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El capitalista compra la fuerza de trabajo del obrero por un salario inferior al nuevo

valor producido por el obrero. Bajo estas diferentes formas, las clases poseedoras
se apropian siempre del sobre producto social, el producto del sobre trabajo de los
trabajadores.

La meta del capitalista es la acumulación del capital, la capitalización del a


plusvalía. La naturaleza de la circulación del dinero implica esta meta. El capital
industrial persigue esta acumulación en forma mucho mas insaciable que el capital
usurario o mercantil. Produce para un mercado libre y anónimo denominado por
las leyes de las competencias.

Bajo el aguijón de la competencia, el modo de producción capitalista, se convierte


así en el primer modo de producción en la historia de la humanidad cuya finalidad
esencial es evidentemente, la acumulación constante del capital, por la
capitalización de la plusvalía producida durante el propio proceso de la
producción.

El aumento de la plusvalía relativa resulta esencialmente del incremento de la


productividad del trabajo gracias al empleo de nuevas máquinas, de métodos de
trabajo mas racionales, de una división del trabajo mas perfeccionada, de una
mejor organización del trabajo.

Mandel sostiene que la plusvalía extraordinaria proviene de valor generado por las
empresas de baja tecnología; esto es, empresas que emplean más trabajo vivo,
por unidad de producto, que el promedio de la rama. Escribe:

“Cuando Marx afirma que las empresas que operan con una productividad inferior
a la ganancia media obtienen menos de la ganancia media, y que en última
instancia esto corresponde al hecho de que han dilapidado trabajo social, todo lo
que esta fórmula quiere decir es que parte del valor o la plusvalía realmente
producida por los obreros de estas empresas es apropiada en el mercado por
empresas que funcionan más eficientemente. De ninguna manera significa que
han creado menos valor o plusvalía de lo que indica el número de horas
trabajadas en ellas. Ésta es la única interpretación posible del capítulo X del tercer
volumen de El Capital que puede reconciliarse con el texto en su conjunto y con el
espíritu de la teoría del valor de Marx; y simplifica claramente la noción de la
transferencia de valor (Mandel, 1979, p. 99). En la traducción francesa, la frase
que comienza “y simplifica” dice: “Ella implica, evidentemente, el concepto de
transferencia de valor” (1997, p. 84).

Supongamos que en una rama hay 20 empresas, que emplean trabajadores con
una determinada tecnología estándar, y cada trabajador produce una unidad de la
mercancía A por hora. Supongamos que en la mercancía A se emplean $10 de
capital constante (puede incluir la amortización por capital fijo), se paga un salario
de $3 por hora, y la tasa de plusvalía es del 100%. Por lo tanto, el precio de A
(directamente proporcional al valor) es:
10c + 3v + 3s = 16, siendo c el capital constante, v el variable y s la plusvalía. Si la
jornada laboral es de 10 horas, habrá un capital variable de 30 por día, y una
plusvalía de $30.

Supongamos ahora que un capitalista logra duplicar la fuerza productiva del


trabajo; suponemos también que el valor del capital constante por unidad de A
permanece igual, y lo mismo sucede con el valor de la fuerza de trabajo. Dado que
la fuerza productiva se duplicó, en la empresa innovadora la mercancía A se
produce en media hora; de manera que entra solo 1,5v por unidad de A. Si
suponemos que la tasa de plusvalía se mantiene en el 100%, el “valor individual”
(la expresión es de Marx) de A será: 10c + 1,5v + 1,5s = 13.

Marx observa entonces que “el valor individual de esta mercancía se halla ahora
por debajo de su valor social, esto es, cuesta menos tiempo de trabajo que la gran
masa del mismo artículo producido en condiciones medias” (1999, p. 385, t. 1). Sin
embargo, en seguida aclara que el valor individual de esa mercancía no es su
valor real. “El valor real de una mercancía, sin embargo, no es su valor individual,
sino su valor social, esto es, no se mide por el tiempo de trabajo que insume
efectivamente al productor en cada caso individual, sino por el tiempo de trabajo
requerido socialmente para su producción” (ídem). Esto es, el valor está
determinado por el promedio socialmente necesario para producir. Y es esta
circunstancia la que da origen a la plusvalía extraordinaria. En el ejemplo que
hemos dado, el capitalista tecnológicamente adelantado -que necesita ganar
mercado porque duplicó la producción- puede vender A a un precio inferior al
socialmente establecido, y realizar una plusvalía extraordinaria. Si el precio se
mantiene en $16 (determinado por la tecnología de las 19 empresas restantes de
la rama) nuestro “adelantado” podría vender A a $15, por ejemplo, lo que le
permitiría obtener una plusvalía extraordinaria de $2 por unidad (y $40 por jornada
laboral de cada trabajador, esto es, una plusvalía total de $70). Puede verse que
no hay necesidad de postular la existencia de empresas más atrasadas que el
promedio para explicar la plusvalía extraordinaria.

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