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ANA: PARAGUAYO Al atardecer se encontraban el cartero y el portero y mas tarde aparecia el vendedor. Era quien dirigia la batuta: todos le reconocian la labia y experiencia. An- tes fue vendedor de fruta en el Abasto, después camio- nero y al final vendié el camién para instalarse con un quiosco de cigarrillos y golesinas pero tuvo que cerrar por demoliciér. Comenzé a vender jontrabando, en especial cosas que nadie necesitaba y todos compra- ban: encendedores, un rifle de aire cor primido, jugue tes mecanicos japoneses y un titere negro que zapateaba en el suelo. El vendedor saludé a sus amigos, pero antes de sen- tarse xecorrié pausadamente lag mesas del café, Su des- plante y sonrisa al ofrecer la oferta del dia —un yo-yo que al subir y bajar encendia luces rojas y azules— le signific6 una venta mds en ese final de una larga gira por la ciudad. Al sentarse el vendedor dejé en una silla el bolsén donde Ievaba la mercaderia y pasé a leyantar el vo- lumen y a dirigir esa discusién que era escuthada por todo el café, de modo que cuando el taxista entré co- rriendo rumbo al bafio pudo enterarse mientras orinaba del tema a tratar. Al sentarse pidid un café, siempre lo mismo, una meada y un café es lo tinico que te per- mite cinchar unas horas mas arriba de] taxi, as{ decia, 217 Y Apurade como sicpre se quens li boca con el caf y después die st cpinisa Yo dige que un hombre que Heya los pantale Dien puestos hie fo yue quiere con ta guita, que p » da gand. Que scan mil pesos o Jos tres millones de ese Negrete. {Que lo x: EL vendedor le diri la y suficiente: —E equivocado, te digo. Aqui no se trata de la guita que uno se gana con su laburo. El problema es otro: pensé un poco con tu propia cabeza. gDe quién es la guita que se lleva el paraguayo? De todos los que jugamos al Prode, gno es asi? Es tu guita, la mia, Ja de otros. Entonces no es solamente problema del pa- yaguayo. También es cosa nuestra. gO no? El vendedor apunté con el indice al taxista: —Y ahora nos levds a todos a Tribunales. Ahi nos van a escuchar. El taxista apuré el café y pidid otro. —Un café y una meada —explicé como siempre— Cada dia tomo mas café, pero orino menos, y a veces me cuesta. Son los rifiones, gverdad? —Seguro —sonrié el vendedor—. Por algo mandé el camién a la mierda. —Y andas rosado como un bebé —sefalé el portero. __Tomé solcito —siguié sonriendo el vendedor—. Hoy pasé la tarde en Palermo. Chamuyé con medio mundo. Muchas minas, jsabés? Abuelas, madres, tias, siervas, qué se yo. Van a pasear a los pibes y ellas tarmabién quieren divertirse. A los pibes les muestro los jugue- tes y a las tipas les hablo de cualquier coa. Al final me compran y todos muy contentos calentndonos al sol. La verdad es qué me fue bien, no puedo quejarme. Hu- bo sol de primavera en pleno invierno y mucha gente en el parque y todo el mundo hablando de lo mismo, del paraguayo y de la Fabiana, Por eso, digo yo, no ara Mos veicte ste a su gusto! sonrisa tranqui- @ i su irresistible 218 Ke coma se dice sama cits debemos fallar eu ‘Prifane de honor. / Se diluia como fole fuera de foco la imagen del cucr- ido y el rostro anguloso del paraguayo Mer jma se clevaba como una po esmi cedes Ramén Negrete, En nube rosada la imagen de Fabiana Lopez, argentina ella, cara redonda y sonrisa mansa, compafiera calorifera que Dios (argentino como siempre) puso al lado del paraguayo con cara de frio para lavarle las camisas y darle un poco de calor de hogar. gCémo podia aban- donarla ahora por esos millones que le cayeron del cie- lo? Varias veces por dia Fabiana Lépez aparecia en la televisién. Ella no reclamaba una parte de la fortuna de su compafiero. Solamente preguntaba por él y ro- gaba por una entrevista a fin de enterarse cémo se en- contraba de calud y animo. Fabiana no se cansaba de declarar que Mercedes Ramén era un hombre de gran corazén, Si la habia abandonado era seguramente por los malos consejos de gente malintencionada. El perio- dismo escrito y televisado machacaba a toda hora con Fabiana y el paraguayo, demostrando que el dinero nada tiene que ver con la felicidad: un luminoso idilio de villa miseria naufragaba en la infecta charea de 320 mi- llones de pesos. Por suerte atin quedaban muchos co- razones puros en Villa Corina de donde el paraguayo terminaba de desertar. No era solamente Fabiana, toda esa villa miseria estaba pletérica de almas solidari Los amigos estaban desencantados porque el paraguayo nunca los visité, tal como*les prometié en la noche que gano el premio. Aunque, ‘ofundamente heridos, de cual- guier modo declararon “frente a las cAmaras que una vez gastados en cualqu. forma los 320 millones, el paraguayo podia retornar’a Villa Corina, donde encon- traria a los amigos de siempre para darle una mano, una changa para vivir ¢€ inclusive lo ayudarian nuevamen- te a-levantar un rancho. No era solamente Fabiana sino ta, a el jnmense corsa Popular oy fa ubterin deta de fa Pampa para calentar el des: pura casus indefense —j: be hablar!— en media del cor los abogados y gerentes de haneos, tan buenos para enredar a los giles, mpary de un millonarie nada de fitholl— y idad —jsi no ho sa —-4Vamos 0 no vamos a Tribunales? — apuré el yendedor. El taximetrero pidio que le dejaran enfriar el motor recalentado por ese jodido tafivo cada dia peor, pero todos tenian miedo de llegar tarde, subieron al taxi y con continuos bocinazos reclamaron la presencia del chofer. Por San Luis y después por Jean Jaures ge di- rigieron hacia la Avenida Corrientes. Portero: —Aqui pasamos por la casa de Carlos Gar- del. Cartero: --Puro grupo; una casa igual a todas. T+ lo digo porque les Ievo las cartas: puras facturas, co- mv en cualquier negocio. Vendedor: —gQué querés? gQue le escriba Gardel? No puede. Taxis —jAsi que cualquier tipo agarra una casa y la Hama como quiere y no pasa nada? No creo que sea tan facil. Hay periodistas que saben un kilo, sin centar la cana que ahf estd para aclarar cualquier ba- lurdo. : Cartero: —Yo conozeo como nadie este barrio y te digo que era una casa como cualquier otra. A los dia- rios ni les conviene abrir la boca, Publican avisos y a olva cosa. Portero: —No importa si fue o no la casa de Gardel. Es algo asi como una estatua, quiero decir un homena- je. Y por eso ahora me saco el sombrero. Cartero: —Negocio y nada mas. Taxista: —Si tienen guita van a ganar més, Si no, Ja van a pasar mal. La guita Hama la guita, gsabés? 220 Arriba del taxi sabés cudude fas cosas anion bien © mal en el pais. Vendedor: —Eso de que haya o falte guita no eg lo principal, Cuando quiero vender algo siempre me salen de entrada que no hay plata, psro yo no aflojo y al fi- nal aparece el billete de mil. Lo importante es llevar to- dos los dias una alegria a la casa, eso les digo y enton- ces me compran, Cartero: —zY qué alegria llevis vos a tu casa? Vendedor: —Yo cumplo todos los dias. Cada ma- fiana separo mil mangos y se los paso a mi mujer, para el morfi de ella y el pibe, y lo demas me lo llevo por- que casi siempre morfo afuera, y ademas necesito guita por si me sale un fato, digamos una partida de merca- deria, o una mina de esas que de repente aparecen y te gustan, pero digo yo que mi casa es lo primero, de qué casa de Gardel me estés hablando, para mi lo sa- grado es mi casa, nunca dejo una cuenta atrasada, pri- mero la familia y los amigos y todo eso. Por eso me da bronca lo del paraguayo. ¢Acaso no tenia mujer y ca- sa? Estaba Ileno de amigos y ni les pagé una copa. 3 Ver- dad que estuvo mal? Taxista: —Y yo pago el pate. Los llevo hasta Tribu- nales, pero sigo viaje. Vendedor: —;Ya te achicaste? Taxista: —Prometi llevarlos y ya estamos. Pero aqui no puedo estacionar. Y es la mejor hora para mi tra- bajo. Todavia debo tres letras del taxi. gMe lo vas a pagar vos? Dobl6é por Libertad y se detuvo en Lavalle y Talca- huano. Bajaron y en seguida un hombre ocupé el taxi. —Se fue nomas —dijo el portero—. ;Y nosotros dén- de vamos? Comenzaron a recorrer los flancos de Tribunales, una inmensa fortaleza color hollin con enormes ventanas ahumadas, una mole abrumadora como no hay otra en 99) toda la ciudad, opresiva cuando se da aura de afuere siniestra cuando se la recorre por dentro Soy Norma Morello, Durante ocho. ajios uctué en ef Movimiento Rural, Fui maestra rural desde setic de 1971, Primero en la escuela 197 de lu 2% sece Goya (Corrientes), donde la situacién de los vecines es muy dura. Algunos por ser arrendatarios deben en- tregar la tercera parte de la cosecha al patrén de la tierra, sin ninguna ayuda de parte de éste (comparti su vivienda y comida, useguro que nadie elegiria esa forma de vida “occidental” y cristiana). Por otra par- te, pequenes propietarios, a quienes no alcanza para vivir dignamente ni educar hijos mds de 2° 0 3er. gra- do. En la segunda escuela, estencia La Marta, la situa- clin no era mejor; tenia alrededor de 4 alumnos ton- tos por la subalimentacién y miseria. El 30 de noviembre « la noche allanan mi casa. No encuentran ninguna ligazén con la guerrilla aunque pre- tenden deformar algunos documentos, hasta un plano de la ciudad de Resistencia hecho en mimedgrajo. Me detuvieron en la escuela 534 a las 1.30 de la ma- nana. En la subprefectura se me informa que estaba a dis- posicién de Coordinacién Federal, que no conocia la raz6n. Pero el militar que me detuvo me comenta: “De- trés hay una gran organizacién”. Conversé alguna vez sobre la situacién argentina: no hay hambre, él sobre- vivid con fésforos y un cuchillo 3 meses en la selva. Me dijo que prepararia un test para ver si era marxis- ta o no. Le dije que era una alumna rebelde. Me pre- guntaba jocosamente: “No quiere salir a tomar sol?” A los siete dias de estar alli vino alguien que decia era de Coordinacién Federal y me haria algunas pregn- tas.-Al momento me di cuenta que era una farsa pre- parada por los del Side de Goya y Buenos Aires, Me 000 hacia preguntas sabre aruins y subie peo he cumdn que no conocia, sblo que hubia vimiento Rural accidentalmente, No habia por lo tnt ninguna prueba en sus manos como para justificar « test de que hablé el militar que me detuvo y que pron- to me tocaria afrontar. Ese sefior no me dio ningunu posibilidad de defensa, puesto que me acusaba de he- ches desconocidos para mi, de lo que no existia ni existe prueba alguna: armas que me mandaban por co- rreo desde Tucumén, personas, lugares, etc. Al salir él me di cuenta de lo que me esperaba: la cdmara de tor- turas, El dia 9 a la mafiana aparece un oficial que me dice: “Prepare las cosas que salimos en seguida.” Pregunté: ¢Adonde? Me dijo que no sabia nada. Me Wevaronr: conmigo salié un paquete, arriba un sobre que decia: “Coronel, . .” El avién descendiéd antes de llegar a Rosario. Al ba- Jar el avién se acercé inmediatamente un coche larga de color celeste, con varios hombres que rodearon al avién. Dos de ellos subieron, Uno me vendé los ojos. Otro me esposé. Me cargaron al bal de un coche y me dijeron: “Si te toctis le venda te doy un tiro.” Viaja- mos unos 20 6 30 minutes, Me bajeron en una case de las afweras (recorrimos camino de tierra). Me hicie ron caminar por un tinel; sélo entraba yo ¥ de costado. Al salir comenzaron. los ruidos fuertes de metales y co- sas que se movian. La radio tocuba algo clisico y una voz fuerte me dijo: “Miisica de épera... de opera- cién... total por cuatro dias que vas a vivir... des- vestite.” Como yo no me desvestia me sacaron ellos la repa: “No sos la primera que se va a desnudar”, me dijeron y otras barbaridades més, estieda en A May Nadie recordaba haber visto alguna vez una muche- dumbre parecida en las puertas de Tribunales, Hombres y seguian Hegando de todos lus hapring enardecian comentando las wotieias de los dj ae Vilas que algunos enarbolaban come cuba Ry Amor DE FARIANA si AII0G6 EN LOS MINT.GNRS DE, En una foto se In veia llor a gol pes dencia del cénsul del Paraguay: “;Por qué ne me jan ver a Ramon? Yo no quiero Ja plata, solamente quiero ver”, El nuevo millonario habia declarade abiana no fue su companera, sino apenas una arni Filla replicaba en grandes letras: “Esas cosas se las dic- tan los que lo tienen secnestrado. iComo va a decir él que yo no le layaha las camisas! éNo sabe todo el m do que yo se las lavaba, acaso?” —{lLa vio ayer a Fabiana en la tele? jQué bien es- tuvo! Dicen que la van a contratar como artista para una novela especial que estén haciendo con su propia vida. —Lo escuché. Pero alguien dijo también que primero le van a hacer rebajar de peso, algo asi como veinte kilos, y ademas tienen que ensefiarle a leer y escribir. porque la pobre se crié en el campo, alla en el Chaco, y nunca pudo ir a la escuela, y para ser artista hay que saber leer, digo yo, porque todo estA escrito en los li- bretos. —Eso es lo de menos: para ser artista hay que tener corazén, mucho corazén, y Fabiana lo tiene asi de grande. ;O no? —Yo llegué bien temprano y la vi entrar en Tribuna- les. En seguida la reconocimos. iY cémo la aplaudimos! Iba lo més contenta con su abogado y otra gente, y todos los fotégrafos y las cdmaras de television. ~—jComo no iba a ir contenta! jSi lo tinico que pedia era verlo a él! —éY al paraguayo no lo vieron entrar? —-A ése no. Seguro que entré con disimulo. 22. Yu estén juntos adentye, Hare une here, Le mine de escuchar en esta radio ~-No la largue, sefiora. Y avisenos ¢ dad, lyuier nove Me acostaron en una cama ba jd, estaqueada, con brea 20s y piernas abiertas. La voz grave me dijo: “Ruenn, vos de Corrientes desaparcciste, aqui vas a estar ils el tiempo que sea necesario hasta que cantés. No tener. mo apuro, una semana, un mes, le mismo. Ahora te aconsejo que empicees y hables por las buenas, porque sino, gsabés lo que es esto? (y me pasaba por la piet sin. electricidad, la picana). Vos cantés todo ahora ¥ nosotros manana mismo te mandamos al extranjero, al pais que quieras.” Como dije no tener ninguna informacién que no sea lo que todo el pais sabia, me taparon la boea con un trapo y comenzaron a pasarme la picana (con. electri- cidad): et costado, la pierna y brazo derechos, la in- gle. Venia uno que se ocupaba exclusivamente de la in- terrogacién verbal: gMontoneros, ERP, comunista, ar- mas, aguantaderos, contactos; nada sobre eso? De nue- vo me tapan la beea, el costado, brazo, pierna, ingle. Comenzaron entonces lus deliberaciones sobre el sexo: “gQuién se acosté con vos? gCudl de los curas? ¢C6- mo?” Comenztron a tocarme en forma morbosa los se- nos, las partes genitales. El asco era grande; pensaba en las otras cosas que podrian venir, Rogaba que me mataran pronto. Me decian: “Cuando salgas de aqui no vas @ servir como mujer para ningiin hombre. Habla o te fundimos”, y comenzaron a ponerme la picana sin electricidad én la vagina, una y otra vez. . De nuevo me tapan la boca y comienzan ia corriente eléctrica: los senos, el vientre, Me recarrian desde Ia garganta hasta los genitales, desde los brazos hasta la ingle y la piernas. Frenaban. Preguntaban: “gNada?” Como réspondia que no, voluian y volvian. Después paraben todas las voces 5 auides, Parecin iinet habrian ido. Me relajaba. En ose momenta son sobre mi estomago, ea forme solvaje, un clementa qi parecia alguna pelota pesada a algo asi, ia ewer De pronto el portero se encontrd solo y perdido er medio del gentio y buscé algtin rostro conocido, Vi un hueco en medio de los treinta metros de escalinata de Tribunales cubierto de gente. Se abrié paso con los codos y allf estaba el vendedor haciendo gapalear su titere bailarin, En ese instante le compraron dos mu- fiecos y el vendedor volvié a sacar dos mas del bolsén que habia dejado en el suelo. —éQué estds haciendo? ;Para eso veniste? gPara vender tus muiiecos? —Todavia me quedan dos —dijo el vendedor—, ¥ cuando se haga oscuro se van a ver lindos los yoyo luminosos. —éPara eso nos trajistes? —Divierto a la gente y me gano el dia. No hago mal a nadie. —2Y los otros? —Por ahi —se encogié de hombros—, Yo estoy en lo mio. El cartero aparecié en lo alto de la escalinata. Gra- cias a su uniforme de Correos se habia metido en el Palacio en busca de novedades, —Estuve con los periodistas y las cémaras de todos Jos canales de televisién —informé—. Me contaron que el paraguayo arregl6 con 16 millones: diez para Fa- biana y seis para sus abogados. —Eso mismo lo estén diciendo por radio —dijo la mujer que apretaba su transitor al oido—, Dicen que esta todo arreglado. 226 Alguien viene a “conversar”, “gA onde vhs cna do te larguemos? gA Goya? g¥ quc deeis si te queda aqui para siempre? gSabés como se... 4 la frances? gNo? jEso es lo que tenés que aprender! No estas por querias que te ponés a leer. Mird, yo ni los dinrios Wes. Viene otro; comienza a sacarme con una pinza los ve los del vientre. Siento un dolor tremendo en las brazos y en las piernas... Todavia faltaba lo peor. Entra alguien que dice: “gNo ha dicho nada toda- vie?” Era una voz nueva. Comenzé de nuevo el inte- rrogatorio. Paraban, Me preguntaban si queria que me¢ “montaran” los 25 que habia alli o la picana. Pasaban picana, Si queria 15. Pasaban picana. Si queria 10. Pasaban picana. Ya comenzaban en la vagina. Querian que reconociera que habia tenido relaciones sexuales con curas. Terminaron acordando que habia tenido re- laciones con un compafero de América Central del cual ellos mismos tienen cartas y yo también que testimo- nian la relacién absolutamente fraternal que existid. En ningun momento me esforcé en negar, No me interesaba el juicio de ellos, A media tarde (habian comenzado a ias 12) estaba desesperada de sed. Yo queria gritar jagua! Me pasa- ban cl vaso transpirade por la cara, Nada de agua. Abrian una canilla de la cual brotaba un chorre fuer- te; ereia enloquecer. Me deshidrato fdcilmente, es un problema que tengo desde la nirez: la sed. En cierto momento alguien me secaba el cuerpo y me dijo en forma suave: “Hablé, yo sé por qué te lo digo, te van a@ destrozar; ahora viene lo mds brave.” Desde alli el dolor de los interrogatorios fue indeci- ble; de la picana de los 110 voltios pasaron a la de 220. Cada vez se centraba mds en los senos, la ingle, la vagina. Me decian: “Mira cuando te legue hasta acd, hasta acd...” Oe ‘ acd, reventala, , , Me uapticaban baja las uiius, en tus pies. Me pro eaban reacciones musculares eoinieas en tada el cuerps con la picana. Me aplicaban en el arabliga, en le oo lumna vertebral. oan von fod nite oe yu Treinta y cinco periodistas con sus fotégrafus y cx meramen estaban en acecho y se abalanzaron al p. Mercedes Ramén Negrete. Vestia un brilloso traje Pie. rre Cardin, camisa celeste bordada y corbata bordé. $i- guid avanzando por el corredor como si no vi a na die a su alrededor, como si no escuchara los gritos y los ruegos de los periodistas, Los fogonazos y los focos lo encandilaron y entonces tuvo una sonrisa timida y flanqueado por su abogado y algtin policia de civil ¥ un guardaespalda privado apuré ¢l paso, pero ya le ha- bian cerrado el camino. —¢Podemos saber qué hablé con Fabiana Lopez? —Esa es una cuestién de indole priyada, No tes nada que decir, —¢Piensa usted darle todo lo que le pidié la rita Fabiana? —No tengo por qué decirselo. Repito que es ex privada. —¢Piensan salir asi només? —advirtié un periodista al abogado—. jAfuera los esta esperando demasiada gente! Tio- Cuando hacia diez horas que estaba siendo torturada con breuves intervalos, yo pensaba que el corazén no 7 responderia por mucho tiempo y me @legraba. Ai se fue la guardia de ese iiltimo rato; alguien dijo: “La admiro por lo silenciosa”. Me mojo los labios con w+ algedén mojado en agua, me dijo que no me podia dar agua por la cantidad de electricidad que tenia adentro, 228 Me desaté las correas y me dijo que me duba peri para acomodarme como quisiera. Yo estaba conitplet: mente desgarrada, no podia moverme por mi misma Me dijo que esa noche seguirian déndome, El segundo dia alguien comenz6 a dudar de las acn saciones que venian escritas desde Goya. Escuchaba: “;Pero che estas son todas suposiciones; aqui no huy nada concrete!”, y ese mismo me decia: “Yo creo ye debés de estar en idiologia; no tenés pinta de gucrri- era.” En algiin. momento via: “El que mandé esto es un hijo de puta; el que te vendidé es un hijo de puta. Lo que pasa es que le hincharon tanto la cabeza a los de arriba y tenemos que seguir.” Entre chacales tenia la sensacién de que habia un hombre. El cuarto y quinto dia me interrogaban en conver saciones solamente; no habia torturas. El quinto, a la noche, traslado. El traslado fue tormentoso. En el estado que yo es- taba la situacién se hacia doblemente grave. Por el camino me decian: “zSabe nadar? Va a@ haber que ponerle una piedra.” Yo estaba convencida de que me tiraban al rio. La muchedumbre rompié en vivas y aplausos cuando Fabiana Lépez aparecié en lo alto de la escalinata del Palacio de Justicia. Se detuvo. Sonrié y saludé aletean- do la mano. Asi se mantuyo un instante, para dar tiempo a los fotégrafos, Rodeada de periodistas se di- rigid hacia tres automédviles con carteles de Prensa que esperaban al pie de la escalinata —jCémo te fue, Gorda? —grité un energiimenc- -. zViste como al final te largé algo? Ella no dejé de sonreir, pero apuré el paso, Una mujer la detuvo del brazo: — Todo arreglado Fabiana? jYo recé tanto por ves! 224) t t —Ya conté todo a la television —dijo Fabianw + rando su brazo. cuchen el pr dista de barba—. En vive y en directo. La multitud dejé que arrancaran los automévi Fabiana Lopez y de su escolta y quedé obse extremo de la escalinata. —iY el paraguayo? 7Se quedara adentro? Alguicn que sabia dijo que no, que seguramente © paraguayo se retirarfa por otra salida. —jSe nos escapa! —grité una mujer de pelo canoso y poncho bordado—. jY yo que vengo de lejos a can- terles las cuarenta! El cartero trajo la noticia de adentro: —Dicen ahi que el paraguayo va a salir a la calle por la puerta de los detenidos. imo noticioso. —dijo un perio Me Uedaron a una casa. Me dijeron que estaria alli unos dias bajo disciplina, que mi vida dependia de la venda: si me la tocaba me daban un tiro. Tres dias 0 mas vino un médico. Me dio antibidticos: recuerdo, “ampliciclina”. Estaba hinchada de la cintura para abajo en forma impresionante, los muslos especial- mente. No pedia todavia caminar sin ayuda y por varios dias. Como «l octavo dia me sacaron la venda adhesiva y me hicieron mirar la pared; tenia la vista algo trabada de no mirar. Me lavé los ojos, me puse talco y luego me vendaron con gasd. ‘Al mismo tiempo comenzaba el interrogatorio oral so- bre el Movimiento Rural. Mi viaje a América Central, si estuve en Cuba, las cartas que tenia, los cursos del Movimiento Rural. Luego comenzaron @ Uegar tipos que se notaba eran del Side (confirmado cor algunas preguntas que hice). Algunos comenzaban el interrogatorio en forma de re lacién normal, para terminar dejandome con algunas ex 230 *;Sabés muy bien lo que no devivs 5 » Otro onlrd dincetaniunte ca 4 ma violenta y grosera: “jNo juntés las manos, que" sos ninguna santa!, jvos sos virgen de la orejal; al instante otra vez: “jNo juntés las manos!” Otro conven <6 déndome trompadas en la cara, el pientre y el estd- mago; me agarraba del cabello y me tiraba para. atras mientras me decia: “jHija de puta, deci cuando esti tes en Espana! jGrandisima pula te divertias con...! 7Yo te voy @ Uevar a un lugar de donde no vas « vol- ver, ¥ alli te voy @ mostrar el hocico, porque yo al hocico lo muestro! (tuve que espiarlo con gran riesgo porque no me lo mostré); te voy a sent@r en un hor- miguero como lo tengo « iu amigo; ése es el que te vendid a vos, pelotuda. A él lo voy a tener um mes an- tes de matarlo, pevo a vos te reviento ya, y yo sé matar lentamente...” Volvia a golpear. Me preguntaba por asociaciones sindicales, haciendo principal hineapié en una. Me decia que queria planes, que ya en seguida clamacione. te va @ preguntar.. me Uevaria. Alguien abrié la puerta y dijo: “La ambu- lancia estd dentro de diez minutos.” —jNo hay derecho hacerle eso a una argentina! —gri- té el vendedor con una voz bronca y trémula que no reconocié como suya. Las voces parecian brotar de todos los pulmones y rebotaban duras y sonoras como pie- dras sobre los mugrientos murallones del Palacio’ de Justicia. En la puerta de la calle Lavalle se habian detenido dos camiones celulares con su escolta de motociclistas y dos carros de asalto con sus ametralladoritas asoma- dos en los torreones. Se efectuaba el traslado de hom- bres y mujeres detenidos por actividades subversivas. — Despejen! —grité un oficial. Pero la muchedumbre permanecié como clayada en el suelo, In mirada fija en 281 i ¢ porton donde pensaba nario Negrete, Por ahi traté de escahullir: justo cn el momento « que arrancaba la voragine de nas de i de dsalte ¥ motociclistas que llevaban de vuelta a Ja careel a hey bres y mujeres que terminaban de denunciar en Pri}y: nales cémo fueron torturados, Iban esposados y aisla- dos en células individuales que son verdaderos atafdes yerticales. Hasta alli les Ileg6é el eco de una muche- dumbre indignada y algunos hasta pudieron creer que se trataba de un acto a favor de ellos. —jAndate paraguayo! —chillé la mujer de poncho bordado—, {Qué te aproveche la plata, pero salite del pais! —iNo tenés derecho! —grité otro—. gPor qué le hicistes eso a Fabiana? —Yo no le hice nada —sonrié timidamente el millo- nario Negrete. Su abogado lo protegia apretandolo con un brazo y varios policias le abrian paso entre log cu- riosos, —jAndate negro! Se lo levé un lustroso Mercedes con chapa diploma- tiea, salir desspeveibide, ol asi 282

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