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En los últimos tiempos ha surgido con fuerza una bella y nueva palabra: RESILIENCIA.

La resiliencia
se define como esa capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse
a ellas. El vocablo proviene del término latín “resilio” que significa resaltar o rebotar. Es lo que
hasta ahora se conocía como crecimiento post-traumático.

Fases de la resiliencia

Estos son los pasos para construir una actitud resiliente:

 Aceptación → ¿Por qué a mí? Suele ser la reacción de muchas personas cuando les ocurre
algo terrible. ¿Y por qué no a mí? No somos los primeros ni seremos los últimos en
padecer un cáncer o perder a un amigo en un accidente de tráfico. Lo trágico también
forma parte de la vida y debemos asumirlo.

 Enfoque positivo → Lo que no te mata te hace más fuerte. Todo hecho traumático
desarrolla nuestra fortaleza interior y abre la puerta a nuevas oportunidades. “Ante un
despido, muchas personas se quedan enganchadas en la idea de la injusticia. Otras pronto
se alegran de haber encontrado una empresa mejor”, explica la psiquiatra.

 Sin miedo → El objetivo es generar confianza y apartar los temores. “El miedo es peor que
la adversidad. Es como una centrifugadora, gira sobre sí mismo”.
Resiliencia en el conflicto

El concepto de resiliencia tiene sus orígenes en el campo de la física donde se utiliza para definir la
capacidad de los cuerpos para resistir a los choques, no quebrarse y regresar a su forma inicial.
Tiempo después este concepto es utilizado en la ecología, al estudiar la forma en que los sistemas
reaccionan frente a diversos factores de vulnerabilidad. En un estudio realizado por Crawford
Holling en 1973 se proponen los conceptos de resiliencia y estabilidad en ecología: la estabilidad
reconoce la capacidad del sistema para regresar a su estado de equilibrio, la resiliencia hace
referencia a la persistencia de los sistemas y su capacidad para absorber el cambio y la
alteración y todavía mantener las mismas relaciones entre poblaciones (1).

El término ha sido retomado en las ciencias humanas para aplicarlo a los fenómenos sociales
actuales. Uno de los principales precursores del uso del término dentro de los estudios de la
conducta humana es el francés Boris Cyrulnik, quien define la resiliencia como “la capacidad que
tiene un ser humano (niño, adolescente, adulto) a pesar de sus dificultades personales (físicas,
mentales y psíquicas), para intuir y crear, en circunstancias desfavorables o en un entorno
destructor, respuestas que le hacen posible no dejarse atrapar por las circunstancias y dificultades
personales ni por las condiciones del entorno sino por el contrario, proponer y realizar
comportamientos que le permiten una vida con menos sufrimiento y encontrar un lugar en su
medio ambiente, lo cual le permite desarrollar sus capacidades y anhelos” (2). Basado en su propia
experiencia de vida, este etólogo, neurólogo y psiquiatra, propone una premisa básica: una
infancia infeliz no conlleva inexorablemente a una vida infeliz.

Aplicada en el ámbito del conflicto y la violencia, la resiliencia permite reconocer la capacidad que
tienen las comunidades para superar las dificultades a las cuales han sido sometidas ya sea por
grupos al margen de la ley o por acciones gubernamentales. Gracias a esta capacidad, las víctimas
logran reconocer los riesgos de su condición (estigmatización, abandono, dependencia) para así
proyectarse, recuperarse y reconstruirse gracias a su propia experiencia. Como Holling indicaba, la
resiliencia no implica un regreso a una estabilidad inicial sino una adaptación de las condiciones
actuales con el propósito de generar nuevas respuestas.

Al aplicar este concepto en las dinámicas de comunidades víctimas de la violencia es importante


tener en cuenta el componente cultural como base de los procesos de resiliencia. Algunas
comunidades con un fuerte componente religioso encontrarán las bases de su proceso de
resiliencia en la aplicación de la fe, otras pueden vincular esos procesos a sus tradiciones
folclóricas y culturales (3).

La comprensión de este concepto y su aplicación en el análisis de poblaciones víctimas del


conflicto y la violencia es de vital importancia. Al comprender sus implicaciones en los fenómenos
de conflicto permitirá evitar la victimización de las comunidades y fomentar de esta manera
procesos que permitan la renovación autónoma y la reorganización social de las mismas.
La resiliencia es la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias,
los traumas, las amenazas o el estrés severo.

Ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades. La
muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financiero
serios, etc., son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, produciendo una sensación
de inseguridad, incertidumbre y dolor emocional.

Aún así, las personas logran, por lo general, sobreponerse a esos sucesos y adaptarse bien a lo
largo del tiempo.

El camino que lleva a la resiliencia no es un camino fácil, sino que implica un considerable estrés y
malestar emocional, a pesar del cual las personas sacan la fuerza que les permite seguir con sus
vidas frente la adversidad o la tragedia.

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Pero, ¿cómo lo hacen?

La resiliencia no es algo que una persona tenga o no tenga, sino que implica una serie de
conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.

Características de las personas resilientes

Las personas resilientes poseen tres características principales: saben aceptar la realidad tal y
como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; y tienen una inquebrantable
capacidad para mejorar.

Además, presentan las siguientes habilidades:

 Son capaces de identificar de manera precisa las causas de los problemas para impedir
que vuelvan a repetirse en el futuro.

 Son capaces de controlar sus emociones, sobre todo ante la adversidad y pueden
permanecer centrados en situaciones de crisis.

 Saben controlar sus impulsos y su conducta en situaciones de alta presión.

 Tienen un optimismo realista. Es decir, piensan que las cosas pueden ir bien, tienen una
visión positiva del futuro y piensan que pueden controlar el curso de sus vidas, pero sin
dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías.

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 Se consideran competentes y confían en sus propias capacidades.

 Son empáticos. Es decir, tienen una buena capacidad para leer las emociones de los demás
y conectar con ellas.

 Son capaces de buscar nuevas oportunidades, retos y relaciones para lograr más éxito y
satisfacción en sus vidas.

El modo de pensar de las personas resilientes

Las percepciones y los pensamientos influyen en el modo como la gente afronta el estrés y la
adversidad.

El estilo de pensamiento de las personas resilientes se caracteriza por ser realista, exacto y
flexible. Cometen menos errores de pensamiento (como la exageración o sacar conclusiones
precipitadamente, sin evidencias que las corroboren) e interpretan la realidad de un modo más
exacto que las personas menos resilientes.

Los beneficios de la resiliencia

Las personas más resilientes:

 Tienen una mejor autoimagen

 Se critican menos a sí mismas

 Son más optimistas

 Afrontan los retos

 Son más sanas físicamente

 Tienen más éxito en el trabajo o estudios

 Están más satisfechas con sus relaciones

 Están menos predispuestas a la depresión

Qué contribuye a que una persona sea más resiliente

 El apoyo emocional es uno de los factores principales. Tener en tu vida personas que te
quieren y te apoyan y en quien puedes confiar te hace mucho más resiliente que si estás
solo.
 Permitirte sentir emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas, y al mismo tiempo ser
capaz de reconocer cuándo necesitas evitar sentir alguna emoción y centrar tu mente en
alguna distracción.

 No huir de los problemas sino afrontarlos y buscar soluciones. Implica ver los problemas
como retos que puedes superar y no como terribles amenazas.

 Tomarte tiempo para descansar y recuperar fuerzas, sabiendo lo que puedes exigirte y
cuándo debes parar.

 Confiar tanto en ti mismo como en los demás.

Enseñar resiliencia a los niños ayuda combatir futuros problemas

Según explicaba el psicólogo Martin Seligman en una conferencia ofrecida en la convención nº 117
de la American Psychological Association, en los últimos 50 años los estadounidenses han
mejorado su nivel de vida, pero los niveles de satisfacción y propósito en la vida no han
aumentado, sino disminuido. “Esto ha sido especialmente perjudicial para los niños. Casi el 20% de
los jóvenes experimenta depresión”.

Estos efectos pueden continuar hasta la edad adulta causando diversos problemas, como
insatisfacción laboral, muerte precoz, problemas de salud, relaciones insatisfactorias y mayores
niveles de depresión.

Sin embargo, Seligman explicó que enseñar a los niños a ser más resilientes, a tener una sensación
de propósito en la escuela y a experimentar más emociones positivas, puede protegerlos de la
depresión, aumentar su satisfacción en la vida y mejorar su potencial de aprendizaje.

Se crearon dos programas destinados a enseñar estas habilidades en los colegios: el Penn
Resiliency Program (PRP) y el Positive Psychology program (PPP).

El PRP tenía como objetivo enseñar a los adolescentes a manejar los estresores y problemas
diarios comunes entre ellos. Este programa promueve el optimismo ayudándoles a pensar de
manera más realista y flexible y les enseña habilidades de resolución de problemas, toma de
decisiones, técnicas de relajación y cómo ser más asertivos.

Seligman y su equipo revisaron más de 19 estudios que han usado el PRP y encontraron que
aumentaba el optimismo y reducía los síntomas depresivos, la desesperanza y los niveles de
ansiedad.

El segundo programa, PPP, estaba destinado a que los estudiantes identificaran sus fortalezas de
carácter (amabilidad, coraje, perseverancia, etc.) y las incorporaran en la vida diaria. Los
estudiantes que participaron en este programa sentían mayor satisfacción e implicación en clase,
eran más curiosos sobre lo que estaban haciendo, les gustaba aprender y eran más creativos.
Además, sus familias los consideraban más asertivos y empáticos, con más autocontrol y con un
mayor deseo de cooperar que los chicos que no participaron en el programa.

Según Seligman, es importante empezar a enseñar a los niños a ser más resilientes en los años
escolares, para inculcarles el pensamiento positivo y la resiliencia de manera que puedan servirles
para afrontar retos futuros.

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