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LA NACION (25-04-2015)

Entrevista Diana Fernandez Irusta

Boris Groys. "La totalidad del espacio social se


transformó en espacio de exhibición"

Foto:Diego Spivacow/AFV

"Internet es un gran tacho de basura, todo lo que allí se mete


tiende a desaparecer." Boris Groys sonríe; se diría que disfruta
el toque de provocación. En el mismo tono, confirma: "El único
tipo de relación que uno puede establecer con Internet es una
relación narcisista".

Crítico de arte, teórico de los medios y dueño de un recorrido


que va de la Universidad de Leningrado, bajo el régimen
soviético, a la Universidad de Nueva York en la actualidad,
desarrolla un pensamiento que tiende a desmarcarse del
discurso habitual y se pregunta por lo que significa vivir en un
mundo donde "la totalidad del espacio social se transformó en
espacio de exhibición".
Invitado por el Goethe-Institut, la Universidad de San Martín y la
Universidad Di Tella, pasó por Buenos Aires para presentar el
libro Volverse público (Caja Negra), donde, entre otros análisis,
desarrolla la idea del "diseño total": un concepto que, para
Groys, pertenecería más a lo político que a lo económico o
estético, y que habla de un mundo donde "la totalidad del
espacio social se transformó en espacio de exhibición" y cada
ciudadano debe asumir "una responsabilidad ética, estética y
política por el diseño de sí". Para este pensador, las múltiples
derivaciones de semejante configuración social se
concentrarían en una consecuencia funamental: "este sistema
nos pone en una situación donde la autoexplotación es algo
inevitable". Una dinámica en la que participarían los sistemas
informáticos, las redes sociales y los buscadores como Google,
y donde el sostén es una web que ofrece "una combinación de
hardware capitalista y software comunista".

Difícil no pensar estos fenómenos en tanto derivados de las


innovaciones tecnológicas y las mutaciones sociales propias del
siglo XXI. Pero Groys, delatando otra vez ese gusto por
desconcertar aunque más no sea un poco, lanza una idea
inesperada: "basicamente, Internet es un teléfono. Algo
inventado en el siglo XIX".

-¿Quiere decir que llegó la hora de disminuir las


expectativas con respecto a Internet?

-Habría que tener las mismas expectativas que con un teléfono.


Y la expectativa tendría que ser poder hablar sin censura.
Como artista, tradicionalmente tenías que presentar tu trabajo a
un curador o un galerista, y al hacerlo te enfrentabas a un
proceso de selección. De modo similar, si sos un periodista o un
escritor tenés que presentar tu trabajo a un comité. Esto implica
toda una problemática ligada a la crítica institucional, la
inclusión, la exclusión. Pero si tenés amigos, podés
simplemente llamarlos por teléfono y contarles todo lo que
hacés, sin enfrentarte a ningún tipo de censura. Internet
participa de ese mismo sistema. Podés contar todo, mostrar
todo, no hay censura... pero eso que exhibís solamente es
interesante para tus propios amigos. Entonces, básicamente
Internet es un medio de fragmentación del espacio público. Este
medio de fragmentación del espacio público empezó con el
teléfono, con la contraparte de que las conversaciones privadas
podían ser escuchadas por los servicios secretos o agentes de
seguridad. De hecho, todo lo que pasó con Edward Snowden
no es algo novedoso; ya había pasado en siglos anteriores. Con
lo cual podemos decir que Internet es un concepto expandido
de lo que fue el teléfono. Pero que tiene en foco el tema de la
privatización y fragmentación del espacio público.

-En relación a los fenómenos que nos parecen


tremendamente novedosos, pero en realidad no lo serían
tanto: llama la atención, en uno de sus ensayos, el
paralelismo que establece entre el siglo XXI y el siglo XIX,
destacando que en ambos períodos se registran política de
apertura de mercados, capitalismo creciente, cultura de la
fama, retorno de la religión, terrorismo y contraterrorismo.
¿Los enormes cambios por los que atravesó la subjetividad
en Occidente no estarían relativizando esas similitudes?

-Bueno, creo que somos mucho más lentos que la gente del
siglo XIX (risas). Te voy a dar ejemplos de mi propia vida. Si me
invitaban a visitar Buenos Aires en los años 80, ¿yo qué hubiera
hecho? Habría llamado a mi agencia de viajes, y efectuado las
reservas. Pero actualmente en Nueva York, donde vivo, no hay
más agencias de viajes. ¿Por qué? Porque se supone que
todos nos ocupamos de hacer nuestras propias reservas por
Internet. Así que me paso horas y horas tratando de
concretarlo. Otro ejemplo: muchas veces tengo que mandar por
correo paquetes pequeños. Y, dadas las modalidades actuales,
tengo que determinar yo mismo cuál es el tamaño, el peso,
utilizar un programa informático para ver cuánto tengo que
pagar, ir a ese lugar y pagar. En realidad, todo es más
engorroso en la sociedad del "hazlo tú mismo". Si comparo todo
esto con lo que le ocurría a Leon Tolstoi, que vivía en el siglo
XIX, o a Jean-Paul Sartre, que vivía en París, una ciudad que a
mediados del siglo XX seguía estructurada como en el siglo
XIX... Hoy por hoy simplemente no hay posibilidad de tener el
tiempo, la energía y la concentración para escribir una obra
como La guerra y la paz. La gente pierde mucho tiempo
haciendo las cosas de la vida cotidiana. Nada de lo público
funciona por sí solo: se supone que en esta sociedad uno tiene
que saber hacerlo todo. Es el lado oscuro del narcisismo, de la
privatización. Un proceso que deja al sujeto viéndoselas solo
con los problemas de la vida cotidiana. Se supone que uno
tiene que aprender todo, que será buen cocinero, se ocupará de
su físico, de sus trámites, y siempre estará haciendo algo. Es
una característica de nuestro tiempo: la vida cotidiana
se ralentiza. El resultado es que hay menos tiempo para
dedicarse a trabajar en lo propio. No tenemos tiempo para
trabajar porque ocupamos demasiado tiempo en resolver las
calamidades de las que se tendrían que ocupar otros.

- ¿Se trataría de un narcisismo social que nos hace sentir


poderosos aunque en realidad nos debilita?

-Es que todo esto no me hace sentir poderoso; me hace sentir


completamente explotado. Antes de venir a la Argentina tuve
que hacer la declaración de impuestos. Todavía me acuerdo
cuando uno mandaba toda la información al asesor de
impuestos y él se encargaba de todos los cálculos. Ahora tengo
que pasarme dos días haciendo los cálculos yo mismo. Pero le
tengo que pagar la misma cantidad de dinero al mismo asesor
por enviar el documento (risas). Este nuevo sistema social
pareciera ser de autoexplotación. Pareciera. De hecho, se nos
pone en una situación donde la autoexplotación es algo
inevitable. Este nuevo sistema, de alguna manera, es el que
nos está explotando. Porque no tenemos la libertad para elegir
ni siquiera el modo de explotación, si aparece en cuestiones
como pagar los impuestos o viaja. No sé cómo se manejarán en
la Argentina, pero en los Estados Unidos los sistemas
informáticos se están actualizando todo el tiempo. Asimismo,
toda la comunicación con la universidad yo la llevo con Internet:
mis estudiantes me presentan los papers a través de Internet,
yo los califico a través de Internet, y el sistema informático, que
está continuamente actualizándose, me dice todo el tiempo que
soy incompatible con los nuevos sistemas recién actualizados.
Hago las actualizaciones para que se vuelvan compatibles, pero
estos nuevos sistemas son incompatibles con otros programas
que vengo usando en otras áreas... Entonces, en vez de
dedicarme a enseñar, paso días y días tratando de actualizar mi
computadora.

-En Volverse público asegura que Internet nos ofrece "una


combinación de hardware capitalista y software
comunista". ¿Esa mixtura estaría presente en los
fenómenos de ralentización de la vida cotidiana?

-Es un nivel diferente. Sería el comienzo de la respuesta a la


pregunta de por qué Internet es redituable, cómo genera
recursos. Porque, si uno trabaja en Internet, si escribe en
Internet, no le genera ningún redito económico a las empresas
vinculadas con la web. Es diferente a lo que sucedía en
períodos históricos anteriores: en términos marxistas, si estabas
trabajando, llevabas ese rédito a las personas que eran
propietarias del medio de producción. No es el caso en Internet
que, de todos modos, genera recursos. ¿Cómo lo hace? A
través de la hermenéutica. Porque Internet está interesado en
vos no como escritor, sino como consumidor potencial. Analiza
tu proceso de trabajo para anticiparse a tus posibles intereses y
deseos de consumo. Si yo envío, por ejemplo, un texto vía mail
a Buenos Aires, el sistema informático puede deducir que yo
quizás necesite un hotel en Buenos Aires: de alguna manera
planifica lo que necesito consumir para seguir produciendo.
Cuando mando muchos textos por correo electrónico, me
comienzan a llegar mensajes con avisos las mejores pastillas
para la depresión (risas). Es que, en Nueva York al menos, se
dice que escribir mucho es un signo de depresión.

-¿Habría que pensar, entonces, que los occidentales


estamos inmersos en un doble discurso permanente?
Internet tiende a parecernos un espacio privado aunque en
realidad es público; se nos presenta como gratuito, pero no
lo es tanto; nos sentimos libres y dueños de nuestras
vidas, pero nos estaríamos autoexplotando?
-Primero que nada: lo que ocurre en Occidente ocurre en todas
partes. Viajo mucho y lo que observo es que todo está
unificado; nunca vi un país donde estas problemáticas no se
produzcan. Habría que decir, en todo caso, algo sobre la falta
de tiempo: considero que, en realidad, es falta de inmortalidad.
Porque los seres humanos sólo tenemos tiempo si tenemos
inmortalidad. Si sos inmortal, como en la fe cristiana, podés
posponer. Si posponés, tenés mas tiempo. Si creés en el
comunismo, también tenés una perspectiva de tiempo inmortal.
Porque un comunista considera que el comunismo si no se
concreta hoy, se podrá realizar en 100 años. Por el contrario, la
religión de nuestra sociedad es una religión de finitud radical.
Un nihilismo radical. No experimentaríamos el tiempo como tal
si lo tuviéramos, porque nuestra experiencia del tiempo es en
términos de falta. Si no tuviéramos esa falta,
experimentaríamos al tiempo en términos de espacio.

-¿La sensación de que todo comienza y termina en una


sola generación, este vértigo que Ud. suele vincular con la
necesidad de novedad continua, complicaría aún más las
cosas?

-Absolutamente. Dado que no tenemos este recurso del tiempo,


asociamos la existencia humana con la existencia biológica de
los cuerpos humanos. Es interesante, por ejemplo, lo que
ocurre en el arte, donde la vanguardia estaba asociada con la
idea del cambio. Sin embargo, hoy la vanguardia está asociada
con la gente joven, sin importar que estos artistas jóvenes estén
haciendo lo mismo que hacían las vanguardias del siglo
pasado. Considero que esto ocurre porque todo está definido
en términos biológicos.

-¿Cómo se articula la idea del "diseño total" y de los


individuos que aparecen como "artistas y obras de arte
autoproducidas" con el modo contemporáneo de construir
lo social?
-El diseño total no es el diseño del todo. Por ejemplo, Internet
no tiene espectadores. Dios sería el único espectador de
Internet, pero no hay espectadores humanos, es un ámbito que
se basa en la autopresentación. Parece que nos presentamos
en sociedad, pero nos presentamos para nadie o para nosotros
mismos. Porque Internet funciona como espejo de nuestros
propios deseos o intereses. Mandamos una pregunta, recibimos
una respuesta. Es como mirar al espejo y verse a uno mismo:
no se obtiene de Internet nada que no se hubiera pedido antes.
No recibimos de la Red nada más que nuestra propia imagen.
De este modo, el único tipo de relación que uno puede
establecer con Internet es una relación narcisista. Podés
engañarte a vos mismo y a tus amigos contando lo que pasa,
pero eso es más o menos todo lo que ocurre.

Un futuro posible, según Groys

¿Cómo pensar las acciones políticas en una época regida por la idea del
"diseño total"?

En los Estados Unidos y en Europa, me han hecho preguntas


similares sobre la cuestión de la dimensión de lo político, las
acciones y las protestas políticas. Lo que siempre respondo a
este tipo de interrogantes es que uno comienza una protesta
solamente si dispone de recursos para hacerlo. Lo que se
observa en los Estados Unidos y Europa es que cada
movimiento primero obtiene algún tipo de subsidio y luego
comienza a manifestarse. Evidentemente, este vínculo entre
recursos y protesta social quizá sea distinto en la Argentina. En
todo caso, lo que también puedo decir es que cada movimiento
y cada acción política generan imágenes. Deben hacerlo,
porque en la actualidad si un movimiento político no produce
imágenes, no estará claro para la gente lo que ese grupo o
movimiento está haciendo. Entonces, insisto: los grupos de
acción social o política tienen que tener una imagen de lo que
son y de lo que están haciendo. Porque desde el momento en
que producen estas imágenes se los puede inscribir dentro del
sistema.

Mano a mano

Un pensador por fuera del discurso habitual

Lo rodea cierto halo de filósofo de culto y -más allá de la


inevitable frontera de la diferencia idiomática- se le percibe el
gusto por desconcertar con algún atisbo de ironía o reflexiones
por fuera del discurso corriente. Boris Groys nació en Berlín en
1947, estudió Filosofía y Matemáticas en la Universidad de
Leningrado, participó en los círculos no oficiales de intelectuales
y artistas bajo el régimen soviético, y en 1981 emigró a
Alemania, donde se doctoró en la Universidad de Münster. Hoy
es profesor en la Universidad de Nueva York y, además de
trabajar en el ámbito de la teoría del arte y los medios, es
curador de exhibiciones artísticas. Entre otros, escribió Sobre lo
nuevo: ensayo de una economía cultural, La posdata
comunista y Bajo sospecha: una fenomenología de los medios.
"Soy alguien del siglo XX. Tengo tiempo", contesta, ante el
ruego de prolongar los minutos pautados e introducir alguna
pregunta más. Pero habrá que tomar fotos, recibir a los
realizadores de un documental... y Groys, hombre del siglo XX
que vive en el XXI, terminará la entrevista a la hora fijada. Sin
tiempo de más para dar.

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