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Subtemas:
Vicios elocutivos y expresivos
Desarrollo:
Podemos corregir este vicio con un ejercicio práctico, llevando la pronunciación a su extremo,
como quien muerde cada palabra y eligiendo palabras muy largas y engorrosas de pronunciar,
empezamos de la primera sílaba añadiendo las demás una por una; es decir
la
la-men
la-men-ta
la-men-ta-ble
la-men-ta-ble-men
la-men-ta-ble-men-te
Repetir varias veces resulta además provechoso, combinado con una lectura lenta y
prolongada.
Por otra parte, la tensión del momento nos puede hacer caer en la ecolalia; o sea, decimos una
palabra y la repetimos para así dar continuidad y terminar la frase, como por ejemplo
“compartir esta, esta idea con nuestros estudiantes”. A esto se puede sumar el encierro, que es
otra repetición más del tipo “fuimos al cine fuimos anoche”.
La prisa también puede traer consigo errores de sintaxis gramatical, como son el dequeísmo y
el queísmo. En ambos la preposición “de” antes de “que” se usa de forma incorrecta, en una
por adición y en la otra por omisión.
Algunas normas locales del lenguaje implican alteraciones fonéticas por la exageración o
modificación de sonidos. A pesar de ser características y auténticas, es aconsejable evitarlos.
Estos son el yeísmo, sonido de la “ll” y la “y”; el sigmatismo tanto por sibilante (seseo o ceceo)
como por todas alteraciones de los sonidos “s”.
El rotacismo, relativo a la letra “r”, y la nasalización pueden ser vicios adquiridos o foniátricos,
en cuyo caso necesitan ayuda médica.
Te recomendamos que en lugar de caer en estos vicios hagas lucir tu discurso haciendo uso de
recursos como el silencio, el tono, las pausas y los matices. Su uso divide ideas dentro del
discurso, crea climas, genera complicidad con el público, entre otras muchas ventajas.
El lenguaje tiene melodía, altas y bajas en concordancia con el relato que contamos al hacer
uso de la palabra públicamente. Al leer para practicar, recuerda subir el tono en las comas y
bajarlo en los puntos, para dar idea de continuidad y conclusión respectivamente.
Humaniza las palabras, personifícalas; evoca situaciones, provoca recuerdos y establece lazos
emocionales con quien te escucha.