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CURSO DE NEURO ORATORIA


TEMA 2. EXPRESIÓN ORAL

Subtemas:
 Vicios elocutivos y expresivos

Desarrollo:

Vicios elocutivos y expresivos

Una correcta pronunciación y dicción constituyen elementos fundamentales en el discurso.


Que sea inteligible hará que su público le siga y lo disfrute. A veces, producto de la misma
ansiedad por tener un buen desempeño cometemos algunos de los errores que mencionamos
a continuación.

El más frecuente de estos vicios es el uso de muletillas; esas


palabras, frases, sonido que nos salen cuando estamos más
nerviosos. Por esa misma razón, es negativo su uso puesto que
nos hace lucir inseguros y poco profesionales. A veces las
usamos para ganar tiempo, ¡y se nota! Algunos ejemplos son:
bueno, de hecho, como decíamos, ustedes saben, bueno nada,
¿entienden?, ¿verdad?, ¿Sí?, ¿No?, etc.

También con frecuencia incurrimos en la articulación blanda; es


decir, las palabras salen laxas, a veces por falta de gesticulación y
prisa en la exposición, y terminamos diciendo una palabra muy
mal, como “eselente” por “excelente”.

Podemos corregir este vicio con un ejercicio práctico, llevando la pronunciación a su extremo,
como quien muerde cada palabra y eligiendo palabras muy largas y engorrosas de pronunciar,
empezamos de la primera sílaba añadiendo las demás una por una; es decir

 la
 la-men
 la-men-ta
 la-men-ta-ble
 la-men-ta-ble-men
 la-men-ta-ble-men-te

Repetir varias veces resulta además provechoso, combinado con una lectura lenta y
prolongada.

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Otros errores pueden ser la prolongación de las


vocales en determinadas palabras, lo que hace
el discurso tedioso. Por ejemplo, “esteeeee”,
“eeeeeeh”, “estooooo”.

A veces al atropellar el habla hacemos deglución u omisión de consonantes, con pésimas


consecuencias; puesto que no es lo mismo decir “ténico” que “técnico”, “autoridá” que
“autoridad”, “patado” que “pactado”. La más común de las omisiones es la de la ese, sobre todo
en formas plurales como arbole en vez de árboles y otras tantas faltas que empañan nuestra
intervención pública.

El caso contrario es igual de contraproducente; es decir, la anexión de consonantes. En muchas


ocasiones escuchamos decir “estudiastes”, “vinistes”, “escuchastes”, “salvenlon”, entre otros
errores que denotan cierta impresión de incultura.

Por otra parte, la tensión del momento nos puede hacer caer en la ecolalia; o sea, decimos una
palabra y la repetimos para así dar continuidad y terminar la frase, como por ejemplo
“compartir esta, esta idea con nuestros estudiantes”. A esto se puede sumar el encierro, que es
otra repetición más del tipo “fuimos al cine fuimos anoche”.

Subestimamos el valor del silencio para ayudar a manejar estos


incidentes. Es mejor una pausa prudente para dejar que nuestra
mente organice las ideas y que el auditorio respire, antes que
atropellar todo y llenarlo de estos vicios que denotan incoherencia,
falta de seguridad y de competencia. Si aprendemos a pausar,
evitaremos la exposición cortada y la veloz. Ambas ponen al público
ansioso de manera inconsciente, al igual que los finales caídos, por
falta de aire para terminar las frases, mientras generamos un sonido
sibilante audible.

La prisa también puede traer consigo errores de sintaxis gramatical, como son el dequeísmo y
el queísmo. En ambos la preposición “de” antes de “que” se usa de forma incorrecta, en una
por adición y en la otra por omisión.

Más específicamente, el dequeísmo consiste en el uso injustificado de la preposición “de” antes


de la conjunción “que”. Lo vemos más claro en el siguiente ejemplo: “Tengo que pensar de que
si luego no me sirve he de volver”. Por el contrario, para evitar caer en el dequeísmo quitamos
la preposición “de” en frases donde sí es correcta. Por ejemplo, “Necesito asegurarme ø que mi
madre llegue a tiempo”. Un truco para saber qué forma es la correcta es preguntarnos: ¿de
qué...?

Algunas normas locales del lenguaje implican alteraciones fonéticas por la exageración o
modificación de sonidos. A pesar de ser características y auténticas, es aconsejable evitarlos.
Estos son el yeísmo, sonido de la “ll” y la “y”; el sigmatismo tanto por sibilante (seseo o ceceo)
como por todas alteraciones de los sonidos “s”.

El rotacismo, relativo a la letra “r”, y la nasalización pueden ser vicios adquiridos o foniátricos,
en cuyo caso necesitan ayuda médica.

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Te recomendamos que en lugar de caer en estos vicios hagas lucir tu discurso haciendo uso de
recursos como el silencio, el tono, las pausas y los matices. Su uso divide ideas dentro del
discurso, crea climas, genera complicidad con el público, entre otras muchas ventajas.

El lenguaje tiene melodía, altas y bajas en concordancia con el relato que contamos al hacer
uso de la palabra públicamente. Al leer para practicar, recuerda subir el tono en las comas y
bajarlo en los puntos, para dar idea de continuidad y conclusión respectivamente.

Matiza tu discurso con inflexiones que denoten intencionalidad y emotividad. El matiz es la


música de fondo de tu expresión; su uso te dará credibilidad.

Humaniza las palabras, personifícalas; evoca situaciones, provoca recuerdos y establece lazos
emocionales con quien te escucha.

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