Sei sulla pagina 1di 10

Instituto Salesiano de Estudios Teológicos

Carrera: Bachillerato en Teología


Cátedra: Reconciliación y Unción
Profesor: P. Hugo Elías Stang

ETAPAS DE LA HISTORIA
DEL SACRAMENTO DE LA
RECONCILIACIÓN

Osvaldo Leonel Cánepa


29 de Mayo de 2018
CONTENIDO

I. La antigüedad cristiana ............................................................................................2

Siglos I-II: LA Iglesia naciente ................................................................................2

Praxis penitencial de excomunión (praxis curativa) ...............................2

otras prácticas penitenciales ..............................................................................2

Siglo III: consolidación de una disciplina penitencial .................................3

II. Siglos IV-VII(XIII): Estructura de “Penitencia” .............................................3

Siglos IV-VII: la “penitencia canónica” ...............................................................3

Siglos VII-XIII: la “penitencia tarifada” ..............................................................4

III. Siglos XIII-XX: Estructura de “confesión” ......................................................5

Estructura de “confesión” ........................................................................................5

Tres formas oficiales de penitencia en la edad media ................................6

Modelo tridentino de la confesión .......................................................................6

Praxis penitencial desde Trento al Concilio Vaticano II ............................7

Rasgos de la espiritualidad penitencial hasta el Concilio Vaticano II ..7

Conclusiones personales .............................................................................................8

Bibliografía .........................................................................................................................9

1
ETAPAS DE LA HISTORIA DEL
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

I. LA ANTIGÜEDAD CRISTIANA

SIGLOS I-II: LA IGLESIA NACIENTE

PRAXIS PENITENCIAL DE EXCOMUNIÓN (PRAXIS CURATIVA)

Encuentro

Penitente Separación IGLESIA Separación Comunidad

 En el primer movimiento el pecador se separa de la comunidad por su pecado, y la comunidad


le declara separado y se separa al mismo tiempo del pecador, para provocar en él la corrección
y la conversión.
 En el segundo movimiento el pecador inicia un proceso de acercamiento y vuelta a la
comunidad (conversión), cumpliendo las condiciones de penitencia impuestas, y la comunidad
consuela, ora, ayuda y busca al pecador.
 Este doble movimiento está claro en sus dos polos, pero todavía no aparece claro en su medio,
es decir, en qué consisten las obras de penitencia y cómo se realiza el encuentro de
reconciliación.

OTRAS PRÁCTICAS PENITENCIALES

 La penitencia aparece en clara continuidad con el Nuevo Testamento (ayuno, limosna, oración,
corrección, perdón fraterno [Didaché 4,6; 4,14]); se la relaciona frecuentemente con los
momentos cultuales: con la oración y sobre todo con la eucaristía (Didaché 14, 1-2); los medios
de reconciliación más frecuentes son: la confesión (general) ante la comunidad, la corrección
fraterna y una cierta praxis de auto-excomunión (Didaché IV, 3; XV, 34; Ep. Bernabé XIX, 10).

2
SIGLO III: CONSOLIDACIÓN DE UNA DISCIPLINA PENITENCIAL

Penitencia Reconciliación y
readmisión a la
Confesión al Exomologesis comunidad
Obispo
Excomunión Por imposición de
litúrgica manos del Obispo

 Severidad de la práctica penitencial: se trataba de faltas muy graves que dañaban a la


comunidad. La iglesia de aquella época podía esperar de sus miembros una vida fiel a las
promesas hechas.

II. SIGLOS IV-VII(XIII): ESTRUCTURA DE “PENITENCIA”

Ingreso al grupo de Reconciliación y


Confesión al
los penitentes readmisión a la
Obispo
Pedir, dar y (“ordo poenitentium”) Satisfacción comunidad
aceptar la Tiempo de
Sólo transgresiones penitencia penitencia
Excomunión Por imposición de
graves
litúrgica manos del Obispo

SIGLOS IV-VII: LA “PENITENCIA CANÓNICA”

 El primer paso es el reconocimiento del pecado por parte del sujeto pecador y el conocimiento
del mismo por parte del obispo o sacerdote (por propia confesión, publicidad o denuncia). Se
trata de un elemento esencial, condicionante y desencadenante del proceso, que implica al
mismo tiempo el pedir la penitencia, el dar la penitencia y el aceptar la penitencia.
 Tras aceptar la penitencia se ingresa en el “ordo poenitentium” o grupo de los penitentes, se
reciben los signos de penitente (vestido y aspecto especial) y se comienza a cumplir la “actio
poenitentiae”, satisfacción u obras penitenciales impuestas por el obispo.
 Finalmente tiene lugar la reconciliación, una vez cumplido el tiempo de penitencia. Por lo
general se hace coincidir con el final de la cuaresma. Sucede en el marco de una celebración en
la que participa el pueblo. Implica salmos, oraciones, petición de perdón, imposición de manos
y proclamación solemne de la reconciliación.
 Esta penitencia tiene como características fundamentales la unicidad (se concede y celebra
una sola vez en la vida), la rigurosidad (las obras penitenciales son de un rigor
extraordinario) y la excepcionalidad (sólo se concede para el caso de pecados muy graves). El
acento recaía sobre la penitencia y no tanto sobre la confesión, que nunca fue pública.

3
SIGLOS VII-XIII: LA “PENITENCIA TARIFADA”

Confesión al
Absolución del
sacerdote Cumplimiento de la
Tasación sacerdote
(libros
penitencia-
En privado, satisfacción
penitenciales) En privado
repetible y
detallada

 El verdadero cambio radica en la posibilidad de reiteración del proceso penitencial y en la


asignación de una pena particular para cada pecado.
 Los fieles confiesan sus pecados al sacerdote, y esto se puede hacer cuantas veces sea
necesario. El sacerdote fijaba seguidamente la penitencia, y todo acababa con oraciones y el
perdón. Todo esto se hacía en secreto. Tras la reconciliación, no había obligaciones particulares
que cumplir. A menudo, ni siquiera había rito de reconciliación propiamente tal: se suponía
perdonado el pecado una vez cumplida la penitencia.
 Para fijar la penitencia, los sacerdotes utilizaban los libros penitenciales, en los que a cada
pecado (con sus circunstancias y posibles consecuencias) le correspondía una determinada
penitencia, cuya gravedad y duración dependían de la gravedad del pecado. Para que el
sacerdote pudiese fijar la penitencia, el penitente debía informarle de la naturaleza de su falta,
de sus circunstancias y de su número.
 El acento se desplaza hacia la confesión (confessio) detallada y, por ende, en la privatización del
proceso penitencial.

4
III. SIGLOS XIII-XX: ESTRUCTURA DE “CONFESIÓN”

ESTRUCTURA DE “CONFESIÓN”

Absolución del confesor


(potestas clavis)
Forma del sacramento

Satisfacción
Pena
temporal

Confesión del pecador


(contrición)
Cuasi-materia del sacramento

 Comporta una concentración de los actos del proceso en la confesión oral. El penitente, después
de confesarse, recibe inmediatamente la absolución, sin esperar a cumplir la satisfacción, que
viene a considerarse como condensada en la misma dificultad de confesarse.
 Dos elementos juegan un papel decisivo: 1) la teoría según la cual la confesión oral es el signo
manifestativo privilegiado de la contrición, y 2) la importancia que se da a la potestas clavis, que
implica el ejercicio del poder sacerdotal por medio de la absolución, garantizando así la plenitud
del signo sacramental, que, según la Escolástica, está compuesto de “materia” (cuasi materia en
este caso: actos del penitente, sobre todo confesión), y “forma” (absolución del sacerdote).
 Se produce una importante transmutación de elementos: la confesión pasa a ser también
satisfacción; la absolución precede a la actio poenitentiae; las “penitencias” pasan a último plano
como remedio contra la pena temporal del pecado; y la satisfacción queda como “expulsada” del
acto celebrativo, dejándola para un momento posterior.
 Ya no es una estructura horizontal, sino vertical. En ella el eje ya no lo constituyen los dos
movimientos de separación-reconciliación, sino el encuentro individual entre el confesor y el
penitente. Y los actos que ocupan la atención ya no son las obras penitenciales o la manifestación
de la conversión ante la comunidad, sino la confesión detallada y la absolución. El carácter
procesual se pierde y todo se reduce de hecho a un acto momentáneo y pasajero. La estructura
original se rompe, produciéndose en ella un cierto “desorden” de elementos. Lo que tenía que ser
la segunda secuencia (satisfacción) pasa a tercer puesto, y su decreciente valoración deja de
condicionar el proceso.
5
TRES FORMAS OFICIALES DE PENITENCIA EN LA EDAD MEDIA

1. La penitencia “pública solemne” es la que impone el obispo por pecados gravísimos


escandalosos cometidos por laicos (no por clérigos) y que, en continuidad con la penitencia
“canónica”, sólo se puede celebrar una vez y se extiende a todo el tiempo de cuaresma.
2. La penitencia “pública no solemne” o “peregrinación penitencial” se impone por pecados
públicos no escandalosos cometidos por laicos y por pecados escandalosos cometidos por
clérigos mayores (diáconos, presbíteros, obispos). Puede imponerla el sacerdote y es
reiterable.
3. La penitencia “privada”, que se hace sobre todo por los pecados ocultos, es reiterable y se
realiza en privado ante el sacerdote.

MODELO TRIDENTINO DE LA CONFESIÓN

1. Confesión necesaria: Trento afirmará que es necesaria para la salvación, precisamente


porque ha sido instituida por Cristo. En esta “necesidad instituida” no se especifica todavía la
forma: si la confesión debe ser secreta o pública.
2. Confesión íntegra: Esta confesión oral ha de ser “de todos y cada uno de los pecados
mortales… aun los ocultos… y las circunstancias que cambian la especie del pecado”. Si la
confesión es necesaria para el perdón, la confesión íntegra resulta también necesaria para el
perdón total o de todos los pecados. Esto no quiere decir que en tal integridad entre
necesariamente una forma concreta de confesión en especie, número y circunstancias (aunque
haya que atender a lo que cambia la especie del pecado), sino aquella integridad necesaria para
el “juicio saludable”, para la curación y salvación del penitente.
3. Confesión “iure divino”: Hay que distinguir tres aspectos fundamentales: que la confesión
sacramental es necesaria en general; que esta confesión debe ser íntegra; que esta integridad
debe abarcar número, circunstancias… (concreción eclesial coherente).
4. Confesión “condicionada”: Esta confesión necesaria e íntegra implica la manifestación de
“todos y cada uno de los pecados mortales de los cuales se tenga memoria tras un conveniente
y serio examen, aun los pecados ocultos y los que van contra los dos últimos mandamientos del
decálogo, y las circunstancias…”. Tal exigencia no es absoluta, matemática y material, hasta el
punto que condicione el valor del sacramento, obsesione al ministro o atormente al sujeto; sino
más bien relativa y formal, que exige, sí, el examen y la diligencia, pero que está condicionada a
la capacidad física y moral del sujeto.
5. Confesión secreta: Trento afirma que “el modo de confesarse en secreto con sólo el sacerdote,
tal como la Iglesia lo practicó desde el principio y lo sigue practicando”, no es “ajeno a la
institución y mandato de Cristo”.
6. Confesión anual: Trento defenderá la obligatoriedad y bondad de este precepto y costumbre.
6
PRAXIS PENITENCIAL DESDE TRENTO AL CONCILIO VATICANO II

 Confesión anual por Pascua: El precepto eclesiástico de confesarse y comulgar una vez al año
“por Pascua florida” era cumplido por la gran mayoría de los cristianos y la Iglesia se esmeraba
en hacerlo cumplir, recordando y facilitando este precepto.
 Confesión frecuente: Vivida como “confesión por devoción”, en orden a ir purificándose de los
pecados leves o cotidianos, y para vivir de forma más permanente la virtud de la penitencia y la
unión con Cristo. La confesión frecuente, valorada positivamente, trajo consigo también efectos
secundarios negativos: rutina, automatismo, respeto humano. El confesor corría también el
peligro de convertirse en una máquina automática de absoluciones. Y es innegable que, a nivel
de la sexualidad, esta práctica de la confesión llevó a mucha gente a ser escrupulosa.
 Confesión por conversión: Aquella que se proponía como “sello” y culmen de un proceso de
llamada y conversión, por regla general con motivo de un retiro espiritual, de un “cursillo”, de
una festividad especial o de algún acontecimiento eucarístico. Insistencia en la conveniencia de
una “confesión general”.
 Confesión “eucarística”: Aquella a la que muchas personas se sentían obligadas a hacer antes
de acercarse a comulgar. La “conveniencia” de confesar los pecados leves para un mayor
perfeccionamiento, se convirtió en “necesidad” de confesión para poder comulgar.
 Confesión para “dirección espiritual”: El confesionario se convirtió en el lugar donde
encontrar al sacerdote y dialogar con él, para solicitar dirección espiritual, purificarse y
mantenerse fiel a la vocación cristiana.

RASGOS DE LA ESPIRITUALIDAD PENITENCIAL HASTA EL CONCILIO VATICANO II

 “Vertical”: insistiendo en el perdón de Dios y no tanto en la reconciliación con la Iglesia;


 “Judicial”: poniendo el acento en el Dios juez y su justicia, aunque sin olvidar su misericordia;
 “Escatológica”: porque sobre todo buscaba prevenir y asegurar la salvación eterna, más que
comprometerse en la construcción actual del Reino;
 “Individualista”: en cuanto que en buena medida se fijaba en el mérito y aumento de gracia
personal, y no tenía en cuenta de modo suficiente a la comunidad;
 “Casuística”: ya que se concentraba en buena medida en el pecado y sus clasificaciones, y
quizás se olvidaba de poner el centro en la conversión de corazón.

7
CONCLUSIONES PERSONALES

Luego de hacer este recorrido histórico, destaco en primer lugar la presencia constante e
ininterrumpida del ministerio de la reconciliación en el seno de la comunidad eclesial. Partiendo del
testimonio de los textos neotestamentarios (Jn 20,21-23; Mt 18,15-18; 1Cor 5,1-13), es posible
reconocer la preocupación de las comunidades cristianas para atender y acompañar las situaciones de
pecado de sus miembros, llevar adelante la tarea de corrección, de oportuna separación para salud del
pecador, y de reconciliación y reconstitución del vínculo roto. A partir de esto, podemos extraer una
primera conclusión: que el ministerio del perdón es parte constitutiva de la identidad eclesial y de su
misión, teniendo como primeros destinatarios a los propios miembros de la comunidad necesitados de
la misericordia divina.

En segundo lugar, verificamos en el desarrollo histórico la presencia constante de ciertos


elementos: la confesión, la penitencia y la reconciliación o perdón de los pecados cometidos. Si bien
las distintas estructuras o modos que fue asumiendo el ejercicio del sacramento han acentuado alguna
de estas características por sobre otras, nunca estuvieron ausentes en su conjunto. De esto podemos
concluir que estos tres elementos (confesión-penitencia-perdón) constituyen en su integridad el
ejercicio penitencial de la Iglesia, estableciendo un equilibrio saludable entre la asunción de la
responsabilidad personal (confesión), la reparación o restablecimiento de la salud
(penitencia/satisfacción) y la gracia operada por el Espíritu de Cristo por mediación de la Iglesia
(perdón).

En tercer lugar, podemos constatar que la estructura del sacramento pasó de privilegiar la
dimensión comunitaria tanto del pecado cometido como del perdón recibido, a poner su acento en lo
individual. En efecto, aun la praxis actual denota la centralidad de la confesión del pecado personal y
en general oculto, la privatización del sacramento en el diálogo con el ministro y la absolución
personal que acentúa más la dimensión vertical del perdón de Dios y deja opacada la reconciliación
con la comunidad. Esto puede deberse muy posiblemente a la corriente subjetivista e individualista
que impregna la cultura especialmente occidental ya a partir de la modernidad, la cual hoy se traduce
en el personalismo y el individualismo exacerbado. La dimensión más personal/individual que asumió
la estructura del sacramento de la reconciliación, si bien podemos decir que es por un lado
conveniente en cuanto atiende la situación particular de cada persona y le otorga un marco de
confidencialidad para abrir el corazón y buscar sanación, por otro lado no deja de cuestionarnos
respecto a la dinámica comunitaria-eclesial que también debe impregnar su praxis. De aquí
concluimos que hoy se presenta como un fuerte desafío para el sacramento de la reconciliación la
recreación de su estructura, a fin de hallar más equilibrio entre la dimensión personal y la comunitaria
que supone su celebración.

8
BIBLIOGRAFÍA

1. BOROBIO, D., El sacramento de la reconciliación penitencial, Salamanca, Ed. Sigueme,


2006, 105-164.
2. VERHEUL, A., “El sacramento de la reconciliación a través de los siglos”, en: Selecciones
de Teología, 69 (1979), 57-66.

Potrebbero piacerti anche