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En amplias capas de la sociedad, todavía se mantiene una visión dogmática de cómo debe ser lo
masculino. Así, se dice que el hombre debe ser fuerte, es decir, que debe soportar estoicamente los
problemas que le presenta la vida. Debe reaccionar agresivamente a todo ataque, dejando claro que
es una persona que no es fácil de pisar y que nunca se rinde. Además, comparte con el resto de
hombres una sensación de “manada” que le da seguridad, de ahí que, cuando hablan con otros
hombres sobre las mujeres suelen hacer gestos de “tú ya me entiendes”.
Ha sido educado en tratar a los que están por debajo de su posición en la jerarquía social con
paternalismo. Muchas veces no los reconoce como iguales y siempre marcará su posición de
superioridad, normalmente sin darse cuenta y habitualmente de una manera difícil de percibir.
Raramente atiende a razones si lo que tratas de expresar es una opinión distinta de la suya, aunque
te escuchará atentamente cuando esté de acuerdo contigo.
Pero la masculinidad tradicional no se reduce a unas reglas sobre cómo debe ser un hombre, sino
que también estipula como NO debe ser un hombre. Aquí encontramos que, básicamente, un
hombre se define por que NO es una mujer, y una gran parte de su comportamiento irá encaminado
a dejar claro que no hay que identificarle como tal.
De esta manera, los hombres suelen evitar sentir las emociones, y sobretodo, los gestos que las
acompañan (tales como llorar, buscar ayuda, aparentar tristeza…). Esto les lleva a estar
malhumorados y agresivos en más ocasiones de lo recomendable, ya que este es el único recurso de
afrontamiento de problemas que los hombres pueden permitirse debido a su educación. Muchas
veces reaccionan gritando o enfadándose, aun cuando sea una reacción poco acorde con la situación
y nos extrañe.
Casi siempre hablan de sus problemas en términos técnicos y mecánicos, enumerando las acciones
que van a realizar y las esperanzas que tienen en que los problemas se arreglen sin que sea
necesario pagar el precio del malestar emocional. No profundizan en su dolor, su rabia, sus miedos,
su tristeza o sus inseguridades. No verbalizan, ni tratan de entender estos sentimientos, sacándolos
muchas veces mediante la agresividad. También pueden recurrir al silencio, al encerrarse en sí
mismo, al cruzarse de brazos, para evitar los conflictos en los que saben que tienen las de perder
(conflictos domésticos, de asumir responsabilidades, pedir perdón…).
Problemas que genera la masculinidad tradicional
Esta falta de recursos para enfrentarse a las emociones que amenazan con desbordarles, esta
continua demostración de que no son mujeres, este continuo auto-juicio y esta continua rigidez, les
lleva a desarrollar una serie de problemas. Lo que suele suceder es que hacen pagar al entorno por
ellos, en lugar de trabajarlos por ellos mismos (el caso más extremo es el de la violencia machista).
Toda la frustración que van acumulando debido a que el mundo no es como ellos quieren que sea,
les hace repetir conductas desadaptativas y que pueden desembocar en una conducta antisocial. De
este modo surge la violencia de género, las adicciones, el alcohol, la violencia en casa o en los
estadios de fútbol…Aunque, por supuesto, estamos poniendo ejemplos muy evidentes, también
pueden ser conductas más encubiertas, pero igualmente dañinas (maltrato psicológico, necesidad de
posesión, celos, autoritarismo…).
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Nuevas Masculinidades
Debido a las limitaciones que impone la masculinidad tradicional en el comportamiento, las Nuevas
Masculinidades abren un nuevo campo de experimentación en el que los hombres tomamos parte
activa en cómo queremos ser, eliminando en la medida de lo posible las influencias de la educación
recibida. Se le llama Nuevas Masculinidades, en plural, para manifestar el deseo de que sea un
concepto múltiple, donde tenga cabida la diversidad de opciones y no una única forma de
masculinidad.