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Editorial editado que fue publicado en el diario "El Heraldo" de mayor circulación en la ciudad de Ambato - Ecuador - Sudamérica, acerca del sentido de comunidad,empatía y respeto a los demás para tener una casa limpia, un barrio limpio, una ciudad limpia y un país limpio.
Editorial editado que fue publicado en el diario "El Heraldo" de mayor circulación en la ciudad de Ambato - Ecuador - Sudamérica, acerca del sentido de comunidad,empatía y respeto a los demás para tener una casa limpia, un barrio limpio, una ciudad limpia y un país limpio.
Editorial editado que fue publicado en el diario "El Heraldo" de mayor circulación en la ciudad de Ambato - Ecuador - Sudamérica, acerca del sentido de comunidad,empatía y respeto a los demás para tener una casa limpia, un barrio limpio, una ciudad limpia y un país limpio.
MEDICO ACUPUNTURISTA Doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad Central del Ecuador Especialización de dos años de postgrado en la República de China en ACUPUNTURA Y MOXIBUSTIÓN El ser humano, lobo de dos caras Qué hacer, qué pensar o qué sentir cuando vemos a alguien botar basura desde un auto o en las calles estando a centímetros del tacho que, por ordenanza municipal, lo tenemos en cada puerta de nuestra ciudad; es una mezcla de lástima y frustración, quizás estamos a punto de darnos por vencidos y decimos: “ya no se puede hacer ni esperar nada”. La pregunta sería: ¿cómo queremos entonces que no haya inundaciones por taponamiento de alcantarillas? ¿Cómo generar empatía con quienes viven en nuestro entorno? Entiéndase como empatía a la capacidad de percibir, compartir y comprender, de forma objetiva y racional, lo que otro ser puede sentir. Engranemos ahora conceptos fundamentales que deben ser considerados a la hora de convivir, por ejemplo, la cooperación que es el resultado de una estrategia aplicada a un objetivo desarrollado por grupos de personas o instituciones que comparten un mismo interés; la colaboración que involucra el trabajo de varias personas en conjunto tanto para conseguir un resultado muy difícil de realizar individualmente como para ayudar a conseguir algo a quien por sí mismo no podría; sentido de comunidad que es la adhesión coherente y vinculante para conseguir un bien común; solidaridad que es el sentimiento de unidad basado en las metas o intereses comunes, y así no terminaríamos de describir los fundamentos que debemos seguir para una convivencia racional. Sabemos que el aseo es lo más importante, que si queremos cuidar nuestra salud necesitamos asear nuestro cuerpo. Cada quien tiene sus propios principios de higiene básica (por ello inclusive hasta vemos divorcios), pero si no cuidamos el aseo de dónde transitamos, cómo nos podemos quejar de nuestra salud. La higiene externa depende también de desechar la suciedad de la interna, la de nuestra mente. Desde la moral, la religión y las costumbres familiares nos han dicho que es malo pensar solamente en uno mismo. Pero parecería que lo propio del ser humano es el egoísmo y que debemos luchar contra él para ser más empáticos y más felices, pues con el desarrollo de las neurociencias comprobamos que el asunto es diferente, no tiene tanto que ver con la virtud sino también el rasgo de una inteligencia evolucionada. Pensar solo en uno mismo lleva a la indolencia y de ésta se puede pasar fácilmente a la crueldad y en ese estado, solo aparecerán pensamientos de indiferencia o de odio. Odiar a los demás como una estrategia para exaltarse a uno mismo, los demás son malos y solo yo soy bueno, los demás son torpes, solo yo veo la luz. Consecuentemente, un acto de limpieza que convenga a todos es como enfrentarse a uno mismo contra el egoísmo teniendo al amor como principio, al orden como base y al progreso como fin. Esas buenas costumbres harán sensibilizarnos y ponernos en los zapatos de los otros y así como son nuestros actos de limpieza así serán nuestras conductas. Se dice que la educación es al alma lo que la limpieza es al cuerpo, entonces preguntémonos si lo que hacemos por nuestra casa, nuestro barrio y nuestra ciudad nos acerca al hogar que queremos mañana para nuestros hijos. En mi generosa experiencia en oriente (China y Japón) puede ser testigo de un gran sentido de comunidad y fomento de una cultura de protección al ver cómo en las universidades, por ejemplo, se organizaban mingas de aseo, pintura y adecentamiento en turnos rotativos espontáneamente los alumnos de los diferentes cursos y paralelos, conservando los campus de una forma óptima y agradable. Igualmente, en los colegios y escuelas. Reconozco que escribo estas líneas desde la orilla de la decepción y la utopía, desde una especie de desesperanza al percibir en el ambiente de la realidad nacional tanta impavidez, casi encubridora, ciertamente intolerable… Nuestra sorprendente desfachatez con la que vulneramos los derechos de los demás, pero, irónicamente, apelamos con mil gritos cuando vemos amenazados nuestros propios derechos. Quizás, tales actitudes se expliquen por esa cultura, tan tristemente nuestra, de hacernos “los vivos”, de que somos los “más sabidos”, los “más pilas”, o los que “se las sabemos todas”. Todos conocemos las salidas, casi estandarizadas, para este tipo de situaciones: “Es que estoy de apuro”, “Pero si nadie me vio” y así por el estilo. Parece a veces que hasta promovemos ese absurdo hábito de una tolerancia descarada y reprochable que raya el quemeimportismo. Alguien dijo alguna vez que el principio de la justicia era darle a cada quien lo que se merece, sea esto un premio o un castigo. En consecuencia, ignorar voluntariamente no es lo que corresponde, aun cuando resulte lo más cómodo, cuando tiene lugar la inobservancia de las reglas del juego para una convivencia de respeto mutuo. La Real Academia Española de la lengua definen al verbo tolerar como la acción de “Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente”. Así, cuando hacemos de la resignación nuestra actitud habitual, estamos aprobando implícitamente el desarrollo de nuestra vida en una esfera plagada de mini-deshonestidades, de pequeñas y grandes corrupciones, de engaños piadosos y mentiritas blancas, que buscan justificar inadecuados comportamientos propios y ajenos a como dé lugar. ¿Que cuál es el problema con tolerar de vez en cuando un par de incumplimientos de la ley, o una o dos faltas a las normas establecidas? Que esa tolerancia conformista sirve entonces para adornar la realidad con excusas circunstanciales, con parches explicativos, y termina por convertirse en cultura y, por tanto, en herencia eterna para las futuras generaciones. “El ser humano es un lobo de dos caras. Una es la cara de un lobo cruel, que solo piensa en sí mismo. La otra es la cara de un lobo que trabaja para su manada. ¿Cuál de los dos vence? Aquel al cual se alimente. El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor” Les comparto un mensaje que insta a la limpieza: “La que limpia no está y la que está no es la que limpia…así que, por favor, deje todo limpio como está… gracias”.