Introduccién
POR UN PLURALISMO AGONISTICO
Sino se puede informar el porvenir con ayuda de una gran
batalla, es preciso dejar buellas del combate. Las verdaderas
victorias sélo se consiguen a largo plazo y de cara a la noche.
La lucidez es la herida mds proxinta al sol.
RENE CHar
En este final de siglo, las sociedades democraticas se encuentran
ante un conjunto de dificultades y muy mala preparacién para afron-
tarlas. Los multiples gritos de alarma ante los peligros del populismo
o de un posible retorno del fascismo son sefiales del creciente desaso-
siego de una izquierda, que ha perdido su identidad y que, al no poder
pensar en términos de adversario, busca desesperadamente un enemi-
go que pueda devolverle una apariencia de unidad. Incapaz de com-
prender el papel central de las pasiones en politica y la necesidad de
movilizarlas con vistas a cbjetivos democraticos, acusa a los demas
de jugar con la emocién contra la raz6n. En lugar de prestar atencién
a las demandas sociales y culturales que se le escapan, prefiere agitar
viejos fantasmas con la idea de poder asi exorcizar los supuestos de-
monios de lo irracional.
‘Tras haber creido en el triunfo definitivo del modelo liberal-de-
mocratico, encarnacién del derecho y de Ja raz6n universal, los de-
mécratas occidentales han quedado completamente desorientados
ante la multiplicacién de Jos conflictos étnicos, religiosos ¢ identitarios
que, de acuerdo con sus teorias, habrian debido quedar sepultados en
un pasado ya superado. Hay quienes, ante el surgimiento de esos nuevos
antagonismos, evocan los efectos perversos del totalitarismo, y quienes
ven en cambio un supuesto retorno de lo arcaico. En realidad, muchos
pensadores politicos habfan crefdo que con la crisis del marxismo y el
abandono del paradigma de la lucha de clases podrfan prescindir del
antagonismo. Por esta razdn se imaginaban que el derecho y la moral
vendrian a ocupar el lugar de la politica y que el advenimiento de las
identidades «posconvencionales» aseguraria el triunfo de la racionali-
dad sobre las pasiones. La cuestién fundamental, a sus ojos, consistia
en la elaboracién de los procedimientos aecesarios para la creacién de12 El retorno de lo politico
un consenso supuestamente basado en un acuerdo racional y que, por
tanto, no conociera la exclusién. El interés por autores como Rawls o
Habermas se inscribe en ese movimiento, de la misma manera que el
entusiasmo por ciertas formas de filosofia del derecho y de filosofia
moral de inspiracion kantiana. A todos aquellos que se atrevian a du-
dar de esa visién se los acusaba de irracionalismo y se los fustigaba por
sus inclinaciones al decisionismo y al nihilismo. Bien visto, no habia
espacio para ellos en el famoso consenso sin exclusién.
En esas actitudes, el pensamiento politico de inspiracién liberal-
democritica revela su impotencia para captar la naturaleza de lo poli-,
tico. Pues de lo que aqui se trata es precisamente de lo politico y de la
posibilidad de erradicar el antagonismo. En la medida en que esté do-
minada por una perspectiva racionalista, individualista y universalista,
la visi6n liberal es profundamente incapaz de aprehender el papel po-
litico y el papel constitutive del antagonismo (es decir, la imposibili-
dad de constituir una forma de objetividad social que no se funde en
una exclusion originaria), Alli es donde hay que ver el origen de su ce-
guera ante el vasto proceso de redefinicin de las identidades colecti-
vas y el establecimiento de nuevas fronteras politicas que caracterizan
este fin de milenio; ceguera que puede tener graves consecuencias
para el futuro de las instituciones democraticas.
La desaparicion de la oposicién entre totalitarismo y democracia, que
habfa servido como principal frontera politica para discriminar entre ami-
go y enemigo, puede conducir a una profunda desestabilizacién de las so-
ciedades occidentales. En efecto, afecta al sentido mismo de la democra-
cia, pues la identidad de ésta dependia en gran parte de la diferencia que
sc habia establecido respecto del otro que la negaba. Por tanto, cs urgen-
te redefinir la identidad democratica y eso no puede hacerse sino a través
del establecimiento de una nueva frontera politica. Pero es precisamente
eso lo que una perspectiva racionalista y universalista impide comprender,
puesto que deja en suspenso todo fo que depende de la politica en su di-
mensi6n de relaciones de fuerza y de telacién amigo/enemigo.
EL LIBERALISMO ¥ LA EVASION DE LO POLITICO
Los textos aqui recogidos estén animados por la misma convic-
cidn: la de que sélo se podra proteger a las instituciones democraticasIntroducei6n 13
de los diferentes peligros que las asedian, si se abandona la perspecti-
va racionalista que lleva a obliterar lo politico en tanto antagonismo.
Con esta perspectiva propongo una critica al nuevo paradigma liberal
inaugurado por John Rawls. Esta misma conviccién me ha Ilevado a
reflexionar sobre la controvertida obra de Carl Schmitt, con vistas a re-
pensar la democracia liberal tratando de aportar una respuesta a las
criticas de Schmitt. También él reprocha al liberalismo que trate de
aniquilar lo politico y creo que en eso lleva raz6n. Por ello, en res-
puesta al proyecto de Schmitt de afirmar lo politico contra el liberalis-
mo, es importante elaborar una forma verdaderamente politica de li-
beralismo que, sin dejar de postular la defensa de los derechos y el
principio de la libertad individual, no escamotee la cuestion del con-
flicto, el antagonismo y la decision.
S6lo si se reconoce la inevitabilidad intrinseca del antagonismo se
puede captar la amplitud de la tarea a Ja cual debe consagrarse toda
politica democratica. Esta tarea, contrariamente al paradigma de «de-
mocracia deliberativa» que, de Rawls a Habermas, se intenta impo-
nernos como el dinico modo posible de abordar la naturaleza de la de-
mocracia moderna, no consiste en establecer las condiciones de un
consenso «racional», sino en desactivar el antagonismo potencial que
existe en las relaciones sociales. Se requicre crear instituciones que per-
mitan transformar el antagonismo en agonismo,
El compromiso fundamental para Ja reflexion politica consiste en
examinar cémo ¢s posible realizar ese desplazamiento a fin de trans-
formar el enemigo en adversario, A este respecto podré uno inspirar-
se en las observaciones de Flias Canetti, quien en Masa y poder indica
como el sistema parlamentario explota la estructura psicolégica de los
ejércitos en lucha y escenifica un combate en el que se renuncia a ma-
tar para adoptar la opinidn de la mayoria a la hora de decidir quién es
el vencedor. Seguin él, «el voto sigue siendo el instante decisivo, el ins-
tante en que uno se mide realmente. Es el vestigio del encuentro san-
griento que se imita de distintas maneras, amenazas, insultos, excitacién
fisica que puede llegar a los golpes y al lanzamiento de proyectiles.
Pero el recuento de votos pone fin a la batalla».
La andadura que caracteriza esta coleccién sigue las huellas de ese
tipo de cuestionamiento. Con ese fin propone distinguir entre «lo po-
1. Elias Canetti, Masse ef puissance, Paris, Gallimatd, 1966, pag. 200.14 Elretomno de lo politico
litico», ligado a la dimension de antagonismo y de hostilidad que exis-
te en las relaciones humanas, antagonismo que se manifiesta como di-
versidad de las relaciones sociales, y «la politica», que apunta a esta-
blecer un orden, a organizar la coexistencia humana en condiciones
que son siempre conflictivas, pues estan atravesadas por «lo» politico.
Es una distincién que se aparta de las significaciones —ya diversas,
por lo demas— que en general se atribuye a la pareja lo politico/la po-
litica, pero que tiene el mérito de establecer un lazo entre las dos rai-
ces comunes del término «politico/a»: por un lado, pélemos; por otro
lado, polis. A fuerza de querer privilegiar el «vivir conjuntamente»,
propio de la polis, dejando de lado el pdlemos, es decir, el antagonismo
y el conflicto —como ocurre en el caso de muchos autores contempo-
raneos que se inspiran en la tradicién del republicanismo civico— se
pierde la posibilidad de aprehender la especificidad de la politica de-
mocratica. Por eso es insatisfactoria la perspectiva que proponen los
autores Ilamados «comunitarios», Sin duda, su critica al individualis-
mo liberal esté justificada, pero, como rechazan el pluralismo, son in-
capaces de dar cabida al conflicto. Lo mismo que los liberales, aunque
de otra manera, se ven asi Ilevados a dejar en suspenso la naturaleza de
la democracia moderna. Esta supone el reconocimiento de la dimen-
sién antagénica de /o politico, raz6n por la cual slo es posible prote-
gerla y consolidarla si se admite con lucidez que /a politica consiste
siempre en «domesticar» la hostilidad y en tratar de neutralizar el an-
tagonismo potencial que acompafia toda construccién de identidades
colectivas. El objetivo de una politica democratica no reside en elimi-
nar las pasiones ni en relegarlas a la esfera privada, sino en movilizar-
las y ponerlas en escena de acuerdo con los dispositivos agonisticos
que favorecen el respeto del pluralismo.
Esas cuestiones sdlo se pueden formular a partir de una perspecti-
va te6rica que se alimente de la critica del esencialismo, que es el pun-
to de convergencia de corrientes teéricas tan diversas como las del
segundo Wittgenstein, Heidegger, Gadamer 0 Derrida. Semejante cri-
tica permite comprender los limites del perisamiento politico clasico
(y, en su seno, particularmente la filosofia liberal) y ver que dependen
de una ontologia implicita que concibe el ser bajo la forma de la pre-
sencia, Esta «metafisica de la presencia» restringe el campo de los mo-
vimientos politico-estratégicos a los l6gicamente compatibles con la
idea de una «objetividad» social. Cuando se presenta esa objetividadIntroduccién 15
como el fundamentum inconcussum de la sociedad, todo antagonismo
se reduce a una simple y pura diferencia (en el sentido saussureano del
término). Se la percibe como un simple efecto situado en el nivel de la
apariencia y derivado de un nivel ontolégico mas profundo. De ese
movimiento proviene la clausura constitutiva del pensamiento liberal
clasico. En Hobbes, el movimiento politico todavia es dominante,
dada la incapacidad de la sociedad civil para autorreproducirse de ma-
nera coherente, pero luego esta posibilidad de autorreproduccién se
constituird en premisa fundamental del liberalismo. Ella es la que lie-
vard a atribuir cardcter residual a lo politico (esto es, al campo de los
antagonismos) y a tender a su eliminacién. Esta nocién de totalidad
que se autorreproduce (y que, por tanto, como la eternidad spinozia-
na, es cerrada) es el nexo entre el liberalismo y la metafisica de la pre-
sencia.
Por el contrario, cuando la clausura demuestra ser una imposibili-
dad légica —como se ve en la desconstruccion—, resulta evidente que
cualquier cierre es forzosamente contingente; por tanto, siempre es
parcial y esta fundado en formas de exclusién (y, por tanto, de poder),
A partir de esa perspectiva se puede reconocer el cardcter fundacional
de lo politico, lo cual explica la relacién tan estrecha que hay entre la
dimensién teérica que aqui se presenta y sus apuestas politicas.
En este contexto, es importante destacar la naturaleza central de la
nocién de «exterior constitutivo», pues es ella la que permite afirmar
la primacia de lo politico. Esta nocién —que alimenta una pluralidad
de movimientos estratégicos que, como las concibe Derrida, son posi-
bles gracias a indecidibles tales como «suplemento», «trazo», «dife-
rencia», etc.—, indican que toda identidad se construye a través de pa-
rejas de diferencias jerarquizadas: por ejemplo, entre forma y materia,
entre esencia y accidente, entre negro y blanco, entre hombre y mu-
jer. La idea de «exterior constitutivo» ocupa un lugar decisivo en mi
argumento, pues, al indicar que la condicién de existencia de toda iden-
tidad es la afirmaci6n de una diferencia, la determinacién de un «otro»
que le servira de «exterior», permite comprender la permanencia del
antagonismo y sus condiciones de emergencia, En efecto, en el domi-
nio de las identificaciones colectivas —en que se trata de la creacion
de un «nosotros» por la delimitacién de un «ellos»—, siempre existe
Ja posibilidad de que esta relacién nosotros/ellos se transforme en una
relacién amigo/enemigo, es decir, que se convierta en sede de un anta-16 Eltetorno de lo politico
gonismo. Esto se produce cuando se comienza a percibir al otro, al
que hasta aqui se consideraba segtin el simple modo de la diferencia,
como negacién de nuestra identidad y como cuestionamiento de nues-
tra existencia. A partir de ese momento, sean cuales fueren las relacio-
nes nosotros/ellos, ya se trate del orden religioso, étnico, econdmico 0
de cualquier otro, se convierte en politico en el sentido schmittiano de
la relacion amigo/enemigo.
La vida politica nunca podré prescindir del antagonismo, pues
atafie a la accién publica y a la formacién de identidades colectivas.
Tiende a constituir un «nosotros» en un contexto de diversidad y de con-
flicto. Ahora bien, como se acaba de observar, para construir un «no-
sotros» es menester distinguitlo de un «ellos». Por eso la cuestién de-
cisiva de una politica democrética no reside en llegar a un consenso sin
exclusi6n —lo que nos devolveria a la creacién de un «nosotros» que
no tuviera un «ellos» como correlato—, sino en llegar a establecer la
discriminacién nosotros/ellos de tal modo que resulte compatible con
el pluralismo.
ANTAGONISMO Y AGONISMO_
Lo que caracteriza a la democracia pluralista en tanto forma espe-
cifica del orden politico es la instauracién de una distincién entre las
categorias de «enemigos y de «adversatio». Eso significa que, en el in-
terior del «nosotros» que constituye la comunidad politica, no se vera
en-el oponente un enemigo a abatir, sino un adversario de legitima
existencia y al que se debe tolerar. Se combatiran con vigor sus ideas,
pero jamés se cuestionard su derecho a defenderlas. Sin embargo, la
categoria de «enemigo» no desaparece, pues sigue siendo pertinente
en relacién con quienes, al cuestionar las bases mismas del orden de-
mocrético, no pueden entrar en el citculo de los iguales.
Una vez que hemos distinguido de esta manera entre antagonismo
(relacién con el enemigo) y agonisnzo (relaci6n con el adversario), po-
demos comprender por qué el enfrentamiento agonal, lejos de repre-
sentar un peligro para Ja democracia, es en realidad su condicién mis-
ma de existencia, Por cierto que la democracia no puede sobrevivir sin
ciertas formas de consenso —que han de apoyarse en la adhesién a los
valores ético-politicos que constituyen sus principios de legitimidad yIntroduceién 17
en las instituciones en que se inscriben—, pero también debe permitir
que el conflicto se exprese, y eso requiere la constitucién de identida-
des colectivas en torno a posiciones bien diferenciadas. Es menester
que los ciudadanos tengan verdaderamente la posibilidad de escoger
entre alternativas reales.
Ahora bien, la progresiva difuminacién de las diferencias entre las
nociones de derecha y de izquierda que se comprueba desde hace ya
bastantes afios se opone precisamente a esta exigencia. Desafortuna-
damente, el abandono de la visidn de la lucha politica en términos de
posiciones antagénicas entre la derecha y la izquierda —del que sin
duda sélo cabe felicitarse— se ha visto acompajiado de la desaparicién
de toda referencia a apuestas diferenciadas. Asi las cosas, ha habido un
desplazamiento hacia una «reptiblica del centro» que no permite
emerger la figura —necesaria, por lo demas— del adversario; el anta-
gonista de otrora se ha convertido en un competidor cuyo lugar se tra-
ta simplemente de ocupar, sin un verdadero enfrentamiento de pro-
yectos.
Esa situacién es peligrosa para la democracia, pues crea un terre-
no favorable para los movimientos politicos de extrema derecha o los
que apuntan a la articulacién de fuerzas politicas en torno a identida-
des nacionales, religiosas o étnicas. En efecto, cuando no hay apuestas
democraticas en torno a las cuales puedan cristalizar las identificacio-
nes colectivas, su lugar es ocupado por otras formas de identificacién,
de indole étnica, nacionalista o religiosa, y de esa suerte el oponente se
define en relaci6n a tales criterios. En esas condiciones ya no se puede
percibir como un adversario, sino que aparece como un enemigo al
que hay que destruir. Y esto es lo que una democracia pluralista tie-
ne que evitar. Pero para eso es menester que reconozca la dimensidn
que concierne a lo politico, en lugar de negar su existencia.
En muchos paises europeos, la desaparicién de una linea divisoria
clara entre los partidos politicos tradicionales —de lo que hay quienes
se alegran en nombre de una supuesta «madurez politica» que pot fin se
habia alcanzado— ha dejado en realidad un vacio que la extrema de-
recha se ha apresurado a ocupar. Ese vacio es lo que le ha permitido
articular nuevas identidades colectivas a través de un discurso xendfo-
bo y recrear la frontera politica desaparecida mediante la definicién de
un nuevo enemigo. Sin duda, para la extrema derecha eso no presenta
ninguna dificultad, puesto que ya ha dado forma a su enemigo: los in-18 El retorne de lo politico
migrantes, a los que presenta como un peligro para la identidad y la
soberanfa nacionales. En ausencia de formas democriticas y verdade-
ramente movilizadoras de identificacién, es innegable el éxito que en-
cuentra ese tipo de discurso nacionalista y populista. Por tanto, la de-
mocracia no sdlo esta en peligro cuando hay un déficit de consenso
sobre sus instituciones y de adhesion a los valores que representa,
sino también cuando su dinamica agonistica se ve obstaculizada por un
consenso aparentemente sin resquicio, que muy facilmente puede trans-
formarse en su contrario. A menudo, cuando el espacio ptiblico de-
mocratico se debilita, se ve c6mo se multiplican los enfrentamientos
en términos de identidades esencialistas o de valores morales no ne-
gociables,
En lugar de considerar la democracia como algo natural y evidente
0 como el resultado de una evolucién moral de la humanidad, es im-
portante percatarse de su cardcter improbable e incierto. La democra-
cia es fragil y algo nunca definitivamente adquirido, pues no existe
«umbral de democracia» que, una vez logrado, tenga garantizada para
siempre su permanencia. Por tanto, se trata de una conquista que hay
que defender constantemente. Desde este punto de vista, la situacién
en la que se encuentran muchos paises europeos es preocupante. Por
una parte, el ideal democrético ha dejado de ser movilizador, pues la
democracia liberal se identifica en la practica con el capitalismo demo-
cratico y su dimensién politica se reduce al Estado de derecho; por otra
parte, aumenta sin cesar la marginacién de grupos enteros que se sien-
ten cada vez més excluidos de la comunidad politica. En estas condi-
ciones, es muy grande el peligro de que estos grupos se unan a movi-
mientos fundamentalistas 0 de que se sientan atraidos por formas
antiliberales de politica. No cabe la esperanza de hacer frente a esta si-
tuacién si no se instauran las condiciones de un «pluralismo agonistico»
que permita reales confrontaciones en el seno de un espacio comin,
con el fin de que puedan realizarse verdaderas opciones democraticas.
Contrariamente a lo que afirman los discfpulos de Rawls, no se tra-
ta de un acuerdo definitivo sobre principios de justicia que permitan
asegurar la defensa de las instituciones democraticas. El consenso so-
bre los derechos del hombre y los principios de igualdad y de libertad
es necesario, sin duda, pero no se lo puede separar de una confronta-
cién sobre la interpretacion de esos principios. Hay muchas interpre-
taciones posibles y ninguna de ellas puede presentarse como la GnicaIntroduccién 19
correcta. Precisamente, la confrontacién sobre las diferentes significa-
ciones que se ha de atribuir a los principios democraticos y a las insti-
tuciones y las practicas en las que se concreten es lo que constituye el
eje central del combate politico entre adversarios, en el que cada uno
reconoce la imposibilidad de que el proceso agonistico Hegue alguna
vez a su fin, pues eso equivaldria a alcanzar la solucién definitiva y ra-
cional.
Hoy en dia es de buen tono, entre los supuestos defensores del hu-
manismo, rechazar la contribucién de autores como Foucault, Derri-
da o Lacan, a los que —con mucha ignorancia y mala fe— se asimila a
un concepto vago de «posmodernismo», Se los acusa de que, con su
critica al universalismo y el racionalismo, minan las bases del proyec-
to democritico. En realidad, es exactamente lo contrario. Pues los que
ponen en peligro la democracia son precisamente los racionalistas. Es-
tos son en principio incapaces de comprender el desafio permanente
al que debe enfrentarse siempre un régimen, de donde su ceguera y su
impotencia ante las manifestaciones del antagonismo politico. Pero,
ademas, todos los modelos que proponen —si algtin dia se pudieran
realizar— serian absolutamente incompatibles con la existencia de
una democracia pluralista.
E] ideal de la sociedad democratica —incluso como idea regula-
dora— no puede ser el de una sociedad que hubiera realizado el sue-
fio de una armonia perfecta en las relaciones sociales, La democracia
sdlo puede existir cuando ningiin agente social est en condiciones de
aparecer como duefio del fundamento de la sociedad y representante
de la totalidad. Por tanto, es menester que todos reconozcan que no
hay en la sociedad lugar alguno donde el poder pueda eliminarse a si
mismo en una suerte de indistincién entre ser y conocimiento. Esto
significa que no se puede considerar democratica la relacién entre los
diferentes agentes sociales sino a condicién de que todos acepten el
caracter particular y limitado de sus reivindicaciones. En otros térmi-
nos, es menester que reconozcan que sus relaciones mutuas son rela-
ciones de las que es imposible eliminar el poder?
2, Para un desarrollo mas profundo de esta tesis, remito a las dos obras siguien-
tes: Ernesto Laclau y Chantal Moutfe, Hegemony and Socialist Strategy. Towards a Ra-
dical Democratic Politics, Londres, Verso, 1985, cap. 3; Ernesto Laclau, New Reflec-
tions on the Revolution of Our Time, Londres, Verso, 1990, parte I.20 Elretorno de lo politica
Al modelo de inspiracién kantiana de la democracia moderna
hay que oponer otro, que no tiende a la armonia y a la reconciliacién,
sino que reconoce el papel constitutivo de la division y el conflicto.
Esa clase de sociedad rechaza todo discurso que tienda a imponer un
modelo que apunte a la univocidad de la discusién democratica, No
trata de eliminar lo indecidible, pues en ello ve la condicion de posi-
bilidad de la decision y, por tanto, de la libertad. Para ella, lejos de
proporcionar el horizonte necesario al pluralismo democritico, la cre-
encia en una posible resolucién definitiva de los conflictos —incluso
si se la piensa al modo de una aproximacién asintética a la idea regu-
ladora de una comunicacién sin distorsién, como en Habermas— es lo
que lo pone en peligro. Concebida de esta manera, la democracia plu-
ralista se convierte en un ideal que se autorrefuta, pues el momento
mismo de su realizacién serfa también el de su destruccién. Y no bas-
ta con decir que se trata de una «tarea infinita», pues una vez recono-
cida la naturaleza ilusoria de la idea de una comunidad de individuos
auténomos y racionales, es preciso sacar las consecuencias pertinentes
Presentar esa sociedad como un ideal, aun cuando inaccesible, es
prohibirse pensar verdaderamente el pluralismo. La existencia del
pluralismo implica la permanencia del conflicto y del antagonismo,
que no es posible abordar como obstaculos empiricos que impidieran
la realizacién perfecta del ideal de una armonja inalcanzable, pues
nunca seremos capaces de coincidir perfectamente con nuestro ser
racional. :
Por el descrédito que arroja sobre la visién de una sociedad que se
habria liberado por completo de las relaciones de poder —poniendo
asi de manifiesto que se trata de una imposibilidad conceptual—, la
critica del racionalismo y del universalismo, lejos de poner en peligro
el proyecto democratico modemo, nos permite evitar la ilusién siem-
pre peligrosa de poder escapar a la contingencia y eliminar el elemen-
to de la indecidibilidad que opera en lo social. Al insistir en la natura-
Jeza necesariamente parcial y limitada de todas las practicas humanas
y al afirmar que es imposible distinguir de manera radical entre obje-
tividad y poder, permite comprender que la cuestién del puralismo no
puede separarse de la del poder y el antagonismo, inextirpables por
naturaleza.Introduccién 21
DEMOCRACIA RADICAL Y PLURAL: UN NUEVO IMAGINARIO POLITICO
Precisamente en la tensién entre consenso —sobre los princi-
pios— y disenso —sobre su interpretacién— es donde se inscribe la
dinémica agonistica de la democracia pluralista. De all la exigencia de
una doble reflexion, por una parte sobre la manera en que se puede
asegurar la adhesién a los valores ético-politicos que definen esta for-
ma politica de sociedad y, por otra parte, sobre las diferentes interpre-
taciones que se pueden dar de esos valores, es decir, sobre las diversas
modalidades de la ciudadania y las formas posibles de hegemonia.
Muchos pensadores liberales afirman que para garantizar la fideli-
dad a las instituciones democraticas es indispensable suministrarles un
fundamento racional. Se trata, en efecto, de una tipica ilusién raciona-
lista. Pues no es demostrando que todo el mundo elegiria estas insti-
tuciones en una «situacién original bajo el velo de la ignorancia», al
modo de Rawls, 0 en una «situaci6n ideal de comunicacién», al modo
de Habermas, como se llegaré a constituir las multiples formas de
identificacién democriticas requeridas para la consolidacién de un
espacio comin. No es posible presentar los valores liberales demo-
craticos como si suministraran /a solucién racional al problema de la
coexistencia humana y no es posible defenderlos de manera «contex-
tualista», como constitutivos de nuestra «forma de vida». Es -inuitil
querer acceder a una garantia racional que se situara mas alla de la
voluntad de preservar esa forma de vida que nos es propia. Sélo me-
diante la multiplicacién de las practicas, de las instituciones y de los
discursos que modelan «individualidades democraticas» se puede
contribuir a consolidar el consenso acerca de las instituciones demo-
craticas. Eso, evidentemente, supone que (jigs Be FecOnOCen COMO
(quelestalsociedad lesiofrece y que, de esta suerte, estan dispuestos a
defender las instituciones que son su condicién misma de existencia.
Por esta razén es imposible pensar la ciudadania democratica segtin la
modalidad de una identidad «posconvencional», como adhesion ra-
cional a principios universales como queria el «patriotismo constitu-
cional» de Habermas. Es preciso concebirla como ejercicio de la de-
mocracia en las relaciones sociales, que son siempre individuales y
especificas, lo que requiere una real participacién en las practicas so-
ciales que tejen la trama tanto del Estado como de la sociedad civil.22 Elretorno de lo politico
Por tanto, no se trata de desembarazarse de las determinaciones parti-
culares, de negar las pertenencias ni las identidades para acceder a un
punto de vista donde reinara el individuo abstracto y universal. Hoy
en dia, el ciudadano democratico sélo es concebible en el contexto de
un nuevo tipo de articulacién entre lo universal y lo particular, de acuer-
do con la modalidad de un universalismo que integre las diversidades,
lo que Merleau-Ponty llamaba «universalismo lateral» para indicar
que lo universal se inscribe en el corazén mismo de lo particular y en
el respeto a las diferencias.
Para que esta diversidad pueda dar con las condiciones para ex-
presarse, debe entrar en escena la multiplicacién de las «posiciones de
sujeto» democraticas segiin dispositivos que permiten a las diferentes
posiciones enfrentarse en el seno mismo de lo que reconocen como
constitutivo de su espacio politico comtin, Por eso es indisociable de
Ja instauracién de un «pluralismo agonistico». Unicamente con esta
condicién se podran orientar las pasiones politicas hacia la confronta-
cién democratica antes de su sometimiento a otros propésitos. A fin
de dar forma al disenso sobre Ja interpretacién de principios en un
marco democratico, lo més adecuado para proporcionar polos de
identificacién son las concepciones diferentes de la ciudadania. De ahi
la importancia de volver a dar vida a la distincién derecha/izquierda
en lugar de apresurarse a celebrar su desaparici6n. Lejos de haber per-
dido pertinencia, las apuestas que esta distincién introduce son siem-
pre actuales; lo que importa es redefinirlas. Como recuerda Norberto
Bobbio,’ en el corazon mismo de la visidn llamada «de izquierda» ani-
da la idea de igualdad, mientras que la derecha ha opuesto siempre la
defensa de las desigualdades. El hecho de que una cierta ideologia
igualitaria haya podido servir para legitimar durante un tiempo politi-
cas totalitarias no implica en absoluto que haya que abandonar la lu-
cha por la igualdad. Ya es hora de rechazar el descrédito que se pro-
cura proyectar sobre la idea misma de socialismo y afirmar que
muchos objetivos a los que no hay que tener miedo de calificar de «so-
cialistas» —en la medida en que ataiien a la lucha contra las formas
autocrdticas en las relaciones sociales de produccién— no sdlo son
compatibles con el pluralismo democratico, sino que también pueden
3, Norberto Bobbio, Destrae sinistra. Ragioni e significati di una distinzione poli-
tica, Roma, Donzelli, 1994.Introduccién 23
contribuir a expandir su dominio de aplicacién y a enriquecer sus con-
diciones de ejercicio. Ese el sentido en que se examina en este libro la
idea de un «socialismo liberal».
La referencia al socialismo, aun cuando continiia siendo necesaria,
no es suficiente para explicar la diversidad de las luchas democraticas
existentes ahora mismo en las sociedades occidentales. El surgimiento
de nuevas luchas contra el sexismo, el racismo y otras muchas formas de
subordinacién exige la ampliacién del campo de la lucha por Ja igual-
dad. Por otra parte, la experiencia desastrosa del socialismo de tipo
soviético ha hecho tomar conciencia de la necesidad de articular la lu-
cha por la igualdad con la lucha por la libertad. Por otra parte, un ras-
go distintivo de gran parte de lo que se ha dado en llamar «nuevos mo-
vimientos sociales» consistié en postular objetivos que podrin
calificarse de «libertarios». Asi es como en muchas luchas por el reco-
nocimiento de las «diferencias» se encuentra una articulacién comple-
ja entre reivindicaciones que dependen de la igualdad y otras que
conciernen a la libertad. Para poder traducir esto en un lenguaje com-
patible con Ja instauracién de un pluralismo agonistico hace falta una
nueva interpretacién que sea la expresin de la diversidad de las lu-
chas por Ia igualdad y de la relacién que establecen con la libertad. Esa
vision, ala que hemos llamado radical and plural democracy,’ aunque
sin dejar de reconocer las instituciones que constituyen las bases mismas
de la forma de vida liberal-democratica, propone nuevos usos y nuevas
significaciones para los términos «libertad» e «igualdad», que consti-
tuyen sus significantes simbélicos centrales. De esta suerte permite ex-
tender su campo de aplicacién a multitud de relaciones sociales cuyas
relaciones de desigualdad se habian interpretado hasta ahora como le-
gitimas en tanto «naturales», y a la vez abordar nuevos «juegos de len-
guaje» que hacen posible el surgimiento de practicas e instituciones en
las que podrian inscribirse multiples formas de democracia. Este ti-
po de concepcién pone en juego una idea de la ciudadanfa que, mas
alla de las interpretaciones liberales 0 socialdemécratas, permite la
constitucién de un polo de identificacion que agruparé los diferentes
movimientos que luchan por la extensién de los principios democrati-
cos a un vasto conjunto de relaciones sociales. La verdadera apuesta
4, Sobre este tema, véase el cap. 4 de Hegemony and Socialist Strategy, op. cit.,y el
cap. 1 de este volumen.24 — Elretorno de lo politico
de esta radical and plural democracy es la creacién de una cadena de
equivalencias entre las diversas luchas por la igualdad y el estableci-
miento de una frontera politica capaz de dar nueva identidad a «la iz-
quierda», Una izquierda que, aun sin cuestionar los principios mismos
de la legitimidad de la democracia liberal, apuntaria sin embargo a la
transformacién de la relacin de fuerzas existente y la creacién de una
nueva hegemonia. En efecto, hay que evitar caer en la trampa que nos
tiende un cierto liberalismo y dejatse encerrar en el falso dilema entre
alternativa radical al orden existente o pura y simple «alternancia». La
figura del adversario apunta precisamente a escapar a esta dicotom{a y
a supetar tanto la visién «jacobina» de la politica del enemigo como la
«liberal» de la pura y simple competencia de intereses. FE] @spacio poe
0 €s un espacio neutro en el que se en-
frentarfan intereses en competencia y cuya topogtafia nos veriamos
obligados a aceptar definitivamente, so pena de no respetar las reglas
de juego democriticas.
. Pasar por alto esta lucha por la hege-
monfa imaginando que serfa posible establecer un consenso tesultan-
te del ejercicio de la «razén piiblica libre» (Rawls) o de una «situaci6n
ideal de la palabra» (Habermas), es eliminar el lugar del adversatio y
excluir la cuestién propiamente politica, la del antagonismo y el poder.
Abordar el proyecto de la izquierda en términos de democracia ra-
dical y plural es cargar el énfasis en la dimensién hegeménica indiso-
ciable de las relaciones sociales en la medida en que siempre se las
construye segtin formas asimétricas de poder. Contra cierto tipo de
pluralismo liberal que escamotea la dimensién de lo politico y de las
relaciones de fuerza, se trata de restaurar el cardcter central de lo po-
Iitico y de afirmar su naturaleza constitutiva. Pero esto también es re-
conocer —en oposicién a los modelos de inspiracién marxista— que
la realidad social sélo adquiere forma a través de su articulacion en re-
laciones de poder y que es ilusorio —y peligroso— creer que se podria
prescindir de ello. El objetivo de una politica democratica, por tanto,
no es erradicar el poder, sino multiplicar los espacios en los que las re-
laciones de poder estarén abiertas a la contestacién democritica. En la
proliferacién de esos espacios con vistas a la creacién de las condicio-Introduecién 25
nes de un auténtico pluralismo agonistico, tanto en el dominio del Es-
tado como en el de la sociedad civil, se inscribe la dinamica inherente
ala democracia radical y plural. Me parece que hay una idea que po-
dria permitir la cristalizacién de un nuevo radicalismo y la emergencia
de una izquierda capaz de responder al desafio, tanto tedrico como.
politico, que, en el crepiisculo del siglo xx, constituye la herencia de la
modernidad.