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 Aristóteles

-¿El mundo actual cumple los fines de Aristóteles?


La política de Aristóteles se basa en la búsqueda del bien común, de la colectividad mediante
el ejercicio de las funciones correspondientes, la organización jerárquica, sin embargo, la
sociedad actual se rige en el individualismo que busca el bien particular, en su igualitarismo
todos están separados y no hay una organización para alcanzar el fin último de la sociedad,
no hay repartición ni acuerdo (explícito ni implícito) sino un desorden universal, una
división exacerbada que fragmenta totalmente la sociedad, no dejando una unidad, valores
ni ética común pues ésta se basa en las relaciones con los otros, pero sin un contacto con
ellos no se puede formar ese lazo necesario Su liberalismo no sólo de mercado sino de
elección de estilos de vida permite tantos tipos de relaciones, de asociaciones, de tipos de
educación, de morales, de ideales, que mantiene una actitud de mínima intervención, tanto
del gobierno hacia el pueblo como de éste a aquel, con tal de que se le permitan las mayores
libertades posibles, el manejo de su propia vida, cada quien es su propio gobierno.
“Política: Capítulo I. Origen del Estado y de la Sociedad
Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de
algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista
de lo que les parece ser bueno. Es claro, por tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien
de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más
importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama
precisamente Estado y asociación política. (…) La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de
la conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el
ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus
facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo, y de esta suerte el interés
del señor y el del esclavo se confunden. (…) Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo
mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa
es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo
desenvolvimiento se dice que es su naturaleza propia, ya se trate de un hombre, de un caballo o
de una familia. Puede añadirse que este destino y este fin de los seres es para los mismos el
primero de los bienes, y bastarse a sí mismos es, a la vez, un fin y una felicidad. De donde se
concluye evidentemente que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser naturalmente
sociable, y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es,
ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie humana; y a él pueden aplicarse
aquellas palabras de Homero: "Sin familia, sin leyes, sin hogar..." El hombre que fuese por
naturaleza tal como lo pinta el poeta, sólo respiraría guerra, porque sería incapaz de unirse con
nadie, como sucede a las aves de rapiña. (…) La naturaleza arrastra, pues, instintivamente a todos
los hombres a la asociación política. El primero que la instituyó hizo un inmenso servicio, porque
el hombre, que cuando ha alcanzado toda la perfección posible es el primero de los animales, es
el último cuando vive sin leyes y sin justicia. (…) En efecto, nada hay más monstruoso que la
injusticia armada. El hombre ha recibido de la naturaleza las armas de la sabiduría y de la virtud,
que debe emplear sobre todo para combatir las malas pasiones. (…)
Capítulo III. De la adquisición de los bienes
La guerra misma es, en cierto modo, un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza
de los animales bravíos y de aquellos hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a someterse;
es una guerra que la naturaleza misma ha hecho legítima. He aquí, pues, un modo de adquisición
natural que forma parte de la economía doméstica, la cual debe encontrárselo formado o
procurárselo, so pena de no poder reunir los medios indispensables de subsistencia, sin los cuales
no se formarían ni la asociación del Estado ni la asociación de la familia. En esto consiste, si
puede decirse así, la única riqueza verdadera, y todo lo que el bienestar puede aprovechar de este
género de adquisiciones está bien lejos de ser ilimitado.”

 Hobbes
-¿Hay críticas anti-aristotélicas?
A diferencia de Aristóteles, par Hobbes el hombre no es social por naturaleza, sino por
accidente o conveniencia, por el miedo al riesgo de preservar su ser, los hombres no tienen
jerarquías naturalezas, sino que son iguales, se posee el derecho de naturaleza de
preservarse -es su principal necesidad- como pueda y todos tienen los mismos derechos
debido a su condición igualitaria, sin embargo la sociedad le ayuda al hombre a salir del
estado de naturaleza, que es de guerra y conflicto entre todos que buscan su propio interés
para por utilidad organizarse y mantener la paz por acuerdo mutuo, garantizar su
conservación. En contraste también, que los hombres no buscan el bien común, sino el
particular, su interés propio, pues su separación ontológica también lo es social, ahí residen
sus límites y ya no hay una unidad total que abarque al hombre en general, sino solo su
naturaleza, pero que es egoísta y por tanto particular, no hay ya una concepción universal
que identifique en todos un bien común.
“Tratado sobre el ciudadano: Pues quienes miran con mayor detenimientos las causas de que los
hombres se junten y disfruten de su mutua compañía verán claramente que eso ocurre porque
naturalmente no podría ocurrir de otra manera, sino por accidente. (…) Por lo tanto, no buscamos
asociarnos con otros por la asociación misma, sino porque de ella podemos recibir algún honor o
beneficio; son estas dos últimas cosas las que deseamos primariamente; aquella la deseamos
secundariamente. (…) Si se asocian por razones de comercio, está claro que cada hombre no está
mirando por el bien de su prójimo, sino por el de su propio negocio (…) Lo mismo es también
deducido por la razón partiendo de las definiciones mismas de voluntad, bien, honor, provechoso.
Pues cuando voluntariamente entramos en sociedad, sea cual fuere la sociedad de que se trate,
busquemos el objeto al que se dirige nuestra voluntad, es decir, aquellos que cada uno de los que
están reunidos estima como bueno para él. Ahora bien, todo lo que se nos presenta como bueno
es placentero con referencia a los sentidos(conveniencia) o a la mente (gloria). Toda asociación
con los demás seres se hace pues, o para adquirir alguna ganancia o para adquirir gloria, es decir,
no por amor a nuestro prójimos sino por amor a nosotros mismos. (…) Aunque los beneficios de
esta vida pueden aumentarse mediante la ayuda mutua, lo cierto es que se alcanzan mejor
dominando a nuestros prójimos que asociándonos con ellos. Por lo tanto, espero que nadie pondrá
en duda que, si desapareciera el miedo, los hombres serían más intensamente arrastrados por
naturaleza a obtener dominio sobre sus prójimos que a llegar a una asociación con ellos.”
“Leviatán: PARTE II. DEL ESTADO Cap 17. De las Causas, Generación y Definición de un
ESTADO. "La causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente aman la libertad y el
dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir
formando Estados) es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida
más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como
hemos manifestado, es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres, [...]."
"Las leyes de naturaleza [se resumen en que] haz a otros lo que quieras que otros hagan para ti
[...]." "[...] Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para
proteger al hombree, en modo alguno. [...]" "El único camino [...] es conferir todo su poder y
fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos,
pueden reducir sus voluntades a una voluntad. Esto equivale a decir elegir un hombre o una
asamblea de hombres que represente su personalidad; [...]." "[...] la multitud así unida en una
persona se denomina ESTADO, en latín CIVITAS. [...]" "[...] la esencia del Estado, que podemos
definir así: una persona [...]. El titular de esta persona se denomina SOBERANO, y [...] cada uno
de los que le rodean es SÚBDITO suyo." "Se alcanza este poder soberano por dos conductos. Uno
por la fuerza natural, [...]. Ocurre el otro procedimiento cuando los hombres se ponen de acuerdo
entre sí, [...]. En este último caso puede hablarse de Estado político, o Estado por institución, y en
el primero de Estado por adquisición. [...] Cap 18. De los DERECHOS de los Soberanos por
Institución. "En primer lugar, puesto que pactan, debe comprenderse que no están obligados por
un pacto anterior a alguna cosa que contradiga la presente. [...]" "En segundo lugar, [...] no puede
existir quebrantamiento de pacto por parte del soberano, y en consecuencia ninguno de sus
súbditos, [...]." "En tercer lugar, si la mayoría ha proclamado un soberano mediante votos
concordes, quien disiente debe ahora consentir con el resto, [...]." "En cuarto lugar, [...] cualquiera
cosa que el soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus súbditos, ni debe ser
acusado de injusticia por ninguno de ellos. [...]" "En quinto lugar, [...] ningún hombre que tenga
poder soberano puede ser muerto o castigado de otro modo por sus súbditos. [...]" "

 Maquiavelo
-¿Hay críticas anti-aristotélicas?
(C. VIII) Debido a que la tendencia -según Maquiavelo- de los hombres no es hacia la unión
y al bien común, es necesario que una fuerza externa los reúna y los organice, y como los
hombres no suelen disponerse a colaborar para el bien de la sociedad, necesitan la acción
coerciva, no ponerse de acuerdo entre ellos activamente, sino pasivamente dejarse
organizar.
“El príncipe:
Capítulo VIII De los que llegaron al principado por medio de maldades
Creo que esto dimana del buen o del mal uso que se hace de la crueldad. Podemos llamar buen
uso de los actos de crueldad -si, sin embargo, es lícito hablar bien del mal- que se ejercen de una
vez, únicamente por la necesidad de proveer a su propia seguridad, sin continuarlos después, y
que al mismo tiempo trata uno de dirigirlos, cuanto es posible, hacia la mayor utilidad de los
gobernados. Los actos de severidad mal usados son aquellos que, no siendo más que en corto
número a los principios, van siempre aumentándose, y se multiplican de día en día, en vez de
disminuirse y de mirar a su fin. (…) Los que abrazan el primer método pueden, con los auxilios
divinos y humanos, remediar, como Agatocles, la incertidumbre de su situación. En cuanto a los
demás, no es posible que ellos se mantengan. (…) Es menester, pues, que el que toma un Estado
haga atención, en los actos de rigor que le es preciso hacer, a ejercerlos todos de una sola vez e
inmediatamente, a fin de no estar obligado a volver a ellos todos los días, y poder, no
renovándolos, tranquilizar a sus gobernados, a los que ganará después fácilmente haciéndoles
bien. (…) El que obra de otro modo por timidez, o siguiendo malos consejos, está precisado
siempre a tener la cuchilla en la mano; y no puede contar nunca con sus gobernados, porque ellos
mismos, con el motivo de que está obligado a continuar y renovar incesantemente semejantes
actos de crueldad, no pueden estar seguros con él.”

-Aspectos anti-comunitaristas
(C. IX) Por conveniencia o utilidad (del pueblo no ser reprimido por demás magnates), es
elegido el gobernante el cual debe mantener el orden y la obediencia, más fácil que cuando
es dividido el poder que cuando sólo hay uno pues es más notaria la diferencia y la no
igualdad entre el pueblo, el sirviente y el soberano.
“Capítulo IX Del principado civil
Vengamos al segundo modo con que un particular puede hacerse príncipe sin valerse de crímenes
ni violencias intolerables. Es cuando, con el auxilio de sus conciudadanos, llega a reinar en su
patria. Pues bien, llamo civil este principado. Para adquirirle, no hay necesidad ninguna de cuanto
el valor o fortuna pueden hacer, sino más bien de cuanto una acertada astucia puede combinar.
Pero digo que no se eleva uno a esta soberanía con el favor del pueblo o el de los grandes. En
cualquiera ciudad hay dos inclinaciones diversas, una de las cuales proviene de que el pueblo
desea no ser dominado ni oprimido por los grandes; y la otra de que los grandes desean dominar
y oprimir al pueblo. Del choque de ambas inclinaciones, dimana una de estas tres cosas: o el
establecimiento del principado, o el de la república, o la licencia y anarquía. En cuanto al
principado, se promueve su establecimiento por el pueblo o por los grandes, según que el uno u
otro de estos dos partidos tienen ocasión para ello. Cuando los magnates ven que ellos no pueden
resistir al pueblo, comienzan formando una gran reputación a uno de ellos, y dirigiendo todas las
miradas hacia él hacerlo después príncipe, a fin de poder dar, a la sombra de su soberanía, rienda
suelta a sus inclinaciones. El pueblo procede del mismo modo con respecto a uno solo, cuando ve
que no puede resistir a los grandes, a fin de que le proteja su autoridad. (…) El que consigue la
soberanía con el auxilio de los grandes se mantiene con más dificultad que el que la consigue con
el del pueblo; porque siendo príncipe, se halla cercado de muchas gentes que se tienen por iguales
con él, y no puede mandarlas ni manejarlas a su discreción. Pero el que llega a la soberanía con
el favor popular se halla sólo en su exaltación; y entre cuantos le rodean, no hay ninguno, o más
que poquísimos a lo menos, que no estén prontos a obedecerle. Por otra parte, no se puede con
decoro, y sin agraviar a los otros, contentar los deseos de los grandes. Pero contenta uno
fácilmente los del pueblo, porque los deseos de éste tienen un fin más honrado que el de los
grandes, en atención a que los últimos quieren oprimir, y que el pueblo limita su deseo a no serlo.
Añádase a esto que, si el príncipe tiene por enemigo al pueblo, no puede estar jamás en seguridad;
porque el pueblo se forma de un grandísimo número de hombres. (…) Estas son las reglas que un
príncipe sabio debe observar. Tan lejos de permanecer ocioso en tiempo de paz, fórmese entonces
un copioso caudal de recursos que puedan serle de provecho en la adversidad, a fin de que si la
fortuna se le vuelve contraria, le halle dispuesto a resistirse a ella.”
(C. XVI) El gobierno debe centralizar las riquezas pues es más conveniente que éste las
administre en ámbitos primordiales como la guerra, defensa del Estado, para tener más
producciones, sin tener que quitárselo al pueblo, por tanto es necesario que el dinero se
acumule alrededor de los bienes del estado pues éste se encarga de utilizarlo para el bien de
sí mismo y como efecto se distribuya al pueblo.
“Capítulo XVI De la liberalidad y miseria (avaricia)
No pudiendo, pues, un príncipe, sin que de ello le resulte perjuicio, ejercer la virtud de la
liberalidad de un modo notorio, debe, si es prudente, no inquietarse de ser notado de avaricia,
porque con el tiempo le tendrán más y más por liberal, cuando vean que por medio de su
parsimonia le bastan sus rentas para defenderse de cualquiera que le declaró la guerra y para hacer
empresas sin gravar a sus pueblos; por este medio ejerce la liberalidad con todos aquellos a
quienes no toma nada, y cuyo número es infinito mientras que no es avaro más que con aquellos
hombres a quienes no da, y cuyo número es poco crecido.”
-Individualismo
(C. XV) El gobierno no debe tender al bien ideal, sino a mantener el poder, no a mejorar las
condiciones, sino a mantener el orden que hay, adaptarse a las situaciones que aparecen, no
a alcanzar virtudes como la bondad o la clemencia porque esto crearía un estado débil, es
más conveniente fortalecerlo, asegurarlo y disciplinarlo. Se busca el establecimiento de la
mejor convivencia posible, pues si tiene como base que el hombre no tiende hacia el bien,
sino hacia su interés, es menester administrar que al menos se obtenga el mayor posible, que
responda a los del Estado, que en su poder, es más grande que el del pueblo.
“Capítulo XV De las cosas por las que los hombres, y especialmente los príncipes, son
alabados o censurados
Hay tanta distancia entre saber cómo viven los hombres y saber cómo deberían vivir ellos, que el
que, para gobernarlos, abandona el estudio de lo que se hace, para estudiar lo que sería más
conveniente hacerse, aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de
ella; supuesto que un príncipe que en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando en el hecho
está rodeado de gentes que no lo son, no puede menos de caminar hacia su ruina. Es, pues,
necesario que un príncipe que desea mantenerse, aprenda a poder no ser bueno, y a servirse o no
servirse de esta facultad, según que las circunstancias lo exijan.
No habría cosa más loable que un príncipe que estuviera dotado de cuantas buenas prendas he
entremezclado con las malas que les son opuestas; cada uno convendrá en ello, lo sé. Pero como
uno no puede tenerlas todas, y ni aun ponerlas perfectamente en práctica, porque la condición
humana no lo permite, es necesario que el príncipe sea bastante prudente para evitar la infamia de
los vicios que le harían perder su principado; y aun para preservarse, si lo puede, de los que no se
lo harían perder. Si, no obstante esto, no se abstuviera de los últimos, estaría obligado a menos
reserva abandonándose a ellos. Pero no tema incurrir en la infamia ajena a ciertos vicios si no
puede fácilmente sin ellos conservar su Estado; porque si se pesa bien todo, hay una cierta cosa
que parecerá ser una virtud, por ejemplo, la bondad, clemencia, y que si la observas, formará tu
ruina, mientras que otra cierta cosa que parecerá un vicio formará tu seguridad y bienestar si la
practicas.”
(C. XVIII) No se toma como presupuesto que el hombre por naturaleza busque el bien
común, ni que coopere para obtenerlo, sino al contrario, necesita ser domado para atenerse
a las leyes, adoctrinado para comportarse en la sociedad, pues si no tiene un amo que lo
gobierne aquel caería en delitos, conflicto y lucha, por tanto necesita ser educado mediante
premios y castigos, con más miedo al castigo para no cometer crímenes al cual es más
propenso. El hombre es malo por naturaleza y por eso requiere de un gobierno que lo
controle pues sin él sólo estaría en rebelión, en desacuerdo, sin embargo los medios con los
que el gobernante debe alcanzar este fin son flexibles -para Maquiavelo- pues con medios
débiles sólo se construirá un estado débil. Así, como el hombre es malo, no tendría sentido
que el gobernante fuera bueno, pues no sería obedecido, y si los fines que buscan los hombres
son egoístas al menos los medios con los que los impida el príncipe se permite que no sean
tan honestos, con tal de que se mantenga el estado.
“CAPITULO XVIII DE QUE MODO LOS PRINCIPES DEBEN CUMPLIR SUS
PROMESAS
Son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada, envuelto a los demás
con su astucia y reído de los que han confiado en su lealtad, los únicos que han realizado grandes
empresas. Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la
fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la
primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse
como bestia y como hombre. Por lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de
cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos;
porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva
clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causa de matanzas y saqueos que perjudican a toda
una población, mientras que las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo van en contra
de uno. (…) Es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se
puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de
lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida
y sus hijos, pues -como antes expliqué- ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad
se presenta se rebelan. Y príncipe que ha descansado por entero en su palabra va a la ruina al no
haber tomado otras providencias; porque las amistades que se adquieren con el dinero y no con la
altura y nobleza de almas son amistades merecidas, pero de las cuales no se dispone, y llegada la
oportunidad no se las puede utilizar. Y los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que
se haga amar que a uno que se haga temer; porque el amor es un vínculo de gratitud que los
hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es
miedo al castigo que no se pierde nunca. No obstante lo cual, el príncipe debe hacerse temer de
modo que, si no se granjea el amor, evite el odio. (…) No debe preocuparse si merece fama de
cruel, porque sin esta fama jamás podrá tenerse ejército alguno unido y dispuesto a la lucha. De
manera que, ya que se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que el príncipe se
transforme en zorro y en león, porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro
protegerse de los lobos.
Por lo tanto, un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia
vaya en contra de sus intereses y cuando haya desaparecido las razones que le hicieron prometer.
Si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno, pero como son perversos, y no
la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con ellos.
No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente
poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial,
y el aparentar tenerlas, útil.”
Por eso se dice que el hombre y la pobreza hacen laboriosos a los hombres y que las leyes los
hacen buenos.

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