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ETAPAS DE LA HISTORIA
DEL SACRAMENTO DE LA
RECONCILIACIÓN
Bibliografía .........................................................................................................................9
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ETAPAS DE LA HISTORIA DEL
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
I. LA ANTIGÜEDAD CRISTIANA
Encuentro
La penitencia aparece en clara continuidad con el Nuevo Testamento (ayuno, limosna, oración,
corrección, perdón fraterno [Didaché 4,6; 4,14]); se la relaciona frecuentemente con los
momentos cultuales: con la oración y sobre todo con la eucaristía (Didaché 14, 1-2); los medios
de reconciliación más frecuentes son: la confesión (general) ante la comunidad, la corrección
fraterna y una cierta praxis de auto-excomunión (Didaché IV, 3; XV, 34; Ep. Bernabé XIX, 10).
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SIGLO III: CONSOLIDACIÓN DE UNA DISCIPLINA PENITENCIAL
Penitencia Reconciliación y
readmisión a la
Confesión al Exomologesis comunidad
Obispo
Excomunión Por imposición de
litúrgica manos del Obispo
El primer paso es el reconocimiento del pecado por parte del sujeto pecador y el conocimiento
del mismo por parte del obispo o sacerdote (por propia confesión, publicidad o denuncia). Se
trata de un elemento esencial, condicionante y desencadenante del proceso, que implica al
mismo tiempo el pedir la penitencia, el dar la penitencia y el aceptar la penitencia.
Tras aceptar la penitencia se ingresa en el “ordo poenitentium” o grupo de los penitentes, se
reciben los signos de penitente (vestido y aspecto especial) y se comienza a cumplir la “actio
poenitentiae”, satisfacción u obras penitenciales impuestas por el obispo.
Finalmente tiene lugar la reconciliación, una vez cumplido el tiempo de penitencia. Por lo
general se hace coincidir con el final de la cuaresma. Sucede en el marco de una celebración en
la que participa el pueblo. Implica salmos, oraciones, petición de perdón, imposición de manos
y proclamación solemne de la reconciliación.
Esta penitencia tiene como características fundamentales la unicidad (se concede y celebra
una sola vez en la vida), la rigurosidad (las obras penitenciales son de un rigor
extraordinario) y la excepcionalidad (sólo se concede para el caso de pecados muy graves). El
acento recaía sobre la penitencia y no tanto sobre la confesión, que nunca fue pública.
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SIGLOS VII-XIII: LA “PENITENCIA TARIFADA”
Confesión al
Absolución del
sacerdote Cumplimiento de la
Tasación sacerdote
(libros
penitencia-
En privado, satisfacción
penitenciales) En privado
repetible y
detallada
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III. SIGLOS XIII-XX: ESTRUCTURA DE “CONFESIÓN”
ESTRUCTURA DE “CONFESIÓN”
Satisfacción
Pena
temporal
Comporta una concentración de los actos del proceso en la confesión oral. El penitente, después
de confesarse, recibe inmediatamente la absolución, sin esperar a cumplir la satisfacción, que
viene a considerarse como condensada en la misma dificultad de confesarse.
Dos elementos juegan un papel decisivo: 1) la teoría según la cual la confesión oral es el signo
manifestativo privilegiado de la contrición, y 2) la importancia que se da a la potestas clavis, que
implica el ejercicio del poder sacerdotal por medio de la absolución, garantizando así la plenitud
del signo sacramental, que, según la Escolástica, está compuesto de “materia” (cuasi materia en
este caso: actos del penitente, sobre todo confesión), y “forma” (absolución del sacerdote).
Se produce una importante transmutación de elementos: la confesión pasa a ser también
satisfacción; la absolución precede a la actio poenitentiae; las “penitencias” pasan a último plano
como remedio contra la pena temporal del pecado; y la satisfacción queda como “expulsada” del
acto celebrativo, dejándola para un momento posterior.
Ya no es una estructura horizontal, sino vertical. En ella el eje ya no lo constituyen los dos
movimientos de separación-reconciliación, sino el encuentro individual entre el confesor y el
penitente. Y los actos que ocupan la atención ya no son las obras penitenciales o la manifestación
de la conversión ante la comunidad, sino la confesión detallada y la absolución. El carácter
procesual se pierde y todo se reduce de hecho a un acto momentáneo y pasajero. La estructura
original se rompe, produciéndose en ella un cierto “desorden” de elementos. Lo que tenía que ser
la segunda secuencia (satisfacción) pasa a tercer puesto, y su decreciente valoración deja de
condicionar el proceso.
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TRES FORMAS OFICIALES DE PENITENCIA EN LA EDAD MEDIA
Confesión anual por Pascua: El precepto eclesiástico de confesarse y comulgar una vez al año
“por Pascua florida” era cumplido por la gran mayoría de los cristianos y la Iglesia se esmeraba
en hacerlo cumplir, recordando y facilitando este precepto.
Confesión frecuente: Vivida como “confesión por devoción”, en orden a ir purificándose de los
pecados leves o cotidianos, y para vivir de forma más permanente la virtud de la penitencia y la
unión con Cristo. La confesión frecuente, valorada positivamente, trajo consigo también efectos
secundarios negativos: rutina, automatismo, respeto humano. El confesor corría también el
peligro de convertirse en una máquina automática de absoluciones. Y es innegable que, a nivel
de la sexualidad, esta práctica de la confesión llevó a mucha gente a ser escrupulosa.
Confesión por conversión: Aquella que se proponía como “sello” y culmen de un proceso de
llamada y conversión, por regla general con motivo de un retiro espiritual, de un “cursillo”, de
una festividad especial o de algún acontecimiento eucarístico. Insistencia en la conveniencia de
una “confesión general”.
Confesión “eucarística”: Aquella a la que muchas personas se sentían obligadas a hacer antes
de acercarse a comulgar. La “conveniencia” de confesar los pecados leves para un mayor
perfeccionamiento, se convirtió en “necesidad” de confesión para poder comulgar.
Confesión para “dirección espiritual”: El confesionario se convirtió en el lugar donde
encontrar al sacerdote y dialogar con él, para solicitar dirección espiritual, purificarse y
mantenerse fiel a la vocación cristiana.
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CONCLUSIONES PERSONALES
Luego de hacer este recorrido histórico, destaco en primer lugar la presencia constante e
ininterrumpida del ministerio de la reconciliación en el seno de la comunidad eclesial. Partiendo del
testimonio de los textos neotestamentarios (Jn 20,21-23; Mt 18,15-18; 1Cor 5,1-13), es posible
reconocer la preocupación de las comunidades cristianas para atender y acompañar las situaciones de
pecado de sus miembros, llevar adelante la tarea de corrección, de oportuna separación para salud del
pecador, y de reconciliación y reconstitución del vínculo roto. A partir de esto, podemos extraer una
primera conclusión: que el ministerio del perdón es parte constitutiva de la identidad eclesial y de su
misión, teniendo como primeros destinatarios a los propios miembros de la comunidad necesitados de
la misericordia divina.
En tercer lugar, podemos constatar que la estructura del sacramento pasó de privilegiar la
dimensión comunitaria tanto del pecado cometido como del perdón recibido, a poner su acento en lo
individual. En efecto, aun la praxis actual denota la centralidad de la confesión del pecado personal y
en general oculto, la privatización del sacramento en el diálogo con el ministro y la absolución
personal que acentúa más la dimensión vertical del perdón de Dios y deja opacada la reconciliación
con la comunidad. Esto puede deberse muy posiblemente a la corriente subjetivista e individualista
que impregna la cultura especialmente occidental ya a partir de la modernidad, la cual hoy se traduce
en el personalismo y el individualismo exacerbado. La dimensión más personal/individual que asumió
la estructura del sacramento de la reconciliación, si bien podemos decir que es por un lado
conveniente en cuanto atiende la situación particular de cada persona y le otorga un marco de
confidencialidad para abrir el corazón y buscar sanación, por otro lado no deja de cuestionarnos
respecto a la dinámica comunitaria-eclesial que también debe impregnar su praxis. De aquí
concluimos que hoy se presenta como un fuerte desafío para el sacramento de la reconciliación la
recreación de su estructura, a fin de hallar más equilibrio entre la dimensión personal y la comunitaria
que supone su celebración.
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BIBLIOGRAFÍA