DiSEÑADOR

Lof Yu
nombre: Silvia

«— Ya que estamos en este fregado, di jo qu e so lo ha y un a m an er a d e estar Fíjate en mí es la historia EDITOR

¿Qui én
atr o… ¡o m ás!
nombre: Irene e Ivan

me encantaría cantar una canción P or lo m en os ha y cu de cuatro amigas que necesitan

en am or ad a?

FÍJAT E
o am igas qu e, por

Lof Yu FÍJATE EN Mí
CORRECTOR

que estoy componiendo para alguien. st or ia s d e am or , cu atr un empujón para reorganizar

Cua tr o hi nombre:

—Edu se ruboriza. d e to d o, an sí an qu e al gu ie n se fi je en el la s. sus vidas. Tal vez lo consigan

en ci m a ESPECIFICACIONES

, Mil a ya lo ti en e, gracias al duende de las cosas

— Ya estamos otra vez con Mila Andr ea bu sc a el am or
título: Fíjate en mí

el va e Ire ne

eN Mí
—comenta Nicolás desde detrás es per a qu e el su yo vu bonitas. O quizá, más que
Lal i
encuadernación: Rústica con solapas

.
lo ve d em asia d o le ja no
medidas tripa: 14,5 x 22,5 mm
de la batería. un empujón, acabe siendo medidas frontal cubierta: 147 x 225

—Sí, ¿algún problema? ap ar ec e el d ue nd e ca pa z d e ha cer un encontronazo… medidas contra cubierta: 147 x 225
E nt on ce s medidas solapas: 100 mm

—Por mí, ninguno. A ver, cántala. ad lo s su eñ os y co ns eguir qu e tod o se

re al id
ancho lomo definitivo : 17 mm

Edu suspira. La canción se titula ip it e… Es tá a pu nt o d e ca m bi ar su m an er a ACABADOS

pr ec
ta d y el am or.
Nº de TINTAS: 4/0

Fíjate en mí. d e ver la vi d a, la am is TINTAS DIRECTAS:

LAMINADO:

Toma la guitarra y, sin vacilaciones, jar l o l as

¿ Cómo van a enc a
PLASTIFICADO:

empieza a rasguear: g r u p o de l a s N ube s ? brillo mate

chic as de l uvi brillo uvi mate

relieve

falso relieve

purpurina:

estampación:

troquel

OBSERVACIONES:

PVP 14,95 € 10182499

www.lofyu.com
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 Fíjate en mí
LOF YU

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 Crossbooks, 2017
www.planetadelibrosinfantilyjuvenil.com
www.planetadelibros.com
Editado por Editorial Planeta S. A.

© Adrià Font, 2017

© Editorial Planeta, S. A., 2017
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
Primera edición: abril de 2017
ISBN: 978-84-08-17053-2
Depósito legal: B. 5.744-2017
Fotocomposición: Tiffitext
Impreso en España – Printed in Spain

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 Capítulo 1

Seducir es una cuestión de práctica

A veces me pregunto por qué la

vida es tan bella.
Ahora ya lo sé: porque tú
estás en ella.

Colibrí: ¿Cómo te puedo amar si no te conozco?

Mapuche: Porque hablamos y sabemos mucho el uno del otro.
Colibrí: Ya, pero creo que eso no es suficiente.
Mapuche: Para mí, sí. 
Colibrí: Claro, porque eres un tío.
Mapuche: O no...
Colibrí: ¡No me vengas con chorradas!
Mapuche: Entonces ¿me amas?
Colibrí: Eres tonto.
Mapuche: Un tonto enamorado.
Colibrí: El amor se siente con el corazón y no con la cabeza.
Mapuche: No te entiendo.
Colibrí: Pues eso, que te has formado una idea de mí que no es...
Mapuche: Mi imaginación es increíble. Seguro que eres como
imagino... Venga, ¿por qué no quedamos?
Colibrí: Ya te lo he dicho mil veces. No quedo con desconocidos.
Además, si mi madre me pilla chateando a estas horas de la noche,
me mata...
Mapuche: Como siempre, dándome evasivas. Sabes perfecta­
mente que no podemos seguir así. De lo contrario, nos haremos vie­
jos delante del ordenador.

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 Colibrí: Eso sería maravilloso y muy romántico. 
Mapuche: Jolín... Dime, por favor, qué tengo que hacer para que­
dar contigo.
Colibrí: Ya quedamos en el chat. ¿Por qué estropearlo con la rea­
lidad?
Mapuche: Te quiero.
Colibrí: No malgastes esta palabra tan bonita conmigo.
Mapuche: ¿Y si es verdad?
Colibrí: Si es verdad deberías estar superfeliz.
Mapuche: ¿Eso quiere decir que no me quieres?

Andrea levanta los dedos del teclado y mira con los

ojos enrojecidos a Irene, quien le susurra:
—¡No pares ahora! ¡Sigue!
—Hay algo que no estamos haciendo bien.
Andrea se frota los ojos como si fuera un gatito.
—Te equivocas, todo va según lo planeado. Tienes a
este chico en el bote.
—Ya, pero aún no me ha visto.
—Ni tú a él. ¿No querías que te enseñara a seducir?
—Sí, pero...
Irene la interrumpe:
—Pero ¡nada! Sigue escribiendo. Te insistirá para que
quedéis: todos lo hacen cuando ven que hay feeling. Te está
intentando manipular dándote penita, para que cedas y le
des lo que él quiere.
—Pero nosotras también lo estamos manipulando —res-
ponde Andrea en tono firme.
—No te confundas: estamos practicando. ¿Quién dijo
que sería divertido?
Irene suelta una sonrisa que podría sonar maléfica. En
la actualidad, casi todas las redes de mensajería instantá-

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 nea te obligan a aceptar el contacto. En la época dorada del
chat, a finales de los años noventa, existía un programa de
sala de chat llamado Mirc a través del cual podías hablar
con quien quisieras sin necesidad de añadirlo a tus amista-
des. Era un chateo de estilo libre. Irene conoce el programa
gracias a su hermano Martín, que es universitario y sabe
un montón de estas cosas.
Andrea suspira y fija la mirada en la pantalla del orde-
nador:

Colibrí: Eso significa que no te quiero tanto como piensas.

Mapuche: Me contento con que me quieras un poco. Porque yo
pienso mucho, ¿sabes?

—¿Lo ves? Trata de seducirte otra vez. Dale pie.

Colibrí: ¿A qué te refieres con que piensas mucho?

Mapuche: Pues que le doy vueltas a las cosas. No es que me raye
siempre con lo mismo, pero me gusta mucho imaginarme movidas.
A veces, las escribo, pero la mayoría, no. Mi cerebro es más rápido
que la mano.

—Ahora te está diciendo que es superespecial —aclara

Irene sin despegar los ojos de la pantalla.

Mapuche: Aunque te parezca una mentira, lo que más miedo me

da es mi imaginación.
Colibrí: A mí me dan miedo las arañas.
Mapuche: ¿Te han picado alguna vez?
Colibrí: No, por suerte.
Mapuche: Tu miedo es irracional porque nace de tu imaginación.
¿Ves como no somos tan diferentes?

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 Irene sigue dándole indicaciones a Andrea:
—Atención, que vuelve a la carga. Dale pie.

Colibrí: Quizá tengas razón. La imaginación es muy poderosa,

igual que mi sueño...

—¿Qué haces? —pregunta Irene.

—Estoy cansada. Es tarde. Basta por hoy. Pobre chico.
—Está bien. En tal caso, cierra la conversación como te
he enseñado.
—Eso estoy haciendo, profe...
Son casi las cuatro de la madrugada de un viernes, y
esta es la quinta vez que se reúnen para practicar. Cuando
Andrea le pidió a su amiga que le enseñara a seducir, no
dudó en explicarle todos los trucos. El chat es el primer
paso para romper el hielo, y ella está aprendiendo rápido.
De todos modos, el método de Irene no termina de gus-
tarle: preferiría que fuese más natural, como siempre se ha
hecho.

Mapuche: Yo también tengo sueño, pero estaba aguantando por ti.

Colibrí: Qué majo eres. Me iré a dormir pensando en la inmensa
suerte que tengo de conocerte.
Mapuche: Lo mismo digo.
Colibrí: ¿Cuándo quedamos?
Mapuche: ¿Te va bien el lunes a eso de las diez de la noche?
Colibrí: Sí. Buenas noches.
Mapuche: Buenas noches, bonita.

—Buen trabajo, Andrea. Creo que ya lo tienes.

—No sé. Me siento rara.
—¿Crees que Mapuche, o más bien el chico que está de­­

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 trás de ese nick, es guapo? —pregunta Andrea, que está
echada en el plegatín situado junto a la cama de Irene.
—No tengo ni idea. Pero es viernes por la noche y, si
está en casa..., pues será de los tuyos.
—No sé. Me cae bien.
—Todo el mundo cae bien en estos chats. Entras a co-
quetear, y todos son guapos, inteligentes y cariñosos, pero
en sus casas y sin molestar. Recuerda que te estoy ense-
ñando a ser rápida de reflejos y, sobre todo, a escuchar lo
que te dicen en realidad. Debes saber interpretarlo para no
dejarte llevar. Al fin y al cabo, todos buscan lo mismo. ¡Son
tíos!
—Pero ¡digo yo que alguno habrá que busque otra cosa!
—Pocos, créeme.
—De todos modos, se echarán atrás cuando vean que
soy gorda.
Irene se vuelve para ver a Andrea.
—Que te quede clara una cosa, y no la voy a repetir.
No estás gorda: eres «gordibuena». No eres una modelo
esquelética como las que salen en las revistas de moda.
Por cierto, según mis hermanos, todas las fotos están reto-
cadas por ordenador. Pero tú eres preciosa...
—... y tímida —interrumpe la chica.
—En eso estamos. En superarlo. Juntas. Quizá no seas
una megapersona extrovertida, supersocial y popular,
pero por lo menos debes superar esta barrera que te im-
pide conocer a alguien. Creo en ti, Andrea.
Irene le tiende la mano a su amiga.
—Gracias, eso me alivia. Eres de las pocas personas
que me entienden.
—No te olvides de tu amigo Mapuche. Seguro que
ahora mismo estará pensando en ti.

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 —Imagínate. ¿Y si acabo de conocer al chico de mi
vida?
—Todo puede suceder. Mucha gente se ha conocido
por internet y le ha ido la mar de bien. Pero no creo que
sea tu caso.
Irene vuelve a tumbarse y apaga la luz de la habita-
ción. Unas pegatinas fluorescentes en forma de estrellas
cuelgan del techo; simulan el firmamento.
—Quiero quitarme de encima todos mis complejos y
ser como una estrella en el cielo: única.
—Ya lo eres. No te hagas la víctima. Solo tienes que
aprovechar todos tus complejos y volverlos a tu favor.
—¿Tienes algún complejo?
—Si te parece, mejor te contesto mañana. ¡Ahora tengo
sueño!
—¡Tú eres perfecta! —exclama la muchacha. Está pen-
sando en su cabello pelirrojo, su piel blanca de seda, y en
esas pecas que le confieren un toque exótico a su rostro.
—Alto ahí, alto ahí. ¿No estarás ligando conmigo?
—¡No! Pero a tu lado soy el patito feo. No me extraña
que tengas tantos pretendientes.
Irene respira hondo y dice:
—Pero mi corazón es de White Max.
—¡Buf, qué pesadilla! Mejor será que descansemos...
Irene podría pasarse horas y horas hablando de White
Max, un joven youtuber que está empezando a hacerse fa-
moso en las redes. Todos los viernes cuelga un vídeo en el
que explica su manera de entender las relaciones, ya sean
de amistad, familiares o amorosas. ¡Irene no se pierde ni
uno! Se ha propuesto ser la primera en darle al «me gusta».
Es una manera simpática de comunicarle que ella está allí,
que lo apoya de forma incondicional.

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 Se siente atraída por él desde que lo descubrió: gorra
de béisbol, ojos azules como el mar, dientes blancos como
el mármol y unos hoyuelos que bien podrían ser la diana
de todos los besos de Irene.
Hace poco más de una semana, White Max colgó un ví-
deo titulado Cómo convivir con tus hermanos sin morir en el
intento. En diez minutos hablaba, de manera muy simpá-
tica, de la relación que tenía con su hermano de veinticinco
años. A Irene le pareció muy tierno y le recordó muchísimo
la relación que ella tiene con sus dos hermanos mayores:
Martín y Ben. Entonces escribió un comentario:

Los hermanos están ahí para siempre, no hay más alternativa que
quererlos..., aunque a veces nos cueste.

White Max no tardó en contestarle: «Tienes toda la ra-

zón. ¡Un beso!». Esta sencilla respuesta bastó para que
Irene empezara a creer que sucedía algo especial. Era como
si ahora él, sabedor de su existencia, la mirara directa-
mente a los ojos, como si un hilo invisible los uniera cada
día más. ¡Como si ya se conocieran!
Después de dar un par de vueltas en la cama, decide
encender su smartphone. De hecho, hoy lo habrá abierto
unas ciento ochenta veces por lo menos. ¿Demasiadas?
Como ella dice: «Sin mi teléfono, no soy nada». E-mail, Fa-
cebook, Instagram, Snapchat y un largo etcétera. Después
de un repaso por el WhatsApp envía un mensaje al grupo
Las Nubes:

Irene
¿Mañana showroom en casa? Andrea ya está aquí. JJ

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 Mila
¡Guapa! ¡¡¡Ja, ja, ja!!! ¡¡¡No puedo dormir!!!

Irene
¿Pasa algo?

Mila
¡¡Síii!! Puede que haya conocido a mi media manzana...

Irene
Media naranja, será. JJJJJ ¡Mañana me lo tienes que contar
todo!
Good night!

Mila
Bonne nuit!

Irene esboza una media sonrisa. «¿A quién habrá cono-

cido Mila? ¡Ella no necesita que le den clases de ligue!»,
piensa mientras mira a Andrea, que ya duerme a pierna
suelta.

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