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Carta a los indignados

Enrique Dussel

Buenos días a todas y todos.

Paz a su rostro y corazón.

La palabra indignación es un término derivado, al igual que el de dignidad, del adjetivo

latino dignus, digna, dignum, cuyo significado en castellano es “apropiado, digno,

merecedor”, equivale al sustantivo verbalizado nahua de in macehualli, que los

tlamatinime, sabios y filósofos nahuas, empleaban para designar al mérito, la recompensa,

el merecimiento o la dignidad. Hay pues una relación lingüístico-genealógica tanto en el

castellano como en el náhuatl (origen, precedentes y desarrollo) entre dignidad e

indignación.

La indignación es necesaria pero no suficiente. Ese podría ser el resumen del libro que el

día de hoy nos convoca y provoca y que La Jornada Ediciones, dentro de la colección Los

Nuestros, ha puesto a nuestro alcance.

La carta que Prof. Dussel dirige a los indignados de todo el mundo no sólo es un testimonio

de respeto, reconocimiento, solidaridad y asunción de la digna lucha que ellos

protagonizan, sino también, y quizás esto sea lo más importante del texto, una interpelación

ético-política crítica a los indignados mismos y a todos aquellos que comulgamos con su

causa.

Como parte de su responsabilidad militante y teórica, nuestro el filósofo llama a los

indignados a que tomen conciencia de que la indignación, la cual les ha movido a tomar

valientemente las calles y a tomarse en serio lo público de los espacios y los temas
públicos, es decir, de lo que nos compete a todos en tanto ciudadanos, debe ser

inmediatamente practicada o decantada en “participación democrática” si se quiere que

tenga frutos de significación histórica.

No basta, pues, con ver y juzgar críticamente la realidad presente, es decir, con indignarse,

es necesario también actuar si en verdad se desea liberarse de aquello que genera o provoca

la cólera, la rabia, la insatisfacción o el enojo personal y colectivo. Ahora bien, para que

una acción sea efectivamente transformadora, liberadora o revolucionaria se necesita

formación crítica y organización pertinente y efectiva que devenga en mediaciones o

instituciones que por su propia naturaleza están mucho más allá de la participación

espontaneísta de las masas.

No tener en consideración lo anterior al momento de convocar, provocar o participar en una

movilización con pretensiones de transformación sistémica puede conducir a que toda esa

magnífica potencialidad transformadora que preña a la indignación se diluya en una catarsis

colectiva de días, semanas o, en el mejor de los casos, de meses o que sea subsumida y

usada por la lógica de reproducción del injusto sistema hegemónico como válvula de

escape de la presión y el descontento social o, peor aún, que a causa del pragmatismo y el

espontaneísmo de la coyuntura, esa potencialidad transformadora sea abortada, frustrando

de este modo, tanto en los participantes como en sus simpatizantes y aliados, las ilusiones y

las esperanzas de que el cambio es posible, desactivando, como consecuencia, la

participación socio-política crítica futura y provocando inmovilidad, indiferencia,

aislamiento y funcionalidad.

El tema de la vinculación entre la indignación y la organización, entre la participación y la

representación tiene tal relevancia y actualidad socio-política que nuestro autor les propone

a los grupos de indignados un texto para que lo discutan y debatan en sus reuniones de
análisis político. Ese material constituye el segundo gran apartado del libro que

presentamos y lleva por título Democracia participativa, disolución del Estado y liderazgo

político. Mediante el abordaje crítico de dichas temáticas, el Prof. Dussel expone y propone

a sus interlocutores lineamientos teóricos críticos, simples sugerencias, nos dirá él, de

aspectos que están en el corazón mismo de la crisis política actual.

1. Democracia participativa: allí se aborda la necesidad de una participación

democrática de todos los ciudadanos, los cuales han sido, en su inmensa mayoría,

usados, descartados, negados y despreciados por una representación fetichizada,

corrupta y corrompida que no sirve al pueblo sino que se sirve de él.

2. Disolución del Estado: ante esa situación irrumpe en el pueblo la desconfianza, la

incredulidad y no pocas veces el resentimiento contra lo político y las instituciones

políticas. A tal grado puede polarizarse esa situación que la tentación de su

destrucción, particularmente la del Estado, es algo latente. Por su parte nuestro autor

abogará por la dignificación crítica del noble oficio de la política y de las

instituciones políticas porque son en su conjunto condición de posibilidad

(mediaciones) para que la vida de la comunidad política se despliegue dignamente.

3. Liderazgo político: para lograr lo anterior se necesita que surjan en todos los

ámbitos de la vida humana, particularmente en el campo de lo político, mujeres y

varones que desempeñen el papel siempre necesario del líder, el cual deberá

enmarcarse en una cultura democrática que vincula estrechamente la ética y la

política.

No está por demás advertir a los presentes que ese extenso texto de 59 páginas constituye

un micro-resumen de la filosofía política de la liberación que nuestro autor desplegó en dos

grandes tomos y en sus 20 tesis de filosofía política crítica.


La tercera y última parte del libro son un conjunto de artículos de opinión que La Jornada le

ha publicado a nuestro maestro desde el año 2000 hasta el presente. Estos artículos

constituyen un frente más de lucha de nuestro autor, desde el cual piensa críticamente la

realidad y propone rutas argumentativas de análisis a fin de orientar la voluntad de sus

lectores hacia prácticas emancipadoras.

Un artículo que me compete directamente es el que nuestro autor escribió sobre la

licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas de la UACM y su plan de estudios

calificándolos de “un programa ejemplar de filosofía” a nivel mundial porque rompe con la

ideología eurocéntrica y helenocéntrica en el estudio de la filosofía. Sirva esta referencia

para expresar desde este foro nuestra solidaridad con la lucha que están librando los

universitarios uacemitas en defensa del modelo educativo crítico que encarna la UACM,

nuestro particular reconocimiento a los académicos y trabajadores que a causa de esa lucha

han sido injustamente despedidos.

Carta a los indignados o quizás valdría la pena decir a los dignos es un texto pertinente que

en el complejo y contradictorio contexto socio-político local y mundial nos proporciona

referentes teórico-críticos indispensables para pasarle el cepillo a contrapelo a nuestra

historia y praxis política y responder acertadamente a sus desafíos con visión y

responsabilidad ético-política crítica. Por tal razón recomiendo ampliamente su lectura y

felicito a mi maestro por continuar enseñándonos, tierna y vigorosamente, a pensar

críticamente la realidad.

Muchas gracias.

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