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El derecho a un proceso breve y sencillo frente a situaciones de

amparo en la provincia de Buenos Aires. Análisis del proceso de


amparo en la provincia de Buenos Aires luego de la reforma de la ley

Citar ABELEDO PERROT Nº: AP/DOC/4071/2012

Autor: Rosales Cuello, Ramiro


Título: El derecho a un proceso breve y sencillo frente a situaciones de amparo en la provincia de Buenos
Aires. Análisis del proceso de amparo en la provincia de Buenos Aires luego de la reforma de la ley 14192
Fecha: 2012
Publicado: SJA 2012/09/26-65 ; JA 2012-III-1155

I. PROEMIO

La reforma de la Constitución de la Provincia de 1994, al consagrar la garantía del amparo, dispuso que éste
debía hacerse efectivo a través de un proceso breve, de rápida resolución y de formas sencillas, dejando en
manos del legislador los aspectos reglamentarios de dicho proceso.

Quince años después de esa reforma, y en cumplimiento del mandato constitucional, se dictó la ley 13928 (1),
que padeció serias falencias en razón del veto parcial del que fue objeto (2). A fin de subsanarlas, se sancionó la
ley 14192.

En el presente ensayo, tras analizar las nuevas modificaciones, procuraremos evaluar si con ellas se logra hacer
efectivo el derecho al proceso breve y de pronta resolución que prevé la Constitución provincial (3).

II. EL AMPARO DEL ART. 20, CONSTITUCIÓN PROVINCIAL

Esta norma constitucional tipificó las circunstancias con base en las cuales surge el derecho a obtener amparo a
través de una tutela judicial diferenciada (4). Tales circunstancias son que se configure, por parte de la autoridad
pública o un particular, un acto, hecho, decisión u omisión manifiestamente ilegal o arbitraria (5), que lesione,
afecte o amenace el ejercicio de derechos constitucionales individuales o colectivos (6).

Sin embargo, el art. 20 condicionó el derecho a esa tutela preferencial. En primer lugar, precisó que ciertos actos
de autoridad pública no dan derecho a esa tutela y así dispuso que el amparo resultara inadmisible contra los
actos jurisdiccionales del Poder Judicial, contra las leyes (7) o contra aquellos que originasen el ejercicio del
hábeas corpus (8). En segundo lugar y respecto de los actos u omisiones incluidos, la norma estableció que el
derecho a la tutela diferencial se adquiere en aquellos supuestos en que los remedios ordinarios previstos por el
legislador ocasionen un daño grave e irreparable en el ejercicio de los derechos (9). De modo tal que no todos los
actos, hechos, etc. que tengan los vicios indicados en la norma constitucional dan lugar al proceso de amparo.
Por el contrario, en principio, todos ellos deberán cuestionarse a través de los procesos ordinarios dispuestos por
el legislador, los que a priori y como regla se consideran eficaces para "amparar" al afectado.

A más de describir la situación que justifica un amparo por medio de una tutela diferenciada, la norma
constitucional determinó los legitimados para promover la pretensión respectiva. Desde el plano activo,
reconoció al Estado en sentido lato y a los particulares (10) que sufran afectación en sus derechos individuales o
colectivos (11). Como legitimados pasivos reconoció a la autoridad pública (12) o a la persona privada de la que
proviniese el acto, hecho, decisión u omisión.

También el art. 20, Carta local, resolvió la cuestión de la competencia para conocer la pretensión de amparo y
dispuso que todos los jueces fueran competentes para hacerlo (13).

Igualmente, el art. 20 de la Constitución consagró los principios con base en los cuales el legislador debía
regular el trámite procesal al que debía ajustarse la tutela diferenciada. El mandato dirigido al legislador fue que
diseñara un procedimiento breve y de pronta resolución. Asimismo, y sin perjuicio del proceso que legalmente
se mandara diseñar, el constituyente dejó a salvo la facultad de los jueces para acelerarlo en su tramitación
mediante formas más sencillas que se adaptaran a la naturaleza de la cuestión planteada. De esa manera, la
Constitución consagró una "válvula de escape" para todos aquellos casos en los que la ley regulatoria del
amparo no fuera suficiente protección para los derechos conculcados.

Todo lo expuesto nos marca que el constituyente fue sumamente preciso en la configuración del derecho al
amparo y de los medios que se deben disponer a los fines de hacerlo efectivo.

III. ANÁLISIS DEL PROCESO CON LAS MODIFICACIONES DE LA LEY 14192

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a) El proceso de amparo. Principios rectores (14)

El celo puesto por el constituyente en precisar las características del amparo y del proceso para alcanzarlo limitó
la actividad del legislador a regular su proceso específico.

En cumplimiento de esa faena dictó la ley 13928, que reguló un proceso de amparo unificado que rige tanto para
cuando la afectación de los derechos proviene de una acción u omisión de la autoridad pública como de un
particular (15). La reforma de la ley 14192 mantiene este criterio, aunque en la persecución de ese objetivo
eliminó diferencias que consagraban la ley reformada y que resultaba conveniente mantener (16). La unificación
del proceso a los fines de cuestionar actos u omisiones atribuibles a la autoridad pública o a los particulares
restó en alguna medida la relevancia que se daba a la distinción entre la primera y los segundos. No obstante, la
ley mantiene algunas distinciones en el proceso, según se cuestionen o no actos u omisiones resultantes de la
función administrativa (17). Las diferencias son que en el primero: a) la competencia para resolver la apelación
se confiere a los tribunales contencioso administrativos (18); b) el juez oficiosamente puede levantar las medidas
cautelares (19) y c) en caso de que la autoridad requerida demorase maliciosamente, de manera ostensible o
encubierta, negare o en alguna forma obstaculizare la sustanciación de la acción, el juez o tribunal ordenará
pasar las actuaciones a la justicia competente a los fines previstos en el Código Penal (20).

El proceso diseñado para hacer operativo el amparo es preferentemente escrito (21), abreviado en cuanto a los
plazos y de doble instancia, con una etapa postulatoria, una de prueba y otra de decisión (22). En cumplimiento
del mandato constitucional, el legislador ha destacado que no es un régimen cerrado, en virtud de la facultad que
tienen los jueces de acelerar su trámite mediante formas más sencillas que se adapten a la naturaleza de la
cuestión planteada (23).

b) La competencia y el plazo de caducidad

En razón de lo dispuesto por el art. 20 de la Constitución, sobre la competencia de todos los jueces para conocer
en el proceso de amparo, el legislador se limitó a regular lo atinente a su distribución territorial (24). El criterio
utilizado fue el de definir la competencia por el lugar donde el hecho, acto u omisión tuviere o hubiese de tener
efectos (25). El legislador nada dispuso en cuanto a la distribución de las causas en razón del turno (26).

Al igual que las leyes que le precedieron, en la actual se dispone que la pretensión deba promoverse dentro de
un plazo de treinta días (27), computándose dicho plazo a partir de la fecha en que el o los afectados hayan
tomado conocimiento del acto u omisión (28) que impugnan. La ley no aclara si se trata de días hábiles o
inhábiles (29). No obstante, por aplicación supletoria del Código Procesal Civil y Comercial y en apoyo de una
interpretación favorable a la admisibilidad del amparo, debe interpretarse que se trata de días hábiles (30). El
plazo es perentorio (31) y no puede ser dispensado por las partes (32). De todos modos, en razón del principio in
dubio pro amparo —y tal como se viene propiciando desde la doctrina y la jurisprudencia—, ante la duda sobre
el cumplimiento del plazo, el cómputo debe hacerse en favor de la admisibilidad, teniendo en consideración la
diligencia con la que ha obrado el amparista (33).

Asimismo, la ley ha previsto un supuesto en el que se flexibiliza la manera de computarlo: el de los actos
periódicos. En este caso, el plazo se contará a partir de cada uno de ellos (34). El plazo, por la naturaleza de lo
cuestionado, no debe contarse cuando se trata de una omisión (35).

La incorporación de un plazo de caducidad en el texto legal ha sido cuestionada en su validez constitucional por
no estar previsto como presupuesto de admisibilidad en art. 20 de la Constitución (36). Sin embargo, tal embate
no ha sido de recibo por nuestro Superior Tribunal de la provincia (37).

c) Estudio de admisibilidad, traslado, prueba y sentencia

En congruencia con la naturaleza urgente de la tutela pretendida, la ley dispone que, interpuesta la demanda (38),
el juez deberá efectuar de inmediato el estudio de admisibilidad de la pretensión.

En caso de que el magistrado o tribunal advierta su manifiesta inadmisibilidad, podrá, mediante acto fundado,
rechazarla sin sustanciación y disponer su archivo (39). El ejercicio de esta última atribución ha suscitado
opiniones doctrinarias encontradas. Ellas van desde las que consideran que el derecho a la jurisdicción impide el
rechazo liminar, a aquellas que lo admiten pero con ciertos condicionamientos (40). Según nuestro parecer, su
ejercicio es factible e incluso consideramos que ese rechazo liminar puede apoyarse en otros supuestos, a más
de los contemplados en la Constitución y la ley. Nos referimos a que, sin perjuicio de aquellas circunstancias
que justifican el rechazo liminar de cualquier demanda (41), la pretensión de amparo podrá desestimarse

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inicialmente cuando, en forma evidente, suceda que no concurren los presupuestos que habilitan la tutela
diferenciada. En otras palabras, estimamos apropiado desecharla cuando resulta incuestionable que no se ha
configurado la situación que, según el art. 20 de la Constitución, permite pedir amparo.

La resolución que desestima de manera liminar la pretensión deberá adoptarse fundadamente y sin incurrir en
razonamientos ritualistas, apoyados en preconceptos o soluciones abstractas alejadas del particular caso a
decidir. Por ello, el juez debe obrar con suma prudencia y, en caso de duda, dar curso a la pretensión o bien
verificar la alternativa de reconducir la pretensión de conformidad con lo dispuesto en el art. 15, Constitución
provincial (42).

En el caso en que la pretensión resultara admisible, el juez dará traslado de la demanda, tanto si se trata de
autoridad pública como de un particular que afecte derechos individuales (43). La contestación de la demanda
deberá efectuarse en un plazo de cinco días desde la notificación, la que se realizará por cédula o en forma
personal ( ). Una cuestión particular puede presentarse respecto de la notificación de la demanda, cuando la
pretensión se dirige contra la autoridad pública. En determinados casos, ésta debe ser patrocinada por el fiscal
de Estado de la provincia y, en consecuencia, puede darse el caso de que éste o sus representantes arguyan que
deben ser notificados en la ciudad de La Plata (44). Consideramos que tal no es la solución y que, en relación
con la celeridad, el carácter protector del proceso de amparo y el régimen particular que emana de la ley que
regula el proceso de amparo, tal notificación debe efectivizarse en el domicilio donde esté la sede del órgano,
autoridad o funcionario demandado (45).

La prueba deberá ofrecerse en los escritos iniciales (47) y, asimismo, la documental que obrare en poder de las
partes deberá acompañarse en esa oportunidad (48). En lo relativo a los medios de prueba, la regulación legal no
pone limitaciones en tanto no atenten contra los principios de celeridad y economía que son inherentes al
proceso de amparo (49). Esta limitación es razonable si se tiene en cuenta que este ámbito no está destinado a
probar la existencia de un derecho (50), sino sólo la evidente o palmaria arbitrariedad o ilegalidad del hecho, acto
u omisión que obstruye su ejercicio (51).

La ley también contempla la atribución del juez de fijar, oficiosamente o a pedido de parte, una audiencia a la
que denomina de "simplificación de prueba"(52). La celebración de ese acto procesal deberá fijarse dentro de los
diez días de declararse la admisibilidad de la pretensión y notificarse con el traslado de la demanda (53). Esta
audiencia tiene por finalidad intentar una conciliación entre las partes o encontrar una solución al conflicto,
resolver sobre cualquier modificación de las cautelares ordenadas, proveer la prueba ofrecida y, si no hay
prueba a producir, pasar los autos para sentencia.

Este nuevo paso procesal —que no es imperativo— amerita algunas observaciones (54). Además de lo llamativo
de la denominación, ya que el proceso de amparo supone simplicidad en la prueba a producir, la audiencia deja
de ser de vista de causa —como lo era en el sistema de la ley 7166— y pasa a ser una especie de audiencia
preliminar, en la que no se recibirán las pruebas sino que sólo, de ser necesario, se proveerán (55). Al mismo
tiempo, y salvo que la autoridad o el particular depongan la conducta que se les cuestiona, no avizoramos que
sea un acto demasiado efectivo, en tanto no se trata de un proceso en el que esté en juego la existencia o alcance
de un derecho sino sólo la intención de lograr levantar el grave obstáculo que impide ejercitarlo. Por ello, de no
alcanzarse un allanamiento del demandado, la celebración de esta audiencia lleva consigo una ampliación
temporal del proceso de amparo, lo que no condice con la rapidez que debe tener (56).

Si bien la ley no lo dispone, entendemos que el juego armónico de las normas constitucionales y legales permite
el aseguramiento de prueba en el proceso de amparo. Ello significa que en los casos en que existe peligro de que
la prueba desaparezca por el transcurso del tiempo o sea alterada con el fin de hacerla desaparecer, nada
impedirá que se adelante su producción. Es más, en el caso en que el juez prevea por distintas circunstancias
que existe peligro cierto de que se la altere o modifique de forma artificiosa, podría disponer ese aseguramiento
oficiosamente (57).

Finalmente, en lo que hace a la prueba, si ésta fuera proveída (58), la ley dispone que, una vez producida o
vencido el plazo para hacerlo, el juez debe dictar la sentencia dentro del plazo de cinco días (59).

d) La apelación (60) , las medidas cautelares y la cosa juzgada

La Ley de Amparo dispone que resultan apelables: la decisión que rechaza in limine la pretensión, las referentes
a medidas cautelares y la sentencia definitiva. La apelación carece de efecto suspensivo y por ello, si se ha
decretado una medida cautelar o se ha declarado procedente el amparo, debe cumplirse con lo decidido. No
obstante, la ley confiere a los jueces la facultad de suspender ese cumplimiento (61), aunque precisa que deberá
ser ejercida en forma excepcional y mediante una decisión debidamente fundada. Según nuestra interpretación,
puede acudirse a esa solución en aquellos casos en que la ejecución de la cautelar o de lo decidido en sentencia

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pueda afectar el debido funcionamiento de un servicio público, la marcha de la Administración o de cualquier


otra actividad en perjuicio del interés público y, en tanto, los argumentos expuestos por el apelante tengan
solidez como para avizorar alguna posibilidad de éxito en su apelación (62). En consecuencia, entendemos que,
frente a estos casos, los jueces deben efectuar una debida ponderación de los intereses en pugna y evaluar cuál
de ellos resulta mayormente perjudicado en caso de suspenderse la ejecución.

En cuanto al procedimiento, el recurso tramita en relación y sujeto a las reglas específicas previstas en la ley (63)
. Debe interponerse fundado dentro de los tres días de notificada la decisión apelada. El juez deberá resolver en
el día si lo concede o no (64); en el primer supuesto, dispondrá que se sustancie con la parte contraria (65). Los
plazos de sustanciación, como los de elevación, son de tres días. La cámara cuenta con igual plazo para dictar su
decisión.

En materia recursiva, también corresponde tener presente que ciertas decisiones dictadas en el proceso de
amparo —como pueden ser las relativas a cautelares y aquellas que le ponen fin— pueden ser objeto de los
recursos extraordinarios (66). La Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, por interpretación extensiva de
lo normado por el art. 292, CPCC, ha dispuesto que el efecto de los recursos, una vez concedidos, es de
naturaleza suspensiva (67).

En lo atinente a las medidas cautelares, la ley dispone que éstas puedan requerirse con la interposición de la
demanda o en cualquier estado del proceso (68). En lo que respecta al tipo de medida cautelar, puede ordenarse
cualquiera de las previstas en el Código Procesal Civil y Comercial y el procedimiento de su traba se
efectivizará de acuerdo con lo regulado en ese cuerpo normativo y en lo que fuera pertinente por el Código
Procesal en lo Contencioso Administrativo (69). De modo tal que, a los fines de preservar el resultado del
proceso y una actividad útil de la jurisdicción, en el amparo se cuenta con la posibilidad de adoptar la medida
que más se ajuste a las circunstancias del caso. Lamentablemente, la dilación habitual que tiene el trámite de los
amparos convierte a las medidas cautelares en la verdadera solución para revertir la situación de manifiesta
ilegalidad o arbitrariedad (70).

La legislación atribuye a los jueces la facultad de disponer medidas de no innovar (71). Si bien el artículo refiere
a esa medida, no encontramos óbice alguno para que se adopte la que se estime apropiada para lograr el
aseguramiento del resultado del proceso (72). El ejercicio de tal atribución es una manifestación más del rol
protector que desempeña la jurisdicción en el proceso de amparo y pone en evidencia la importancia que se le
atribuye para resguardar en tiempo oportuno el ejercicio de los derechos constitucionales (73).

En relación con la cualidad que se atribuye a la sentencia firme, la ley dispone que haga cosa juzgada (74). Sin
embargo, aclara que ello no impide el ejercicio de las acciones o recursos que pueden corresponder a las partes,
con independencia del amparo.

La solución del legislador pareciera ser que lo resuelto en el proceso protector no deviene inmutable (75). Pero
ello no es así: el ejercicio de una nueva pretensión para debatir en la justicia igual conflicto, y por una diferente
vía procesal, no siempre resultará factible. Aquello sólo será posible cuando el amparo se haya desestimado por
cuestiones formales o por requerirse mayor debate o prueba para comprobar la arbitrariedad o ilegalidad
denunciada. En cambio, cuando la sentencia resuelve la cuestión de fondo, declarando la procedencia o
improcedencia del amparo, una vez que quede firme, adquirirá la cualidad de la cosa juzgada material.

e) Otras reglas procesales

La reforma de la ley 14192 reincorporó a la regulación del amparo lo que constituía, en la ley 7166, el capítulo
referido a reglas procesales complementarias (76), salvando de ese modo la omisión que padecía la ley 13928.
Esas reglas complementarias, en concordancia con la simpleza y la celeridad que debe observar el proceso,
determinan la imposibilidad de plantear cuestiones previas (77), reconvención o incidentes (78). Asimismo, vedan
la posibilidad de recusar sin causa del juez interviniente (79).

Una cuestión que suscita interés sobre la base de aquellas limitaciones es la atinente a la posibilidad del
demandado de plantear la incompetencia territorial del tribunal o juez que interviene en el amparo. La
interpretación que surge de esas reglas complementarias es que esa defensa no puede ser planteada como
excepción previa. Si bien podría ser articulada como defensa de fondo, interpretamos que tal solución no se
compadece con la celeridad propia del proceso de amparo, ya que resultaría disfuncional que ese tópico se
resolviera en la sentencia definitiva (80). En consecuencia, la única alternativa pasa por la declaración oficiosa
de incompetencia por parte del juez o tribunal que conoce la pretensión. Por otra parte y en razón de la
certidumbre que debe existir al respecto, tal declaración oficiosa sólo procede en la etapa inicial del proceso.
Pasada tal oportunidad, no resultará posible en adelante el apartamiento del juez interviniente (81).

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A fin de evitar toda sombra de nulidad en el proceso, la ley establece el deber de los jueces de sanearlo
asegurando el principio de contradicción (82). Asimismo, y a los fines de obrar con diligencia y efectividad, se
les confiere la potestad de ordenar allanamientos y requerir el auxilio de la fuerza pública, así como el deber de
remitir los antecedentes a la justicia penal cuando el órgano o agente de la Administración o particular
requeridos demoraren maliciosamente, negaren u obstaculizaren la sustanciación.

En lo que hace al sistema de notificaciones, la ley mantiene el criterio de individualizar aquellas resoluciones
que deben notificarse por cédula (83). En consecuencia y por la remisión a las normas supletorias, las demás
resoluciones se notificarán en forma automática los días de nota (84). Pese a la solución legal, entendemos que
en ejercicio de la atribución que tienen los jueces de acelerar el trámite mediante formas más sencillas, nada
impide que amplíen los días de notificación automática y dispongan la carga de comparecer a las partes la
cantidad de días que estimen más apropiada para la rápida solución del conflicto (85).

IV. CONCLUSIONES

El análisis efectuado permite concluir que la reforma efectuada a la Ley de Amparo por la ley 14192 ha
subsanado los importantes defectos que aquélla padecía en cuanto a la regulación de su proceso. Sin embargo,
consideramos que la legislación vigente no logra cumplir adecuadamente con el mandato constitucional de
erigir un proceso breve y de rápida resolución. Por el contrario, la regulación legal ha ido en el camino inverso.

Interpretamos que el equívoco se origina al pretender que el único proceso breve y sencillo posible de legislar
debe ser análogo al más rápido previsto dentro de los de conocimiento. Si fuera necesariamente así, el
constituyente habría remitido de un modo directo a ese tipo —que evidentemente conocía al redactar el art.
20— y no habría exigido la elaboración de un proceso breve y sencillo. Por eso, el legislador tendría que buscar
otras opciones y, entre ellas, aquellas que se acerquen, en la medida de lo posible, a lo que originariamente —y
por creación pretoriana de la Corte federal— se concibió como una protección urgente para que, una vez
comprobada la lesión al ejercicio de un derecho, se restableciera su goce y ejercicio en forma inmediata (86).

No obstante y no en vano ha sido la experiencia que dejaron la ley 16986 a nivel federal y las modificaciones de
la ley 7261 a la 7166 en la provincia. Por eso y ante la eventualidad de que la protección asegurada en la
Constitución fuese desvirtuada por el legislador, el constituyente atribuyó a los jueces la facultad de acelerar el
trámite legal mediante formas más sencillas que se adapten a la naturaleza de la cuestión planteada (87).

De este modo, el texto legal analizado constituye un marco general para el proceso de amparo, pero de ninguna
manera resulta infranqueable y de seguimiento obligado. En cada caso, y teniendo en la mira la naturaleza de los
derechos a tutelar y las circunstancias del caso, los jueces deberán efectuar los ajustes pertinentes, atenuando el
rigor de las formas y buscando las soluciones más rápidas, en tanto se resguarde el derecho de ambas partes a un
debido proceso.

En conclusión, los jueces tienen mucho que hacer y con prudencia, mesura y responsabilidad deberán realizar lo
que esté a su alcance para que el proceso de amparo sea verdaderamente protectorio y urgente. Sólo de ese
modo y frente a situaciones de amparo se cumplirá con la tutela judicial efectiva prevista en la Constitución
provincial.

(1) BO del 11/2/2009. El art. 20, Constitución provincial, considera que todas las garantías en él previstas son
operativas y que, en ausencia de reglamentación, los jueces resolverán sobre la procedencia de las acciones que
se promuevan, en consideración de la naturaleza de los derechos que se pretendan tutelar.

(2) Para la individualización de dichas falencias, ver trabajo de mi autoría "Notas sobre el nuevo proceso de
amparo en la provincia de Buenos Aires", Revista de Derecho Procesal 2010-1, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos
Aires, p. 217.

(3) Asimismo y por razones de jerarquía normativa, deberá verificarse si se ajustan al proceso sencillo y rápido
que consagra el art. 25, Pacto de San José de Costa Rica, y al proceso rápido y expedito dispuesto por el art. 43,
CN.

(4) Como puntualizamos en la nota anterior, esta norma debe ajustarse al amparo regulado en el art. 43, CN, ya
que al consagrarse en éste una garantía de carácter federal, las provincias deben reconocerla en esa extensión en
razón de la supremacía constitucional.

(5) La Suprema Corte de la provincia, con cita de Bartolomé Fiorini, considera que "la ilegalidad puede

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describirse a través de preceptos legislativos que se omiten aplicar o se interpretan mal, mientras que la
arbitrariedad exhibe un juicio especialmente negativo hacia las normas... es la manifestación abierta y
caprichosa sin principios jurídicos" (Sup. Corte Bs. As., 15/7/2009, acdo. 10.3240). A su vez, en otro
precedente, ese tribunal sostuvo: "Que un acto es ilegal cuando no concuerda con la norma jurídica que
prescribe lo debido, importando violación del orden jurídico. La ilegalidad se configura, entonces, cuando el
acto u omisión se hallan desprovistos de sustento normativo, prescindiendo lisa y llanamente de la ley. La
arbitrariedad, por su parte, es la manifestación caprichosa sin principios jurídicos, involucrando los conceptos
de irrazonabilidad e injusticia". Por otro lado, en ese fallo, la Corte precisó que tanto la ilegalidad como la
arbitrariedad "deben evidenciarse en forma manifiesta, o sea de un modo descubierto, patente, claro, ostensible,
palmario, notorio. La exteriorización que no revista esa indiscutible patencia y que en todo caso pueda resultar
meramente opinable, excluye el carácter manifiesto de la arbitrariedad o ilegalidad y por ende de la viabilidad
del amparo..." (Sup. Corte Bs. As., 16/2/1999, acdo. 59168).

(6) Como se advierte, la Constitución abarca el concepto de autoridad en un sentido amplio y se refiere a los
distintos modos en que ella se puede manifestar. La autoridad pública a que se refiere esta norma es la
provincial. En principio y de acuerdo con el art. 20, CN, las únicas actividades estatales excluidas del amparo
serían las sentencias emanadas del Poder Judicial, las leyes emanadas de la Legislatura y las resoluciones
susceptibles de ser cuestionadas por el hábeas corpus. En consecuencia y salvo las excepciones que contiene la
norma fundamental, toda la actividad del Estado y de sus distintos órganos —comprensiva ésta en sentido
positivo y negativo (omisiones)— es susceptible de provocar el derecho al amparo y de ser enjuiciada a través
del proceso rápido y sencillo. Si bien el Poder Judicial, en ciertos actos cuyo contenido ha sido atribuido
exclusivamente a otro de los poderes del Estado (p. ej., decisión del juicio político) no podrá, en principio,
sustituir ni enjuiciar su contenido, nada impide que a través del amparo controle la regularidad del
procedimiento que precede a la decisión (para ampliar, ver Rivas, Adolfo, "El amparo", 3a ed. actual., Ed. La
Rocca, Buenos Aires, 2003, p. 323). Asimismo y además de los órganos estatales, encuadran en el concepto de
autoridad pública aquellos entes públicos no estatales (colegios profesionales que desarrollan actividad pública)
y los particulares a quienes se delega el ejercicio de funciones administrativas (concesionario de servicios
públicos). A diferencia de lo que ocurre con el art. 20, el art. 43, CN, no excluye expresamente del proceso de
amparo los actos del Poder Judicial. En cuanto a los derechos tutelados, la Constitución federal es más amplia al
comprender también la tutela de los derechos reconocidos por la ley o por tratados internacionales. En razón de
la supremacía de la Constitución Nacional, esa ampliación debe ser incluida dentro de los derechos protegidos
por el art. 20. Los derechos que merecen tutela a través de este proceso especial deben ser ciertos y líquidos.
Rivas explica que son derechos ciertos los que son indiscutibles, los que no pueden ser puestos en duda.
Precisándolos, el autor indica que son los inherentes a la persona humana, ya que no se concibe el individuo sin
estar dotado de aquéllos; además, incluye los que están consagrados por sentencia judicial o bien por
pronunciamientos administrativos firmes o por situaciones inamovibles. Agrega a esa nómina los que están en
cabeza de sus titulares con ajuste a los requisitos legales y no han sido negociados por aquellos que se ven
afectados. En cuanto a la liquidez, el destacado jurista señala que derecho líquido es el que tiene tal
conformación que permite su ejercicio concreto (Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., ps. 285 y 286).

(7) No obstante, también ha dispuesto que, en el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma
en que se funde el acto o la omisión lesivos. En principio, el proceso breve y sencillo previsto en el art. 20 no es
la vía apropiada para cuestionar única y exclusivamente la validez constitucional de una norma de alcance
general. Ello obedece a que, en el ámbito provincial, el mecanismo previsto para hacerlo es la pretensión directa
de inconstitucionalidad, que tramita por vía originaria ante la Suprema Corte. A nuestro modo de ver, no tendría
que existir posible confusión, ya que se trata de diferentes maneras de realizar el control constitucional y con
distintas finalidades. La pretensión declarativa de inconstitucionalidad persigue un control abstracto de la norma
cuestionada. En otras palabras, se controvierte su validez por su incompatibilidad con la Constitución y el
control se hace prescindiendo, en principio, de las circunstancias particulares de quien la impugna. En estos
casos, el objetivo inmediato de la pretensión es la protección de la Constitución y no de intereses particulares.
En cambio, a través de otras pretensiones —dentro de la que cabe ubicar la de amparo— el control es concreto y
en ocasión de la aplicación, o eventual aplicación de la norma al interesado en la declaración de
inconstitucionalidad. En estos casos, la pretensión persigue inmediatamente la protección de derechos
individuales o colectivos y, mediatamente, la protección de la Constitución. Asimismo, al tratarse de un control
concreto, el juicio de validez se hace en relación con las circunstancias particulares de quien impugna la norma
y, por ello, en principio, de resultar inconstitucional, es sólo inaplicable para quien lo peticionó. En
consecuencia, interpretamos que si lo que se pretende es cuestionar únicamente la validez de una norma por
colisionar con la Ley Fundamental, la vía apropiada para hacerlo es la pretensión originaria. En cambio, si lo
que se busca es resguardar un derecho individual —o colectivo— que se vería afectado por la aplicación
concreta de la norma y por las circunstancias particulares en que se encuentra el impugnante, el control queda a
cargo de todos los jueces y puede ejercerse en cualquier proceso. En consecuencia, entendemos que la distinción
para determinar la aptitud de la vía elegida debe hacerse teniendo en cuenta la finalidad que se pretende alcanzar
y no sólo en relación con si la norma ha sido o no aplicada en un caso particular (para ampliar sobre esta

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cuestión, remitimos a Méndez, Héctor O., "Control de constitucionalidad provincial. Orígenes, efectos y
convergencias", en AA.VV., "De la tutela judicial interna a la tutela judicial interamericana", Ed. Platense, La
Plata, 2010, p. 245; también en la misma obra colectiva puede verse nuestro trabajo "La acción declarativa de
inconstitucionalidad a nivel federal. Proyecciones y posibilidades", p. 389). La Suprema Corte provincial, en
principio, ha considerado que la delimitación entre la pretensión originaria y la pretensión de amparo debe
hacerse según haya o no actos de aplicación. Así, el Dr. Hitters, en la causa B.65610, del 2/11/2011, consideró
que para determinar el ámbito propio de cada vía debe tenerse presente que 1) la acción declarativa prevista en
el art. 161, inc. 1, de la Constitución, es la vía procesal idónea para impugnar, en principio, con carácter
preventivo, ordenamientos generales, impersonales, abstractos, emitidos por el Estado, no resultando útil para
cuestionar actos de alcance particular o individual; 2) la acción de amparo es improcedente para cuestionar
directamente la constitucionalidad de una ley; 3) en el amparo, el juez está facultado para declarar la
inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión lesivo. En tal caso, el precepto de alcance
general constituye la causa o título jurídico del acto u omisión, los que por su carácter individual o particular
quedan excluidos, a su vez, de la acción de inconstitucionalidad. Con base en ello, el magistrado concluyó que,
en el amparo, el control de legalidad constitucional (nacional o provincial) es reflejo o indirecto, mientras que
en la acción de inconstitucionalidad es directo (y limitado, en principio, a la Constitución local). El Dr. Negri,
en la misma causa y con el mismo objetivo, se remitió a la Convención Constituyente de 1994 y señaló que en
ella se especificó que "en realidad en el amparo lo que se impugna nunca es la ley, siempre es el acto, el hecho o
la omisión que provoca la lesión constitucional. Cuando ese acto, ese hecho que provoca la lesión constitucional
está sustentada en una ley inconstitucional, ahí sí el juez podrá declarar constitucional la ley. Diríamos que
solamente así decaen las leyes, decretos y normas por inconstitucionales". Asimismo, en ella se añadió: "La ley
en realidad no lesiona hasta que no se cumple eso y si el Estado la cumple evitando lesionar, no habrá lugar al
amparo; pero si a través de esa ley inconstitucional en un acto, un hecho o una omisión, se provoca una lesión
constitucional, un juez puede declarar la inconstitucionalidad de la ley". Como corolario y con sustento en esos
antecedentes, el ministro consideró que en el proceso de amparo es admisible el control de constitucionalidad
cuando haya mediado un acto aplicativo de la norma impugnada. De lo contrario, deberá acudirse a la demanda
de inconstitucionalidad. No obstante, se presentan casos en los que la delimitación no es tan clara. Nos
referimos a los supuestos en que se cuestiona la validez constitucional de normas autoaplicativas. Estas normas
son, al mismo tiempo, generales y particulares, resultando ellas mismas el acto de aplicación. Con ello
queremos significar que, una vez que entran en vigencia, no requieren de reglamentación alguna y son de
cumplimiento obligatorio desde ese momento. En esos casos, consideramos que resulta admisible el proceso de
amparo para cuestionar su validez constitucional, ya que a través de él no se pretende atacar o cuestionar la
norma desde un plano impersonal, general y abstracto sino en su concreta aplicación, según las circunstancias
particulares del amparista y en defensa exclusiva de sus derechos. En supuestos en los que se han impugnado
dentro del proceso de amparo normas de esa naturaleza, la Suprema Corte lo ha considerado posible en tanto se
demuestre el daño grave e irreparable que ocasiona el tránsito por la pretensión declarativa de
inconstitucionalidad. Asimismo, corresponde hacer hincapié que en esos casos es la propia Corte la que, en
defensa de su competencia originaria, hace el primer estudio de admisibilidad (para ampliar, ver Melazzi, Luis
A., "La subsidiariedad del amparo en la provincia de Buenos Aires", AbeledoPerrot Buenos Aires 2010-3, p.
251, y el trabajo de nuestra autoría "Acción declarativa de inconstitucionalidad y amparo. Sus límites como
acciones directas de control en la provincia", LL 1997-F-501).

(8) La reforma de la ley 14192 ha sido más correcta que la de la 13928, al abarcar todos estos supuestos como
de inadmisibilidad de la pretensión (art. 2 de la ley).

(9) Viene al caso recordar que el texto del art. 43, CN, generó un importante debate doctrinal y jurisprudencial
respecto de esa característica al determinar que "toda persona puede interponer acción expedita y rápida de
amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo". El análisis de ese sintagma sustantivo llevó a
que se formaran dos corrientes principales de interpretación, una que consideró que el amparo seguía siendo un
cauce que se podía recorrer ante la ineficacia demostrada de los procesos ordinarios (Sagüés, Néstor P., "Acción
de amparo", 5a ed. actual., Ed. Astrea, Buenos Aires, 2007, p. 171), mientras que la otra, valiéndose de una
interpretación literal, consideró que era una vía principal, no subsidiaria, ni residual, sólo desplazable ante la
presencia de un proceso mejor (Morello, Augusto M. y Vallefin, Carlos A., "El amparo. Régimen legal", 5a ed.,
Ed. Platense, La Plata, 2004, ps. 31 y ss.). A la hora de decidir sobre este punto, la Corte federal ha partido de
considerar que la reforma de 1994 no ha alterado la naturaleza excepcional y subsidiaria del proceso de amparo
en relación con los otros procedimientos judiciales. En consecuencia, el amparista tiene la carga de justificar la
inexistencia de vías procesales o la ineficacia de las existentes. Incluso, en algunos supuestos ha considerado
que ello debe hacerse respecto de las vías administrativas previas. Sin embargo, tal hermenéutica la ha dejado
de lado cuando la afectación recae sobre derechos tales como la salud, la vida o la igualdad (desarrollamos este
punto en el trabajo en coautoría con Sebastián Meoqui, "Presupuestos de admisibilidad del amparo individual",
LL del 17/11/2011). La interpretación del alcance del art. 43, CN, tiene relevancia a nivel provincial, ya que al
establecerse una garantía de alcance federal, las provincias no pueden brindar menor tutela a la allí prevista (ver
Spota, Alberto A., "Análisis de la acción de amparo en los términos del art. 43 de la Constitución Nacional", ED

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163-767). En otras palabras, la garantía consagrada en la Constitución federal debe ser asegurada por todas las
provincias con igual o mayor alcance, nunca con uno menor (ver mi trabajo "El rol del amparo en la provincia
de Buenos Aires", ED del 18/4/1996; también, Melazzi, Luis A., "La subsidiariedad...", cit., p. 251). La
Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, en la ya citada causa 64119 del 5/5/2010, así lo ha interpretado
y ha señalado que el art. 20, Constitución provincial, debe ser interpretado en sintonía con lo que dispone el art.
43, CN (Sup. Corte Bs. As., 5/5/2010, acdo. 64119). En consonancia con lo expuesto, la Suprema Corte
provincial ha seguido el mismo camino interpretativo de la Corte federal. En principio, considera que el amparo
debe alcanzarse a través de las vías judiciales ordinarias. No obstante, hace excepción a ese principio cuando el
amparista justifique el daño grave e irreparable que ellas le ocasionan. Así, por ejemplo, en pretensiones de
amparo en las que se cuestionan actos administrativos ha explicitado que con la implementación del Código
Procesal Contencioso Administrativo "implica la existencia de un amplio espectro de mecanismos procesales
aptos para encauzar la impugnación de las decisiones de la administración, circunstancia que a su vez obliga al
Tribunal a preservar la acción de amparo para aquellas situaciones en que las vías comunes puedan representar
la configuración de un daño grave e irreparable" (Sup. Corte Bs. As., acdos. 66.311, 64.866, entre otros). Por tal
razón y como recaudo de admisibilidad del amparo, exige que el accionante exponga las razones por las cuales
la acción contencioso administrativa no resulta ser una vía útil para la obtención del resultado que se persigue
con aquél (Sup. Corte Bs. As., 23/2/2005, causa 64.981; causa 63.788, 21/2/2003; causa 103.240, 15/7/2009,
entre otras). De todos modos y siguiendo directivas de la Corte federal, el tribunal rechaza que la exclusión del
amparo por la existencia de otras vías se haga a través de una apreciación meramente ritual (Fallos 327:2920,
entre otros). A su vez y como regla, ha dejado de lado ese criterio cuando se trata de amparos en los que se trata
de proteger el ejercicio de derechos tales como la salud, la integridad física o la vida (ver particularmente el
voto del Dr. De Lázzari en la causa C.103.240). En tal sentido, el tribunal ha resuelto que "frente a un grave
problema como el planteado en autos, no cabe extremar la aplicación del criterio según el cual dicha vía no
procede cuando el afectado tiene a su alcance un camino distinto al cual acudir, pues los propios valores en
juego y la normalmente presente urgencia del caso, se contraponen al ejercicio de soluciones de esa índole"
(Sup. Corte Bs. As., 9/9/2009, causa C.103.950, "R. V. M. v. O. A. M. Amparo"). Asimismo, la Corte
bonaerense ha resuelto que cuando el art. 20, CN, refiere a remedios ordinarios sólo lo hace en relación con los
judiciales. Por lo tanto, ha considerado que el agotamiento de la vía administrativa no constituye un recaudo de
admisibilidad de la acción de amparo (Sup. Corte Bs. As., 5/5/2010, acdo. 64.119). Nuevas perspectivas sobre
este problema nos han llevado a pronunciarnos sobre el rol principal del amparo (ver Rosales Cuello, Ramiro y
Meoqui, Sebastián, "Presupuestos de admisibilidad...", cit.). De todos modos, interpretamos que a la hora de
evaluar la idoneidad de las vías alternativas no puede perderse de vista que, en el proceso de amparo, los jueces
cuentan con atribuciones que no se presentan en otros, como la de apartarse de las normas legales y ajustar el
proceso a la celeridad y las formas que requieran las circunstancias del caso (art. 20, Constitución provincial).

(10) En lo que respecta al amparo contra particulares, Rivas señala que se debe tratar de casos en los cuales se
trate de sujetos que estén dotados —por circunstancias de hecho o de derecho— de poderes que incidan
inexorablemente sobre el afectado (Ver Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 718).

(11) La norma constitucional tiene poca claridad cuando determina la legitimación activa en relación con los
derechos colectivos. El constituyente ha considerado la cuestión como si se tratara de un amparo individual y no
ha previsto la posibilidad de que sean otros los legitimados extraordinarios, como podrían ser el Defensor del
Pueblo, las asociaciones que propendan a la protección del bien afectado, etc. Tampoco este punto ha sido
aclarado por el legislador, quien sólo ha puntualizado, en el art. 4, Ley de Amparo, que el particular es toda
persona física o jurídica afectada en sus derechos o intereses individuales o de incidencia colectiva y, a su vez,
en el art. 5, se ha limitado a referir a aquélla como el o los afectados. De modo tal que, de seguirse la redacción
de la ley, sólo estaría en condiciones de promover el amparo colectivo el afectado en sus derechos o intereses,
quedando al margen otros legitimados extraordinarios. Tal solución no se compadece con la lógica del proceso
colectivo y, por ello, entendemos que esa laguna debe cubrirse con lo dispuesto sobre ese tópico por el art. 43,
CN, que, como hemos señalado, actúa como piso mínimo al que deben ajustarse todas las normas provinciales
regulatorias del amparo. La Suprema Corte provincial ha seguido estos lineamientos y, en tal sentido, puede
verse lo resuelto por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires en la causa B.64.621 "Unión Personal
Civil de la Nación (UPCN) v. Provincia de Buenos Aires sobre amparo".

(12) Como señaláramos, la ley provincial regula el amparo contra los actos u omisiones de autoridad pública
local, ya que en el caso en que aquél se interponga contra actos u omisiones provenientes de la autoridad pública
nacional se aplica en lo pertinente la ley 16986 y, en principio, son competentes para conocer de esa pretensión
los jueces federales con asiento en la provincia y en el departamento judicial donde el acto se exteriorice o
donde produzca o debiera producir sus efectos (arts. 18 y 4, ley 16986). Asimismo, debe tenerse presente que no
todos los actos de autoridad local provocan la competencia de los jueces provinciales y la aplicación de la ley
provincial, ya que en los casos en que, por razón de la materia, lugar o persona sean de competencia federal, el
amparo tramitará en jurisdicción federal y de acuerdo con la legislación pertinente. Al respecto, debe tenerse
presente que el amparo del art. 43, CN, no sólo tutela los derechos que nacen de la Constitución sino también

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amparo en la provincia de Buenos Aires. Análisis del proceso de
amparo en la provincia de Buenos Aires luego de la reforma de la ley

los que nacen de una ley, y que esa ley puede ser de naturaleza federal (esto puede ampliarse en Sagüés, Néstor
P., "Acción de amparo", cit., p. 560).

(13) A diferencia de lo que ocurre en la Ley de Amparo federal, la Constitución provincial ha desestimado la
posibilidad de atribuir la competencia según la materia con la que se vincula el acto, hecho u omisión. De ese
modo, mantuvo la solución que ya preveía la ley 7166. A su vez, esta ley tomó tal criterio de otras legislaciones
provinciales y de lo que al respecto sostenía la Corte Suprema de Justicia con anterioridad a la ley 16986. En
este sentido, el Máximo Tribunal había sostenido que "...el amparo versa, en definitiva, sobre una sola y
genérica materia —el aseguramiento de la plena vigencia de la Constitución Nacional en orden a los derechos
humanos— y, en ausencia de preceptos especiales, esto no puede ser sólo de competencia de algunos jueces
sino un deber inexcusable de todos ellos cuando los interesados requieran con fundamento el auxilio de su
autoridad...". Por otra parte, la Corte argumentó que "...esta tesis... resulta más congruente con el carácter
dinámico que el amparo debe poseer, toda vez que garantiza la tutela expedita del derecho vulnerado eliminando
la peligrosa posibilidad de que entre la petición del actor y el consiguiente mandato judicial se interponga el
planteamiento de cuestiones de competencia, que son siempre dilatorias y que, en lo que al asunto interesa,
podrían determinar, por la demora que acarrean, la irreparable consumación del perjuicio que el amparo tiende a
evitar..." (Corte Sup., "Sindicato Obrero del Vestido v. Comisión Provisoria del Gremio", Fallos 245:437). Para
ampliar sobre este tópico, ver Bidart Campos, Germán J., "Régimen legal y jurisprudencial del amparo", Ed.
Ediar, Buenos Aires, 1968, p. 337.

(14) La Suprema Corte de la provincia, en los autos L.77941 (27/8/2003), expresó que "el remedio de amparo,
no obstante su sumariedad, constituye un típico proceso, desde que una parte accionante reclama contra un acto
de lesión constitucional, ante un tercero imparcial juez y frente a un sujeto responsable autor del evento
ilegítimo. De aquí se sigue que, no obstante la urgencia propia de esta acción, le son plenamente aplicables las
pautas que informan el principio de contradicción".

(15) La 13928 volvió al sistema original de la 7166, ya que fue la modificación de la ley 7261 la que excluyó
los particulares como sujetos pasivos del amparo.

(16) La ley 13928 diferenciaba la autoridad pública y el particular en relación con el acto procesal de la
defensa. Así disponía que si la acción se dirigía contra la autoridad pública, ésta debía contestar un informe
circunstanciado de los antecedentes y fundamentos de la medida impugnada. En cambio, si se trataba de un
particular, éste debía contestar la demanda. Tal distinción ha sido suprimida por la reforma a partir de que el art.
10 dispuso que "declarada la admisibilidad de la acción, el juez deberá dar traslado de la demanda, si la acción
de amparo hubiese sido interpuesta contra un acto u omisión de la autoridad pública o persona privada que
afecten derechos individuales. La contestación de la demanda deberá efectuarse dentro del plazo de cinco días".
Como se advierte, en ambos casos lo que corresponde al demandado es contestar la demanda. Sin embargo,
coincidimos con Rivas en que la contestación de un informe circunstanciado y la contestación de la demanda no
deberían ser confundidos (Ver Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 505; para ver opiniones distintas, remitimos a
Sagüés, Néstor P., "Acción de amparo", cit., ps. 418 y ss.).

(17) La función administrativa, cuya expresión es el dictado de actos administrativos y reglamentos, es


realizada principalmente por el Poder Ejecutivo y sus órganos centralizados y descentralizados, tanto nacional,
como provincial y municipal. Empero, nada obsta a que ésta sea desempeñada en el ámbito de los restantes
poderes constitucionales reconocidos (Legislativo y Judicial), lo que ocurre cuando, sin ejercer su función
primordial, se vinculan con los particulares o con los propios agentes para proveer de la infraestructura
necesaria para el desarrollo de aquélla (Sup. Corte Bs. As., sentencia del 20/2/1984, in re "Villar de Puenzo",
B.48.160). Lo mismo ocurre con la actividad de las asociaciones intermedias que, sin pertenecer a los cuadros
de la Administración centralizada o descentralizada, adquieren no obstante la naturaleza de públicas por
delegación estatal de cometidos administrativos típicos (v.gr. colegios profesionales). Finalmente, resultan
aprehendidos aquellos actos u omisiones que se reputen violatorios del régimen regulatorio de determinado
servicio público, ya sea en su prestación por el mismo Estado o mediando gestión indirecta a través de un
particular, puesto que la concesión también importa cierta delegación del poder público (Corte Sup., 21/9/1945,
"Provincia de Tucumán v. Cía. Hidroeléctrica Tucumán", Fallos 209:1 a 28).

(18) Art. 17 bis.

(19) Art. 23.

(20) Art. 24: "Esta disposición resulta aplicable a todo amparo contra autoridad con independencia de que sea o
no en ejercicio de funciones administrativas".

(21) Este aspecto debe ser tenido en cuenta por los tribunales cuyos procedimientos específicos (laboral,

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familia, etc.) son preeminentemente orales. En virtud de ello y del sistema de doble instancia que contempla la
ley, las audiencias de prueba (testigos, etc.) deben ser registradas y transcriptas en el expediente. De no hacerse
así, el tribunal de alzada se vería imposibilitado de valorarla conforme el sistema de la sana crítica.

(22) La ley dispone que deberá aplicarse el Código Procesal Civil y Comercial de la provincia en forma
supletoria (art. 25, t.o. ley 14192). En este aspecto ha modificado la ley 13928, que remitía a las normas del
proceso sumarísimo en particular. Entendemos más prolija la nueva remisión, desde el momento en que la Ley
de Amparo provincial regula un proceso sumarísimo, por lo que ningún sentido tenía remitir a las normas de un
proceso de la misma naturaleza. De todos modos, la legislación precisó que las normas del Código deben
aplicarse en tanto no afecten la operatividad de la garantía constitucional. Interpretamos que, más que la
operatividad, que no puede ser afectada por ningún tipo de normativa derivada, lo que no se puede menoscabar
con la aplicación de aquellas normas es la celeridad y la sencillez de las formas que son propias del trámite del
amparo.

(23) Art. 25 (t.o. ley 14192).

(24) No obstante, el art. 17 bis, incorporado por la ley 14192, establece que en las acciones de amparo que se
dirijan contra acciones u omisiones, en el ejercicio de funciones administrativas, de los órganos de la provincia,
los municipios, los entes descentralizados y otras personas regidas por el derecho administrativo, la Cámara en
lo Contencioso Administrativo correspondiente a la jurisdicción donde tramitará la pretensión será el tribunal de
alzada. De esa manera y con una solución de dudosa constitucionalidad, la competencia, en el segundo grado de
conocimiento, se determina atendiendo a la materia subyacente en la pretensión.

(25) Art. 3 (t.o. ley 14192). La Suprema Corte de la provincia ha interpretado que tal competencia es
prorrogable. De esta manera, admite que el amparista elija dónde interponer la pretensión si se tiene en cuenta
que no hay posibilidad para el demandado de plantear cuestiones de competencia —art. 22, Ley de Amparo—
(conf. Safi, Leandro K., "La competencia en el amparo bonaerense y sus dificultades", AbeledoPerrot Buenos
Aires 2010-6, p. 645). Hacemos la salvedad de que la circunstancia de que el demandado no pueda hacer
planteos de incompetencia no impide que los jueces se pronuncien sobre ese punto en forma oficiosa. Por otra
parte, puntualizamos que la solución adoptada por la ley 13928 (t.o. 14.192) hace inaplicable lo dispuesto por el
art. 30, decreto-ley 7549/1969, en cuanto que en los casos en que se demande a la provincia resultan
competentes los jueces o departamentos letrados de la ciudad de La Plata. La Ley de Amparo consiste en un
régimen particular que se aparta de aquella solución general, la que por otro lado sería incompatible con la
naturaleza protectoria de la tutela y dejaría prácticamente sin aplicación la solución legal.

(26) Más que un criterio de distribución de competencia, el turno es un mecanismo de orden interno destinado a
determinar un reparto igual o equitativo de causas entre los jueces del mismo fuero y competencia, a fin de
establecer un equilibrio de tareas. En materia de amparo, como todos los jueces o tribunales de primera
instancia son competentes, la distribución de esas causas no resulta de sencilla solución. En la actualidad y con
base en la resolución 1358/2006 de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, los procesos de amparo
se distribuyen por sorteo entre todos los jueces, sin importar el fuero. Compartimos la idea de que esta solución
puede provocar disfuncionalidades (para ampliar remitimos a Safi, Leandro K., "La competencia...", cit., p. 645,
quien realiza un exhaustivo estudio de esta cuestión).

(27) Art. 5, t.o. 14192. El plazo de caducidad es de la pretensión de amparo y no de la pretensión sustancial. En
consecuencia, transcurrido el plazo legal, caduca la posibilidad de accionar por amparo, lo que no significa que
decaiga la posibilidad de promover la pretensión por las vías ordinarias (ver Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p.
473). De todos modos, no debe dejar de contemplarse, en los casos en que la cuestión cayere bajo la órbita de la
competencia de lo contencioso administrativo, que alguna de las pretensiones previstas en el Código también
están sujetas a plazo de caducidad. La Suprema Corte provincial ha considerado que ese plazo encuentra su
fundamento en tres razones: a) el valor seguridad jurídica; b) el consentimiento tácito y la naturaleza
excepcional del amparo (Sup. Corte Bs. As., 24/3/2004, acdo. 79728,). Nos hemos pronunciado en contra de
esos argumentos para sostener la necesariedad de condicionar la pretensión a un plazo de caducidad. (Ver
Rosales Cuello, Ramiro y Meoqui, Sebastián, "Presupuestos de admisibilidad...", cit., y Rivas, Adolfo, "El
amparo", cit., p. 730). Asimismo, interpretamos que tales argumentos carecen de todo sustento cuando se trata
de un amparo contra particulares.

(28) Los legitimados podrán presentarse por sí mismos o por medio de representante necesario o voluntario,
según los casos. La actual legislación —a diferencia lo que ocurría con el régimen de la ley 7166— no previó la
posibilidad de que un tercero ocurriera sin representación cuando el titular del derecho afectado o amenazado se
viera imposibilitado de hacerlo.

(29) La ley 7166 preveía que el plazo era de días hábiles.

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amparo en la provincia de Buenos Aires. Análisis del proceso de
amparo en la provincia de Buenos Aires luego de la reforma de la ley

(30) Libro I, título III, cap. VIII, CPCC. La Corte bonaerense ha considerado que, al tratarse de un plazo
procesal, sólo incluye los días hábiles. Si bien ese criterio fue sostenido bajo la vigencia de la ley 7166, las
razones en las que se apoya son extensibles a la actual legislación (ver Sup. Corte Bs. As., 3/5/2000, B.59.728).

(31) Art. 18 (t.o. ley 14192).

(32) La Corte provincial sostiene que el vencimiento del término implica el incumplimiento de un requisito
insusceptible de ser subsanado, motivo por el cual la sentencia que así lo declara hace cosa juzgada material con
relación al amparo que no puede reeditarse por la misma cuestión (Sup. Corte Bs. As., 5/3/2008, B.64.795).

(33) Ver, entre otros, Morello, Augusto M. y Vallefin, Carlos A., "El amparo...", cit., p. 48; Sagüés, Néstor P.,
"Acción de amparo", cit., p. 274; Sup. Corte Bs. As., B.65.325 (26/4/2006), B.65.047 (28/2/2007), entre otros
tantos. Sobre la base de tales pautas de interpretación, la Suprema Corte ha considerado suspendido el plazo
cuando el amparo se interpuso ante juez incompetente (Sup. Corte Bs. As., 2/5/2000, causa 59.728).

(34) Como lo señalé en otra oportunidad, la ley no hace referencia a la denominada ilegalidad continuada, que
se configura cuando el acto u omisión se renueva sin solución de continuidad. Frente a esa circunstancia,
interpreto que el inicio del plazo se va renovando mientras se mantenga la conducta lesiva (ver Rosales Cuello,
Ramiro, "Notas sobre el nuevo proceso...", cit.). La Corte federal ha adoptado este criterio en la causa
"Mosqueda, Sergio v. Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados" (Corte Sup.,
7/11/2006, M.1503, XLI). Por tal razón, estimo que tal solución debe extenderse al ámbito provincial, ya que
como hemos señalado el amparo provincial no "puede dar menos" que el amparo consagrado en el art. 43, CN, y
el ámbito de actuación de esa figura debe ser comprendido según la interpretación que le atribuye nuestro
Máximo Tribunal federal. En ese sentido, se ha resuelto que "si los actos violatorios de derechos son de tracto
sucesivo, no corresponde computar el término de caducidad de la acción a partir del primero de ello, toda vez
que la misma no decae mientras subsistan los hechos generadores del perjuicio" (voto del Dr. Negri, en Sup.
Corte Bs. As., 6/5/2009, causa A.69664). Asimismo, en los casos de omisión, que constituyen un supuesto
preciso de ilegalidad o arbitrariedad continuada, la Suprema Corte bonaerense ha resuelto que no debe
computarse el plazo (Sup. Corte Bs. As., 16/2/1999, causa B.59168). En este fallo, el tribunal se expidió sobre
la posibilidad de cuestionar por el proceso rápido de amparo a los actos emanados del Consejo de la
Magistratura (ver también el voto del Dr. De Lázzari en la causa B.65100, 10/10/2007). Sagüés se muestra
contrario a este tipo de interpretación, ya que sostiene que, de ese modo, el vigor limitativo del art. 2, inc. e, ley
16986, queda fuertemente licuado, sino francamente evaporado. En tal sentido, expresa: "Supóngase la clausura
de un establecimiento, dispuesta desde tres meses atrás, y hoy vigente; la expulsión de un alumno, de un
funcionario o de un legislador, resuelta hace un año y mantenida ahora en vigor; la negación de expedir un
pasaporte, decidida desde hace varias semanas, y subsistente en el presente; la ocupación de una fábrica,
iniciada también un mes atrás, y que persiste. Todos estos actos podrían entenderse como de ‘ilegalidad
continuada', en el sentido que sus efectos se prorrogan sin solución de continuidad hasta la actualidad, y que por
tanto, resultarían exentos del tope cronológico contemplado por el aludido precepto legal". Concluye, entonces,
que prima facie "conforme el nuevo criterio de la Corte Suprema, la cláusula legal de la caducidad sería
aplicable exclusivamente para los supuestos de actos lesivos que no tienen ilegalidad continuada. Pero en tal
caso, de haberse concluido y consumado la dicha ilegalidad, sin tener prolongación hacia el presente, el amparo
concluiría como ‘cuestión abstracta' o moot case (cierto sector de la doctrina prefiere hablar de ‘sustracción de
materia'), y debería desestimarse. Este proceso, en efecto, por lo común solamente tiene sentido en la medida en
que la ilegalidad o arbitrariedad manifiesta, históricamente acaecida, persista al momento de resolverse
judicialmente el caso. Esto es, que mantenga actualidad". (Sagüés, Néstor P., "El derecho a la vida y el plazo
para interponer la acción de amparo", LL 2007-B-128). Nos permitimos disentir con el prestigioso jurista, ya
que entendemos que lo que se renueva sin solución de continuidad es el acto o hecho, lo que es distinto a los
efectos que un solo acto produce en el tiempo.

(35) Sup. Corte Bs. As., 16/2/1999, causa B.59168. Ver también el voto del Dr. De Lázzari en la causa
B.65.100, 10/10/2007.

(36) A nivel federal, tal planteo ha sido sostenido, entre otros, por Quiroga Lavié (ver de este autor "La
violación por tracto sucesivo de los derechos constitucionales y la operatividad del artículo 43 de la
Constitución Nacional", LL 1996-C-507). En esta línea de pensamiento, el Tribunal Superior de la Ciudad de
Buenos Aires declaró la inconstitucionalidad del art. 4, ley 2145, que disponía un plazo de caducidad. El
tribunal consideró que esa norma se oponía a la Constitución de la Ciudad que regula que el procedimiento de
amparo "está desprovisto de formalidades procesales que afecten su operatividad" (ver Rosales Cuello, Ramiro
y Meoqui, Sebastián, "Presupuestos de admisibilidad...", cit.). En el ámbito de la provincia, el Dr. Roncoroni,
cuando integraba la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, se pronunció en análogo sentido (ver causa
B.64.621, "Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) v. Provincia de Buenos Aires sobre amparo").

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(37) Sup. Corte Bs. As., 26/9/2007, causa B.63.305; 3/10/2007, causa B.64.795, entre otras.

(38) Art. 8: Los requisitos de la demanda se detallan en el artículo 7".

(39) Los supuestos de inadmisibilidad regulados en el art. 2 son: a) cuando pudieran utilizarse por la naturaleza
del caso los remedios ordinarios sin daño grave e irreparable; b) cuando sea procedente la garantía de hábeas
corpus; c) cuando lo que se pretenda sea la mera declaración de inconstitucionalidad de normas de alcance
general o d) cuando se cuestionan actos jurisdiccionales emanados de un órgano del Poder Judicial. Como lo
exponemos en el texto principal, también será inadmisible cuando los derechos que se pretenden tutelar no sean
ciertos y líquidos o cuando la ilegalidad o arbitrariedad no sea manifiesta y se evidencie a todas luces que la
cuestión requiere de mayor debate o prueba (sobre este último supuesto, ver Sup. Corte Bs. As., 18/12/2002,
acdo. 83.240).

(40) Ver Rosales Cuello, Ramiro, "El derecho a la tutela judicial, los principios procesales y el amparo
individual", "Libro de ponencias generales del XXVI Congreso Nacional de Derecho Procesal", Santa Fe, 2010.

(41) Art. 337, CPCC.

(42) Con acierto y como lo hemos resaltado al evaluar la competencia, Safi destaca que la resolución
1358/2006 de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires puede generar inconvenientes para disponer la
reconducción (Safi, Leandro K., "La competencia...", cit.). Ampliamos la cuestión relativa a la reconducción en
la ponencia general que presentáramos en el XXVI Congreso Nacional de Derecho Procesal, "El derecho...",
cit.; ver también, Melazzi, Luis A., "La subsidiariedad...", cit.

(43) Art. 10 (t.o. ley 14192). Este artículo mejora la técnica legislativa cuando se refiere en esta etapa del
proceso a la admisibilidad de la pretensión y no a la procedencia tal y como la planteaba la ley 13928. Sin
embargo, se suprime la diferencia que existía entre la autoridad pública y particular en lo que respecta al acto
procesal por medio del cual ejercían su defensa y, de ese modo, se incurre en una desnaturalización del proceso
de amparo. Como ya hemos reseñado, en la nueva edición de su obra, Rivas marca las diferencias entre el
informe y la contestación de una demanda. Este jurista sostiene que la autoridad pública, al no poder faltar a la
verdad sobre los hechos, ni apartarse de los fundamentos jurídicos del acto, no puede actuar con la libertad con
la que puede responder todo demandado. Por eso concluye que en el amparo dirigido contra la autoridad, el
proceso es de bilateralidad atenuada (ver Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., ps. 506 y 507). Hacemos hincapié en
que la única mención del artículo a la afectación de derechos individuales puede generar confusión en torno a
los pasos a seguir en los procesos colectivos, una vez resuelta la admisibilidad de la pretensión. Por otro lado,
corresponde destacar que la autoridad pública demandada no tiene por qué tener personalidad jurídica. En tal
sentido, los principios de celeridad, urgencia de la protección y entidad del agravio permiten sostener que un
órgano de la Administración, sin personalidad jurídica, puede ser sujeto de la relación procesal, sin que su
intervención impida la del órgano administrativo con personalidad, de la cual depende aquél (ver Morello,
Augusto M. y Vallefin, Carlos A., "El amparo...", cit., p. 115).

(44) Art. 18 de la ley. En virtud de las atribuciones que les confiere la Constitución, los jueces podrán reducir
ese plazo.

(45) Arts. 27, 28 y 31, decreto-ley 7543/1969.

(46) Conf. Barraza, Javier I., "La notificación en el amparo", LLBA, octubre 2009, p. 960; C. Cont. Adm. San
Nicolás, 14/8/2009, "Villalba, Guillermo Javier". La actual legislación no consagra la solución que tenía la ley
7261 en cuanto disponía que "cuando se trate de la administración pública provincial y se controviertan
intereses fiscales, el accionado deberá requerir el patrocinio legal de la Fiscalía de Estado por el funcionario
letrado que este comisione al efecto" (art. 10, párr. 4). De todos modos y en los casos en que deba obtenerse el
patrocinio de la Fiscalía, ello es una cuestión interna entre el demandado y la Fiscalía de Estado y, por tal razón,
en nada modifica la solución expuesta en el cuerpo principal de este trabajo. De todos modos, la respuesta de
algunos tribunales es diferente y, con apoyo en los arts. 27, 28 y 31, decreto-ley 7543/1969, consideran que la
notificación del traslado de la demanda debe efectivizarse en el despacho del fiscal de Estado (ver por caso, C.
Cont. Adm. Mar del Plata, 23/8/2011, "Romera, Carlos Ramón v. IOMA s/acción de amparo", A-2677-MP0;
22/9/2011, "Gómez, Adriana Inés v. IOMA s/amparo", causa A-2784-DO0).

(47) El actor, en principio y por las reglas generales de la prueba (remisión al Código Procesal Civil y
Comercial), tiene la carga de acreditar la existencia de la conducta lesiva. De todos modos, estimamos que en
este proceso adquiere relevancia la distribución dinámica de la prueba y el juez deberá evaluar en cada caso,

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haciendo prevalecer el carácter protectorio del amparo, cuál de las partes tiene mayor facilidad para probar.

(48) Si bien la ley regula este aspecto sólo respecto del actor (art. 6, inc. 5), es de toda lógica que también juega
la misma previsión para el demandado.

(49) Sobre la absolución de posiciones de la autoridad pública, ver Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 531.

(50) Ver Morello, Augusto M. y Vallefin, Carlos A., "El amparo...", cit., p. 162.

(51) Salgado expresa que "el carácter manifiesto de la cuestión que se lleva a conocimiento de la jurisdicción
importa que no se necesiten medios de prueba para su acreditación o que los mismos sean de sencilla y rápida
producción". Igualmente, este autor agrega que "el agravio al derecho no sólo debe presentarse claro a los ojos
del magistrado, sino que además su contexto de debate debe ser acotado" (Salgado, José M., cit., p. 198).
Recordamos que nuestra Suprema Corte provincial ha destacado que tanto la ilegalidad como la arbitrariedad
"deben evidenciarse en forma manifiesta, o sea de un modo descubierto, patente, claro, ostensible, palmario,
notorio. La exteriorización que no revista esa indiscutible patencia y que en todo caso pueda resultar meramente
opinable, excluye el carácter manifiesto de la arbitrariedad o ilegalidad y por ende de la viabilidad del amparo"
(Sup. Corte Bs. As., 16/2/1999, acdo. 59.168).

(52) Art. 11. Esta disposición fue incorporada por la modificación de la ley 14192.

(53) Por supuesto que podrá celebrarse dentro del plazo establecido por la ley, siempre que la notificación
pueda efectivizarse.

(54) Ver las críticas que formularán Palacio y Fenochietto a la audiencia preliminar fijada, en el orden nacional,
en relación con el amparo contra particulares (Palacio, Lino E., "La virtual desaparición del amparo promovido
contra actos u omisiones de particulares", ED 199-590; Fenochietto, Carlos E., "Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación", t. II, Ed. Astrea, Buenos Aires, 2002, p. 443).

(55) La prueba deberá producirse dentro del término de cinco días de celebrada la audiencia preliminar. La
práctica nos indica que raramente se cumplen esos plazos. Por eso, consideramos que debería haberse seguido
con la solución de una audiencia de vista de causa.

(56) El legislador siquiera previó que en esta audiencia, si corresponde y como ocurre en la audiencia
preliminar prevista en el Código Procesal de la Nación, se lleve a cabo la prueba confesional (ver art. 360,
CPCCN).

(57) Interpretamos que la posibilidad de anticipar la prueba surge de los arts. 20, Constitución provincial, y 12
y 22, Ley de Amparo. Si bien es cierto que el Código Procesal Civil y Comercial limita el aseguramiento al
proceso de conocimiento, las normas indicadas y la naturaleza tuitiva de la jurisdicción protectoria habilitan este
instituto para este proceso. En caso de anticiparse la prueba, el juez deberá tratar, sin desnaturalizar el proceso,
de bilateralizar la producción de la prueba. Si no resulta posible o no es conveniente hacerlo con la contraparte,
debe asegurarse la intervención del defensor oficial. Para ampliar sobre el aseguramiento de la prueba,
remitimos a Quadri, Gabriel H., "La prueba en el proceso civil y comercial", t. I, Ed. AbeledoPerrot, Buenos
Aires, 2011, capítulo X.

(58) El art. 11, inc. 3, Ley de Amparo, dispone que el juez ordenará la prueba que sea admisible y pertinente.
Esto implica que no debe tratarse de medios de prueba prohibidos por la ley y que deben utilizarse para probar
hechos relacionados con la causa (para ampliar sobre estos conceptos, ver Quadri, Gabriel H., "La prueba...",
cit., p. 429).

(59) Este plazo podrá ser suspendido si el juez dispusiese complementar el material probatorio, dictando para
ello medidas de mejor proveer (art. 12). La ley, en consonancia con el carácter protector de la jurisdicción que
genera la pretensión de amparo, califica esa actividad como un deber de los jueces. En este proceso, el juez no
mantiene una posición neutral, sino que debe procurar alcanzar la protección garantizada en la Constitución. En
consecuencia, los jueces deben disponer las medidas que estimen pertinentes para alcanzar la verdad y lograr de
esa manera proteger el ejercicio del derecho constitucional que aparezca vulnerado. En tal sentido, Rivas
expresa que "el juez debe, tiene el deber, de producir la profundización necesaria para arribar a la verdad de los
hechos, sobre todo cuando advierte reticencias o actitudes estatales que hagan sospechar ocultamientos" (ver
Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 520). Vencido el plazo para producir las pruebas, el juez debe dictar la
sentencia sin acto procesal previo alguno, ya que, al no poderse articular incidentes, la caducidad se produce en
forma automática (ver art. 22, Ley de Amparo).

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(60) La ley 14192 no prevé la posibilidad de articular reposiciones. No obstante y en tanto no se altere la
celeridad propia de este proceso, ello resultaría factible por la remisión que hace la ley a las disposiciones del
Código Procesal. De todos modos, y por la propia urgencia del amparo, entendemos que ello será posible en
tanto se trate de reposiciones que no requieran sustanciación. Asimismo, consideramos que no hay óbice alguno
para plantear la nulidad de la sentencia dentro del recurso de apelación (en igual sentido, ver Salgado, Joaquín y
Verdaguer, Alejandro, "Juicio de amparo", 2a ed. actual., Ed. Astrea, Buenos Aires, 2002, p. 224).

(61) Art. 17. (t.o. ley 14192).

(62) Extraemos ese parámetro del art. 23, que habilita a los jueces a dejar sin efecto medidas de no innovar si
con ellas se afecta un servicio público o el curso de la Administración.

(63) Sin perjuicio de concederse de esa forma, consideramos que el tribunal, por la naturaleza protectora de la
jurisdicción asumida, cuenta con las atribuciones previstas en el art. 12 y por ello está en condiciones de
disponer las medidas de prueba que sean necesarias para resolver el pedido de amparo.

(64) En caso de no concederse el recurso, el apelante puede interponer queja en el término de un día de
notificada la denegatoria (art. 17, último párrafo).

(65) La ley dispone que el traslado de la apelación se notificará por cédula. En realidad, lo que se notifica por
ese medio es el traslado del memorial (art. 18).

(66) La Suprema Corte ha puntualizado que, en materia de amparo, ciertas decisiones pueden resultar
definitivas y susceptibles de los recursos extraordinarios, debiendo estarse a las circunstancias de cada caso en
particular, no siendo posible decir lo contrario a priori (conf. doct. causas ac. 73.411, 29/2/2000; ac. 75.066,
30/8/2000; ac. 92.383, 22/9/2004; ac. 94.303, 8/6/2005 A-57277, "Díaz de Garrigou, María Elba - Recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley - ex amparo - Díaz de Garrigou María Elba - Cuestión de competencia
artículo 6 CCA"). También ha sostenido que los pronunciamientos pueden ser definitivos cuando se demuestra
que lo decidido genera un agravio de imposible o insuficiente reparación ulterior (conf. doc. causas ac. 73.411,
29/2/2000; ac. 82.410, 7/11/2001; ac. 83.536, 29/5/2002; ac. 88.573, 5/11/2003; ac. 92.385, 8/9/2004), y que lo
que interesa saber es si al recurrente le queda —o no— una vía jurídica para solucionar su agravio: si no existe
alguna, la decisión es definitiva y, por ende, susceptible de recursos extraordinarios (conf. doct. ac. 81.312,
9/5/2001; ac. 92.989, 9/2/2005; ac. 94.412, 7/9/2005; ac. A.71117, 29/2/2012, entre otras).

(67) Ver Tessone, Alberto J., "Recursos extraordinarios. Recurso extraordinario de inaplicabilidad", Ed.
Platense, La Plata, 2004, p. 310. La atribución de ese efecto desnaturaliza la esencia misma del proceso de
amparo. En razón del principio constitucional de que debe tratarse de un proceso breve y de pronta resolución,
el efecto debería mantenerse como en la instancia ordinaria. Resulta contradictorio que la apelación tenga un
efecto y el recurso extraordinario otro, cuando las razones de urgencia en el cumplimiento de la decisión son las
mismas.

(68) Art. 9 (t.o. ley 14192). Por aplicación supletoria del Código Procesal Civil y Comercial, estaría habilitada
la posibilidad de pedirlas con anterioridad a la presentación de la demanda. Si bien no consideramos que sea
frecuente esta alternativa, no por eso hay que descartarla.

(69) Igualmente, debe tenerse en cuenta lo dispuesto por el art. 11 en cuanto regula que la audiencia es la
oportunidad en la que se resuelve sobre el levantamiento, modificación o sustitución, y el art. 22, que no permite
la sustanciación de incidentes.

(70) Berizonce explica que aun admitiendo que constituye un remedio urgente, principal y no subsidiario, el
amparo está articulado como un proceso de cognición abreviado, de modo que los tiempos que normalmente
consume terminan por desvirtuarlo, alejándolo de las soluciones que se requieren en situaciones de extrema
urgencia. Asimismo, señala que la realidad de su práctica frecuentemente exhibe la flagrante contradicción de
procedimientos que dilatan de manera exasperante la definición a través de la sentencia y, más aún, su efectivo
cumplimiento (Berizonce, Roberto O., "Medidas cautelares, anticipatorias y de urgencia en el proceso de
amparo", Revista de Derecho Procesal 2009-2, p. 247).

(71) Esta atribución estaba contemplada en la ley 7166. Ello permite destacar el criterio jurídico de avanzada
que mostraba el legislador de 1965. Resulta evidente que ya en ese entonces advertía el rol protector de la
jurisdicción en materia de amparo y, en consecuencia, le otorgaba al juez competencias más fuertes que las
propias de un proceso adversarial. La reforma de la ley 14192 ha incorporado esa facultad en el art. 23. En

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cuanto a las circunstancias que habilitarían ese actuar oficioso, Rivas sostiene que debe hacérselo cuando se
advierta que la actitud de la Administración resulta abusiva o importa una conducta persecutoria. También
puede originar la actuación oficiosa, la consideración de situaciones subjetivas del actor (cultural, económica,
etc.) que justifiquen una protección potenciada (Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 644). Si bien Rivas se
refiere al amparo contra autoridad pública, entendemos que las razones invocadas también son aplicables en
relación con el amparo contra los particulares. Lazzarini, por su parte, consideraba que la disposición oficiosa de
una cautelar, más que una facultad, era una obligación (Lazzarini, José Luis, p. 316). El artículo que contempla
el ejercicio de esa facultad prevé además cuestiones atinentes a la contracautela y la posibilidad de suspender la
medida cuando se afecte un servicio público o la Administración. Estas previsiones no resultaban necesarias, en
atención a lo previsto por el art. 9 de la misma ley. Entendemos que esta sobreabundancia proviene de una
desprolijidad legislativa de la reforma de la ley 14192, al incorporar al texto vigente, sin efectuar el
correspondiente ajuste, lo que constituía el capítulo VIII de la ley 7166.

(72) Lazzarini reconocía que la medida de no innovar sería la de mayor aplicación en el ámbito del proceso de
amparo. Sin embargo, entendía que ello no significaba excluir otras medidas cautelares que fueran pertinentes al
caso (Lazzarini, José Luis, cit., p. 321). Tanto es así, que en los procesos de amparo es muy frecuente el dictado
de medidas de tipo anticipatorio, cuando lo que se pretende tutelar son derechos primarios como la salud, la
educación, el medio ambiente, etc. El ejercicio de esta atribución oficiosa ya estaba previsto en la ley 7166.

(73) Asimismo, el art. 23 dispone que "cuando la suspensión acordada por la medida de no innovar afecte al
servicio público o a la administración, podrá ser dejada sin efecto por el Juez o Tribunal, quien deberá declarar a
cargo de la autoridad demandada o personalmente de los que la desempeñen, la responsabilidad de los
perjuicios que se deriven de la ejecución". Interpretamos que el criterio para dejar sin efecto la medida debe ser
de carácter restringido y sopesar los intereses en juego. Resulta interesante atribuir responsabilidad personal a la
autoridad pública por los daños que irrogue el desempeño de la actividad.

(74) La ley 14192 aclaró que esa cualidad se atribuye también a la sentencia del amparo colectivo, aunque
precisando que, si se rechazara, podría promoverse otro en tanto se trate de otro legitimado y pretenda valerse
de nueva prueba (art. 15).

(75) Los alcances de la cosa juzgada generaron distintas posturas en la doctrina. Ver, entre otros, Morello,
Augusto M. y Vallefin, Carlos A., "El amparo...", cit., p. 159; Sagüés, Néstor P., "Acción de amparo", cit., p.
481; Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 593. Ver, asimismo, Sup. Corte Bs. As., ac. 83.068, 82.123, entre otros
tantos. Por otro lado, corresponde destacar que la sentencia firme del amparo tampoco obsta a que las partes
ejerzan las pretensiones pertinentes para resolver aquellas cuestiones que no pudieron discutir dentro de su
ámbito. Por ejemplo, la pretensión referida a la indemnización de daños promovida por quien padeció la
limitación arbitraria en el ejercicio de sus derechos.

(76) En la actual Ley de Amparo, estas reglas complementarias son parte del capítulo XI.

(77) Las defensas que en otros procesos se articulan como previas no podrán plantearse de ese modo, pero
podrán oponerse como defensas de fondo. Asimismo, algunas de las que constituyen sustento de las defensas
previas pueden ser evaluadas oficiosamente por los jueces al constituir presupuestos de un proceso válido. Nos
referimos, por ejemplo, a la legitimación de las partes, la existencia de la cosa juzgada, etc. De todas maneras,
de ser factible por razones de celeridad sería conveniente que ese estudio se haga en la etapa inicial, cuando se
ha presentado la demanda y se hace el primer estudio de admisibilidad.

(78) Si bien no es frecuente, una de las cuestiones que pueden llegar a darse en el proceso de amparo es la
intervención de terceros. Dada la imposibilidad de la formación de incidentes, la intervención, ya sea voluntaria
o coactiva del tercero, debe adoptarse el trámite sumarísimo del amparo y, por ende, debe ser resuelta sin
sustanciación. Al momento de decidir, el juez debe valorar muy especialmente que esa intervención no implique
una desnaturalización de la rapidez que debe observarse en la tramitación del proceso (para ampliar, ver
Morello, Augusto M. y Vallefin, Carlos A., "El amparo...", cit., ps. 187 y ss.).

(79) Lazzarini entendía, incluso, que no resultaba procedente la recusación con causa y que, por eso, constituía
un deber de los jueces excusarse cuando así correspondiere. Esta solución podría ser la que se desprende del art.
22 cuando, a continuación de impedir la recusación sin causa, expresa que resulta "deber inexorable del juez
excusarse ex oficio cuando se encontrare legalmente impedido de conocer".

(80) Conf. Rivas, Adolfo, "El amparo", cit., p. 385.

(81) La solución apuntada se aplica a los casos previstos por la ley 14192. En consecuencia, las previsiones de
la ley provincial alcanzan los supuestos de incompetencia territorial. La situación es diferente cuando se trata de

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incompetencia de los jueces provinciales por ser una cuestión de índole federal. En esos casos, las limitaciones
de la ley no resultan aplicables, ya que la legislación local no puede restringir el ejercicio de prerrogativas que
nacen de la propia Constitución Nacional. Por ende, la parte demandada estaría habilitada a efectivizar un
planteo liminar de incompetencia, ya que es el modo en que puede hacer valer su prerrogativa al fuero federal.
Es más, la denegatoria de tal fuero es uno de los supuestos que habilita el recurso extraordinario regulado en la
ley 48 (Corte Sup., Fallos 311:1232; 316:3093, entre muchos otros). Sin perjuicio de la facultad de las partes,
los jueces pueden declararse incompetentes en forma oficiosa. Aunque entendemos que, a los fines de tal
declaración, deberán distinguir si tal competencia resulta o no prorrogable por las partes. En caso de resultar
prorrogable, deberán atenerse a lo que surja de la contestación de la demanda, ya que si no hay planteo al
respecto se entiende que tácitamente se ha prestado conformidad al desplazamiento de la competencia. Si la
competencia resulta improrrogable, es decir que no hay planteo de la parte beneficiada con tal prerrogativa, el
juez sólo podrá declararse incompetente hasta el dictado de la sentencia. En tal sentido, la Corte federal ha
resuelto que la justicia provincial sólo puede declararse incompetente hasta que haya recaído un acto
jurisdiccional (ya sea que se encuentre firme o no, o que dé por terminado el proceso por alguna de las formas
de extinción previstas en la ley). Con más precisión aún ha dicho que "...el límite de transferencia de
expedientes entre jurisdicciones está dado por el principio de radicación, el cual se configura con el dictado de
lo que se ha denominado ‘actos típicamente jurisdiccionales', que son aquellos que importan la decisión de un
conflicto mediante la adecuación de las normas aplicables, como resulta característico de la función
jurisdiccional encomendada a los jueces..." (Corte Sup., Fallos 324:2334; competencia 866, XLII, 13/3/2007).
En lo que respecta a los supuestos en que la justicia federal se declara incompetente por entender que el proceso
de amparo es de conocimiento de la justicia provincial, la Corte ha aplicado igual principio. De ese modo ha
resuelto que "...si bien el artículo 352, segunda parte, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación
autoriza a los jueces federales con asiento en las provincias a declarar su incompetencia ‘en cualquier estado del
proceso', el ejercicio de esa facultad deviene impropio cuando la causa ha concluido mediante el dictado de la
sentencia que pone fin a la controversia (Corte Sup., Fallos 324:1710; F.1046, XL, 26/9/2006, entre otros). Para
sostener tal decisión, el Máximo Tribunal federal ha considerado que "...sin perjuicio del carácter de orden
público de las normas que regulan la competencia federal, la misma condición tienen los preceptos legales que
tienden a lograr la pronta terminación de los procesos, en tanto no se opongan a ello principios fundamentales
que pudieran impedirlo..." (Corte Sup., Fallos 311:621; 324:2492, entre muchos otros).

(82) El ejercicio adecuado de este deber es el reaseguro de la regularidad de los actos procesales, ante la
imposibilidad que tienen las partes de plantear incidentes, dentro de los cuales se comprende el de nulidad.

(83) Art. 18.

(84) Para ampliar sobre este punto, remitimos a Sosa, Toribio E., "La notificación ministerio legis en la nueva
Ley de Amparo bonaerense", LLBA 2009-823. Consideramos que era más adecuada la solución que
contemplaba la ley 7166. Esa norma imponía la carga de comparecer diariamente a notificarse, lo que resulta
más acorde a las características que debe observar una tutela de protección y urgente como la que nos ocupa.

(85) Conf. Sosa, Toribio E., "La notificación...", cit.

(86) Ver por caso la propuesta elaborada por Jorge Rojas en su obra "Sistemas cautelares atípicos", Ed.
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2009, ps. 491 y ss.

(87) De algún modo y aunque parezca una paradoja, los constituyentes habilitan a los jueces a que se actúe sin
formas preestablecidas, como ocurrió en "Siri" o en "Kot". La gran diferencia es que, en la actualidad, se lo
puede hacer con sustento expreso en la Constitución.

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