"Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida en que Cristo ha repartido sus dones." Como usted puede apreciar al leer aquí, Él ha dado dones a los creyentes. Lo hemos observado en el capítulo 12, de la epístola a los Romanos. Lo tenemos aquí en este capítulo 4 de la carta a los Efesios y también lo hemos visto en la Primera Epístola a los Corintios, capítulos 12, 13 y 14. Ahora aunque los creyentes tienen que ser diligentes al mantener la unidad del Espíritu, esto no quiere decir que cada uno tiene que ser una copia del otro. Cada creyente recibe un don para que él pueda actuar dentro del cuerpo de los creyentes de una forma en particular. El Apóstol Pablo, dijo en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 12, versículo 7: "pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos" y esto quiere decir que un don es el Espíritu de Dios haciendo algo a través del creyente con el propósito de edificar el cuerpo de creyentes. Es decir, que es para provecho de todo el cuerpo de los creyentes. Ningún don es dado al creyente para desarrollarle espiritualmente. El don se le concede al creyente para que pueda funcionar en el cuerpo de los creyentes y ser de beneficio y bendición a la iglesia. A veces al levantarme por la mañana, con sueño, si mis ojos pudieran hablar, se negarían a acompañarme a la oficina y mis piernas se negarían a ponerse en movimiento y trasladarme a mi despacho. Pero mi cerebro coopera en la operación, pues yo necesito el movimiento coordinado de todos mis miembros. De hecho, todos los miembros del cuerpo deben trabajar juntos, cada uno de ellos cumpliendo con su función específica. Por eso hemos dicho que cada creyente recibe un don para que pueda actuar en el cuerpo de los creyentes de una forma en particular. Y cuando él hace esto, el cuerpo funciona, y en ese caso encontramos la unidad del Espíritu. Y junto con este don se dice aquí que se le da al creyente la gracia para usar ese don en el poder y en la plenitud del Espíritu de Dios. Ahora, cuando cada creyente funciona con su don peculiar, produce una armonía, así como lo hace cada miembro del cuerpo humano. Sin embargo, cuando un miembro del cuerpo sufre, Pablo dice que todo el cuerpo sufre. Esto quiere decir que si usted no ejercita su don en el cuerpo, hace que los demás resulten afectados. Y luego dice aquí en el versículo 8, del capítulo 4, de la epístola a los Efesios: "Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres." Como usted puede darse cuenta, ésa es una cita tomada directamente del salmo 68, versículo 18, que dice lo siguiente: "Subiste a lo alto, tomaste cautivos. Tomaste dones de los hombres, también de los rebeldes, para que habite entre ellos Jehová Dios". Ahora, alguien va a decir que hay un poco de discrepancia en cuanto a esa cita. En el Salmo dice: "tomaste dones". Y aquí en Efesios dice: "y dio dones". Bueno, debemos decir aquí que cualquier autor tiene derecho de cambiar su propia escritura, pero ninguna otra persona puede hacerlo. Por ejemplo, si un hombre dice en un artículo en una revista algo de lo que escuchó que yo estaba diciendo, pero me cita incorrectamente, yo puedo protestar al editor porque él no me ha citado correctamente, y para que corrija ese error. Sin embargo, yo si tengo el derecho de citar de la forma en que quiero mis propias palabras, si veo que al cambiar el sentido de las mismas puede servir un propósito en especial. En este versículo el Espíritu Santo cambió las palabras y lo hizo con un propósito. En el libro de los Salmos se nos dice que el Señor tomó dones de los hombres. Por lo tanto, Él tenía los dones a su disposición. Después vino a la tierra y después de estar aquí y de regresar al Padre, Él está distribuyendo los dones entre los hombres. Nos los está entregando por medio del Espíritu Santo. En realidad este pasaje nos muestra una vez más cuan exacta es la Biblia, y que ésta no es una cita incorrecta. Ahora la frase Subiendo a lo alto se refiere a la ascensión de Cristo. En esa ocasión, cuando Él ascendió, hizo dos cosas. (1) Llevó cautiva la cautividad. Se está refiriendo a los redimidos del Antiguo Testamento que fueron al paraíso cuando murieron. Cristo tomó a estos creyentes con Él, y sacándolos del paraíso los llevó a la misma presencia de Dios cuando ascendió. Cuando un creyente muere hoy, no se nos dice que va al paraíso, sino que está ausente del cuerpo y presente con el Señor. (2 Corintios 5:8; Filipenses 1:23). (2) Cuando Cristo ascendió, también dio dones a los hombres. Esto significa que concedió dones a los creyentes de la iglesia para que ellos puedan dar testimonio al mundo. En Su ascensión, Cristo no sólo trajo a los creyentes del Antiguo Testamento a la presencia de Dios, sino que también, por medio del Espíritu Santo, confirió Sus dones. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo bautizó a creyentes en el cuerpo de Cristo y les dotó con ciertos dones, capacitándolos para funcionar como miembros del cuerpo. El Espíritu Santo colocó a cada uno de ellos en un determinado lugar del cuerpo, y desde entonces ha estado haciendo lo mismo con cada nuevo creyente. Ahora, en los versículos 9 y 10, de este capítulo 4, de la epístola a los Efesios, leemos: "Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo." La explicación lógica de estos versículos es la siguiente: ya que Cristo ascendió, Él tenía que haber descendido en una oportunidad anterior. Algunos opinan que esto se refiere solamente a la encarnación. Los primeros padres de la iglesia primitiva vieron aquí la obra de Cristo tomando a los santos del Antiguo Testamento que estaban en el paraíso y llevándolos al trono de Dios. También se nos ha dicho que Él descendió al infierno. Sin embargo, no es necesario pensar que Él entró en alguna clase de sufrimiento después de Su muerte. Su encarnación y muerte fueron Su humillación y descenso, y ellas fueron adecuadas para traer a los redimidos del Antiguo Testamento a la presencia de Dios. Esto explicaría Su plenitud, que expresó aquí al decir El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Por otra parte, reconocemos que hay otras interpretaciones de este pasaje. Continuemos leyendo los versículos 11 al 13, de este capítulo 4, de la epístola a los Efesios: "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo." Este versículo 11 no se refiere a los dones que Cristo ha dado a los hombres, aunque es cierto que es Él quien ha dado los dones. Lo que Pablo estaba diciendo aquí era que Cristo toma a ciertas personas que han recibido unos dones determinados, y los entrega a la iglesia. Observemos el propósito para el cual estos hombres fueron dados a la iglesia: a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. Estos hombres dotados son entregados a la iglesia para que ella alcance la plena madurez. Luego vemos la frase hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Así que, ¿cuál es el propósito de la iglesia en el mundo? Es el de completarse a sí misma para continuar creciendo. O sea, que fue el Señor Jesucristo mismo quien ha dado estas personas dotadas para completar la iglesia. El Señor Jesús es quien tiene la autoridad y es el que concede los dones. Él dio algunos apóstoles a la iglesia. Un apóstol era un hombre que no sólo había visto al Cristo resucitado, sino que también había sido directa y personalmente nombrado apóstol por Él. Tenía una inspiración especial para escribir las Sagradas Escrituras. Por todo ello Pablo pudo decir en Gálatas 1:1, 12: "Pablo, apóstol (no por disposición de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los muertos). . . pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo". Este cargo o función, por virtud de su propia naturaleza original al principio de la iglesia, ha desaparecido hace mucho tiempo. A continuación tenemos los profetas. Aquí y en las otras cartas apostólicas, se refiere a los profetas del Nuevo Testamento. Fueron hombres a quienes, como a los apóstoles, se les dio una percepción especial de las doctrinas de la fe (ver Efesios 3:5). Estaban bajo la influencia inmediata e inspiración del Espíritu Santo, lo cual les distinguía de los maestros (ver 1 Corintios 12:10). En la actualidad no hay personas que desempeñen el cargo o función de apóstoles y profetas, con las implicaciones Bíblicas del término evidentes en aquella época. Pero aún son miembros de la iglesia y sus obras permanecen entre nosotros, ya que fueron los autores humanos usados como instrumentos divinos en la redacción de las Sagradas Escrituras. Precisamente, en este sentido, recordemos que estamos estudiando la epístola a los Efesios. ¿Y quién la escribió? El apóstol Pablo. Así que en ese aspecto él está aún con nosotros, aunque esté en el cielo con Cristo. Como él mismo escribió, está ausente del cuerpo y presente con el Señor. Sin embargo, es un miembro de la iglesia, y es aún un apóstol enviado a nosotros. Es que la iglesia de Cristo existe no sólo en la tierra; parte de la iglesia se encuentra en el cielo con el Señor. Son parte de la multitud que está hoy en la presencia de Dios. Luego se nos habla de los evangelistas. Ellos eran misioneros itinerantes. Pablo era uno de ellos. No eran predicadores como los conocemos hoy, porque no tenían comités u organizaciones que les organizasen sus conferencias. Iban a territorios nuevos, y lo hicieron solos, bajo la dirección del Espíritu de Dios, que iba delante de ellos. También la iglesia recibió pastores, que guiaban a las congregaciones de la iglesia. Y además, estaban los maestros, aquellos que instruían a los creyentes. Este don fue mencionado en Romanos 12:7; Primera de Corintios 12:28-29; y Primera de Timoteo 3:2. Dios ha entregado estas personas a la iglesia para que ésta pueda alcanzar la plena madurez, y en la cual habrá naturalmente inhibiciones. Es que la iglesia no puede expresarse ante el mundo prescindiendo de las inhibiciones, como haría un niño, sino demostrando que se encuentra en un proceso de madurez que ha dejado atrás las reacciones infantiles, y que ha asumido el comportamiento de la edad adulta. Y estas personas han de preparar a la iglesia para que sus miembros lleven a cabo la obra de servir y edificar el cuerpo de Cristo en la tierra. Probablemente nadie en la iglesia tenga todos los dones; así que no debe esperarse que una persona, como el pastor, haga todas las cosas. Porque la misión del pastor o líder de la iglesia es capacitar a los miembros de la misma para que ellos desarrollen el trabajo. Un boletín publicado por una Iglesia hace algún tiempo decía lo siguiente: "Por siglos, el principio de la responsabilidad de la evangelización ha sido llevado por pastores y misioneros, o sea, por personas que dedican todo su tiempo al ministerio. El laico ni era llamado a realizar una actividad evangelística ni tampoco creía que ésa era su responsabilidad. Uno de los desarrollos más significativos en la iglesia, posiblemente el desarrollo más importante en los recientes siglos, ha sido el aumento de la actividad del laico, y el creciente reconocimiento, que el laico es llamado a un ministerio que no es de ninguna manera menos importante que aquel que desarrolla la persona dedicada completamente al ministerio cristiano". Elton Trueblood dijo: "La reforma ha abierto la Biblia para que la pueda leer el hombre común". Una nueva reforma abrirá el ministerio al hombre común. En el día de hoy estamos viendo que los laicos están tomando una parte más activa en las actividades de la Iglesia. Y muchos jóvenes cristianos están realizando la tarea de dar testimonio de su fe. Y ellos necesitan enseñanza. Nos alegramos mucho cuando recibimos cartas de la gente que nos dice que ha utilizado el material de estos programas. Y es una satisfacción poder contribuir a la difusión de la Palabra de Dios, y a la preparación de aquellos que hacen compatible el ejercicio de su profesión con su responsabilidad y trabajo en una iglesia. Uno no puede esperar que el pastor haga absolutamente todo en la iglesia. Él está en su Iglesia para enseñarle a usted, estimado oyente, a hacer la obra del ministerio y para que la iglesia sea edificada hasta llegar a la madurez, y para que pueda presentar al mundo un testimonio coherente e inteligible de su fe. Permítanos que creamos que uno de los pecados más grandes de la Iglesia local del día de hoy es la ignorancia de algunas personas que están sentadas en los bancos de la Iglesia. No conocen realmente la Palabra de Dios, y eso es verdaderamente trágico. Sin embargo, estimado oyente, ésa es la triste condición general en que se encuentra la iglesia del día de hoy. Por todo ello, todos los cristianos deberían ser entrenados en el conocimiento de la Biblia, para que puedan crecer espiritualmente a nivel personal, y para que puedan contribuir al crecimiento y desarrollo de la iglesia