estoy absolutamente convencido de que la sociedad ganará
más en la medida en que sea capaz de desarrollar y aprovechar las
calidades, las capacidades morales, humanas e intelectuales de la
mujer. Estoy absolutamente convencido [50].

La actitud respecto a Estados Unidos, el principal enemigo, también


demuestra la moralidad de la revolución cubana. Desde 1959 Washington
ha hecho todo lo posible para eliminar la revolución y liquidar a su
dirigente: cientos de intentos de asesinar a Fidel, el apoyo a la guerrilla
contrarrevolucionaria durante la década de 1960, bombardeos, los
atentados con bomba contra hoteles y fábricas, el atentado contra un avión
de línea regular, la guerra bacteriológica, el bloqueo más largo de la
historia... En total todas estas agresiones han costado al país más de tres
mil muertos y decenas de miles de dólares. Y a pesar de todo, no existe el
menor sentimiento antiestadounidense en Cuba. Fidel siempre ha
distinguido claramente en sus discursos entre el gobierno estadounidense
y sus ciudadanos, e incluso entre Estados Unidos como nación y como
potencia imperialista. En el seno de la revolución no hay lugar para el
chovinismo [51].

El mensaje expresa claramente la idea de que el objetivo de la


estrategia revolucionaria es la destrucción, no de Estados Unidos,
sino de la dominación imperialista de Estados Unidos de América.
No permitan que el imperialismo les haga confundir al pueblo de
Estados Unidos, la nación de Estados Unidos —que no se compone
solo de imperialistas— con los propios imperialistas[52].

Tanto después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 como


después de la catástrofe de las inundaciones en Nueva Orléans Fidel se
compadeció inmediatamente del las víctimas y se movilizó a cientos de
médicos para ofrecer ayuda médica. Por su puesto, esta fue rechazada en
cada ocasión. Al ser presidente, J.F. Kennedy fue el responsable de la
invasión de la Playa Girón y de la crisis de los misiles. Cuando Fidel supo
la noticia de su asesinato, su primera reacción fue: «Son malas
noticias»[53]. En una entrevista de Tomas Borge describe a su principal
enemigo de entonces como «un hombre muy inteligente, una personalidad
descollante». Era un hombre con unas «cualidades sobresalientes, pero
todavía era muy inexperto cuando asume el gobierno, todavía se dejaba
llevar mucho por corrientes y a veces por emociones». No tuvo el tiempo
necesario «de expresar su capacidad como hombre inteligente, como
estadista»[54].
Cuando hubo en Estados Unidos un intento de asesinar a Reagan, un
presidente extremadamente hostil hacia Cuba, Fidel lo desaprobó
inmediatamente y le deseó una pronta recuperación. Cuando años más
tarde los servicios de seguridad cubanos estuvieron al corriente de un
nuevo plan para asesinar a Reagan, transmitieron inmediatamente la
información a las autoridades estadounidenses[55].
Estas actitudes y esta serenidad del gobierno cubano difieren
enormemente de los cientos de intentos de asesinato urdidos contra Fidel
por la CIA y del discurso habitual de un dirigente occidental cuando
menciona a los dirigentes de países enemigos. Cuando un periodista de la
radio describió las manchas de sangre en las medias de Jackie Kennedy,
provocó en Fidel una explosión de cólera contra el mal gusto y la
búsqueda de sensacionalismo del periodismo occidental. «¿Qué tipo de
mentalidad es esta? Después de todo, hay una diferencia en nuestra
civilización. ¿Son ustedes así en Europa? Para nosotros, latinoamericanos,
la muerte es una cuestión sagrada. No solo marca el fin de las hostilidades,
sino que también impone decencia, dignidad y respeto»[56].
Fidel aplicó el mismo código ético estricto respecto a enemigos en su
propio país. Al inicio del año escolar, después de la victoria, se dirigió a
los profesores e insistió en que trataran a los hijos de los criminales de
guerra como a los demás, incluso en que les trataran con amor. Comparen
esto con el trato dado a las familias de los colaboradores en la mayoría de
los países de la Europa occidental tras la Segunda Guerra Mundial.

Y a nuestras escuelas pueden ir todos los niños, no importa que


sean hijos de un soldado de antes, no importa incluso que sea hijo de
cualquier hombre que haya cometido un delito y haya asesinado,
porque los niños no tienen la culpa. Y ustedes tienen que saber que los
niños son inocentes, y que en la escuela cualquier niño, aunque sea
hijo de un soldado de antes, hay que tratarlo como un hermano
también, y si ese niño tuvo la mala suerte de que su padre cometiera
crímenes, él no tiene la culpa, él es una víctima también. En la escuela
se tienen que olvidar esas cosas, porque esos niños son inocentes, y si
en sus casas les hablan mal de la Revolución, ustedes tienen que
hablarles bien de la Revolución y explicarles todas esas cosas, y se
los tienen que ganar con cariño, no con desprecio [57].

La atención a los más débiles y vulnerables no se limita a la población


cubana. Desde el inicio de la revolución, Cuba ofreció su ayuda a los
países hermanos del Sur. La revolución solo tenía cuatro años cuando
hubo un terremoto en Argelia. Fidel envió inmediatamente a una
cincuentena de médicos a pesar del hecho de que entonces Cuba solo
contaba con tres mil. En 1958 todavía había 6.000 médicos en Cuba.
Después de la victoria la mitad de ellos se fue a Estados Unidos. Cuando
este hecho se produce Fidel decide fundar una escuela «para formar
médicos para Cuba y el mundo».
Medio siglo después Cuba tiene más de 50.000 médicos y trabajadores
de salud en el extranjero, es decir, muchos más que la cantidad total
enviada por la Organización Mundial de la Salud. Actualmente Cuba
forma a casi 5.000 jóvenes médicos procedentes de ochenta y dos países
del Sur. En el marco de los programas de alfabetización hubo 30.000
profesores activos en Nicaragua después de la victoria de los sandinistas
en 1979. Tras la catástrofe nuclear de Chernobyl, en 1986, Cuba acogió y
curó a miles de niños. Después del terremoto de Pakistán en 2005 cientos
de médicos cubanos curaron a más de dos millones de víctimas, lo mismo
que hicieron después del terremoto de Haití en 2010. En los últimos años,
gracias a la Operación Milagro, Cuba ha devuelto la vista a millones de
personas ciegas o que veían mal en América Latina.
La lista es larga e impresionante. Desde 1960 Cuba ha enviado 135.000
médicos y trabajadores de la salud al extranjero para para apoyar en casos
de emergencia o para trabajar en las comunidades donde no existe
atención médica[58]. Ningún otro país del mundo puede enorgullecerse de
haberlo hecho mejor. Para Cuba el internacionalismo es una evidencia o,
mejor aún, un deber moral.

Sin el internacionalismo la Revolución Cubana ni siquiera


existiría. Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la
humanidad[59].
El argumento para los internacionalistas es: hay que ayudar a los
demás aunque nadie nos ayudara. Es sencillamente un deber moral,
un deber revolucionario, un deber de principio, un deber de
conciencia, un deber ideológico incluso: hacer un aporte a la
humanidad aunque la humanidad no hubiera hecho ningún aporte por
nosotros. ¡Ese es el internacionalismo![60]

Cuba no ha dudado en emprender misiones militares peligrosas. En


Siria, Argelia, Ghana, Congo (Brazzaville), República Democrática de
Congo, Guinea Equatorial, Zimbabwe, Etiopía, Somalie, Eritrea, Yemen
del Sur, Tanzania, Angola, Namibia y Guinea-Bissau. Cuba apoyó también
a diferentes movimientos de guerrilla en América Latina[61]. Estas
misiones se llevaron a cabo incluso cuando no fueron oportuno
políticamente y. a veces sin el asentimiento de la Unión Soviética, su
protector y principal socio comercial. La misión en Angola puso en
peligro el inicio de un deshielo entre Cuba y Estados Unidos[62]. En total
400.000 cubanos han participado en estas misiones, todos de forma
voluntaria. Más de 2.000 cubanos dejaron la vida en ellas[63]. Entre la
década de 1960 y la de 1980 la minúscula Cuba fue un contrapeso
importante de la superpotencia Estados Unidos en el continente africano.
En Cuito Cuanavale, Angola, el ejército cubano dio un golpe decisivo
al régimen del apartheid de Sudáfrica, al que hasta el último momento
apoyaron las democracias occidentales. Esta batalla hizo bascular el
equilibrio de poder con unas consecuencias importantes para el África
austral. Demos la palabra a un testigo de primera fila, Nelson Mandela:

Hemos venido aquí con gran humildad. Hemos venido aquí con
gran emoción. Hemos venido aquí conscientes de la gran deuda que
hay con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país puede mostrar una historia
de mayor desinterés que la que ha exhibido Cuba en sus relaciones
con África?
¿Cuántos países del mundo se benefician de la obra de los
trabajadores de la salud y los educadores cubanos? [...]
¿Dónde está el país que haya solicitado la ayuda de Cuba y que le
haya sido negada?
¿Cuántos países amenazados por el imperialismo o que luchan
por su liberación nacional han podido contar con el apoyo de Cuba?
Yo me encontraba en prisión cuando por primera vez me enteré
de la ayuda masiva que las fuerzas internacionalistas cubanas le
estaban dando al pueblo de Angola —en una escala tal que nos era
difícil creerlo. [...]
Nosotros en África estamos acostumbrados a ser víctimas de
otros países que quieren desgajar nuestro territorio o subvertir
nuestra soberanía. En la historia de África no existe otro caso de un
pueblo que se haya alzado en defensa de uno de nosotros. [...]
¡La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale
constituyó una victoria para toda África! [...]
¡Sin la derrota infligida en Cuito Cuanavale nuestras
organizaciones no hubieran sido legalizadas!
¡La derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale hizo posible
que hoy yo pueda estar aquí con ustedes!
¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la
liberación del África austral!
¡Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al
continente y a nuestro país del azote del apartheid!
[...] La decisiva derrota infligida en Cuito Cuanavale alteró la
correlación de fuerzas en la región y redujo considerablemente la
capacidad del régimen de Pretoria de desestabilizar a sus vecinos[64].
La cuestión de la violencia
revolucionaria

Pensamos como Martí que «es criminal quien promueve en un


país la guerra que se le puede evitar, y quien deja de promover la
guerra inevitable»[65].

El aspecto moral de la revolución cubana es aún más evidente en la


cuestión de la violencia. Las revoluciones, los golpes de Estado o las
guerras civiles generalmente son acontecimientos brutales y sangrientos.
Piensen en el terror después de la Revolución Francesa, la Guerra de
Secesión en Estados Unidos, la sangrienta lucha de clase en la Unión
Soviética, las masacres durante la guerra civil en España. También fue el
caso después de la Segunda Guerra Mundial: medio millón de víctimas en
1965 en Indonesia, casi un millón en Ruanda en 1994, más de cuatro
millones en Congo a principios de este siglo. Durante las dictaduras
militares en América Latina en las décadas de 1960 y 1980 varios cientos
de miles de personas fueron masacradas o «desaparecieron» con la
«Operación Cóndor»[66]. Este baño de sangre nunca se produjo en la
revolución cubana. Demos las palabra a Tad Szulc, uno de los principales
biógrafos de Fidel, que es todo salvo procatrista[67]. Se refiere a los
juicios públicos que tuvieron lugar poco después de la victoria para
juzgar a los criminales de guerra. «Los juicios revolucionarios cubanos
de entonces no se parecen a las verdaderas masacres que siguieron a las
revoluciones sociales mexicana, rusa y china del siglo XX o a las
venganzas en las calles que estallaron en Cuba tras Machado, en Francia o
en otras naciones ocupadas por los nazis tras la Segunda Guerra Mundial
o en Venezuela tras el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez en 1958 y
en la República Dominicana tras el asesinato de Trujillo en 1961. Del
mismo modo, la revolución cubana se abstuvo de los asesinatos masivos
institucionalizados como los perpetrados contra cientos de miles de
personas de origen chino en Indonesia tras el golpe militar anticomunista
de 1965 o los miles atribuidos a las autoridades militares chilenas cuando
derrocaron al presidente marxista Salvador Allende Gossens en 1973.
Teniendo en cuenta que durante los primeros días de la revolución, las
milicias locales del Movimiento del 26 de Julio, los Boy Scouts y
unidades avanzadas del ejército rebelde garantizaron el orden público en
la mayor parte de Cuba, es muy notable que los cubanos que tienden a la
violencia no fueran violentos»[68].
En 1953 Fidel eligió resueltamente la vía armada, pero esta no fue una
elección de principio. No comparte la tesis de que solo la lucha armada
puede aportar la victoria, de que la violencia revolucionaria siempre y en
todas partes es indispensable para llegar al socialismo. Una «revolución
verdadera, una revolución profunda, hay que hacerla mediante la toma
revolucionaria del poder», pero hay que abandonar la vía armada
«mientras existan condiciones legales y constitucionales para llevar a cabo
la lucha cívica y la lucha pacífica». Hay circunstancias en las que «por las
vías legales se podía obtener un triunfo y se podía, incluso, llevar adelante
un programa de construcción socialista»[69].
Por ello Cuba apoyó a fondo el proyecto socialista de Salvador
Allende en Chile. Cuando se puede evitar la violencia es incluso criminal
utilizarla. Una vez más se encuentra la influencia de Martí en Fidel:

Nosotros no somos perturbadores de oficio, ni ciegos partidarios


de la violencia si la Patria mejor que anhelamos se puede realizar con
las armas de la razón y la inteligencia. Ningún pueblo seguiría al
grupo de aventureros que pretendiese sumir al país en una contienda
civil, allí donde la injusticia no predominase y las vías pacíficas y
legales le franqueasen el camino a todos los ciudadanos en la
contienda cívica de las ideas. Pensamos como Martí que «es criminal
quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar y quien
deja de promover la guerra inevitable». Guerra civil que se puede
evitar no nos verá nunca promoverla la nación cubana, como reitero
que cuantas veces en Cuba se presenten las circunstancias
ignominiosas que siguieron al golpe artero del 10 de marzo será un
crimen dejar de promover la rebeldía inevitable[70].

Hay que agotar primero todos los medios pacíficos. Emprendemos la


lucha armada «allí donde estuviesen cerradas todas las vías»[71]. Es «el
último recurso, cuando el camino no aparecía por ninguna parte»[72]. Si se
le hubiera ofrecido a Martí una perspectiva de independencia sin
violencia, indudablemente habría aceptado esta vía. Fidel está incluso
convencido de que «si Lenin hubiese creído que eran posibles los cambios
sociales y los cambios que trataba de lograr en su país sin el trauma de la
guerra civil y de la violencia, Lenin habría preferido ese camino»[73].
Al mismo tiempo, Fidel no rechaza la violencia por principio, no es un
pacifista. Si las circunstancias lo exigen no hay que dudar. Durante la
década de 1950 Cuba no tenía más opción que la lucha armada. La
violencia era inevitable para acabar con la violencia estructural
permanente. Aborda este tema en 1956, durante los preparativos de la
lucha armada:

No es culpa nuestra si el país ha sido conducido hacia un abismo


que no tenga otra fórmula salvadora que la Revolución. No amamos
la fuerza; porque detestamos la fuerza es que no estamos dispuestos a
que se nos gobierne por la fuerza. No amamos la violencia; porque
detestamos la violencia no estamos dispuestos a seguir soportando la
violencia que desde hace cuatro años se ejerce sobre la nación[74].

Pero la violencia degenera fácilmente. La lucha armada sobrentiende


el odio del enemigo y si no hay contención alguna, esto lleva rápidamente
a excesos y crueldades entre las partes beligerantes[75]. Fidel previene que
«los pueblos son radicales». «Si la Revolución ha sido muchas veces
criticada por el propio pueblo, es porque no haya sido más dura o haya
sido más exigente»[76]. Las masas se excitan unas a otras y con mucha
frecuencia el odio contra el explotador se ha acumulado durante varias
generaciones. Cuando se invierten la relaciones de fuerza se libera toda
esta cólera, a menudo de forma incontrolada. Fidel había llegado a esta
conclusión tras el profundo estudio de varias revoluciones del pasado y
por haberlo vivido personalmente durante la revuelta popular en
Colombia, en 1948.
En el seno de la tradición marxista no había directrices explícitas para
el uso correcto de la violencia. Solo Mao había redactado un protocolo
con unas reglas para el trato correcto de los prisioneros de guerra[77].
Fidel y el Che convierten este código moral en un elemento esencial y
explícito de sus concepciones. El punto de partida de Fidel es el amor.
Siguiendo las huellas de Martí, lo opone al odio. Esto puede resultar
sorprendente en el contexto del marxismo, pero Fidel no es de esta
opinión, porque el amor a la humanidad también era el punto de partida de
Marx.

Eduqué mi mente en el pensamiento martiano que predica el amor


y no el odio. [...] Los soldados caídos en combate tendrán siempre
nuestro respeto de adversarios sin miedo y sin odio, y sus familiares
tendrán ayuda generosa cuando la revolución pensadora y
magnánima sea poder, como la tendrán también los que hoy no la
tienen, los familiares de los compañeros nuestros que cayeron
víctimas del asesinato, la represión y el odio [78].
La experiencia martiana demuestra cómo es posible predicar el
espíritu de lucha y la lucha por conquistar la independencia, sin
predicar el odio [79].
Fue precisamente el amor al hombre lo que engendró el
marxismo, fue el amor al hombre, a la humanidad, el deseo de
combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explotación
sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos
Marx surja el marxismo [80].

A partir de esta actitud es desde donde hay que luchar, a partir de esta
mentalidad es desde donde se debe recurrir a la violencia. Fidel y los
revolucionarios siguieron en ello la actitud de los combatientes cubanos
por la independencia. Estos siempre habían tratado bien a los soldados
españoles a los que hacían prisioneros, lo que explica que muchos de ellos
volvieran a la isla después de la independencia para establecerse en ella
definitivamente, entre ellos el padre de Fidel.
Antes de que el grupo rebelde atacara el cuartel Moncada una de las
instrucciones de Fidel fue: «No disparen por gusto; no maten por
gusto»[81]. Haydée, combatiente de los primeros momentos, tradujo
magníficamente esta sensibilidad:

Soy enemiga ya no de matar por gusto, soy hasta enemiga de ser


violenta por gusto. Creo que hay que hacer un gran esfuerzo para ser
violenta, para ir a la guerra, pero hay que ser violenta e ir a la guerra
si hay necesidad. Pero lo que no se puede perder ante eso es la
sensibilidad. Hay que seguir con la misma sensibilidad y calidad
humana, igual que antes de haber matado; que porque se ha matado
por necesidad no es un placer matar, es un dolor matar. Pero si es una
necesidad, hay que hacerlo [82].

El fin no justifica los medios, los medios son tan importantes como el
objetivo, Un objetivo elevado necesita medios elevados[83]. A partir del
ataque al cuartel de la Moncada Fidel formula en varias ocasiones sus
consignas morales para el comportamiento en la guerra. Le daba una gran
importancia y exigía su respecto incondicional: «Quienes se unan a
nosotros tendrán que respetar incondicionalmente nuestras normas»[84]. Se
trata, entre otras cosas, del trato a los soldados hechos prisioneros, de
pagar toda la comida recibida de los campesinos, de la indemnización a
los miembros de las familias de los soldados caídos tras la victoria, de la
actitud que hay que adoptar respecto a los grupos políticos que
discrepaban de la estrategia revolucionaria, del rechazo de las acciones
terroristas y de los intentos de asesinato del dictador, de la prohibición de
atacar a los bancos, de oponerse a los saqueos y a los actos de venganza.
Hacemos un recuento de unas directivas, todas ellas de antes de la toma de
poder el 1 de enero de 1959.

Tratadles [a los soldados] con humanidad; no les insulten. Y


recuerden que la vida de un hombre desarmado debe ser sagrada para
ustedes[85].
El militar de honor no asesina al prisionero indefenso después del
combate, sino que lo respeta; no remata al herido, sino que lo ayuda;
impide el crimen y si no puede impedirlo hace como aquel capitán
español que al sentir los disparos con que fusilaban a los estudiantes
quebró indignado su espada y renunció a seguir sirviendo a aquel
ejército. [...]
Cuando Cuba sera libre, debe respetar, amparar y ayudar también
a las mujeres y los hijos de los valientes que cayeron frente a
nosotros[86].
Estamos en contra del uso de la violencia en contra de cualquier
persona o del cualquier partido de la oposición, y nos oponemos
totalmente a los actos terroristas contra las personas. Nosotros no
matamos dictadores[87].
Las revoluciones se basan en la moral. No se puede considerar
revolucionario un movimiento que tienen que robar bancos o acepta
dinero de ladrones[88].
Con el orgullo legítimo de los que han sabido seguir una norma
ética, podemos decir que sin una sola excepción los combatientes del
Ejército Rebelde han cumplido su ley con los prisioneros. Jamás un
prisionero fue privado de la vida; jamás un herido dejó de ser
atendido; pero podemos decir más; jamás un prisionero fue insultado
u ofendido [89].
Los soldados que se rindan o se unan a la Revolución, deberán
recibir el más fraternal tratamiento. [...] El pueblo debe ser el
principal mantenedor del orden en cada ciudad que se libre, evitando
que se produzca ningún tipo de saqueo, destrucción de propiedades o
hechos de sangre deprimentes. Nadie debe tomar venganza contra
nadie. [...] En los momentos decisivos que se acercan el pueblo debe
dar las más elevadas pruebas de civilidad, patriotismo y sentido del
orden para que nadie pueda el día de mañana lanzar imputaciones
deshonrosas contra nuestra Revolución, que por ser la más elevada
conquista de la Nación Cubana y su más extraordinaria prueba de
amor patrio y dignidad ciudadana, debemos cuidarla de toda
mancha[90].

Hacia el final de la lucha armada, en una de las colonias se tomó como


rehenes a una cincuentena de ciudadanos estadounidenses para forzar a
Estados Unidos a poner fin a sus bombardeos intensivos. En cuando Fidel
lo supo ordenó poner fin inmediatamente al secuestro [91]. Cuando unos
soldados prisioneros escribieron una carta a sus familias, Celia Sánchez,
el brazo derecho de Fidel, hizo que se les añadieran unos pesos[92]. Los
mercenarios que habían participado en la invasión de Playa Girón
pensaban que iban a ser ejecutados ahí mismo. El trato correcto les
sorprendió totalmente. Entre los hombres de Fidel se contaban más de 150
muertos. Catorce mercenarios fueron condenados por crímenes cometidos
durante el reinado de Batista, solo cinco fueron ejecutados. Los otros
fueron liberados e intercambiados por comida y medicinas[93].

La baza de la ética

¿Por qué ganamos nosotros la Guerra? Porque seguíamos una


política humanitaria[94].

Desde 1959 la dirección revolucionaria nunca ha reaccionado


violentamente contra las protestas o los disidentes. La unidad política
después de la victoria no se obtuvo mediante la prohibición de los partidos
o la eliminación de las personas, sino por medio de un trabajo de
convicción y la búsqueda paciente de consenso. En el curso de los últimos
cincuenta años no ha habido ningún caso de desaparición ni de tortura o
de asesinato político en Cuba, un hecho único en el continente. Entre 1996
y 2014 fueron asesinados 348 periodistas en América Latina, pero
ninguno en Cuba. En ese mismo periodo en Europa, cuna de la
democracia, fueron asesinados 47 representantes de la prensa[95]. En Cuba
son extraordinariamente raras las escaramuzas. La crisis económica
después de la caída de la Unión Soviética llegó a su punto más alto en
agosto de 1994. En algunas calles de La Habana estallaron disturbios
fomentados por las emisiones de radio desde Miami. Estos desórdenes no
se contrarrestaron por medio de un aparato represivo sino por medio de
la movilización de miles de trabajadores, con Fidel a la cabeza. Fidel fue a
discutir personalmente con los contestatarios después de dar instrucciones
a la policía de que los tratara correctamente[96]. Maria Shriver, periodista
del canal de TV NBC, lo resume bien: «En Cuba las fuerzas del orden
nunca han disuelto una manifestación. A diario se ve que en Estados
Unidos, en Inglaterra, en España, en Francia, en Italia, en la RFA reprimen
a los obreros en huelga, a los pacifistas y a los manifestantes. Ni una sola
vez en treinta años se han disparado gases lacrimógenos contra el pueblo,
ni un vez en treinta años se ha disparado un solo tiro contra el pueblo,
nunca ha habido un solo golpe, ni una bala de goma, ni un perro azuzado
contra la gente. Mientras tanto lo vemos pasar cada día en España, en
Francia, en Italia, en Alemania Occidental, en Estados Unidos»[97].
La prioridad moral tampoco se traduce en un exceso de escrúpulos, en
una actitud ingenia que ha costado la eliminación de muchos dirigentes
como Arbenz en Guatemala, Lumumba en Congo, Nkrumah en Ghana,
Sukarno en Indonesia, Salvador Allende en Chile, los sandinistas en la
década de 1990 en Nicaragua o Aristide en Haítí[98]. En los momentos
difíciles es cuando son determinantes una ética elevada y una moral fuerte:
«¡Mientras más difíciles sean las circunstancias, más alta tiene que ser
nuestra moral, más elevado tiene que ser nuestro espíritu, más sólida
nuestra firmeza!»[99]. Las virtudes cardinales de la revolución son la
intransigencia y la voluntad de luchar hasta el final: «Patria o muerte».
Fidel no deja ningún lugar a la duda: «Desde luego que hay dos tipos de
comunistas: los que puedan dejarse matar fácilmente, ¡y los comunistas
que no nos dejamos matar fácilmente!»[100].
En este marco es donde hay que situar el tema de la pena de muerte.
Para Fidel Castro no es tanto una cuestión filosófica, sino que en el caso
de Cuba en primer lugar es «una cuestión de vida o muerte». Al principio
de la revolución el gobierno había suprimido la pena de muerte, pero la
volvió a introducir bajo la presión de las circunstancias.

No es que fuéramos felices por tener que aplicar la pena de


muerte. [...] Pero lo que nos encontramos nosotros de planes
terroristas, atentados, no fue poco. [...] Quedaban muchos por juzgar
o estaban prófugos, y más adelante no quedó otra alternativa que
restablecerla. [...] Y frente a los delitos más graves, decíamos: Bueno,
¿cómo nosotros realmente los frenamos? [...]
Después de todos los problemas y conflictos en América Central
y en otras partes, hay gente dispuesta a hacer cualquier cosa por 5.000
dólares. [...] Aprovecharon la facilidad del turismo. [...]
Si empiezan a aplicar el terrorismo contra el país, si cometen
crímenes y matan niños en una escuela, yo le garantizo que sería muy
difícil que, en esas condiciones, no se haga uso de las leyes más
severas. [...]
Este país, si le vuelan un avión con pasajeros a bordo, no
aceptaría una amnistía para los culpables, ni un indulto. [...]
Los europeos no están bloqueados ni les están poniendo bombas
todos los días. Yo no sé lo que hicieron cuando tenían algunos
grupos, como las Brigadas Rojas[101].

Efectivamente, en Europa se ha suprimido la pena de muerte. Pero


Fidel hace referencia a las decenas de casos de tortura o de ejecuciones
sumarias de miembros de las Brigadas Rojas o de militantes vascos.
Reafirma que en Cuba «nunca habrá una ejecución extrajudicial y nunca
habrá tortura. [...] Aquí jamás a nadie se le castiga por venganza». Para él
es esencial «defendernos a través de normas, de procedimientos legales y
evitar injusticias, por encima de todo»[102]. En cincuenta años de
revolución solo se han aplicado unas decenas de penas de muerte. Desde el
año 2000 hay una moratoria sobre la pena de muerte en Cuba, hecho
confirmado por Amnistía Internacional[103]. Solo en 2003 se derogó esta
moratoria a raíz del aumento de los secuestros de aviones y barcos.
Instigados por la CIA, entre el 19 de marzo y el 10 de abril 2003 tuvieron
lugar 29 secuestros o intentos de secuestro. Los secuestradores que
lograron escapar a Miami fueron acogidos ahí como héroes, aunque
hubieran utilizado la violencia y asesinado. La oleada de secuestros solo
cesó cuando tres secuestradores fueron condenados a la pena de muerte.
Cuando se le pidió su opinión personal al respecto Fidel declaró que
«la pena capital no resuelve, es relativa la influencia que tiene la pena de
muerte». Las autoridades cubanas tienden a suprimir la pena de muerte en
cuando lo permiten las circunstancias. «Pienso que avanzamos hacia un
futuro, en nuestro país, en que estemos en condiciones de abolir la pena
capital»[104]. En 2008 el Consejo de Estado conmutó a un grupo entero de
delincuentes la pena de muerte por cadena perpetua[105].
La moral nunca es sinónimo de debilidad, todo lo contrario. Una ética
fuerte es lo que ha resultado ser una de las bazas más sólidas en el éxito y
supervivencia de la revolución. Los cuidados y el trato humano dados a
los presos, y el comportamiento correcto de los guerrilleros contrastaban
de manera flagrante con las brutalidades del ejército de Batista. Es una de
las razones principales del apoyo que tenían los barbudos entre amplias
capas de la población. En la entrevista de Tomás Borge, Fidel declara lo
siguiente:

¿Por qué ganamos nosotros la guerra? Porque seguíamos una


política humanitaria. La gente fue conquistada por esa política.
Pudiera parecer, incluso, idealista, porque siempre hay una
justificación en la guerra y en los momentos de peligro para hacer
cosas que son crueles[106].

Esta es una de las razones por las que la revolución logró mantenerse
frente al bloqueo más largo de la historia del mundo. Cuando la Unión
Soviética renunció abruptamente a sus relaciones económicas con Cuba y
Estados Unidos reforzó el bloqueo, el país vivió una crisis económica sin
precedentes. Una depresión de semejante magnitud casi siempre suele ir
acompañada de una crisis política y social. Pocos países atravesaron una
crisis comparable en los últimos cincuenta años. Argelia es uno de ellos,
aunque la situación a finales de la década de 1980 era un poco menos
crítica que en Cuba[107]. El partido único perdió su legitimidad en Argelia.
Surgieron problemas permanentes que acabaron en una guerra civil sin
salida. En México la crisis económica suscitó las revueltas
revolucionarias de los zapatistas y del ERP, y en Albania estalló la guerra
civil a mediados de la década de 1990. En 1989 miles de personas en
Venezuela fueron abatidos después de que una multitud hambrienta
asaltara unos almacenes. Los regímenes que se enfrentan a una crisis
profunda en general solo pueden mantenerse en el poder recurriendo a la
represión militar, como en Chile o Argentina durante la década de
1980[108]. Estadísticamente al revolución estaba condenada a estallar. Pero
no se produjo el anunciado desmoronamiento, ni tampoco una crisis
política. Más, las autoridades cubanas nunca han perdido su legitimidad.
Explicar la supervivencia de la revolución en este periodo tan difícil es
muy complejo. Según Fidel, la fuerza moral es la razón por la que
«millones de personas quieren defender el país y quieren defender la
revolución»[109]. Un estudio independiente de un servicio de información
británico lo confirma a grandes líneas. Cita nueve razones por las que la
revolución cubana ha sobrevivido y por las que la población, a pesar de la
grave regresión económica de la década de 1990, ha seguido apoyando la
dirección revolucionaria:

1. la relativamente rápida recuperación de la economía,


2. la fuerte participación de la población en la toma de decisiones,
3. una oposición interna inexistente,
4. una dirección sólida y estable, y la confianza en esta dirección,
5. la solidaridad internacional,
6. los logros y ventajas sociales,
7. el enfoque igualitario de la crisis,
8. el nacionalismo radical,
9. los fuertes valores revolucionarios[110].

Los cinco últimos puntos representan aspectos éticos que hemos


descrito antes. Efectivamente, la fuerte potencia moral y la profunda
convicción son factores importantes, si no decisivos, para la obstinada
supervivencia de esta revolución tropical. Esto explica por qué la mayoría
de los cubanos estaba dispuesta a mantener su apoyo a la revolución en las
circunstancias más difíciles y por qué la isla permanece en pie desde hace
medio siglo, en uno de los conflictos más desiguales de la historia
mundial.

Sería sabio que los actuales y futuros gobernantes de Estados


Unidos comprendieran que David ha crecido. Se ha ido convirtiendo
en un gigante moral que no lanza piedras con su honda sino
ejemplos, mensajes e ideas frente a las cuales el gran Goliat de las
finanzas, las riquezas colosales, las armas nucleares, la más
sofisticada tecnología y un poder político mundial que se sustenta en
el egoísmo, la demagogia, la hipocresía y la mentira, está
indefenso [111].
Notas

[1] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 142; Discurso, 9 de agosto de 2000. <<

[2] Marx, Karl y Engels, Friedrich: Manifiesto del Partido Comunista

(http://www.matxingunea.org/ dokumentua/manifiesto-del-partido-
comunista/). <<

[3] Una de las discusiones más fundamentales de la filosofía occidental

es la discusión entre Kant y Hegel. Entre otras cosas, se trata de la relación


entre Sein (el ser, la realidad) y Sollen (lo que debería ser, el ideal). Kant
parte del imperativo ético: el Sollen (un conjunto de directrices y criterios
éticos intemporales) indica el Sein (la realidad), a tono con esto debemos
actuar. Sein y Sollen se distinguen profundamente uno de otro. Hegel, en
cambio, opta por una relación dialéctica e histórica entre los dos. La
realidad histórica (Sein) contiene en sí misma una dinámica (crear y
vencer unas contradicciones) que tiende espontáneamente al ideal (Sollen),
el cual alcanza finalmente a través del proceso de aprendizaje de la
historia. Marx era alumno de Hegel y «materializó» esta dialéctica. Para él
el motor de historia no era el proceso de aprendizaje en el dominio de las
ideas, sino la lucha de clases. Las ideas (la conciencia) son reflejo de la
realidad histórica (el ser). Como Hegel rechazaba la distinción entre Sein
(dominio de la realidad histórica) y Sollen (dominio de la ética),
lógicamente prestaba ya mucho menos interés a la elaboración de una
ética explícita. En Marx, esto desaparece por completo. <<

[4] «Aquí siempre debemos suponer que el salario pagado es honesto,

hablando económicamente, es decir, que está determinado por las leyes


económicas generales. Aquí las contradicciones deben resultar de las
propias relaciones generales, no de la estafa de los capitalistas
individuales». Marx, Karl (1974): Grundrisse der Kritik der Politischen
Ökonomie. (Rohentwurf), Berlín, p. 329. <<

[5] En el prefacio de la segunda edición de El Capital Karl Marx


afirma: «Para Hegel el proceso del pensamiento, que él incluso convierte
bajo el nombre de la Idea en un sujeto independiente, es el demiurgo del
mundo real, que no es más que la forma fenoménica de la idea. En cambio
para mi la idea no es otra cosa que la materia traspuesta y traducida en el
cerebro humano». Marx, Karl: Das Kapital. Kritik der politischen
Okonomie. Nachwort zur zweiten Auflage
(https://archive.org/stream/KarlMarxDasKapitalpdf/KAPITAL1_djvu.txt). <<

[6] Según Marx y Engels, la historia es producto de la lucha de clases y

la evolución de la historia corresponde a un esquema dialéctico: la


historia es un proceso paradójico en el que se realiza el progreso o el
desarrollo a través de contradicciones (lucha de clases). Una tesis suscita
una antítesis y lleva a la supresión/superación (Aufhebung) de estas
contradicciónes en una síntesis. Pero con el paso del tiempo esta síntesis
crea una nueva contradicción (una nueva antítesis) a un nivel más elevado,
etc. Marx se inspira en Hegel para su método dialéctico, pero Hegel solo
lo aplicaba al las ideas, al mundo ideal. Para Marx, se trataba de lo
material, principalmente de la lucha de clases. En Miseria de la filosofía
Marx rechaza la distinción entre el bien y el mal porque no es dialéctica.
«El señor Proudhon no tiene de la dialéctica de Hegel más que el lenguaje.
A su juicio, el movimiento dialéctico es la distinción dogmática de lo
bueno y de lo malo. [...] Si en comparación con Hegel tiene la virtud de
plantear problemas, reservándose el derecho de solucionarlos para el
mayor bien de la humanidad, en cambio tiene el defecto de adolecer de
esterilidad cuando se trata de engendrar por la acción de la dialéctica una
nueva categoría. La coexistencia de dos lados contradictorios, su lucha y
su fusión en una nueva categoría constituyen el movimiento dialéctico. El
que se plantea el problema de eliminar el lado malo, con ello mismo pone
fin de golpe al movimiento dialéctico».
(http://www.marxists.org/espanol/m-e/1847/miseria/005.htm). <<

[7]
Marx, Karl y Engels, Friederich: Manifiesto del Partido
Comunista. <<

[8] La
revolución de la ciencia de Eugenio Dühring (Anti-Dühring)
(1877) (http://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-
seccion1.htm#ix). <<

[9] La carta está fechada el 4 de noviembre de 1864


(http://www.marxists.org/archive/marx/works/1864/letters/64_11_04-
abs.htm). <<

[10]
Marx, Karl y Engels, Friederich: Manifiesto del Partido
Comunista. <<

[11] Engels en Anti-Dühring: «Una moral realmente humana que esté

por encima de las contraposiciones de clase, y por encima del recuerdo de


ellas, no será posible sino en un estadio social que no sólo haya superado
la contraposición de clases, sino que la haya además olvidado para la
práctica de la vida», op. cit. <<

[12] ¿Pero existe una moral comunista?¿Existe una ética comunista? Es

evidente que sí. Se pretende muchas veces que nosotros no tenemos


nuestra moral propia, y la burguesía nos acusa con frecuencia, a nosotros,
comunistas, diciendo que negamos toda moral. Es una forma como
cualquier otra de embrollar las ideas y de arrojar tierra a los ojos de los
obreros y de los campesinos. Lenin, V. I.: Tareas de las Juventudes
Comunistas (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/2-x-
20.htm). <<

[13] Lenin, V. I.: Tareas de las Juventudes Comunistas


(http://www.matxingunea.org/dokumentua/tareas-de-las-juventudes-
comunistas/). <<

[14] Este fue el caso en las revoluciones china y vietnamita. Ho Chi

Minh lo dice de la siguiente manera: «La moral revolucionaria se


compone de los siguientes elementos: consagrar la vida a luchar por el
partido y la revolución. Es trabajar duro por el partido, seguir la
disciplina de partido y realizar las líneas y la política del partido. Es situar
los intereses del partido y del pueblo trabajador antes y por encima de los
propios intereses. Es servir al pueblo de todo corazón. Es luchar con
abnegación por el partido y por el pueblo, y ser ejemplar en todos los
sentidos», Ho Chi Minh (2007): Down with Colonialism!, Londres, p.
154. <<

[15]
Academia de las Ciencias de la URSS, Instituto de Economía,
Manual de economía política, primera parte; traducción en neerlandés
Berchem s.d. <<
[16]
Véase entre otros Sotolongo, Pedro Luís (2002): Ernesto Che
Guevara. Ethics and aesthetics of an existence, La Habana, pp. 21 y ss. <<

[17] Un ejemplo: si se concibe al ser humano como un ser puramente

biológico, es decir, dirigido únicamente por unas necesidades naturales,


no hay libre albedrío o libertad para actuar y, por lo tanto, no hay ética. <<

[18] Las bibliotecas rebosan de obras sobre el papel de la ética en el

marxismo. Véase, por ejemplo, Callinicos, Alex (ed.) (1990): Marxist


Theory, Oxford; Lukes, Steven (1985): Marxism and Morality, Oxford;
Callinicos, Alex (1987): Making History, Cambridge; Sandkühler, H. y de
la Vega, R. (ed.) (1974): Marxismus und Ethik, Frankfurt. <<

[19] Granma, 31 de enero de 1997, p. 3. <<

[20] Betto, Frei: op. cit., p. 140 <<

[21] Citado en Isidrón del Valle, Aldo (ed.): op. cit., p. 112. <<

[22] Extracto de un panfleto distribuido por Fidel el 16 de marzo de

1952, seis días después del golpe de Estado de Batista. Iba dirigido contra
los dirigentes de su propio partido, los Ortodoxos. El texto se publicó en
El Acusador del 16 de agosto bajo el pseudónimo de Alejandro
(http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2007/esp/f250807e.html). <<

[23] Discurso, 9 de agosto de 2000. <<


[24] Discurso, 17 de noviembre de 2005. <<

[25] Discurso, 9 de agosto de 2000. <<

[26]
Suárez Pérez, Eugenio y Caner Román, Acela (ed.): De cinco
palmas a La Habana, p. 221. <<

[27] Discurso, 9 de agosto de 2000. <<

[28] Ramonet, Ignacio: op. cit., p. 140. <<

[29] Discurso, 18 de octubre de 1967. <<

[30] Discurso, 8 de enero de 1989. <<

[31] Discurso, 2 de septiembre de 2002. <<

[32] Concepción, Margarita, y Hernández, Amparo (ed.): op. cit., pp.

86-87. <<

[33] Guevara, Ernesto: op. cit., p. 494. <<


[34] Extracto de un panfleto escrito por Fidel apenas unas horas
después del golpe de Estado de 1952. Se publicó unos meses después en El
Acusador, 16 de agosto 1952; Castro, Fidel: «¡Revolución no, zarpazo!»,
en Castro, Fidel: Selección de documentos, entrevistas y artículos (1952-
1956), 1-3, p. 2. <<

[35] Discurso, 2 de diciembre de 2001. <<

[36] Por ejemplo, Marx, Karl: Grundrisse der Kritik der Politischen

Ökonomie. (Rohentwurf), p. 77. <<

[37] En la carta de despedida a sus padres, en 1966, escribe: «Otra vez

siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi


adarga al brazo». Guevara, Ernesto: op. cit., p. 693. Rocinante es el caballo
de Don Quijote. <<

[38] Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 180. <<

[39] Discurso, 16 de febrero de 1959. <<

[40] Discurso, 1 de enero de 1979 <<

[41] Discurso de Nelson Mandela el 26 de julio de 1991


(http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2010-07-17/discurso-de-
nelson-mandela-el-26-de-julio-de-1991/). <<
[42] Discurso, 5 de febrero de 1987. <<

[43] Según el último informe del PNUD en Cuba la desigualdad entre

los más ricos y los más pobres en la esperanza de vida se limita a 5,1%. Es
la cifra más baja de América latina, que tiene un promedio de 13,2%.
PNUD: Informe sobre Desarrollo Humano 2014, Washington 2014
(http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr14-report-es.pdf), pp. 184-187.
Véase también Vandepitte, Marc (2011), «El socialismo, la pobreza y la
repartición de la riqueza. La situación en Cuba»
(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123478). <<

[44] International Food Policy Research Institute (2014): Global Hunger

Index 2014, Bonn 2014, pp. 41-42


(http://www.ifpri.org/sites/default/files/publications/ghi14.pdf). <<

[45] Discurso, 29 de marzo de 1959. <<

[46] Discurso en la concentración popular, en el Palacio Presidencial,

La Habana, 22 de marzo de 1959


(http://www.granma.cu/granmad/secciones/fidel_en_1959/art-
047.html). <<

[47] Discurso, 29 de noviembre de 1974. <<

[48]
UNDP: Human Development Report 2014, Washington 2014, p.
172-175. <<
[49] Discurso, 17 de septiembre de 1987. <<

[50] Discurso, 8 de marzo de 1980. <<

[51] Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 185. <<

[52] Citado en idem. <<

[53] En aquel momento se encontraba con él un periodista extranjero.

Coltman, Leycester: op. cit., p. 208. <<

[54] Borge, Tomás: op. cit., pp. 139-141. <<

[55] Reflexiones del comandante en jefe. El imperio y la mentira, 11 de

septiembre de 2007
(http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2007/esp/f110907e.html). <<

[56] Coltman, Leycester: op. cit., p. 208. <<

[57] Discurso, 14 de septiembre de 1959. <<

[58] «More Cuban doctors and nurses arrive in west Africa to fight

Ebola», The Guardian, 22 de octubre de 2014


(http://www.theguardian.com/global-development/2014/oct/22/cuban-
doctors-west-africa-fight-ebola);
(http://www.fundacionummep.org.ar/operacion-milagro-en-10-anos-3-
millones-recuperaron-la-vision/). <<

[59] Discurso, 26 de julio de 1978. <<

[60] Discurso, 4 de abril de 1982. <<

[61] Para la presencia cubana en África, véase Gleijeses, Piero (2004):

Misiones en Conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976, La


Habana. <<

[62] Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 106. <<

[63] Silva León, Arnaldo: op. cit., p. 104. <<

[64] «Discurso de Nelson Mandela el 26 de julio de 1991»


(http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2010-07-17/discurso-de-
nelson-mandela-el-26-de-julio-de-1991/). Véase al respecto: «Mandela,
Cuba y el final de apartheid» (http://www.rebelion.org/noticia.php?
id=177899). <<

[65] Carta del 19 de marzo de 1955 (http://www.cedema.org/ver.php?

id=4336). <<
[66] Esta operación se llevó a cabo desde Estados Unidos. Muchos
militares recibieron formación en la famosa Escuela de las Américas.
Calloni, Stella (2005): Operación Cóndor. Pacto criminal, La Habana;
Méndez Méndez, Jose Luis (2006): Bajo las alas del Cóndor, La
Habana. <<

[67] Fidel señala respecto a este periodista que durante su estancia en

Cuba mantuvo muchos contactos con agentes de la CIA, en las oficinas de


la Sección de intereses de Estados Unidos, la embajada estadounidense
oficiosa. Miná, Gianni: op. cit., p. 170. <<

[68] Szulc, Tad: op. cit., p. 483. <<

[69] Mitchell, Pat: op. cit., pp. 62 y 64. <<

[70] Carta del 19 de marzo de 1955; en ella trata del golpe de Estado de

Batista del año 1952


(http://www.bohemia.cu/dossiers/historia/granma50aniversario/moncada-
granma/carta-amnistia.html). <<

[71] Mitchell, Pat: op. cit., p. 63. <<

[72] En una conferencia de prensa del 13 de agosto de 1998 en Ecuador;

Concepción, Margarita, y Hernández, Amparo (ed.): op. cit., p. 254. <<


[73] Idem, p. 254. <<

[74] Carta del 19 de marzo de 1956, esto es, cuatro años después del

golpe de Estado de Batista


(https://es.groups.yahoo.com/neo/groups/sierrajaguar/conversations/topics/67967

[75] Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 96. <<

[76] Borge, Tomás: op. cit., p. 228. <<

[77] Lenin distinguía entre la buena y la mala utilización de la violencia.

La lucha armada contra el opresor era buena, independientemente del


grupo (o clase) que utilizara la violencia. Por razones estratégicas,
también se oponía a los atentados terroristas individuales. Pero no dio
directrices sobre la manera de utilizar la violencia ni en qué medida
utilizarla. Según Jayatilleka, en al teoría revolucionaria hay tres fuentes
sobre la cuestión moral respecto a la utilización de la violencia: Mao,
Gramsci, Fidel y el Che. Jayatilleka, Dayan: op. cit., pp. 14-24. <<

[78] Bohemia, 29 de mayo de 1955, p. 227


(http://www.latinamericanstudies.org/moncada/moncada-accion.pdf). <<

[79] Betto, Frei: op. cit., p. 325. <<

[80] Discurso pronunciado por Fidel Castro, 11 de abril de 1962, citado


en Yépez Freddy: Fidel: el fuego que talló un sol, pp. 23-24
(http://www.aporrea.org/media/2012/06/fidel.pdf). El Che cita literalmente
este pasaje en el prefacio de su libro El partido marxista-leninista,
Guevara, Ernesto: op. cit., p. 206. <<

[81]
Santamaría, Haydée (2005): Haydée habla del Moncada,
Melbourne, p. 67. <<

[82] Idem, p. 43. Haydée Santamaría era una de las dos mujeres que

participaron en el ataque al cuartel de Moncada. <<

[83] Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 179. <<

[84] En una carta del 29 de agosto de 1955. Franqui, Carlos: op. cit., p.

94. <<

[85] Pronunciado unas horas antes del ataque al cuartel Moncada el 26

de julio de 1953. Citado en Szulc Tad: op. cit., p. 256. <<

[86] Pronunciado el 16 de octubre de 1953 durante su defensa en el

juicio por el ataque al cuartel Moncada. Castro, Fidel: La Historia me


absolverá, p. 49. <<

[87] Discursos dirigidos a los exiliados cubanos en Estados Unidos el

30 de octubre de 1955, Franqui, Carlos: op. cit., p. 96. <<


[88] Discursos dirigidos a los exiliados cubanos en Miami el 20 de

noviembre de 1955, citado en Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 82. <<

[89] Radio Rebelde,


19 de agosto de 1958, citado en Suárez Pérez,
Eugenio y Caner Román, Acela (ed.): De Cinco Palmas a La Habana, p.
220. <<

[90] Radio Rebelde, 18 de noviembre de 1958, citado en Suárez Pérez,

Eugenio y Caner Román, Acela (ed.): De Cinco Palmas a La Habana, pp.


275-276. <<

[91] Szulc, Tad: op. cit., p. 448-50; Bourne, Peter: op. cit., pp. 154-
155. <<

[92] Bourne, Peter: op. cit., p. 145. <<

[93] Gott, R: op. cit., p. 194; Szulc, Tad: op. cit., pp. 555-557; Bourne,

Peter: op. cit., pp. 225-226; Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 95. <<

[94] Borge, Tomás: op. cit., p. 226. <<

[95] International News Safety Institute: (www.newssafety.com). El


International News Safety Institute es un instituto independiente establecido
en Bruselas. <<
[96] Gott, R: op. cit., pp. 298-299. <<

[97] Citado en Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 124. <<

[98] Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 6. <<

[99] Discurso, 7 de noviembre de 1993. <<

[100] Discurso, 26 de julio de 1989. <<

[101] Ramonet, Ignacio: op. cit., pp. 431-436. <<

[102] Idem, pp. 435, 438 y 432. <<

[103] (http://www.amnesty.org/en/region/cuba/report-2008). <<

[104] Ramonet, Ignacio: op. cit., pp. 437 y 438. <<

[105] (http://www.amnesty.fr/sites/default/files/Abolir_86.pdf), p. 25. <<

[106] Borge, Tomás: op. cit., p. 226. <<


[107] Taibouni, Abdelkaber:«Réformes économiques et ajustement
structurel en Algérie», en Alternatives Sud, 1995 (3), pp- 81-131. <<

[108] Anderson, P: «Geschiedenis en lessen van het neoliberalisme» en

Kering, junio-julio de 1997, 13-22, pp. 19-20. En comparación con Chile y


Argentina, en Cuba hubo una caída de las importaciones del 50% al 75%.
Véase Vandepitte, Marc: De gok van Fidel, capítulo 2. <<

[109] Citado en Jayatilleka, Dayan: op. cit., p. 149. <<

[110]
Kapcia, Antoni: «Cuba After The Crisis. Revolutionising the
Revolution», en Conflict Studies, abril de 1996. Véase Vandepitte, Marc:
De gok van Fidel, capítulo 2. Conflict Studies es un servicio de
información británico que proporciona consejos al mundo de los
negocios de Reino Unido. <<

[111] Discurso, 1 de mayo de 2000. <<


Epílogo

Revolución
Revolución es sentido del momento histórico;
es cambiar todo lo que debe ser cambiado;
es igualdad y libertad plenas;
es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos;
es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios
esfuerzos;
es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito
social y nacional;
es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio;
es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo;
es luchar con audacia, inteligencia y realismo;
es no mentir jamás ni violar principios éticos;
es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de
aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.
Revolución es unidad,
es independencia,
es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo,
que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro
internacionalismo.
Fidel Castro (Discurso, 1 de mayo de 2000.)
Cronología

1492
«Descubrimiento» de Colón

1511
«Colonización» por Velázquez

1791
Revuelta de los esclavos en Haití

1800-1825
Independencia de la mayoría de los países de América Latina

1868-1878
Primera guerra por la independencia en Cuba

1879-1880
«Guerra chiquita» por la independencia

1895-1898
Tercera guerra por la independencia

1898
Independencia formal de Cuba
1898-1902
Tomás Estrada Palma es el primer presidente de Cuba

1906-1909
Charles Magoon, agregado de Estados Unidos, toma posesión
como gobernador

1909-1913
José Miguel Gómez es nombrado presidente

1913-1921
Mario García Menocal es nombrado presidente

1921-1925
Alfredo Zayas es nombrado presidente

1925
Inicio de la dictadura de Machado
Fundación del Partido Comunista Cubano

1929
En agosto tiene lugar la revuelta popular y golpe de Estado
En agosto se instaura el gobierno de transición
En septiembre hay un nuevo golpe de Estado

1934
En enero tiene lugar el golpe de Estado de Batista
Fundación del Partido Revolucionario Cubano Auténtico

1937
Legalización del Partido Comunista

1939
Fundación de la CTC, el sindicato cubano
1940
Batista es elegido presidente, los comunistas participan en el
gobierno

1944
Grau es elegido presidente

1947
Chibás funda el Partido Revolucionario Cubano Ortodoxo

1948
Prío gana las elecciones

1951
Golpe de Estado de Batista

1953
El 26 de julio tiene lugar el ataque al cuartel Moncada

1955
En mayo Fidel y Raúl son amnistiados
En julio, ambos hermanos se exilian a México y comienzan los
preparativos de la guerrilla; el Che se une a la misión

1956
Acuerdos con el Directorio Revolucionario y Prío
El 2 de diciembre tiene lugar el desembarco del Granma

1957
El 17 de enero tiene lugar el primer ataque a una guarnición
militar
En febrero un periodista del New York Times visita Cuba
Se da a conocer el Manifiesto de la Sierra
En septiembre tiene lugar la revuelta fracasada en Cienfuegos
1958
En abril tiene lugar la huelga general que fracasó
En mayo-junio, ofensiva estival de Batista
En julio tiene lugar el Pacto de Caracas
En agosto empieza la ofensiva final

1959
El 1 de enero Batista huye de la isla
En febrero, Miró Cardona dimite, Fidel Castro se convierte en
primer ministro
En marzo se toman las primeras medidas sociales
En mayo se decreta la reforma agraria
En junio el jefe del ejército del aire deserta
En julio dimite el presidente Urrutia, Dorticós se convierte en
presidente
En octubre intento de desestabilización y remodelación en el seno
del gobierno
En ocubre, también, Eisenhower lanza un programa de
desestabilización

1960
En marzo, atentado contra un barco cubano, lo que provoca el
célebre «Patria o Muerte»
En mayo, primeras relaciones diplomáticas con la Unión
Soviética
En mayo, las refinerías estadounidenses se niegan a refinar el
petróleo de la Unión Soviética
En julio, Estados Unidos no respeta la cuota de azúcar
En agosto, Fidel anuncia la nacionalización de las empresas de
Estados Unidos; condena implícita de la Organización de Estados
Americanos
En septiembre se fundan los Comités de Defensa de la Revolución
(CDR)
En octubre tiene lugar la nacionalización efectiva de todas las
empresas de Estados Unidos
Ese mismo mes Estados Unidos impone un embargo de
exportación
En diciembre, Estados Unidos concede apoyo militar a los grupos
contrarrevolucionarios

1961
En enero Estados Unidos rompe las relaciones diplomáticas con
Cuba
En febrero la contrarrevolución del Escambray es prácticamente
eliminada
En marzo una vez más no se respeta la cuota de azúcar
En marzo aparición del Libro Blanco sobre la Democracia
En abril, bombardeos e invasión de Playa Girón

1962
En enero, Operación Mangosta
En enero, Cuba es excluida de la Organización de Estados
Americanos
En febrero el bloqueo económico se vuelve total
En febrero el Che comienza con los preparativos para una
guerrilla en Argentina, el plan es descubierto y anulado
En octubre tiene lugar la crisis de los misiles

1963
En primavera Fidel visita la Unión Soviética durante cinco
semanas
En julio empiezan los preparativos para la guerrilla en Bolivia

1964
Casi todos los países de América Latina rompen relaciones
diplomáticas con la isla
Khrutschev es destituido y sustituido por Brejnev y Fidel no va a
la ceremonia para felicitarle
1965
Entre abril y noviembre una misión militar cubana viaja al este
del Congo
El Che pasa a la clandestinidad y se prepara para la guerrilla en
Bolivia

1965 - 1967
Tensiones entre la Unión Soviética y Cuba

1966
Se aprueba la Ley de Ajuste Cubano
En noviembre el Che llega a Bolivia

1967
Mayo: Cuba no firma el Tratado de No-Proliferación
El 9 de octubre el Che es ejecutado

1968
En enero se da el conflicto en torno a la Micro Fracción
Febrero: Cuba no participa en la Conferencia de Partidos
Comunistas de Bucarest
En marzo se firma un tratado comercial desfavorable con la
Unión Soviética
En agosto tiene lugar la Primavera de Praga

1969 - 1972
Restablecimiento parcial de las relaciones diplomáticas con
América latina

1970
Fracaso de la recogida de los 10 millones de toneladas de azúcar
Salvador Allende es elegido presidente de Chile

1972
Cuba se convierte en miembro del COMECON
1973
Golpe de Estado en Chile

1974
Estados Unidos apunta a mejorar las relaciones diplomáticas con
Cuba

1975
Empieza la misión militar cubana en Angola

1976
Un avión de línea cubano es derribado
Se aprueba la nueva Constitución

1977
Cuba proporciona apoyo militar a Etiopía

1979
Tienen lugar las revoluciones en Granada y Nicaragua
Los documento de Santa Fe (CIA) son redactados

1980
Éxodo de Mariel

1981
Reagan es elegido presidente de Estados Unidos
Establecimiento de la Fundación Nacional Cubano Americano
(FNCA)

1982
Andropov sucede a Brezjnev

1983
Estados Unidos invade Granada
La Unión Soviética pone fin a su protección militar de Cuba
1985
Gorbachov es elegido Secretario General del Partido Comunista
de la Unión Soviética
Radio Martí empieza a emitir desde Estados Unidos

1986
Rectificación de errores y tendencias negativas

1987
Segunda misión cubana en Angola

1989
Georges Bush (senior) es elegido presidente de Estados Unidos
Ejecución del general Ochoa
Caída del Muro de Berlín
Intervención militar de Estados Unidos en Panamá y secuestro del
presidente Noriega

1990
Los sandinistas pierden las elecciones en Nicaragua

1991
Desmoronamiento de la Unión Soviética
Retirada de los militares soviéticos de Cuba

1992
Empieza el Periodo Especial
Se promulga la Ley Torricelli

1993
Se autoriza el dólar en Cuba

1994
Serie de secuestros y crisis de los balseros
Inicio de la recuperación económica
1996
Aprobación de la Ley Helms-Burton
Adopción de la Posición Común de la Unión Europea sobre Cuba

1997
Serie de atentados con bomba en Cuba

1998
Los Cinco son detenidos y encarcelados en Miami
El Papa Juan Pablo II visita Cuba
Chávez es elegido presidente de Venezuela

1999
Cumbre Iberoamericana en La Habana
El niño Elián González es retenido como rehén en Miami

2000
Empieza la Batalla de Ideas

2002
El azúcar deja de ser la prioridad económica
El encargado de negocios de Estados Unidos intenta organizar
una oposición

2003
Serie de secuestros de aviones y barcos cubanos
Estados Unidos invade Irak
70 contrarrevolucionarios son detenidos en Cuba

2004
Fundación del ALBA

2005
Campaña de lucha contra la corrupción
2006
Cuba es elegida en el Consejo de derechos humanos de las
Naciones Unidas
Fidel cae enfermo

2007
Cuba es elegida presidente de los Países No Alineados

2008
Raúl Castro sucede a Fidel en la presidencia de Cuba
Cuba se ve golpeada por tres fuertes huracanes

2009
Cuba recibe autorización para convertirse en miembro de la
Organización de Estados Americanos, pero declina la invitación
Estados Unidos instala una versión cubana de Twitter
«Zunzuneo», con la idea de provocar una «primavera cubana»

2010
Fidel reaparece en público

2011
VI Congreso del Partido Comunista, seguido de una serie de
actualizaciones económicas
Fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC)

2012
Conferencia del Partido Comunista de Cuba
El papa Benedicto XVI visita Cuba
Se autoriza la venta de casas
Se anulan las restricciones a los viajes al extranjero

2013
En enero creación de la Zona Económica Especial y un puerto
moderno en Mariel
En febrero regreso de Fernando González (de los Cinco
Cubanos) a Cuba
En diciembre Gerardo, Ramón y Antonio (de los Cinco Cubanos)
son liberados en el marco de un acuerdo histórico entre Cuba y
Estados Unidos para discutir la normalización de las relaciones

2015
En abril Cuba participa por primera vez en 53 años en la Cumbre
de la Organización de Estados Americanos en Panamá

2016
En marzo Obama realiza una visita histórica a Cuba y la Unión
Europea normaliza sus relaciones con Cuba
En abril se celebra el VII Congreso del Partido Comunista de
Cuba
Bibliografía

Obras de Fidel Castro

Castro, F.: Discursos pronunciado por Fidel Castro Ruz


(http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/).

Castro, F.: Tres Discours sur la formation du parti uni de la révolution


socialiste cubaine, París 1962.

Castro, F.: La Historia me absolverá, La Habana 1967.

Castro, F.: El Pensamiento de Fidel Castro, 2 tomos, La Habana 1983

Castro, F.: Pagar tributo al imperio o pagar tributo a la patria, La


Habana 1985.

Castro, F.: Nada debilitara la unidad de nuestro pueblo, La Habana


1990.

Castro, F.: Ideología, conciencia y trabajo político/1959-1989, La


Habana 1991.

Castro, F.: Informe central. Discurso de Clausura. V Congreso del


Partido Comunista de Cuba, La Habana 1997.
Castro, F.: Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel
Castro Ruz, en la Clausura del VI Seminario Internacional de Atención
Primaria, La Habana 1997.

Castro, F.: Fidel habla a la juventud, La Habana 1998.

Castro, F.: There is no alternative: the world must be saved, La Habana


1998.

Castro, F.: Bienvenue et adieu à Jean Paul II, La Habana 1998.

Castro, F.: La tarea número uno es sembrar ideas, sembrar conciencia,


La Habana 1999.

Castro, F.: A revolution can only be born from culture and ideas, La
Habana 1999.

Castro, F.: El Orden Mundial Actual Es Insostenible, La Habana 1999.

Castro, F.: Une revolution ne peut naître que de la culture et des idées,
La Habana 1999; Volverán a prevalecer las ideas progresistas, La Habana
2000.

Castro, F.: Nos defiende la justicia de nuestra causa, La Habana 2000.

Castro, F.: Lucharemos contra esa criminal Ley de Ajuste Cubano, La


Habana 2000.

Castro, F.: Cuba: contre le terrorisme et contre la guerre, La Habana


2001.

Castro, F.: War, racism and economic injustice, 2002.

Castro, F.: De Seattle al 11 de septiembre, Tafalla 2002.

Castro, F.: Esperamos que la humanidad pueda vencer, La Habana


2003.

Castro, F.: Jamás un pueblo tuvo cosas tan sagradas que defender, La
Habana 2003.

Castro, F.: La batalla de ideas. Nuestra arma política más poderosa, La


Habana 2003.

Castro, F.: Esperamos que la humanidad pueda vencer, La Habana


2003.

Castro, F.: La conducta diferente, La Habana 2005.

Castro, F.: Mujeres y Revolución 1959-2005, La Habana 2006.

Castro, F.: Selección de documentos, entrevistas y artículos (1952-


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Marc Vandepitte. Filósofo y economista. Es profesor de educación y
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Katrien Demuynck. Historiadora y autora de varios libros y artículos
sobre Cuba y Fidel Castro. Recibió en 2006 la distinción Felix Elmusa de
la Unión de Periodistas de Cuba.
Ambos autores han escrito juntos Cuba, otro mundo es posible (2002),
Encuentros con Fidel Castro (2009) y El factor Fidel, el pensamiento
político del Comandante (2016).

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